Capítulo Cuatro
Ya era casi de noche cuando Korsin apareció en el rastro por el que ya había pasado, tirando de un improvisado trineo hecho con una mesa del comedor. Con mantas térmicas y los restantes paquetes de raciones amontonados encima, Korsin había necesitado recurrir a la ayuda de la Fuerza unas cuantas veces en su descenso de la montaña. Las correas le cortaban los hombros y el cuello, dejándole feos cardenales. La única hoguera del campamento se había convertido en varias. Se alegró de verlas.Ravilan también pareció contento de verle, tras una inicial reacción de sorpresa.
-¡La baliza! ¿Está funcionando?
-Yo mismo pulsé el botón –anunció Korsin.
-¿Y?
-Y ahora esperamos.
Ravilan entornó los ojos en la humeante neblina.
-¿Sabes dónde estamos? ¿Has hablado con alguien? –La atención de Korsin ya se había dirigido a descargar los paquetes para sus ansiosos tripulantes. Ravilan bajó la voz-. ¿Dónde… están tus massassi?
Korsin no alzó la vista.
-Todos muertos. ¿No creerías que yo quería hacer esto en persona, verdad?
El rostro carmesí del intendente palideció un poco.
-No, por supuesto que no… comandante. –Volvió la mirada hacia la cima, que se desvanecía en la oscuridad que les rodeaba-. Quizá algún otro de entre nosotros podría echar un vistazo al transmisor. Podríamos...
-Ravilan, si quieres volver allí arriba, eres libre de hacerlo. Pero yo llevaría un equipo con equipamiento pesado, porque si no ponemos algunos apoyos bajo esa nave, la siguiente persona que suba a bordo se la llevará en su último vuelo. –Korsin dejó el último paquete en el suelo y alzó la cabeza-. ¿Dónde están tus massassi?
Ravilan le miró fijamente.
-Todos muertos.
Korsin se liberó finalmente, de los arneses que había usado para tirar del trineo. La hoguera brillaba de forma atrayente. ¿Por qué tenía tanto frío entonces?
-Seelah.
-¿Dónde está Devore?
Él la miró fríamente. Seelah estaba de pie, con su ajado uniforme dorado parpadeando a la luz de la hoguera.
-¿Dónde está Devore? –repitió él.
-Subió hacia... –dijo ella, deteniéndose a mitad de la frase. Nadie debería haber dejado el campamento. Y ahora, esa mirada en los ojos de Yaru.
Abrazó con fuerza a Jariad, que se despertó llorando.
Las palabras de ánimo comenzaron como solían hacerlo habitualmente las de Korsin: con un resumen de Cosas Que Ya Sabe Todo El Mundo. Pero este discurso fue diferente, porque había demasiadas cosas que nadie sabía, incluido él mismo. La afirmación de que Naga Sadow aún apreciaba su cargamento cobró rango de verdad para todos, y aunque estaban claramente a mucha distancia de cualquier lugar, pocos podían imaginar que el deseo del Señor del Sith estuviera fuera de su alcance. Incluso si eran menos optimistas acerca de lo que Sadow pensaba sobre ellos, Korsin sabía que su tripulación aceptaría que alguien, en algún lugar, les estaba buscando.
Simplemente, no necesitaban saber cuánto tiempo podría tardar. Era demasiado pronto para eso. Sadow, lo descubriría más tarde. Este no era lugar para pensar en qué iba a ser lo próximo. Había que pensar en el ahora.
Hacia el final del discurso, Korsin se encontró cada vez más inusualmente filosófico:
-Era nuestro destino aterrizar en esta roca; y estamos ligados a nuestro destino. Por un tiempo, aparentemente, estamos también ligados a esta roca –dijo-. Que así sea, entonces. Somos Sith. Hagámosla nuestra.
Miró hacia una hoguera cercana y vio a Gloyd y al resto de su equipo de artillería luchando contra el viento helado. Les hizo gestos con la mano para que se acercasen a la hoguera principal. Korsin sabía que iba a ser otra dura noche, y los suministros que había traído se agotarían pronto.
Pero sabía algo más. Algo que nadie, excepto él, había visto.
La bestia alada tenía un jinete.
La Fuerza estaba con ellos.
Sujetando con fuerza a su hijo, Seelah vio cómo el círculo se rompía. Con ligeros gestos de sus cabezas, los Sith humanos se pusieron a sus tareas, caminando alrededor de Ravilan, el amo sin massassi. Estaba de pie, distante, condoliéndose con los Sith Rojos y el resto de escasos alienígenas supervivientes. Lleno de energía y triunfante, Yaru Korsin conversaba con Gloyd... guardando sus confidencias, como siempre hacía, para el inmenso alienígena. Demasiado fuerte para ser derrotado, demasiado estúpido como para traicionarle... e incapaz de usar la Fuerza. El aliado perfecto.
Alejándose del houk, Korsin vio a Seelah. Una nueva tierra para quebrarse ante su voluntad, y nadie que se interpusiera en su camino. Sonrió.
Seelah le devolvió la mirada con frialdad. Pensando en Devore, pensando en el pequeño Jariad, tomó una rápida decisión. Convocando toda su rabia, todo su odio, toda su voluntad...
...Seelah le devolvió la sonrisa.
Devore había subestimado a Yaru Korsin. Pasase lo que pasase, pensó Seelah, ella no lo haría. Esperaría el momento oportuno.
Tiempo, tenían de sobra.
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