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Cuando Minor Relsted entró lentamente en la oficina
con aspecto de mazmorra del supervisor imperial Gurdun, el joven subordinado
sonreía con estúpida placidez.
-Supervisor Gurdun –dijo, sosteniendo la placa y su
transmisión codificada-. Noticias importantes del palacio imperial. Le han
transferido. Le han asignado más tareas de campo. Son buenas noticias, ¿verdad?
–añadió con un brillo en los ojos.
Gurdun agarró la placa y escaneó la transmisión
verificando los campos holográficos superiores para comprobar que no se trataba
de alguna clase de broma.
-Me ponen a cargo de... ¿Qué es este ultraje? ¿Otro proyecto de Estrella de la Muerte? Ni
siquiera sabía que tuviéramos uno en marcha.
-No, señor –corrigió Relsted-. Usted no está a cargo
del proyecto, sólo de recoger los núcleos informáticos y llevarlos al lugar de
construcción.
Gurdun llevó sus dedos regordetes al cuenco de aperitivos
transparente cuyas resbaladizas paredes trataban de escalar unos brillantes
escarabajos-nuez. Tomó uno de los insectos y se lo echó a la boca, usando los
colmillos para atravesar el caparazón exterior. Lo abrió por la mitad y usó la
lengua para recolectar la suave y jugosa carne del interior. Escupió las patas,
que aún se agitaban, en una papelera junto a su escritorio.
-No he solicitado ese traslado. ¿Es un ascenso, o
sólo debo suponer que lo es? ¿No quedó Lord Vader satisfecho por mi trabajo con
los droides sonda Arakyd? Completé el pedido exactamente a tiempo y dentro del
presupuesto.
-Estoy seguro de que debe ser un ascenso, señor –dijo
Minor Relsted-. Felicidades, señor. –Dio media vuelta, dudó un instante, y
luego volvió a girarse-. Oh, por cierto, yo ocuparé su puesto en esta oficina.
¿Sería tan amable de retirar sus efectos personales tan pronto como sea
posible?
El supervisor imperial Gurdun descubrió que había
perdido su apetito por los aperitivos.