viernes, 14 de septiembre de 2012

Darth Maul: Fin del Juego (XII)


Nunca, desde que cualquiera que fuese la antigua raza que en tiempos construyó y ocupó el Lugar Sagrado, este había albergado a la vez a tantos seres racionales y droides. No sólo los gungans de Otoh Gunga y otras ciudades-burbuja, y Amidala, su séquito, y los Jedi, sino también los escuadrones de PAMs de OOM-9, buscando en los lugares equivocados, y los pelotones de reconocimiento del comandante droide, compuestos por droides de batalla , muchos de los cuales se hundieron en el suelo blando. Para variar, Maul encontró algo que apreciar en la incompetencia del ejército de los neimoidianos, ya que servía a su propósito.
Se sentó en cuclillas un canal poco profundo a un par de kilómetros al sur de donde los gungans y el resto se habían reunido, su presencia en la Fuerza deliberadamente disminuida y su enlace muñeca apretado contra su oído, sintonizado a la frecuencia utilizada por los droides sonda que había enviado delante de él como dispositivos de escucha. Filtrada por el frondoso dosel del bosque, la luz ambiental era casi acuática. A su alrededor en todas direcciones se alzaban las ruinas de grandes edificios de piedra presididos por escalinatas con jeroglíficos, campos agrícolas elevados, templos con columnas, y estatuas talladas... todo ello lentamente derribado por las raíces de grandes árboles cuyas semillas habían germinado en los surcos entre bloques de construcción y en las grietas de las piedras planas que pavimentaban las plazas.
Desde que comenzase su espionaje, Amidala y el Jefe Nass habían consolidado su alianza. En respuesta a una señal secreta, varias docenas de miembros de la resistencia se habían dispersado por las ruinas, y el oficial jefe de seguridad de la Reina, Panaka, había regresado de una misión de exploración en Theed. Maul no se sorprendió de que Panaka hubiera sido capaz de infiltrarse en la ciudad a pesar del aumento en la seguridad... cualquiera instruido en tácticas militares podría haberlo hecho simplemente dedicando unos momentos de observación a las rutinas de los droides de batalla, y luego esquivándolos.
Maul no se había molestado en señalar las debilidades a Gunray, porque ahora quería que los neimoidianos fracasasen, a pesar del plan de su Maestro.
Pero la fuerza gungan no estaba exenta de debilidades.
El plan de Amidala requería el uso del Gran Ejército como una distracción para que los droides de batalla abandonaran Theed y se enfrentasen a los gungans en las llanuras cubiertas de hierba. Al mismo tiempo, ella y su equipo de elite penetrarían en el Palacio de Theed y capturaría a Gunray. La reina tenía razón al suponer que el ejército droide se vendría abajo sin el liderazgo de un ser racional, pero se equivocaba en su creencia de que Gunray tendría que movilizar los droides de batalla de Theed. Era evidente que ella no tenía conocimiento real del tamaño del ejército neimoidiano. La única oportunidad de victoria de Amidala correspondía a los pilotos del Cuerpo Espacial de Cazas de Naboo, que tendría que llevar la lucha a la Nave de Control de Droides en órbita estacionaria sobre el planeta.
Pero Maul seguía preguntándose cómo encajaban Qui-Gon Jinn y Obi-Wan en el plan de Amidala, ya que se suponía que no podían intervenir en la batalla. Ciertamente acompañarían a Amidala en Theed, ¿pero se mantendrían a su lado mientras ella intentaba colarse en el palacio?
Maul se preguntó también en qué medida quería su Maestro que intercediera. ¿Estaba obligado a notificar a Gunray de los planes de Amidala? ¿Debería tratar de atraer a los gungans a una masacre en Theed? Todavía había tiempo para sabotear los cazas N-1 estacionados que había encontrado en el hangar principal de Theed...
Esto funciona a nuestro favor, había dicho Darth Sidious al descubrir la maniobra de la Reina de aliarse con los gungans.
¿A favor de quién se refería Sidious? ¿A favor de él y de Maul, o a favor de Sidious y Hego Damask? Si Sidious y el muun tenían planes para Naboo, entonces cuanto mayor fuera la carnicería mayor sería la simpatía por el senador Palpatine en las próximas elecciones. Cualesquiera que fueran las razones, la tarea de Maul permanecía como antes: matar a dos Jedi. El resto -el bloqueo, la invasión, la contraofensiva- no era más que teatro. ¿Y qué si la Federación de Comercio perdía su ejército y diez mil gungans morían? ¿A quién le importaba, después de todo, Naboo o su joven reina?
La verdadera guerra era, como siempre, entre los Sith y los Jedi.
La muerte de Qui-Gon y Obi-Wan enviaría un mensaje al Consejo Jedi: que los Sith habían vuelto y los días de la Orden estaban contados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario