Jacen y Vale llevaron sus renqueantes alas-X a bordo del Ralroost, el buque insignia de Kre'fey. Para cuando Jacen desactivó la potencia del caza, ya sabía que las fuerzas de la Brigada de la Paz habían caído como un castillo de naipes, tanto en el espacio como en la tierra, y que las fuerzas de la Nueva República estaban extrayendo a los últimos de sus líderes fuera de su búnker.
Aquellos que no tenían nada en común salvo la traición, pensó, no tenían ninguna razón para confiar entre sí o luchar en nombre de los otros. No había ninguna ideología unificadora salvo la codicia y el oportunismo. No era probable que ninguna de esas dos cosas creara solidaridad.
Se dejó caer en la cubierta, respirando aliviado por que la incursión había sido un éxito. Había sido idea suya capturar a las cabezas del gobierno ylesiano, y culpa suya que Jaina se hubiera ofrecido voluntaria para ir con las fuerzas de tierra. Si la misión hubiera salido mal, él habría sido doblemente responsable.
Jacen primero comprobó a Vale para asegurarse de que ella estuviera bien, y luego inspeccionó sus alas-X. Los dos requerirían tiempo en una bahía de mantenimiento antes de que pudieran volar de nuevo.
—¿Jacen Solo? —Un oficial bothano, de grado inferior, se acercó y saludó—. El almirante Kre'fey pide su presencia en el puente.
Jacen miró a Vale, y luego volvió a mirar al oficial.
—Desde luego —dijo—. ¿Puede la teniente Vale unirse a nosotros?
El bothano consideró la pregunta, pero Vale se apresuró a dar su propia respuesta.
—Eso no es necesario —dijo—. Los almirantes me ponen nerviosa.
Jacen asintió, luego siguió al bothano fuera de la bahía de atraque hacia la parte delantera de la nave.
Y entonces sintió que el universo se retardaba como si el mismo tiempo hubiera sido alterado. Era consciente del mucho tiempo que le parecía costar a su pie para alcanzar el suelo, consciente del largo espacio entre los latidos de su corazón.
Algo acababa de cambiar. Jacen permitió que la fusión Jedi que había estado calladamente asentada en algún cuarto trasero de su mente volviera al frente, y sintió sorpresa y consternación en las mentes de los otros Jedi, una confusión que pronto fue reemplazada por austera resolución y cálculo frenético.
El pie de Jacen tocó cubierta. Él tomó una respiración. Era consciente de que una flota yuuzhan vong acababa de entrar en el sistema, y que su plan para la Batalla de Ylesia acababa de fallar terriblemente.
—Creo que será mejor que nos demos prisa —le dijo al sobresaltado teniente bothano, y empezó a correr.
Aquellos que no tenían nada en común salvo la traición, pensó, no tenían ninguna razón para confiar entre sí o luchar en nombre de los otros. No había ninguna ideología unificadora salvo la codicia y el oportunismo. No era probable que ninguna de esas dos cosas creara solidaridad.
Se dejó caer en la cubierta, respirando aliviado por que la incursión había sido un éxito. Había sido idea suya capturar a las cabezas del gobierno ylesiano, y culpa suya que Jaina se hubiera ofrecido voluntaria para ir con las fuerzas de tierra. Si la misión hubiera salido mal, él habría sido doblemente responsable.
Jacen primero comprobó a Vale para asegurarse de que ella estuviera bien, y luego inspeccionó sus alas-X. Los dos requerirían tiempo en una bahía de mantenimiento antes de que pudieran volar de nuevo.
—¿Jacen Solo? —Un oficial bothano, de grado inferior, se acercó y saludó—. El almirante Kre'fey pide su presencia en el puente.
Jacen miró a Vale, y luego volvió a mirar al oficial.
—Desde luego —dijo—. ¿Puede la teniente Vale unirse a nosotros?
El bothano consideró la pregunta, pero Vale se apresuró a dar su propia respuesta.
—Eso no es necesario —dijo—. Los almirantes me ponen nerviosa.
Jacen asintió, luego siguió al bothano fuera de la bahía de atraque hacia la parte delantera de la nave.
Y entonces sintió que el universo se retardaba como si el mismo tiempo hubiera sido alterado. Era consciente del mucho tiempo que le parecía costar a su pie para alcanzar el suelo, consciente del largo espacio entre los latidos de su corazón.
Algo acababa de cambiar. Jacen permitió que la fusión Jedi que había estado calladamente asentada en algún cuarto trasero de su mente volviera al frente, y sintió sorpresa y consternación en las mentes de los otros Jedi, una confusión que pronto fue reemplazada por austera resolución y cálculo frenético.
El pie de Jacen tocó cubierta. Él tomó una respiración. Era consciente de que una flota yuuzhan vong acababa de entrar en el sistema, y que su plan para la Batalla de Ylesia acababa de fallar terriblemente.
—Creo que será mejor que nos demos prisa —le dijo al sobresaltado teniente bothano, y empezó a correr.
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