martes, 18 de septiembre de 2012

Comando de la República: Probabilidades (II)


Ciudad Tipoca, Kamino, 461 días después de Geonosis

Ko Sai era un hueso duro de roer, retorcida y calculadora.
Mereel –el soldado CAR N-7- siempre había pensado que los kaminoanos eran fríos, arrogantes, xenófobos, e incluso adecuados para hacer barbacoas con ellos, pero nunca los había visto como seres intrigantes... no hasta que comenzó la caza de su científico jefe desaparecida, al menos. Ella no había muerto en la Batalla de Kamino, como todo el mundo pensaba. Ella había desertado.
¿Por qué? ¿Qué le motiva? ¿La riqueza? La política no, eso está claro.
Él sabía que ella todavía estaba viva, porque ahora estaba huyendo de sus pagadores separatistas. En las cantinas de Tatooine, había oído rumores de una recompensa. Y cuando sólo podías comerciar con tu excepcional habilidad en la clonación, en una galaxia donde la clonación no militar estaba ahora prohibida, tus intentos de conseguir créditos eran difíciles de ocultar a los que sabían dónde buscar.
Los mundos de Khomm y Arkania habían sufrido realmente por esa prohibición. Mereel sabía exactamente dónde buscar.
Se puso de pie en posición de firmes entre las filas de soldados en las instalaciones de entrenamiento de Tipoca, un clon bueno y obediente en cuanto a los kaminoanos se refería. Un producto perfecto. Pero sus sistemas de identificación no eran tan infalible como le habían dicho a la República. Desde luego, no habían detectado su código transpondedor de identificación falso. El pequeño chip pasaba cíclicamente a través de identificadores generados aleatoriamente y, sin su kama distintivo ni su armadura adornada de azul, podría desaparecer justo en frente de los kaminiise. Ni siquiera los pilotos de los KE-8 que patrullaban en busca de clones defectuosos podrían detectarle.
Creéis que sois infalibles, ¿verdad, cebo de aiwha?
Uno de los técnicos kaminoanos caminó a lo largo de la fila de soldados y se detuvo frente a él, parpadeando, con su piel gris, y su frágil y largo cuello tentador para un hombre entrenado para matar. Mereel, congelado en posición de firmes, fantaseaba: ¿bláster, vibrocuchilla o garrote? Estas odiosas cosas habían querido exterminarle cuando era un niño, y nunca lo olvidaría. Él y sus cinco hermanos habían sido un experimento de clonación que los kaminoanos habían considerado un fracaso: pero Kal Skirata les había salvado.
Habría tiempo para la venganza más tarde. Kal'buir le había enseñado a tener paciencia.
La paciencia es un lujo. Estoy envejeciendo el doble de rápido que un hombre común.
Tenía que pasar por Ciudad Tipoca y tomar algunos datos sin que le detectasen. El kaminoano siguió adelante. Mereel saboreó el conocimiento de que él sabía más que los kaminoanos sobre el paradero de la científico jefe Ko Sai, y ellos se habían esforzado mucho, mucho, en su búsqueda.
Vais a devolvernos nuestras vidas, gihaal, a mí y a todos mis hermanos. Mereel incluía a los Comandos de la República, a las pobres latas de carne usadas como carne de cañón que le rodeaban, e incluso a los CARs Alpha, que habían estado dispuestos a matar a niños clon para impedir que los Sepas los utilizaran. An vode. Todos ellos son mis hermanos. Incluso los Alphas.
A medida que los soldados iban saliendo, se deslizó a la parte posterior de una fila de hombres para cubrir su avance hacia el núcleo de administración del edificio. Uno le miró, con un levísimo movimiento de cabeza que traicionaba lo que estaba ocurriendo bajo el casco. El hombre era probablemente muy consciente de que Mereel era un extraño, por las pequeñas diferencias reveladoras en la marcha o el rumbo, pero no dijo nada. Ningún clon podría ser un riesgo de seguridad.
Sólo voy a tomar prestada un poco de información, ner vod. Ni siquiera voy a sabotear esta cloaca de ciudad. No me prestes atención.
Cuando la formación pasó por un pasillo que se desviaba 90 grados, Mereel giró a la izquierda y caminó tranquilamente hasta el final del pasaje. El monitor del visor de su casco mostró los planos de la planta y otros datos ante sus ojos. Les echó un vistazo y luego miró a través de ellos para centrarse en la terminal de sistemas que había en la pared. Desde el ataque separatista en Tipoca hacía poco más de un año estándar, la seguridad se ha reforzado, pero eso era sólo para sepas y sus droides. Aficionados y hojalatas. Nadie podía contener a un CAR Null motivado.
-Mer'ika -dijo la voz en su casco. Sonaba suave y preocupada: Skirata rara vez les levantaba la voz-. No tientes a la suerte. Te quiero de regreso de una sola pieza.
-Te escucho, Kal'buir. -Mereel deslizó el cabezal de acoplamiento de la placa de su antebrazo en uno de los puertos de la terminal. Un par de soldados miraron en su dirección desde el final del pasillo, pero no se apresuró. Sólo estoy calibrando mi traje-. Puede que no tenga otra oportunidad de volver aquí. Estoy tomando todo lo que puedo.
Junto con el código de salida legítimo que solicitaba datos de la computadora central de Tipoca, una segunda capa oculta se abrió camino para acceder a la raíz de todo el sistema sin ser detectado. Mereel tenía ahora claves de encriptación y de recuperación del departamento del Tesoro de la República, cortesía de una atenta agente del Tesoro llamada Besany Wennen, y eran los más avanzados disponible. Ahora podía leer no sólo los datos del Tesoro, sino también encontrar archivos cifrados entre Tipoca y la República que hubieran estado ocultos a sus sondeos anteriores. También podría ser capaz de recuperar los datos que Ko Sai había robado y eliminado.
Quería sus cruciales investigaciones sobre el control del proceso de envejecimiento en los seres humanos. Puede que funcione en ambos sentidos, decían. Eso significaba que valía una fortuna. Trataría de venderlo.
El árbol de archivos apareció en su visor, un campo de símbolos parpadeantes de color ámbar y azul formando un tejido llamativo. En Kamino, lo que a los humanos les parecía una pared de color blanco puro, era en realidad un derroche de color más allá de su alcance visual. Sólo en los sistemas digitales de los kaminoanos Mereel podía vislumbrar a veces el modo en que su visión heptacromática veía el mundo.
Un montón de azul y naranja y morado. Hortera. Sin gusto.
Si copiaba sólo los archivos que sabía que necesitaba, apenas tardaría unos segundos.
Puede que nunca tengas la oportunidad de volver.
El marco principal contenía 10 petabytes de datos. Tardaría minutos.
Sonido de botas pasaba ruidosamente junto a él. Mereel se concentró en parecer un soldado normal haciendo el mantenimiento de sistemas de su armadura, pero era difícil de estirar un procedimiento de 30 segundos. Podía oír su respiración áspera en su casco. Al igual que Skirata y su hermano Ordo, esperando en órbita para recogerle.
-¿Estás bien, hijo?
-Bien, Kal'buir.
-Nada de heroicidades -dijo la voz de Ordo-. Sal ahora mismo.
Mereel miró el icono de su visor: aún de color ámbar, aún descargando. Estaba forzando el asunto, es verdad. Pero había forzado su suerte mucho más por la República, y un montón de extraños y jetiise no significaban para él ni la mitad que el bienestar de sus hermanos. El icono de color ámbar parpadeó. Más botas resonaron más allá del final del pasaje.
Vamos... Vamos...
Estaba tardando demasiado.
Su visión periférica, aumentada por los sistemas de su casco, vio al kaminoano que se detenía y se giraba acercándose a él. Fierfek. Justo lo que necesitábamos.
Era un macho con cresta. Se paró frente a él, fingiendo preocupación. Sabía que sólo lo veía como una mercancía.
-Ha estado descargando más tiempo que la media, soldado.
-Sólo quería asegurarme, señor. -Mereel oyó un leve chasquido en su canal de audio: Skirata estaba nervioso-. Los tiempos de respuesta de datos van lentos en mi visor.
-Entonces, diríjase por favor a Adquisiciones y que le ejecuten un diagnóstico.
-¡Sí, señor! -No cuentes con ello, cebo de aiwha. El icono en su visor cambió a verde-. ¡Ahora mismo, señor!
Mereel retiró el cabezal de acoplamiento y regresó por el pasillo en la dirección general de Adquisiciones. En el momento en que el kaminoano se perdió de vista, se dejó caer de nuevo en el océano de cuerpos con armaduras blancas y se abrió camino por los amplios corredores y pasillos hasta el laberinto de pasadizos de servicio que llevaba a las plataformas de aterrizaje menos conocidas.
Mereel conocía cada metro del complejo. Skirata había alentado a los Nulls para que corrieran libremente cuando eran niños, para gran disgusto de los kaminoanos. Miró hacia el cielo cubierto de nubes y la lluvia golpeó su visor como si fuera metralla.
-Listo, Kal'buir –dijo-. Sacadme de este dar'yaim.

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