Entrenamiento básico
El primer día fue una maravillosa mezcla de actividad, caos y algo de orden. Fueron registrados, examinados, puestos a caminar, alimentados (no demasiado), examinados de nuevo, divididos en grupos, y finalmente asignados a sus alojamientos. Varios de los reclutas que viajaban con Maarek ya no estaban allí. Probablemente habían sido enviados de nuevo a sus casas.
Maarek no tenía ni idea de la hora relativa del sistema, pero era muy tarde cuando por fin pudo desplomarse sobre su pequeño e incómodo catre, en los barracones primarios. Cada recluta había recibido un pequeño holo.
-Tragaos esto esta noche, y preparaos para digerirlo mañana -les habían dicho.
Se sentó, tomo el holo en sus manos y lo activó.
Maarek no tenía ni idea de la hora relativa del sistema, pero era muy tarde cuando por fin pudo desplomarse sobre su pequeño e incómodo catre, en los barracones primarios. Cada recluta había recibido un pequeño holo.
-Tragaos esto esta noche, y preparaos para digerirlo mañana -les habían dicho.
Se sentó, tomo el holo en sus manos y lo activó.
Regreso a bordo del Venganza
Durante las semanas que siguieron, Maarek fue examinado, entrenado intensivamente en procedimientos militares, siguió un entrenamiento físico básico y vuelto a examinar una y otra vez. No tenía ni idea de en qué lugar se encontraba. Nadie se lo había dicho. Y había aprendido rápidamente a no hacer preguntas. Pero también aprendió muchas otras cosas, y aparentemente se convirtió en un perfecto soldado bien adoctrinado del Imperio. Sin embargo, mantenía su propia opinión, y soportaba la situación hasta que las pruebas hubieran terminado.
Cuando su entrenamiento básico terminó, fue embarcado de nuevo, pero esta vez a bordo de una lanzadera militar, y transferido a un puesto avanzado, sobre un asteroide aparentemente abandonado. Permaneció algunas horas en un almacén perdido, mordisqueando sus raciones y discutiendo de naderías con el único agente de guardia en el lugar. Era el único recluta que había descendido en ese puesto avanzado. Más tarde fue transferido de nuevo, con otras personas a las que no conocía, a bordo de otra lanzadera que iba a reunirse con el Venganza. Reconoció a uno de los otros pasajeros: la mujer bordali de la lanzadera. Si ella también le había reconocido, no dio muestras de ello.
En total, había abandonado el Venganza hacía poco más de dos meses. La nave no había cambiado mucho.
Salvo que ya no vivía en los alojamientos civiles.
-Vuestras órdenes están anunciadas en la holopantalla, en esa pared -anunció el comunicador cuando desembarcó de la nave.
Maarek leyó la sección que le incumbía. Estaba asignado a la cubierta 3. Sobre el mapa, vio que ese punto estaba situado cerca del hangar de los cazas TIE. Pensó que se trataba sin duda de los alojamientos de los pilotos, y sintió que le invadía cierto nerviosismo.
Durante su entrenamiento básico, aprendió a no hacer preguntas. Eso no le había sido fácil de asimilar, y numerosas veces tuvo que ser castigado a trabajos pesados por haber abierto la boca. No es fácil perder una costumbre tan antigua en unas semanas, pero Maarek había aprendido a aguantar, a esperar el momento adecuado, y a elegir cuidadosamente sus amigos y confidentes.
Sin embargo, estas nuevas restricciones tenían un gran inconveniente: se perdió intentando buscar sus alojamientos, cuando una simple pregunta habría bastado para ponerle más rápidamente en la dirección correcta. Pero finalmente consiguió encontrar su camino, no sin antes haber atravesado zonas donde se veía que no era bienvenido, y donde los oficiales y los hombres de servicio se detenían bruscamente para Mirarle enfurecidos. No obstante, nadie le preguntó qué buscaba, nadie le ofreció su ayuda. Maarek generalmente huía del lugar lo más rápido posible.
Su nueva habitación era un verdadero remanso de paz y de intimidad tras semanas en los barracones del campo de entrenamiento y su periplo por las entrañas del destructor estelar. Había una única litera en la cabina, y se tumbó en ella inmediatamente.
Unos instantes más tarde, alguien se presentó a su puerta y llamó.
-Entre -dijo Maarek con voz dubitativa.
Era Pargo. Permaneció plantado ahí, mirándole con aire estúpido, y Maarek rompió a reír. Su amigo llevaba un uniforme de la armada flamantemente nuevo. Le saludó marcialmente.
Maarek se devolvió el saludo con el corazón encogido, ya incómodo por esas formalidades de la vida militar.
-¿A qué viene esa gran sonrisa? -le preguntó.
Pargo entró en la habitación y se apoyó en el escritorio integrado en la pared.
-Me alegro de volver a verte, tan... -respondió de forma descarada. Aparentemente, se moría de ganas de decirle algo a Maarek. Parecía un monstruo de las nieves a punto de devorar un taun-taun.
-Venga, dime lo que sea -a Maarek no le gustaba que le hicieran esperar para decirle las cosas importantes. Y a juzgar por el gesto de Pargo, debía tratarse de algo muy importante-. ¿Te vas a quedar ahí plantado todo el día, o qué?
-De acuerdo, no te me subas a la parra. Estoy contento por dos razones. La primera, que has vuelto de tu entrenamiento y que ya eres por fin uno de los nuestros. Pasan muchas cosas a bordo de un destructor estelar, cosas de las que los civiles no tienen ni idea...
-Seguro -respondió Maarek prudentemente-. ¿Y la otra razón?
-Voy a convertirme en soldado de asalto. Me han pedido que comience el entrenamiento en tres días.
Maarek no estaba muy seguro de comprender por qué Pargo estaba tan contento. Por supuesto, las tropas de asalto eran la división militar más temida y respetada de las fuerzas del Imperio, pero todo ese aparejo, esa armadura, el hecho de no tener ni nombre, ni cara, lo le agradaban mucho a Maarek. Pero, por otro lado...
-Es genial, Pargo. Creo que la armadura te sentará muy bien. Por mi parte, yo voy a seguir un entrenamiento de piloto.
La sonrisa de Pargo desapareció.
-¿Quieres decir que vas a pilotar uno de esos desvencijados cazas TIE? Esas naves son auténticos ataúdes volantes. ¿Estás loco o qué?
-Eso creo -respondió Maarek-. ¿Has oído hablar de mi pequeña aventura?
-Sí -respondió Pargo-. He escuchado hablar de ella. Ya te vale de presumir de esa manera. ¿Nunca estás satisfecho, eh?
Maarek estalló en carcajadas.
-Hay quien nace con estrella, y otros...
Pero Pargo se había puesto muy serio.
-Ten cuidado. Esto no es una carrera de barredoras. Acabarás en pedacitos dentro de una nube de humo si no eres prudente.
-Harás mejor en preocuparte de ti, Pargo. Una armadura de soldado de asalto nunca ha detenido un disparo de bláster. Y como te conozco, serías el primero en ponerte delante de un bláster para saber si es verdad.
-Creo que ambos tendremos una vida corta y llena de acontecimientos -respondió Pargo con una media sonrisa-. Bueno, debo irme. Entro en servicio en unos minutos.
Poco después de la partida de Pargo, un mensaje apareció en la pequeña consola de comunicaciones de la habitación de Maarek. Le pedían que se presentase en el entrenamiento de pilotos a las siete horas de la mañana siguiente.
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