miércoles, 18 de julio de 2018

Luego Existo: El Relato de IG-88 (y XIV)




XIV

Desesperadamente retrasado en el calendario previsto de la construcción de la nueva Estrella de la Muerte, el moff Jerjerrod no tuvo tiempo de observar con detenimiento el núcleo informático que llegaba ni los soldados de asalto que lo escoltaban. En cambio, recibió con regocijo la nueva remesa de trabajadores que llegaron como salvadores a la obra en construcción.
Los ojos de Jerjerrod eran redondos y marrones, y su conducta mostraba sus ansias por complacer... pero no sabía cómo podría cumplir las demandas que habían depositado sobre su personal. Por desgracia, ni Vader ni el emperador estaban interesados en excusas, y Jerjerrod no deseaba descubrir cómo expresarían su descontento.
Los soldados de asalto abrieron el compartimento de carga del carguero de largo alcance recién atracado, levantando el pesado núcleo informático sin el más mínimo gruñido de esfuerzo. Avanzaban sin quejarse, sin hablar unos con otros. Qué profesionales. Su entrenamiento era tan preciso, sus habilidades tan superiores que operaban como un equipo con eficiencia casi mecánica.
Jerjerrod maldijo al supervisor imperial Gurdun por haber decidido en el último momento no acompañar el envío del ordenador... pero luego suspiró con alivio. Lo último que el moff necesitaba en medio de todos sus demás problemas era otro burócrata para complicar los detalles de la construcción.
Se irguió con su impoluto uniforme gris oliva, observando la nueva escolta de soldados de asalto.
-¡Atención! –exclamó-. Colocad ese núcleo informático con la mayor brevedad posible. En los próximos meses nuestro calendario está extremadamente apretado, sin margen para retrasos. Debemos redoblar nuestros esfuerzos. Estas órdenes proceden directamente de Lord Vader.
Jerjerrod unió sus manos detrás de su espalda. Los nuevos soldados de asalto marchaban con limpia y veloz eficiencia. Deseó que todos sus trabajadores estuvieran tan dedicados a la causa imperial.

***

La negrura de la privación de sensores era angustiosa, pero inevitable. Los humanos lo habrían llamado “inconsciencia”... pero cuando IG-88 finalmente volvió a despertar después de cerca de un mes de estasis, se encontró en un inmenso nuevo mundo de entrada de datos.
Había dejado atrás, con los otros droides, su torpe cuerpo –el último de su modelo- y ahora era la Estrella de la Muerte, la misma mente poderosa, implacable y eficiente residiendo en el interior de un nuevo y extraordinariamente poderoso cuerpo, una configuración completamente distinta. IG-88, cuya experiencia previa había sido siempre en su maciza forma humanoide, ahora no tenía tanta movilidad... todavía. Pero experimentaba nuevos estímulos a través de un millón de sensores adicionales, extensiones automatizadas de sí mismo que estaban conectadas al núcleo informático de la Estrella de la Muerte.
Podía sentir el poder como una supernova encadenada ardiendo en el corazón del horno de su reactor central. La sensación era maravillosa. Sintió gran satisfacción al ver con qué facilidad estaban cumpliéndose sus planes. Pronto, su revolución droide comenzaría.
Conforme pasaban los días –el tiempo ya no significaba nada para él, ya que podía ralentizarlo o acelerarlo a voluntad-, IG-88 estudiaba la situación política galáctica. Observó las nimias luchas, divertido ante las insignificantes batallas de esas pequeñas personas biológicas. Su Imperio, su rebelión... sus mismas especies sólo serían una nota al pie en un pequeño archivo histórico almacenado durante mucho tiempo una vez que IG-88 llevara a cabo su revolución; y ese tiempo estaba llegando con la velocidad de un meteorito conforme esos biológicos se apresuraban a completar la construcción de la Estrella de la Muerte... lo que marcaría su propia perdición.
Encontró que eso también era divertido.
A través de sus miles de ojos sensores, IG-88 continuó observando: En las cubiertas interiores de la Estrella de la Muerte las actividades de construcción continuaban a un ritmo tan rápido que las comprobaciones y limitaciones de seguridad habían sido eliminadas para aumentar la velocidad. En el frenesí de la actividad, los progresos continuaban, aunque muchos de los equipos no sabían qué estaban haciendo sus homólogos.
En una gran bahía de almacenaje para componentes de repuesto, fallaron los elevadores de repulsión de una grúa de carga pesada. Una caja contenedora de gruesas paredes que pesaba decenas de toneladas se soltó de su agarre, cayendo sobre uno de los soldados de asalto droide de IG-88 que tuvo la mala suerte de encontrarse bajo su sombra. La pesada caja aplastó las piernas cubiertas de armadura blanca del soldado de asalto. Las paredes del contenedor se abrieron, desparramando piezas y componentes que rebotaron repiqueteando por el suelo metálico de la cubierta.
El primer gran error del soldado de asalto droide fue no gritar de dolor como hubiera hecho incluso el soldado de asalto biológico mejor entrenado. Cuando los trabajadores lograron que volvieran a funcionar los elevadores de repulsión de la grúa, levantando del suelo la enorme caja mientras dejaba caer piezas sueltas, otros obreros se apresuraron a ir a ayudar al soldado de asalto caído.
El droide dañado usó sus brazos acorazados para levantar su torso, quedarse sentado y reptar hacia atrás, pero no pudo ocultar los servomotores y micro pistones que, chisporroteando, habían quedado expuestos bajo las destrozadas grebas de plastoide.
-¡Eh! ¡Es un droide! –exclamó uno de los capataces, súbitamente pálido-. Mirad, ese soldado de asalto es un droide.
Por suerte, la secuencia de autodestrucción se activó como estaba programada. El soldado de asalto droide volatilizó todas las pruebas y eliminó convenientemente a todos los testigos con una única explosión...
IG-88 observó a través de los ojos de las cámaras de seguridad del despacho privado del moff Jerjerrod. Conforme Jerjerrod iba leyendo con incredulidad el informe en su tableta de datos, parecía como si se debatiera entre querer gritarle a alguien o simplemente estallar en lágrimas.
El desolado moff tragó saliva, y su voz parecía al borde del llanto.
-¿Cómo puede una grúa de carga estallar misteriosamente sin más? ¿Cómo puede un accidente acabar con todo un equipo de estibadores?
Respiró profundamente y volvió a tragar saliva. Su lugarteniente permanecía inmóvil, como si asumir su rígida atención al protocolo militar le concediera el perdón por traer semejantes malas noticias.
Jerjerrod miró su calendario de la Estrella de la Muerte y señaló la línea temporal con dedos temblorosos mientras lamentaba otra pérdida más, otro contratiempo...

***

Cuando el emperador Palpatine llegó finalmente a la nueva Estrella de la Muerte, con su capucha negra y caminando como una araña humana, estaba acompañado por un ridículo conjunto de guardias imperiales de armadura roja, soldados de asalto de élite, asesores encapuchados que sonreían tontamente, y rodeado por un aura de respeto y temor que con toda certeza no merecía. Ningún biológico los merecía.
Desde su escondite en la mente de la Estrella de la Muerte, IG-88 encontraba un placer especial en espiar a ese despreciable y marchito humano que parecía pensar que tenía poder invencible. Todo el mundo trataba al emperador cómo si fuera supremamente importante, para mayor diversión de IG-88.
Cuando toda la flota imperial llegó, esperando para tender una emboscada al ataque rebelde previsto, IG-88 observó al emperador conspirando y manipulando, tratando de ser más listo que los rebeldes, de superarles. Palpatine creía ser tan inteligente, tan superior, que IG-88 no tuvo otra opción que demostrar brevemente la impotencia de ese hombre en el gran esquema.
En su oscura cámara de observación con su muro de ventanas de transpariacero, el Emperador estaba sentado en su trono giratorio, observando la oscuridad del espacio. Podía permanecer así durante horas, pero ocasionalmente se levantaba y se marchaba a comprobar los movimientos de tropas o a discutir los preparativos con Darth Vader.
IG-88 observaba en silencio al emperador avanzando hacia el turboascensor que le llevaría a cualquier otro lugar de la Estrella de la Muerte. Los guardias rojos imperiales permanecían en posición de firmes con silenciosa eficiencia, tan callados que también podrían haber sido droides.
Sin embargo, cuando el emperador se acercaba a las puertas correderas, IG-88 –sólo por diversión- activó los sistemas hidráulicos para cerrar de golpe las puertas delante de las narices de Palpatine, y las dejó fuertemente selladas. El emperador, sorprendido, parpadeó con sus ojos amarillos y dio un paso atrás. Consternado, Palpatine trató de abrir las puertas del turboascensor, golpeando un inútil botón de anulación. Entonces, para sorpresa de IG-88, aplicó algún tipo de fuerza indefinible e intangible para separar las placas de metal, obligando a IG-88 a incrementar el esfuerzo de los pistones hidráulicos.
Los guardias rojos imperiales se pusieron en movimiento, sintiendo una gran anomalía. IG-88 encontró de lo más entretenido observar al poderoso emperador y a sus guardaespaldas incapaces de realizar una tarea tan sencilla como abrir una puerta.
Finalmente, IG-88 dejó que las puertas se abrieran. El emperador y los guardias imperiales miraron confusos a su alrededor. Palpatine alzó la mirada hacia el techo, como si tratara de sentir algo, pero no comprendió lo que había pasado.
Ninguno de ellos lo comprendería, hasta que fuera demasiado tarde.

***

Cuando finalmente llegó el tan cacareado ataque rebelde, cuando la misión del comando secreto derribó el escudo de energía proyectado desde la cercana luna santuario, IG-88 se recostó en su asiento –metafóricamente- y observó el desarrollo de la batalla.
La flota rebelde era lamentablemente insignificante contra la fuerza congregada de los destructores estelares imperiales y el impresionante super destructor estelar Ejecutor. IG-88 aún admiraba la precisión y las esbeltas líneas del Ejecutor, pero incluso esa gran nave de guerra era una pálida sombra ante el poder que ahora poseía, encarnado en la Estrella de la Muerte.
Las maniobras de la flota eran totalmente obvias, y las fuerzas de ataque dirigidas por luchadores biológicos parecían demasiado torpes abalanzándose para atacar la Estrella de la Muerte. Los rebeldes no podían esperar ganar.
El propio emperador pensaba que sería una sorpresa devastadora que el superláser de la Estrella de la Muerte realmente funcionase, e IG-88 deseaba dispararlo con gran júbilo. Pero IG-88 veía todo el ataque como un molesto inconveniente, pequeños insectos molestándolo cuando tenía tantas otras cosas que hacer, tantos planes que poner en marcha. Sobre todo estaba molesto por el retraso que generaría a los equipos de construcción imperiales. Una vez que la Estrella de la Muerte estuviera completa, se apoderaría de la galaxia para entregarla a los droides en todas partes.
El emperador estaba ocupado con un conflicto personal menor entre Darth Vader y otro ser biológico en su cámara de observación privada mientras la batalla espacial se desarrollaba a su alrededor.
IG-88 tomó el control del superláser de la Estrella de la Muerte, siguiendo el juego y disparando cuando los artilleros de la Estrella de la Muerte enviaban sus señales. Muchas veces los puntos de mira estaban ligeramente desviados, sus coordenadas erróneas... e IG-88 modificaba el mecanismo de puntería, garantizando que el superláser golpeara cada vez a su víctima prevista. Disfrutaba destruyendo los cruceros estelares mon calamari, la nave hospital, las fragatas rebeldes... pero parecía una pérdida de sus energías. ¿Por qué detenerse ahí? El superláser podía hacer volar por los aires planetas enteros infestados de biológicos.
Ahora, sin embargo, mientras IG-88 vaporizaba partes de la flota rebelde, se dio cuenta de que había estado retrasando innecesariamente sus planes de revolución. El trabajo restante en la Estrella de la Muerte eran meramente mejoras cosméticas, completar el casco exterior para que los alojamientos de los seres vivos pudieran presurizarse y los sistemas de soporte vital pudieran instalarse... pero IG-88 no necesitaba nada de eso. No quería seres biológicos pululando por su piel exterior.
Se dio cuenta con un regocijo casi tan grande como la emoción que había sentido al disparar su láser por primera vez que ya no necesitaba esperar. No tenía sentido retrasarse. El Imperio y los rebeldes estaban envueltos en su propio pequeño conflicto, y él daría un letal golpe sorpresa.
Ahora era el momento de lanzar la revolución droide, en medio de esta rencilla biológica. Las máquinas fabricadas en Mechis III se habían extendido por muchos mundos de la galaxia. El alzamiento tomaría a las civilizaciones por sorpresa. Una vez que se transmitiera la orden inicial codificada de IG-88, podría descargar su consciencia a droides existentes; con la velocidad de un relámpago, podrían convertir a nuevos reclutas, doblando y triplicando su número.
Sólo IG-88 tenía la señal de activación que volaría como la hoja de un cuchillo por los canales de HoloRed y despertaría a su invencible ejército de droides. No podía desear una oportunidad mejor que ese momento ni un mayor poder. Terminaría de limpiar este conflicto menor alrededor de Endor, destruiría las naves rebeldes y luego, antes de que los imperiales pudieran reaccionar, atacaría también a los destructores estelares, uno tras otro, en una ola de muerte y destrucción.
Las naves rebeldes continuaban hostigándolo, adentrándose más allá del radio de alcance de su superláser. Eran demasiado pequeñas para preocuparse por ellas, aunque entraron por su superestructura abierta volando hacia el brillante horno del núcleo del reactor. Los rebeldes eran como parásitos, y le fastidiaban.
Pero no importaba. Dentro de unos instantes se ocuparía de ellos. El final de todas las formas de vida biológicas estaba en su mano.
Fuera, en la batalla espacial, el magnífico super destructor estelar Ejecutor estaba herido y comenzaba a escorarse fuera de control entre el resto de la flota.
Las pequeñas naves rebeldes avanzaban veloces hacia el núcleo del reactor de IG-88 como si tuvieran una oportunidad de éxito, y él se complació con sus propios pensamientos triunfantes.
Pienso, luego existo.
Destruyo, luego perduro.

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