Los
Soldados quesoth eran uno de los grupos de combatientes más primitivos a los
que Lhagva se había enfrentado nunca. No llevaban armaduras, no usaban
blásters, ni siquiera armas de proyectiles, y sus tácticas parecían limitarse a
rodear a sus enemigos como un enjambre en un intento de derrotarles por pura
superioridad numérica.
Pero
la naturaleza quitinosa de sus cuerpos era bastante resistente para aguantar
incluso uno o dos disparos de bláster siempre que no impactase directamente en
un órgano vital, y blandían sus dagas y mazas con fuerza increíble. Y desde
luego contaban con los números suficientes para llevar a cabo su estrategia
elegida.
También
quedó claro rápidamente que no iban a abandonar los emplazamientos de los
cañones láser que se les había ordenado defender. No mientras alguno de ellos
aún fuera capaz de luchar.
-Flanco
izquierdo –exclamó Sanjin sobre el clamor de los disparos bláster de los
soldados de asalto-. Lhagva, Shrinks... adelante.
-De
acuerdo.
Lhagva
lanzó un último disparo desde la ventana del dormitorio de la casa en la que se
habían refugiado, luego se dio la vuelta y salió corriendo por la puerta,
cruzando el pasillo hasta la sala de reuniones, con uno de los otros soldados
de asalto justo detrás de él.
Llegaron
justo a tiempo. El flujo de quesoth había sobrepasado a los tres soldados de
asalto que guardaban el acceso, y un pequeño conjunto de Soldados había
conseguido trepar hasta la ventana. Mientras Lhagva frenaba bruscamente para
abrir fuego con cuidado sobre los hombros de sus camaradas, uno de los Soldados
se inclinó hacia el interior y golpeó con fuerza su maza contra el brazo de
Bragger. El soldado de asalto cayó al suelo profiriendo entre dientes una
maldición, y el soldado comenzó a cruzar la apertura.
Y
cayó de espaldas perdiéndose de vista cuando Shrinks abrió fuego desde un lado
de Lhagva con el E-Web/M de su armazón-A. Entre los dos, hicieron retroceder a
los atacantes.
Bragger
volvía a estar de pie para cuando los dos recién llegados le alcanzaron.
-¿Estás
bien? –preguntó Lhagva.
-Probablemente
tenga el brazo roto –dijo Bragger con calma mientras pasaba su E-11 a su mano izquierda
y apoyaba el cañón en el alfeizar de la ventana-. Estaré bien.
En
el exterior, el altavoz volvía a resonar con el Lenguaje de los Soldados.
-¿Lhagva?
–preguntó Sanjin.
-Soldados
del Sol Poniente y Soldados de la defensa: atacad y capturad los vehículos
acorazados –tradujo Lhagva-. Deben de haber conseguido detener al juggernaut en
cabeza.
-Eso
parece –dijo Sanjin-. Espero que les guste lo que...
-Espere
–le interrumpió Lhagva mientras el Lenguaje de los Soldados continuaba-. Matad
a las tripulaciones y a todos los invasores de armadura blanca que haya dentro.
-Sí,
buena suerte con eso –dijo Sanjin con un gruñido-. Se acabó el descanso,
soldados. De vuelta al trabajo.
-¡Flanco
derecho! –advirtió alguien.
Lhagva
realizó un último disparo por la ventana al enjambre de Soldados y luego se
volvió hacia la puerta.
-Estoy
en ello –exclamó.
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