jueves, 17 de marzo de 2016

Los días de las banderas

Los días de las banderas
August y Cynthia Hahn

Está en la naturaleza de los pueblos atormentados que, cuando finalmente son liberados de sus opresores, reciben con los brazos abiertos a sus salvadores y toleran cualquier nuevo régimen que resulte emerger de las cenizas del antiguo. Cuando el destino es amable, este nuevo liderazgo es benevolente, nacido de los ideales de libertad e igualdad de los que se alzó dicha resistencia. Cuando la fortuna no es tan gentil, lo que emerge de las llamas de la rebelión puede volverse aún más tiránico y despótico que el gobierno al que había derrocado.
Les costó algo de esfuerzo, pero Dyrla y Taan lograron abrirse camino hasta la parte delantera de la multitud. La barrera al borde de la calle les impedía avanzar más, pero no pasaba nada; al menos ahora podían ver el desfile. Algo así nunca había ocurrido antes en sus jóvenes vidas y, si lo que había dicho su padre era correcto, con suerte nunca más debería volver a ocurrir.
Dyrla señaló a la parte trasera de un deslizador que desaparecía de su vista lentamente.
-¿Crees que ese era Osten? ¿Eh? ¿Crees que era él? –Su voz era aún más aguda de lo normal, haciéndola tan penetrante que incluso su hermano tuvo problemas para soportarla.
-Cálmate, ¿quieres? ¿Y qué si lo era? Papá dijo que él no participó en la lucha real. Yo he venido para ver al Escuadrón Bufón.
Eso le hizo ganarse un puñetazo en el brazo.
-¿Qué? Osten es como el Gran Señor General del Ejército o algo así. Eso le convierte en alguien super importante. –Dyrla le sacó la lengua a Taan-. Mucho más especial que esos Bufones tuyos.
Taan sabía que no podía devolverle el golpe. La última vez que lo había hecho, había estado castigado una semana y se perdió el concierto de Sien’Soro al que tantas ganas tenía de acudir. Ningún puñetazo valía eso, ni siquiera uno que la pequeña granuja se tuviera merecido.
-¡Bah! Papá dice que la gente como Dal’Ney se limita a sentarse sobre su trasero y obtener la gloria mientras son los auténticos héroes los que luchan y mueren.
-¡No digas esa palabra! –Las pequeñas manos de Dyrla comenzaron a temblar y, por un instante, Taan pensó que iba a golpearle de nuevo. Luego se dio cuenta de lo que había dicho y comprendió qué estaba a punto de hacer su hermana: llorar.
-Oh, hermanita; lo siento. No quería decir eso. Quería decir que luchan y... duermen. Eso, duermen ahí fuera, en el espacio, en sus naves, mientras los generales y similares tienen camas cómodas y agradables y no tienen que hacer ningún trabajo en absoluto.
Era un débil intento, y lo sabía, pero pareció funcionar. Dyrla era muy sensible acerca de la muerte. Incluso la mera sugestión de la misma era habitualmente suficiente para hacerle perder el control, y eso era lo último que Taan quería. Era una mocosa, desde luego, pero seguía siendo su hermana. Desde que el transporte de su madre había sido derribado por un disparo de los thaereianos, ella y papá eran todo lo que le quedaba.
Apareció otro deslizador, este con varias personas que Taan no reconocía.
-Eh, Dyr, ¿quién crees que son esos? –le preguntó, con la esperanza de distraerla.
-Umm... Deja que mire. –Dyrla había insistido en comprar uno de los chips de programa del desfile a un vendedor ambulante antes de zambullirse en la muchedumbre para llegar hasta allí. En ese momento había pensado que era un gasto inútil, pero ahora Taan se alegraba realmente de que fuera imposible discutir con la mocosa rubia. Después de pulsar unos cuantos botones, Dyrla le mostró la pantalla de su ordenador de mano-. ¿Ves?
Las imágenes concordaban con los rostros de las personas del deslizador, aunque la pantalla los mostraba con uniformes militares.
-Oh, esa es la Compañía Beta. Tengo entendido que llegaron a descender en el propio Thaere y lucharon por la liberación. Guau.
Dyrla asintió con admiración mientras observaba cómo el deslizador avanzaba lentamente, pero entonces un gesto de confusión cruzó su joven rostro.
-No lo entiendo.
Su hermano se inclinó sobre ella y le robó un sorbo de su paquete de refresco.
-¿Qué es lo que no entiendes?
Ella volvió a golpearle, pero soltó una risita al hacerlo.
-¡Eh, es mío! Y no entiendo una cosa. El chip dice que había doce personas en la Beta, ¿verdad? ¿Entonces por qué sólo hay cinco personas en el deslizador?
Taan trató de pensar rápido, pero tenía la mente en blanco. Sabía que su hermana se derrumbaría si le decía la verdad. Si pensaba en que de verdad había muerto gente, como tantos de los que lucharon por Cularin contra los thaereianos, su hermana se desmoronaría. Ya casi podía oírla gimotear. Tenía que pensar algo rápido.
El hombre que estaba tras ellos se agachó y sonrió.
-Ya han pasado, pequeña. Los deslizadores son demasiado pequeños para llevarlos a todos a la vez.
Taan suspiró aliviado cuando Dyrla asintió aceptando la mentira piadosa. Sin embargo, miró al humano de cabello castaño arrugando la nariz en un mohín.
-Gracias, pero no soy pequeña. ¡Mi papá dice que soy muy alta para mi edad, y que cuando crezca seré tan alta como un wookiee!
En realidad, Dyrla era muy menuda, y se ponía muy a la defensiva cuando salía el tema.
El hombre alzó ambas manos en gesto de rendición.
-Me doy por corregido, señorita gigante.
Su sonrisa y su disculpa parecieron tranquilizar a Dyrla y, en su infinita benevolencia, le perdonó con otra risita.
Justo entonces, las nubes sobre sus cabezas se abrieron y aparecieron rugiendo ante su vista varios cazas estelares. Cada uno de ellos dejaba una estela de humo de color, y volaban cruzándose entre sí para crear un arco iris en espiral sobre la concurrencia. Descendieron lo suficiente para que el público del desfile pudiera ver los colores pintados en el fuselaje. Cada uno de ellos tenía las habituales marcas de su escuadrón y mostraba en la parte inferior el sello oficial de Cularin.
-¿Qué significa esa mancha grande? –Dyrla no se mostraba en absoluto impresionada por los cazas, aunque su hermano los contemplaba fascinado. Algún día, él quería ser piloto en la milicia y casarse con la comandante Starbolt, una mujer que había visto una vez en un póster y de la que se había enamorado al instante... como sólo los chicos de doce años pueden enamorarse.
-Eso –dijo el hombre agachado- es el símbolo de Cularin, y significa que a cada supervi... quiero decir, a cada miembro útil de la milicia se le ha dado un puesto en el nuevo ejército de Cularin. –Se dio cuenta de que, obviamente, sus palabras no significaban nada para la pequeña-. Es un símbolo de honor y significa que ahora todos son auténticos oficiales militares.
Aún no hubo reacción. Entonces se le iluminó la cara.
-Oh, ¿significa que son especiales?
El hombre asintió.
-¡Exactamente! Como son los que realmente salieron a luchar, se les ha recompensado con medallas que dicen que son especiales.
Taan también sonrió.
-Eso es justo. Espero que la gente como Dal’Ney no reciba ninguna medalla ni nada. Mi padre dice que no hicieron nada. –Era muy firme al respecto, aunque no sabía realmente de lo que estaba hablando. Su padre estaba amargado y furioso desde que su madre murió burlando el bloqueo de la armada, pero seguía siendo su padre. Cualquier cosa que dijera seguía siendo ley.
El hombre asintió mostrando su total acuerdo.
-¿Quieres saber la verdad? Yo también espero que no reciban nada. -Se irguió, hizo una señal a un carro de refrescos, y les compró a cada uno un paquete de refresco y un perrito kilo para comer-. Os invito.
Mientras la comida llegaba, caliente y jugosa, hubo un alboroto en la multitud, lejos de ellos. Encaramadas en las barreras del otro extremo de la carretera, tres personas vestidas con uniformes de la milicia sostenían carteles en los que podía leerse “¡Dal’Ney al Senado!”, “¡Muerte a Thaere!” y “¡Ley Marcial Ya!”. Los hombres fueron rápidamente retirados a la multitud por los equipos de seguridad, aunque tardaron algo más de tiempo cuando le llegó el turno al trandoshano.
Detrás de Taan y Dyrla, el hombre se limitó menear la cabeza con un leve gruñido. Dyrla alzó la mirada hacia él y le preguntó:
-¿Qué es Ley Marcial?
-Una cosa muy mala –fue su única respuesta. Entonces, con una sonrisa que Taan pudo ver que era ligeramente forzada, se disculpó ante ellos y desapareció entre el gentío-. Ahora tengo que irme, lo siento. ¡Disfrutad del resto del desfile!
Taan masticó durante un rato su perrito kilo, observando cómo pasaban los deslizadores y pidiendo a su hermana que identificara las personas que iban en ellos. En cada ocasión, sus dedos mágicos mostraban las imágenes mucho antes de que los deslizadores llegaran hasta ellos. Sólo tenía siete años, pero ya era realmente buena con su ordenador de mano. Aunque Taan jamás lo admitiría ni en tropecientos mil años, realmente estaba orgulloso de ella.
Cuando pasó el último deslizador y la fanfarrea alcanzó su punto álgido, no necesitó que su hermana le dijera quien era su ocupante. Su hermana le tiró de la manga, pero ya sabía lo que le iba a decir. Ambos miraron fijamente cómo pasaba ante ellos el hombre de cabello castaño, vistiendo con aire incómodo un uniforme de general completamente nuevo, mientras saludaba a la muchedumbre.

martes, 15 de marzo de 2016

Contra cualquier agresión

Contra cualquier agresión
Morrie Mullins

No son realmente héroes, pero lo intentan. No cabe la menor duda de que San Herrera y Nia Reston tienen en mente los mejores intereses para Cularin... o al menos, lo que ellos creen que son los mejores intereses para Cularin. Pero a pesar de todo su espíritu de servicio, de toda su iniciativa, a menudo parece que están un poco “desviados”. Esta misma semana, San y Nia organizaron un mitin en la base de la estatua de Reidi Artom, en Cularin. Lo que parecía ser un asunto inocente, pronto se convirtió en una ocasión de prolijas disertaciones que a muchos les parecieron que buscaban desencuentros innecesarios. Incluso San y Nia parecieron ligeramente alterados por el desarrollo de los acontecimientos. Lo que sigue es una transcripción de un fragmento del evento, tal y como fue grabado y transmitido por la Holodifusión Central de Cularin.

Una muchedumbre de gente se arremolina bajo la estatua de Reidi Artom que domina una de las dos ciudades principales de Cularin. Se ha erigido una pequeña plataforma, una construcción apresurada que parece estar compuesta de tablas sueltas y clavos a medio clavar. Dos jóvenes humanos –en un letrero puede leerse “San Herrera y Nia Reston”- parecen tener problemas para poner en marcha un sistema de sonido. Tienen un par de micrófonos inalámbricos, pero ninguno de los dos parece funcionar. Un rodiano de la multitud se acerca al borde del escenario, toma uno de los micrófonos y lo golpea contra una de las tablas sueltas. El micrófono suelta un alarido y cobra vida con un gemido, y el rodiano lo entrega a San antes de mezclarse de nuevo en la multitud.
San Herrera: ¡Pueblo de Cularin! ¡Venimos hoy ante vosotros para reafirmar nuestra creencia común de que Cularin no puede someterse ni se someterá a la voluntad de nadie! ¡Cularin es fuerte! ¡Podemos luchar y lucharemos contra cualquier agresión, y saldremos victoriosos!
Planos de los rostros de la multitud. Fuera cual fuese el motivo por el que los ciudadanos de Gadrin creían haber ido allí, ciertamente no era este. Sus rostros muestran sorpresa, pero conforme van asimilando las palabras de San, también hay orgullo. Unos pocos de ellos lanzan un vitoreo entrecortado, que va cobrando fuerza al mismo tiempo que comienza a desvanecerse.
Nia Reston: Mirad todo lo que hemos hecho... ¡todo lo que vosotros habéis hecho! ¡Mirad lo que hemos derrotado juntos! ¡Nunca hemos tenido que depender de nadie salvo nosotros mismos, y seguimos aquí! ¡Seguimos vivos! ¡Contra cualquier agresión!
Ahora los vítores son menos entrecortados. Comienzan a aparecer formas en los portales cercanos, gente que se acerca por las calles. Reidi Artom se alza sobre los dos jóvenes humanos, manteniendo sus opiniones (como siempre) para sí misma.
San: Vosotros mantuvisteis Cularin sano y salvo. ¡Vosotros! ¿Acaso la República envió aquí ejércitos clon? ¡No! Porque Cularin no los necesitaba. ¡Fuimos capaces de cuidarnos por nuestra cuenta!
Voz desde la multitud: ¡Los Jedi ayudaron!
Otra voz: ¿No hubo naves de la República en esa última batalla?
San y Nia no parecen haber escuchado el último comentario. Parece que comienzan a enardecerse.
San: Desde luego, los Jedi ayudaron. ¡Y también los droides! ¡Y también los tarasin! Y también todos los demás seres inteligentes que viven en Cularin. ¡Hemos sobrevivido a cosas que nadie más ha sobrevivido, cosas a las que nadie más podría sobrevivir!
Nia: Cada día es una prueba distinta, Cularin. ¡Y hemos sobrevivido a todas! No necesitamos preocuparnos de los ejércitos de los separatistas. Si nos quisieran, habrían venido, ¿y sabéis lo que habríamos hecho?
Voz desde la multitud: (probablemente no la misma) ¡Matarlos! ¡Muerte a los separatistas!
Otras voces corean la exclamación. Nia mira a San, que se encoge de hombros.
Nia: Los habríamos rechazado, ¡igual que rechazamos a todos los demás que han querido dañar Cularin! ¿Quién necesita a Thaere? ¿Quién necesita al Cártel?
Voz desde la multitud: ¿No siguen aquí?
Otra voz desde la multitud: ¡Muerte a los cerditos!
Nia: No tenemos por qué matarlos... ¡sólo expulsarlos! Cularin puede ser completamente autosuficiente. ¿Y qué, si el Senado no quiso ayudarnos? No les necesitábamos, ¿verdad? ¡Pueden quedarse con sus ejércitos clon marcados con quemaduras y sus droides esclavos! Que dejen que Cularin cuide de sí mismo. ¡Podemos ocuparnos de cualquier agresión!
Voces desde la multitud: (no demasiado al unísono) ¡De cualquier agresión!
San: En el espíritu de la victoria, queremos que todos contactéis con la senadora Wren. Hacedle saber que no estamos contentos con el apoyo que ha ofrecido el Senado. ¡Cularin es soberano! ¡No necesitamos un Senado que pasa años mano sobre mano mientras Thaere trata de subyugarnos, y sólo actúa cuando se ven obligados a hacerlo! Hemos sobrevivido por nuestra cuenta durante doscientos años, tenemos un ejército estable, tenemos todo lo que necesitamos. ¿Por qué deberíamos preocuparnos ahora por tener un voto en el Senado, cuando hemos demostrado una y otra vez que no necesitamos a nadie más que a nosotros mismos?
Nia: Cularin se ha visto obligado defenderse solo, ¡y nos hemos mantenido firmes! Que los separatistas lo intenten... ¡sus mono-lagartos Thaereianos no podrán hacernos nada, ni nadie podrá hacerlo nunca! ¡Contra cualquier agresión!
Multitud: ¡Contra cualquier agresión!
En este momento, miembros de la multitud –que había ido creciendo constantemente, con gente llegando desde las calles laterales para escuchar a qué venía semejante concentración- comienzan a acercarse a la plataforma improvisada. El primero en subir a la plataforma es un devaroniano de aspecto nervioso, un varón de mediana edad con una cicatriz cruzándole la frente. San le ofrece un micrófono.
Devaroniano: Sólo quería decir que he estado en muchos sitios. La galaxia... ¡es enorme! Y Cularin es el mejor sitio de los que he estado. Nada de quedarse sentado. ¿Hay un problema? ¡La gente hace algo al respecto! He estado más a salvo aquí, con guerras y Siths y cualquier otra cosa que tengamos, que en ningún otro lugar. ¡La gente de Cularin es dura de pelar! ¡Me quedo aquí! ¡Finalmente he encontrado un lugar en el que creo!
Nia: ¡Contra cualquier agresión!
Multitud: (comienza a sonar ligeramente enloquecida) ¡Contra cualquier agresión!
El devaroniano desciende de la plataforma y es remplazado casi de inmediato por una joven twi’lek. Su lekku se agita al tomar el micrófono del devaroniano.
Twi’lek: Yo nací en Cularin. Nunca he vivido en ningún otro lugar y nunca he querido hacerlo. ¡No necesito al Senado! No necesitaba a Thaere, nadie necesitaba a Thaere, pero los tuvimos. ¿Ahora tenemos el Senado? No creo que eso sea correcto. ¡Que Cularin se ocupe de Cularin!
San: ¡Tiene razón! El Senado está bien para dirigir una galaxia, ¿pero nuestro sistema? Podemos protegernos nosotros mismos. ¡Que el Senado gobierne el resto de la galaxia!
Mientras habla, la twi’lek desciende y un wookiee –enorme y de pelaje negro- salta a la plataforma. Se sacude peligrosamente bajo sus gigantescos pies. Agarra un micrófono de San y ruge. Una traducción parcial aparece en la parte baja de la pantalla.
Wookiee: Rawrrr! [BEEP] rorr [BEEP] rowroworwwww [BEEP  BEEP  BEEP-BEEP]!
[BEEP] grroror [BEEP-BEEP BEEP]!
Traducción: ¡Cularin! ¡[Censurado] Thaere [censurado] insignificantes y estúpidos [censurado]! ¡[Censurado] el Senado [censurado]!
La multitud estalla en gritos mostrando su aprobación, muy probablemente tanto por el tono del wookiee como por lo que ha dicho. El wookiee alza ambos brazos por encima de su cabeza y ruge, aplastando sin darse cuenta el micrófono al hacerlo, y enviando por los altavoces un doloroso chirrido eléctrico. Si acaso, eso sirve para que la multitud enloquezca aún más. Mientras el wookiee devuelve el micro destrozado, San intercambia una mirada con Nia. Ambos miran a la multitud, y luego se miran entre sí de nuevo, con arrugas surcando sus frentes.
San: Escuchad, amo Cularin tanto como cualquiera, pero no hay motivos para dejarse llevar. Podemos cuidar de nosotros mismos, hemos rechazado todas las fuerzas que han tratado de derribarnos, pero no es necesario decir... bueno, nada de lo que podamos arrepentirnos.
Multitud: ¡Contra cualquier agresión!
San parece desazonado, y apenas advierte que un gungan, con un rifle bláster cruzado a la espalda y una pistola bláster colgando a cada lado de sus caderas, trepa los escalones hasta la plataforma y le arrebata el micrófono de la mano.
Gungan: ¡Mucho grandes, cularineros! ¡Mucho grandes vosos corazones! Misa piensa que misa no gustan nadie menos lo Cularin. Misa piensa que luchia no terminado aún. ¡Nosa necesitamon cerrar frionteras do Cularin! ¡Mantener fora a quellos que quieren hacer daño a nosa! Misa bláster...
Pasa el rifle bláster por encima de su hombro y lo acuna con el brazo que no sostiene el micrófono.
Gungan: ...losa se llaman Reva. Reva dice que mejon nadie diga Cularin que hacer, ¡o Reva dispara bombad a caras de losa! Eso es lo que Reva dice, ¡y misa piensa que suena mucho bien!
Alza el rifle bláster sobre su cabeza y dispara una rápida ráfaga de disparos al aire. Sus disparos fueron seguidos por media docena más de ciudadanos disparando ilegalmente sus armas. El decreto acerca de las sanciones por descarga innecesaria de armas de fuego en los límites corporativos de Gadrin aparece en la parte inferior de la pantalla, resaltando en negrita las multas y los periodos de encarcelamiento.
Gungan: ¡Contra cualesquiera gresión!
Multitud: ¡Contra cualesquiera gresión!
El gungan lanza el micrófono de nuevo a San, y luego lanza otra ráfaga al aire. Ahora al menos cincuenta blásters disparan con él desde la multitud.
San: Escuchad, ¡necesitamos mantener la calma!
Es interrumpido cuando una tarasin sube tambaleándose a la plataforma y agarra el micro. La tarasin, una mujer entrada en años, mira fijamente al micro durante unos instantes antes de escupir al suelo de la plataforma y respirar profundamente. El color de su piel pasa de un amarillo verdoso a amarillo y luego a rojo cuando comienza a hablar.
Tarasin: (arrastrando ligeramente las palabras) No soy nadie importante. Pero mi especie lleva aquí más tiempo que nadie. Y cuando los extranjeros llegan aquí nunca traen nada bueno. ¡Nada! Todos vosotros, los que habéis nacido aquí... ¡os quiero a todos! ¡Sois mis hermanos y hermanas! ¡Pero no necesitamos ningún Senado, porque el Senado no nos necesita! Cularin, ese pequeño planetucho que no sirve para nada, vamos a dejar allí un puñado de lunáticos que querrán hacerse con el poder y tratarán de invadir y matar a nuestra familia y  amigos. ¿Sabéis lo que digo a eso? Guardaos vuestra ayuda. Demasiada poca, demasiado tarde. Dejad que Cularin sea Cularin. ¡Podemos ocuparnos de ellos! ¡Sí!
Multitud: ¡Contra cualquier agresión!
La tarasin trata de devolver el micro a San y casi lo deja caer antes de que él pueda rodearlo con sus manos, y entonces la mujer se da media vuelta y cae por el borde del escenario. Su caída es detenida por el wookiee de pelaje negro, que la agarra en el aire, la mira con aire ligeramente sorprendido, y la deposita suavemente de pie en el suelo. Entonces, se disparan más blásters, convirtiendo el cielo en un espectáculo de fuegos artificiales. San y Nia huyen apresuradamente de la plataforma y desaparecen mientras la muchedumbre avanza, aplastando la construcción de madera. La multitud cada vez está más alborotada, pero el sonido de la grabación disminuye, remplazado por un locutor de la Holodifusión Central de Cularin.
Locución de la transmisión: Durante varios tensos minutos, parecía que la multitud podría volverse violenta. El escenario improvisado quedó aplastado, y hubo un violento intercambio verbal. Estallaron varias peleas pequeñas, pero afortunadamente nadie salió herido. El daño a la propiedad fue mínimo, limitado a un puñado de ventanas rotas. Herrera y Reston permanecen fugados. La Holodifusión Central de Cularin quisiera aprovechar esta oportunidad para agradecer oficialmente al senado, y en particular al Canciller Palpatine, que acudiera al auxilio de Cularin en el reciente conflicto. Quisiéramos asegurar al Senado que estos disturbios, aunque lamentables, representan la opinión de una minoría muy reducida, expresada en una ocasión en la que parece que al menos algunos de los participantes podrían haber actuado con su capacidad de juicio mermada.