A su imagen
Karen Traviss
Es natural que quiera destruirme. No es una simple ambición mundana, como lo sería en un hombre común y corriente, sino que es parte de su crecimiento. Y por supuesto que no me ofende: es por eso que lo elegí. Pero aún necesita seguir creciendo.
-El Emperador Palpatine, acerca de su aprendiz, Darth Vader
PALACIO IMPERIAL, CORUSCANT
El soldado era
un extraño.
Vader ya había
servido bastante tiempo junto a los restos de lo que había sido el Gran
Ejército de la República
para saber exactamente a qué altura
le llegaba un soldado clon. Las coronas de los cascos blancos llegaban
consistentemente al nivel de la boquilla de su máscara, para cada uno de ellos,
siempre, sin variación.
Pero éste
apenas llegaba a su mandíbula.
-Quítate el casco
-dijo Vader.
-¡Señor!
-respondió automáticamente el soldado y abrió el sello. Se quitó el casco, algo
igualmente desconocido, con su nuevo diseño acampanado en el protector de la
boca, y se lo puso bajo el brazo en un movimiento ensayado.
Estaba lejos
de ser el tranquilizador clon Fett estándar. Las pupilas dilatadas de sus
pálidos ojos azules eran la única indicación de su ansiedad por estar siendo
objeto de escrutinio como la potencial plantilla de un nuevo grupo de guerreros
obedientes.
Vader estimó
que era diez centímetros demasiado bajo y diez kilos demasiado ligero.
Dio la vuelta
alrededor del soldado un par de veces con pasos lentos y pesados que resonaban
en a las pulidas paredes de color verde grisáceo. Al principio Vader se había
visto forzado por sus prótesis y su armadura a dar tales zancadas deliberadas;
ahora ya se sentía cómodo con el traje, pero conservaba la forma de caminar.
Eso hacía que
la gente fuera cauta. Lo anunciaba.
Servía para su propósito.
Se detuvo
delante del soldado, con la placa pectoral casi lo suficientemente cerca como
para tocarlo, y le miró a los ojos otra vez, hasta que empezaron a lagrimear y
el hombre finalmente parpadeó. Vader ni siquiera necesitaba ponerlo a prueba
con la Fuerza.
Él sólo tenía que estar demasiado cerca. Le fascinaba.
No va a mantenerse firme. Es fiel y es
competente, pero tiene sus límites. Y hay demasiado en juego como apresurarse
eligiendo una opción inferior.
-Puedes
marcharte -dijo Vader.
El soldado
casi adecuado llevó su casco alrededor de su pecho con una mano en un
movimiento coreografiado, y se lo puso de nuevo en la cabeza con las dos manos,
con igual precisión. Luego saludó, giró 180 grados sobre sus talones, y se
marchó. Vader lo vio desaparecer por las grandes puertas dobles, y esperó a que
el hombre que sabía que estaba mirando desde atrás se mostrase.
-Viene
altamente recomendado, pero confío en tu juicio -dijo el Emperador Palpatine,
saliendo de la sombra de la arcada-. Siento tu decepción.
-No, con el
debido respeto, no la siente, mi Señor -dijo Vader. Caminaban ahora a la par,
Vader acortando su paso para que coincidiera con el de Palpatine-. No estoy
decepcionado. Simplemente estoy refinando mi búsqueda. Es un buen hombre, pero
no lo suficientemente bueno.
-Tenemos
tiempo. Ya hay clones en producción. Ya lo sabes.
-Perdóneme,
pero prefiero supervisar un proyecto desde el inicio. Puede que el Imperio
parezca asentado, pero estos primeros años necesitamos la capacidad de
proyectar poder. Y eso significa mantener la calidad tanto como restaurar la
cantidad.
-Tenemos
suficiente de ambos para permitirte un margen de maniobra.
Vader aminoró
aún más y bajó la mirada hacia Palpatine, casi una caricatura de la vejez, a
quien ni odiaba ni amaba ni temía. La ausencia de pasión era casi una bendición
en sí misma.
-Pensé que
confiaba en mi juicio. Tal vez sea en mí
en quien no confía, Maestro.
-Confío en que
hagas lo que sé que harás.
Vader aún
seguía cauteloso ya que se encontraban al borde de lo que parecía ser una
prueba mutua. Optó por no reaccionar.
-El orden pacífico
se basa en un ejército satisfecho, fuerte y bien equipado. Acabo de definirle
la lealtad. La ideología no les concierne.
-Entonces
tienes que buscar más allá. -Palpatine echó ligeramente su capucha hacia atrás-.
Y me interesa que te preocupes por su satisfacción.
-Me preocupo
de que ninguno esté descontento, y eso no es lo mismo -dijo Vader. No era del
todo cierto: dedicaba más tiempo a las categorías más bajas que a los Moffs y
algunos de los otros oficiales-. Y es más eficiente inspirar respeto que
gobernar por el terror.
Palpatine se
detuvo en las puertas, como si se hubiera agotado por la marcha a través de la sala.
Su voz era casi un susurro.
-No creo haberte
entendido bien. Parece como si quisieras ser... apreciado.
Vader escuchó
el subtexto. ¿Te estás debilitando tan
pronto? Él ya estaba purgado de su ira, pero aún tenía que atender lo que
habría sido un insulto entre personas comunes.
-La autoridad
severa requiere esfuerzo. De entrada, prefiero evitar la necesidad. Eso no quiere
decir que no vaya a hacer lo que sea necesario. Ya me conoce.
Palpatine hizo
una pausa, apenas un latido.
-Es una
lástima que todavía no podamos clonar a otros clones.
-Tenemos una
galaxia de potenciales plantillas, Maestro.
-Entonces
amplía tu búsqueda. -El Emperador esbozó una sonrisa agradable e inusual-.
Vamos a organizar un viaje.
Vader hizo una
pequeña reverencia –un mínimo gesto, nada más- y se alejó por el corredor. Una
docena de soldados de asalto se encontraban en el pasillo, dispersos a intervalos,
y saltaron de descansen a firmes en el mismo preciso momento. Se
cuadraron.
Todos ellos
tenían exactamente la misma altura, la misma constitución.
Había algunas
cosas con las que todavía se podía contar, pensó Vader casi complacido.
Un día sólo podré confiar en mí mismo.
Se sentía
cómodo con esa idea. Hace un año, hace unos meses, le habría hecho sentir una
insoportable tristeza.
Por una vez,
devolvió el saludo de los soldados de asalto. Casi dependían tanto de su
armadura y estaban tan confinados en ella como él. Sintió un breve momento de afinidad
puramente profesional. Vader había superado que sus emociones le dominaran.
Y él sabía lo
que significaba estar creado a imagen de otra persona.
***
Había habido
muchas Manos del Emperador -con títulos menos imperiales e incluso sin ningún
título en absoluto- durante el tiempo de Palpatine en el cargo, y ninguno de
ellos parecía contento con esa necesidad. Era la naturaleza de los asesinos, dedició
Palpatine. No les gustaba jugar en equipo.
Dejó que las
puertas se cerrasen tras él y se acomodó en una silla de apocia tallada contra
una pared de su salón del trono. Su actual Mano, Sa Cuis, le estaba esperando, contrayendo
muy ligeramente los músculos de la mandíbula, claramente impaciente incluso si
pensaba que estaba presentando una fachada de calma a su Emperador. Palpatine
se preguntó por qué el asesino se molestaba en disimular sus sentimientos
frente a alguien con dominio en la
Fuerza ; pero era su costumbre, se imaginó, y le permitió su arraigada
necesidad de engaño.
Cuis tenía una
cara totalmente benigna y una túnica gris carbón que le hacía parecer un
inofensivo, aunque musculoso, contable. Era otro camuflaje elegante. Palpatine
respetaba a un hombre tan seguro de su propia fuerza que no necesitaba ninguna
muestra externa de amenaza.
-Mi señor, no
acabo de entender esta misión, y usted sabe que necesito hacerlo si voy a completarla.
No era una
pregunta carente de sentido, incluso para un Jedi Oscuro.
-No tiene
mayor complejidad. Sigue a Lord Vader al sector Parmel y, con los colegas que
elijas, mátalo.
-Hay tantas
preguntas que debo...
-Mátalo. Él lo
necesita.
-Él es su aprendiz. Ha invertido tanto en él. -Cuis
tenía los ojos muy oscuros, casi completamente negros, y por un momento Palpatine
se preguntó si había algo más que sangre humana en él. Había dejado de
parpadear y ahora centraba su mirada ligeramente a un lado del Emperador. Aparentemente
se le había ocurrido una idea; parecía aliviado.
-¿Quiere decir
que lo pongamos a prueba, mi señor? Algo que demuestre su valía, que lo ponga
en forma...
-No, quiero
decir que lo mates. Quiero decir sin cuartel. No una finta. Un auténtico asesinato.
Sí, Cuis había captado la idea. Palpatine no
necesitaba ninguna de sus habilidades de la Fuerza de verlo. El asesino tragaba ahora saliva
con frecuencia.
-¿Qué pasa si
no tengo éxito?
-Dudo que tengas
éxito. Y él te matará... probablemente.
Ni una pausa,
ni un parpadeo. Un buen hombre, Cuis.
-Un equipo
podría...
-Necesitarás un equipo, confía en mí.
Lord Vader no es tan fuerte como yo esperaba que fuera a estas alturas, pero sigue
siendo un rival formidable.
Cuis sacó un
sable de luz y sostuvo la empuñadura con ambas manos.
-Lo sé. He adquirido
un arma más adecuada.
Con un
chasquido separó la empuñadura en dos secciones; la energía surgió recta y
vívida de cada una, una hoja de color rojo y la otra blanca. Trazó arcos lentos
y cautelosos con ambas armas, casi tocándose entre sí, y luego las apagó y reunió
las empuñaduras de nuevo en una sola.
-Esto podría bastar.
Palpatine
sondeó discretamente el estado de ánimo del Jedi Oscuro. Sí, preocupado, pero decidido. Orgullo profesional y un poco de saludable
y bienvenido temor. La muerte era un gaje del oficio para la gente como él.
-Espero que no.
-Pero, ¿y si
Lord Vader descubre que usted está detrás de esto? –preguntó Cuis, aparentemente
reservándose la preocupación por sus propias posibilidades de supervivencia.
-Lo hará -dijo
Palpatine. Oh, sí, lo haría, y eso era lo que Vader necesitaba-. Espero que lo
haga.
Un Sith podía pasar
más allá del odio y la ira con demasiada rapidez.
Vader necesitaba
hacerse más fuerte, y rápido. La traición no sorprendería a su aprendiz, pero
había un mundo de diferencia terapéutica entre esperarla y experimentarla. Si
Palpatine todavía hubiera sido capaz de experimentar remordimiento, lo habría sentido
en ese momento.
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