martes, 15 de marzo de 2016

Contra cualquier agresión

Contra cualquier agresión
Morrie Mullins

No son realmente héroes, pero lo intentan. No cabe la menor duda de que San Herrera y Nia Reston tienen en mente los mejores intereses para Cularin... o al menos, lo que ellos creen que son los mejores intereses para Cularin. Pero a pesar de todo su espíritu de servicio, de toda su iniciativa, a menudo parece que están un poco “desviados”. Esta misma semana, San y Nia organizaron un mitin en la base de la estatua de Reidi Artom, en Cularin. Lo que parecía ser un asunto inocente, pronto se convirtió en una ocasión de prolijas disertaciones que a muchos les parecieron que buscaban desencuentros innecesarios. Incluso San y Nia parecieron ligeramente alterados por el desarrollo de los acontecimientos. Lo que sigue es una transcripción de un fragmento del evento, tal y como fue grabado y transmitido por la Holodifusión Central de Cularin.

Una muchedumbre de gente se arremolina bajo la estatua de Reidi Artom que domina una de las dos ciudades principales de Cularin. Se ha erigido una pequeña plataforma, una construcción apresurada que parece estar compuesta de tablas sueltas y clavos a medio clavar. Dos jóvenes humanos –en un letrero puede leerse “San Herrera y Nia Reston”- parecen tener problemas para poner en marcha un sistema de sonido. Tienen un par de micrófonos inalámbricos, pero ninguno de los dos parece funcionar. Un rodiano de la multitud se acerca al borde del escenario, toma uno de los micrófonos y lo golpea contra una de las tablas sueltas. El micrófono suelta un alarido y cobra vida con un gemido, y el rodiano lo entrega a San antes de mezclarse de nuevo en la multitud.
San Herrera: ¡Pueblo de Cularin! ¡Venimos hoy ante vosotros para reafirmar nuestra creencia común de que Cularin no puede someterse ni se someterá a la voluntad de nadie! ¡Cularin es fuerte! ¡Podemos luchar y lucharemos contra cualquier agresión, y saldremos victoriosos!
Planos de los rostros de la multitud. Fuera cual fuese el motivo por el que los ciudadanos de Gadrin creían haber ido allí, ciertamente no era este. Sus rostros muestran sorpresa, pero conforme van asimilando las palabras de San, también hay orgullo. Unos pocos de ellos lanzan un vitoreo entrecortado, que va cobrando fuerza al mismo tiempo que comienza a desvanecerse.
Nia Reston: Mirad todo lo que hemos hecho... ¡todo lo que vosotros habéis hecho! ¡Mirad lo que hemos derrotado juntos! ¡Nunca hemos tenido que depender de nadie salvo nosotros mismos, y seguimos aquí! ¡Seguimos vivos! ¡Contra cualquier agresión!
Ahora los vítores son menos entrecortados. Comienzan a aparecer formas en los portales cercanos, gente que se acerca por las calles. Reidi Artom se alza sobre los dos jóvenes humanos, manteniendo sus opiniones (como siempre) para sí misma.
San: Vosotros mantuvisteis Cularin sano y salvo. ¡Vosotros! ¿Acaso la República envió aquí ejércitos clon? ¡No! Porque Cularin no los necesitaba. ¡Fuimos capaces de cuidarnos por nuestra cuenta!
Voz desde la multitud: ¡Los Jedi ayudaron!
Otra voz: ¿No hubo naves de la República en esa última batalla?
San y Nia no parecen haber escuchado el último comentario. Parece que comienzan a enardecerse.
San: Desde luego, los Jedi ayudaron. ¡Y también los droides! ¡Y también los tarasin! Y también todos los demás seres inteligentes que viven en Cularin. ¡Hemos sobrevivido a cosas que nadie más ha sobrevivido, cosas a las que nadie más podría sobrevivir!
Nia: Cada día es una prueba distinta, Cularin. ¡Y hemos sobrevivido a todas! No necesitamos preocuparnos de los ejércitos de los separatistas. Si nos quisieran, habrían venido, ¿y sabéis lo que habríamos hecho?
Voz desde la multitud: (probablemente no la misma) ¡Matarlos! ¡Muerte a los separatistas!
Otras voces corean la exclamación. Nia mira a San, que se encoge de hombros.
Nia: Los habríamos rechazado, ¡igual que rechazamos a todos los demás que han querido dañar Cularin! ¿Quién necesita a Thaere? ¿Quién necesita al Cártel?
Voz desde la multitud: ¿No siguen aquí?
Otra voz desde la multitud: ¡Muerte a los cerditos!
Nia: No tenemos por qué matarlos... ¡sólo expulsarlos! Cularin puede ser completamente autosuficiente. ¿Y qué, si el Senado no quiso ayudarnos? No les necesitábamos, ¿verdad? ¡Pueden quedarse con sus ejércitos clon marcados con quemaduras y sus droides esclavos! Que dejen que Cularin cuide de sí mismo. ¡Podemos ocuparnos de cualquier agresión!
Voces desde la multitud: (no demasiado al unísono) ¡De cualquier agresión!
San: En el espíritu de la victoria, queremos que todos contactéis con la senadora Wren. Hacedle saber que no estamos contentos con el apoyo que ha ofrecido el Senado. ¡Cularin es soberano! ¡No necesitamos un Senado que pasa años mano sobre mano mientras Thaere trata de subyugarnos, y sólo actúa cuando se ven obligados a hacerlo! Hemos sobrevivido por nuestra cuenta durante doscientos años, tenemos un ejército estable, tenemos todo lo que necesitamos. ¿Por qué deberíamos preocuparnos ahora por tener un voto en el Senado, cuando hemos demostrado una y otra vez que no necesitamos a nadie más que a nosotros mismos?
Nia: Cularin se ha visto obligado defenderse solo, ¡y nos hemos mantenido firmes! Que los separatistas lo intenten... ¡sus mono-lagartos Thaereianos no podrán hacernos nada, ni nadie podrá hacerlo nunca! ¡Contra cualquier agresión!
Multitud: ¡Contra cualquier agresión!
En este momento, miembros de la multitud –que había ido creciendo constantemente, con gente llegando desde las calles laterales para escuchar a qué venía semejante concentración- comienzan a acercarse a la plataforma improvisada. El primero en subir a la plataforma es un devaroniano de aspecto nervioso, un varón de mediana edad con una cicatriz cruzándole la frente. San le ofrece un micrófono.
Devaroniano: Sólo quería decir que he estado en muchos sitios. La galaxia... ¡es enorme! Y Cularin es el mejor sitio de los que he estado. Nada de quedarse sentado. ¿Hay un problema? ¡La gente hace algo al respecto! He estado más a salvo aquí, con guerras y Siths y cualquier otra cosa que tengamos, que en ningún otro lugar. ¡La gente de Cularin es dura de pelar! ¡Me quedo aquí! ¡Finalmente he encontrado un lugar en el que creo!
Nia: ¡Contra cualquier agresión!
Multitud: (comienza a sonar ligeramente enloquecida) ¡Contra cualquier agresión!
El devaroniano desciende de la plataforma y es remplazado casi de inmediato por una joven twi’lek. Su lekku se agita al tomar el micrófono del devaroniano.
Twi’lek: Yo nací en Cularin. Nunca he vivido en ningún otro lugar y nunca he querido hacerlo. ¡No necesito al Senado! No necesitaba a Thaere, nadie necesitaba a Thaere, pero los tuvimos. ¿Ahora tenemos el Senado? No creo que eso sea correcto. ¡Que Cularin se ocupe de Cularin!
San: ¡Tiene razón! El Senado está bien para dirigir una galaxia, ¿pero nuestro sistema? Podemos protegernos nosotros mismos. ¡Que el Senado gobierne el resto de la galaxia!
Mientras habla, la twi’lek desciende y un wookiee –enorme y de pelaje negro- salta a la plataforma. Se sacude peligrosamente bajo sus gigantescos pies. Agarra un micrófono de San y ruge. Una traducción parcial aparece en la parte baja de la pantalla.
Wookiee: Rawrrr! [BEEP] rorr [BEEP] rowroworwwww [BEEP  BEEP  BEEP-BEEP]!
[BEEP] grroror [BEEP-BEEP BEEP]!
Traducción: ¡Cularin! ¡[Censurado] Thaere [censurado] insignificantes y estúpidos [censurado]! ¡[Censurado] el Senado [censurado]!
La multitud estalla en gritos mostrando su aprobación, muy probablemente tanto por el tono del wookiee como por lo que ha dicho. El wookiee alza ambos brazos por encima de su cabeza y ruge, aplastando sin darse cuenta el micrófono al hacerlo, y enviando por los altavoces un doloroso chirrido eléctrico. Si acaso, eso sirve para que la multitud enloquezca aún más. Mientras el wookiee devuelve el micro destrozado, San intercambia una mirada con Nia. Ambos miran a la multitud, y luego se miran entre sí de nuevo, con arrugas surcando sus frentes.
San: Escuchad, amo Cularin tanto como cualquiera, pero no hay motivos para dejarse llevar. Podemos cuidar de nosotros mismos, hemos rechazado todas las fuerzas que han tratado de derribarnos, pero no es necesario decir... bueno, nada de lo que podamos arrepentirnos.
Multitud: ¡Contra cualquier agresión!
San parece desazonado, y apenas advierte que un gungan, con un rifle bláster cruzado a la espalda y una pistola bláster colgando a cada lado de sus caderas, trepa los escalones hasta la plataforma y le arrebata el micrófono de la mano.
Gungan: ¡Mucho grandes, cularineros! ¡Mucho grandes vosos corazones! Misa piensa que misa no gustan nadie menos lo Cularin. Misa piensa que luchia no terminado aún. ¡Nosa necesitamon cerrar frionteras do Cularin! ¡Mantener fora a quellos que quieren hacer daño a nosa! Misa bláster...
Pasa el rifle bláster por encima de su hombro y lo acuna con el brazo que no sostiene el micrófono.
Gungan: ...losa se llaman Reva. Reva dice que mejon nadie diga Cularin que hacer, ¡o Reva dispara bombad a caras de losa! Eso es lo que Reva dice, ¡y misa piensa que suena mucho bien!
Alza el rifle bláster sobre su cabeza y dispara una rápida ráfaga de disparos al aire. Sus disparos fueron seguidos por media docena más de ciudadanos disparando ilegalmente sus armas. El decreto acerca de las sanciones por descarga innecesaria de armas de fuego en los límites corporativos de Gadrin aparece en la parte inferior de la pantalla, resaltando en negrita las multas y los periodos de encarcelamiento.
Gungan: ¡Contra cualesquiera gresión!
Multitud: ¡Contra cualesquiera gresión!
El gungan lanza el micrófono de nuevo a San, y luego lanza otra ráfaga al aire. Ahora al menos cincuenta blásters disparan con él desde la multitud.
San: Escuchad, ¡necesitamos mantener la calma!
Es interrumpido cuando una tarasin sube tambaleándose a la plataforma y agarra el micro. La tarasin, una mujer entrada en años, mira fijamente al micro durante unos instantes antes de escupir al suelo de la plataforma y respirar profundamente. El color de su piel pasa de un amarillo verdoso a amarillo y luego a rojo cuando comienza a hablar.
Tarasin: (arrastrando ligeramente las palabras) No soy nadie importante. Pero mi especie lleva aquí más tiempo que nadie. Y cuando los extranjeros llegan aquí nunca traen nada bueno. ¡Nada! Todos vosotros, los que habéis nacido aquí... ¡os quiero a todos! ¡Sois mis hermanos y hermanas! ¡Pero no necesitamos ningún Senado, porque el Senado no nos necesita! Cularin, ese pequeño planetucho que no sirve para nada, vamos a dejar allí un puñado de lunáticos que querrán hacerse con el poder y tratarán de invadir y matar a nuestra familia y  amigos. ¿Sabéis lo que digo a eso? Guardaos vuestra ayuda. Demasiada poca, demasiado tarde. Dejad que Cularin sea Cularin. ¡Podemos ocuparnos de ellos! ¡Sí!
Multitud: ¡Contra cualquier agresión!
La tarasin trata de devolver el micro a San y casi lo deja caer antes de que él pueda rodearlo con sus manos, y entonces la mujer se da media vuelta y cae por el borde del escenario. Su caída es detenida por el wookiee de pelaje negro, que la agarra en el aire, la mira con aire ligeramente sorprendido, y la deposita suavemente de pie en el suelo. Entonces, se disparan más blásters, convirtiendo el cielo en un espectáculo de fuegos artificiales. San y Nia huyen apresuradamente de la plataforma y desaparecen mientras la muchedumbre avanza, aplastando la construcción de madera. La multitud cada vez está más alborotada, pero el sonido de la grabación disminuye, remplazado por un locutor de la Holodifusión Central de Cularin.
Locución de la transmisión: Durante varios tensos minutos, parecía que la multitud podría volverse violenta. El escenario improvisado quedó aplastado, y hubo un violento intercambio verbal. Estallaron varias peleas pequeñas, pero afortunadamente nadie salió herido. El daño a la propiedad fue mínimo, limitado a un puñado de ventanas rotas. Herrera y Reston permanecen fugados. La Holodifusión Central de Cularin quisiera aprovechar esta oportunidad para agradecer oficialmente al senado, y en particular al Canciller Palpatine, que acudiera al auxilio de Cularin en el reciente conflicto. Quisiéramos asegurar al Senado que estos disturbios, aunque lamentables, representan la opinión de una minoría muy reducida, expresada en una ocasión en la que parece que al menos algunos de los participantes podrían haber actuado con su capacidad de juicio mermada.

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