Epílogo
Maarek vio al almirante descender de su lanzadera personal y avanzar hacia la salida del hangar. Avanzaba lentamente, aparentemente sumido en una honda reflexión. Al cabo de un instante, se detuvo y miró a su alrededor. Sus ojos recorrieron la sala y se detuvieron sobre Maarek. Durante un instante, no le reconoció, pero la memoria le volvió rápidamente.
-¡Stele! -gritó.
-¿Almirante? -respondió el joven piloto mientras avanzaba hacia el almirante Mordon, y saludándole al modo oficial: la mano derecha posada sobre el pecho.
El almirante le hizo un gesto para que dejara de saludar, y le sonrió.
-Entonces, ahora que has probado las alegrías de la vida de piloto, ¿te gusta?
-¡Sí, señor! ¡Ya lo creo que sí!
Mordon rompió a reír.
-Te has convertido en un buen piloto, Stele, pero, ¿aún eres capaz de reflexionar? Voy a decirte una cosa: esta galaxia no hace ningún regalo a los que pierden su fuerza de voluntad. Y creo que las cosas van a cambiar muy pronto.
-¿Qué quiere decir? -preguntó.
-Ah, joven Stele. Siento la traición y la mentira. He sobrevivido mucho tiempo en este trabajo porque siento ese tipo de cosas. Así como también siento la lealtad, la devoción y la esperanza. Puedes creerme. No hay que fiarse de las apariencias -el almirante parecía tener ganas de hablar, aunque Maarek tuvo la impresión de que hablaba mientras pensaba en otra cosa. Pero aún no había terminado-. Hazte valer en las misiones y quizá tú también puedas adivinar los acontecimientos. Presta mucha atención a lo que te rodea, y puede que... puede que tú también llegues a comandar una nave almirante algún día.
-Sí, señor -respondió Maarek-. ¿Pero qué debo hacer hasta entonces?
-Es una buena pregunta, piloto. Sobrevivir. Destruir al enemigo. Obedecer las órdenes. Cumplir con tu misión, ganar tus citaciones, abrir los ojos y cerrar la boca. Pero, sobre todo, seguir vivo. Es lo esencial -el almirante encontraba sus palabras muy divertidas, y estalló en una enorme carcajada-. Stele, me diviertes. Ven a verme uno de estos días. Mi puerta siempre está abierta. Utiliza esta contraseña con el centinela. Dile que hay niebla sobre Ciudad Celadon, y te dejará entrar. Hasta pronto, Stele.
El almirante dio media vuelta. Maarek le oyó reír solapadamente al alejarse. Volvió a sus tareas intentando no pensar en Mordon.
-¡Stele! -gritó.
-¿Almirante? -respondió el joven piloto mientras avanzaba hacia el almirante Mordon, y saludándole al modo oficial: la mano derecha posada sobre el pecho.
El almirante le hizo un gesto para que dejara de saludar, y le sonrió.
-Entonces, ahora que has probado las alegrías de la vida de piloto, ¿te gusta?
-¡Sí, señor! ¡Ya lo creo que sí!
Mordon rompió a reír.
-Te has convertido en un buen piloto, Stele, pero, ¿aún eres capaz de reflexionar? Voy a decirte una cosa: esta galaxia no hace ningún regalo a los que pierden su fuerza de voluntad. Y creo que las cosas van a cambiar muy pronto.
-¿Qué quiere decir? -preguntó.
-Ah, joven Stele. Siento la traición y la mentira. He sobrevivido mucho tiempo en este trabajo porque siento ese tipo de cosas. Así como también siento la lealtad, la devoción y la esperanza. Puedes creerme. No hay que fiarse de las apariencias -el almirante parecía tener ganas de hablar, aunque Maarek tuvo la impresión de que hablaba mientras pensaba en otra cosa. Pero aún no había terminado-. Hazte valer en las misiones y quizá tú también puedas adivinar los acontecimientos. Presta mucha atención a lo que te rodea, y puede que... puede que tú también llegues a comandar una nave almirante algún día.
-Sí, señor -respondió Maarek-. ¿Pero qué debo hacer hasta entonces?
-Es una buena pregunta, piloto. Sobrevivir. Destruir al enemigo. Obedecer las órdenes. Cumplir con tu misión, ganar tus citaciones, abrir los ojos y cerrar la boca. Pero, sobre todo, seguir vivo. Es lo esencial -el almirante encontraba sus palabras muy divertidas, y estalló en una enorme carcajada-. Stele, me diviertes. Ven a verme uno de estos días. Mi puerta siempre está abierta. Utiliza esta contraseña con el centinela. Dile que hay niebla sobre Ciudad Celadon, y te dejará entrar. Hasta pronto, Stele.
El almirante dio media vuelta. Maarek le oyó reír solapadamente al alejarse. Volvió a sus tareas intentando no pensar en Mordon.
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