lunes, 10 de septiembre de 2012

Darth Maul: Contención (VIII)


Sintiendo como si hubiera sido arrebatado de la Fuerza -no muy diferente a la forma en que se sentía de vez en cuando durante sus sesiones de entrenamiento con Sidious- Maul emergió aturdido del trance en el que la bruja le había sumido. Incluso antes de que abriera los ojos, sus sentidos le dijeron que estaba a bordo de una pequeña nave.
De hecho, estaba reclinado en una silla aceleradora. La vaina de su vibrocuchilla estaba vacía, pero tal era la confianza de la bruja en sus mujeres soldados y en sus propias fuerzas, que Maul no estaba esposado ni encadenado.
-Tienes aptitudes, Maul -dijo ella cuando Maul la miró con sus ojos amarillos-, pero tal vez no tantas aptitudes como me habían hecho creer.
Maul sonrió burlonamente.
-Esa parece ser últimamente una opinión bastante común.
Ella le miró apreciativamente.
-Muy revelador. Hace unos momentos estaba pensando que me equivoqué al venir hasta tan lejos y al arriesgar tanto para que devolverte con tus hermanos de clan. Y, sin embargo, tengo la sensación de que eres fuerte en la Fuerza.
-No tengo hermanos -dijo Maul, casi escupiendo la palabra.
-Ah, pero sí que los tienes. Y una vez entre ellos tu vida va a ser muy diferente. En Dathomir serás alimentado y entrenado como la Diosa Alada y el Dios Colmilludo desean que seas entrenado. Cuando llegue el momento, te enfrentarás al equivalente de los Hermanos de la Noche de las Pruebas de la Furia, la Noche y la Elevación. Y si pasas esas pruebas, tal vez tengas la fortuna de ser transformado en un guerrero extraordinario. Tu fuerza se incrementará diez veces, y esos insignificantes cuernos que puntean ahora mismo tu cabeza se convertirán en largos y letales.
Maul había dejado de escuchar casi de inmediato. La bruja estaba representando su papel en un plan que Sidious había diseñado. Él le había dicho que los seres tratarían de usarle y engañarle, y ahora esa bruja estaba haciendo precisamente eso.
-No voy a ir a Dathomir.
La bruja arqueó una ceja.
-¿No tienes ningún interés en ver tu mundo natal o conocer a los miembros de tu clan de Hermanos de la Noche?
-No.
Ella parecía decepcionada.
-Estás destinado a servirnos, Maul, de una forma u otra. Siempre ha sido así.
-Sólo sirvo a un Maestro -dijo Maul.
La bruja sonrió sin alegría.
-El falleen a quien respondes tendrá que encontrar otro.
Maul pensó que había dado la respuesta correcta, pero claramente no lo había hecho, o bien a Talzin se le había escapado completamente la referencia. Consideró mencionar a Sidious por su nombre, pero se lo pensó mejor.
Una de las cómplices de la Bruja entró en la cabina.
-Madre Talzin, nos acercamos a la estación.
Talzin asintió con la cabeza y estudió a Maul.
-¿Puedo confiar en que te comportarás mientras nos trasladamos a nuestra nave, o deseas simplemente despertarte a bordo?
Maul miró la espada corta y el arco de energía de la mujer joven.
-Por el momento, tiene la mano ganadora. No causaré problemas.
-Por supuesto que no.
Maul se tranquilizó al descubrir que la estación no era otra que la Orbital de Orsis. Mientras un rayo tractor conducía la nave de la desembarco a la bodega de carga, decidió que mostraría a su Maestro que, hasta que Sidious dijera otra cosa, Orsis seguiría siendo el hogar de Maul. Pero un repentino sentimiento de aprensión eclipsó de repente su plan. Talzin también debió haber sentido algo, porque se volvió a mirarle mientras la acompañaba a ella y a las Hermanas de la Noche descendiendo por la rampa de la nave de desembarco, tal vez pensando que él era la causa de su preocupación.
-Problemas -dijo Maul.
Sin siquiera una palabra de Talzin, las tres Hermanas de la Noche desenvainaron las espadas y activaron los arcos de energía. La bahía de atraque tenuemente iluminada parecía estar abandonada, pero Maul pudo percibir la presencia de seres armados al acecho en la oscura periferia. De todos modos, Talzin continuó caminando al descubierto, como si nada la preocupase.
-Quedaos donde estáis y bajad las armas –gritó en básico una voz ronca a través de los altavoces de la bahía de carga.
Los seres que Maul había sentido comenzaron a surgir de las sombras, grupos de weequays con moños y siniteens de grandes cráneos armados con rifles bláster. En el centro del grupo había un imponente vollick vestido de pies a cabeza con una armadura de batalla de colores chillones.
-No regresarán a Dathomir, Madre Talzin -dijo el vollick-. Ustedes cinco van a ser mis invitados en Rattatak, donde eventualmente se convertirán en miembros de mi ejército de élite. –Desenfundó un descomunal bláster y disparó contra el alto techo del hangar-. Nuestras armas están ajustadas en aturdir, pero dispararemos a matar si deciden rechazar mi invitación.
Talzin no se molestó en responder. Con un movimiento de sus manos, la bahía de atraque se llenó de decenas de guerreras de las Hermanas de la Noche, aunque lucían ropas y armas que a Maul le parecieron de diseño antiguo. Comprendió que estaba contemplando una deslumbrante ilusión de la Fuerza, pero los soldados del vollick se la creyeron por completo. Tal como el señor de la guerra había advertido, los interruptores de selección de una docena de blásters pasaron de aturdir a potencia total, y una densa tormenta de disparos cruzó el hangar, poniendo a todos en peligro.
Las auténticas Hermanas de la Noche fueron tan rápidas en desenfundar como sus oponentes, y lograron derribar varios soldados con saetas de energía antes de que la ilusión de las antiguas guerreras conjurada por Talzin comenzara a evaporarse en el mismo aire reciclado del cual habían surgido. Envalentonados entonces -y haciendo caso omiso de las órdenes de alto el fuego del vollick- los weequay y los siniteens atacaron, derribando a una Hermana de la Noche e hiriendo a Talzin en el muslo.
Maul pensó en correr de nuevo a la nave de desembarco, pero dudaba de que tuviera el poder suficiente para superar la matriz de rayos tractores del hangar. En lugar de eso, corrió frenéticamente hasta la Hermana de la Noche caída, saltando, girando y rodando por la cubierta hasta que sus manos se apoderaron de su arco de energía.
Retirándose a la nave, se puso a cubierto detrás de uno de los puntales de aterrizaje y comenzó a devolver el fuego.
Si esto era una prueba, pensó, iba en serio.
A varios metros de distancia, Talzin yacía en la cubierta cuan larga era, con las dos Hermanas de la Noche restantes desatando una andanada de flechas del lado oscuro, muchas de las cuales encontraban su objetivo.
Maul examinó la bodega de carga. Después de haber pasado por esta estación en varias ocasiones -por lo general, de camino a competiciones fuera del sistema organizadas por Trezza-, sabía que sus módulos de carga y de pasajeros estaban vinculados en varios puntos por pasillos-esclusa. Si pudiera llegar al módulo de pasajeros, podría tomar el control de una nave de desembarco y estar de vuelta en Orsis antes de que nadie descubriera que faltaba. Pero sería más fácil decirlo que hacerlo si tenía que seguir las reglas del juego que su maestro había trazado.
Se estaba preparando para salir corriendo hacia la escotilla más próxima, cuando la Madre Talzin le llamó.
-¡No nos dejes, Maul!
Se dio la vuelta para ver que ella estaba de pie, apoyada en una Hermana de la Noche, mientras que la otra les estaba cubriendo.
-Maul -repitió Talzin.
El conflicto le paralizó. ¿Esperaría su Maestro que mostrase simpatía? Incluso si la prueba había salido mal, Talzin todavía podría ser una de los agentes de Sidious, y por lo tanto merecedora de su ayuda. ¿Acaso el lado oscuro de la Fuerza permitía el auto-sacrificio?
Maldiciendo entre sus dientes apretados, pasó el brazo derecho por el arco y lo encajó por encima de su hombro, y luego corrió a través de una lluvia de disparos láser para alcanzar a Talzin. Echándosela por encima de su hombro, corrió hacia la seguridad del hangar adyacente, con las dos Hermanas de la Noche unos pasos por detrás.

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