lunes, 21 de julio de 2014

Crisis de fe (XIV)



Los Soldados quesoth eran uno de los grupos de combatientes más primitivos a los que Lhagva se había enfrentado nunca. No llevaban armaduras, no usaban blásters, ni siquiera armas de proyectiles, y sus tácticas parecían limitarse a rodear a sus enemigos como un enjambre en un intento de derrotarles por pura superioridad numérica.

Pero la naturaleza quitinosa de sus cuerpos era bastante resistente para aguantar incluso uno o dos disparos de bláster siempre que no impactase directamente en un órgano vital, y blandían sus dagas y mazas con fuerza increíble. Y desde luego contaban con los números suficientes para llevar a cabo su estrategia elegida.

También quedó claro rápidamente que no iban a abandonar los emplazamientos de los cañones láser que se les había ordenado defender. No mientras alguno de ellos aún fuera capaz de luchar.

-Flanco izquierdo –exclamó Sanjin sobre el clamor de los disparos bláster de los soldados de asalto-. Lhagva, Shrinks... adelante.

-De acuerdo.

Lhagva lanzó un último disparo desde la ventana del dormitorio de la casa en la que se habían refugiado, luego se dio la vuelta y salió corriendo por la puerta, cruzando el pasillo hasta la sala de reuniones, con uno de los otros soldados de asalto justo detrás de él.

Llegaron justo a tiempo. El flujo de quesoth había sobrepasado a los tres soldados de asalto que guardaban el acceso, y un pequeño conjunto de Soldados había conseguido trepar hasta la ventana. Mientras Lhagva frenaba bruscamente para abrir fuego con cuidado sobre los hombros de sus camaradas, uno de los Soldados se inclinó hacia el interior y golpeó con fuerza su maza contra el brazo de Bragger. El soldado de asalto cayó al suelo profiriendo entre dientes una maldición, y el soldado comenzó a cruzar la apertura.

Y cayó de espaldas perdiéndose de vista cuando Shrinks abrió fuego desde un lado de Lhagva con el E-Web/M de su armazón-A. Entre los dos, hicieron retroceder a los atacantes.

Bragger volvía a estar de pie para cuando los dos recién llegados le alcanzaron.

-¿Estás bien? –preguntó Lhagva.

-Probablemente tenga el brazo roto –dijo Bragger con calma mientras pasaba su E-11 a su mano izquierda y apoyaba el cañón en el alfeizar de la ventana-. Estaré bien.

En el exterior, el altavoz volvía a resonar con el Lenguaje de los Soldados.

-¿Lhagva? –preguntó Sanjin.

-Soldados del Sol Poniente y Soldados de la defensa: atacad y capturad los vehículos acorazados –tradujo Lhagva-. Deben de haber conseguido detener al juggernaut en cabeza.

-Eso parece –dijo Sanjin-. Espero que les guste lo que...

-Espere –le interrumpió Lhagva mientras el Lenguaje de los Soldados continuaba-. Matad a las tripulaciones y a todos los invasores de armadura blanca que haya dentro.

-Sí, buena suerte con eso –dijo Sanjin con un gruñido-. Se acabó el descanso, soldados. De vuelta al trabajo.

-¡Flanco derecho! –advirtió alguien.

Lhagva realizó un último disparo por la ventana al enjambre de Soldados y luego se volvió hacia la puerta.

-Estoy en ello –exclamó.

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