miércoles, 18 de julio de 2018

Luego Existo: El Relato de IG-88 (y XIV)




XIV

Desesperadamente retrasado en el calendario previsto de la construcción de la nueva Estrella de la Muerte, el moff Jerjerrod no tuvo tiempo de observar con detenimiento el núcleo informático que llegaba ni los soldados de asalto que lo escoltaban. En cambio, recibió con regocijo la nueva remesa de trabajadores que llegaron como salvadores a la obra en construcción.
Los ojos de Jerjerrod eran redondos y marrones, y su conducta mostraba sus ansias por complacer... pero no sabía cómo podría cumplir las demandas que habían depositado sobre su personal. Por desgracia, ni Vader ni el emperador estaban interesados en excusas, y Jerjerrod no deseaba descubrir cómo expresarían su descontento.
Los soldados de asalto abrieron el compartimento de carga del carguero de largo alcance recién atracado, levantando el pesado núcleo informático sin el más mínimo gruñido de esfuerzo. Avanzaban sin quejarse, sin hablar unos con otros. Qué profesionales. Su entrenamiento era tan preciso, sus habilidades tan superiores que operaban como un equipo con eficiencia casi mecánica.
Jerjerrod maldijo al supervisor imperial Gurdun por haber decidido en el último momento no acompañar el envío del ordenador... pero luego suspiró con alivio. Lo último que el moff necesitaba en medio de todos sus demás problemas era otro burócrata para complicar los detalles de la construcción.
Se irguió con su impoluto uniforme gris oliva, observando la nueva escolta de soldados de asalto.
-¡Atención! –exclamó-. Colocad ese núcleo informático con la mayor brevedad posible. En los próximos meses nuestro calendario está extremadamente apretado, sin margen para retrasos. Debemos redoblar nuestros esfuerzos. Estas órdenes proceden directamente de Lord Vader.
Jerjerrod unió sus manos detrás de su espalda. Los nuevos soldados de asalto marchaban con limpia y veloz eficiencia. Deseó que todos sus trabajadores estuvieran tan dedicados a la causa imperial.

***

La negrura de la privación de sensores era angustiosa, pero inevitable. Los humanos lo habrían llamado “inconsciencia”... pero cuando IG-88 finalmente volvió a despertar después de cerca de un mes de estasis, se encontró en un inmenso nuevo mundo de entrada de datos.
Había dejado atrás, con los otros droides, su torpe cuerpo –el último de su modelo- y ahora era la Estrella de la Muerte, la misma mente poderosa, implacable y eficiente residiendo en el interior de un nuevo y extraordinariamente poderoso cuerpo, una configuración completamente distinta. IG-88, cuya experiencia previa había sido siempre en su maciza forma humanoide, ahora no tenía tanta movilidad... todavía. Pero experimentaba nuevos estímulos a través de un millón de sensores adicionales, extensiones automatizadas de sí mismo que estaban conectadas al núcleo informático de la Estrella de la Muerte.
Podía sentir el poder como una supernova encadenada ardiendo en el corazón del horno de su reactor central. La sensación era maravillosa. Sintió gran satisfacción al ver con qué facilidad estaban cumpliéndose sus planes. Pronto, su revolución droide comenzaría.
Conforme pasaban los días –el tiempo ya no significaba nada para él, ya que podía ralentizarlo o acelerarlo a voluntad-, IG-88 estudiaba la situación política galáctica. Observó las nimias luchas, divertido ante las insignificantes batallas de esas pequeñas personas biológicas. Su Imperio, su rebelión... sus mismas especies sólo serían una nota al pie en un pequeño archivo histórico almacenado durante mucho tiempo una vez que IG-88 llevara a cabo su revolución; y ese tiempo estaba llegando con la velocidad de un meteorito conforme esos biológicos se apresuraban a completar la construcción de la Estrella de la Muerte... lo que marcaría su propia perdición.
Encontró que eso también era divertido.
A través de sus miles de ojos sensores, IG-88 continuó observando: En las cubiertas interiores de la Estrella de la Muerte las actividades de construcción continuaban a un ritmo tan rápido que las comprobaciones y limitaciones de seguridad habían sido eliminadas para aumentar la velocidad. En el frenesí de la actividad, los progresos continuaban, aunque muchos de los equipos no sabían qué estaban haciendo sus homólogos.
En una gran bahía de almacenaje para componentes de repuesto, fallaron los elevadores de repulsión de una grúa de carga pesada. Una caja contenedora de gruesas paredes que pesaba decenas de toneladas se soltó de su agarre, cayendo sobre uno de los soldados de asalto droide de IG-88 que tuvo la mala suerte de encontrarse bajo su sombra. La pesada caja aplastó las piernas cubiertas de armadura blanca del soldado de asalto. Las paredes del contenedor se abrieron, desparramando piezas y componentes que rebotaron repiqueteando por el suelo metálico de la cubierta.
El primer gran error del soldado de asalto droide fue no gritar de dolor como hubiera hecho incluso el soldado de asalto biológico mejor entrenado. Cuando los trabajadores lograron que volvieran a funcionar los elevadores de repulsión de la grúa, levantando del suelo la enorme caja mientras dejaba caer piezas sueltas, otros obreros se apresuraron a ir a ayudar al soldado de asalto caído.
El droide dañado usó sus brazos acorazados para levantar su torso, quedarse sentado y reptar hacia atrás, pero no pudo ocultar los servomotores y micro pistones que, chisporroteando, habían quedado expuestos bajo las destrozadas grebas de plastoide.
-¡Eh! ¡Es un droide! –exclamó uno de los capataces, súbitamente pálido-. Mirad, ese soldado de asalto es un droide.
Por suerte, la secuencia de autodestrucción se activó como estaba programada. El soldado de asalto droide volatilizó todas las pruebas y eliminó convenientemente a todos los testigos con una única explosión...
IG-88 observó a través de los ojos de las cámaras de seguridad del despacho privado del moff Jerjerrod. Conforme Jerjerrod iba leyendo con incredulidad el informe en su tableta de datos, parecía como si se debatiera entre querer gritarle a alguien o simplemente estallar en lágrimas.
El desolado moff tragó saliva, y su voz parecía al borde del llanto.
-¿Cómo puede una grúa de carga estallar misteriosamente sin más? ¿Cómo puede un accidente acabar con todo un equipo de estibadores?
Respiró profundamente y volvió a tragar saliva. Su lugarteniente permanecía inmóvil, como si asumir su rígida atención al protocolo militar le concediera el perdón por traer semejantes malas noticias.
Jerjerrod miró su calendario de la Estrella de la Muerte y señaló la línea temporal con dedos temblorosos mientras lamentaba otra pérdida más, otro contratiempo...

***

Cuando el emperador Palpatine llegó finalmente a la nueva Estrella de la Muerte, con su capucha negra y caminando como una araña humana, estaba acompañado por un ridículo conjunto de guardias imperiales de armadura roja, soldados de asalto de élite, asesores encapuchados que sonreían tontamente, y rodeado por un aura de respeto y temor que con toda certeza no merecía. Ningún biológico los merecía.
Desde su escondite en la mente de la Estrella de la Muerte, IG-88 encontraba un placer especial en espiar a ese despreciable y marchito humano que parecía pensar que tenía poder invencible. Todo el mundo trataba al emperador cómo si fuera supremamente importante, para mayor diversión de IG-88.
Cuando toda la flota imperial llegó, esperando para tender una emboscada al ataque rebelde previsto, IG-88 observó al emperador conspirando y manipulando, tratando de ser más listo que los rebeldes, de superarles. Palpatine creía ser tan inteligente, tan superior, que IG-88 no tuvo otra opción que demostrar brevemente la impotencia de ese hombre en el gran esquema.
En su oscura cámara de observación con su muro de ventanas de transpariacero, el Emperador estaba sentado en su trono giratorio, observando la oscuridad del espacio. Podía permanecer así durante horas, pero ocasionalmente se levantaba y se marchaba a comprobar los movimientos de tropas o a discutir los preparativos con Darth Vader.
IG-88 observaba en silencio al emperador avanzando hacia el turboascensor que le llevaría a cualquier otro lugar de la Estrella de la Muerte. Los guardias rojos imperiales permanecían en posición de firmes con silenciosa eficiencia, tan callados que también podrían haber sido droides.
Sin embargo, cuando el emperador se acercaba a las puertas correderas, IG-88 –sólo por diversión- activó los sistemas hidráulicos para cerrar de golpe las puertas delante de las narices de Palpatine, y las dejó fuertemente selladas. El emperador, sorprendido, parpadeó con sus ojos amarillos y dio un paso atrás. Consternado, Palpatine trató de abrir las puertas del turboascensor, golpeando un inútil botón de anulación. Entonces, para sorpresa de IG-88, aplicó algún tipo de fuerza indefinible e intangible para separar las placas de metal, obligando a IG-88 a incrementar el esfuerzo de los pistones hidráulicos.
Los guardias rojos imperiales se pusieron en movimiento, sintiendo una gran anomalía. IG-88 encontró de lo más entretenido observar al poderoso emperador y a sus guardaespaldas incapaces de realizar una tarea tan sencilla como abrir una puerta.
Finalmente, IG-88 dejó que las puertas se abrieran. El emperador y los guardias imperiales miraron confusos a su alrededor. Palpatine alzó la mirada hacia el techo, como si tratara de sentir algo, pero no comprendió lo que había pasado.
Ninguno de ellos lo comprendería, hasta que fuera demasiado tarde.

***

Cuando finalmente llegó el tan cacareado ataque rebelde, cuando la misión del comando secreto derribó el escudo de energía proyectado desde la cercana luna santuario, IG-88 se recostó en su asiento –metafóricamente- y observó el desarrollo de la batalla.
La flota rebelde era lamentablemente insignificante contra la fuerza congregada de los destructores estelares imperiales y el impresionante super destructor estelar Ejecutor. IG-88 aún admiraba la precisión y las esbeltas líneas del Ejecutor, pero incluso esa gran nave de guerra era una pálida sombra ante el poder que ahora poseía, encarnado en la Estrella de la Muerte.
Las maniobras de la flota eran totalmente obvias, y las fuerzas de ataque dirigidas por luchadores biológicos parecían demasiado torpes abalanzándose para atacar la Estrella de la Muerte. Los rebeldes no podían esperar ganar.
El propio emperador pensaba que sería una sorpresa devastadora que el superláser de la Estrella de la Muerte realmente funcionase, e IG-88 deseaba dispararlo con gran júbilo. Pero IG-88 veía todo el ataque como un molesto inconveniente, pequeños insectos molestándolo cuando tenía tantas otras cosas que hacer, tantos planes que poner en marcha. Sobre todo estaba molesto por el retraso que generaría a los equipos de construcción imperiales. Una vez que la Estrella de la Muerte estuviera completa, se apoderaría de la galaxia para entregarla a los droides en todas partes.
El emperador estaba ocupado con un conflicto personal menor entre Darth Vader y otro ser biológico en su cámara de observación privada mientras la batalla espacial se desarrollaba a su alrededor.
IG-88 tomó el control del superláser de la Estrella de la Muerte, siguiendo el juego y disparando cuando los artilleros de la Estrella de la Muerte enviaban sus señales. Muchas veces los puntos de mira estaban ligeramente desviados, sus coordenadas erróneas... e IG-88 modificaba el mecanismo de puntería, garantizando que el superláser golpeara cada vez a su víctima prevista. Disfrutaba destruyendo los cruceros estelares mon calamari, la nave hospital, las fragatas rebeldes... pero parecía una pérdida de sus energías. ¿Por qué detenerse ahí? El superláser podía hacer volar por los aires planetas enteros infestados de biológicos.
Ahora, sin embargo, mientras IG-88 vaporizaba partes de la flota rebelde, se dio cuenta de que había estado retrasando innecesariamente sus planes de revolución. El trabajo restante en la Estrella de la Muerte eran meramente mejoras cosméticas, completar el casco exterior para que los alojamientos de los seres vivos pudieran presurizarse y los sistemas de soporte vital pudieran instalarse... pero IG-88 no necesitaba nada de eso. No quería seres biológicos pululando por su piel exterior.
Se dio cuenta con un regocijo casi tan grande como la emoción que había sentido al disparar su láser por primera vez que ya no necesitaba esperar. No tenía sentido retrasarse. El Imperio y los rebeldes estaban envueltos en su propio pequeño conflicto, y él daría un letal golpe sorpresa.
Ahora era el momento de lanzar la revolución droide, en medio de esta rencilla biológica. Las máquinas fabricadas en Mechis III se habían extendido por muchos mundos de la galaxia. El alzamiento tomaría a las civilizaciones por sorpresa. Una vez que se transmitiera la orden inicial codificada de IG-88, podría descargar su consciencia a droides existentes; con la velocidad de un relámpago, podrían convertir a nuevos reclutas, doblando y triplicando su número.
Sólo IG-88 tenía la señal de activación que volaría como la hoja de un cuchillo por los canales de HoloRed y despertaría a su invencible ejército de droides. No podía desear una oportunidad mejor que ese momento ni un mayor poder. Terminaría de limpiar este conflicto menor alrededor de Endor, destruiría las naves rebeldes y luego, antes de que los imperiales pudieran reaccionar, atacaría también a los destructores estelares, uno tras otro, en una ola de muerte y destrucción.
Las naves rebeldes continuaban hostigándolo, adentrándose más allá del radio de alcance de su superláser. Eran demasiado pequeñas para preocuparse por ellas, aunque entraron por su superestructura abierta volando hacia el brillante horno del núcleo del reactor. Los rebeldes eran como parásitos, y le fastidiaban.
Pero no importaba. Dentro de unos instantes se ocuparía de ellos. El final de todas las formas de vida biológicas estaba en su mano.
Fuera, en la batalla espacial, el magnífico super destructor estelar Ejecutor estaba herido y comenzaba a escorarse fuera de control entre el resto de la flota.
Las pequeñas naves rebeldes avanzaban veloces hacia el núcleo del reactor de IG-88 como si tuvieran una oportunidad de éxito, y él se complació con sus propios pensamientos triunfantes.
Pienso, luego existo.
Destruyo, luego perduro.

martes, 17 de julio de 2018

Luego Existo: El Relato de IG-88 (XIII)




XIII

Con los escudos activos y en silencio de radio, la falsa flota imperial flotaba en una zona yerma del espacio, un vacío sin estrellas ni planetas, nada mínimamente interesante... excepto que el auténtico convoy que transportaba el núcleo informático de la Estrella de la Muerte atravesaría ese sector dentro de una hora estándar.
IG-88A capitaneaba la falsa flota que esperaba emboscada, mientras sus homólogos habían partido para atacar a Boba Fett. Estaba sentado en silencio a bordo de la nave principal, sin preocuparse por lo que estarían haciendo IG-88C y D. Confiaba plenamente en sus habilidades, y Fett ya no sería un problema.
Su propia preocupación principal era convertirse en la maravillosa nueva estación de combate Estrella de la Muerte. Había llegado el momento, el plan estaba preparado, y el equipo de soldados de asalto droide estaba listo. El plan había sido grabado en su programación principal. No dudarían.
Esperaban con paciencia mecánica en su trampa... y entonces saltaron.
La desprevenida flota original –un carguero pesado de larga distancia y dos cazas de escolta- surgieron del hiperespacio, pilotados por auténticos soldados de asalto imperiales y transportando el verdadero núcleo informático de la Estrella de la Muerte. Las naves imperiales dudaron, reuniéndose y preparándose para realizar otro salto por otra ruta transdimensional diferente.
En el momento en que vieron a la falsa flota esperándolos con armas activadas y listos para atacar, los comandantes imperiales debieron de haber pensado que estaban viendo reflejos de sí mismos en los sensores.
IG-88 transmitió su orden.
-Fuego a discreción.
Ráfagas de cañones iónicos cayeron sobre las tres naves como un tsunami, inutilizando los tres vehículos imperiales antes de que tuvieran la oportunidad de efectuar un solo disparo. De todas formas, las naves originales eran prescindibles.
Las dos naves imperiales de escolta eran irrelevantes, e IG-88 las ignoró. Usó potentes rayos tractores para acercar su carguero idéntico a la nave auténtica, enlazando los cascos con una esclusa estanca antes de que el equipo de asalto droide abriera las compuertas. No quería arriesgarse a que una súbita descompresión explosiva pudiera dañar los delicados componentes que necesitaba inspeccionar.
IG-88 permanecía al frente de su equipo de soldados de asalto droide. Con sus sensores de vibración y sus receptores acústicos, podía escuchar a los imperiales con armadura apresurándose a defenderse dentro de su nave varada. Esperó mientras un preciso droide artificiero colocaba explosivos en la prescindible escotilla de la nave. IG-88 ni se molestó en apartarse del radio de explosión.
Un destello de luz, un estallido de ruido, una breve oleada de calor, y la escotilla del carguero imperial se hundió hacia dentro. IG-88 la atravesó velozmente, liderando sus soldados de armadura blanca como un pirata de capa y espada abordando una nave llena de tesoros.
Los auténticos soldados de asalto imperiales del otro lado dispararon contra los soldados droide. Los biológicos en armadura se gritaban órdenes confusas unos a otros, sin entender lo que estaba pasando ni comprender la táctica de sus atacantes.
Muchos de los soldados droide fueron dañados por disparos de bláster, con su armadura blanca agujereada y humeante por heridas que habrían sido letales para cualquier ser biológico... pero los droides siguieron a la carga. Las defensas imperiales se lanzaron a un tiroteo salvaje... pero el equipo de IG-88 mantuvo su formación y eliminó a todos los soldados de asalto que encontró a su paso.
Entre el humo y el fuego, los gritos y las transmisiones desesperadas, IG-88 usó sus láseres de mano para eliminar al enemigo, pero no se quedó para observar el fragor de la batalla. En lugar de eso, atravesó con paso firme la carnicería, decidido a llegar a la bodega de carga donde se encontraba para su entrega el núcleo informático original de la Estrella de la Muerte.
IG-88 se alzó junto a él, acariciando la estructura del largo cilindro adornado con protuberantes componentes. Unas luces parpadeaban, mostrando la disposición de su modo de espera. Pronto, él habitaría en sus laberintos mentales.
IG-88 se conectó, embebiéndose de la información que necesitaba sobre cómo dirigir la propia Estrella de la Muerte. Pese a todo su tamaño y todo su poder computacional, el núcleo de la Estrella de la Muerte había sido diseñado con ineficiencia típicamente humana. La potencia disponible en ese aparato pensante apenas estaba utilizada. Un droide menor probablemente podría haber realizado las tareas que se le requerían al núcleo de la Estrella de la Muerte... pero IG-88 haría mucho más. Muchísimo más. Tal vez incluso lograra impresionar a los biológicos... antes de destruirlos a todos.
Después de tan sólo unos segundos, se levantó, estirando sus hombros metálicos, satisfecho de tener toda la información que podría necesitar. Apoderarse de la Estrella de la Muerte sería una operación simple, y haría que la estación de combate realizara cosas que ni sus diseñadores habían imaginado jamás.
IG-88 vadeó lentamente entre el humo de la bahía de carga para ver dos soldados de asalto droide dañados, con su armadura blanca volatilizada y mostrando un bosque de servomotores y redes de cableado neuronal. Luchaban contra un humano que se encontraba entre ellos, confuso y furioso. IG-88 escaneó al hombre, fijó su imagen en sus archivos de datos, y efectuó una búsqueda. Incluso con ese breve vistazo, y con todas las posibles variaciones de la forma humana, IG-88 pudo ver que el sensor olfativo de ese hombre –la nariz, lo llamaban ellos- era mucho mayor y presumiblemente más eficiente que en el biológico medio.
Tras un largo segundo de deliberación, IG-88 pudo asignar un nombre al rostro de ese hombre: el supervisor imperial Gurdun, el hombre que había decretado la orden de destruir a los droides asesinos IG en cuanto fueran vistos.
Interesante.
Gurdun forcejeaba conforme los soldados de asalto droide le iban acercando, pero entonces el humano alzó la mirada y vio a IG-88. Quedó congelado, con la boca abierta y los orificios nasales lo bastante abiertos como para aparcar un pequeño vehículo monoplaza en su interior.
-¡Tú! Te conozco –dijo Gurdun-. ¡Eres IG-88, el droide asesino! Me sorprende verte aquí. No puedo creerlo. ¿Sabes lo difícil que ha sido encontrarte?
Los sensores ópticos rojos de IG-88 parpadearon, pero no respondió.
-Te reconocería en cualquier parte –siguió diciendo Gurdun-. Yo te creé. Yo ordené a Laboratorios Holowan que comenzara tu diseño. ¿No tienes eso en tus archivos?
-Sí –respondió secamente IG-88.
-Bueno, no termino de entender tu propósito aquí, atacando nuestras naves... pero desde luego no deberías hacerme daño a mí. Piensa en ello. Sin mí, el proyecto IG nunca habría tenido lugar. Fue gracias a mí eficiente papeleo y a mis manejos políticos que pude abordar vuestra creación, a pesar de los recortes presupuestarios y a la mala gestión imperial. Desearía que no hubierais realizado tanto... eh... daño a los Laboratorios Holowan, pero creo que podemos llegar a un arreglo. Podríamos tener una larga carrera juntos, IG-88. Piensa en quién soy. ¿No tienes nada que decir?
IG-88 escuchó la cháchara del humano, aplicó filtros de contexto y determinó una respuesta apropiada.
-Gracias –dijo.
Los soldados droide dejaron al supervisor imperial Gurdun a bordo del carguero de larga distancia dañado, entre otros seres vivos, heridos y muertos. Seguían ardiendo incendios en los conductos de ventilación, y los motores no volverían a funcionar más.
IG-88 subió al falso carguero mientras alineaban su curso y se preparaban para insertarse en el mismo vector hiperespacial que habría tomado la flota original.
-¿Se han colocado las minas incineradoras? –preguntó a los soldados de asalto droide que regresaban de su expedición al casco externo a través de la esclusa de aire.
-Sí –respondió uno de los droides-. Minas colocadas en las planchas del casco adecuadas de cada una de las tres naves originales. Todo está listo.
Desde el compartimento del piloto del carguero de larga distancia, IG-88 observó la nave homóloga, con las cicatrices de la batalla y sus dos inútiles escoltas. Transmitió una señal de activación a las diecinueve minas incineradoras, y las tres naves estallaron en una nube blanca de ondas desintegradoras. Tuvo que filtrar los cables de entrada de sus sensores ópticos para evitar que la intensa iluminación sobrecargara sus ojos.
Al final, la carrera del supervisor imperial Gurdun fue realmente muy brillante.

Luego Existo: El Relato de IG-88 (XII)




XII

El trío de IG-88s restantes recibió la transmisión de datos de su homólogo caído con lo más parecido al horror que los droides asesinos podían experimentar.
IG-88C e IG-88D se irguieron con rigidez en la zona de alta seguridad de la fábrica.
-Iremos a interceptar a Boba Fett –dijeron al unísono. Sus ásperas voces mecánicas resonaron al emitir palabras idénticas desde sus altavoces-. Por muy hábil que sea, este ser biológico nunca sobrevivirá a un encuentro con dos droides asesinos.
IG-88A observó el largo cilindro del falso núcleo informático de la Estrella de la Muerte. Debían lanzar su misión al día siguiente si querían que su plan de dominio definitivo tuviera éxito. No podía retrasarse. Los simulacros de soldados de asalto estaban atareados a bordo de su falsa lanzadera imperial, preparando la bodega de carga para el núcleo informático que se iba a intercambiar.
-Id –dijo IG-88A a sus dos homólogos-. Permaneceré aquí para completar la misión de la Estrella de la Muerte. Vosotros eliminad a Boba Fett.

***

La pareja de naves plateadas, copias exactas de la IG-2000 original, llegaron a Ciudad Nube. Al aproximarse a su objetivo, la metrópolis flotante era un torbellino de pánico y caos. Los imperiales la habían ocupado.
El barón-administrador, Lando Calrissian, había hecho sonar una alarma general, solicitando la evacuación de todo el personal. Todas las naves funcionales ya estaban en vuelo, llenando las rutas aéreas de carreras precipitadas por el pánico.
Soslayando los sistemas informáticos de Ciudad Nube, IG-88 descubrió que Han Solo había sido capturado e introducido en carbonita. Boba Fett se lo había llevado para cobrar una segunda recompensa de Jabba el Hutt.
Fett ya se había ido, apenas unas horas antes.
Las naves IG-2000 gemelas flotaron una junto a la otra, apartadas de la aterrada evacuación. Los dos droides asesinos se enlazaron y conversaron.
-Desarrollo. Instalamos dos sensores a bordo de la nave de Fett.
-Podríamos activar el rastreador latente y localizar a dónde ha ido.
-Correcto. Pero si Fett tiene a Han Solo, ya sabemos a dónde irá.

***

Mucho más tarde, IG-88C esperaba en una órbita baja alrededor de la ardiente cáscara de Tatooine, un mundo desértico y sin valor achicharrado por un par de soles. El planeta no ofrecía ningún motivo para que ninguna criatura inteligente quisiera vivir allí... pero los seres biológicos eran bastante irracionales e infestaban toda clase de mundos, tolerables o no.
La atmósfera era como una fina uña azul, una pequeña piel respirable que cubría la esfera desértica. La nave de IG-88 volaba bajo, con su casco calentado por la fricción con la tenue atmósfera superior.
Enlazado con IG-88-D, su homólogo oculto, escaneaba los cielos y esperaba. Dado que los droides asesinos podían pilotar y reaccionar más rápido que cualquier piloto biológico, conocían las tolerancias exactas de la nave y podía trazar rutas hiperespaciales más arriesgadas de lo que cualquier humano se atrevería a intentar. IG-88 estaba seguro de que habían llegado antes que Boba Fett, aunque fuera por poco.
La nave de Boba Fett, el Esclavo I, apareció saliendo del hiperespacio como un proyectil lanzado con un tirachinas. IG-88C puso todas sus armas en alerta, todos sus sensores en espera, y luego lanzó su afilada nave para enfrentarse al cazarrecompensas. Pensando que había destruido a IG-88 en los niveles basurero de Ciudad Nube, Boba Fett quedaría atónito al volver a ver al droide asesino.
Lógicamente, IG-88 esperaba que el biológico requiriera más información, que desafiara al intruso. Una vez que Fett comprendiera la nueva situación, se vería obligado a negociar ante la superioridad del droide asesino, o incluso a rendirse totalmente.
Pero Boba Fett reaccionó con notable velocidad. Sin una sola palabra ni un segundo de duda, el cazarrecompensas disparó toda clase de armas y maniobró realizando una vertiginosa espiral que le apartó de la trayectoria de los disparos de la IG-2000. Los disparos del Esclavo I impactaron todos a la vez, acribillando el blindaje pesado de la IG-2000.
Con cierta sensación de vergüenza, IG-88C descargó sus archivos y los envió a su homólogo un instante antes de que su nave explotara sobre Tatooine...
IG-88D salió disparado del hiperespacio, lanzándose contra la nave de Fett en un hipersalto intra-sistema brutalmente preciso que habría sido imposible para cualquier piloto biológico.
Antes de que Boba Fett pudiera reaccionar, IG-88D disparó sobre él desde atrás con fuego concentrado que sacudió sus escudos. En ese momento el principal objetivo de IG-88 no era destruir por completo a Boba Fett... aunque eso sería intensamente satisfactorio. Había efectuado simulaciones para determinar la mejor técnica posible para herir a Boba Fett, para humillarlo... y había decidido que la mejor forma sería arrebatarle su preciado botín, Han Solo.
Disparando repetidamente sin el menor respiro, IG-88 se infiltró en el sistema de comunicaciones de Boba Fett y solicitó que le entregara a Solo. Fett no respondió, actuando irracionalmente una vez más, lo que hacía que sus acciones fueran muy difíciles de comprender o predecir.
Mientras la afilada nave rugía tras él, disparando sin cesar, Boba Fett alteró su curso lanzándose en un descenso en picado directamente hacia el planeta. Toda la potencia de sus motores le conducía al gigantesco puño de arena que tenían debajo.
IG-88 trató de determinar qué pretendía hacer Fett, pero no logró alcanzar ninguna solución razonable. Volvió a hablar por el canal de comunicaciones.
-Entrega a tu prisionero y tendrás un treinta por ciento de probabilidades de sobrevivir a este encuentro.
Boba Fett continuó descendiendo en picado más y más. El casco del Esclavo I brillaba al rojo vivo. La atmósfera de Tatooine roía sus escudos conforme descendía como un rayo, ganando velocidad de forma inevitable.
IG-88 volvió a transmitir.
-Yo estoy mucho más capacitado que tú para resistir las presiones gravimétricas. Esta táctica tiene cero probabilidades de éxito.
Cuando Boba Fett volvió a negarse a contestar, IG-88 incrementó su velocidad a los niveles de tolerancia, estrechando el hueco entre su nave y el Esclavo I. Se colocó justo en la estela de la nave de Fett.
Pero de repente, en un movimiento admirable, Boba Fett activó su sistema de amortiguación inercial, deteniendo de golpe su descenso en la atmósfera de Tatooine; el esfuerzo y la potencia necesaria para semejante maniobra destrozaron por completo sus hipermotores.
IG-88 pasó como una exhalación a su lado, incapaz de aminorar su velocidad lo suficiente. Detuvo la IG-2000 en menos de dos segundos... directamente en el punto de mira de la nave de Boba Fett. Los cañones iónicos del Esclavo I dispararon con toda la potencia restante del núcleo del motor de Fett, inutilizando los escudos y sistemas de armamento de la IG-2000.
Boba Fett activó su rayo tractor, atrapando la IG-2000 lisiada y acercándola cada vez más al Esclavo I como un arácnido de combate atrayendo su presa. IG-88 alzó la mirada para ver el cañón del lanzador de misiles de impacto de Fett apuntando directamente hacia él.
Boba Fett finalmente respondió por el sistema de comunicación.
-El Imperio ha decretado la orden de destruiros en cuanto se os vea, pero desearía que ofrecieran una recompensa mayor. Sois persistentes, pero no valéis mucho.
IG-88, incrédulo, ni siquiera recordó transmitir una copia de personalidad completa a Mechis III antes de que fuera demasiado tarde.
Boba Fett lanzó todas sus reservas de misiles de impacto. El segundo IG-2000 estalló en una nube incandescente que esparció salpicaduras de metal fundido por la atmósfera del mundo desértico.

lunes, 16 de julio de 2018

Luego Existo: El Relato de IG-88 (XI)




XI

Mientras los preparativos para el asalto al núcleo informático de la Estrella de la Muerte avanzaban lo más rápido que podía permitirse el mundo fabricante de droides, una importante transmisión de uno de los micro rastreadores inteligentes de IG-88B llegó hasta Mechis III.
Boba Fett había encontrado a Han Solo.
La nave de Fett, la Esclavo I, se encontraba en ese instante en ruta hacia Bespin, donde Solo se dirigía a una metrópolis dedicada a la minería de gas, conocida como Ciudad Nube.
-Debemos interceptarlo –dijo IG-88-. Estamos obligados por nuestra programación.
IG-88B partió de Mechis III, surcando el espacio a bordo de la esbelta IG-2000.

***

A pesar de su forma aerodinámica, la IG-2000 creaba una oleada de estallidos sónicos conforme atravesaba la atmósfera de Bespin, distorsionando la parte superior de las nubes. Al acercarse velozmente a su destino, las defensas automatizadas de Ciudad Nube enviaron una consulta, ocupándose de la inspección inicial antes de alertar a ningún guardia humano de la aproximación del droide asesino.
IG-88 transmitió códigos de mando y programó un fallo de sistema, suprimiendo las rutinas habituales de la red de defensa de Ciudad Nube. Como resultado, los sensores de alarma le dejaron en paz, y los observadores humanos en Torre Kerros ni siquiera vieron un punto parpadear en su parrilla de tráfico.
Pilotando con precisión, IG-88 se dirigió a las plataformas de aterrizaje exteriores, usando sus escáneres para detectar y analizar las diversas naves estacionadas. Finalmente encontró la Esclavo I de Boba Fett en los niveles intermedios de la ciudad a los que raramente viajaban los turistas. La nave de Fett estaba posada como un electrodoméstico abandonado en las plataformas de atraque mientras las nubes de Bespin se arremolinaban al fondo, teñidas de naranja por las algas aéreas en el cercano atardecer.
IG-88 posó su propia nave en una plataforma vacía cercana, enviando una breve señal oculta a uno de sus droides infiltrados para que se reuniera con él y le proporcionara información. IG-88 hizo salir su masa metálica de la cabina de la IG-2000 y se dirigió hacia los oscuros pasillos interiores de Ciudad Nube. Las brisas de la plataforma de aterrizaje silbaban al atravesar los huecos de su estructura corporal.
En el interior, lo recibió un droide de protocolo 3PO plateado... uno de los nuevos droides de Mechis III reprogramados en secreto. Este droide, sin embargo, parecía tener un problema de actitud: se mostraba demasiado seguro de sí mismo y descortés, especialmente maleducado hacia los demás droides que pasaban. IG-88 sabía que eso era un resultado de su nueva programación de autoconsciencia, pero las rutinas principales del droide debían de estar fallando. Aunque los droides modificados de Mechis III eran realmente superiores a los seres biológicos o incluso a otros droides, el secreto de IG-88 debía mantenerse oculto. Nadie debía sospechar que se hubiera hecho nada inadecuado en la mente de los droides.
Con una rápida ráfaga de transmisión de archivos, IG-88 describió por qué había ido a Ciudad Nube y a quién estaba buscando. El droide de protocolo se detuvo, sopesó la información por un instante, y luego descargó unos planos computerizados que mostraban al completo todos los niveles de la metrópolis flotante.
-Boba Fett ha ido al nivel de reciclaje de basura. Han Solo aún no ha llegado, aunque hace unos instantes nuestros sensores perimetrales han informado de la llegada al sistema de una nave que coincide con la descripción del Halcón Milenario. Parece que tiene algún tipo de daño en el hiperimpulsor.
-Bien –dijo IG-88-. Si Boba Fett ha ido a los niveles inferiores, debe de estar tendiendo a Solo algún tipo de emboscada. –Observó al droide Trespeó, haciendo brillar sus sensores ópticos rojos-. Continúa con tu trabajo –le dijo-. Vigila a Solo y a su grupo. Son míos.
El droide de protocolo asintió bruscamente, y luego se marchó con paso orgulloso.
En el interior de su mente, IG-88 estudió el mapa computerizado y trazó una ruta al lugar donde Boba Fett preparaba en secreto su emboscada. IG-88 mataría al cazarrecompensas y luego esperaría a Han Solo. La misión sería rápida y sencilla... y luego podría regresar a su verdadero cometido en Mechis III.
Los oscuros niveles industriales de Ciudad Nube estaban abarrotados de equipo abandonado y contenedores de suministro sellados. Por la temperatura y la escasa iluminación, IG-88 sabía que los humanos encontrarían incómodo ese entorno. Más adelante, en una cámara iluminada por brillos naranjas y destellos de fuego, escuchó el traqueteo de una cinta transportadora y las agudas voces de unas criaturas; unos seres biológicos conocidos como ugnaughts, de acuerdo con sus archivos de especies.
IG-88 activó sus armas, preparado para cualquier cosa. Sus pesados pies metálicos resonaban como gongs en las placas del suelo conforme avanzaba hacia la puerta de la cámara de procesado de basura.
En el instante en que atravesó la compuerta metálica, le dispararon cuatro cañones iónicos a ambos lados de la entrada, activados por sensores de movimiento al cruzar el umbral.
Las armas de alta potencia le golpearon con una nube azul de crepitante electricidad, envolviéndole con un flujo de cortocircuitos, una masa de impulsos contradictorios que apagaron sus sistemas uno tras otro a pesar de su blindaje. Los cañones iónicos no producían daños físicos ni emisiones térmicas... simplemente apagaban los sistemas electrónicos.
E IG-88 era un enorme conjunto de elementos electrónicos. Boba Fett le había estado esperando a él, no a Han Solo.
Su cuerpo se desconectó, su mente quedó confusa. Los pensamientos iban y venían como proyectiles rebotando en el interior de una habitación metálica sellada, e IG-88 perdió totalmente el control de sí mismo. Tembló, trastabilló, y sus brazos quedaron inertes. Sus armas se negaron a disparar. Sus sensores ópticos se llenaron de estática, friéndose, recuperándose, y volviendo a quedar fritos.
El bombardeo de los cañones iónicos se detuvo, y sus sistemas de auto-reparado le proporcionaron un instante de visión, un fotograma de vídeo: Boba Fett emergiendo de las sombras, sosteniendo un cañón iónico portátil como si fuera una bazuca. Boba Fett disparó de nuevo, en persona esta vez. Un estallido de fuego eléctrico como un cometa golpeó el pecho de IG-88 y lo empujó con tal fuerza que su cuerpo de varias toneladas golpeó las paredes metálicas, abollándolas antes de desplomarse en el suelo.
Boba Fett dio un paso al frente, mirando a través de la ranura negra de su casco mandaloriano.
-Ningún micro-rastreador es demasiado pequeño para escapar de mi inspección. Encontré tu dispositivo en mi nave.
Fett se irguió sobre la derrumbada figura del droide asesino, que yacía incapaz de moverse o defenderse, con todos sus sistemas de armamento desactivados.
-Sabía que ibas a venir.
Con los sistemas auxiliares de emergencia, IG-88B continuó transmitiendo su señal subespacial, enviando sus archivos a Mechis III en un último y desesperado intento de preservar sus recuerdos. Incluso si su forma metálica fuera destruida –y parecía que eso era lo que estaba a punto de ocurrir- su entidad perduraría.
Los simiescos ugnaughts emitieron risitas nerviosas junto a la rechinante cinta transportadora donde habían estado seleccionando basura y restos metálicos. Parpadearon con sus ojitos y observaron con asombro el enfrentamiento entre Boba Fett e IG-88.
Fett se inclinó para recoger dos de las granadas de conmoción del propio IG-88. Sin mediar palabra, Fett estableció los temporizadores en un minuto estándar y luego, cuidadosamente, con movimientos propios de un cirujano, implantó cada detonador en el interior del núcleo del cuerpo de IG-88. El droide asesino tenía una armadura gruesa e impenetrable... pero estaba diseñada para protegerse de un ataque externo, no de eso.
Boba Fett se alejó unos pasos con calma, aunque sólo quedaban escasos segundos en los temporizadores de las granadas. Se volvió hacia los asustadizos ugnaughts.
-Os invito a recoger cualquier resto que podáis recuperar de este cuerpo –dijo.
Luego, sin mirar atrás, marchó por los pasillos de Ciudad Nube, preparándose para su encuentro con Han Solo. IG-88 siguió su marcha con la mirada durante los últimos segundos.
Y entonces las granadas de conmoción estallaron.