jueves, 25 de marzo de 2010

El honor de los Jedi (99)

99
Luke introduce las coordenadas que le había dado Dena en la computadora de vuelo. Erredós muestra un mensaje informando de que hará falta cerca de una hora para alcanzar las coordenadas a la velocidad máxima de Gideon. Será por los pelos, pero deberían ser capaces de alcanzar el asteroide... suponiendo que no tengan problemas antes.
Mientras Luke se desabrocha el traje de vacío, recuerda el chip de mensaje que cayó del traje de Dena. Lo recupera y lo introduce en la ranura de datos del Ala-X. Una humana de pelo corto de unos cuarenta años aparece en la videopantalla. Luke queda sorprendido al identificar a Mon Mothma, comandante suprema de la Alianza Rebelde.
-Saludos, Dena. Como siempre, sólo tengo tiempor para un breve mensaje. Confío en que comprendas que la brevedad de nuestra comunicación no refleja la magnitud de tu contribución a la Rebelión.
"Mis espías me dicen que los esfuerzos de resistencia de tu hermano Erling han comenzado a irritar al General Parnell. Normalmente aplaudiríamos cualquier espina en el trasero de un gobernador imperial, pero el valor de Erling trasciende el efecto de cualquier rebelión local. Debes silenciar a tu hermano antes de que haga enfadar aún mása Parnell.
"Es desafrtunado que no podamos decir a Erling lo importante que es para la Alianza. En cualquier caso, debo delegar este asunto a tu juicio.
"Hasta pronto, y que la Fuerza os proteja a ti y a tu familia.
Luke reproduce el mensaje varias veces, asombrado de que Dena esté trabajando con la propia Mon Mothma. Él sólo había visto una vez a la líder legendaria, pero el respeto que sus comandantes le profesaban era suficiente para maravillarle. Le parece increíble haberse tropezado con una operación que ella estaba supervisando personalmente. Todas las dudas que tiene acerca de rescatar a Erling desaparecen; si el joven Tredway es lo bastante importante para preocupar a Mon Mothma, es lo bastante importante para rescatarlo de Tol Ado.
El mensaje también podía explicar el misterio concerniente a la ferocidad del ataque imperial en Tredway 24. Si el general Parnell sabía de la asociación entre Dena y Mon Mothma, ciertamente intentaría capturarla y destruir cualquier recurso que pudiera ofrecer a la Rebelión. Y si conocía la importancia que Mon Mothma otorgaba a Erling, sin ninguna duda arrestaría e interrogaría al hermano de Dena. Ciertamente parece que Parnell sabía de la existencia del mensaje... la pregunta es: ¿cómo?
Es una pregunta que Luke debe sopesar en otro momento. Acaba de encontrar el asteroide de Ire Eleazari. El planetoide es una pequeña roca asimétrica de no más de medio kilómetro de ancho. Varios cráteres puntean su superficie, pero Luke no ve signos de vida.
Abre un canal de llamada.
-Ire Eleazari, ¿estás ahí?
No obtiene respuesta.
-¿Es este el asteroide correcto?
De nuevo, no hay respuesta.
Luke rodea varas veces el grano de polvo sobredesarrollado. Ni hay signos de que haya sido habitado. Le parece imposible que haya llegado a unas coordenadas equivocadas. Podría haberse confundido al recordarlas, pero la probabilidad de encontrar realmente algo en el lugar equivocado es menos de una entre un millón.
Vuelve a intentarlo.
-Ire, somos amigos de Dena Tredway. Sebastian Parnell ha destruido Tredway 24. Dena está herida y necesita un lugar para recuperarse.
Una luz brilla de pronto en el fondo de un profundo cráter.
-Podéis disturbar mi soledad -responde una voz. Casi suena como si fueran dos voces.
Luke sigue la nave minera de Gideon hacia el cráter. En realidad es un corto túnel que conduce al interior del asteroide. Cundo doblan el primer ángulo recto del túnel, aparecen las sencillas paredes exteriores e un modesto refugio subterráneo.
Luke posa su ala-X, luego vuelve a ajustarse su traje de vacío y desciende del caza. Un instante después, el viejo minero y Sidney salen de la nave minera con la camilla de Dena. Luke dirige la marcha hacia la esclusa del refugio.
Cuando la compuerta interior se abre, un ithoriano solitario les recibe en la entrada de un oscuro apartamento. El ithoriano tiene un cuerpo más o menos humanoide, pero Luke no puede pasar por alto la razón por la que los viajeros estelares han apodado a la especie como "Cabezas de martillo". Un cuello largo y plano surge hacia delante desde el cuerpo. Se estrecha rápidamente y se curva hacia arriba. En la parte superior de la parte más estrecha del cuello se encuentra una cabeza en forma de "T". Un ojo oscuro y sereno se asienta a cada lado de la T.
-Dena Tredway puede quedarse tanto tiempo como desee -dice el ithoriano. Tiene dos bocas, uno a cada lado de la ancha parte inferior de su cuello. Cuando habla, ambas bocas se mueven, dando a su voz una cualidad estereofónica-. Sin embargo, me he autoexiliado de la horda, de modo que debo pediros que vosotros os marchéis rápidamente.
Luke alza la vista de pronto ante las palabras del ithoriano. Quiere preguntar por qué Eleazari habría dado un paso tan drástico, pero se reprime de formular la pregunta en voz alta.
-Por supuesto -dice, respondiendo sin más a la frase del ithoriano-. ¿Puedes cuidar de ella?
Eleazari dirige la marcha hacia una consola médica completamente equipada.
-Sí. Era curandero en mi propia horda. Dejad la camilla aquí -dice, señalando la zona de suelo junto a la consola.
-Tenemos un favor más que pedirte -dice Luke-. Parnell ha llevado a Erling a Tol Ado...
Los ojos del ithoriano brillan de alarma.
-Eso es muy malo.
Luke asiente.
-Vamos a intentar rescatarle.
-Entonces comenzaréis en el centro de visitantes -dice Ire. La frase es una orden, no una pregunta ni una sugerencia.
-¿Centro de visitantes? -pregunta Luke. Nunca ha oído hablar de nada semejante en una prisión imperial.
-Sí -responde el ithoriano-. La vanidad de Sebastian Parnell puede ayudaros. Considra Tol Ado una obra de arte; como un coleccionista de arte, no puede resistirse a mostrarla. Allí, podréis aprender muchas cosas que pueden ayudaros.
Luke asiente. La sabiduría de la idea del ithoriano es obvia.
-Pero yo tengo un ala-X... -comienza a decir.
Los ojos de Eleazari se estrechan y estudian a Luke con cierto respeto.
-Puedes dejarlo aquí.
-Gracias -dice Luke-. Entonces, nos pondremos en camino.
El ithoriano suspira con tristeza.
-Sí.
Luke sigue a Gideon a la esclusa. Se muere por preguntarle al ithoriano acerca de los Tredways, por qué se autoexilió, qué relación tiene Dena con la Alianza, y un centenar de cosas más. Pero sus viajes estelares le habían enseñado que tales preguntas serían una maleducada imposición sobre la soledad del cabeza de martillo.
Tras descargar a Erredós, Luke ayuda al pequeño droide a subir la empinada rampa de acceso a la nave minera de Gideon. El interior está oscuro sin llegar a ser tétrico. Como la mayor parte de las neves mineras, la nave de Gideon consiste principalmente en una baqueteada bahía de carga para llevar mineral a un molino. Los motores repulsores, lentos pero potentes, se encuentran directamente a popa de la bahía de carga. Los camarotes de la tripulación, que Gideon mantiene impecables pero sin decoración, están organizados tanto para el confort como para la eficiencia.
Gideon sube la rampa de acceso de la esclusa, luego conduce a Luke a un asiento. Pocos instantes después, abandonan el asteroide de Ire Eleazari y avanzan pesadamente hacia el centro turístico de Tol Ado.

Recuerda que Luke deja su ala-X en el asteroide de Ire Eleazari. Puede necesitar el caza más tarde.

sábado, 20 de marzo de 2010

Interferencia

Interferencia1
de John Jackson Miller

¡Atención, mandalorianos! ¡Permaneced sintonizados en esta frecuencia para escuchar un aviso de vital importancia!

***
¡Atención, mandalorianos! ¡Al habla vuestro amigo de la República, el Capitán Buenvalor2!
Estoy ocupado inspeccionando mi nueva nave de guerra, la Serroco, pero mis colegas del Almirantazgo me han pedido que haga una llamada especial a las fuerzas que luchan por Mandalore. Estoy hablando en una frecuencia que los transceptores de vuestros cascos puede recibir. ¡Es un truco que hemos aprendido de los guerreros colegas vuestros que ya han visto la luz y han cruzado las líneas para defender a la República!
Habéis tenido una pequeña racha de suerte... aunque no muy sorprendente, después de todos los golpes a traición que habéis dado. ¡Pero permitidme que os diga que los días tranquilos se han terminado!
De hecho, os lo voy a decir. Aseguraos de que vosotros y todos vuestros amigos que hablen básico estén escuchando mi próxima emisión... ¡vuestras vidas pueden depender de ello!

***
¡Su'cuy, soldados! La conquista de la zona polar sur del planeta casi ha terminado. Prestad atención a vuestros jefes de incursión para próximas instrucciones.
Algunos de vosotros habéis informado que cada vez se escucha más cháchara por la banda Z del casco Neo. Simplemente ignoradla.

***
¡Atención, mandalorianos! El capitán Buenvalor al habla de nuevo, tal y como prometí.
Habéis sobrevivido lo bastante como para escucharme... ¡bien! No todos vosotros habéis sido tan afortunados, o eso tengo entendido. Vuestras fuerzas lucharon duro, de verdad... pero la Resistencia de Taris aguantó para luchar otro día. Y lucharán. Porque aunque puede que no hayan pertenecido a la república durante mucho tiempo, tienen lo que hay que tener, que es lo que cuenta.
Ellos lo tienen. Nosotros lo tenemos. ¿Y qué hay de vosotros?
Es cierto: Hemos estado tomándoos el pulso en estas primeras semanas desde que irrumpisteis en territorio de la República... al igual que vosotros habíais estado tomando el nuestro con vuestras pequeñas provocaciones antes de eso. La diferencia es que nosotros somos capaces de reaccionar ante ello.
Se trata de números, amigos míos. Nosotros somos más numerosos que vosotros... y no tenemos que construir astilleros y arsenales sobre la marcha. Ya los tenemos. ¿Cuánto tiempo creéis que cuesta remodelar una fábrica de deslizadores para producir naves de ataque blindadas? ¿Y cuántas fábricas de deslizadores imagináis que hay en toda la República Galáctica, hmm?
No tendréis que pensar en ello demasiado tiempo. Bien pronto veréis muy de cerca lo que podemos hacer.
Aquí Buenvalor, cortando la conexión. Ponga el slogan, teniente.
La República. Aquí hoy, aquí mañana.

***
¡Ke'sush, soldados! Aquí Sornell de nuevo, con la señal del puesto de Taris.
Sí, tenéis que seguir sintonizados a la banda Z. La artillería pesada sigue llegando. Si queréis estar en el lugar equivocado cuando caigan las bombas, allá vosotros.
Tan solo permaneced centrados.

***
¡Atención, mandalorianos! Buenvalor de nuevo. Mientras esperáis a que llegue el fin —¡y amigos, os aseguro que está cerca!— creo que deberíamos tener una charla sobre vosotros. Ya sabéis, los Mando'ade... los “hijos e hijas de Mandalore”. Eso suena bien, pero lamento tener que desilusionaros: Sois adoptados.
Nos han comunicado que muchos de vosotros fuisteis una vez personas sedentarias, pacíficos habitantes de mundos invadidos por Mandalore y su matón, Cassus Fett. ¡Y muchos de vosotros fuisteis atraídos, mediante amenazas o engaños, para ponerse armadura y unirse a su loca causa! ¿Pero realmente sabéis cuál es esa causa? ¿Sabéis por qué estáis luchando? Es por ego. Todo se resume a un ego magullado... no merece la pena jugarse la piel (o las escamas, o lo que sea) por ello.
Dejad que el bueno de Buenvalor os informe: Hace una generación, en la Gran Guerra Sith, los clanes mandalorianos fueron obligados a servir a un único Jedi rebelde, después de que este venciera a su líder en combate. Y hasta hoy, nadie con hombreras metálicas ha sido capaz de superarlo. Por eso ahora, el actual Mandalore —el nombre que vuestro actual cabecilla se da a sí mismo, ¿no es desfachatez?— está arrojando vuestras vidas por la borda en una guerra galáctica. Sólo para reparar... ¿qué? ¡Su ego magullado, amigos! ¡Con vuestros cuellos!
Lo sé: no es la clase de cosas de las que os hablan en vuestras clases sobre armaduras. Quizá haya una razón para ello. Pensadlo: Entonces sólo hizo falta un Jedi para humillaros... ¡y ahora tenemos muchos más de ellos en el mismo sitio de donde salió ese! Cierto, la Orden Jedi permanece oficialmente neutral. Pero tal vez hayáis oído hablar de El Revanchista... ¡un Jedi que está conspirando para cambiar eso incluso mientras hablo! ¿Ese sonido que escucháis son sables de luz encendiéndose?
Las cosas os pintan bien hoy, saqueando tiendas de ropa y puestos de fruta en mundos del borde como Taris y Suurja. Pero las tornas están cambiando. ¿De qué lado vais a estar? Todo lo que tenéis que hacer es tirar el casco y marcharos. O aún mejor... ¡volver al servicio de la República que os ha dado tanto!
Sólo la tristeza de la tumba espera a Mandalore. No os unáis a él. ¡Uníos a nosotros!
La República. Nada de tristeza. Sólo gloria.

***
Aquí Sornell. Necesitamos saber quién ha sido el utreekov que ha aparcado el caza Davaab en lo alto de... ¿cuál es este edificio? La Torre Bancaria Altopuerto. Necesitamos el espacio para la nueva estación de recepción.
Que suba aquí y saque su nave antes de que la tiremos por el borde de la azotea.

***
¡Atención, mandalorianos! Al habla el comandante Cierto3, primer oficial del capitán Buenvalor.
El capitán presenta sus excusas, pero no va a poder transmitir hoy. Ha habido tantos mandalorianos que han cruzado las líneas y se han unido a la República después de su último mensaje, que está demasiado ocupado.
Envía sus saludos.
La República. Envía sus saludos.

***
Puesto de señales. Bien, vale, acabamos de mandarlo. No me importan las tonterías Jetiise que haya en antena, ¡no podéis ir por ahí apagando vuestros transceptores!
Desde luego que dimos un aviso... ¿cuánto fue, Gorrga, diez segundos? Diez segundos después de arrojar el caza por el borde del edificio. Había tiempo de sobra, si hubierais estado escuchando. Los tipos de la Ciudad Baja necesitáis estar atentos.
Oh, y... eh... “los recordaremos, de modo que son eternos”.

***
¡Atención, mandalorianos! Os habla vuestro capitán... ya sabéis quien. Me encuentro sentado justo ante un delicioso plato de Bilovi Tempari, aquí, en el salón bellamente amueblado y climatizado de mi nave. Y de pronto —no, querida, no más vino, gracias— me he puesto a pensar en vosotros.
Vosotros, valientes y audaces criaturas... resistiendo en los campos de batalla en nombre del Viejo Cara-de-óxido. Decidme, ¿cómo os trata la vida?
No me respondáis a eso; ¡creo que lo sé! Esos amigos vuestros de los que os he hablado han descrito las duras condiciones en las que os veis forzados a sobrevivir. “Estilo de vida nómada”, dicen. No hay estilo en esa forma de vida, hermanos y hermanas; arrastrarse de un agujero en el barro en algún lugar del Borde Exterior a otro, pasando apenas una semana en cada sitio. Decid la verdad. ¿Con qué frecuencia limpiáis esa armadura? Quiero decir... por dentro, que es lo que cuenta. ¡No es de extrañar que os guste que vuestros campamentos se muevan!
Siento incidir en esto, pero, en serio, vuestros antiguos compañeros de armas no pueden dejar de hablar de lo mejor que se está aquí. De hecho, algunos de nuestros recién llegados van a pasarse por aquí más tarde. Vendrán a tomar un trago después del espectáculo de cubierta. Pensando en ello, tengo que averiguar si van a venir con sus citas... tendremos que poner más sillas junto a la piscina.
La República. Camas de verdad. Agua corriente.

***
Su'cuy, Cassus Fett, y todo el honor a los difuntos de tu familia. Aquí Sornell, en el puesto de escucha.
Sí, todos lo hemos estado escuchando.
No, no sé qué es “Bivoli Tempari”. Lo estamos preguntando por ahí.

***
¡Atención, mandalorianos! Dejadme que os hable de cómo me ha ido el día... ha sido excitante. Ah, por supuesto, soy el capitán Buenvalor... pero hoy, ¡soy un okyaabi!
Hoy, he permanecido con el orgulloso pueblo de Okyaab 6 mientras este rompía las cadenas de sus esclavistas mandalorianos y se alzaba para unirse a la República. Un pequeño sistema fronterizo, claro... pero una muestra de la mezquindad de Mandalore, porque ninguna pacífica comunidad granjera, ningún grupo de artesanos es demasiado pequeño para estar a salvo de uno de sus cobardes ataques. Pero menos de una semana después del ilegítimo gobierno de ese Mandalore fetichista de los disfraces y sus secuaces, los okyaabi han recuperado su mundo.
Son libres, mis amigos mandalorianos; libres para volver a tomar parte en el comercio de la República y disfrutar de la prosperidad que tantos de nosotros ya conocemos. Libres de ir a donde deseen y vivir donde decidan, sin ser llevados siempre hacia delante en una inútil búsqueda de venganza de otra persona. Libres para ser la clase de gente que vosotros podéis ser. Siempre y cuando, claro está, elijáis evitar el destino de las fuerzas mandalorianas que trataron de esclavizar Okyaab. Pondría a uno de sus supervivientes al micrófono para que hablase con vosotros... pero, maldita sea, no hemos sido capaces de encontrar ninguno...
La República. ¡Libertad ahora, libertad por siempre!

***
Aquí Sornell, llamando al equipo en la zona de Aterrizaje SoroSuub, o como lo llamen. Mirad a ver si podéis bajar esa gran videopantalla sin destrozar por completo los componentes electrónicos. Me gustaría tener en este viaje algún elemento de equipo que no tenga que construir yo mismo, para variar.
Y, no, nunca he oído hablar de un planeta llamado Okyaab. ¿Tiene eso algo que ver con conseguirme las piezas que he pedido? Porque sé que ninguno de vosotros quiere malgastar mi tiempo.
Y para vosotros, nuevos reclutas: “Cui ogir'olar” es la expresión Mando'a para “es irrelevante”. O, como dicen en mi clan, “Sangrarás mucho si lo preguntas de nuevo”. Así que no digáis que no lo sabíais.

***
¡Atención, mandalorianos! Os habla Buenvalor. Me dicen que vosotros los mandalorianos sois tipos supersticiosos. (Como si no pudiera adivinarse por las cosas raras que lleváis con vosotros. ¡Y en qué cantidades! ¿Es que nunca habéis oído hablar de apartamentos? ¿Casas? ¿Unidades de almacenaje?)
En cualquier caso, puede que esto os interese. Hemos sabido por nuestros muchos informadores en vuestras filas que un grupo de vuestras fuerzas en Taris se está preparando para ir a Zongorlu a continuación. Lo que puede que no sepáis es que lo que Mandalore aniquiló tan cruel y criminalmente en Serroco no sólo eran campamentos militares. Allí había campamentos vacacionales para jóvenes de Zongorlu: ¡nueve campos, que representaban a todas las tribus principales del planeta!
Desde entonces, hemos visto poca gente de Zongorlu asomarse por la República demasiado. Se han convertido en tipos hogareños... y, bueno, son algo más que un poquito susceptibles. Incluso su senador acaba de pedir un permiso para ausentarse... y un cañón de asalto pesado.
No creo que ir a Zongorlu sea buena idea si fuera vosotros.
La República. Simplemente avisándoos.

***
Aquí Sornell. A todo el mundo que está formando en el campamento ahí arriba; la estación de señales no es el lugar al que presentar vuestras dudas sobre biología alienígena. Si tanto os interesa saber qué aspecto tiene un zongorlu, podéis esperar a que lleguemos allí.
No me importa que acabéis de uniros a nosotros. Al próximo tipo que me moleste le daré una paliza hasta matarlo.

***
El capitán Buenvalor regresará en breve. Mientras tanto, este es el informe meteorológico de la República para Zongorlu:
Vientos huracanados cruzando la mayor parte del planeta, con tormentas magnéticas en toda la ionosfera. Calor abrasador en la superficie, con flujos piroclásticos intermitentes desde algunas de las mayores formaciones volcánicas. El contenido sulfuroso de la atmósfera permanece elevado, con lluvias ácidas en las regiones polares.
Esencialmente, para Zongorlu, un día mesurado.

***
Necesitaremos otro par de días en la estación de señales móvil, Cassus. Hemos sido capaces de “tomar prestado” la mayor parte del equipo de los talleres de aquí en Taris, pero estamos bastante seguros de que en Zongorlu necesitaremos alguna especie de blindaje pesado para el transmisor. Ahora estamos preparando algo. Avisaré cuando estemos listos.
No, aún seguimos recibiendo las transmisiones... y sí, son un problema. No para los verdaderos Mando'ade; “kaysh mirsh'kyramud” es todo lo que escucharás de ellos. No les podría importar menos. Pero no estoy seguro acerca de esos tipos que se han puesto un casco de Neo-Cruzado hace cinco minutos para unirse a la diversión.
Siempre están preguntando por qué no interferimos las transmisiones de la república, como hicimos cuando estábamos aterrizando. Yo les digo que una cosa es un asedio —en ese momento, un ataque a un sistema de comunicaciones enemigo es como un ataque a un ejército enemigo—, pero que una ocupación es algo distinto. Interferir no sirve de nada ahora. Estamos acabando con cualquiera de aquí con el que la República querría hablar... y en cuanto a nosotros, ningún guerrero que se precie le prestaría la menor atención. Eso es lo que deberían hacer, pero...
...bueno, deja que te diga una cosa. Mi sobrino es un jefe de avanzada que dirige a un grupo de esos novatos como equipo de demolición, despejando la zona baja de la ciudad. Ayer se suponía que debían estar vigilando los detonadores cuando otra de esas estúpidas transmisiones llegó, y algún di'kut descerebrado se preocupó y echó toda una manzana de edificios sobre todos ellos, incluido mi sobrino.
Gracias; pero no. En realidad, nunca lo habíamos tenido en demasiada estima.

***
¡Atención, mandalorianos! El capitán Buenvalor al habla... disculpadme si me falta el aliento. Acabo de dar otro paseo por las cubiertas de la Serroco, y estoy agotado. No había hecho tanto ejercicio desde el entrenamiento de la Academia.
No he hablado mucho sobre mi hermosa nave, ¿verdad? Qué descuido... soy un anfitrión terrible. Bueno, alguno de vosotros puede que haya visto alguna de nuestras naves más grandes, defendiéndose valientemente y retrasando a vuestras fuerzas en lugares con nombres como Vanquo, Tarnith y —sí— Serroco. Bueno, todas ellas caben perfectamente en la bahía de aterrizaje de esta hermosura. ¡Con sitio de sobra!
Sólo que no nos sobra tanto sitio, porque lo necesitamos. Sí, cada pizca de espacio (que no esté dedicado a los muchos entretenimientos que os he mencionado en ocasiones anteriores) está destinado actualmente a albergar tropas para aterrizajes; sus municiones; y nuestro más que saludable complemento de misiles guiados de precisión. ¡Esos diseñadores navales de la República no escatiman en gastos! Y sí vosotros los Mandies creéis conocer vuestra armadura, ¡deberíais echar un vistazo a nuestro blindaje! ¡Vaya, apuesto a que para conseguir este milagro hizo falta que desaparecieran unos cuantos asteroides del Núcleo Profundo!
¡Y esta flota! Sé que esto es audio, pero dejadme que os describa la imagen. Ahora mismo, estoy mirando por mi ventana a un cielo tan cubierto de naves, que podrías ir caminando desde aquí hasta el siguiente sistema. ¡Cruceros Cabeza-de-martillo! ¡Transportes clase Conductor! ¡Cargueros droide militares! Nunca había visto tantos en un solo lugar. Es como una reunión de antiguos alumnos de la Academia... sólo que no hay fiesta. No, aquí todo el mundo tiene una misión muy importante. Una misión muy importante, y muy secreta.
¡Tantas naves! ¡Tantas tropas! No estoy seguro de si Zongorlu tendrá suficiente espacio para todos nosotros.
¡Ups! Se me acaba de escapar algo, ¿verdad?
La República. Imaginaros siquiera lo que podemos hacer.

***
Aquí Sornell. Todo el mundo a su tarea, deprisa, y cargad esta basura. Este planeta no va a invadirse solito.

***
¡Atención, todas las naves civiles de la República en el sistema Zongorlu! Al habla el capitán Buenvalor de la Serroco, recomendando que abandonen la zona.
No es que no podamos garantizar su seguridad contra los mandalorianos... después de todo, estamos aquí para defender todo el sistema. Pero con tantas naves de guerra aquí, ahora, el tráfico en la zona está un poco congestionado.
Vuelvan la semana que viene; una vez que hayamos retirado todos los cadáveres con armadura, Zongorlu volverá a estar abierto a los negocios.

***
Sornell, a bordo de la nave de tropas Shaadlar Nehuytc. Informad a Cassus Fett de que estamos en camino.
Aún no hemos tenido ni una noticia de lo que nos espera en Zongorlu. No hemos sido capaces de confirmar gran cosa... ni siquiera podemos encontrar a nadie que haya visto nunca una nave como esa “Serroco”, ni siquiera ninguno de los tipos de la República que se han pasado a nuestro bando. Pero sea lo que sea lo que haya allá, estamos preparados para ello.


***
¡Atención, mandalorianos! Al habla el capitán Buenvalor, y... perdón por el bostezo. Sí, me quedado despierto hasta tarde. Siempre es difícil dormir la noche antes de la batalla, ¿verdad? En el lugar donde estamos, en guardia, orbitando sobre las cuidadelas más grandes de Zongorlu, ahora es de noche. Pero para nuestros visitantes que pronto llegarán, la noche no terminará nunca. Y por eso quería hablaros: no como un capitán enemigo a la infantería enemiga, sino como un ser racional a otro.
Aún estáis a tiempo de cambiar de opinión de cambiar vuestro camino. De tomar el control de vuestras naves de transporte... y de vuestras vidas, y al hacerlo, de salvarlas.
Cualquiera que sea la importancia estratégica que os hayan dicho que Zongorlu tenga en algún esquema global de Mandalore... considerar el coste. Os he dicho lo que os espera aquí. Es todo lo que puedo hacer.
No habrá breve eslogan esta noche. Aquí el capitán Buenvalor, cortando la conexión.

***
Hemos llegado... Zongorlu, justo ahí delante. Llamaré cuando la estación de señales esté en su sitio. Buena caza.
¡Oya!

***
Al habla Koblus Sornell en Zongorlu. Ponedme con Cassus.
Bueno, decidle que se ponga en contacto conmigo cuanto antes..
Esto es... extraño.


***
Cassus, el puesto de señales está operativo. Tu explorador aún está en el campo, pero puedo hacerte una descripción de la vista desde aquí.
En primer lugar, el planeta. Esos informes que recibíamos estaban llenos de humo. El planeta es bastante decente; buen tiempo, ningún problema en absoluto para aterrizar. Y las fuerzas de choque fueron un despilfarro. Los zongorlu son una especie de
plantas. Son racionales, de acuerdo, pero son grandes y torpes y se mueven apenas un metro al día. Quedaron como sorprendidos cuando aterrizamos. No creo que tuvieran campamentos de jóvenes en Serroco... ¡a menos que los tuvieran en algún sitio en el jardín!
Y la flota resultó ser aún menos numerosa. Había un para de naves abandonadas flotando alrededor de la órbita... Mandalore el Indomable podría haberlas visto cuando pasó por aquí hace una generación, a juzgar por su aspecto.
Pero lo más
dini'la, lo más absurdo, lo más loco de todo es justo el lugar donde estoy. Te estoy hablando desde una estación transmisora, de acuerdo... pero no es la que hemos traído nosotros. A juzgar por los registros, por lo que puedo decir... ¡este era el lugar desde el que nos hablaba ese tipo, el Capitán Buencielo, o como quiera que se llamase!
Aquí tienen un transmisor direccional, que suponemos que lo estaban usando para apuntar a lugares del Borde Exterior. Todo ese tiempo que ese supuesto “Capitán” estaba hablando sobre su gran nave, ¡estaba sentado en una pequeña sala en la que no podrías meter un basilisk, royendo pez dreeka seco y dándole a la lengua!
No, no está aquí... parece como si hubiera dejado todo corriendo cuando salimos del hiperespacio. Los rastreadores han encontrado marcas en el punto donde despegó una pequeña nave.
Como he dicho, extraño. Pero una buena lección para los nuevos. Este es el modo en el que un mandaloriano interfiere una transmisión: ¡eliminamos la fuente!
Sornell fuera.


***
Sornell llamando al campamento: Cassus nos dice que necesitamos mantener la estación durante una semana o así. Parece que esta operación va a durar mucho más.¡Haili cetare! Echad un trago, disfrutad del clima.

***
Sornell llamando al campamento. Mirad, Cassus nos llamará cuando nos toque movernos de nuevo. Él tiene otras cosas de las que ocuparse.
Y si necesitáis entreteneros, no prendáis fuego a los Zongorlu. No ha llovido en toda la semana. Podría incendiarse todo el campamento.


***
Guerreros, no sirve de nada en absoluto permanecer en la banda Z. No hay tráfico de bombardeo del que preocuparse, y ese fraude de la República tampoco estará aquí.
Cada día puede ser una batalla... creo que alguien dijo eso una vez. Encontrad algo que hacer, o yo encontraré algo que hacer
con vosotros.

***
Informe de estado desde Zongorlu. Todo está tranquilo por aquí.
Muy tranquilo.
No puedo creer que realmente estemos echando de menos esa estúpida cosa.


***
¡Atención, mandalorianos! ¡Permaneced sintonizados en esta frecuencia para escuchar un aviso de vital importancia!

***
¡Haar'chak! ¡Haar'chak! ¡Haar'chak!
Lo retiro.

***
¡Atención, mandalorianos! ¡Al habla el Capitán Buenvalor!
Sí, como habéis visto, han solicitado de forma inesperada que nuestras fuerzas fueran retiradas de Zongorlu; ¡y yo mismo he sido convocado a Coruscant para una importante sesión con el almirantazgo y representantes del Senado! Y como parte de nuestro constante compromiso con el medio ambiente, mis fuerzas se han asegurado de dejar Zongorlu con un aspecto aún más pacífico que el que tenía cuando llegamos. Espero que vosotros hagáis lo mismo.
Ahora, me estoy comunicando con vosotros desde una posición más profunda en el espacio de la República con un mensaje que esperamos que encontréis de interés. Es, de hecho, la verdadera razón de que fuera retirado... como representante de la República ante los mandalorianos en estas últimas semanas, estoy seguro de que reconoceréis mi oferta como una oferta oficial.
Y esto es una oferta. Dicen que los mandalorianos tratan los asuntos a la manera mandaloriana. Bueno, se puede decir lo mismo de la República. ¿Y qué es la República en el fondo, si no lo es ante todo, sino un vehículo para el enriquecimiento de todos los pueblos? No hay ninguna razón en absoluto por la que las fuerzas de Mandalore no puedan tener un asiento en la mesa como todos los demás.
De modo que esta es la oferta: La República recibirá con brazos abiertos un cese de las hostilidades con los Mando'ade. A cambio, el Senado estaría dispuesto a comprometer una parte de todos los impuestos de los planetas y rutas hiperespaciales de la República actualmente bajo ocupación mandaloriana para que sea destinada a los ocupantes. Es correcto: el botín de la guerra, para detener la guerra.
Es un precio justo, y uno que debería satisfacer de sobra vuestros requerimientos. Con vuestras victorias de estas semanas, vuestro honor ha sido restaurado. La galaxia lo sabe. Los Jedi no han hecho nada para deteneros; lo saben. Y tendréis vuestro premio; parte de la riqueza de esas estrellas, sin tener que seguir imponiendo vuestra voluntad sobre ellas. Sois libres de explorar vuestras opciones en otras partes, tomando direcciones fuera de la República... y dispondréis de mejores fondos para ser capaces de hacerlo.
Esta es una oferta que sólo se hará una vez, únicamente en este canal y dirigida al representante de los mandalorianos en Zongorlu para que la entregue a sus superiores. No se repetirá en el futuro y su existencia será negada; si es rechazada, no formará parte de ningún texto oficial. Volveremos a como estaba todo antes, con la República lista para expulsaros... y con las palabras del capitán Buenvalor preparando el camino. Yo, hablándoos.. cada día, en cada frecuencia que podamos encontrar para alcanzaros, hasta que alguno de nosotros capitulase.
La elección es vuestra. Considerarlo bien. Esperamos vuestra respuesta.
La República. Tratos justos para todos y cada uno.

***
Sí, Cassus, ya he respondido. He usado el transmisor que había aquí en Zongorlu.
Sé que debería haber esperado. ¿Quién es Koblus Sornell, después de todo? Sólo un guerrero. Un experto en señales, pero un guerrero. Un guerrero mandaloriano...
...y como guerrero mandaloriano, su “elección” realmente no era elección en absoluto. He hablado por todos nosotros. Su “trato” era ridículo.
Piensa en ello: Podían haber tenido una gloriosa batalla, una verdadera medida de nuestra valía.
Eso es un trato. En lugar de eso, están tratando de elegir... ¿un soborno? ¿Comprar la paz como un campesino en la tienda? Todo a costa de las pocas agallas que pudieran haber tenido.
¡Y pensaban que podríamos estar de acuerdo! ¿Qué les ha dado esa idea?
Igual que todo este asunto del “Capitán Buenvalor”. Fingir ser el vencedor de grandes batallas... eso es bastante insultante por sí mismo. ¿Pero toda esa cháchara acerca de lo que pueden hacer, de lo grandes que son sus fuerzas? ¿Mentiras acerca de gente abandonando nuestro bando? ¿Realmente pensaban que algún verdadero mandaloriano les escucharía?
¿Realmente nos temen tan poco?
Lo averiguarán. Sea cual sea la clase de enemigos al que esté acostumbrada la República, averiguarán que nosotros somos algo distinto.
No les entiendo. Y no creo que ellos nos entiendan.

1 Nota del autor: Esta historia tiene lugar a primeros del año 3963 ABY, pocas semanas después del ataque sorpresa de los mandalorianos a la República. Tiene lugar entre los volúmenes 4 y 5 de la serie Star Wars: Caballeros de la Antigua República de Dark Horse.
2 Captain Goodvalor en el original. Aunque la convención marca que los apellidos que tienen algún significado no se traducen (Skywalker, Darklighter, Sunrider, Farlander, etc...), al ser en este caso un nombre falso, un alias, me ha parecido más oportuno sí traducirlo. (N. del T.)
3 Commander True en el original. Véase la nota anterior (N. del T.)

Ylesia (VI)

El análogo de fragata yuuzhan vong, que parecía un gran trozo de vómito verde pardusco, llegó escoltado por dos escuadrones de coralitas, que parecían piedras bastante poco interesantes. Los guardaespaldas oficiales de Thrackan —en quienes él no habría confiado para guardar sus espaldas aunque fueran los últimos en Ylesia, y qué lo más probablemente estuvieran en nómina de las diversas facciones del Senado en cualquier caso— se pusieron en formación y presentaron sus anfisbastones.
Anfibastones. Una de las exportaciones de los yuuzhan vong más molestas y peligrosas. Thrackan mantuvo una buena distancia con sus guardaespaldas oficiales, porque la experiencia había mostrado que no eran muy duchos en controlar las armas que sus patrocinadores yuuzhan vong tan cortésmente les habían entregado . La semana anterior había perdido a dos guardias, mordidos durante el entrnamiento por las cabezas venenosas de sus propias armas.
Seguido por su auténtica guardaespaldas, Dagga Marl, Thrackan caminó hacia la el análogo de fragata y esperó. Al rato una parte de la corteza se retiró de algún modo, y un objeto como una lengua gigante llena de verrugas descendió para tocar la pista de aterrizaje. Por esa rampa descendió una doble fila de guerreros yuuzhan vong acorazados, armados con anfibastones... que estos guerreros sí parecían saber usar. Una vez formados en el pavimento, les siguió el Comandante Supremo Maal Lah, arquitecto de la captura de Coruscant por los yuuzhan vong.
La apariencia de Maal Lah era presentable, para un Yuuzhan Vong. A diferencia de Nom Anor diferente, con su completamente nuevo implante plaeryin bol —este reemplazo del ojo aun más grande y desagradable que el que había perdido— o Shimrra, que tenía tantas cicatrices y mutilaciones que su cara parecía como si hubiera pasado por una máquina trilladora, los rasgos regulares de Maal Lah todavía eran reconocibles como rasgos. Él había refrenado el impulso de tallarse en honor a sus viciosos dioses, y en su mayor parte se conformaba con tatuajes rojos y azules. Thrackan realmente podía mirarlo sin querer perder su almuerzo. Si permitía que sus ojos se desenfocasen ligeramente, los tatuajes formaban un patrón abstracto que casi era agradable.
Se hizo una nota mental para tratar de dejar sus ojos ligeramente desenfocados durante el resto del día.
—Saludos, Comandante —dijo—. Bienvenido a Ylesia.
Maal Lah afortunadamente había traído a un traductor consigo, un miembro de la casta de los adminsitradores que se había cortado una oreja y la había reemplazado con una brillarnte criatura semitranslúcida con aspecto de babosa en cuya función Thrackan prefirió no pensar.
—Saludos, Presidente Sal-Solo —dijo Maal Lah a través de su traductor—. Vengo a recordarle su sumisión y a llevar a su flota a su obediencia.
—Eh... bien —dijo Thrackan. Bonita forma de diplomacia tienen estos Vong—. Los adminsitradores en Ylesia ya han... cultivado... su damutek. ¿Está interesado en verlo?
—Primero inspeccionaré a su guardia.
Thrackan se quedó lo más lejos porsible de Maal Lah mientras el guerrero inspeccionaba la Guardia Presidencial, esperando que si rociaban a Maal Lah accidentalmente con el veneno, el propio Thrackan podría tener una ventaja para salir corriendo antes de que los guerreros yuuzhan vong empezaran a masacrar a todos los presente. Afortunadamente ninguna fatalidad ocurrió.
—Un pobre grupo de desgraciados inútiles, totalmente sin espíritu ni disciplina —comentó Maal Lah mientras caminaba con Thrackan hacia las bestias de transporte.
—Estoy de acuerdo, Comandante —dijo Thrackan.
—La disciplina y el orden deben ser inculcados en ellos a golpes. Qué no daría yo por verlos en manos del gran Czulkang Lah.
Eso sí que podría ser divertido, pensó Thrackan, aunque sin saber quién o qué podría ser Czulkang Lah. Thrackan siempre disfrutaba de una buena paliza, con tal de que él no fuese el que estuviera en el extremo receptor.
—Despediré a su comandante —dijo. Su comandante era un duros, y por tanto prescindible. Reemplazaría al duros con un humano, con tal de que pudiese encontrar uno que pudiera ser plausiblemente fiel.
—Confío en que la flota de la Brigada de la Paz está lista —dijo Maal Lah.
—El almirante Capo me asegura que están totalmente entrenados y alertas, y ávidos de servir junto a sus valientes aliados, los yuuzhan vong.
Realmente Thrackan no tenía grandes esperanzas en la variopinta fuerza que era la flota de la Brigada de la Paz. De hecho más bien esperaba que Maal Lah quedase tan disgustado como para ejecutar al almirante rodiano Capo, proporcionando de ese modo otra vacante que Thrackan podría ocupar con un humano.
De nuevo, si pudiera encontrar uno en quien confiar. Allí eso siempre parecía ser el problema.
Reflejando que estaba un poco viejo para esa clase de cosas, Thrackan siguió a Maal Lah subiendo por la escaa de cuerda a la resinosa torre verde purpúrea sobre la forma de seis patas de una bestia de carga yuuzhan vong. Las esamas cubiertas de musgo de los quednak apestaban a algo que haría falta arrojar por la cloaca más cercana. A instancias de su jinete administrador, la bestia se puso en pie tambaleándose y comenzó a caminar a paso lento hacia la Ciudad de la Paz. Thrackan esperó que el movimiento no lo hiciera enfermar.
Un par de análogos de barredoras —voladores de cabina abierta con una tripulación de dos e impulsados por dovin basales— se alzaron para ocupar su posición a ambos lados de la bestia de carga. Maal Lah no estaba confiando su vida completamente en los guardias que abanzaban a pie.
Thrackan lanzó una mirada a la doble fila de guerreros yuuzhan vong que trotaba a lo largo de en la estela del gran lagarto. Para cuando cubriesen la distancia de veintidós kilómetros hasta la Ciudad de la Paz, quizás incluso los legendarios yuuzhan vong estarían cansados de caminar.
—Ahora que tenemos a más de su gente en el planeta —aventuró Thrackan—, me pregunto si podríamos mantener mejor sus necesidades espirituales.
La respuesta de Maal Lah fue seca.
—¿Cómo haría usted eso, Excelencia?
—No hay ningún templo a sus dioses aquí. Quizás nosotros podríamos proporcionar uno para su gente.
—Ése es un pensamiento generoso, Excelencia. Por supuesto, somos nosotros quienes tendríamos que porporcionar el diseño de la estructura, y, claro está, el sacerdote.
—Nosotros podríamos donar los terrenos, por lo menos.
—En efecto. —Maal Lah lo consideró por un instante—. Como muchos de mi clan, yo he sido siempre un devoto de Yun-Yammka, el Asesino. Sería un acto de devoción fomentar su culto en un nuevo mundo. Por supuesto, el culto requiere sacrificio...
—Hay esclavos de sobra para ese propósito —dijo Thrackan, tan sinceramente como pudo lograr.
Maal Lah arqueó su cabeza.
—Muy bien. Mientras esté dispuesto a donar uno de vez en cuando.”
Thrackan agitó la mano restando importancia al asunto.
—Cualquier cosa que podamos hacer por nuestros hermanos. —Al menos podría asegurarse de que ninguna de las víctimas fuera humano—. Yo ya tengo un pedazo de tierra en mente —agregó.
Ciertamente lo tenía. La tierra en cuestión era adyacente al Altar de Promesas dónde el t'landa Til administraba a los esclavos su dosis diaria de euforia telepática. Se decía que los t'landa Til tenían poderes sobre todas las especies humanoides, y Thrackan se inclinaba a preguntarse si eso incluía a los yuuzhan vong.
La vista de los yuuzhan vong girando sobre sí mismos en una beatitud extática sería ciertamente una agradable. La vista sería aun más agradable si pudiera convertir a los poderosos guerreros en adictos a su explosión diaria de comunión cósmica, como lo eran los esclavos.
Parecía merecer la pena sacrificar a unos pocos alienígenas para tener un regimiento entero de yuuzhan vong adictos dispuestos a hacer cualquier cosa que Thrackan les sugiriera a cambio de un rayo extático diario de su dios.
Thrackan rió para sí mismo entre dientes. Y Shimrra pensaba que él era un experto en el arte de cobrarse venganza.
Tan agradable encontraba Thrackan esa visión que casi se perdió la siguiente frase de Maal Lah.
—Usted y el Senado deberían prepararse para un visitante especial en los próximos días.
A Thrackan le tomó unos segundos comprender las implicaciones de eso. Todas sus fantasías agradables desaparecieron como el vapor ante el viento.
—¿Shimrra va a venir aquí? —jadeó.
Maal Lah le gruñó.
—El Sumo Señor —le corrigió salvajemente—, permanecerá en su nueva capital hasta que los dioses le digan lo contrario. No, es otro quien pronto le hará una visita oficial. Con este usted firmará un tratado de paz, ayuda mutua, y no agresión. —Una sonrisa se abrió camino en el rostro del guerrero—. Prepárese para recibir al Jefe de Estado de la Nueva República.

viernes, 19 de marzo de 2010

Ylesia (V)

Thrackan Sal-Solo miró a través del ventanal de su oficina el escuálido desastre que era la Ciudad de la Paz —construcciones a medio completar cubiertas con andamiajes, agujeros en el suelo cubiertos de estiércol húmedo, barracones de esclavos hirvientes con vida alienígena— y pensó: Y todo esto es mío para que lo gobierne...
Siempre y cuando, claro está, pudiera evitar ser asesinado por uno de sus fieles súbditos. Que era precisamente el tema de la presente discusión.
Se volvió hacia la mujer de cabello negro que estaba sentada ante su escritorio y que contemplaba la maleta que él había abierto sobre la mesa. La maleta contenía un kilogramo de brillestim.
—Obtendrás uno de estos cada semana —dijo él.
Ella lo miró con ojos depredadores de color azul cobalto y enseñó brevemente sus prominentes dientes blancos.
—¿Y a cuántas personas tengo que matar para ganarlo?
—No tienes que matar a nadie. Lo que tienes que hacer es mantenerme a mí con vida.
—Ah. Un desafío. —Dagga Marl juntó las yemas de los dedos y pareció pensativa. Entonces se encogió de hombros—. Bien. Será un trabajo más interesante que todos los aburridos asesinatos que el Senado ha estado encargándome.
—Si te pido que mates a alguien —dijo Thrackan—, lo pagaré aparte.
—Es bueno saberlo —dijo Dagga mientras cerraba la maleta y la guardaba pulcramente bajo su silla.
Él caminó desde el ventanal a su escritorio, y entonces hizo una mueca ante una punzada de dolor en su costado izquierdo. Se masajeó el área dolorida, sintiendo bajo su dedo pulgar la cicatriz causada por el pequeño y desagradable bastón de Onimi. Thrackan juró que si alguna vez volvía a encontrarse con Onimi, ese pequeño enanomaligno cara-cortada iba a perder mucho más que un riñón.
La primera cosa que había hecho en Ylesia sido sido jurar su cargo como Presidente y Comandante en Jefe de la Brigada de la Paz.
La segunda cosa que había hecho en Ylesia era encontrarse con los jefes de la Brigada de la Paz, una experiencia que lo dejó indeciso entre reir, llorar, o salir huyendo gritando de terror.
La Brigada de la Paz originalmente había debido su obediencia a algo llamado la Alianza de Doce. Tal vez en algún momento habían sido doce, pero ahora eran alrededor de sesenta, y se hacían llamar Senado. Un vistazo horrorizado le había mostrado a Thrackan lo que eran: ladrones, renegados, delincuentes, esclavistas, asesinos, y escoria alienígena. Las personas que habían traicionado su galaxia al terror que eran los yuuzhan vong, y no lo habían hecho precisamente en la convicción de la rectitud de su causa. Ellos hacían que los hutts que habían construido la colonia original parecieran una congregación de santos.
Los hutts estaban muertos: los yuuzhan vong habían hecho un limpio barrido de toda la casta, y luego instaló a la Brigada de la Paz en su lugar sin alterar ninguno de los otros arreglos de los hutts. La piel desollada del jefe hutt todavía estaba expuesta delante del Palacio de la Paz donde se reunía el Senado, por si acaso alguien estaba tentado de echar de menos el antiguo orden.
La mayoría de la población del planeta eran esclavos, y la mayoría de éstos, bastante extrañamente, eran voluntarios; fanáticos religiosos que trabajaban hasta la muerte en las fábricas de brillestim a cambio de una explosión diaria de beatitud dirigida a ellos por los secuaces telepáticos t'landa Til de los hutts. Los t'landa Til todavía eran una parte importante del cuadro, después de haber intercambiado unos amos por otros.
A Thrackan no le gustaba la esclavitud —al menos para los humanos— pero suponía que no había ninguna alternativa bajo esas circunstancias. Los yuuzhan vong no permitirían el uso de droides, de modo que alguien tenía que excavar las zanjas, construir los grandes nuevos edificios en el centro urbano de la Ciudad de la Paz, y procesar el adictivo brillestim que constituía la integridad del producto planetario bruto de Ylesia.
El hijo de Tiion Gama Sal se había criado en una propiedad, como un señor, con un ejército de droides sirvientes. A falta de droides, necesitaba a alguien para que se ocupase de su comodidad.
Tal y como necesitaba a alguien para evitar terminar siendo asesinado por el Senado y sus camaradas. Ellos habían estado conspirando locamente y cometiendo silenciosos actos de violencia entre ellos para luchar por el mando de la operación del brillestim, pero ahora se habían unido contra su nuevo Presidente.
Thrackan decidió que necesitaba encontrar el asesino con más despiadado, cruel, y eficaz entre ellos, y ganar a esa persona para su lado. Y una mirada a Dagga Marl lo había convencido de que ella era exactamente lo que él estaba buscando.
Ella era completamente mercenaria y completamente amoral, algo que Thrackan pensaba que jugaba a su favor. Ella se ganaba la vida como cazarrecompensas y asesina. Había matado a gente para la Brigada de la Paz, y había matado a gente de la Brigada de Paz en nombre de otra gente de la Brigada de la Paz. Parecía absolutamente dispuesta a matar a gente de la Brigada de la Paz en nombre de Thrackan, y eso era todo lo que él había pedido.
La cosa más importante sobre Dagga era que era lo bastante inteligente para saber cuando le estaban pagando bien. Otros podrían ofrecerle una gran suma para matar a Thrackan, pero no iban a ofrecerle un kilo de especia por semana.
La especia era la única cosa en Ylesia que servía como dinero. Los administradores yuuzhan vong a cargo de gestionar su supuesta economía ni siquiera habían visto una necesidad de la existencia de dinero. Su principio económico principal era que aquellos que obedecieran las órdenes e hicieran su trabajo sin preguntas serían premiados con resguardo y comida. No se les había ocurrido que una persona podría querer algo más que una gelatina orgánico para comer, una caverna membranosa en la que vivir, y un hongo anormalmente crecido en el que sentarse. Una persona podría preferir vivir en vestíbulos jaspeados disfrutando un baño con adornos dorados, y tener una nave atmosférica último modelo.
Dagga levantó la mirada hacia él.
—¿Hay algo que le gustaría que yo hiciera ahora mismo?
Thrackan se sentó, acariciando con los dedos la lisa superficie pulida de su escritorio.
—Evalúa la seguridad aquí en mi oficina, y en mi residencia. Si no puedes arreglar cualquier cosa que falle, dímelo y yo lo arreglaré.
Ella le ofreció una especie de saludo militar.
—Muy bien, Jefe.
—Y si puedes recomendar alguna persona de confianza para ayudarte...
Ella inclinó su cabeza mientras pensaba.
—Pensaré sobre ello. La fiabilidad no es una de las virtudes más comúnes de la Brigada de la Paz.
—¿Acaso dije que tuviera que ser de la Brigada de Paz?
Dagga pareció sobresaltada por la vehemencia de las palabras de Thrackan.
—Yo dije de confianza. Traeré a alguien de fuera si es lo bastante bueno. Aunque —admitió—, los prefiero humanos.
Una sonrisa blanca asomó en los rasgos de Dagga.
—Elaboraré una pequeña lista —dijo ella.
Sonó un golpe en la puerta. Dagga hizo un ligero ajuste en su ropa para reforzar sus capacidades homicidas, y Thrackan dijo:
—¿Quién es?
Era su jefe de comunicaciones, un etti llamado Mdimu.
—Perdone, señor —dijo—, pero el grupo de avanzada para las maniobras de la anexión ha entrado en el sistema.
—¿Cuándo está previsto que lleguen? —preguntó Thrackan.
—Aterrizarán en el espaciopuerto en aproximadamente dos horas.
—Muy bien. Envía los quednak al espaciopuerto ahora , y yo iré después en mi deslizador en el momento apropiado.
—Ah... —Mdimu dudó—. ¿Señor? ¿Su Excelencia?
—¿Sí?
—A los yuuzhan vong... no les gusta la maquinaria, señor. Si usted llega al espaciopuerto en un deslizador ellos podrían considerarlo un insulto.
Thrackan suspiró, y entonces explicó despacio y con palabras sencillas para que incluso un alienígena como Mdimu pudiera entenderlo.
—Yo llegaré antes que los Vong y entonces enviaré el deslizador de vuelta a su bahía de atraque. Volveré con los vong en las bestias de carga. Pero yo no montaré en esos estúpidos, pesados y lentos herbívoros flatulentos de seis patas para ir al espaciopuerto cuando no tengo por qué hacerlo. ¿Entendido?
Mdimu dudó, entonces cabeceó.
—Sí, señor.
—Y, por favor, di a los grupos de construcción que mantengan su maquinaria fuera de la vista mientras los vong estén en la ciudad.
—Sí. Por supuesto, Su Excelencia.
Mdimu dejó la sala. Dagga Marl y Thrackan intercambiaron miradas.
—De esto construiré una nación —dijo él.

lunes, 15 de marzo de 2010

Ylesia (IV)

El almirante Kre'fey continuó su muestra de renuencia, pero al final terminó poniendo a su personal a “explorar” la posibilidad de un desembarco para capturar a los líderes de la Brigada de la Paz. Cuando Jaina entró en la lanzadera que llevaría su grupo de vuelta a sus cuartos en el viejo acorazado Starsider, ya estaba calculando sus despliegues para la batalla; dejaría a Tesar a cargo del Escuadrón Soles Gemelos y llevaría a Lowbacca a tierra con ella. Le gustaría tener también a Tesar con ella, pero un Jedi tendría que quedarse con el escuadrón y mantenerlo conectado a la fusión... y también impedir que sus nuevos pilotos hicieran alguna tontería.
Antes de la operación obligaría a su escuadrón a hacer tantas prácticas como fuera posible encajar en su horario. El ejército había tomado a la mitad de sus pilotos veteranos para usarlos como un armazón alrededor del cual se construirían los nuevos escuadrones, llenando sus huecos con novatos, pilotos inexpertos que necesitaban todas las prácticas que Jaina pudiera darles.
Las industrias de la Nueva República estaban finalmente en pie de guerra, fabricando y distribuyendo millones de toneladas de material bélico. Todas las pérdidas de personal que el ejército había sufrido en la guerra habían sido reemplazadas... pero con reclutas novatos. Lo que se había perdido era la experiencia. Jaina estaba aterrorizada ante la posibilidad de que el Escuadrón Soles Gemelos se embarcase en una batalla importante antes de que sus nuevos pilotos estuvieran listos.
Por eso era partidaria de la actual estrategia de Kre'fey de atacar únicamente al enemigo donde los yuuzhan vong fueran vulnerables. Sus incursiones se dirigían sólo contra blancos débiles, aumentando la moral y la experiencia contra un enemigo que estaba garantizado que perdería.
Sólo podía esperar que los yuuzhan vong no atacasen Kashyyyk, o Corellia, Kuat o Mon Calamari; un lugar dónde la Nueva República tendría que luchar. Ésa sería una conflagración en la que el Escuadrón Soles Gemelos tendría suerte si sobreviviera...
—Es extraño pensar en Tahiri como comandante de escuadrón.
El comentario de Jacen interrumpió los pensamientos de Jaina.
—Tahiri lo está haciendo bien —dijo Jaina.
—Pero ella no es un piloto experto.
—Ella tiene más experiencia que la mayoría de sus pilotos (casi todos ellos son novatos) y luchó bien en Borleias. Kre'fey le ha asignado un buen oficial ejecutivo para ayudarla con la organización y el papeleo. —Sonrió—. Sus pilotos la protegen mucho. Se hacen llamar el Escuadrón Descalzo.
Jacen también sonrió.
—Muy amable por su parte.
Jaina suspiró.
—El problema real del Descalzo es el mismo que la mayoría de nosotros tenemos; un porcentaje demasiado alto de pilotos neófitos. —Miró a Saba y Corran Horn—. Algunos comandantes se quedan con toda la suerte.
La boca de Horn realizó una ligera mueca.
—Saba es quien tiene la verdadera fuerza de élite aquí. Qué no daría yo por una lista compuesta de Jedi...
Los ojos de Saba mostraron un reptilesco destello, y su cola tembló.
—Láztima que a vozotroz loz humanoz oz falte la ventaja de la unión de loz compañeroz de cría.
Horn arqueó una ceja.
Criar Jedi. Esa sí que sería una idea interesante.
Saba siseó divertida.
—Puedo azegurar que funciona.
—Espero que hayan disfrutado de su paseo, Maestros. —La cabeza del droide piloto giró sobre su cuello—. Por favor tengan cuidado al salir.
Unos minutos después, después de que se hubieran separado de sus compañeros y comenzasen a caminar hacia sus cuartos a lo largo de una de las avenidas del Starsider, Jaina se volvió hacia Jacen.
—Kre'fey te dará un escuadrón —dijo ella—. Estoy sorprendida de que no te lo haya preguntado aún.
—Yo no quiero un escuadrón.
—¿Por qué no? —preguntó Jaina, más agriamente de lo que pretendía. Jacen siempre había ido en busca del significado más profundo de las cosas, y eso quería decir que de vez en cuando él renunciaba a algo sólo para averiguar qué significaba. Durante algún tiempo había renunciado a ser un guerrero, y había renunciado al uso de la Fuerza, y para todos los intentos y propósitos había renunciado a ser un Jedi... ¿y ahora estaba renunciando a ser un piloto?
La única cosa a la que no había renunciado era a ser exasperante.
—Yo puedo pilotar y luchar bastante bien —dijo Jacen—, pero estoy oxidado en procedimientos militares y protocolos de comunicación y tácticas. Preferiría volar durante algún tiempo como un piloto ordinario antes de echar sobre mí la responsabilidad de otras once vidas.
—Oh. —Jaina estaba avergonzada—. Podrías volar con Tahiri, entonces. Otro Jedi en su escuadrón sería una gran ayuda para ella.
—Pero no en esta próxima misión —dijo Jacen—. No en Ylesia. Quiero volar contigo, ya que nosotros dos iremos en el grupo de desembarco.
Jaina asintió.
—Eso tiene sentido —dijo ella—. Encontraremos un hueco para ti.
Jacen parecía intranquilo.
—¿Qué piensas sobre el plan de Kyp Durron? —preguntó—. ¿Ves aquí alguna intención oculta?
—Creo que Kyp ha superado esa clase de cosas. Es tu plan lo que me preocupa.
Eso pilló desprevenido a Jacen.
—¿Capturar a la dirección de los Brigadistas? ¿Por qué?
—Kre'fey tenía razón cuando dijo que había mucho que podría salir mal. No tenemos bastantes datos de Ylesia para asegurar que los desembarcos vayan según lo planeado.
—Pero tú estabas de acuerdo en unirte al grupo de tierra.
Jaina suspiró.
—Sí. Pero ahora me pregunto si no deberíamos dejar Ylesia tranquila hasta que tengamos una fuerza más experimentada y buenos datos de inteligencia.
Jacen no tuvo ninguna respuesta para eso, de modo que ellos avanzaron por el corredor sin hablar, pasando cuidadosamente junto a un droide que pulía la cubierta. El olor del pulimento los siguió persistente. Entonces Jacen rompió el silencio.
—¿Qué hay entre Kyp Durron y tú? Antes noté algo un poco extraño.
Jaina sintió que se ruborizaba.
—Kyp ha estado sintiéndose un poco... sentimental... hacia mí últimamente.
Jacen la miró con sorpresa solemne. Era esa solemnidad, decidió Jaina, lo que ella más detestaba sobre él.
—Él es un poco viejo para ti, ¿no te parece? —preguntó Jacen. Solemnemente.
Jaina intentó disimular su molestia ante esa línea de interrogatorio.
—Estoy agradecida a Kyp por ayudarme a regresar del lado oscuro —dijo ella—. Pero por mi parte, es gratitud. Por parte de Kyp... —Dudó—. Preferiría no seguir hablando del tema. Sin embargo, ya pasó.
Jacen asintió. Solemnemente. Jaina llegó a la puerta de su camarote y puso la mano sobre el pestillo.
—Bueno —dijo Jacen—. Porque has estado conquistando un número desconcertante de corazones mientras yo estaba lejos. Primero el hijo del Barón Fel, y ahora el Jedi más imprevisible de la orden...
Sumamente irritada, Jaina abrió la puerta del camarote, caminó dentro, y en la oscuridad del camarote fue asida por un par de brazos. La presión era aplicada de manera experta en las junturas de sus codos, y ella se giró. Un olor familiar, un aroma picante de las Regiones Desconocidas, lleno sus sentidos, y una boca hambrienta descendió sobre la suya.
Un momento después —y la longitud de ese momento era algo que no se perdonaría— se le ocurrió resistirse. Sus brazos estaban firmemente sujetos, de modo que convocó la Fuerza y empujó a su atacante al otro lado del cuarto. Se escuchó un golpe, y las se cayeron de un estante. Jaina avanzó un paso hacia la puerta y activó las luces.
Jagged Fel había caído de forma poco elegante sobre su cama. Se tocó cautelosamente la parte de atrás de la cabeza.
—¿No habría bastado con darme una bofetada? —preguntó.
¿Qué estás haciendo aquí?
—Realizando un experimento.
—¿Un qué? —Furiosa.
Sus brillantes ojos azules se alzaron para encontrarse con los suyos.
—Detecté un grado de ambigüedad en tus últimos mensajes —dijo—. Ya no podía distinguir cuáles podrían ser tus sentimientos hacia mí, por lo que pensé que sería buena idea hacer un experimento. Decidí ponerte en una situación que no fuera en absoluto ambigua, y ver cómo reaccionabas. —Una sonrisa inaguantable apareció en las comisuras de su boca—. Y el experimento ha sido un éxito.
—Cierto. Has acabado estampado contra la pared.
—Pero antes de que recordases sentirte ultrajada, ha habido un momento por el que ha merecido la pena todo el dolor. —Sus ojos se volvieron hacia la puerta—. Hola, héroe galáctico. Vuestra madre me dijo que habías escapado.
—Ella mencionó que se había encontrado contigo. —Jacen, en la puerta, volvió su expresión seria hacia Jaina—. Hermanita, ¿necesitas que te rescate?
—Fuera de aquí —dijo Jaina.
—Claro. —Volvió a mirar a Jagged Fel—. Me alegro de volver a verte, Jag.
—Dale recuerdos a los chicos de mi parte —dijo Jag, y esbozó un saludo militar en su frente con cicatrices. La puerta se cerró deslizándose detrás de Jacen. Jag miró a Jaina y retiró de su regazo algunos de los objetos que se habían caído de su estante.
—¿Puedo levantarme? —dijo—. ¿O volverás a derribarme sin más?
—Inténtalo a ver qué pasa.
Jag eligió permanecer sentado. Jaina cruzó los brazos y se apoyó contra la pared lo más lejos de Jag que el pequeño camarote le permitía.
—Lo último que escuché era que estabas expulsando vong fuera de la Ruta Hydiana —dijo ella.
Él asintió.
—Eso fue cuando me encontré con tus padres. Es un trabajo importante. Si las rutas del Borde a lo que queda del Núcleo se rompieran, la Nueva República se rompería en... bueno, en fragmentos aun más pequeños que ahora.
—Gracias por la conferencia. Nunca me habría imaginado nada de eso ni en un millón de años. —Ella le miró con el ceño fruncido—. ¿De modo que has dejado ese trabajo tan importante para colarte furtivamente en mi camarote y realizar tu experimento?
—No, eso era una especie de extra. —Jag se pasó una mano por su oscuro pelo corto—. Estamos aquí por mantenimiento rutinario. Dado que mi escuadrón vuela desgarradores chiss que no están en el inventario de la Nueva República, es difícil de encontrar medios de mantenimiento ajustados a nuestros requisitos. Afortunadamente los Destructores Estelares del Almirante Kre'fey tienen todo el equipo necesario mantener las cápsulas de mando TIE de Sistemas de Flota Sienar, y sus talleres de mecánica deberían ser capaces de crear cualquier cosa que necesitemos para nuestras alas chiss. —Le ofreció una sonrisa—. Una afortunada coincidencia, ¿no te parece?
Jaina sintió que se ablandaba.
—Tengo seis pilotos novatos —dijo ella—. Y hay una misión inminente.
Él le ofreció una mirada de curiosidad.
—No estarías planeando en sacarlos a hacer prácticas en este mismo momento, ¿verdad?
—Yo —dudó—. No. Aquí me has pillado. Pero hay una tonelada de trabajo administrativo, y...
—Jaina —dijo él—. Por favor, permíteme observar, de un oficial a otro, que no es necesario que hagas todo el trabajo tú misma. Debes aprender urgentemente a delegar. Tienes en Lowbacca y Tesar Sebatyne dos lugartenientes capaces, veteranos, y no sólo te ayudaría a ti si compartes el trabajo con ellos, sino que ayudaría a su desarrollo como oficiales.
Jaina se permitió una débil sonrisa.
—¿De modo que es en beneficio de mis oficiales y pilotos que pase la tarde en mi camarote a solas contigo?
Él asintió.
—Precisamente.
—¿Sabes jugar al sabacc?
Jag se sorprendió.
—Sí. Claro.
—Echemos una partida, entonces. Hay una mesa de sabacc muy buena en la sala de guardias.
Él la miró en silencio. Ella ensanchó su sonrisa y dijo:
—He jugado a tu pequeño juego, aquí en la oscuridad del camarote. Ahora te toca jugar al mío.
Jag suspiró pesadamente, entonces se levantó y se quedó junto a la puerta. Cuando ella pasó a su lado para abrir la puerta, él unió sus manos a su espalda.
—Debo señalar —dijo—, que si decidieras besarme en este momento, yo sería completamente incapaz de evitarlo.
Ella lo miró muy de cerca, y entonces apretó sus labios contra los de él, permitiéndoles demorarse calurosamente durante el espacio de tres latidos de corazón. Después de eso abrió la puerta y lo condujo a la sala de guardias, donde lo desplumó en la mesa del sabacc, dejándolo apenas con los créditos suficientes para comprar un vaso de zumo de juri.
Jaina pensó que su padre habría estado orgulloso.
Jag contempló la ruina de sus fortunas con un ceño ligero.
—Parece que he pagado pesadamente por ese beso robado —dijo.
—Sí. Pero también has pagado de antemano por otros.
Jag levantó su ceja con cicatrices.
—Está bien saber eso. ¿Cuándo podría recogerlos?
—En cuanto podamos encontrar un lugar adecuadamente privado.
—Ah. —Él pareció alegrarse—. ¿Sería precipitado sugerir que vayamos inmediatamente?
—En absoluto. —Ella se levantó de la mesa—. Sólo una cosa.
Él se puso en pie y alisó su uniforme negro increíblemente aseado.
—¿Qué?
—Creo que tienes razón acerca de no hacer todo el trabajo por mí misma. Pienso delegar una buena parte en ti.
Jag asintió.
—Muy bien, comandante.
—Espero que esto contribuya a tu desarrollo como oficial.
—Oh. —La siguió fuera de la sala de guardias—. Estoy seguro de que lo hará.

jueves, 11 de marzo de 2010

Ylesia (III)

La forma pálida del crucero Ralroost flotaba en brillante contraste sobre las selvas verdes de Kashyyyk que se hallaban bajo él, con la inmaculada pintura blanca de su casco como prueba de que el crucero de ataque servía como buque insignia de un almirante de la flota y se mantenía según los estándares que correspondían a su rango. Alrededor del crucero se agrupaban los elementos de toda una flota —fragatas, cruceros, Destructores Estelares, cargueros, naves-hospital, naves de apoyo, y vuelos de cazas estelares en patrulla—, todos en formación y preparados para su siguiente excursión en el espacio controlado por los yuuzhan vong.
Jacen Solo miró los elementos de la flota pululando a través del ventanal delantero de la lanzadera. Los contornos de los buques de guerra parecían de algún modo demasiado duros, demasiado definidos, un poco alienígenas, carentes de los contornos más suaves de las forma de vida orgánicas a las que se había acostumbrado mientras era prisionero de los yuuzhan vong.
—¿Alguien quiere apostar? —dijo la voz de su hermana—. ¿Dónde será la próxima incursión? ¿El espacio Hutt? ¿Duro? ¿Yavin?
—Me gustaría ver Yavin de nuevo —dijo Jacen.
—No una vez hayas visto lo que los Vong le han hecho.
Se volvió ante el tono amargo de la voz de Jaina. Ella estaba de pie ligeramente detrás de él, su decidida mirada dirigida hacia el Ralroost. Llevaba la insignia de comandante fija al cuello de su traje de uniforme, y un sable de luz colgando de su cinturón.
Yavin era nuestra niñez, pensó Jacen. Y los Yuuzhan Vong se habían llevado esa niñez, y a Yavin con ella, y convertido a Jaina en una mujer adulta, dura, quebradiza y resuelta, con poca paciencia para cualquier cosa que no fuera conducir su escuadrón contra el enemigo.
La Espada de los Jedi. Eso era lo que tío Luke la había nombrado en la ceremonia que la había ascendido al rango de Caballero Jedi. Un fuego que quemará a tus enemigos, una hoguera que guiará a tus amigos. Eso era lo que Luke había dicho.
—Personalmente, yo pienso que será el espacio Hutt —dijo Jaina—. Los yuuzhan vong han estado a su aire en el espacio Hutt durante demasiado tiempo.
Tu vida es inquieta y no conocerás nunca la paz, aunque te bendecirán por la paz que llevarás a otros.
Luke también había dicho eso. Jacen sintió el impulso de confortar a su hermana, y puso un brazo alrededor de sus hombros. Ella no rechazó el toque, pero tampoco lo aceptó: Jacen sentía como si su brazo estuviera rodeando una forma hecha de duracero endurecido.
Jacen pensó que no le importaba si ella aceptaba o rechazaba su ayuda. Él le haría llegar su ayuda tanto si ella quería como si no. Luke le había ofrecido la posibilidad de elegir sus asignaciones, y él había escogido la que lo ponía cerca de Jaina.
Cuando Anakin murió, y al mismo tiempo Jacen fue hecho prisionero por los yuuzhan vong, Jaina se había permitido dejarse superar por la desesperación. El lado oscuro la había reclamado, y aunque ella había logrado escapar de ese abismo, seguía siendo más frágil de lo que a Jacen le habría gustado. Se había convertido en un espectro, poseída por la muerte, por los recuerdos de Chewbacca y Anakin y Anni Capstan y todos los muchos miles que habían muerto. Jacen se había horrorizado cuando Jaina le dijo que no esperaba sobrevivir a la guerra.
No se trataba de desesperación, insistía ella; había vencido a la desesperación cuando venció al lado oscuro. Era simplemente una apreciación realista de las probabilidades.
Jacen había querido protestar que si esperas la muerte, no lucharás por la vida. Y por eso se ofreció para la misión con la flota en Kashyyyk, decidido a que si Jaina no luchaba al máximo para conservar su vida, él lucharía esa batalla en su nombre.
—Yo pienso que Yavin es una buena apuesta para el próximo golpe —dijo otra voz—. Hemos tenido escuadrones despejando invasores yuuzhan vong fuera de la Ruta Hydiana, como si nos estuvieran preparando el camino. Pronto podríamos encontrarnos avanzando en esa dirección.
Corran Horn caminó al ventanal. El comandante del Escuadrón Pícaro llevaba un maltrecho uniforme un coronel que databa de las guerras contra el Imperio.
—Yavin —dijo—, Bimmiel, Dathomir... algún sitio de por allí.
Un cortés siseo señaló una discordancia.
—Noz olvidamoz de que tenemoz al enemigo detráz —siseó Saba Sebatyne—. Zi tomamoz Bimmisaari y Kessel el enemigo quedará partido en doz.
—Eso sería una batalla importante —dijo Corran—. No tenemos las fuerzas para luchar una batalla así.
Aún... —dijo Jaina, y a través de su vínculo de gemelos Jacen sentía el poder feroz de su cálculo. Probablemente contaba con el día en el que la Nueva República tendría el poder para pasar a la ofensiva, y apenas podía esperar.
La Espada de los Jedi quería golpear al corazón del enemigo.
La lanzadera se deslizó por la bahía de atraque del Ralroost y se posó sobre su tren de aterrizaje. El piloto droide, una cabeza y un torso de metal sujeto con cables a la consola de instrumentos, abrió las puertas de la lanzadera. Su cabeza giró limpiamente sobre sus hombros para mirarles.
—Espero que hayan disfrutado de su paseo, Amos. Por favor, tengan cuidado de no tropezar al salir.
Los cuatro Jedi salieron de la lanzadera a la inmaculada cubierta del almirante Kre'fey. Docenas de personas se encontraban allí ocupadas, montando en aerocarretillas, o trabajando en cazas estelares. La mayoría eran peludos bothanos, pero entre ellos había un buen número de humanos y otras especies de la galaxia. Jacen fue repentinamente consciente de que él era la única persona presente sin uniforme militar.
Caminaron hacia el mamparo, cuyas compuertas de seguridad abiertas conducían hacia el centro de control de la nave. Sobre las puertas abiertas había una señal:

¿QUÉ PUEDO HACER HOY PARA HACER DAÑO A LOS YUUZHAN VONG?

Esta era la que el almirante Kre'fey llamaba su Pregunta Número Uno, que todo el mundo bajo su mando debía preguntarse todos los días.
En unos momentos, pensó Jacen, oiría una respuesta a esa pregunta.
Jacen levantó la cabeza al atravesar las compuertas de seguridad, y en el otro lado vio la Pregunta Numero Dos de Kre'fey.

¿CÓMO PUEDO AYUDAR A MI BANDO A HACERSE MÁS FUERTE?

La respuesta a esa pregunta iba a ser un poco más difícil de encontrar.
Los cuatro Jedi se presentaron ante Snayd, el ayudante del almirante Kre'fey, que los condujo a una sala de conferencias. Jacen siguió a los demás al interior, y en la tenue luz vio en primer lugar al almirante bothano Traest Kre'fey, que destacaba en virtud del raro color de su pelaje, del mismo blanco brillante que la pintura del Ralroost. Cuando los ojos de Jacen se ajustaron a la oscuridad del cuarto pudo ver a otros oficiales militares, incluyendo al general Farlander, y a otro grupo de Jedi que se encontraban acuartelados en el crucero. Alema Rar, Zekk, y Tahiri Veila. Jacen sintió la acogedora presencia de los otros saludándolo en la Fuerza, y él envió su propia cálida respuesta.
—¡Saludos! —Kre'fey devolvió los saludos de los tres Jedi militares, y avanzó para estrechar la mano de Jacen—. Bienvenido al Ralroost, joven Jedi.
—Gracias, almirante.
Al contrario que otros comandantes del ejército, Kre'fey había estado dispuesto a trabajar con los Jedi en el pasado, y había enviado una demanda específica a Luke Skywalker pidiendo más guerreros Jedi.
—Espero que podáis ayudarnos en esta próxima misión —dijo el almirante.
—Para eso estamos aquí, señor.
—¡Muy bien! Muy bien. —Kre'fey se volvió hacia los otros—. Por favor, sentaos. Empezaremos en cuanto el Maestro Durron se una a nosotros.
Jacen se sentó en un sillón al lado de Tahiri Veila, dejando que el cuero suave y liso abrazara su cuerpo. La pequeña Jedi rubia le dedicó una sonrisa tímida, con sus pies desnudos girando sobre la alfombra bajo ella.
—¿Qué tal lo llevas? —preguntó él.
Sus grandes ojos anchos parecieron pensativos mientras ella consideraba la pregunta.
—Estoy mejor —dijo ella—. La fusión está ayudando mucho.
La feroz e impulsiva Tahiri había amado al hermano Jacen, Anakin, y había estado presente en Myrkr cuando Anakin encontró su heroica muerte. Devastada por la muerte de Anakin, su ardiente carácter había estado a punto de apagarse. Se había encerrado en sí misma, y aunque había continuado funcionando como Jedi, era como si sólo estuviera dejándose llevar. Su personalidad impetuosa había dejado paso a una joven dominada, ominosamente callada.
Había sido Saba Sebatyne, la líder reptil del Escuadrón de los Caballeros Salvajes, compuesto íntegramente por Jedi, quien había sugerido que Tahiri debería sen enviada a Kashyyyk para unirse al almirante Kre'fey. Kre'fey quería tantos Jedi como fuera posible bajo su mando, para formar una fusión Jedi de la Fuerza en el combate, con todos los Jedi unidos entre sí a través de la Fuerza y actuando como uno. Saba insistía en que la fusión de la Fuerza ayudaría a una mente herida a sanar, conduciendo a un Jedi dolorido hacia la luz y la sanación.
Al parecer Saba había tenido razón.
—Me alegra saber que estés mejorando —dijo Jacen. Su propia experiencia con la fusión, en Myrkr, había sido más ambigua: si bien amplificaba las habilidades Jedi, también agrandaba cualquier desacuerdo que existiera entre ellos.
Tahiri ofreció una sonrisa rápida a Jacen y dio brevemente unos golpecitos en su brazo.
—Me alegro de que estés aquí, Jacen.
—Gracias. Yo quería estar aquí. Parece que es aquí donde soy necesario.
Quería experimentar la fusión de nuevo. Creía que podría enseñarle mucho.
Las puertas se abrieron deslizándose, Kyp Durron entró, y en seguida el estado de ánimo de la sala pareció cambiar. Algunas personas, pensó Jacen, llevaban una especie de aura con ellos. Si uno se encontraba con Cilghal, sabía en seguida que estaba en presencia de una sanadora compasiva, y Luke Skywalker irradiaba autoridad y sabiduría.
Cuando uno miraba a Kyp Durron, sabía que estaba viendo un arma enormemente poderosa. Jacen deseó no saber lo errática que había sido ese arma.
El Jedi, de cabello oscuro y más edad, llevaba un uniforme de estilo de la Nueva República sin ninguna insignia, para mostrar que lideraba un escuadrón formado sólo por voluntarios, que luchaba junto a las fuerzas militares pero no era formalmente una parte de ellas.
Kyp y su unidad, la Docena, siempre habían seguido su propio camino. Ellos no volaban con Kre'fey porque estuvieran bajo sus órdenes, sino porque ellos lo habían decidido así.
Kyp y el almirante intercambiaron los saludos.
—Lamento llegar tarde, almirante —dijo Kyp. Mostró la tableta de datos que llevaba en una mano—. Estaba consiguiendo los últimos informes de inteligencia. Y, uh ... —dudó—... algunos de los datos eran bastante interesantes.
—Muy bien, Maestro Durron. —Kre'fey se volvió a los otros—. El Maestro Durron ha presentado un plan de acción contra el enemigo. Como está totalmente en la línea de nuestras metas operacionales establecida por los almirantes Sovv y Ackbar, yo le he dado mi aprobación provisional. Pensé en presentarlo ante mis comandantes superiores, y ante vosotros, comandantes de escuadrón, para ver si tenían algo que agregar.
Jacen miró a Tahiri, sobresaltado. ¿Ella era un comandante de escuadrón? Sus pies apenas alcanzarían los pedales de control en la cabina de un caza estelar.
Y entonces, cuando comprendió lo que acababa de escuchar, intercambió una rápida mirada con su hermana. Los planes de Kyp Durron, en el pasado, habían sido agresivos en extremo; en Sernpidal había engañado a Jaina y al ejército de la Nueva República para destruir una nave matriz yuuzhan vong, dejando de ese modo a innumerables yuuzhan vong varados en el espacio intergaláctico, condenándolos a una fría y prolongada muerte.
Se decía que Kyp había cambiado en los meses transcurridos desde entonces, y se había unido al Alto Consejo que aconsejaba al Jefe de Estado y vigilaba las actividades de los Jedi. Pero Jacen estaba preparado para examinar cuidadosamente cualquier plan propuesto por Kyp Durron antes de decidirse a aprobarlo.
Kre'fey abandonó su lugar al frente de la sala y se sentó en un sillón con aspecto de trono. Kyp inclinó la cabeza ante el almirante, y luego examinó a los demás con sus ojos oscuros. Jacen se dio cuenta de la firmeza de propósito de Kyp, de su convicción.
También pensaba que era idea buena ser cauto ante la convicción de Kyp.
—Cuando los Vong nos atacaron —dijo Kyp—, ya les habían preparado el camino. Ya tenían agentes colocados, tanto yuuzhan vong enmascarados como traidores como Viqi Shesh. Y después de nuestro primer encuentro con los yuuzhan vong, el enemigo se encontró con que había decenas de miles de personas dispuestas a colaborar con ellos atacando y esclavizando a sus conciudadanos galácticos.
Se encongió de hombros.
—No pretendo especular por qué la Brigada de la Paz y su calaña ha escogido trabajar con los invasores. Quizá algunos simplemente son cobardes, quizá algunos fueron comprados, quizá algunos no tenían otra opción. Yo supongo que la mayoría de ellos son oportunistas que piensan que están en el lado ganador. Pero sí que sé esto: hasta ahora no ha habido ningún castigo real por estar dispuesto a traicionar a la Nueva República y trabajar con los invasores. —Las luces ambarinas de la sala brillaron en los ojos de Kyp—. Propongo que inflijamos ese castigo —dijo firmemente—. Propongo que golpeemos a la Brigada de la Paz justo en el centro de su poder. Digo que hagamos una incursión en Ylesia, su capital, destruyamos el gobierno colaboracionista, y mostremos a toda la galaxia que hay un castigo para la colaboración con los yuuzhan vong, y que el castigo es duro.
Hubo un momento de silencio, y Jacen se volvió de nuevo a Jaina. Tenías razón, pensó. Espacio Hutt, después de todo.
Corran Horn levantó una mano.
—¿Qué tipo de oposición podríamos esperar?
Kyp apretó la tableta de datos en su mano, y varios holos tomados clandestinamente se proyectaron en la pared detrás de él.
—No tenemos ninguna presencia permanente de inteligencia en Ylesia —admitió—, pero la exportación más rentable de Ylesia es la especia brillestim, y varios agentes de la Nueva República han explorado el planeta fingiendo ser tripulación de los buques mercantes. Reportan pocos guerreros yuuzhan vong; la mayoría de los vong en tierra parecen ser miembros de la casta de los administradores que ayudan a la Brigada de la Paz a dirigir su gobierno.
”No ha habido ninguna flota yuuzhan vong en órbita desde la conquista original, aunque a veces elementos de la flota vong, principalmente coralitas y sus transportes, pasan por el sistema de Ylesia de camino a alguna otra parte. Lo que tenemos en cambio es el propio ejército de la Brigada de la Paz; los yuuzhan vong están intentando convertir a los brigadistas en un gobierno “independiente”, con su propia flota. También están usando los réditos del brillestim para contratar mercenarios. Estas son las estimaciones de los agentes de lo que podemos encontrarnos.
Más figuras aparecieron en la pantalla.
—Principalmente cazas estelares, una mezcla heterogénea —continuó Kyp—. Hay más o menos una docena de naves capitales; Inteligencia piensa que probablemente estuvieran en dique seco en lugares como Gyndine y Obroa-skai cuando los vong los capturaron. Los vong completaron entonces las reparaciones con el trabajo de los esclavos y dio las naves a sus aliados.
—Parece fácil —dijo Tahiri suavemente al oído de Jacen—. Pero yo ya no creo en lo fácil.
Jacen asintió. Él tampoco podía permitirse creer en lo fácil.
Kre'fey se levantó de su silla.
—¡Excelente, Maestro Durron! —dijo con un vozarrón—. ¡Asignaré recursos de la flota a esto, incluyendo naves interdictor; ¡lo suficiente para asegurar que esta así llamada flota no pueda escapar! ¡Quince escuadrones de cazas estelares! Tres escuadrones de naves capitales; ¡superaremos en número al enemigo por tres a uno! —Alzó una mano de pelaje blanco y entonces cerró los dedos juntos, como si capturara una flota enemiga en su puño—. Y entonces nos sentaremos sobre el enemigo y borraremos su capital desde la órbita.
Jacen sintió una vacilación mental de cada Jedi en la sala. Incluso la cara de Kyp Durron reflejaba incertidumbre.
La voz de Tahiri interrumpió al instante.
—¿Y qué pasa con las bajas civiles?
Kre'fey hizo un gesto de disculpa.
—La población de Ylesia es muy dispersa —dijo—. Los civiles eran esclavos de los hutts, que trabajaban en las plantas de empaquetamiento de brillestim dispersas por la región, y ahora son esclavos de los vong... o de la Brigada de la Paz, es difícil distinguirlo. La ciudad que los Brigadistas de la Paz están usando como capital se llamaba Colonia Uno, pero ahora es Ciudad de la Paz, y hay pocos esclavos allí. La mayoría de los habitantes de la ciudad son colaboradores, y ellos son culpables por definición.
Kyp Durron echó una mirada solemne a su tableta de datos.
—Los últimos informes informan de barracones de esclavos por toda Colonia Uno. Están construyendo palacios para los líderes de la Brigada de la Paz, y un edificio para alojar su Senado. —Hizo una pausa—. Y estaban excavando un refugio muy grande, por si acaso alguien intentaba un bombardeo orbital.
—La destrucción sería terriblemente aleatoria —dijo Tahiri.
Kre'fey asintió, y luego caminó hacia ella y la miró con lo que parecía ser gran respeto.
—Yo estimo las tradiciones Jedi de compasión con el inocente, y de combate personal preciso con un enemigo —dijo—. Pero mi propia gente no tiene vuestro entrenamiento. Sería un peligro demasiado grande enviarlos al planeta para separar al inocente del culpable, y yo no quiero perder las buenas tropas en una lucha en tierra cuando puedo lograr la misión en la seguridad de la órbita. —Kre'fey se volvió a Kyp—. Todo lo que ese refugio requeriría es aumentar la potencia de fuego, y entonces los tendremos a todos ellos de un solo golpe. —Sus ojos viajaron de un Jedi al siguiente— Recordad con quién estamos tratando. Ellos destruyeron mundos enteros sembrándolos con formas de vida alienígenas desde la órbita. Pensad tan solo en lo que hicieron en Ithor. Lo qué vamos a hacer nosotros es misericordioso en comparación. —Agitó su cabeza tristemente—. Y esos esclavos estarían de todas formas, dentro de un año o dos, sólo del exceso de trabajo.
Jacen podía ver la lógica en el argumento de Kre'fey —y tenía que admirar a un poderoso e importante almirante de la flota que se molestaba en enzarzarse en un debate serio con una quinceañera— pero también podía ver el reverso de la posición de Kre'fey. Matar civiles era algo que hacía el enemigo. El hecho que los civiles fueran esclavos hacía sus muertes más aun injustas; las fuerzas de la Nueva República deberían estar liberando a los esclavos, para que incluso si los hutts volvieran no tuvieran ningún obrero para sus malditas fábricas...
—Entonces capturemos al gobierno —dijo Jacen, verbalizando la idea al mismo tiempo que se le ocurría.
Kre'fey lo miró con sorpresa.
—¿Jacen? —dijo.
Jacen alzó el rostro para mirar a Kre'fey.
—Si capturásemos al gobierno de los brigadistas, y los lleváramos a juicio y los desterrásemos a algún planeta prisión, ¿no sería ése un golpe de propaganda más fuerte que simplemente bombardearlos? —Forzó una sonrisa—. Todos estarán en un refugio, ¿cierto? Como usted dice, eso debería facilitar las cosas.
—Jacen tiene algo de razón —dijo Kyp, por encima del hombro de Kre'fey—. Si destruimos la Ciudad de Paz, hacemos un anuncio y luego éste se olvida. Pero si lleváramos a los traidores a juicio, eso estaría en la HoloRed durante semanas. Cualquiera que estuviera pensando en cambiar de bando se lo pensaría dos veces, y cualquier colaborador estaría agitando en sus botas.
—No sólo eso —dijo Jacen—, sino que un equipo podría aterrizar en Ciudad de la Paz para convertirse en la presencia permanente de nuestra inteligencia en la capital enemiga, y quizás para organizar la resistencia allí.
La alargada cabeza de Kre'fey pasó de Jacen a Kyp y de nuevo a Jacen. Se acarició pensativo el pelaje blanco de la barbilla.
—Esto requiere una misión más detallada; quizá no comprendáis cuánto más detallada. Con el plan original hay muy pocas cosas que puedan fallar. Llegamos al sistema, nos enfrentamos, obtenemos nuestra victoria, y nos vamos. Si el enemigo es demasiado fuerte, nos retiramos sin luchar. Pero con la idea de Jacen necesitaríamos transportes, las naves de desembarco, fuerzas de tierra. Si las cosas en tierra se torciesen, tendríamos muchas bajas simplemente sacando a nuestra gente de allí. Si las cosas salieran mal sobre el planeta, podríamos vernos obligados a dejar abandonadas allí a las fuerzas de tierra.
—Señor —dijo Jaina—, me ofrezco a liderar las fuerzas de tierra.
La Espada de los Jedi, pensó Jacen, dirigiéndose directa al corazón.
Kyp se volvió a Jaina, con voz vacilante.
—Yo, uh —Por una vez en su vida Jacen tuvo el privilegio de ver a Kyp Durron avergonzado—. Realmente no creo que eso sea una idea buena, Palillos.
Los ojos de Jaina se encendieron, pero su voz estaba muy controlada.
—No tienes que ser tan protector conmigo, Maestro Durron —dijo.
La sorpresa asomó en Jacen. Se dio cuenta de que ahí había una historia, algo entre Jaina y Kyp que él no había sabido que existiera.
Vaya, esto sí que es interesante.
—Ah, no se trata de eso —dijo Kyp apresuradamente—. Simplemente es que... —Consultó su datapad—. Las últimas noticias de Ylesia indican que tienes una relación personal con, ah, uno de nuestros potenciales prisioneros. —Y, como la indignación de Jaina aumentaba, Kyp se volvió a Jacen con su turbación ahondada—. Y Jacen también, claro.
¿Jacen también? —preguntó Jaina, airada.
Kyp miró de nuevo tableta de datos y se encogió de hombros.
—La Brigada de la Paz acaba de anunciar a su nuevo Presidente. Se trata de, ah, vuestro primo Thrackan.
La confusión barrió la cara de Jaina.
—Eso no tiene ningún sentido —dijo Jacen inmediatamente.
—Lo siento —dijo Kyp—, sé que es un miembro de vuestra familia, pero...
—No —dijo Jacen—, no se trata de eso. Yo no voy a defender a Thrackan Sal-Solo porque sea un primo lejano...
—Un primo que es cruel como un slashrat y rastrero como un amorfoide umgulliano —agregó Jaina.
Jacen tomó aliento y continuó, intentando hacer ver su postura.
—Yo sólo quería señalar —dijo—, que no tiene ningún sentido porque Thrackan es un chauvinista humano. Siempre ha querido gobernar Corellia para poder expulsar a las demás especies. Él nunca haría un trato si eso significase que tendría que colaborar con una especie alienígena.
Kyp parecía dudoso.
—Supongo que la historia podría ser falsa —dijo—, pero está por toda la HoloRed, completa con imágenes de vuestro primo tomando el juramento de su cargo delante del Senado de la Brigada de la Paz.
Jacen vio la cara de Jaina endurecerse.
—Bien —dijo ella—, ahora sí que tengo que estar con el grupo de tierra.
—Yo también, supongo —dijo Jacen—. Será... iluminador... volver a ver al primo Thrackan de nuevo.
Traest Kre'fey miró sucesivamente a Jaina y Jacen, pasando de una a otro y viceversa.
—Debo decir —dijo—, que vosotros dos pertenecéis a una familia de lo más interesante.

lunes, 8 de marzo de 2010

Ylesia (II)

Como la mayoría de los humanos, Thrackan Sal-Solo era una criatura delgada, de músculos enclenques, con el pelo y la barba volviéndose blancos por la edad. Sus ojos se abrieron de par en par cuando entró en la cámara y percibió, en la oscuridad, el arco iris ardiente de la mirada de Shimrra. No obstante pudo convocar un cierto grado de jactancia, y se acercó el Sumo Señor en la cama de pulsantes pólipos.
—Señor Shimrra —dijo, cruzando sus brazos y haciendo una reverencia demasiado breve.
Nom Anor reaccionó sin pensarlo. Un barrido de su pie calzado con botas golpeó las piernas del humano, haciéndole perder el equilibrio, y un empujón preciso hizo caer al sobresaltado corelliano de cara contra el suelo.
Onimi se rió tontamente.
—¡Humíllate ante tu señor! —gritó Nom Anor—. ¡Humíllate si quieres vivir!
—¡Vengo en son de paz, Señor Shimrra! —protestó Sal-Solo.
Nom Anor golpeó con su bota en las costillas de Sal-Solo.
—¡Silencio! ¡Esperarás a hablar cuando se te permita! —Se volvió a Shimrra y tradujo las palabras del humano—. El infiel dice que viene en son de paz, Sumo.
—Eso está bien. —Shimrra contempló la figura extendida del humano por un instante—. Dile al infiel que he considerado sus propuestas y he decidido aceptar.
Nom Anor tradujo las palabras del Sumo Señor al básico. La cara de Sal-Solo, apretada contra el suelo, desplegó lo que podría haber sido un rastro de una sonrisa.
—Dile al Sumo Señor que es sabio —dijo.
Nom Anor no se molestó en traducir.
—Tus opiniones no son de ningún interés para el Sumo Señor.
Sal-Solo se lamió los labios nerviosamente.
—La única manera en la que puedo garantizar el éxito del plan es si tengo mano libre en Corellia —dijo.
Nom Anor tradujo esto.
—Dile al infiel que ha entendido mal —dijo Shimrra—. Dile que la única manera de que el plan tenga éxito es si yo tengo mano libre en Corellia.
Sal-Solo pareció sobresaltado cuando esto fue traducido, y sus labios empezaron a idear una protesta, pero Shimrra continuó.
—Dile al infiel que nosotros daremos a sus socios del Partido de Centralia toda la ayuda necesaria para ganar el mando del sistema corelliano. Él los dirigirá para cooperar con nosotros. Una vez la Estación Centralia esté tomada por su gente y rendida a nuestras fuerzas, el Partido de Centralia gobernará Corellia en un estado de paz con los yuuzhan vong.
Los ojos de Sal-Solo se ensancharon cuando escuchó la larga traducción de Nom Anor. El ejecutor no se molestó en declarar el hecho de que, en el idioma yuuzhan vong, paz era la misma palabra que sumisión.
Sal-Solo averiguaría eso a su debido tiempo.
Sal-Solo se lamió los labios de nuevo, y dijo:
—¿Puedo levantarme, Ejecutor?
Nom Anor lo consideró.
—Muy bien —dijo—. Pero debes mostrar completa sumisión al Sumo Señor.
Sal-Solo se puso en pie pero no se enderezó, manteniendo en cambio una especie de media inclinación hacia Shimrra. Sus ojos oscilaron de un lado a otro, como si estuviera leyendo mentalmente un discurso antes de pronunciarlo, y entonces dijo:
—Sumo, pido permiso para explicar la situación de Corellia con más detalle.
El permiso fue dado. Sal-Solo habló acerca de las complejas relaciones políticas de Corellia, y el deseo del Partido de Centralia de separarse de la Nueva República. Mientras hablaba parecía cobrar más confianza, y daba pequeños pasos de un lado a otro, levantando sus ojos de vez en cuando hacia Shimrra para ver si el Sumo Señor estaba siguiendo su argumento.
Nom Anor tradujo tan bien como pudo. Onimi, desde su posición a los pies de Shimrra, miraba con su labio superior curvado, mostrando un colmillo deformado.
—Yo debería regresar inmediatamente a Corellia para emprender el plan del Sumo —dijo Sal-Solo—. Y lamentablemente debo advertir que será difícil de ganar la cooperación una vez que sea conocido que los yuuzhan vong planean asir el arma Centralia después de que desalojemos al ejército de la Nueva República.
—La respuesta a esa dificultad es simple —dijo Shimrra a través de Nom Anor—. No les digas a tus socios que los yuuzhan vong pretenden controlar el arma.
Sal-Solo dudó sólo un fragmento de un segundo antes de hacer una reverencia.
—Será como el Sumo Señor lo desee —dijo.
Shimrra dio un gruñido apreciativo, y entonces se volvió hacia Nom Anor.
—¿El infiel está mintiendo? —dijo.
—Desde luego, Sumo —dijo Nom Anor—. Él nunca abandonará voluntariamente una arma tan poderosa como el dispositivo Centralia.
—Entonces dile esto al infiel —dijo Shimrra—. No será necesario que regrese a Corellia; simplemente nos informará de a cual de sus asociados del Partido de Centralia debemos avisar para entregar sus órdenes y nuestra ayuda. Dile al infiel que tengo una tarea mucho más importante que realizar para él. Dile que lo acabo de nombrar Presidente de Ylesia y Comandante en Jefe de la Brigada de la Paz.
Nom Anor quedó anonadado con admiración. Esa sí que es una venganza verdaderamente inventiva, pensó. Thrackan Sal-Solo había destruido miles de guerreros yuuzhan vong en Fondor, y ahora sería públicamente relacionado con un gobierno aliado con los yuuzhan vong. Su reputación quedaría destruida; estaría a merced de aquellos cuyos guerreros había matado.
Sal-Solo escuchó la traducción en horrorizado silencio. Sus ojos oscilaron de un lado a otro de nuevo, y entonces dijo:
—Por favor, dile al Sumo Señor que me siento profundamente honrado por el nombramiento en esta posición de confianza, pero debido a que esto lo haría imposible que se realizasen sus planes para Corellia, lamento tener que rechazar el nombramiento. Quizás el Sumo Señor no sepa que la Brigada de la Paz no es admirada por todos los corellianos, y que cualquiera que se identifique con la Brigada de Paz podría no ser capaz de conseguir el respeto necesario para ganar el poder en Corellia. Es, además, completamente necesario que yo esté en Corellia para coordinar el Partido de Centralia, y...
Sal-Solo siguió hablando durante un rato más, lo bastante para que Nom Anor empezara a sentir hacia él un desprecio completo. Sal-Solo, convencido de sus poderes para engatusar a otros, pensaba que que una vez que pudiera estar en una misma sala con Shimrra, podría hablar con él, de un político a otro, y convencerlo de la rectitud de sus esquemas. ¡Como si pudiera presionar al Sumo Señor de los yuuzhan vong de la misma manera que podía presionar a cualquier miserable senador de su mundo natal!
—Ejecutor —dijo Shimrra en un tono de conversación casual, mientras Sal-Solo continuaba hablando—, ¿hay un lugar dónde uno podría golpear a un humano para causarle un dolor que lo inmovilice?
Nom Anor consideró la demanda.
—Hay unos órganos conocidos como “riñones”, Señor. Uno a cada lado de la parte inferior del costado, justo sobre la cadera. Un golpe ahí causa una angustia considerable, a menudo tan severa que la víctima es incapaz de gritar. O eso tengo entendido.
—Averigüémoslo —dijo Shimrra. Hizo un ligero gesto, y Onimi se alzó desde su lugar al pie de la tarima de Shimrra. En la tenue luz Nom Anor pudo ver, enrollada en la mano del Avergonzado, un bastón de mando, la versión de los oficiales del anfibastón. Se asustó al descubrir que Shimrra permitía a su familiar llevar armas.
¿Pero quién si no sería más fidedigno? pensó Nom Anor. Onimi debe saber que si Shimrra es asesinado, su propia muerte seguirá ciertamente.
Onimi caminó hasta detrás de Sal-Solo y extendió su brazo lacio. El bastón con aspecto de látigo se congeló en su forma sólida, convirtiéndose ahora en una vara delgada, y con un único y eficaz golpe Onimi clavó el arma en el riñón izquierdo de Sal-Solo.
El humano abrió su boca en un grito silencioso y se cayó como un montón de ramitas, con las manos escarbando en el suelo. Nom Anor caminó hacia el hombre desvalido, se inclinó sobre él, y lo asió por el pelo.
—Tu petición de rechazar el nombramiento ha sido denegada, infiel —dijo—. Nos encargaremos de transportarte inmediatamente a Ylesia, donde podrás ocupar tu lugar como jefe del gobierno. Entretanto, nos darás los nombres de tus socios en Corellia, para que ellos, también, puedan recibir sus instrucciones.
La cara de Sal-Solo seguía retorcida por un grito sin palabras, y Nom Anor decidió que su información con respecto a los riñones vulnerables de un humano era verdad.
—Inclina la cabeza si lo has entendido, infiel —dijo Nom Anor.
Sal-Solo asintió con la cabeza.
Nom Anor se volvió a Shimrra.
—¿El Sumo tiene alguna instrucción más para sus sirvientes? —preguntó.
—Sí —dijo Shimrra—. Instruye bien a los guardias de este humano.
—Lo haré, Señor.
Nom Anor hizo una reverencia junto al cuerpo estremecido de Sal-Solo, y entonces él y Onimi condujeron a Thrackan Sal-Solo hasta sus guardias, que consiguieron poner derecho al hombre.
—Creo que debo dirigirme a usted como “Presidente” a partir de ahora —dijo Nom Anor.
Los labios de Sal-Solo se movieron, pero de nuevo parecía incapaz de proferir sonidos.
—A propósito, Su Excelencia —continuó Nom Anor—, lamento comunicarle que su compañera Darjeelai Swan murió mientras proporcionaba la información a los yuuzhan vong. ¿Hay algo que desee hacer con el cuerpo?
Una vez más, Sal-Solo no expresó ninguna opinión, de modo que Nom Anor ordenó que el cuerpo fuera destruido y se ocupó de sus asuntos.