Maul estaba terminando de dar muerte a su séptima presa importante en otros tantos días locales cuando estalló la extraña tormenta.
Dejándose caer desde la copa de un árbol centenario al jorobado lomo del bípedo, había hundido una y otra vez la vibrocuchilla mejorada entre las placas de armadura que protegían su largo cuello, hasta que la criatura había caído de costado al suelo. Para entonces, la bestia había perdido la mayor parte de sus fuerzas para luchar, y sin embargo había logrado chasquear sus poderosas mandíbulas intentando atrapar a Maul cuando este se alejó rodando. Saltando hacia adelante, asestó el golpe mortal, y el grito lastimero que surgió de la boca de la criatura reverberó en las empalizadas e hizo que las aves posadas en los árboles cercanos se dispersaran.
Gritos lejanos de los compañeros de especie de la bestia respondieron a la muerte de la criatura, y luego un rayo abrió el cielo y comenzó a caer una fuerte lluvia con granizo. El hecho de que el tránsito de Maul por el Gora, durante una semana casi sin dormir, casi hubiera terminado, hacía que la tormenta pareciera aún más un castigo personal.
El cráter Gora era la consecuencia de una explosión volcánica que había desviado a Orsis de su eje original y causó que el hemisferio norte del planeta fuera habitable. Una inmensa cuenca de densos bosques y vastos pantanos -e incluso una pequeña montaña central, que era el propio volcán renaciendo-, el Gora era el hogar de innumerables especies de animales que se habían abierto camino hasta él miles de años atrás. La circunferencia casi vertical y las traicioneras corrientes de aire habían impedido que cualquier cosa, salvo las aves más fuertes, escapara. El resto había sido dejado allí para evolucionar a su manera en un ambiente que no era tanto un paisaje como una arena de gladiadores, un caldero purulento en el que la lucha por la supervivencia nunca cesaba.
De las muchas presas que Maul había matado allí, sólo una había sido para su sustento: las demás habían sido por supervivencia o por deporte. No importa lo que Trezza o Sidious dijeran acerca de la importancia de ser capaz de triunfar en el mundo profano, el lado oscuro no podía simplemente atenuarse como una barra de brillo equipada con un regulador. Ninguna de las criaturas con las que se enfrentó Maul había mostrado contención; habían atacado y se habían defendido sin reservas. Simplemente era su naturaleza. Eso hizo que Maul se preguntara: ¿Se esperaba de él que estuviera por encima de su naturaleza? ¿Era el ejercicio de la contención una manera para que entendiera mejor su verdadera naturaleza? ¿El lado oscuro sólo quería seres que fueran capaces de elevarse por encima de sí mismos?
Esa había sido su tormenta interior. Ahora estaba en medio de una tormenta real, y era como si hubiera sido diseñada para plantear un desafío final antes de llegar al tosco puesto avanzado desde donde podía llamar un aerodeslizador para su evacuación. No era raro que hubiera fuertes chubascos en el Gora, alimentando las cascadas, ríos y pantanos, pero éste iba en serio. Un instante el cielo oriental estaba despejado: al instante siguiente siguiente, era un frenesí de ominosas nubes. Pensó en refugiarse, pero el viento y la lluvia implacable le obligaban a seguir penosamente la marcha. Detrás de él, los árboles caían, y, por delante, nubes de insectos huían en enjambres.
Finalmente, la tormenta comenzó a amainar, pasando a ser sólo gruesas gotas de lluvia cuando salía, empapado hasta los huesos, de un bosque de espinos a una extensa sabana. El viento también se calmó, pero en su lugar un sonido de fuertes pisadas llenó el aire rico en ozono. Bestias llan, determinó Maul después de un momento. Tal vez las mismas que habían respondido a la llamada de muerte de su presa más reciente. Tomando la vibrocuchilla de la vaina atada a su muslo, examinó las praderas que lo rodeaban, en busca de madera con la que pudiera tallar una lanza. Al no encontrar nada útil, echó a correr hacia la línea de árboles distantes. Tal vez sintiendo su olor en el viento que amainaba, los animales aún invisibles cambiaron de dirección con él, y sus movimientos le dejaron perplejo, ya que la mayoría de las criaturas más grandes de Gora -incluso las que eran semi-conscientes- tendían a ser solitarios en vez de animales que vivieran en manada.
Así que fue notable cuando, a mitad de camino en el bosque, un cuarteto de llans saltó al claro... dos por delante de él y uno desde cada lado. ¡Lo que era aún más notable era el hecho de que cada llan estaba siendo montado! Los jinetes eran figuras esbeltas vestidas con prendas de color rojo con capucha, y armadas con arcos y lanzas de energía. ¿Era esto lo que Kilindi había querido advertirle antes de salir a su prueba en solitario? Maul lo dudaba. Podía sentir que los jinetes no eran alumnos de la academia, sino seres mucho más peligrosos.
El lado oscuro comenzó a brotar en su interior, ansiando febrilmente poder expresarse. No importaba toda la sangre que había derramado, el ansia por la violencia del lado oscuro aún no se había saciado. Pero, estando a punto de dar rienda suelta a sus poderes, se contuvo. En lugar de ser parte de la prueba habitual, los jinetes de bestias podrían haber sido enviados por su Maestro para poner a prueba su determinación.
Proyectiles radiantes volaron hacia él desde arcos energizados, aunque no pretendían tanto alcanzarle como forzarle a que se dirigiera hacia un llan que se había separado del resto: un gran macho manchado cuya cola espinosa oscilaba de un lado a otro esperándole. Si la captura era el objetivo una vez más, entonces seguramente Sidious estaba detrás de eso. Invirtiendo su curso, Maul estaba esquivando flechas cuando fue golpeado bruscamente, cayendo hacia atrás. Era como si hubiera corrido directamente contra una pared, pero en lugar de golpear el suelo con su espalda, se encontró suspendido e inmovilizado a un metro por encima del suelo. Sus ojos le proporcionaron la imagen invertida de una figura alta, que descendió del llan resoplante y se acercó a él. Una hembra humana cuyo pálido rostro estaba tan marcado como el suyo estaba cubierto de tatuajes, y de cuyo fino cuello colgaba gran cantidad de amuletos y talismanes.
-No te resistas, Hermano de la Noche Maul -entonó en básico con un fuerte acento. Sus manos se movían de una manera ritual.
Un agente de Sidious, decidió, porque podía percibir la fuerza en ella. Aliada con su Maestro, o tal vez un aprendiz.
Trató de decirlo en voz alta, pero entonces ella le tocó la frente y él se sumió en la inconsciencia.
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