<-Anterior
Con Sansia todavía padeciendo la parálisis muscular parcial producida por el látigo neurónico, su progreso por la escalera y a lo largo de los corredores pedregosos fue decididamente lento. Mara dejó que la otra mujer se apoyara en ella mientras caminaban, con los guardias a su alrededor vigilándolas con el ceño fruncido durante todo el camino. Varias veces Mara pidió su ayuda para llevar a la mujer herida, peticiones que fueron ignoradas.
Que era, claro, precisamente la respuesta -o la ausencia de ella- que se esperaba. Con la tarea de sostener a Sansia recayendo totalmente en ella, pudo ajustar los tiempos y retrasar su llegada a la cámara de audiencias de Praysh hasta que Sansia se recuperase lo más posible de su dura prueba. Después de todo, cualquier intento de escapar que pudieran llevar a cabo se simplificaría considerablemente si cada una era capaz de correr por sí misma.
Quedó rápidamente claro, sin embargo, que Praysh no tenía ninguna intención de facilitarles ningún intento de ese tipo. Por el número de drach'nam alineados contra las paredes o que permanecían de pie en un anillo protector alrededor del trono de Praysh, parecía que Su Primera Grandeza tenía la mitad su guarnición allí.
-Parece que esté celebrando una fiesta -comentó Mara cuando ella y Sansia fueron conducidas a menos de un par de metros del anillo interno de guardias-. ¿Tanto miedo tiene de nosotras?
—Oh, los guardias están aquí meramente en espera de que les des una excusa para vengar lo que les hiciste a Brok y Czic fuera del cuarto de las esclavas -dijo Praysh desenvueltamente-. Me pica la curiosidad: ¿dónde obtuviste el ácido con el que les rociaste en las caras?
—Tomé prestados los ingredientes de su dispensario farmacéutico -le dijo Mara. No tenía sentido esquivar la pregunta; si no habían notado los robos todavía, lo habrían hecho bastante pronto-. Es simplemente una cuestión de saber qué productos hay que mezclar.
—Interesante -dijo Praysh, recostándose en su trono y observando a Mara con una mezcla de curiosidad y suspicacia-. Difícilmente la clase de conocimientos que tendría una esclava enviada por el Mrahash de Kvabja. -Se encogió teatralmente de hombros-. Pero, por supuesto, este comentario es irrelevante, ¿no? Dado que no te ha enviado el Mrahash de Kvabja.
Mara sintió un nudo en la garganta. Bardrin le había asegurado que el Mrahash estaba actualmente fuera del sector, y que había ningún modo de que Praysh pudiera comprobar su tapadera.
-Por supuesto que me envió él -dijo, desplegándose hacia la mente del alienígena, intentando deducir si esto era un farol de algún tipo.
—Ahórrame tus mentiras -dijo Praysh, con voz repentinamente áspera. Y no, no había ningún engaño en sus pensamientos-. Tengo una comunicación del propio Mrahash, diciendo que nunca ha oído hablar de ti. De hecho, estaba a punto de enviar a alguien a por ti cuando llevaste a cabo tu lamentable intento de fuga.
—Ya le dije que papá intentaría obligarle a escapar sin mí -murmuró Sansia.
Un látigo crujió desde un costado, y Sansia se agitó espasmódicamente, respirando bruscamente por el dolor. Mara la miró, vio el brillante reguero de sangre que cruzaba su mejilla.
-Si tienes algo que decir, me lo dirás a mí -dijo Praysh fríamente-. Y tú empezarás contándome quién eres y por qué exactamente estás aquí.
—¿Y si no lo hago? -preguntó Mara.
La mirada de Praysh pasó a Sansia.
-Empezaremos la persuasión con tu amiga aquí presente. No creo que quieras oír los detalles.
Mara echó una mirada alrededor del cuarto, buscando una grieta -cualquier grieta- en las defensas de Praysh. Pero no había ninguna. Lo único que podía hacer ahora era negarse a hablar y esperar que hubiera menos guardias con los que enfrentarse en la cámara de tortura a la que les llevasen a Sansia y a ella.
A menos que no planeasen dejarle mirar. O, aún peor, que le dejasen mirar, pero desde un monitor en una ubicación completamente diferente. Eso significaría dejar a Sansia a merced de sus cuchillos...
A un cuarto de la longitud de la sala de distancia, uno de los guardias junto a la puerta de entrada principal de la cámara caminó abruptamente hacia adelante, con un comunicador en su mano.
-Su Primera Grandeza, si me permite unas palabras -exclamó hacia el trono-, acabo de recibir un aviso de que hay una nueva evidencia sobre quién es esta espía.
—Excelente -dijo Praysh, girando su trono para colocarse mirando a esa dirección-. Tráigamela.
El guardia habló por el comunicador, y la puerta se abrió para revelar a dos drach'nam más y a H'sishi, la basurera togoriana que Mara se había encontrado brevemente fuera de los muros del palacio. H'sishi sujetaba en sus manos una sección del cilindro del embalaje en el que había estado el globo flotador de Bardrin.
La sección en la que había estado oculto el sable de luz de Mara.
Mara apretó fuertemente los puños mientras el trío avanzaba hacia el trono a través de los guardias congregados. Cualquier oportunidad que ella y Sansia pudieran tener de escapar iba a depender claramente del hecho de que Praysh desconocía sus habilidades de la Fuerza. Si H'sishi le mostraba el sable de luz, esa ventaja se desvanecería en ese mismo instante. Tenía que hacer su movimiento antes de que eso ocurriera.
Pero todavía no había ninguna oportunidad. Un drach'nam a cada lado, más de ellos llenando la sala, la sección de cilindro de embalaje demasiado lejos para poder romper el forro interno y extraer el sable de luz...
—¿Quién es esta? -preguntó Praysh.
—Una basurera de la calle -dijo uno de los guardias-. Ésta es una sección del cilindro del embalaje en el que la humana trajo su regalo.
Extendió la mano para tomar la sección del cilindro de H'sishi...
La togoriana lo puso fuera de su alcance.
[Soy yo quien debe mostrarlo], siseó. [Mi descubrimiento. Mi recompensa.]
—Déjele que lo traiga -dijo Praysh, gesticulando con impaciencia-. Muéstrame esta supuesta evidencia.
Deliberadamente, pensó Mara, H'sishi examinaba a las dos mujeres. Entonces, caminando a través del anillo interno de guardias, sostuvo la sección del cilindro delante de Praysh.
[Aquí puede verlo], dijo, señalando con una garra al fondo. [Es el sello de marca de la Corporación Uoti.]
—¿Qué? -murmuró Sansia mientras Praysh se inclinaba para mirar más de cerca, y Mara pudo darse cuenta de su súbita confusión y sospecha. Si su supuesta rescatadora realmente fuera de sus competidores Uoti en lugar de su padre...
—Silencio -respondió Mara con otro murmullo, frunciendo el ceño en un poco de confusión propia. No había habido ningún sello de marca en el cilindro; se había asegurado de eso. ¿La togoriana había mezclado su cilindro con algún otro pedazo de basura?
—Ése es realmente el símbolo de Uoti -convino Praysh, tomando la sección de H'sishi y volviendo su mirada de nuevo hacia Mara-. Así que de eso se trata todo, ¿no? Uoti quiere recuperar sus nuevos juguetes.
Mara no contestó, con los ojos fijos en H'sishi mientras intentaba deducir qué estaba pasando. Pero la expresión de la togoriana era totalmente ilegible.
—Sí, eso debe ser -decidió Praysh-. Y supongo que debía de haber esperado esto. Debo felicitarla por su velocidad y su eficacia localizándome. Ha pasado... ¿cuánto? ¿Sólo una semana desde esa adquisición en particular?
—Aún puede que la eficacia sea sólo una ilusión, Su Primera Grandeza -dijo uno de los drach'nam, mirando suspicazmente a H'sishi-. Recuerde que todos los embalajes de la adquisición a Uoti se arrojaron de igual modo a los basureros. Esta alienígena podría haber obtenido uno de los sellos de marca y haberlo transferido a este cilindro.
—No -le dijo Praysh-. El sello tiene el borde adecuadamente tallado en el metal a su alrededor. Es genuino.
Envío a Mara una sonrisa que hizo que un escalofrío bajara involuntariamente por su espalda.
-¿Además, por qué otro motivo habría venido deliberadamente una guerrera de tal habilidad a caer en mis manos como lo ha hecho ella?
Mara volvió a mirar a H'sishi. La togoriana estaba ahora mirándola fijamente, y cuando sus ojos se encontraron, alzó una mano para frotar casualmente su cuello, sacando las uñas un poco más allá de los extremos de sus dedos al hacerlo. ¿Estaba intentando mostrar a Mara cómo había falsificado el grabado del borde? ¿O había algún otro mensaje allí?
Y de repente, Mara lo comprendió.
—No sé qué tipo de truco se supone que es este, Su Primera Grandeza -exclamó, poniendo un tono de desdén en su voz-. Pero es uno bastante débil. Puedo decir desde aquí que eso no es parte del cilindro que traje.
La cara de Praysh se oscureció.
¿Realmente puede? -retumbó-. Qué ojos tan notablemente buenos. O qué memoria tan notablemente lamentable. Quizás esa memoria necesite un poco de estímulo.
[Quizás un vistazo desde más cerca le ayudaría, Su Primera Grandeza], sugirió H'sishi.
—No lo creo -escupió Praysh-. Los juegos preliminares han terminado. Ella se niega a jugar. -Miró a Mara-. Es su última oportunidad, guerrera, de hacerlo de la manera fácil.
H'sishi miró a Mara, y su expresión parecía súbitamente herida. Mara alzó sus cejas, asintiendo ligeramente hacia el cilindro...
[¿Puedo recuperar la sección del cilindro, Su Primera Grandeza?], preguntó la togoriana.
—Cuando acabe con él -dijo brevemente Praysh, con su atención todavía en Mara-. ¿No? Muy bien, entonces. Guardias...
Y abruptamente, H'sishi brincó al trono frente a él. Acuchillando con sus garras las caras de los dos guardaespaldas que flanqueaban Praysh, le arrebató la sección del cilindro de sus manos, le golpeó con ella en la cabeza lo suficientemente fuerte para aturdirlo, e introdujo su mano en el forro interno. Sobre el rugido de bramidos de múltiples drach'nam pudo oírse el chirrido de metal al rasgarse; y justo cuando el anillo interno de guardias localizó a H'sishi y se arrojó sobre ella, ella agitó su muñeca sobre sus cabezas...
Y el sable de luz de Mara fue girando por el cuarto hacia ella.
Alguien lanzó un grito de advertencia; pero ya era demasiado tarde. Mara sostuvo el arma con un férreo agarre de Fuerza, tirando de ella a través de las manos de los drach'nam que intentaban atraparla en el aire.
-¡Abajo! -ladró a Sansia cuando atrapó y encendió el arma, reduciendo a los dos guardias que la flanqueaban en el mismo movimiento.
Y la cámara de audiencias entera se derrumbó en el pandemónium.
Los drach'nam más cercanos, demasiado cerca para usar sus látigos contra ella, intentaron en su lugar tomar sus cuchillos. Murieron sosteniéndolos. Los más lejanos vivieron un poco más, pero no mucho. Sin tiempo de organizarse, demasiado juntos para el uso eficaz de sus látigos, y enfrentándose a un arma que podía cortar con facilidad las trallas, no tenían ninguna oportunidad en absoluto. Mara acuchilló a través de sus líneas como una segadora, sembrando el suelo rocoso tras ella con sus cuerpos, una niebla de furia virtuosa nublando su visión. Justo castigo por Sansia y las otras mujeres degradadas en los hoyos de esclavas; justo castigo por piratería y robo y asesinato a sangre fría; justo castigo por el peligro en el que ponían a la tripulación del Salvaje Karrde...
Y de repente, o eso parecía, todo terminó.
Estaba de pie en el medio de la sala, sosteniendo en alto el sable de luz, respirando duramente por el esfuerzo. A su alrededor había montones de cuerpos de drach'nam...
[Jamás lo habría creído.]
Mara se giró. H'sishi se apretaba contra la pared detrás del trono, mirando fijamente a Mara con una expresión de aturdida incredulidad, con una media docena de heridas rezumantes esparcidas por el pelaje enmarañado de su cara y torso.
-¿Está herida de gravedad? -exclamó Mara, cruzando el cuarto hacia ella. Ninguna de las lesiones parecía seria, pero no estaba lo suficientemente familiarizada con la fisiología togoriana para saberlo con seguridad.
[No realmente], le aseguró H'sishi. [Perdieron muy rápidamente el interés en mí.]
—Suerte para mí que lo hicieron -dijo Mara gravemente, concentrándose en la pared falsa detrás de H'sishi, la pared que contenía los dos puertos bláster ocultos que había descubierto en su primera estancia en la cámara.
Sólo que ahora había un segundo agujero, del tamaño de una hoja de cuchillo, justo debajo de cada uno de los puertos. Y sujeto en la mano de H'sishi estaba el cuchillo drach'nam que encajaba en esos agujeros, con la hoja manchada del rosa pálido de la sangre drach'nam.
—Gracias -dijo Mara, gesticulando hacia la pared-. Me preguntaba por qué nunca llegaron a dispararme.
[Nunca tuvieron tiempo], dijo simplemente H'sishi.
—Ya lo veo. Gracias. ¿Qué pasa con Praysh?
[Creo que escapó], dijo H'sishi. [Junto con muchos de sus guardias. Pero debemos darnos prisa; su compañera ya se ha ido.]
—¿Qué? -preguntó Mara, echando de nuevo una mirada alrededor. Sansia se había ido, de acuerdo. ¿La atrapó Praysh?
[No, salió sola, por esa puerta], señaló H'sishi.
Dirigiéndose hacia su nave, sin duda, todo preparado para irse y dejar a Mara y H'sishi abandonadas allí.
-Maldición -gruñó Mara-. Vamos.
Los corredores, no era ninguna sorpresa, estaban desiertos. Mara lideró el camino, sable de luz en mano, riñéndose silenciosamente por no esperar desde el principio una puñalada por la espalda en el último minuto como esta. De tal palo, tal astilla...
Y entonces, casi antes de que estuviera lista para ello, empujaron la una última puerta y tropezaron con un patio abierto lleno de yates, cargueros pequeños, y filas de letales cazas estelares de alas radiadas. A mitad del camino por el patio, una única nave acababa de elevarse por el aire.
Un yate de lujo SoroSuub 3000.
[¿Es ella?], preguntó H'sishi.
—Sí -dijo Mara agriamente. De tal palo, tal astilla, desde luego.
Pero ahora no había tiempo para permitirse el lujo de enojarse.
-Será mejor que encontremos un medio de escapar de aquí antes de que Praysh consiga organizar lo que quede de sus matones -le dijo a H'sishi-. Veamos si alguna de estas otras naves está abierta...
Hizo una pausa, frunciendo el ceño. El yate, contrariamente a sus expectativas, no estaba dirigiéndose hacia el cielo tan rápido como Sansia podía haberlo hecho. En cambio, había maniobrado con los repulsores hasta colocarse en una posición flotando unos metros por encima del centro del patio.
Y mientras Mara se preguntaba qué demonios estaba haciendo Sansia, un par de disparos de turboláser surgieron de la parte inferior de la embarcación hacia uno de los cazas estelares estacionados, volándolo en una violenta bola de fuego amarillo.
H'sishi gruñó algo que Mara no pudo entender por encima del rugido de las llamas. Todavía disparando, el yate giró lentamente en un círculo, convirtiendo metódicamente el resto de las potenciales naves de persecución de Praysh en trozos de metal. Entonces, maniobrando hacia dónde Mara y H'sishi permanecían de pie, se posó de nuevo en el suelo y la compuerta se abrió.
-Creí que nunca llegarían, ustedes dos -exclamó con impaciencia la voz de Sansia desde el puente-. Vamos, salgamos de aquí.
Con Sansia todavía padeciendo la parálisis muscular parcial producida por el látigo neurónico, su progreso por la escalera y a lo largo de los corredores pedregosos fue decididamente lento. Mara dejó que la otra mujer se apoyara en ella mientras caminaban, con los guardias a su alrededor vigilándolas con el ceño fruncido durante todo el camino. Varias veces Mara pidió su ayuda para llevar a la mujer herida, peticiones que fueron ignoradas.
Que era, claro, precisamente la respuesta -o la ausencia de ella- que se esperaba. Con la tarea de sostener a Sansia recayendo totalmente en ella, pudo ajustar los tiempos y retrasar su llegada a la cámara de audiencias de Praysh hasta que Sansia se recuperase lo más posible de su dura prueba. Después de todo, cualquier intento de escapar que pudieran llevar a cabo se simplificaría considerablemente si cada una era capaz de correr por sí misma.
Quedó rápidamente claro, sin embargo, que Praysh no tenía ninguna intención de facilitarles ningún intento de ese tipo. Por el número de drach'nam alineados contra las paredes o que permanecían de pie en un anillo protector alrededor del trono de Praysh, parecía que Su Primera Grandeza tenía la mitad su guarnición allí.
-Parece que esté celebrando una fiesta -comentó Mara cuando ella y Sansia fueron conducidas a menos de un par de metros del anillo interno de guardias-. ¿Tanto miedo tiene de nosotras?
—Oh, los guardias están aquí meramente en espera de que les des una excusa para vengar lo que les hiciste a Brok y Czic fuera del cuarto de las esclavas -dijo Praysh desenvueltamente-. Me pica la curiosidad: ¿dónde obtuviste el ácido con el que les rociaste en las caras?
—Tomé prestados los ingredientes de su dispensario farmacéutico -le dijo Mara. No tenía sentido esquivar la pregunta; si no habían notado los robos todavía, lo habrían hecho bastante pronto-. Es simplemente una cuestión de saber qué productos hay que mezclar.
—Interesante -dijo Praysh, recostándose en su trono y observando a Mara con una mezcla de curiosidad y suspicacia-. Difícilmente la clase de conocimientos que tendría una esclava enviada por el Mrahash de Kvabja. -Se encogió teatralmente de hombros-. Pero, por supuesto, este comentario es irrelevante, ¿no? Dado que no te ha enviado el Mrahash de Kvabja.
Mara sintió un nudo en la garganta. Bardrin le había asegurado que el Mrahash estaba actualmente fuera del sector, y que había ningún modo de que Praysh pudiera comprobar su tapadera.
-Por supuesto que me envió él -dijo, desplegándose hacia la mente del alienígena, intentando deducir si esto era un farol de algún tipo.
—Ahórrame tus mentiras -dijo Praysh, con voz repentinamente áspera. Y no, no había ningún engaño en sus pensamientos-. Tengo una comunicación del propio Mrahash, diciendo que nunca ha oído hablar de ti. De hecho, estaba a punto de enviar a alguien a por ti cuando llevaste a cabo tu lamentable intento de fuga.
—Ya le dije que papá intentaría obligarle a escapar sin mí -murmuró Sansia.
Un látigo crujió desde un costado, y Sansia se agitó espasmódicamente, respirando bruscamente por el dolor. Mara la miró, vio el brillante reguero de sangre que cruzaba su mejilla.
-Si tienes algo que decir, me lo dirás a mí -dijo Praysh fríamente-. Y tú empezarás contándome quién eres y por qué exactamente estás aquí.
—¿Y si no lo hago? -preguntó Mara.
La mirada de Praysh pasó a Sansia.
-Empezaremos la persuasión con tu amiga aquí presente. No creo que quieras oír los detalles.
Mara echó una mirada alrededor del cuarto, buscando una grieta -cualquier grieta- en las defensas de Praysh. Pero no había ninguna. Lo único que podía hacer ahora era negarse a hablar y esperar que hubiera menos guardias con los que enfrentarse en la cámara de tortura a la que les llevasen a Sansia y a ella.
A menos que no planeasen dejarle mirar. O, aún peor, que le dejasen mirar, pero desde un monitor en una ubicación completamente diferente. Eso significaría dejar a Sansia a merced de sus cuchillos...
A un cuarto de la longitud de la sala de distancia, uno de los guardias junto a la puerta de entrada principal de la cámara caminó abruptamente hacia adelante, con un comunicador en su mano.
-Su Primera Grandeza, si me permite unas palabras -exclamó hacia el trono-, acabo de recibir un aviso de que hay una nueva evidencia sobre quién es esta espía.
—Excelente -dijo Praysh, girando su trono para colocarse mirando a esa dirección-. Tráigamela.
El guardia habló por el comunicador, y la puerta se abrió para revelar a dos drach'nam más y a H'sishi, la basurera togoriana que Mara se había encontrado brevemente fuera de los muros del palacio. H'sishi sujetaba en sus manos una sección del cilindro del embalaje en el que había estado el globo flotador de Bardrin.
La sección en la que había estado oculto el sable de luz de Mara.
Mara apretó fuertemente los puños mientras el trío avanzaba hacia el trono a través de los guardias congregados. Cualquier oportunidad que ella y Sansia pudieran tener de escapar iba a depender claramente del hecho de que Praysh desconocía sus habilidades de la Fuerza. Si H'sishi le mostraba el sable de luz, esa ventaja se desvanecería en ese mismo instante. Tenía que hacer su movimiento antes de que eso ocurriera.
Pero todavía no había ninguna oportunidad. Un drach'nam a cada lado, más de ellos llenando la sala, la sección de cilindro de embalaje demasiado lejos para poder romper el forro interno y extraer el sable de luz...
—¿Quién es esta? -preguntó Praysh.
—Una basurera de la calle -dijo uno de los guardias-. Ésta es una sección del cilindro del embalaje en el que la humana trajo su regalo.
Extendió la mano para tomar la sección del cilindro de H'sishi...
La togoriana lo puso fuera de su alcance.
[Soy yo quien debe mostrarlo], siseó. [Mi descubrimiento. Mi recompensa.]
—Déjele que lo traiga -dijo Praysh, gesticulando con impaciencia-. Muéstrame esta supuesta evidencia.
Deliberadamente, pensó Mara, H'sishi examinaba a las dos mujeres. Entonces, caminando a través del anillo interno de guardias, sostuvo la sección del cilindro delante de Praysh.
[Aquí puede verlo], dijo, señalando con una garra al fondo. [Es el sello de marca de la Corporación Uoti.]
—¿Qué? -murmuró Sansia mientras Praysh se inclinaba para mirar más de cerca, y Mara pudo darse cuenta de su súbita confusión y sospecha. Si su supuesta rescatadora realmente fuera de sus competidores Uoti en lugar de su padre...
—Silencio -respondió Mara con otro murmullo, frunciendo el ceño en un poco de confusión propia. No había habido ningún sello de marca en el cilindro; se había asegurado de eso. ¿La togoriana había mezclado su cilindro con algún otro pedazo de basura?
—Ése es realmente el símbolo de Uoti -convino Praysh, tomando la sección de H'sishi y volviendo su mirada de nuevo hacia Mara-. Así que de eso se trata todo, ¿no? Uoti quiere recuperar sus nuevos juguetes.
Mara no contestó, con los ojos fijos en H'sishi mientras intentaba deducir qué estaba pasando. Pero la expresión de la togoriana era totalmente ilegible.
—Sí, eso debe ser -decidió Praysh-. Y supongo que debía de haber esperado esto. Debo felicitarla por su velocidad y su eficacia localizándome. Ha pasado... ¿cuánto? ¿Sólo una semana desde esa adquisición en particular?
—Aún puede que la eficacia sea sólo una ilusión, Su Primera Grandeza -dijo uno de los drach'nam, mirando suspicazmente a H'sishi-. Recuerde que todos los embalajes de la adquisición a Uoti se arrojaron de igual modo a los basureros. Esta alienígena podría haber obtenido uno de los sellos de marca y haberlo transferido a este cilindro.
—No -le dijo Praysh-. El sello tiene el borde adecuadamente tallado en el metal a su alrededor. Es genuino.
Envío a Mara una sonrisa que hizo que un escalofrío bajara involuntariamente por su espalda.
-¿Además, por qué otro motivo habría venido deliberadamente una guerrera de tal habilidad a caer en mis manos como lo ha hecho ella?
Mara volvió a mirar a H'sishi. La togoriana estaba ahora mirándola fijamente, y cuando sus ojos se encontraron, alzó una mano para frotar casualmente su cuello, sacando las uñas un poco más allá de los extremos de sus dedos al hacerlo. ¿Estaba intentando mostrar a Mara cómo había falsificado el grabado del borde? ¿O había algún otro mensaje allí?
Y de repente, Mara lo comprendió.
—No sé qué tipo de truco se supone que es este, Su Primera Grandeza -exclamó, poniendo un tono de desdén en su voz-. Pero es uno bastante débil. Puedo decir desde aquí que eso no es parte del cilindro que traje.
La cara de Praysh se oscureció.
¿Realmente puede? -retumbó-. Qué ojos tan notablemente buenos. O qué memoria tan notablemente lamentable. Quizás esa memoria necesite un poco de estímulo.
[Quizás un vistazo desde más cerca le ayudaría, Su Primera Grandeza], sugirió H'sishi.
—No lo creo -escupió Praysh-. Los juegos preliminares han terminado. Ella se niega a jugar. -Miró a Mara-. Es su última oportunidad, guerrera, de hacerlo de la manera fácil.
H'sishi miró a Mara, y su expresión parecía súbitamente herida. Mara alzó sus cejas, asintiendo ligeramente hacia el cilindro...
[¿Puedo recuperar la sección del cilindro, Su Primera Grandeza?], preguntó la togoriana.
—Cuando acabe con él -dijo brevemente Praysh, con su atención todavía en Mara-. ¿No? Muy bien, entonces. Guardias...
Y abruptamente, H'sishi brincó al trono frente a él. Acuchillando con sus garras las caras de los dos guardaespaldas que flanqueaban Praysh, le arrebató la sección del cilindro de sus manos, le golpeó con ella en la cabeza lo suficientemente fuerte para aturdirlo, e introdujo su mano en el forro interno. Sobre el rugido de bramidos de múltiples drach'nam pudo oírse el chirrido de metal al rasgarse; y justo cuando el anillo interno de guardias localizó a H'sishi y se arrojó sobre ella, ella agitó su muñeca sobre sus cabezas...
Y el sable de luz de Mara fue girando por el cuarto hacia ella.
Alguien lanzó un grito de advertencia; pero ya era demasiado tarde. Mara sostuvo el arma con un férreo agarre de Fuerza, tirando de ella a través de las manos de los drach'nam que intentaban atraparla en el aire.
-¡Abajo! -ladró a Sansia cuando atrapó y encendió el arma, reduciendo a los dos guardias que la flanqueaban en el mismo movimiento.
Y la cámara de audiencias entera se derrumbó en el pandemónium.
Los drach'nam más cercanos, demasiado cerca para usar sus látigos contra ella, intentaron en su lugar tomar sus cuchillos. Murieron sosteniéndolos. Los más lejanos vivieron un poco más, pero no mucho. Sin tiempo de organizarse, demasiado juntos para el uso eficaz de sus látigos, y enfrentándose a un arma que podía cortar con facilidad las trallas, no tenían ninguna oportunidad en absoluto. Mara acuchilló a través de sus líneas como una segadora, sembrando el suelo rocoso tras ella con sus cuerpos, una niebla de furia virtuosa nublando su visión. Justo castigo por Sansia y las otras mujeres degradadas en los hoyos de esclavas; justo castigo por piratería y robo y asesinato a sangre fría; justo castigo por el peligro en el que ponían a la tripulación del Salvaje Karrde...
Y de repente, o eso parecía, todo terminó.
Estaba de pie en el medio de la sala, sosteniendo en alto el sable de luz, respirando duramente por el esfuerzo. A su alrededor había montones de cuerpos de drach'nam...
[Jamás lo habría creído.]
Mara se giró. H'sishi se apretaba contra la pared detrás del trono, mirando fijamente a Mara con una expresión de aturdida incredulidad, con una media docena de heridas rezumantes esparcidas por el pelaje enmarañado de su cara y torso.
-¿Está herida de gravedad? -exclamó Mara, cruzando el cuarto hacia ella. Ninguna de las lesiones parecía seria, pero no estaba lo suficientemente familiarizada con la fisiología togoriana para saberlo con seguridad.
[No realmente], le aseguró H'sishi. [Perdieron muy rápidamente el interés en mí.]
—Suerte para mí que lo hicieron -dijo Mara gravemente, concentrándose en la pared falsa detrás de H'sishi, la pared que contenía los dos puertos bláster ocultos que había descubierto en su primera estancia en la cámara.
Sólo que ahora había un segundo agujero, del tamaño de una hoja de cuchillo, justo debajo de cada uno de los puertos. Y sujeto en la mano de H'sishi estaba el cuchillo drach'nam que encajaba en esos agujeros, con la hoja manchada del rosa pálido de la sangre drach'nam.
—Gracias -dijo Mara, gesticulando hacia la pared-. Me preguntaba por qué nunca llegaron a dispararme.
[Nunca tuvieron tiempo], dijo simplemente H'sishi.
—Ya lo veo. Gracias. ¿Qué pasa con Praysh?
[Creo que escapó], dijo H'sishi. [Junto con muchos de sus guardias. Pero debemos darnos prisa; su compañera ya se ha ido.]
—¿Qué? -preguntó Mara, echando de nuevo una mirada alrededor. Sansia se había ido, de acuerdo. ¿La atrapó Praysh?
[No, salió sola, por esa puerta], señaló H'sishi.
Dirigiéndose hacia su nave, sin duda, todo preparado para irse y dejar a Mara y H'sishi abandonadas allí.
-Maldición -gruñó Mara-. Vamos.
Los corredores, no era ninguna sorpresa, estaban desiertos. Mara lideró el camino, sable de luz en mano, riñéndose silenciosamente por no esperar desde el principio una puñalada por la espalda en el último minuto como esta. De tal palo, tal astilla...
Y entonces, casi antes de que estuviera lista para ello, empujaron la una última puerta y tropezaron con un patio abierto lleno de yates, cargueros pequeños, y filas de letales cazas estelares de alas radiadas. A mitad del camino por el patio, una única nave acababa de elevarse por el aire.
Un yate de lujo SoroSuub 3000.
[¿Es ella?], preguntó H'sishi.
—Sí -dijo Mara agriamente. De tal palo, tal astilla, desde luego.
Pero ahora no había tiempo para permitirse el lujo de enojarse.
-Será mejor que encontremos un medio de escapar de aquí antes de que Praysh consiga organizar lo que quede de sus matones -le dijo a H'sishi-. Veamos si alguna de estas otras naves está abierta...
Hizo una pausa, frunciendo el ceño. El yate, contrariamente a sus expectativas, no estaba dirigiéndose hacia el cielo tan rápido como Sansia podía haberlo hecho. En cambio, había maniobrado con los repulsores hasta colocarse en una posición flotando unos metros por encima del centro del patio.
Y mientras Mara se preguntaba qué demonios estaba haciendo Sansia, un par de disparos de turboláser surgieron de la parte inferior de la embarcación hacia uno de los cazas estelares estacionados, volándolo en una violenta bola de fuego amarillo.
H'sishi gruñó algo que Mara no pudo entender por encima del rugido de las llamas. Todavía disparando, el yate giró lentamente en un círculo, convirtiendo metódicamente el resto de las potenciales naves de persecución de Praysh en trozos de metal. Entonces, maniobrando hacia dónde Mara y H'sishi permanecían de pie, se posó de nuevo en el suelo y la compuerta se abrió.
-Creí que nunca llegarían, ustedes dos -exclamó con impaciencia la voz de Sansia desde el puente-. Vamos, salgamos de aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario