Capítulo Tres
Tenían que destrozar precisamente las ventanas, pensó Hilts. Treinta años había pasado tratando de evitar que esa parte del importante edificio se viniera abajo. Los belicosos patanes acababan de hacerle retroceder a él y a su personal otros treinta años... suponiendo que sobrevivieran a esa tarde.-Tengo que decir que estoy sorprendido de verles a todos ustedes aquí –dijo Hilts, pasando por encima de los cristales rotos hacia el centro de la sala. Los guerreros se habían apartado entre sí, pero todavía mantenían sus sables de luz ante ellos, dejando una pequeña cuña de espacio entre ellos para él y Jaye-. Faltan ocho días hasta el Día del Testamento. Pero esto es un palacio. Supongo que tendremos algunas habitaciones adicionales a su disposición...
-¡Cállate, anciano! –La fornida mujer de pelo negro llena de cicatrices dio un paso adelante y apuntó a Iliana-. ¡Queremos saber por qué está ella aquí!
Hilts volvió la mirada para ver a Iliana y sus compañeras, algunas ensangrentadas por la batalla, apoyando sus espaldas contra los Tubos de Arena, listas para su último asalto. La cara de Iliana brillaba desafiante.
-¡No respondas a esa cretina, Hilts!
-¡No oses alzar tu voz en este lugar, mujer! –El hombre calvo y corpulento con bigote negro dio un paso saliendo de su círculo de secuaces vestidos de cuero y dedicó un gesto poco educado a Iliana-. En la casa de Korsin no hubo sitio para Seelah... ¡ni lo hay para ti!
Al ver que la hilera de guerreros detrás de Iliana estaba presta a actuar, Hilts se interpuso rápidamente entre ellas y el gigante.
-Ustedes... ustedes son la Liga Korsinita, ¿verdad?
-Yo soy Korsin Bentado -dijo el hombre de cráneo reluciente, con su voz profunda y atronadora resonando en la cámara. Hizo un gesto a cada lado-. Este es Korsin Vandoz, y ya conoces a Korsin Immera de la última lectura del Testamento. Hemos venido, Cuidador, para celebrar las vidas de Yaru y Nida Korsin en este momento grandioso y celestial. Esperamos que todo esté listo...
-Bueno, lo estará...
-...y esperamos que pueda mostrar a aquellos de entre nosotros que viven desorientados la verdad del Testamento. Que el líder del vino del más allá, que la Tribu es el cuerpo del líder, y que aquellos que puedan poner en peligro el cuerpo no merecen ni misericordia, ni su vida –dijo Bentado. Miró con reverencia la estatua de la que Iliana se había burlado una vez e inclinó la cabeza-. Uno se convierte en todos, y todos en uno. Korsin ahora, Korsin por siempre.
-Lo que usted diga –dijo Hilts. Volviéndose, miró disimuladamente a Jaye y sacudió la cabeza. Hilts conocía bien a esta gente. Un antiguo esclavo había fundado la Liga Korsinita un siglo antes, tomando para sí mismo el título de Korsin, separado de la jerarquía de los Señores. Emancipado, modeló su vida siguiendo el ejemplo del primer Gran Señor y su hija, su sucesora; como solía declarar, cualquiera que fuera digno podía aspirar a la Korsin-dad, al igual que había hecho él. Sus seguidores lo tomaron en serio... y, al ser Sith, decidieron que ellos podrían igualmente adoptar el título para sí mismos. Cosa que todos lo hicieron, pasando sobre las quejas del fundador del movimiento... y, finalmente, sobre su cadáver. Ahora había cientos de auto-denominados Korsins, de ambos sexos, deambulando por ahí, recitando mantras y declarando sus imperios de uno a las multitudes a su paso. Iniciar una conversación con un Korsinita era arriesgarse a morir por disonancia cognitiva.
-¡Todavía quiero saber por qué se le ha permitido la entrada aquí a esa... esa mujer! –La mujer con el rostro marcado por cicatrices golpeó a Hilts en el hombro con su mano desnuda y le hizo girarse. Hilts se dio cuenta sobresaltado de que la mano tenía solamente tres dedos palmeados.
-Usted es de Fuerza Cincuenta y Siete, supongo.
-¡Obviamente! -Sus compañeros se empujaban detrás de ella, gruñendo salvajemente. Hilts pudo ver que Neera, la mujer, era en realidad la menos horripilante del grupo. Nadie sabía mucho sobre los 57 originales; evidentemente Seelah Korsin había tomado medidas para eliminar la existencia de esa facción de la memoria. Pero los relatos keshiri contaban que esos primeros miembros de la tripulación del Presagio eran deformes de algún modo, al contrario que los perfectos especímenes humanos de Seelah.
Los modernos Fuerza 57 eran muchos más que cincuenta y siete en número; observando a los aliados de Neera, Hilts se preguntó si todos los seres humanos deformes que vivían en Kesh habían encontrado su lugar entre sus filas. Eran fáciles de reconocer cuando se aventuraban cerca de la capital; incluso aquellos menos castigados por su nacimiento tenían docenas de cicatrices autoinfligidas. Cincuenta y siete, imaginaba Hilts, aunque nunca había tenido la oportunidad ni el deseo de contarlas.
-Seelah desterró a nuestra especie, para poder tener su feliz perfección –gritó Neera, señalando a los muros-. ¡Este lugar es vergonzoso! ¿Veis quién falta en estas pinturas, verdad? ¿Dónde está Ravilan, el líder de Los Diferentes? Mirad, ni siquiera se molestan en mostrar a Gloyd... ¡al que los Korsins dejaron vivir, como una mascota! –Escupió sobre el mármol-. ¡A vuestro precioso Panteón le faltan miembros!
-¡A vosotros también! –replicó Iliana-. ¡Seelah hizo bien en purgar a los defectuosos! ¡Y vamos a hacerlo de nuevo!
Las Hermanas se lanzaron hacia delante... sólo para ser bloqueadas por Hilts.
-¡Señoras, señores! -Mirando hacia atrás, Hilts vio que su triángulo de terreno neutral se había reducido-. ¡Este no es el lugar para esto!
-Tienes toda la razón, Cuidador –dijo Korsin Bentado, apretando las correas de su guante en la mano que sostenía el sable de luz-. Los profanadores deben pagar por su delito. Terminaremos esta batalla, aquí y ahora... y después fuera, donde están reunidas las demás facciones. La sangre santificará este lugar. La Liga Korsinita saldrá triunfante... y dentro de ocho días, sólo nosotros escucharemos las bendiciones de Yaru Korsin.
-¡Pero hay miles de personas ahí fuera! –exclamó con voz aguda Jaye, agazapado cerca de su amo.
-Si es así como ha de ser...
-¡No tiene por qué ser así! –gritó Hilts. Recordando el dispositivo de grabación, lo alzó en el aire-. Están aquí para la lectura. ¡Podríamos hacerla ahora mismo!
Iliana lo fulminó con la mirada.
-¡Dijiste que sólo se activaba en el Día del Testamento!
Hilts la miró y se encogió de hombros.
-Soy un Sith. Mentí.
-La Liga no aceptará una lectura del Testamento ningún día que no sea el del aniversario –dijo Bentado, con sus ojos dorados brillando bajo espesas cejas negras-. ¿Estarías dispuesto a ser tachado de hereje, Cuidador, al igual que estos otros? -Las filas comenzaban a moverse de nuevo detrás de él-. Escucharemos al fundador dentro de ocho días... ¡solos!
Viendo cómo los combatientes avanzaban, Hilts sintió a Jaye aferrándose fuertemente a él. En un instante hizo una conexión.
Ocho días.
-¡Jaye! ¡Tus cálculos! –exclamó Hilts con urgencia, tomando la cabeza del Keshiri que se refugiaba en su pecho-. ¡Tus cálculos sobre los Tubos de Arena!
El asistente levantó la vista, con lágrimas de pánico fluyendo libremente.
-¿Ahora? Pero usted dijo que nadie estaría interesado en...
-¡Ahora, Jaye! –gritó-. ¡Díselo!
Temblando de terror, el pequeño keshiri se separó de su maestro y se dirigió a la asamblea.-
-Discúlpenme, Señorías...
-¡No todos somos Señores, keshiri!
Casi se desmaya ante la respuesta de Neera. Sus inmensos ojos negros se volvieron hacia Hilts que, sin emitir sonidos, vocalizaba con urgencia: ¡Dilo!
-Discúlpenme, pero cuando los Protectores aterrizaron, trajeron su calendario estándar, que los keshiri adoptamos a pesar de la diferente duración de nuestros días y años...
Otro sable de luz se encendió en la multitud.
-…y calibramos nuestros Tubos de Arena con su crono mágico, a bordo del Presagio. Cuando el templo de la montaña fue sellado y el Presagio abandonado, los porteadores trajeron aquí los Tubos de Arena, para seguir midiendo el tiempo...
Dos sables de luz más, y más movimiento.
-...pero hace unos años nos dimos cuenta de que, en la llanura, la arena no fluye a través de las tuberías a la misma velocidad que en la montaña. -Con energía roja brillando en su rostro, Jaye tragó saliva-. Corre más despacio.
Bentado levantó su arma... y una ceja.
-¿Cuánto más despacio?
-Un segundo más despacio –dijo Jaye, con voz entrecortada-. Su Día Estándar es realmente un segundo más corto de lo que hemos estado utilizando durante todo este tiempo.
Neera y los miembros de Fuerza 57 rugieron con impaciencia.
-¿Y qué maldita importancia tiene eso?
Hilts apretó los puños y miró a Jaye.
-¡Díselo!
-¿Durante dos mil años? Supone una diferencia de ocho días. Lo que significa...
-Lo que significa -dijo Hilts, dando un paso junto a su tembloroso ayudante-, que de acuerdo a la auténtica medida del tiempo de nuestros fundadores, el Día del Testamento es hoy. Y el Festival de la Ascensión de Nida también comienza realmente hoy-. Miró a Iliana y bajó la voz-. Pero el día de Yaru es el importante.
Bentado avanzó a zancadas hacia la pareja, furibundo.
-¡Esto es absurdo! –Agarró a Jaye por la muñeca-. ¿Me estás diciendo que este loco keshiri ha contado todos los segundos prácticamente desde que aterrizó el Presagio? Eso deben ser diez millones de...
-La palabra en su idioma es millardo -apuntó Jaye con voz cascada-. Y son más de sesenta.
Iliana dio un paso adelante... y bajó su sable de luz.
-Está diciendo la verdad –dijo-. No veo ningún engaño en él. No veo gran cosa en él, realmente.
Bentado volvió la mirada a sus aliados, que asintieron con la cabeza en silencio. Incluso los deformes miembros de Fuerza 57 se habían detenido.
Hilts miró al keshiri, maravillado de que hubiera funcionado. Bien hecho. ¡Ahora cállate!
-La lectura está lista –dijo Hilts-. Declaro la Paz del Panteón. –Sosteniendo el dispositivo de grabación en el aire, miró uno a uno a los líderes de las diferentes facciones-. Desactiven las armas... y avisen a cada uno de sus líderes rivales para que entren –dijo-. Yo no puedo decirles cómo manejar sus asuntos. Tal vez Yaru Korsin pueda.
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