Primer
Contacto
Timothy Zahn
Con un último
chisporroteo de repulsoelevadores trepidantes, el yate espacial Comprador Uwana se posó en el campo de
aterrizaje que había sido despejado en la selva de Varonat.
-¡Qué lugar
tan agradable y de aspecto tan civilizado! -comentó Quelev Tapper, mirando por
la carlinga-. ¿Estás seguro de que no nos hemos pasado y hemos aterrizado en el
vertedero de malezas de alguien?
Talon Karrde
miró hacia los árboles de color amarillo pálido que rodeaban el terreno y los cerca
de treinta edificios en ruinas enclavados a sus pies.
-No, es aquí -aseguró
a su teniente-. La Gran Jungla
de Varonat. Hogar de un puñado de depósitos comerciales de tercera categoría y de
unos pocos miles de colonos que no tienen el cerebro suficiente para hacer las
maletas e irse a otra parte.
-Y de un feo krish
llamado Gamgalon -dijo Tapper-. No sé, Karrde. Sigo pensando que deberíamos
haber traído el Karrde Salvaje y el Hielo Estrellado y tener algo de
potencia de fuego decente detrás de nosotros. Aquí parecemos mynocks de feria.
-Estamos aquí
para observar, no para crear problemas -le recordó Karrde, soltándose los
arneses de seguridad y poniéndose en pie-. Gamgalon no se molestaría con estos safaris
privados de caza de morodins si no hubiera algún gran beneficio en juego. Sólo
quiero saber qué se trae entre manos, y si podemos sacar alguna tajada para
nosotros.
-Razón de más
para tener apoyo con nosotros -se quejó Tapper, comprobando que su bláster
salía sin problemas de su funda mientras seguía a Karrde a la escotilla de
popa-. Pero tú eres el jefe.
-Eso es muy
cierto. ¿Estás listo?
Tapper respiró
hondo, exhaló ruidosamente.
-Hagámoslo.
Karrde pulsó
el control y la escotilla se deslizó dentro del casco.
Olfateando los
aromas exóticos, él y Tapper descendieron por la rampa y se dirigieron a través
del campo hacia un edificio en el que colgaba un descolorido letrero de Instalaciones Portuarias.
Apenas estaban
a mitad del camino cuando dos hombres que estaban apoyados junto a otro de los
edificios se despegaron de su pared y avanzaron con naturalidad para
interceptar a los recién llegados.
-Hola -dijo
uno de ellos tan pronto estuvo al alcance de su oído-. Bienvenidos a Tropis-on-Varonat.
¿Han venido por las vistas?
-Eso ha tenido
gracia –le felicitó Karrde-. No, estamos aquí por el mecánico de hiperimpulsor que
esperamos sinceramente que tendrán.
-Ah -dijo el
otro, volviendo la mirada hacia el Comprador
Uwana-. Sí, no me sorprende. Cuanto más llamativo es el casco, más desastrosas
son las entrañas.
-Guárdate el lenguaje
colorido para los turistas -gruñó Tapper-. ¿Hay un mecánico de hiperimpulsor
aquí o no?
El otro lo
miró un momento y luego se volvió de nuevo a Karrde.
-Su amigo es
un poco escaso de modales -dijo.
-Lo compensa con
sus habilidades -dijo Karrde, sacando un puñado de monedas de alta denominación
de su bolsillo y eligiendo ostentosamente entre ellas-. Y con su comprensión de
los horarios. Tenemos algunos asuntos de gran importancia esperándonos en
Svivren.
-Claro, lo
entiendo -dijo el otro-. Sin ánimo de ofender, señor...
-Síndico
Pandis Hart del Consejo Sif-Uwana –se identificó Karrde-. Este es mi piloto, el
capitán Seoul. -Escogió una de las monedas, la sostuvo en alto-. Y tenemos
bastante prisa.
-Hey, no hay
problema. -El hombre sonrió, señalando con el pulgar hacia el edificio de las
instalaciones portuarias mientras tomaba hábilmente la moneda de la mano de
Karrde-. Buzzy, ve a decirles que tienen un cliente. Trabajo urgente.
Su compañero
asintió en silencio y salió trotando hacia el edificio.
-Mi nombre es
Fleck, Síndico -continuó el hombre-. A primera vista, yo diría que van a estar
atrapados aquí por unos cuantos días. ¿Tienen algún plan?
Karrde miró
intencionadamente a su alrededor.
-¿Es que hay
algún plan que valga la pena tener?
-De hecho, lo
hay -dijo Fleck-. Un tipo de aquí organiza un safari bastante interesante por
la selva... de hecho, la próxima expedición tiene su salida programada para
mañana a primera hora. ¿Han oído hablar de los morodins?
-No lo creo -dijo
Karrde-. ¿Caza mayor?
-La mayor de
todas -le aseguró Fleck-. Bichos con aspecto de babosa-lagarto gigante, de diez
a veinte metros de largo. Son un buen trofeo para colgar de la pared o en un
pasillo. -Su labio tembló sardónicamente-. Tampoco son demasiado rápidos o malvados.
Es una buena manera de comenzar para un principiante.
-Es
reconfortante escuchar eso. -Karrde miró a Tapper-. ¿Qué te parece, Seoul?
-No suena muy
peligroso, señor -dijo Tapper con la nota justa de preocupación-. Confío en que
no vaya a ir solo.
-No, hay otros
cuatro cazadores inscritos -dijo Fleck-. Y el jefe siempre tiene un par de
escoltas de guardia junto a él. Seguro y confortable como en una batamanta.
-Aún así, me
gustaría recomendarle que me permita acompañarle, señor -insistió Tapper-. Solía
ser muy bueno con una BlasTech a280.
-Primero averigüemos
cuánto cuesta estar tan seguro como en una batamanta -dijo Karrde secamente.
-Casi nada. –Fleck
sopló por la nariz-. No para un caballero de su posición. Sólo doce mil cada
uno.
Karrde sonrió.
-Un hombre de posición
no se mantiene allí malgastando el dinero. Quince mil por ambos.
Fleck sonrió.
-Negociador
duro, ¿eh? Que sean veinte.
-Hombre de
negocios con experiencia -corrigió Karrde-. Que sean diecisiete.
El otro arrugó
la frente, y luego se relajó.
-Está bien.
Diecisiete.
-Muy bien -dijo
Karrde-. ¿Cuándo partimos?
-Cinco y media
mañana por la mañana -dijo Fleck-. Simplemente aparezcan aquí. Yo le diré al
jefe que van a venir. No se olvide de traer los diecisiete. -Señaló al otro
lado del campo-. Puede preparar su equipo en ese edificio de allí, y conseguir
una habitación para pasar la noche en el hotel de al lado. Es, eh, más
agradable en el interior de lo que parece.
-Eso espero -convino
Karrde-. Confío en que nadie se sienta ofendido si pasamos del alojamiento. ¿Los
proveedores de equipo sabrán qué equipo vamos a necesitar?
-Por supuesto -asintió
Fleck-. Como he dicho, el jefe organiza estos safaris a menudo.
-Muy bien -dijo
Karrde-. Ven, Seoul, veamos qué tienen para ofrecernos.
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