Jos se dirigió al cubículo sanitario, con sus prendas quirúrgicas empapadas en sudor. Cuando entró en, casi chocó contra Klo Merit. El gran mentalista equani estaba secando sus manos bajo el secador de aire caliente. Alzó la vista hacia él y le sonrió. El equani era, como Zan lo había descrito una vez, tan grande como un wampa con un problema de tiroides. Sus ojos eran grandes y estereoscópicos, y su boca ancha y llena con dos filas de dientes. Los equani eran definitivamente depredadores, y Jos imaginó que probablemente parecerían bastante espantosos a cualquiera que descubriera uno por primera vez, pero, conociendo como conocía el alma mansa bajo el espantoso exterior, Jos encontró difícil pensar en Merit como otra cosa que un benigno terapeuta profesional.
Levantó una mano, saludando.
-Klo.
-Jos. ¿Cómo estás?
-¿Yo? Oh, bien. Relajado, disfrutando de otro precioso día en la escena de Drongar, la capital de la diversión de la galaxia. ¿Y tú qué?
-Acabo de llegar de post-op.
Jos asintió. El mentalista habría estado ocupado, calmando los espíritus de aquellos que estaban gravemente heridos o agonizando. Jos no envidiaba ese trabajo. Comenzó a despojarse de su ropa mojada.
-¿Has acabado por hoy? -preguntó Merit.
-Tengo una operación más -Jos activó la unidad-. La están preparándolo ahora.
Siguió desvistiéndose, y entonces se detuvo y miró al mentalista.
-¿Alguna vez tienes que trabajar con pacientes no te gustan? -preguntó-. ¿Curar a alguien que no soportes, alguien a quien odies profundamente?
-De vez en cuando, sí.
-¿Cómo lo manejas?
Merit se encogió de hombros, con el pelaje corto de sus hombros y su espalda ondeando con el movimiento.
-Todos tenemos que hacer cosas con las que no disfrutamos. Todos nos encontramos en situaciones donde nuestras acciones no son aquellas que nos gustarían. Pero cuando tienes que hacer un trabajo, no siempre puedes elegir; está en la naturaleza del trabajo. Cuando no puedes vivir con una opción, te alejas.
-¿Y qué pasa si no puedes alejarte?
Merit se apoyó contra la pared de plastiacero.
-¿Te importaría ser más específico?
Jos se quedó mirando fijamente la ducha. Miró el charco de agua en el suelo y cómo se movía en espiral hacia el desagüe.
-Mi paciente es el responsable del ataque que mató Zan. No tiene ningún remordimiento sobre eso; él es un mercenario. Además es un odioso mopak lechero por el que ni siquiera cruzaría la calle para escupirle aunque estuviera ardiendo. Y yo soy aquí el único tipo cualificado para salvar su vida. Y en el mejor de los casos, las probabilidades están contra él, aun cuando yo no cometa ningún error.
Merit no habló durante un instante.
-Eso suena mal.
Jos se rió; el sonido resultante lindaba con la histeria.
-Tienes buen ojo, mentalista, no se te escapa una.
Merit suspiró.
-Nadie por aquí tiene todas las respuestas, Jos, ni siquiera nuestra vecina Jedi. Quieres castigar a este paciente por lo que hizo. Te gustaría verle sufrir y morir.
-Oh, sí -Jos titubeó, y luego agregó-. Justo cuando Zan murió, mientras todavía estábamos en el transporte, me juré a mí mismo que, de algún modo, haría algo que cambiaría las cosas. Estaba conmocionado y escasamente consciente, ni siquiera podía ponerme de pie, pero recuerdo haber decidido que tenía que vengar a Zan, para darle algo de sentido a su muerte.
-Y ahora se ha presentado una oportunidad dorada. La suprema ironía: el mismo ser que fue directamente responsable de la muerte de Zan acaba bajo tu cuchillo. “¿Cuáles son las probabilidades? ¿Qué puede ser esto sino el destino?”, te preguntas.
-Sí.
Merit asintió.
-Comprensible. Pero ahora pregúntate esto: si tú hubieras muerto en ese ataque y fuera Zan quien estuviera a punto de operar al ser responsable, ¿qué piensas que haría él?
Jos agitó su cabeza.
-No lo sé.
-Yo creo que sí lo sabes. Si estás buscando justicia, Jos, encontrarla en una guerra nunca va a ser fácil. La gente hace cosas que son horribles y despreciables. Pero si sobreviven, cuando la guerra ha terminado, tienen que mirar atrás a esas acciones y encontrar una forma para razonar lo que hicieron. Pregúntate esto: dentro de diez años, cuando estés trabajando en tu planeta natal tratando a pacientes civiles, y yendo después a casa para ver a tu esposa e hijos, ¿cómo te sentirás sobre la opción que tomaste con este paciente? ¿Si tu hijo o tu hija te preguntan lo que hiciste en la guerra, qué les contarás?
Levantó una mano, saludando.
-Klo.
-Jos. ¿Cómo estás?
-¿Yo? Oh, bien. Relajado, disfrutando de otro precioso día en la escena de Drongar, la capital de la diversión de la galaxia. ¿Y tú qué?
-Acabo de llegar de post-op.
Jos asintió. El mentalista habría estado ocupado, calmando los espíritus de aquellos que estaban gravemente heridos o agonizando. Jos no envidiaba ese trabajo. Comenzó a despojarse de su ropa mojada.
-¿Has acabado por hoy? -preguntó Merit.
-Tengo una operación más -Jos activó la unidad-. La están preparándolo ahora.
Siguió desvistiéndose, y entonces se detuvo y miró al mentalista.
-¿Alguna vez tienes que trabajar con pacientes no te gustan? -preguntó-. ¿Curar a alguien que no soportes, alguien a quien odies profundamente?
-De vez en cuando, sí.
-¿Cómo lo manejas?
Merit se encogió de hombros, con el pelaje corto de sus hombros y su espalda ondeando con el movimiento.
-Todos tenemos que hacer cosas con las que no disfrutamos. Todos nos encontramos en situaciones donde nuestras acciones no son aquellas que nos gustarían. Pero cuando tienes que hacer un trabajo, no siempre puedes elegir; está en la naturaleza del trabajo. Cuando no puedes vivir con una opción, te alejas.
-¿Y qué pasa si no puedes alejarte?
Merit se apoyó contra la pared de plastiacero.
-¿Te importaría ser más específico?
Jos se quedó mirando fijamente la ducha. Miró el charco de agua en el suelo y cómo se movía en espiral hacia el desagüe.
-Mi paciente es el responsable del ataque que mató Zan. No tiene ningún remordimiento sobre eso; él es un mercenario. Además es un odioso mopak lechero por el que ni siquiera cruzaría la calle para escupirle aunque estuviera ardiendo. Y yo soy aquí el único tipo cualificado para salvar su vida. Y en el mejor de los casos, las probabilidades están contra él, aun cuando yo no cometa ningún error.
Merit no habló durante un instante.
-Eso suena mal.
Jos se rió; el sonido resultante lindaba con la histeria.
-Tienes buen ojo, mentalista, no se te escapa una.
Merit suspiró.
-Nadie por aquí tiene todas las respuestas, Jos, ni siquiera nuestra vecina Jedi. Quieres castigar a este paciente por lo que hizo. Te gustaría verle sufrir y morir.
-Oh, sí -Jos titubeó, y luego agregó-. Justo cuando Zan murió, mientras todavía estábamos en el transporte, me juré a mí mismo que, de algún modo, haría algo que cambiaría las cosas. Estaba conmocionado y escasamente consciente, ni siquiera podía ponerme de pie, pero recuerdo haber decidido que tenía que vengar a Zan, para darle algo de sentido a su muerte.
-Y ahora se ha presentado una oportunidad dorada. La suprema ironía: el mismo ser que fue directamente responsable de la muerte de Zan acaba bajo tu cuchillo. “¿Cuáles son las probabilidades? ¿Qué puede ser esto sino el destino?”, te preguntas.
-Sí.
Merit asintió.
-Comprensible. Pero ahora pregúntate esto: si tú hubieras muerto en ese ataque y fuera Zan quien estuviera a punto de operar al ser responsable, ¿qué piensas que haría él?
Jos agitó su cabeza.
-No lo sé.
-Yo creo que sí lo sabes. Si estás buscando justicia, Jos, encontrarla en una guerra nunca va a ser fácil. La gente hace cosas que son horribles y despreciables. Pero si sobreviven, cuando la guerra ha terminado, tienen que mirar atrás a esas acciones y encontrar una forma para razonar lo que hicieron. Pregúntate esto: dentro de diez años, cuando estés trabajando en tu planeta natal tratando a pacientes civiles, y yendo después a casa para ver a tu esposa e hijos, ¿cómo te sentirás sobre la opción que tomaste con este paciente? ¿Si tu hijo o tu hija te preguntan lo que hiciste en la guerra, qué les contarás?
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