martes, 23 de diciembre de 2008

Solitario de Jade (y XI)

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—¿Mara?
Soplándose una gota de sudor de la punta de la nariz, Mara desactivó el remoto de práctica de combate y apagó su sable de luz.
-Entra -exclamó.
—Pensé que te encontraría aquí -dijo Karrde, mirando alrededor del cuarto de ejercicios del Salvaje Karrde mientras entraba en él-. H'sishi dijo que habías estado pasándote mucho tiempo aquí sola. Haciendo sonidos enfadados, así lo dijo.
—He estado liberándome de algunas frustraciones -concedió Mara, tomando una toalla y limpiando la humedad de su cara-. ¿Cómo va ella?
—Casi curada -dijo Karrde, cruzando a uno de los bancos de resistencia y sentándose-. Es la primera vez que ha estado en un tanque de bacta, según nos dijo. Está bastante impresionada.
—Necesitamos hacer por ella algo más que simplemente curarla -dijo Mara-. Realmente puso su cuello en juego cuando trajo mi sable de luz al palacio de Praysh.
—Estoy de acuerdo -dijo Karrde-. Aunque, bastante extrañamente, ella no lo ve de esa forma en absoluto. Me contó que una vez que encontró tu sable de luz y comprendió que eras una Jedi, no tuvo ninguna duda en absoluto de que pudieras ocuparte con facilidad de las legiones de Praysh.
Mara hizo una mueca. Jedi...-¿Supongo que le quitaste esa idea?
—No realmente. En lo que a mí concierne, eres una Jedi en todo salvo en nombre.
No era tan simple, Mara lo sabía. No era tan simple ni por asomo. Pero tampoco era un asunto que quisiera tratar ahora mismo.
-¿Pudiste averiguar qué clase de recompensa podría interesarle? -preguntó en cambio-. Yo no pude hacer ningún avance en absoluto en ese asunto en nuestro camino de vuelta desde Torpris.
—Según ella, todo que siempre había querido era salir de esa degradante vida de basurera a la que le habían forzado -dijo Karrde-. No parece que tenga mucho futuro en habilidades comerciales, sin embargo, así que estaba pensando en ofrecerle un curso de estudio de operaciones de nave estelar en nuestro centro de entrenamiento de Quyste.
—Creo que eso le gustaría -asintió Mara-. Parecía fascinada con todo sobre la Apuesta Ganadora durante el vuelo.
—Bien -dijo Karrde-. Si demuestra ser lo suficientemente competente después de su entrenamiento, pensé que también vería si estaría interesada en unirse a la organización. -Sonrió-. Aunque si eso se calificaría como premio o como castigo es probablemente discutible en algunos círculos. -La sonrisa se desvaneció-. Realmente, me estaba preguntando si te encuentras en uno de esos círculos particulares en este momento.
Mara sintió como su labio se arqueaba.
-Encuentras caminos enrevesados para plantear estos asuntos, ¿no?
—Agrega variedad a la conversación -dijo-. Particularmente cuando el otro miembro de la discusión parece inclinado a eludir el problema.
Mara suspiró.
-No lo sé, Karrde. He estado sintiéndome... no sé. Presionada, supongo. Las responsabilidades últimamente han estado pesando cada vez más sobre mí, y esta cosa con Bardrin parece haber sacado todo a flote. En primer lugar, no me gusta el hecho de que nos capturara porque éramos contrabandistas y no podíamos ir a las autoridades a informar del secuestro de la tripulación del Salvaje Karrde. Y no me gusta realmente el hecho de que pudiera manipularme tan fácilmente amenazándolos de esa forma. -Ondeó el sable de luz-. Siento como si necesitara irme a alguna parte. A cualquier parte. Por lo menos durante algún tiempo.
—Lo entiendo -dijo Karrde en voz baja-. A veces es una responsabilidad aplastante. -Alzó una ceja-. Afortunadamente, como todos los buenos patrones, he previsto una posible solución. ¿Te gustaría montar un negocio por tu cuenta?
Mara frunció el ceño.
-¿Me estás echando?
—Oh, no -le aseguró Karrde-. Ciertamente no a menos que tú misma quieras irte. Estaba hablando de establecerte con tu propia pequeña compañía comercial durante algún tiempo. Una totalmente legítima, claro, lo que te ayudaría a mantener a los oportunistas como Ja Bardrin fuera de tu espalda. Tendrías una oportunidad para relajarte fuera de las perennes intrigas y quebraderos de cabeza de la franja, conseguir un poco de experiencia con la dirección del pequeño negocio, y posiblemente incluso ganar un poco más de respeto entre las altas narices de Coruscant.
—Eso último está bastante bajo en mi lista -dijo Mara, mirando ceñuda su sable de luz-. ¿Qué sacas tú de ello?
Karrde ondeó una mano casualmente.
-Oh, sólo la satisfacción de ayudar a una colega leal y de confianza. Y, claro, recuperar una lugarteniente más experimentada y relajada cuando vuelvas a la organización.
—¿Y si decido no regresar?
Un músculo en la mejilla de Karrde se tensó bruscamente.
-Odiaría perderte, Mara -dijo en voz baja-. Pero tampoco intentaría nunca aferrarme a ti si realmente no quieres quedarte. Así no es como hago las cosas.
Mara tocó su sable de luz. La libertad. La libertad real, genuina...
—Supongo que podría probarlo durante algún tiempo -dijo por fin-. ¿De dónde sacaríamos el dinero y los recursos para empezar?
—De Sansia Bardrin, claro -dijo Karrde-. Ella todavía está en deuda conmigo, después de todo. Y ahora que tiene un veto efectivo sobre las decisiones de negocio de la familia, su padre apenas puede hacer algo para bloquearlo.
Mara agitó incrédulamente su cabeza.
-Realmente habría esperado de ella que le hiciera mucho más que simplemente apoderarse de algunas de sus acciones -dijo-. Ciertamente, dado el modo como le miraba mientras salíamos.
—Son gente de negocios -señaló Karrde-. Ese es el aspecto de la guerra en esos círculos. Y claro, ya tienes una nave. La Apuesta Ganadora.
Mara parpadeó.
-Creí que era de la organización.
—Sansia te la dio a ti, no la organización -le recordó Karrde-. Y desde luego no irás a decir que no te la ganaste.
—No -murmuró Mara, con un sentimiento raro goteando a través de ella. Nunca había poseído una nave propia antes. Nunca. Incluso cuando era la Mano del Emperador, todas las naves y equipo que usó era suministros y propiedad Imperial. Su propia nave...
—De todos modos, empieza a pensar sobre qué quieres exactamente y podremos concretar los detalles más tarde -dijo Karrde, poniéndose de pie-. Ahora te dejaré volver a tus ejercicios. -Se dirigió hacia la puerta...
—¿Karrde? -La voz de Dankin se apoderó del intercomunicador de cuarto de ejercicio-. ¿Está usted allí?
—Sí -exclamó Karrde hacia el altavoz-. ¿Qué pasa?
—Tenemos una transmisión entrante de Luke Skywalker -dijo Dankin-. Informa que el ataque de la Nueva República a la fortaleza de Praysh ha terminado y todas las esclavas han sido rescatadas ilesas. Quiere agradecerle que le haya enviado los datos de la matriz de defensa, y discutir el pago por ello.
—Gracias -dijo Karrde-. Felicítelo, y dígale que ahora mismo voy.
El intercomunicador se apagó con un chasquido.
-¿Le enviaste los datos a Luke? -preguntó Mara. No parecía la clase de cosa en la que un maestro Jedi se involucraría personalmente.
—Pensé que él podría mover el tema más rápido que si yo tratase de hacerlo a través de la estructura de mando de la Nueva República -dijo Karrde—. Aparentemente, tenía razón.
—Debe ser terrible tener razón tan a menudo -murmuró Mara.
—Es una pesada carga -convino Karrde con una sonrisa-. Uno sólo tiene que aprender a vivir con ello. Te veré más tarde.
Él salió. Limpiando su cara de nuevo, Mara echó la toalla a un lado y encendió su sable de luz. Un nuevo trabajo -aunque sólo fuera temporal- y su propia nave. Su propia nave.
Aunque tendría que cambiarle el nombre, por supuesto. La Apuesta Ganadora sonaba más como algo que usarían Solo o Calrissian. No, ella necesitaba algo más personal, algo que le recordase lo que le había costado ganar la nave. El Látigo de Jade, quizás, o la Picadura de Jade.
No. Sonrió. El Fuego de Jade.
Activando el remoto de prácticas, sintiéndose más relajada de lo que había estado en semanas, se estableció en posición de combate y alzó su sable de luz. Sí, esto iba a ser interesante. Muy interesante, de hecho...

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