viernes, 7 de septiembre de 2012

Darth Maul: Contención (V)


En otro extremo de un mar de estrellas, la alta y pálida bruja había escuchado con atención el relato del viajero de otro mundo, limitándose a atender a las imágenes producidas por la tecnología que había traído, y ahora ordenó a dos miembros de su aquelarre que trajeran a la Hermana de la Noche llamada Kycina ante su presencia.
El planeta era conocido como Dathomir, y el clan de la Madre Talzin dominaba esa parte remota del mismo, realizando rituales en honor a la Diosa Alada y al Dios Colmilludo, aprendiendo el lenguaje de los grandes animales, como el rancor, y conjurando icor de espíritu como un modo de mantener en equilibrio las fuerzas de la naturaleza. Pocos extranjeros habían visto manifestaciones de la magia del aquelarre, y la mayoría de los que lo habían hecho estaban muertos.
Descendientes deshonradas de un Jedi condenado al ostracismo, las Hermanas de la Noche eran humanas ágiles, aunque el uso de los poderes del lado oscuro las había alterado tanto física como emocionalmente. Los ojos plateados de Talzin estaban ribeteados con marcas permanentes que se extendían hacia arriba desde sus esquinas exteriores hacia una frente amplia, sin pelo, enmarcando un medallón con forma de escudo que colgaba de una capucha roja marcadamente puntiaguda. Su boca también estaba enmarcada por decoloraciones, así como por profundas grietas que iban desde la nariz hasta la cuadrada barbilla. Los adornos rectos y arremolinados que se proyectaban desde su túnica le daban el aspecto de un insecto alado, una estrella roja, o una flor letal.
Coronando una plataforma apoyada sobre los brazos en alto de estilizadas figuras humanas, su guarida de piedra mostraba una fachada con forma de rostro alargado, cuya boca aullante era la entrada principal del edificio.
Fue de ese profundo agujero de donde Talzin surgió con el extranjero y dos Hermanas de la Noche vestidas de rojo, estas últimas armadas con espadas cortas. La aparición de los cuatro tuvo lugar al enterarse de que Kycina había sido localizada y llevada a la Fuente: una pileta rectangular poco profunda que servía a un tiempo de altar y de depósito para el icor conjurado, y en torno al cual las integrantes del aquelarre se reunían para llevar a cabo sus rituales. El aire húmedo estaba impregnado con el olor de los frutos maduros que colgaban oscilando de las ramas arqueadas y sin hojas de las plantas cercanas.
Situada entre dos Hermanas de la Noche en el lado opuesto de la Fuente, Kycina vio acercarse a Talzin y los demás. Pequeña y con aspecto joven a pesar de su edad, no estaba armada y tenía la capucha de su vestimenta bajada, revelando un cabello muy corto de color claro.
-Se ha descubierto que un zabrak dathomiri reside en un mundo distante conocido como Orsis -dijo Talzin sin preámbulos.
Para comodidad del extranjero, habló en básico, pero su fuerte acento echó por tierra su intención. Le pidió que mostrara a Kycina las imágenes holográficas que le había mostrado antes, dejando notar su obvio desdén por el dispositivo del extranjero.
-Es este -dijo Talzin, señalando a la pantalla del dispositivo-. Sus marcas indican que fue consagrado como Hermano de la Noche antes de dejar nuestro mundo. -Subordinados a las Hermanas de la Noche, y mantenidos para la reproducción y la guerra, los Hermanos de la Noche eran zabrak dathomiri que vivían confinados en los pueblos de los alrededores del dominio de Talzin.
-Eso está claro, Madre -dijo Kycina, apartando la mirada de la pantalla-. Pero, ¿por qué traes esto a mi atención?
-Sus marcas indican que es del mismo clan que Savage Opress y Feral. –Talzin entrecerró los ojos de manera perceptible-. Tú le diste a luz, Hermana, y de alguna manera permitiste que nos fuera arrebatado.
Kycina cuadró sus estrechos hombros, pero su rostro perdió el poco color que ya tenía de forma natural.
-¿Por qué haría algo así?
Las palabras apenas habían salido de su boca cuando un gesto de Talzin hizo levitar a Kycina a un metro de altura sobre el suelo y la inclinó hacia atrás, arqueándola como una de las plantas de los alrededores, por lo que su rostro pálido quedó orientado hacia el cielo rojo.
-En efecto, ¿por qué harías algo así? -dijo Talzin, caminando a su alrededor.
Kycina luchaba contra el conjuro que Talzin le había echado, esforzándose por hablar.
-¿Acaso no permitiste, Madre, que Asajj Ventress nos fuera arrebatada?
Las centinelas de Talzin blandieron sus armas blancas de energía.
-Blasfemia -dijo una de ellas.
Pero Talzin le ordenó que retrocediera, y continuó dando vueltas alrededor de la Hermana de la Noche suspendida.
-Cuando entregué a la pequeña Ventress, lo hice para proteger la santidad de nuestro aquelarre. Si no hubiera hecho, los esclavistas siniteen de Hal'Sted nos habrían declarado la guerra, y Dathomir habría sufrido.
-Aceptaste un pago –logró decir Kycina con esfuerzo-. Al menos yo no recibí nada a cambio.
-Así que lo admites. -Talzin se detuvo.
Los ojos Kycina encontraron a los de Talzin.
-Quería salvarlo de ti. Salvarlo de una vida de esclavitud y guerra; salvarlo de ser carne de cañón para tus oscuras maquinaciones. Ya me arrebataste a Savage y a Feral. Yo quería una vida diferente para Maul.
-Entonces has fracasado, Hermana, porque esa es precisamente la vida a la que Maul ha sido entregado. ¿A quién se lo diste?
Kycina cerró los ojos.
-No conocí su nombre. Un hombre elegantemente vestido que encontré en la Ciudad Desierto Azul. Influyente... y poderoso por derecho propio.
Talzin quedó pensativa.
-Evidentemente, esa persona no apreció tu regalo. Tu descendencia fue entregada a un falleen que entrena espías, mercenarios, y gladiadores.
Kycina dejó escapar el aliento.
-No importa. Siempre que él esté fuera de tu alcance.
-No estés tan segura. –Su penetrante mirada se posó sobre las Hermanas de la Noche que habían encontrado a Kycina-. Encerradla bajo llave hasta que piense un castigo adecuado.
Otro pase de Talzin y Kycina cayó como una piedra en el suelo. Cuando las Hermanas de la Noche se la llevaron a rastras, Talzin se volvió hacia el extranjero.
-Normalmente, podrían convencerme para excusar semejante transgresión, pero no con un Hermano de la Noche con semejantes habilidades marciales.
-Lógico -dijo el extranjero.
Talzin le miró con aire evaluador.
-Aprecio que trajeras esta información a nuestra atención, pero tu razón para hacerlo es cualquier cosa menos transparente.
-Maul no es sólo otro aprendiz adolescente -dijo el hombre-. Creo que podría ser un agente, introducido en la escuela de Trezza por alguna facción de la República o por la Orden Jedi. Periódicamente sale de la escuela, probablemente para encontrarse con su superior.
Los ojos de Talzin se posaron sobre los tatuajes que blasonaban los brazos gruesos del extranjero.
-Luces el halcón aullador... la marca de los guerreros mandalorianos.
Meltch inclinó la cabeza en respuesta.
-¿Por qué, entonces, no has eliminado a Maul por tu cuenta?
Maul es la mascota de Trezza.
-Y tú no deseas poner en peligro tu relación comercial con el falleen.
-Correcto.
Talzin lo pensó un instante.
-De nuestras acciones se derivarán beneficios comunes.
-¿Va a enviar sus Hermanas de la Noche a Orsis para reclamarlo?
-No confiaría esto a nadie salvo a mí misma.
Meltch parpadeó con genuina sorpresa.
-Entonces déjeme jugar un papel. Usted tendrá que transitar por la Estación Orbital de Orsis, y necesitará los códigos de acceso para continuar descendiendo hasta la academia. Puedo proporcionarle todo lo que necesite, y sé exactamente dónde puede capturarle, sin que se le eche siquiera de menos.

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