martes, 4 de septiembre de 2012

La Tribu Perdida de los Sith #9: Pandemonio (XVI)


16

El dirigible blanco se posó majestuosamente sobre la plaza de armas de Sus'mintri. Del mismo tamaño que el Yaru, el Buen Presagio era distinto en prácticamente todos los demás aspectos. En lugar del diseño oscuro y temible, las incrustaciones doradas en el lienzo trazaban la imagen de una poderosa criatura aviar, con su pico curvándose en una sonrisa feliz. Joyas y borlas colgaban del globo. Pendones de seda rodeaban la góndola cerrada, dándole la apariencia de una nube hinchada que hubiera descendido del cielo para flotar a pocos metros sobre el ejército keshiri, que se encontraba reunido en posición de firmes.
Quarra estaba de pie en el estrado de recepción junto a Edell, que esperaba con expectación -y abiertamente- en medio de los líderes de la ciudad que habían sobrevivido. Parecía mirar la aeronave con absoluta delicia.
-¿Ése es el vehículo real en el que estabas trabajando? -le preguntó.
-Sí. Pero han hecho algunos cambios en el exterior –dijo-. Han trabajado rápido.
Ya se había detenido antes una vez en Puerto Melephos, descendiendo primero sobre el mar fuera del alcance de las ballestas keshiri. Un pasajero había surgido entonces del balcón delantero para saludar a los defensores montados en uvak... el mismo pasajero que ahora surgía en el mismo lugar. Quarra ya sabía quién era.
Jogan Halder estaba de pie en la barandilla, vestido con su uniforme del ejército de Alanciar y aparentemente curado de sus lesiones.
-Keshiri de Alanciar –exclamó-. He estado más allá del océano. ¡Dejadme deciros lo que he visto!
Un silencio cayó sobre los regimientos.
-Fui arrebatado de nuestras costas por estos seres... estos humanos, que nos han sido descritos como los Sith. Yo no fui de buen grado, y, pasara lo que pasase, estaba decidido a proteger Alanciar.
”Me vendaron los ojos poco después de que el Infortunio avistase tierra, pero tuve tiempo de ver ante mí una tierra exuberante, como la descrita por Adari Vaal. Me llevaron hacia el interior en un carro con ruedas, mientras que algunos de mis captores se adelantaron y otros se les unieron. -Dio una palmada en la barandilla-. ¡Una vez más, yo estaba decidido a no decir nada, sin importar las torturas que pudieran hacerme!
Su expresión se suavizó.
-Pero entonces llegamos a los lisos caminos de piedra de una ciudad... y fui liberado. Y quiero decir completamente liberada, pudiendo caminar libremente por las calles. ¡Y qué calles! Una ciudad magnífica y brillante, con agujas de cristal subiendo al cielo, más hermosas que cualquier cosa que hubiera visto. Y la ciudad bullía de vida... ¡y todos sus habitantes eran keshiri!
Un murmullo surgió de la multitud.
-Sé lo que estáis diciendo ahora, porque yo también lo pensé. El Heraldo nos dijo hace siglos que la tierra no era realmente suya, y que los keshiri no eran realmente libres. Pero no vi a los humanos por ninguna parte. Incluso aquellos que habían sido mis captores desaparecieron poco después de mi liberación.
”Yo no quería hablar con esos keshiri. Se parecen a nosotros, pero sabemos que están viviendo bajo una tiranía. ¿Cuánto podrían parecerse a nosotros? -Abrió las manos teatralmente-. Pero yo no vi ninguna tiranía. Vi artesanos, que no pasaban sus días haciendo trabajos forzados, sino haciendo arte en las calles. Pintura. Escultura. Música y canto de la clase que reservamos para las grandes ocasiones... allí mismo, en las plazas abiertas. Pensé que era un festival, y que los seres humanos lo habían organizado para engañarme. A medida que pasaban las horas, me di cuenta que era la forma en que vivían.
”Los artesanos keshiri me saludaron. Reconociendo que era un extranjero por mi uniforme, me preguntaron acerca de mi tierra. Una vez más, no dije nada. Pero ellos me hablaban alegremente de ellos mismos, confirmando que lo que estaba viendo era normal. Pregunté dónde se encontraban los humanos. Señalaron a lo que ellos llamaban el Capitolio, un edificio de mármol antiguo aumentado con torres de cristal. ¡Era el refugio, dijeron, de los Protectores!
Esta vez, un fuerte estruendo provino de la multitud. Jogan levantó las manos hacia delante, con las palmas abiertas.
-Sí, sí, lo sé. El Heraldo nos advirtió de que los Sith habían engañado a la gente de Keshtah haciéndoles creer que eran los Protectores de la leyenda. Me opuse a la palabra, tratando de decirles que habían sido engañados. Pero no discutieron. En lugar de eso, me permitieron seguir caminando por la ciudad llamada Tahv, tal y como Adari había descrito, para que hablase con quien yo quisiera.
”Convencido de que realmente se sentían como decían, traté de hacerles cambiar de opinión. Describí Alanciar, y cómo nos habíamos preparado para la llegada de los Sith. Describí cómo hemos vivido, y todo lo que hemos hecho. Y la respuesta -dijo Jogan-, fue lástima. -Su voz se elevó mientras hablaba-. Lástima, por tantos años perdidos en la preocupación, en el temor a una amenaza existencial. Lástima, por tantas vidas gastadas en trabajos pesados, en lugar de en arte. Y lástima por que nunca habíamos conocido a los humanos, con su sabiduría venida de las estrellas. Humanos que, me dijeron, no gobernaban sobre los keshiri, sino que preferían quedarse siempre en el interior de su capitolio, en tranquila contemplación.
”Pedí que me llevaran al capitolio, para verlo por mí mismo. Me llevaron de buena gana... y me recibieron en su interior. Allí, en efecto, se encontraban los humanos que llamamos Sith. Desarmados, y meditando. Me llevaron a una sala donde estaba sentado su círculo gobernante, ningún hombre o mujer situado por encima de ningún otro.
Hay arte en la narración, pensó Quarra. Igual que en esos ramilletes de mensajes que le había enviado durante meses. Eso era lo que la había atraído hacia él en primer lugar. Ciertamente, ahora tenía la atención de todos.
-Yo no quería hablar -dijo Jogan- y entonces hablaron ellos, dándome la bienvenida a Keshtah y disculpándose por el método de mi llegada. Allí me contaron más o menos la misma historia que había contado Adari acerca del aterrizaje de su pueblo en Kesh. Conocían a Adari Vaal, y dijeron que no estaba equivocada en sus advertencias Había malvados entre ellos en aquellos días: ¡sirvientes de los Destructores, en la clandestinidad!
La multitud rugió con ansiedad.
-Eran conscientes del peligro que Adari temía, y detuvieron a esos seres oscuros el mismo día que ella abandonó su continente para venir al nuestro. Si Adari hubiera esperado sólo otro día... ¡tan sólo un día más! -Jogan se detuvo, con la garganta seca. Todo quedó en silencio mientras esperaban que continuase-. ¡Tan sólo un día después, todos aquellos que Adari temía fueron destruidos, y su advertencia ya no tenía razón de ser!
Un grito colectivo provino del gentío. ¡No! ¡No!
-Sí, eso es lo que dijeron. Todo lo que hemos hecho ha sido para nada. Yo no lo creía, no quería creerlo. Pero tenían más noticias. Me dijeron que ahora, dos mil años después, un vil siervo de los Destructores había vuelto a surgir de entre ellos, amenazando toda la vida. Expulsado de Keshtah, construyó naves aéreas y partió en busca de otro lugar que conquistar.
-¡Los guerreros de negro! –exclamó alguien desde la multitud.
-Sí -respondió Jogan-. ¡Ahora sé que estaban atacando aquí, mientras yo estaba de visita allí! –Los murmullos aumentaron de volumen, pero él siguió adelante-. Les pregunté acerca de las primeras aeronaves que vimos... las de Edell Vrai, cuyos guerreros me abordaron y me secuestraron. Los humanos del consejo me dijeron que Vrai era un amigo de confianza, que había ido en busca de los criminales. Sorprendido por la rapidez y la potencia tecnológica de nuestra defensa, Vrai temía que nosotros también sirviéramos a los Destructores. Y por eso, amigos míos, me llevaron con ellos a Keshtah. ¡Tenían que saber que no éramos los malvados enemigos de la leyenda!
”Fue entonces cuando hablé por fin, diciéndoles que estábamos en el lado del bien, que nos opondríamos a cualquier mal que se nos cruzase en el camino. No éramos merecedores de su ira. ¡No, Alanciar no!
-¡Jogan nos salvó a todos! -llegó un grito desde las masas.
-Y los humanos, los Sith, se alegraron de ello. ¡Y se ofrecieron a ayudar!
Se escucharon vítores, y Quarra abrió los ojos como platos, sorprendida al darse cuenta: Él es el nuevo Heraldo. ¡Jogan era el nuevo Adari, sólo que ésta vez contaba relatos que complacían a los Sith!
Quarra miró a la multitud de oyentes, examinando rápidamente sus caras una tras otra. Estaban tomando en serio a Jogan. Se trataba de un cuento increíble... pero él era uno de los suyos.
Bueno, yo también, pensó. Y ella también tenía una historia que contar.
Echando una mirada subrepticia a Edell, Quarra se volvió hacia la barandilla. Había sentido una parálisis desde el momento de la torre sobre la Casa de Vaal, cuando Edell reafirmó el control sobre los hombres de Bentado y los dispositivos de señalización. No había habido ninguna posibilidad de advertir a nadie. Pero ahí se encontraba la flor y la nata de una legión alanciari, a pocos pasos de distancia del estrado de recepción. Tal vez no había terminado todo. Edell trataría de hacerla callar, pero eso podría fin a este espectáculo, mientras todavía hubiera alguna duda...
-Pero que no sea yo quien os lo diga -dijo Jogan, dando un paso a un lado para permitir que una nueva figura saliera a la balconada-. ¡Hay alguien a quien todos deberíais conocer!
Una figura de color blanco apareció en la baranda. Un anciano humano, vestido con un manto de plumas adornada con piedras preciosas y con un afilado pico, levantó sus brazos, que simulaban ser alas, y miró hacia el cielo. Reconociendo al Tuash Brillante, el ave legendaria de sus mitos, la multitud se quedó sin aliento.
Sólo Edell, embobado, se rió en voz alta. Incrédulo, miró a Quarra.
-¡El Gran Señor Hilts!
-Gente de Alanciar, he venido a vosotros por ser los siervos del Tuash Brillante nacidos en Kesh -dijo el anciano-. Tengo más de dos mil años de edad. Los humanos están entre mis hijos... y vosotros también. Vuestro heraldo, Adari Vaal, era mi hija keshiri. Bien intencionada, pero carente de comprensión. -Puso un brazo cubierto de plumas en el hombro de Jogan-. Este hijo de Alanciar ha hablado la verdad. Había sirvientes de los Destructores entre mi pueblo... pero no eran todo mi pueblo. ¡Les expulsamos!
”Cuando me recibisteis tan amablemente en Puerto Melephos, mi corazón se alegró... hasta que recibí la triste historia de que los renegados ya habían golpeado aquí, matando a vuestros principales líderes. -Inclinó la cabeza con tristeza.
El hecho ya era conocido por el público, pero la demostración de remordimientos del humano llamaba la atención de todos. Hilts miró hacia el estrado y señaló.
-¡Pero los malvados y su líder han sido derrotados, gracias a los esfuerzos de uno de mis agentes, trabajando en concierto con uno de vuestros bien entrenados alanciari!
Miles de ojos se volvieron hacia Edell y Quarra. La derrota de Bentado también era conocida... pero muchos se maravillaron al ver a los dos juntos. ¡Un humano, trabajando en secreto en Alanciar para derrotar a los Destructores!
-Mi pueblo se siente responsable de todo lo que ha pasado. En los próximos días, llegarán trabajadores de apoyo. Humanos y keshiri, vestidos de blanco, para ayudar a reparar el daño... y para tender puentes entre nuestros mundos. –Con los aplausos que ya empezaban, el Hilts-Pájaro alzó sus alas-. Juntos, podremos entendernos... ¡y construir un Kesh mejor para todos nosotros!
La multitud rugió su aprobación. Quarra miró a su alrededor. Allí había usuarios de la Fuerza, estudiando al viejo al igual que ella. Pero nadie había levantado ninguna alarma.
-No sienten malicia en él -dijo Edell-. Él nunca la tuvo hacia vosotros.
-Sigue habiendo engaño -dijo.
-Tal vez esta gente esté preparada para ser engañada. Son como una de vuestras ballestas. Han estado en tensión durante años, a punto de estallar. Ahora que han disparado, están listos para otra cosa... incluso para una bonita historia.
Ella levantó la vista. Sí, Jogan les había dado eso. ¿Qué podía decir ella ahora?
El dirigible descendió entonces, permitiendo que el hombre con el que en otro tiempo había mantenido correspondencia abriera la puerta para bajar al suelo.
-Mi historia es más larga, pero tengo que llegar a una estación de señal. Esta historia necesita ser contada a todo el mundo. Y si no os importa -dijo con una amplia sonrisa- ¡me gustaría ser quien se encargue de transmitirla!
Jogan salió de la góndola a la multitud. Quarra descendió del estrado de recepción pero no pudo acercarse a él, acosado como estaba por lo curiosos keshiri. Corrió a lo largo, tratando en vano de seguir el ritmo la multitud en movimiento antes de saltar sobre un muro de contención de piedra.
-¡Jogan! -gritó.
Jogan miró a izquierda y derecha antes de localizarla. Sonriendo, la señaló con una mano y a sí mismo con la otra. Luego hablamos, dijo, moviendo los labios sin emitir sonido, antes de ser arrastrado hacia la estación de señales en el extremo de la plaza de armas.
Edell sonrió.
-Gran Señor, sed bienvenido.
Los oyentes Alanciari se habían retirado y ahora estaban reunidos en grandes grupos con los embajadores keshiri del Buen Presagio. Hilts no había traído ningún otro humano, pero estos llegarían en las naves venideras. El anciano Gran Señor atrajo a Edell hacia sí en un abrazo... y luego habló, con sus agrietados labios pegados al oído del joven.
-Esta ha sido la maldita peor cosa que he hecho nunca -dijo, agitando el pico.
-¿El disfraz, o montarse en la aeronave?
-Ambas.
Edell volvió a mirar la gigantesca nave. Nadie había visto jamás al Gran Señor montar un uvak.
-Hace posible que aquellos que no pueden montar puedan volar. Pueden sernos de gran utilidad...
-El pueblo de Kesh ya está lo bastante envanecido, muchacho -dijo Hilts, esponjando las plumas de su capa-. Esa no es forma de unir un imperio. ¿Tienen más de esos buques de mar?
-En los puertos. No sabemos cuántos pueden hacer el tránsito, pero eso es simplemente porque no lo han intentado –dijo-. Obviamente Peppin y el Infortunio lo lograron.
-Por supuesto. Tenía la esperanza de verte con ellos... pero me dijeron que te habías adelantado a explorar. Esa fue una buena idea –dijo-. Y menos mal que nos enviaste ese tipo tan locuaz, y su colección de lectura. Eran un montón de tonterías románticas, en su mayoría... pero también tenía una copia de esto. -Extrajo un volumen desde el interior de su capa-. Su copia de las Crónicas de Keshtah Este libro nos dijo a qué nos enfrentábamos: todos los alanciari sabían de nosotros.
-El testamento Adari Vaal -dijo Edell, meneando la cabeza-. La fugitiva keshiri hizo mucho daño.
-No tanto como se podría pensar -dijo Hilts, sonriendo-. Vosotros os burlabais de mí y de mis historias. Pero la historia es importante. Puede ser un arma... para ambas partes. Tu teniente leyó esto durante la travesía, y se adelantó volando con ello a Tahv cuando llegó a la orilla. Estaba claro que los keshiri de Alanciar habían sido como los nuestros al principio... incluyendo el mismo mito de los Protectores y los Destructores. Y ahora, como entonces –se dio unas palmaditas en el pico-, era simplemente una cuestión de convencerles de nuestro papel en esa historia. Y eso significaba también elegir un papel para Bentado.
-¡Pero flota de Bentado ya debía de haber partido para entonces!
-Y no había forma de avisar a ese tonto testarudo de que volviera. Sabíamos que sus invasores darían a los alanciari la lucha que habían estado esperando... una lucha que probablemente ganarían. Así que usamos eso. Él y sus barcos y su gente parecerían el rostro del mal. Nosotros teníamos que parecer otra cosa -dijo Hilts, astutamente-. Por suerte, nos enviaste un sujeto de prueba.
Para cuando el carro que llevaba a Jogan alcanzó Tahv, explicó Hilts, la Tribu se había retirado de la vista del público, poniendo a su keshiri más fervientemente leales en las calles. Una vez que su nuevo embajador se había convencido, era una simple cuestión de asumir una forma agradable para los alanciari en general.
-El equipo de Bentado se parecía a lo que temían. Pero yo soy un hombre viejo y bondadoso.
-¡Llevando una capa de plumas blancas!
-Las cosas que hago por la Tribu -dijo Hilts. Entrecerró los ojos-. Leí tus señales acerca de Bentado haciéndose con el poder. Bueno, eso era sólo cuestión de tiempo. Me alegro de que estuvieras aquí para ocuparte de él.
-Yo comencé... pero fue Squab quien acabó con él.
El anciano apartó una pluma de su rostro y sonrió.
-El pequeño y leal Squab... otra idea de Iliana. He aquí un pequeño consejo para ti, muchacho. Cuando un Gran Señor de los Sith te envía sus saludos... ¡corre!
Edell se rió. Pero al pensar en ello, su expresión cambió, frunciendo el ceño.
-Todo podría comenzar de nuevo, Gran Señor. Las luchas internas entre Sith. Nuestra misión ha terminado.
-¿En serio? -Hilts negó con la cabeza-. La captura de nuevos esclavos no es una victoria. Cualquier patán con una cuchilla puede hacerlo, igual que hicieron los Sith originales con nuestros antepasados tapani. ¿Pero atraerlos voluntariamente a tu servicio? Eso sí ya es otra cosa. Va a requerir todos nuestros esfuerzos, juntos. Eso es lo que Yaru Korsin pensaba, y es lo suficientemente bueno para mí.
-Tiene razón, por supuesto.
-Por supuesto que sí. Soy viejo. -Hilts atrajo a su protegido hacia sí y lo tomó del brazo-. Ahora, déjame que te hable acerca de la historia en la que estoy trabajando...

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