jueves, 26 de febrero de 2009

El honor de los Jedi (1)

El honor de los Jedi
de Troy Denning

1
Luke Skywalker está sentado con su espalda contra el muro. Un hombre con una recompensa imperial sobre su cabeza siempre hace eso. No es una decisión consciente; es una costumbre de comodidad, como vestir una chaqueta preferida o llevar un bláster.
La puerta de entrada se abre chirriando y Luke vuelve su atención a los recién llegados. Antes de que la puerta neumática se ocultase hasta la mitad en el muro, seis siluetas blancas irrumpen en la sala. Con la escasa luz reflejándose en sus pulidas armaduras, las figuras parecen más bien espectros en lugar de soldados de asalto. Sosteniendo sus rifles bláster dispuestos para disparar, se quedan de pie a ambos lados de la entrada. Un hombre delgado de cabellos plateados con el uniforme negro de general imperial les sigue. El general tiene los rasgos estrechos y angulosos de un come-serpientes wheloriano. Mientras barre la sala con sus ojos azules como el hielo, la maldad se posa en ella como una niebla cáustica. Cuando la mirada del general se detiene en el rostro de Luke, el piloto rebelde trata de mantener sus facciones inmóviles mientras deja caer su mano sobre la pistola bláster ceñida a su cintura.
Con su cabello revuelto, sus ojos inquisitivos y su complexión curtida por el sol, Luke aparenta ser un joven ingenuo; una presa fácil para los sinvergüenzas, asesinos y agentes imperiales que infestaban los bebederos clandestinos. Cualquiera que juzgase a este joven por su rostro, sin embargo, pronto lamentaría su error. Tras la apariencia aniñada de Luke, yace una mente determinada y entusiasta que puede conducir hacia experiencias sorprendentes.
Está sentado en la pobremente iluminada cafetería de un hostal, con un insípido tazón de concentrados de proteínas sin ningún tipo de condimento frente a él. Treinta bípedos, con rango variable entre humanos hasta apenas humanoides, también están sentados en la lóbrega cafetería. En la esquina más lejana, cinco sullustanos ocupan una mesa. Tienen ojos oscuros y tristes, y mejillas fláccidas que caen desde sus narices como alforjas. Sus expresiones delatan un cinismo y una crueldad extrañas a la mayoría de los rostros de su raza. Un solitario twi'lek estudia a los sullustanos con ojos pálidos que delatan sus mezquinas intenciones. Los dos tentáculos craneales que cuelgan de su cabeza tiemblan y se balancean a su espalda, como la constantemente oscilante cola de una hembra togoriana. Cerca de una docena de otras razas, muchas de las cuales Luke no puede reconocer, comparten la sala. Tiene cuidado de no mirar fijamente, porque eso podría invitar a recibir a cambio una atención no deseada.
La mayoría de los ocupantes de la sala son mineros que trabajan en el cinturón de asteroides Sil'Lume. Aparentemente, no tienen objeción alguna con la insulsa comida, porque la engullen con placer. Quizá los precios del hostal les gusten más de lo que les disgusta la comida. Una colmena de insectoides parecidos a escarabajos regenta el hostal. La colmena pone tarifas considerablemente bajas, porque ellos mismos producen los concentrados de proteínas. Luke prefiere no pensar cómo.
Como Luke, los mineros ocupan toscos bancos a lo largo de las paredes. Un hombre es la excepción: humano, se sienta ante una mesa en el centro de la sala. Cuando Luke entró al hostal, este hombre fue el primer ser en el que se fijó. Se encontró inconscientemente forzado a mirar una y otra vez al hombre durante su almuerzo. El humano, que parece ser unos cinco años mayor que Luke, tiene una mandíbula firme, rasgos pronunciados, y feroces ojos de un marrón rojizo que atraen la atención del observador casual. De hecho, cerca de la mitad de los seres de la sala prestan algo más que una atención pasajera al hombre solitario. Y él, a cambio, sonríe y saluda con la cabeza a cada ser, como si fueran viejos colegas compartiendo algún noble secreto.
¿Es que ese hombre conoce a todo el mundo en la sala?, se pregunta Luke. ¿O todo el mundo le conoce a él? Se comporta como alguien destinado a gobernar, aunque se sienta solo como un humilde sacerdote. Aparentemente, el humano es la única criatura a la que no le preocupa lo que entra por la puerta, porque mira al lado contrario de la entrada. Luke envidia la confianza y la seguridad implícita en esa despreocupación; sólo lleva siendo rebelde unos pocos meses, pero parecen haber pasado años desde la última vez que no tuvo que cubrirse las espaldas.
Desde que destruyó la Estrella de la Muerte en la batalla de Yavin hacía unos meses, Luke ha estado tan ocupado con peligrosas misiones que casi ha olvidado lo que se siente al dormir en la relativa seguridad de una base rebelde. Este último trabajo es el que más le destroza los nervios de todos, ya que el general Dodonna ha asignado a todo el escuadrón de Luke a tareas de exploración en solitario.
Aunque la Alianza ganó la batalla de Yavin, Dodonna sabe que sólo tiene un breve lapso antes de que el Imperio prepare otro ataque. Si la Rebelión quiere sobrevivir, los rebeldes deben trasladar su base a otra ubicación. Encontrar esa ubicación recae sobre los hombros de Luke y sus compañeros de escuadrón.
Hasta ahora, Luke ha pasado más tiempo esquivando corbetas de patrulla imperiales que explorando mundos aislados. La última vez que inspeccionó un sistema “abandonado”, aterrizó en un puesto de avanzada imperial. Así pues, Luke ha decidido explorar las posibilidades del cinturón de asteroides Sil'Lume. A pesar de estar lejos de estar desierto, Sil'Lume tenía varias cosas que lo hacían recomendable. En primer lugar, el comercio de la minería pesada podría cubrir el tráficomilitar rebelde. En segundo lugar, literalmente un millón de planetoides ocupaban el mismo plano orbital. Incluso si el Imperio rastreaba una nave rebelde hasta el sistema, necesitarían semanas o incluso meses para encontrar la base. En tercer lugar, los rebeldes podrían camuflar su base como una operación minera, ocultarla en una mina profunda, o disfrazarla de un cientos de otras formas.
Pero Sil'Lume tiene una pega, y esta acaba de encontrar a Luke.
-¡Las manos sobre la mesa, muchacho! -ordena el general. Su voz contiene un matiz rencoroso. Tres soldados de asalto apuntan a Luke con rifles bláster, pero claramente no esperan que se resista a la orden del general. Los otros tres dirigen sus armas al humano con los feroces ojos marrones rojizos.
Los dos mineros a ambos lados de Luke se apartaron un poco, con cuidado de mantener sus propias extremidades a la vista. Un minero es un fornido humano con una barba entrecana, un curtido rostro rojizo y una inmensa nariz redonda. Luke no reconoce al otro ser; dos pesados cuernos se curvaban desde su prominente frente, sobre su hocico canino.
-¡No voy a repetírtelo! -ladra el general.
El humano carismático hace un ligero gesto a Luke, como diciendo: “Haz lo que dice”.

2 comentarios:

  1. q es exactamente la serie "el honor de los jedi"?

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  2. Es un libro de "Elige tu propia aventura", en el que empiezas en la sección número 1 y vas leyendo las secciones siguientes en función de tus elecciones

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