La piel
de la presa:
El
Relato de Bossk
Kathy
Tyers
Chewbacca y Solo habían derrotado a Bossk una vez. Pero nunca más.
El cazarrecompensas trandoshano con
aspecto de lagarto interrumpió su investigación para visualizarse consiguiendo
la piel de Chewbacca. El pensamiento le hizo chasquear la lengua con placer.
Como un cazador de trofeos en condiciones óptimas, Bossk era lo suficientemente
fuerte como para desafiar a un wookiee, pero esta partida la ganaría con
astucia... o engaños, si fuera necesario.
Bossk se encontraba en una cubierta
interior del destructor estelar imperial Ejecutor, apresurándose a leer
una pantalla de datos imperial. Entrecerrando los ojos, colocó a un lado su
rifle bláster -un elaborado arnés para el cuello lo suspendía bajo su brazo
izquierdo- y acercó su rostro a la pantalla. La iluminación a bordo dañaba sus
ojos supersensibles, y la pantalla era sólo ligeramente más brillante que los
pasillos. Tenía problemas para captar el contraste.
Apareció otra lista.
Adversarios conocidos:
Gran Bunji, antiguo socio
Jabba el hutt, antiguo empleador.
Ploovo Dos-por-Uno, antiguo socio
Bossk flexionó las garras de los pies
contra la cubierta del Ejecutor. Chewbacca y Solo estarían locos si
se escondieran entre sus enemigos, pero Solo era famoso por intentar trucos locos.
Los ayudantes personales de Lord Vader habían proporcionado volúmenes de datos
a los seis cazadores finalistas. De alguna manera, Bossk debía descubrir la
pista que lo llevase a Chewbacca el primero.
Y a
Solo. Apretó los dedos, enroscando enormes garras en forma de cuña en la palma
de su mano. Sus manos no eran ágiles, sino fuertes, con escamas maduras y
profundamente estriadas. Había cazado wookiees durante más de sesenta años
estándar. Cuando un bláster o una granada finalmente matara a Bossk, su muerte
derramaría cientos de puntos jagannath para la sanguinaria y
eterna Tanteadora a la que adoraba.
Serena detrás de sus pálidos ojos sin
párpados, la Tanteadora existía más allá del tiempo y el espacio, numerando
todas las acciones de cada cazador trandoshano. Ella podría reducir a cero la
cuenta de su vida si lo avergonzaban o capturaban. Ella podría duplicarla si él
traía a casa una piel digna de premio. Emboscar a Chewbacca era la obligación
sagrada de Bossk.
Pulsó otro botón y examinó la
información de Vader acerca de Ploovo Dos-por-Uno. El señor del crimen
humanoide había ordenado el asesinato de Solo. Nada más en la pantalla provocó
el instinto de caza de Bossk, excepto –débilmente- el hecho de que Solo había
sido visto por última vez por los imperiales en Tatooine, cerca del cuartel
general de Jabba el hutt, inmediatamente antes de que empezara a operar con la
Alianza Rebelde. Ese idiota de Greedo lo había dejado escapar limpiamente;
Bossk recordó haberlo visto después, en Ord Mantell.
El belicoso pueblo de Bossk se había
aliado desde muy temprano con el Imperio. Un funcionario trandoshano había
concebido la idea de esclavizar a los enormes y fuertes wookiees -habitantes de
Kashyyyk- como mano de obra, en lugar de arrasar Kashyyyk con bombardeos. El
Imperio se había abalanzado sobre la idea. Los despreciables y pacíficos
wookiees habían sido capturados antes de que adivinaran el verdadero
significado de la esclavitud. Ahora muy pocos wookiees libres vivían fuera de
Kashyyyk.
Y Lord Vader quería a Solo, Chewbacca,
y sus pasajeros "vivos, nada de desintegraciones", lo que garantizaba
que serían tratados con crueldad. Después de que el Imperio terminara de
castigar a Chewbacca, Bossk volvería a comprar la piel de Chewbacca. Se la
llevaría a casa y la pondría en el sangriento altar de la Tanteadora.
Primero, sin embargo, debía encontrar
mejores pistas. Solo y su tripulación habían desaparecido a mitad de la
persecución, sin dejar rastro. Y tenía una dura competencia.
Tinian I'att colocó su cabello rubio rojizo
detrás de una oreja y luego se agachó para mirar a los ojos a un peludo
chadra-fan marrón. Eso hacía difícil ignorar sus cuatro fosas nasales y su
hocico tembloroso y prominente, pero ella quería asegurarse de que la cobarde
criatura entendiera.
—Doscientos créditos —repitió ella—.
Todo lo que tienes que hacer es presentarnos a mí, y a Chenlambec, ante Bossk.
Tutti Snibit inclinó la cabeza para
mirar por encima del hombro de Tinian. Un wookiee con puntas plateadas en su
pelaje se alzaba enorme detrás de ella. Chenlambec también había asustado a
Tinian, cuando se encontró con él por primera vez. Otros cazadores tenían a
Chenlambec por un feroz depredador, propenso a los ataques de ira. Solo
aceptaba asignaciones de “vivo o muerto”, y, por lo general, solo regresaba con
pruebas de la muerte de su presa. Llevaba una pesada bandolera de piel de
reptil, tachonada con flechas de ballesta alternadas con decorativos cubos de
plata.
Él era el Ng'rhr de
Tinian. En su idioma, el término significaba tío de clan; él era el maestro cazador que
la tenía como aprendiz.
—Los trandoshanos odian a los wookiees
—tartamudeó Tutti. Había explicado que él también era un cazarrecompensas, pero
el equipo de selección de Lord Vader declinó contratarlo.
—Somos compañeros cazadores —le dijo
Tinian. Habían llegado a bordo del Ejecutor demasiado tarde,
deliberadamente, para ser inspeccionados por Lord Vader para el gran trabajo—.
Haz que Bossk prometa que acatará el Credo. Entonces preséntanos.
Según el Credo de los Cazadores, ningún
cazador podía matar a otro ni interferir con la caza de otro.
La reticencia de Tutti parecía falsa,
de todos modos. Tinian lo había visto hablar con el siniestro y blindado Boba
Fett hacía unos minutos. Había escuchado su oferta para ayudar a Boba Fett de
cualquier manera que pudiera... por una pequeña suma. Boba Fett aparentemente
había contratado a Tutti para enviar a Bossk en una dirección que lo alejaría
de Han Solo.
Ella y Chen cooperarían gustosamente.
—¿Dos cincuenta? —Tutti golpeó una de
sus enormes orejas redondas.
Tinian miró por encima de su hombro.
Chen emitió un gruñido bajo.
—Dos diez —respondió a Tutti—. Oferta
final.
Tutti Snibit extendió una mano larga y
nudosa.
—Después de presentarnos. Si
sobrevivimos. —Tinian sonrió sin humor.
El chadra-fan se marchó disparado.
Tinian se enderezó.
—No sé cuánto paga Boba Fett —le dijo a
Chenlambec—, pero ese tipo está prácticamente salivando.
Chen aulló suavemente.
—Estoy lista —respondió ella—. ¿Y tú?
Cruzó sus largos brazos sobre su
cartuchera y se apoyó contra un mamparo, con un aspecto perfectamente relajado.
—Por supuesto que sí —admitió ella—.
Siempre estás listo.
Había decidido ser la aprendiz de
Chenlambec con la esperanza de hacerle daño al Imperio antes de que éste la
atrapase. El Imperio había destruido su vida. Había sido la heredera de una
empresa armamentística. Ahora no tenía nada.
Sin embargo, Chenlambec no era un
cazarrecompensas convencional. Bajo la cobertura de “vivo o muerto”, había
ayudado a varias “adquisiciones” a escapar a la Alianza Rebelde. Jugaba un
doble juego peligroso, pero satisfactorio... y rentable. Este sería el tercer
trabajo de Tinian como su aprendiz.
Tutti Snibit apareció corriendo la
esquina, juntando las manos frente a su sucia túnica marrón.
—Está de acuerdo —murmuró el
chadra-fan—. ¡Pero tened cuidado! Quiero que viváis para pagarme.
—Naturalmente —Tinian tiró de su traje
de vuelo para enderezarlo. Los trajes que eran lo suficientemente largos en la
cintura siempre le quedaban demasiado sueltos. No llevaba adornos, excepto un
cinturón diagonal plateado en la cadera y un bláster.
Tan pronto como dio la vuelta a la
esquina, vio a la criatura. Bossk tenía que medir al menos 1,90 metros de altura,
casi tan grande como Chenlambec. Sus escamas prominentes parecían ligeramente
anaranjadas en un lado, pero en el resto de su cuerpo, eran de color marrón
verdoso. Llevaba un traje de vuelo naranja que obviamente había sido diseñado
para humanos de piernas más cortas, que terminaba cerca de sus rodillas con un
par de bandas de balas. Un rifle bláster colgaba de un arnés en su cuello,
apoyado despreocupadamente sobre su brazo izquierdo.
Tutti Snibit esperaba a una respetuosa
distancia del trandoshana, agitando sus orejas redondas, pareciendo más un
ratón que un lagarto. Sólo tenía la mitad de la altura de Bossk.
La estación de datos de Bossk estaba al
borde de un gran espacio abierto, cerca del centro de control de lanzamiento
del Ejecutor. Accesible desde tres lados, era la pesadilla de un
cazador. Conductos de metal pesado adornaban los mamparos y techos adyacentes
con una textura maciza y militar.
—P-poderoso Bossk —tartamudeó Tutti—,
este es Chenlambec, un cazador de gran reputación. Y su aprendiz, Tinian.
Siseando, Bossk lanzó sus garras
derechas hacia su rifle bláster.
—¡El Credo de los Cazadores! —Chilló
Tutti— ¡Nada de disparos! ¡Los tres debéis hablar sobre Chewbacca!
Bossk gruñó.
—Chenlambec. Eres notable, para
proceder de una raza tan cobarde.
Su básico le sonaba a Tinian como si
intentara hacer gárgaras mientras alguien lo estrangulaba.
Chen golpeó su oscuro pecho con un puño
y gruñó.
Tinian dio un paso adelante. Ambos
cazadores se alzaron sobre ella.
—Él dice que tu reputación también te
precede. Has matado a docenas de su gente.
—Cientos —la corrigió Bossk.
Chenlambec volvió a gruñir. Esta vez,
Tinian optó por no traducir.
Tutti Snibit miró a su alrededor,
probablemente observando los mamparos para ver si tenían agarraderas para manos
y pies.
—De todos modos —exclamó rápidamente—,
Bossk consiguió el trabajo, pero Chenlambec tiene información sobre una
maravillosa pista de primera mano. Pensé en haceros un favor a ambos... ¡y
presentaros! —Agitó sus brazos peludos.
Bossk murmuró en un idioma que Tinian
no entendió.
—Por favor, escucha, señor Bossk —Tutti
exclamó—. Chenlambec llegó a bordo demasiado tarde para solicitar esta
cacería...
—Lord Vader quiere esta presa viva
—interrumpió Bossk—. Nada de desintegraciones. Lo especificó claramente.
—Sí, sí —chilló Tutti—, pero escucha.
Chenlambec pospondrá su masacre... por una vez... si tú, poderoso Bossk,
pudieras trabajar con un wookiee.
—Y una humana. —Bossk bajó su escamosa
cabeza y siseó—. Una pequeña y débil humana.
Chenlambec respondió con enojo.
Tinian se cruzó de brazos.
—Chen dice —explicó—: "Me ha sido
útil en situaciones que requieren traducciones a básico." Y casi estoy
cualificada para el estatus completo de cazadora.
Bossk dejó que su rifle bláster colgara
libre.
—Chadra-fan, hablaré con este equipo en
lugar de dispararles. Déjanos.
Tutti retrocedió dando la vuelta a la
esquina. Tinian casi lo envidiaba. Al menos cinco de los seis cazarrecompensas
terminarían el trabajo del Halcón Milenario con los bolsillos
vacíos, y ella y Chen podrían fracasar en su propia misión, pero Tutti Snibit
había acumulado suficientes créditos para divertirse durante tres o cuatro
semanas... tal vez incluso el resto de su vida, si no los gastaba rápidamente.
Bossk hizo un gesto con la mano en su
terminal para hibernarlo, luego se apoyó contra el mamparo. Tenía mejor visión
periférica que los wookiees o los humanos, pero no confiaba en este par.
—¿Y bien? —gruñó—. Haced vuestra
propuesta. Recordad, no os debo nada por acercaros a mí.
El wookiee, de color marrón oscuro con
un brillo plateado en la punta de su pelaje, llevaba una cartuchera negra de
cuero con pequeñas escamas. Tal vez el wookiee había elegido usar piel de
reptil como un insulto deliberado. Para los trandoshanos, la mayor parte del
valor de una presa se encuentra en su piel. Bossk no usaría piel de reptil ni
comería carne de reptil. El hecho de que los wookiees —y los humanos— comieran
la carne de otros mamíferos demostraba su bestialidad.
Chenlambec se apoyó contra el mamparo
opuesto, dejando a la pequeña humana entre ellos. Bossk no olía miedo en ella.
Chenlambec aulló como un mono de las
nubes. Después de varias frases, su aprendiz levantó una mano y lo acalló.
—Mi Ng'rhr tiene conexiones
entre los wookiees que viajan por el espacio —comenzó.
—No confío en los criminales para
obtener información —dijo Bossk bruscamente—. El hecho de que conozcas su
idioma te marca como cómplice. Su lugar es escuchar, no hablar.
Tinian apretó los puños y los colocó
contra sus delgadas caderas.
—Mi familia tuvo esclavos wookiees. La
mejor manera de controlarlos era aprender su idioma. ¿Nos entendemos?
Él se negó a dejar que ella lo
impresionara.
—Ahora lo llamas maestro.
—Disculpe —dijo—, pero estoy
traduciendo. Chenlambec me pide que diga que tiene conexiones entre los
wookiees que viajan en el espacio. —Barrió un mechón de pelaje detrás de su
oreja izquierda, exponiendo sus peculiares pliegues rosados—. Uno de ellos
sugirió un probable destino siguiendo el último curso conocido del Halcón
Milenario.
¿Un avistamiento actual? ¿Información
de la red wookiee? Bossk prestó atención más cuidadosamente. Le ofrecería a la
Tanteadora su brazo izquierdo por tener la oportunidad de romper esa red (tal
vez incluso ambos brazos, ya que podría regenerarlos). Romper la red de los
wookiees podría hacerle rico y eternamente seguro.
—Continúa —dijo—. ¿A dónde se dirigen?
El gran wookiee de puntas plateadas
volvió a gruñir.
—Dice —tradujo Tinian— que la mejor
manera de atrapar a un capitán estelar que haya contratado a un copiloto
wookiee, es emplear a otro wookiee.
Bossk mantuvo su voz baja, ocultando su
ansiedad.
—¿A dónde se dirigen?
—Primero, hablemos de cómo asociarnos.
—Si me ayudáis a cazar a Chewbacca y a
su cuidador, consideraré daros el veinte por ciento de mis ganancias.
La humana entrecerró los ojos.
—Obviamente crees que somos
aficionados. El cincuenta por ciento es lo tradicional. Todavía te quedaría más
de lo que ganarías sin nuestra ayuda.
¿Se atrevía a regatear?
Aun así, vio formas de sacar provecho
de la situación si las cosas se torcían. La reluciente piel de Chenlambec valía
tanto como la de Chewbacca. El gen de
las puntas plateadas era recesivo y raro.
Y este era el tipo de pista que había estado buscando, no datos antiguos.
Los llevó a creer que daría el treinta por ciento de sus ganancias si lo
llevaban hasta Chewbacca. Luego le preguntó a Tinian en voz baja:
—¿Cómo ganó el poderoso Chewbacca la
enemistad de otro wookiee?
Chenlambec recostó la cabeza y ululó
con tristeza.
—Su crimen fue inexpresable —respondió
Tinian—. Chen no habla de su pasado. No conmigo. Y ciertamente no contigo.
El pasado no importaba. Tanto si Bossk
localizaba el Halcón como
si no, una vez que atrajera a Chenlambec a bordo de su propia nave se
garantizaba un beneficio.
Probablemente también buscasen a la
humana en alguna parte. En caso contrario, los esclavistas de vez en cuando
aceptaban jóvenes y enérgicas hembras humanas.
En cuanto al Credo de los Cazadores,
nunca ningún cazarrecompensas había traicionado a otro a menos que el otro
cazador se hubiera desviado previamente de las normas del Credo; pero Bossk
había hecho violaciones al Credo antes, y sintió que la Tanteadora le sonreía.
Ella amaba la traición inteligente.
—Bueno —dijo—, ¿hacia dónde se dirigen?
—Preferiríamos ir a un lugar privado
para hablar.
—No hay tiempo para eso. —Mantuvo su
voz baja y amenazante. Quería que pensaran que intentaba asustarlos—. Los otros
cazadores ya se están dirigiendo a sus naves.
—Entonces hablaremos aquí.
Tinian miró por el pasillo. Un lacayo
imperial humano que llevaba uniforme caqui corrió hacia ellos. Sus pesadas
botas golpeaban la cubierta de metal pulido. Bossk preparó su rifle bláster.
El lacayo dobló una esquina y
desapareció por otro pasaje demasiado luminoso. Bossk observó a Tinian seguir
al humano con sus ojos. Olió su alarma conforme se acercaba, y su alivio cuando
pasó de largo. Evidentemente, los imperiales la ponían nerviosa.
Ella no necesitaba vigilar los pasillos
en busca de su enemigo más peligroso. Lo tenía delante.
El Ejecutor vibraba
alrededor de Chenlambec como una bestia gigante. Se alegraría de dejar sus entrañas,
y se compadeció de los gusanos imperiales que pasaban sus vidas corriendo y
escabulléndose en estos pasajes.
Habló, y luego escuchó como Tinian
traducía al básico.
—Al parecer —explicó, y a él le gustó
la condescendencia que ella fingía— fuentes wookiees han visto la nave de Solo
en camino hacia el sistema Lomabu. Un grupo renegado de wookiees está
estableciendo otro mundo seguro allí. Tenemos entendido que anteriormente en tu
carrera ya diste el soplo acerca de uno de esos mundos.
—Sí —espetó Bossk. En Gandolo IV, Bossk
había perseguido a varias docenas de esclavos wookiee fugados que trataban de
establecer un refugio seguro. Bossk había estado a punto de desollar al grupo,
incluido el famoso Chewbacca, que estaba ayudando con el asentamiento, cuando
el capitán Solo regresó sin previo aviso. Al ver la situación en curso, Solo
había atacado al cazarrecompensas y a su tripulación. Se habían retirado a su
nave, más grande y mejor armada. Solo había aterrizado el Halcón
Milenario directamente encima de ella, colapsando su tren de
aterrizaje. Nubes de vapor habían salido disparadas de su sistema hidráulico.
Las explosiones internas insinuaron graves daños en el motor.
Solo y Chewbacca habían dejado a Bossk
con vida, pero atrapado a bordo, humillado... o al menos eso decía la historia.
El hermano de Chenlambec había relatado el suceso de primera mano. Había estado
cerca de Chewbacca, viendo cómo la desesperada situación de los wookiees se
volvía esperanzadora y luego hilarante.
Chen imaginó que podía sentir cómo
Bossk se retorcía ante el recuerdo. Volvió a hablar, recordándole a Tinian
varios detalles de su historia de tapadera. La habían urdido antes de acoplarse
con el Ejecutor.
Ella asintió sobriamente, luego se
volvió hacia el lagarto grande y feo.
—Creemos que la Alianza Rebelde espera
establecer una base cerca del refugio wookiee en el sistema Lomabu, ahora que
han sido expulsados de Hoth. Eso explicaría nuestro informe de que Solo ha
llevado allí al Halcón, transportando a varios líderes rebeldes.
Podríamos colarnos antes de que llegue la flota rebelde, atrapar a nuestra
presa y salir volando antes de que los imperiales se den cuenta. Llevaremos a
nuestros prisioneros directamente a Lord Vader.
Bossk asintió.
—No he oído hablar del sistema de
Lomabu. ¿Cómo se va desde aquí?
—Bueno... estamos cerca de Anoat.
Lomabu está...
Chen miró atentamente a Bossk. Ahora
ella plantaría el cebo.
—No estamos muy seguros —admitió Tinian
Bossk miró a Tinian, luego a Chen, y
luego a Tinian de nuevo. Gruñó varias palabras en trandoshano desde lo profundo
de su garganta, y luego gorgoteó de nuevo en básico.
—Vuestra información no vale nada.
Vosotros no valéis nada. Debería...
Chen ladró furioso.
—Tranquilos, los dos —exclamó Tinian—.
No sabemos dónde está, pero sabemos dónde averiguarlo. Tenemos que revisar un
puesto de paso a lo largo de la red wookiee.
Y eso, hasta donde Chen sabía, era un
vital pedazo de verdad que habían tejido en su coartada para endulzar el cebo.
Seguramente Bossk quería...
—Red —repitió Bossk lentamente. Su
lengua se agitó.
Excelente. Había picado.
—Es peligroso —subrayó Tinian—.
Especialmente para ti y para mí, Bossk. Los wookiees se tomarán en serio la
tarea de silenciar a cualquier no-wookiee que muestre interés en esta
ubicación.
Bossk ajustó el arnés de su bláster.
—Me niego a viajar en cualquier nave
que no sea la mía. Tengo un carguero ligero YV-666 modificado para la caza de
wookiees. ¿Tenéis algún problema para viajar en ella?
Chen mostró los dientes y respondió
evasivamente. Habría sido fácil reducir a Bossk si pudieran convencerle de
subir a bordo de su nave, pero obviamente Bossk era demasiado
inteligente para caer en eso.
—Él no tiene ningún problema —tradujo
Tinian—. Yo tampoco, si eso significa obtener la recompensa por Chewbacca.
Bossk finalmente estiró la mitad
inferior de su cara en una sonrisa de reptil.
—Debo advertiros: si manipuláis alguno
de mis sistemas de a bordo, el Diente de Perro tomará
represalias.
Desde luego que lo haría. Sin duda,
estaba equipado con múltiples defensas contra la fuerza de los wookiees.
Chen dijo a Tinian que informara a
Bossk que viajar con él mantendría sus gastos bajos, ya que solo recibían el
quince por ciento cada uno. Mientras ella traducía, Chen olfateó el aire. Bossk
olía tan amargo como el dolor y tan asqueroso como la muerte, pero no se había
puesto a la defensiva. A partir de esa pista sutil, Chen adivinó que Bossk ya
tenía la intención de traicionarlos. No perdería el treinta por ciento de su
ganancia porque no tenía intención de pagarlo.
Parecía justo. Si Chen se salía con la
suya, Bossk no obtendría ni un solo crédito. Chen conocía la religión
trandoshana. Hacer que su puntuación de jagannath bajase a
cero causaría a Bossk un daño peor que tenderle una emboscada y matarlo.
Eso sería un placer.
Para Tinian, Bossk parecía impaciente:
flexionaba sus garras rítmicamente, lanzando miradas de vez en cuando hacia los
pasillos.
—También espero que paguéis la mitad de
mis gastos de combustible —dijo.
En tres años con Chen, Tinian había
madurado de una niña rica y mimada, pero honesta, a una experimentada luchadora
de la resistencia. Sintió que Bossk la estaba poniendo a prueba.
—El diez por ciento —respondió ella—.
Harías este viaje sin nosotros, si supieras a dónde ir.
Bossk frunció el ceño.
—Veinte. Programar mis sistemas de a
bordo para que os vigilen me llevará tiempo que podría dedicar a la caza de
Chewbacca.
—Entonces no los programes —espetó
ella.
Él curvó un labio y siseó.
Tinian había escuchado que los
trandoshanos encontraban despreciables la misericordia, la amabilidad y otras
debilidades.
—Diez —repitió ella—, y eso es
generoso.
—¿Por qué entraste en el Oficio,
humana? Tu especie generalmente no tiene estómago para eso.
Tinian entrecerró los ojos, una
expresión que los trandoshanos entendían.
—Mi capacidad de bondad murió hace tres
años. Unos criminales asesinaron a mis abuelos y a mi amante, mi casa fue
destruida y dejé atrás la vida en tierra firme. No me importa arriesgar mi vida
si las apuestas son gratificantes.
Bossk la miró fijamente, obviamente
pensando en eso. Los trandoshanos no tomaban amantes. Cada vez que regresaban a
Trandosha, se apareaban con una madre de nido que les gustase, y luego
regresaban a su trabajo.
Pero ella había tenido un amante. Un
prometido. Tinian trató de mantener la imagen de Daye Azur-Jamin fuera de su
mente. Daye había sido un rostro amable lleno de inteligencia, con una extraña
franja plateada que le marcaba una ceja. Había sido sensible a la Fuerza, un
hábil juez de carácter. Trabajador, también. Y leal hasta la muerte. Daye se
había sacrificado para ayudarla a escapar de la toma imperial de la fábrica de
armamento de sus abuelos. Cuanto antes muriera, antes se reencontraría con
Daye.
Mientras tanto, tenía un trabajo que
intentar.
-Quince por ciento del combustible.
Bossk tendió su antebrazo provisto de
garras.
Tinian sintió que había obtenido todo
lo que Bossk estaba dispuesto a ceder. Extendió la mano y tocó las escamas.
Bossk giró su brazo contra un mamparo, atrapando la mano de la humana.
Chenlambec extendió su zarpa y obtuvo el mismo tratamiento: Bossk reclamaba el
control, dos contra uno... y su nave. Esas probabilidades favorecían a Bossk.
-Ahora –dijo Bossk-, evaluaremos
nuestros recursos.
Enumeró la potencia de fuego del Diente de Perro. Antes de que terminara,
Chenlambec golpeó el suelo con una pata, e incluso Tinian se sintió nerviosa,
aunque prácticamente había crecido dentro de la fábrica de armamento de sus
abuelos. Desde que abandonara Druckenwell, se había vuelto incluso más
competente con armas, explosivos y blindajes. El conocimiento ayudaba a
compensar su pequeño tamaño y su fuerza limitada. Las contribuciones de
Chenlambec al trío incluían sus conexiones entre la red “criminal” wookiee y
una reputación que ni siquiera Bossk ponía en duda.
El resto de su planificación era
sencilla, de momento. Tras visitar el puesto de paso wookiee, se desviarían al
sistema Lomabu, fingiendo la órbita de un asteroide que cruzaba junto al
planeta a gran velocidad, y mantendrían todos los sistemas en silencio.
Explorarían usando la pequeña nave de aterrizaje de Bossk, localizarían la
colonia criminal wookiee, y entonces extraerían y atraparían a Solo y su
tripulación. Los planes concretos tendrían que esperar hasta que encontraran el
sistema Lomabu.
Tinian no mencionó sus propios planes.
-Hasta que encontremos Lomabu –añadió
Bossk-, permaneceréis en vuestros camarotes.
Tinian se encogió de hombros. No tenía
intención de permanecer en ningún lugar donde Bossk la ubicara, y Lomabu III no
era un mundo seguro.
-Embarcaremos con 300 kilos de equipo.
¿En qué bahía de atraque está tu nave?
Bossk parpadeó. Ella casi pudo ver cómo
su mente se preguntaba qué podrían necesitar con 300 kilos de peso.
-Número seis –dijo con un sonido
gutural.
-Estaremos allí en veinte minutos –dijo
ella.
Chenlambec
condujo a Tinian por el pasillo, aliviado de escapar del salobre hedor de
Bossk. Este trabajo se lo habían encargado desde Kashyyyk, no sólo para ayudar
a escapar a Chewbacca, sino para traicionar a Bossk y acabar con sus letales
actividades. Chenlambec sabía que la colección de pieles del trandoshano
ascendía a varios centenares. Había provocado a Bossk para que presumiera de
ello. El ardor en los ojos de Bossk había hecho hervir la sangre de Chenlambec.
Una
vez que pusieron varios giros del pasillo entre ellos y el trandoshano, Chen
aminoró la marcha.
-¿Satisfecho?
–preguntó Tinian.
Chenlambec
había perdido hermanos y hermanas a manos de los coleccionistas de pieles trandoshanos.
Le dijo que era un comienzo.
-Ha
sido emocionante –admitió ella-. Por unos minutos, me he sentido realmente
viva.
Chenlambec
golpeó suavemente el hombro de la pequeña mujer. Ella comprendía el habla y los
gestos de los wookiees bastante bien, incluido el débil puñetazo que
significaba un acuerdo total.
-Ya
me imaginaba que probablemente tú también –respondió ella. Le devolvió una
sonrisa pícara.
Él
contó al pasar varios pasillos grises y cavernosos, y luego giró en un sombrío
pasillo lateral. Tras veinte largas zancadas, se detuvo frente a un mamparo.
Tinian libero el bláster de su pistolera baja y se puso en posición de alerta.
Chen
se agachó frente un punto de acceso de energía. Extendió una garra y extrajo un
cubo plateado similar a las decoraciones de su bandolera. Habría encajado en la
palma de la mano de Tinian.
-Ya
era hora –recriminó el objeto con una aguda voz femenina-. Llevo lista desde
hace...
Chen
cerró la zarpa sobre el pequeño procesador positrónico, demasiado pequeño para
considerarlo propiamente un droide, con demasiada personalidad para llamarlo de
cualquier otro modo. Ocultando a Coqueta en su puño, alzó la mirada.
-Sigue
despejado –dijo Tinian, inmóvil como una estatua con una mano sobre su bláster.
Chen
enganchó a Coqueta en el anclaje de seguridad de su bandolera, cerca de su
cadera.
-Muchos
datos interesantes –trinó Coqueta-. Información de primera mano sobre el Halcón Milenario, si la queréis. No os
creeríais...
-No
vamos a perseguir al Halcón –dijo
Tinian.
-Ooh
–exclamó Coqueta-. Yo quería...
Chen
gruñó otra advertencia. Coqueta se detuvo a mitad de frase. Cuando se quedaba
callada, parecía simplemente otro cubo decorativo más. Chen se había hecho
fabricar la bandolera específicamente para camuflarla.
Abrió
la marcha para salir de allí. Tenían más equipaje que recoger antes de embarcar
en la nave de Bossk.
Bossk
se apresuró a ir a una terminal diferente en la zona de los alojamientos de
tropas del Ejecutor. Trabajando con
rapidez, extrajo toda la información sobre Chenlambec que pudo encontrar. Por
desgracia, el certificado de cazador de la criatura estaba vigente. Su lista de
adquisiciones, listado bajo el apodo por el que se le conocía en los bajos
fondos, “El Wookiee Rabioso”, era impresionante. Esto sólo haría aumentar la
puntuación jagannath por su piel.
Bossk
apretó botones con las uñas de sus garras hasta que encontró el incompleto
título de la humana, “Tinian”. No había dado un apellido. El ordenador dudó
varios segundos antes de mostrar dos fichas de Se Busca. Una encajaba con la
descripción de esta humana hasta la temperatura corporal de sus extremidades.
Pocas otras razas advertían ese detalle. Era uno de los muchos factores que
hacía de los trandoshanos los mejores cazadores.
Se
ofrecía una modesta recompensa por su captura de manos del gobernador imperial
de un planeta industrial, Druckenwell. Como aprendiz de un cazarrecompensas
licenciado, era temporalmente intocable –esa era una forma por la que los
criminales de medio pelo esquivaban la justicia-, pero una vez que Chenlambec
yaciera muerto en su mesa de desollar, sería caza legal. La recompensa por ella
era demasiado baja como para hacerle temer sus habilidades, pero lo bastante
alta como para cubrir los gastos del combustible usado en su caza.
Sólo
necesitaba conseguir que subieran a bordo del Diente de Perro.
Pero
su objetivo principal era Chewbacca. No iba a olvidar esa suculenta recompensa
–ni su humillación en Gandolo IV- ni por un microsegundo.
Se
dirigió a la Bahía de Atraque Seis, donde el Diente de Perro descansaba bajo luces brillantes, vigilado por
soldados de asalto imperiales. Tres de las otras naves de los cazadores ya
habían despegado. El Diente brillaba,
demasiado nuevo para haber coleccionado una pátina de cicatrices, abolladuras y
quemaduras. Consciente de los soldados de asalto que lo observaban, marchó
marcialmente hasta la rampa.
-Bossk
–anunció-. Embarcando.
El
Diente tardó menos de un segundo en
comprobar su patrón de voz.
-Confirmado
–dijo una voz metálica de barítono. A Bossk le gustaba una nave que pudiera
hablar por sí misma. Había pagado extra por la programación interactiva. El Diente de Perro bajó su rampa de embarque
de babor.
Subió
con prisas a la cabina. Rápidamente comprobó sus sistemas de seguridad,
prestando especial atención la cabina de pasajeros de babor.
Satisfecho,
caminó con grandes zancadas por un pasillo en curva hasta una de sus bodegas de
popa. Sus pasajeros necesitarían suficiente espacio para almacenar trescientos
kilos... ¿de qué? Dándole vueltas a esa pregunta, chasqueó la lengua. Trajeran
lo que trajesen, el Diente pronto lo
identificaría, y Bossk pronto lo poseería.
Tomó
posición en el interior de la esclusa principal del Diente de Perro y esperó a su grupo de abordaje.
Tinian
se acercó cruzando la cubierta del Ejecutor,
brillante como un espejo. Conducía con su mano izquierda un armario repulsor,
manteniendo la derecha cerca del bláster que colgaba de su cinturón caído. Un
petate negro colgaba de su hombro izquierdo.
-Bienvenida
a bordo del Diente de Perro. Tú y tu
compañero compartiréis la cabina de babor –le dijo-. He dejado su compuerta
abierta. Ve directamente allí y deja vuestro equipo. Me reuniré contigo más
tarde.
Ella
caminó hacia la cómoda penumbra de la nave.
Él
dirigió su atención hacia la imagen, más interesante, de Chenlambec conduciendo
dos droides de servicio imperiales. Cada droide empujaba un gran arcón de
almacenamiento, y el wookiee cargaba una caja de armas sobre su cabeza.
-¿Qué
hay ahí dentro? –preguntó Bossk a un achaparrado droide de refuerzo que
avanzaba sobre orugas.
Chenlambec
gruñó algo ininteligible. Bossk sospechó que simplemente acababa de soltarle
una maldición. Hizo chasquear su lengua en respuesta, y luego se apartó del
mamparo.
-Sígueme.
Lo
condujo a popa alejándose de la luz brillante, pasando junto a la cabina de
pasajeros hacia su bodega de carga más pequeña, donde había despejado unos
metros de espacio de cubierta.
-Apílalo
ahí. No toques nada más.
Chenlambec
ululó una orden a los droides de servicio. Posaron sus cargas, dieron media
vuelta a sus orugas, y se marcharon chirriando por el pasillo, de regreso a la
cubierta de droides del Ejecutor.
El
gigantesco droide de servicio X10-D de Bossk, de color rojo y bronce, rodó
hacia delante. Chenlambec se apartó de él, enseñando los dientes.
-EquisDiez-De
asegurará vuestros objetos para el vuelo...
Abruptamente,
Bossk sintió una presencia tras él. Se giró, apuntando de forma automática con
su rifle bláster.
-Tranquilo,
Bossk. –Tinian entró lentamente en la bahía de carga con ambas manos
levantadas-. ¿Qué es ese monstruo?
-Te
dije que fueras a vuestra cabina. –Bossk dejó que su rifle colgara de nuevo. La
unidad X10-D no era ningún monstruo, pero para los humanos y los wookiees, que
necesitaban excesiva luz para ver claramente, el droide parecería enorme-. Ese
es mi droide de refuerzo.
Tinian
caminó rodeando la resplandeciente unidad roja. Vagamente trandoshano en su forma,
el X10-D tenía brazos hidráulicos retráctiles que podían extenderse hasta tres
metros, un inmenso torso cónico, y pies con rodamientos autopropulsados.
-Creía
que me necesitaríais para traducir hasta que todo estuviera almacenado donde
quisieras –dijo. Pasó la mano por el brillante pecho de X10-D-. Tal vez no os
haga falta –añadió.
-Yo
le diré a tu compañero dónde apilar sus arcones, y EquisDiez-De los asegurará
–respondió Bossk-. En esta nave, a los droides y a los wookiees se les ordena
escuchar, no hablar.
Chenlambec
ladró un gruñido de protesta.
-Algunas
de estas cosas son equipo delicado –dijo Tinian-. ¿Tienes cables de amarre?
-Mi
droide de refuerzo sujetará vuestro equipo.
Chenlambec
ululó.
-Queremos
mirar –dijo Tinian.
-Mirad
si queréis.
Hizo
falta una hora para asegurar las pertenencias del dúo.
-Recuerda
nuestro trato –dijo Tinian mientras X10-D regresaba a su posición pegado al
mamparo del fondo-. Nosotros no registramos tu nave, y tú no tocas nuestro
equipo.
-Y
tú te mantienes al margen de todo
–añadió Bossk, apuntando hacia ella con una larga garra.
Chenlambec
agitó su zarpa peluda y rugió.
Ella
fulminó con la mirada al wookiee.
-Por
supuesto que no, Ng’rhr. Esta vez no.
Bossk
cruzó los brazos y sonrió. Evidentemente, esta pareja no estaba perfectamente
compenetrada.
No
tenía ningún problema en prometer no tocar su equipo. Los escáneres de
seguridad del Diente de Perro y sus
ordenadores de a bordo no tenían rival.
Aparte
de la unidad X10-D, no precisaba tripulación. La inteligencia de la nave
también ayudaba a superar la verdadera desventaja de un trandoshano: la
tecnología de otras razas no estaba hecha para manos trandoshanas, e incluso
los ajustes especiales de la nave a veces eran un poco torpes.
Los
condujo de vuelta a la esclusa del Diente.
Mientras se cerraba con un suave siseo, sellando a la pareja a bordo, murmuró
fervorosos agradecimientos a la Tanteadora. Utilizaría a esos pasajeros hasta
que ya no los necesitara.
Entonces
podría empezar a despellejar.
-Soltaremos
amarras en cuanto estéis listos –les informó-. Tengo asientos de aceleración en
la bodega de carga más grande.
-Me
parece que no confío en tus asientos de aceleración –respondió Tinian.
Bossk
soltó una profunda carcajada.
-Si
quisiera tu pellejo y su piel, los tomaría... pero no antes de Lomabu III.
Todos queremos a Chewbacca y a Solo. Los capturaremos juntos.
Tinian
echó un vistazo en el estrecho pasillo. No podía distinguir demasiados
detalles. Sabía que los trandoshanos veían en infrarrojos, pero ella no tenía
gafas IR. Nunca había tenido unas.
-¿Dónde
está ese puesto de paso? –preguntó Bossk, pisando con fuerza tras ella-.
Necesito las coordenadas ahora.
Chen
aulló una serie de números. Tinian los repitió.
-Está
programado para destruir a cualquier no-wookiee que se acerque –añadió-. Desde
que salgamos del hiperespacio, el Diente
de Perro debe mantener silencio de escáneres y sensores, y escudos al
máximo, a menos que Chen sea el único que esté fuera de la zona protegida por
tus escudos.
-Comprendo.
–Bossk hizo chasquear la lengua-. ¿Os muestro ahora los asientos de
aceleración?
-Haremos
el viaje en nuestros catres. –Se ajustó el petate.
Bossk
se encogió de hombros.
-Como
queráis. No me echéis la culpa si acabáis por los suelos.
Tinian
volvió a entrar en la cabina de pasajeros. De apenas tres metros de ancho y
cuatro de largo, estaba tan oscura que todo en su interior parecía gris. Chen
se apretujó tras ella, como una gigantesca sombra negra. La espalda escamosa de
Bossk se retiró por el pasillo principal.
Tinian
extrajo una luma y alumbró a su alrededor. Catres, compartimentos de
almacenamiento... también una pequeña cabina de ducha, de un tamaño cómodo para
ella, pero muy estrecha para un trandoshano o un wookiee.
Barrió
arriba y abajo uno de los mamparos con la luma, buscando un punto de energía.
-Aquí
–dijo. Estaba a la altura de su hombro, a una altura fácilmente accesible para
Bossk o Chenlambec. El wookiee guardó su petate dentro de un compartimento.
-Qué
bien –trinó Coqueta desde su lugar en la bandolera-. ¿Habéis visto a ese droide
grande? ¡Menudo espécimen!
Comenzó
a escucharse un suave y grave zumbido. Tinian alzó la mirada hacia Chen.
-Motores
bien afinados –añadió con pesar.
Chen
contestó brevemente. Ella sabía que él amaba su pequeño Wroshyr de forma de platillo, a pesar de que cada vez estaba más
hecho polvo. Sin duda tuvo que odiar dejarlo en la bahía de almacenamiento del Ejecutor, pagando a los imperiales un
alquiler por días mientras ellos permanecían a bordo de la nave de Bossk.
-Si
esto sale bien, podremos pagar el aparcamiento durante cincuenta años. Si no,
no nos importará. No te preocupes, Ng’rhr.
Agarró
un puñado de pelo con una mano y tiró con fuerza. El pelaje de un wookiee era
más suave de lo que parecía.
Chen
extrajo a Coqueta de su bandolera. La sostuvo en una de sus gigantescas manos
mientras le ordenaba que se concentrara en asegurar su cabina.
-Bueno
–añadió Tinian-. Bossk quiere llegar a ese puesto de paso, pero no va a
permitirnos estar por ahí rondando.
-Entonces
enchúfame –exclamó Coqueta. Emitió un alegre chillido cuando Chen introdujo su
conector en el punto de energía. Entonces canturreó desafinada, su versión
electrónica de la felicidad.
Chen
había heredado a Coqueta de un compañero de caza asesinado. El otro wookiee
–Chen nunca había dicho su nombre a Tinian- había inventado esa droide ilegal,
y la había programado para seducir a un ordenador inteligente. Coqueta podía
abrir flujos de datos, apagar la seguridad, y las órdenes del operador del
ordenador por las que quisiera su dueño... todo ello sin necesidad de
conectarse a un puerto de información. Cualquier punto de energía servía.
Dentro de su carcasa de titanio, el primer centímetro estaba repleto de
sensores y antenas bobinadas.
Pero
no era del todo fiable. Coqueta podía tardar horas en completar algunos
trabajos que a Tinian le parecían sencillos. Por eso habían preparado tres
planes de contingencia...
-Parece
contenta. –Tinian trepó a la litera superior y se sujetó a ella, usando gruesas
cinchas que parecían negras bajo la tenue luz. Si sus ojos aún no se habían
ajustado, probablemente ya no lo harían. Esa luz era demasiado débil para los
humanos-. Espero que se dé prisa.
Chen
permaneció de pie junto a las dos estrechas literas y se sujetó entre la
cubierta y el mamparo del techo, donde podría bloquear la caída de Tinian si
esta salía rodando. Se preguntó en voz alta si Bossk estaría pilotando el Diente de Perro él solo.
-Si
es así, el ordenador de a bordo tiene que ser más potente que ninguno que
hayamos visto antes.
Tinian
rodó sobre sí misma, poniéndose de medio lado para observar a Coqueta.
Chen
farfulló algo.
-Y
nuestro amigo escamoso probablemente tenga contactos en los círculos de los
fabricantes de naves. –Además, probablemente estaría escuchando-. Es una nave
atractiva.
Chen
sonrió, mostrando los dientes. Gruñó varios insultos.
Tinian
le devolvió la sonrisa.
-Probablemente
tenga activado un programa traductor.
Chen
le dijo a Bossk lo que podía hacer con su programa traductor. Coqueta
permanecía pegada como un mynock en el mamparo, introduciéndose en el ordenador
de a bordo más potente que jamás hubiera encontrado. Tinian supuso que el Diente era una nave demasiado
inteligente como para dejarse engatusar fácilmente.
Pero
más les valía que Coqueta tuviera éxito antes de alcanzar el puesto de paso.
Todos sus planes requerían tener acceso después de ese salto.
La
nave se sacudió. El pie de Tinian golpeó el mamparo. Había aprendido a gruñir
algunas palabras en shyriiwook, que se traducía literalmente como “lenguaje de
la gente de los árboles”. Era un lenguaje magnífico para expresar desagrado.
Aulló unas palabras.
-No
se anda con chiquitas –añadió después en básico.
Chen
soltó un bufido.
Tinian
apoyó un brazo contra el mamparo interior de la litera y el otro contra la
ancha espalda de Chen. Él había ocupado el lugar del padre al que sólo había
conocido en su imaginación, fuerte e intrépido. Primero ella había salvado la
vida de Chen en Estación Plata, donde unos ranats vengativos –pero estúpidos-
trataron de volar por los aires un mamparo y hacer que todos los seres que se
encontraban a bordo dieran el Salto Final. Tinian había seguido el rastro de
los ranats por el olor de su JL-12-F, un explosivo fabricado por uno de los
competidores de Armamento I’att.
Lo
había vuelto a salvar en la Colonia Kline, donde una “adquisición” rebelde se
había resistido al peculiar estilo de rescate de Chen. Se habían salvado el uno
al otro en las frías y húmedas cavernas de Ookbat, en una misión que había
fracasado.
La
aceleración era fuerte y estable. El mamparo de popa comenzó a parecer casi el
suelo de la cubierta. Tinian rodó contra el mamparo. Habían pasado días desde
la última vez que había dormido bien. Tal vez una siesta...
Algo
le pinchó la piel a través del fino colchón.
Bossk
chasqueó la lengua: ¡Éxito! Ambos estaban inconscientes.
-Diente –exclamó-, desactiva todos los
cierres de las cabinas.
-Confirmado
–respondió la voz de barítono del Diente.
Salió
al pasillo y tecleó un código en la compuerta de su propia cabina, desactivando
varios circuitos de seguridad más. Cuando modificó el Diente para cazar wookiees, había instalado características para
protegerle en caso de una fuga de wookiees furiosos a bordo, incluyendo la
capacidad de pilotar el Diente desde
el interior de su cabina de estribor.
Sin
embargo, prefería la ancha extensión del espacio visible en los monitores del
puente. Incluían infrarrojos de corto y largo alcance.
A
continuación, controló a sus pasajeros. En el interior de la cabina de babor,
el wookiee yacía en la cubierta, respirando superficialmente. La humana no
reaccionó cuando le sacudió el hombro.
Los
fármacos hacían que todos los seres fueran iguales.
Vació
las cargas de sus blásteres y luego rebuscó en sus compartimentos de carga.
Dudó al encontrar la ballesta de Chen, con ganas de quedársela, pero se
conformó con quitarle el muelle de carga, y luego dejó a la pareja dormida.
-Graba
cualquier actividad en los pasillos –instruyó al Diente de Perro.
-Confirmado
–respondió la nave.
De
acuerdo con el Diente, se dirigían a
las estribaciones del sistema Aida. Parecía un lugar lógico para un puesto de
paso wookiee. Aida era sólidamente imperial, pero escasamente poblado.
Cuando
Tinian despertó, se sentía hambrienta. Chen se inclinó sobre ella, arrullándola
con un tono que mostraba preocupación.
-Estoy
despierta –gimió-. Debo de haber dormido muy profundamente...
Él
gruñó.
-¿Drogados?
–exclamó Tinian. Se incorporó, feliz de seguir con vida-. ¿Coqueta está
teniendo problemas?
-Ahora
estáis a salvo –dijo Coqueta con voz suave pero chirriante.
Tinian
se deslizó fuera de la litera. Las piernas se le doblaron torpemente.
-¿Qué
ha pasado? –preguntó a la droide en miniatura.
-Inyectores
subcutáneos en el colchón y la cubierta. El Diente estaba programado con los pesos corporales de ambos. Habéis estado
fuera de combate durante tres días y medio.
Con
razón Tinian había perdido toda la noción del tiempo.
Chen
preguntó a Coqueta si había logrado entrar en la seguridad del Diente.
-Entrar,
exactamente, no –admitió suavemente Coqueta-. Ha aceptado mi presencia, pero no
me ha dejado hacer gran cosa. Sin embargo –trinó-, he asegurado vuestra cabina
y os he encendido las luces. Algo es algo.
En
lugar de en gris, los mamparos brillaron en un azul metálico, y el pelaje
plateado de Chen resplandeció. Ahora Tinian podía ver que el Diente tenía
compartimentos elevados y literas largas y estrechas.
-¿Dónde está Bossk?
-En la bahía de carga, tratando de
escanear vuestra caja de armamento.
Chen gruñó una elaborada amenaza.
-Por el momento está a salvo. Igual
que vosotros.
De todas formas, esa caja era un
señuelo. Tinian se frotó la cara y se deslizó en la cabina de ducha. Esta vez,
la pequeña sirena en forma de caja de Chen no había encontrado la horma de su
zapato. Si Coqueta podía insinuarse para acceder a los circuitos principales de
seguridad del Diente antes de que
volvieran a saltar, ella y Chen deberían ser capaces de dominar a Bossk,
atarlo, y entregarlo donde obtuvieran el mejor precio.
Pero
el Plan Uno dependía completamente de Coqueta. Tinian aún no había realizado
ninguna misión de caza que transcurriera sin problemas.
La
áspera voz de Bossk habló desde el mamparo.
-Chenlambec,
Tinian. Voy hacia allá para hablar con vosotros.
-¿Qué
hay para cenar? –replicó Tinian.
No
hubo respuesta. Chen gimió su preocupación.
-No
voy a desmayarme –respondió ella-, pero tú debes de estar muerto de hambre.
Coqueta
intervino.
-Bossk
acaba de programar la cocina para que prepare un gran festín.
-Será
mejor que atenúes nuestras luces –sugirió Tinian-. Sospechará si no lo haces.
Los
mamparos volvieron a fundirse en gris.
-¿Nos
atrevemos a comer? –preguntó Tinian a Coqueta-. ¿Y dónde estamos?
-Desviados
sólo unos grados del puesto de paso –respondió Coqueta-. No ha drogado vuestra
comida.
Tinian
comprobó la carga de su bláster.
-Oh,
oh –dijo. Lo habían drenado-. ¿El tuyo también está a cero?
Chen
tanteó su bláster, y luego examinó su ballesta. Soltó un ladrido y señaló.
Habían retirado el muelle de carga.
La
compuerta se abrió.
-Salid
y comed –dijo la voz de Bossk, pero Bossk no apareció. El pasillo estaba aún
más oscuro que su cabina.
Tinian
avanzó por el pasillo tenebroso, siguiendo su nariz hacia la cocina. Bossk
estaba sentado en una mesa, encorvado sobre un cuenco lleno de serpenteantes
gusanos rojos. Ya no llevaba su rifle bláster. Bajo esa tenue luz, parecía de
color marrón parduzco.
-Comed.
–Señaló con un brazo dos platos colocados lejos del suyo-. Vuestra comida me
desagrada.
-Es
mutuo –murmuró Tinian, pero fuera lo que fuese que Bossk le había preparado,
olía de maravilla.
Por
otra parte, le habría sido difícil rechazar incluso plastiplacas crudas con
salsa de aceite de terracoche. Se metió un puñado a la boca antes de que Chen
se sentara. Bossk pasó la lengua por su cuenco. Un gusano desapareció en su
boca junto con su lengua. Tinian decidió no mirarle más.
Varios
minutos y medio plato más tarde, preguntó:
-¿Dónde
estamos?
-Cerca
del sistema Aida y de vuestro puesto de paso. Ahora necesito la ayuda de tu
maestro de caza peludo.
Chenlambec
habló en voz baja con ella durante un rato, cuestionando la competencia de
Bossk, su gusto en comida, y la capacidad de conservación del huevo del que
había eclosionado. Tinian fingió traducir:
-¿Por
qué no hemos salido del hiperespacio en las coordenadas que él te dio?
-Por
si acaso trataba de tenderme una trampa, por supuesto. –Bossk volvió a disparar
su lengua.
Chenlambec
emitió un rugido sordo. Tinian esperó un tiempo razonable antes de hablar.
-Dice
que tú y yo debemos refugiarnos en una bodega con escudos de sensores mientras
él hace contacto.
Bossk
soltó un bufido.
-Serás
mi rehén en caso de que intente cualquier cosa.
Esta
vez, Chen dijo algo que realmente necesitaba traducirse.
-Tendrás
que enseñarle cómo manejar los controles de tu nave –repitió Tinian.
-No,
no tengo por qué. Mi cabina personal está completamente rodeada de escudos, y
puedo manejar el Diente desde su
interior.
Tinian
se volvió hacia Chen.
-¿Eso
servirá?
No
le entusiasmaba la idea de permanecer como rehén dentro de una cabina con
escudos.
Chen
le dijo que eso serviría. Varios minutos más tarde, él estaba sentado solo en
el puente del Diente. Bossk había
bloqueado todos los controles, pero Chen había apoyado sus antebrazos en los
profundos surcos de la consola y la estudiaba con atención. Evidentemente,
Bossk usaba la presión contra la superficie de los surcos para controlar los
impulsores en varias direcciones. Los cañones principales debían ser los
ganchos para las garras de la mano derecha. Aún no había visto controles de
escudo, pero encontrarlos sería tarea de Coqueta.
La
había instalado bajo el ordenador de navegación. En ese momento debería estar
absorbiendo datos, vaciando memoria antigua para hacer espacio.
Un
objeto borroso apareció delante de ellos en los sensores.
Eso
debía de ser el puesto de paso. Sus contactos de Kashyyyk habían creído
inteligente no decirle dónde encontrar Lomabu III... una táctica dilatoria,
para darle tiempo a Coqueta de conquistar los circuitos de mando del Diente.
Chen
esperaba escuchar en cualquier momento a Coqueta anunciando su éxito. El Plan
Uno era elegantemente sencillo.
El
objeto borroso creció y se convirtió en dos pantallas delanteras trapezoidales
gemelas. Un pedazo de metal a la deriva, parecía una nave abandonada.
Brillantes escombros microscópicos se arremolinaban a su alrededor en un
órbitas rápidas y furiosas. El objeto parecía invitar a ser sondeado por
escáneres.
Antes
de poder tocar cualquier control, se encendió la pantalla de su escáner. De
cerca, seguía pareciendo una nave a la deriva. Eso no era ningún puesto de
paso: Un tenue pero distinguible baile de pequeñas luces de colores lo habría
identificado en caso de ser auténtico. Debería haber sabido que Kashyyyk nunca
se arriesgaría a dejar que un trandoshano viera el código identificativo de la
red.
Pero
le habían prometido algo que fuera capaz de leer.
Gruñó
al micrófono principal del puente: Bossk debía enfocar los escáneres en la nube
en órbita y modificar la profundidad de escaneo hasta que apareciera algo
legible.
A
cualquier profundidad, sólo parecía basura arremolinándose. Un inquietante
aullido llenó la cabina.
De
repente, soltó un suave bufido de diversión. Algún brillante operativo de la
resistencia había programado los escombros danzantes para ofrecer una lectura audible
ante los escáneres. Sonaba como cientos de wookiees cantando simultáneamente,
cada uno siguiendo a los demás en un canon espectacularmente complejo. Cada voz
repetía una serie de números. Chen aisló una voz y la siguió a lo largo de la
serie. Definitivamente eran coordenadas; pero, ¿dónde terminaba y comenzaba de
nuevo la serie?
Su
joven aprendiz había trabajado como músico durante un breve trabajo encubierto.
Le gruñó una pregunta.
Tras
varios segundos, ella respondió en el lenguaje de los wookiees.
-Comienza...
–bufó en un extraño tono de soprano. Hizo una pausa, y luego ladró-: ¡Ahora!
Chen
tecleó dígitos en el ordenador de navegación del Diente. En el instante en que completó la secuencia navegacional,
su pantalla se iluminó con una ruta. Una ruta muy corta.
El
sistema Lomabu era el vecino inmediato de Aida.
Susurró
a Coqueta. ¿Había...?
-Aún
no –señaló ella-. Lo siento.
Habría
que pasar al Plan Dos, entonces. De acuerdo con la transmisión de Kashyyyk, las
fuerzas imperiales estaban tramando tender una trampa a la flota rebelde usando
varios cientos de esclavos wookiees como cebo. Los wookiees habían sido
enviados a Lomabu III, un mundo recientemente despoblado por sedición contra el
Imperio, y aprisionados allí. El gobernador imperial de Aida, Io Desnand,
pretendía embarcar docenas de hembras y cachorros y luego fingir un ataque. Las
naves rebeldes probablemente tratarían de rescatar a los wookiees, y el
gobernador Desnand ofrecería al Imperio una trampa masiva. Estaba claro que
Desnand iba buscando un ascenso importante.
El
Plan Dos implicaba liberar a los prisioneros wookiees de Lomabu III y derrotar a Bossk, cada cosa a su
tiempo. En el Plan Dos, Chen (apoyado por Coqueta y Tinian) aún tendría una
clara ventaja sobre Bossk (sin las atenciones del Diente de Perro). Tan pronto como Coqueta anunciara su éxito, él y
Tinian reducirían al gran trandoshano. Entonces Chen atacaría a los guardias de
la prisión lomabuana sin tener que vigilar su espalda.
El
Plan Tres era más complicado, por supuesto. Enfrentaba a Bossk contra el
gobernador imperial Io Desnand, y la sincronización sería crucial.
Los
contactos de Chen en la Alianza que habían creado el “puesto de paso”
probablemente no estarían muy lejos. En ese momento sus escáneres estarían
apuntando al Diente.
Alzó
una mano para saludarles.
Tinian
se sentó donde le habían dicho que se sentara, a varios metros de distancia de
Bossk en la espaciosa cabina de pasajeros de estribor. Bossk se sentó frente a
una consola empotrada. Su mono de vuelo naranja le quedaba mejor cuando estaba
sentado; cuando estaba de pie, le formaba jorobas a la espalda. Sus largos
antebrazos verduzcos descansaban sobre dos profundas muescas redondeadas.
Apenas se movía, pero parecía notablemente ocupado para alguien que sólo
necesitaba trazar un curso. Debía de estar sondeando febrilmente ese “puesto de
paso”.
Ella
ya había supuesto que sería falso. Bossk debía de estar amargamente
decepcionado... pero en su mente, el Halcón
Milenario estaría casi al alcance. Probablemente volvería a comprobar este
puesto de paso después de haber completado esta misión.
Para
entonces, probablemente ya no existiera.
Ella
soltó una risita.
-¿Qué
ocurre? –preguntó Bossk-. ¿Qué es tan divertido?
-El
hecho de que ya casi estemos –mintió ella-. Esos wookiees están tratando de
establecer su mundo seguro justo bajo las narices de un gobernador imperial.
-Oh.
Vuelve a tu cabina –ordenó Bossk con un sonido gutural-. Discutiremos la
estrategia una vez sondee el sistema.
-Sin
drogas esta vez –dijo seriamente ella.
La
aceleración le dificultó doblar la esquina al entrar en su cabina. Se apoyó en
un mamparo hasta que Chen se deslizó tras ella.
-¡Rápido!
–instó. Chen ya estaba desenganchando a Coqueta de su bandolera. La enchufó en
la toma del mamparo.
-Seguridad
–ordenó bruscamente Tinian a la droide en miniatura-. Deprisa.
El
aumento en la fuerza gravitatoria oscureció los bordes de la visión de Tinian
antes de que Coqueta finalmente anunciara, cantarina:
-¡Estáis
a salvo!
Tinian
subió a duras penas a su litera y presionó los pies contra el mamparo de popa.
Chen llegó junto a ella y le aseguró las cinchas.
-Gracias
-consiguió decir Tinian. Luego cerró los ojos y esperó la sacudida al entrar en
el hiperespacio.
Bossk
miró sus monitores con el ceño fruncido. El Diente
había saltado con éxito –sería un salto de un par de horas-, pero uno de los
monitores internos se había apagado de repente. ¿Había perdido la energía en la
cabina de babor?
-Restablece
los sistemas de contención dentro de la cabina de pasajeros –ordenó.
Tras
un instante de duda, la vos de barítono del Diente
respondió.
-La
cabina de babor está completamente asegurada. ¿Desearía imágenes de la cabina
de babor?
Para
ser un ordenador super inteligente, en ocasiones se comunicaba como un completo
idiota. Esa era una desventaja de pilotar una nave nueva. Bossk suspiró
pesadamente.
-Cancela
la petición –gruñó.
Casi
de inmediato, Chenlambec apareció en la compuerta del puente. Ladró algo y
señaló los surcos de control.
Bossk
arreglaría más tarde ese cortocircuito. El circuito de traducción repitió el
aullido de Chenlambec antes de que Bossk pudiera apagarlo y fingir que nunca
hubiera existido. Traduciendo a un básico simplificado, dijo:
-Quiero
sentar en puente. Tú nos hiciste dormir antes. Tú me necesitas ahí arriba. En
Lomabu nosotros superados en número.
Bossk
observó el magnífico pelaje del wookiee.
-El
Diente de Perro es mi copiloto. No te
necesito.
Chenlambec
gruñó.
-No
necesitas –tradujo el Diente-. Pero
vuelo contigo. Quiero ayudar.
Bossk
pasó su lengua por la parte interior de los dientes. Sería interesante
compartir el puente con un wookiee cuya piel pronto desollaría.
-Siéntate
–dijo a Chenlambec-. Pero el Diente
puede inmovilizarte más rápido de lo que tardarías en tocarme. Y aún puedo
matar a tu socia. –Pulsó el interruptor de vigilancia. La cabina de babor
apareció en pantalla. Tinian estaba agachada junto a un mamparo, tratando de
arrancar una lámina de panel metálico con sus uñas. Bossk señaló su imagen-. Si
veo necesario tener que inmovilizarte –dijo a Chenlambec-, la mataré al
instante.
Chenlambec
murmuró.
-Demasiado
oscuro ahí arriba –tradujo el Diente.
-Hay
suficiente luz –dijo Bossk-. Siéntate.
Chenlambec
se sentó.
-Vuelves
a estar vigilada –trinó Coqueta-, o eso cree Bossk.
Tinian
se deslizó fuera de su litera.
-Ya
era hora –exclamó-. Debe de ser un ordenador de lo más desagradable.
-Desagradable
no. –Coqueta sonó remilgada-. Sólo poco amigable. Me gustan los desafíos.
-Mientras
no hagas que nos maten mientras te esperamos, querida. –Tinian se estiró el
mono-. ¿Es seguro ir a explorar las bahías de popa?
-Si
me llevas contigo. Bossk piensa que estás tratando de arrancar placas de metal
de los mamparos.
-Qué
creativo. –Tinian se colocó el cinturón sobre las caderas. Además de un
bláster, llevaba varias herramientas que necesitaría para su exploración-. Este
es un salto corto. Será mejor que nos movamos rápidamente. Abre la compuerta.
La
compuerta se deslizó hacia arriba.
-He
puesto un bucle en su programa de vigilancia –explicó Coqueta-. Te verá tantear
varios mamparos con las uñas.
Tinian
mantenía sus uñas cortas, pero esa imagen tendría sentido para un alienígena
con garras.
-¿Cómo
va tu progreso con el Diente?
-Oh
–dijo Coqueta de forma evasiva-, no tan bien como me gustaría. Es uno de esos
tipos realmente incorruptibles. Era más vulnerable desde el puente. He tenido
que concentrarme en esta cabina mientras estaba aquí, de otra forma tal vez
pudiera haber logrado algo.
Chen
había dejado a Coqueta con Tinian para protegerla. Más le valía a Tinian hacer
que esa escapada a popa valiera la pena.
-Gracias
–dijo-. Limítate a no dejar que vea lo que estoy haciendo.
-¡No
seré yo quien lo permita!
Tinian
agarró el pequeño cubo y lo hizo girar ligeramente. Coqueta saltó del mamparo a
la palma de su mano. Tinian esperó unos pocos segundos por si acaso comenzaba a
sonar una alarma.
-¿No
confías en mí? –preguntó Coqueta.
-No
confío en nadie.
Tinian
introdujo a Coqueta en un bolsillo del cinturón y luego se salió velozmente al
pasillo.
Estaba
totalmente a oscuras. Obviamente, Bossk (capaz de ver en el infrarrojo) quería
mantener a sus pasajeros tan a ciegas como fuera posible. Tinian extrajo una
pequeña luma de uno de los bolsillos de su cinturón y la sostuvo sobre su
cabeza. Mamparos remachados se curvaban en ambas direcciones, con plafones en
forma de pirámide invertida a lo largo del techo. Parecían lámparas térmicas.
-Detenme
si nos acercamos a algo peligroso –susurró.
Apenas
había alcanzado la primera compuerta lateral cuando Coqueta emitió un pitido.
Con cuidado, extrajo a Coqueta del bolsillo. Sostuvo la pequeña droide cerca de
su boca.
-¿Qué
ocurre? –susurró.
La
voz de Coqueta fue casi imperceptible.
-Sensor
de movimiento –respondió la droide-. Un paso más y entrarás en su radio de
alcance.
-¿Puedo
retroceder?
-Eso
creo.
Tinian
deslizó un pie hacia atrás, y luego el otro.
-Para
–dijo Coqueta.
Tinian
quedó de nuevo inmóvil.
-¿Y
ahora qué?
-Creo
que hay una trampa de presión en la cubierta justo detrás de ti. No muevas
ninguno de tus pies.
Tinian
mantuvo su posición e hizo un barrido con Coqueta en todas direcciones. Olfateó
el aire minuciosamente. Su asombroso olfato para los explosivos no sería de
ayuda si los elementos de seguridad del Diente
eran electrónicos.
-De
acuerdo –murmuró Coqueta-. El sensor ha apartado la mirada.
Mientras
Tinian avanzaba rápidamente, pudo ver en lo alto de un mamparo un pequeño ojo
giratorio, que apuntaba momentáneamente en otra dirección. Se deslizó bajo él
mientras éste hacía un barrido de vuelta hacia el pasillo. Entonces se escabulló
hacia popa, permaneciendo lo más pegada posible al mamparo de babor. Finalmente
alcanzó dos grandes compuertas una al lado de la otra.
-Están
cerradas –dijo a Coqueta-. ¿Cómo vas a hacerme entrar?
-Tiene
que haber una toma de corriente cerca.
Tinian
alzó su luma. El mamparo opuesto parecía liso, salvo por las uniones y los
remaches.
-¿Dónde?
-Acércame
al otro lado.
Se
estiró todo lo que pudo. La toma de corriente tendrá que resultar obvia, dado
que los dedos trandoshanos eran torpes.
Tinian
encontró un acceso completamente escondido en las sombras. Encajó a Coqueta en
él.
-Deprisa
–susurró-. Me siento desnuda aquí fuera.
Coqueta
no respondió. Emitió un pitido y campanilleó como una caja de música en
miniatura.
Detrás
de Tinian, una compuerta se abrió deslizándose.
Dio
media vuelta, desenfundando el bláster por pura costumbre. No pasó nada. Por
supuesto, tampoco habría pasado nada si hubiera tratado de disparar el arma vacía. Con
fastidio, volvió a enfundarlo.
-Puedes pasar –anunció Coqueta.
Tinian desconectó a Coqueta del
mamparo.
-La próxima vez, hazme una pequeña
advertencia –gruñó.
Se coló en la bahía de carga, dejando
la compuerta abierta.
Esa
no era la bahía donde habían almacenado sus valiosos arcones. Alineada a lo
largo de una pared, sujeta con cintas y redes de seguridad, pero a plena vista,
había toda una colección de armas: picas de fuerza, disruptores de aspecto
desagradable, cuchillos, rifles bláster, y pistolas de redes. Todo para cazar
wookiees, que sólo querían que los dejasen en paz.
Girando
sobre sí misma, Tinian vio una larga mesa reluciente. Se acercó, sosteniendo en
alto su luma. La superficie de la mesa proyectaba reflejos en el mamparo
opuesto. Un estrecho canal recorría el borde de la mesa, inclinado hacia un
depósito. En uno de los extremos estrechos de la mesa, un gancho giratorio de
aspecto malvado colgaba replegado. Un complejo mecanismo se cernía sobre él,
suspendido desde el mamparo superior.
Con
esas extremidades delanteras largas, rígidas y con garras, Bossk no era lo
bastante diestro como para usar un cuchillo de desollar. La maquinaria
automatizada descendería sobre el cadáver de un wookiee en los lugares
adecuados.
Con
un escalofrío, Tinian avanzó de puntillas pasando un tanque de inmersión para
curtir pieles frescas.
No
encontró ninguno de los asientos de aceleración que Bossk había afirmado que
tenía ahí atrás, pero a lo largo del mamparo más alejado de la compuerta de
acceso pudo ver cinco nichos: armarios para carne. Equipados con un equipo de
supervivencia mínimo, eran una característica estándar en las naves de los
cazadores –el Wroshyr tenía dos-
para contener adquisiciones vivas. Estos iban desde la cubierta hasta el
mamparo superior. Tamaño wookiee.
Bossk
encajaría perfectamente en uno de ellos.
Se
arrodilló junto al más cercano, introdujo la mano en el mayor de los bolsillos
de su cinturón, y extrajo un puñado de herramientas. Su medidor de circuitos
identificó un generador de campo de fuerza en la parte inferior del armario.
Probablemente se disparaba con sensores de movimiento para atrapar a las presas
que forcejeaban en el interior. Le habría gustado forzar uno esos armarios, o
todos...
De
pronto sintió miedo.
-¿Está
pasando algo? –preguntó a Coqueta.
-Bossk
está ocupado en el puente. Estás a salvo...
-No
me siento a salvo.
Su
fuga de Druckenwell aún la perseguía en sueños. Había corrido, y corrido, y
corrido, esperando que la detectaran por el calor corporal y que soldados
imperiales equipados con escáneres de infrarrojos le dispararan por la espalda.
No tenía la menor duda de que Bossk la mataría igual de fácil si la atrapaba
manipulando su equipo, y él veía en infrarrojos sin necesidad de escáneres.
Se
irguió e introdujo las herramientas de nuevo en el bolsillo.
-Tenemos
que volver.
-No
tienes por qué hacer eso. Yo te avisaré si...
-También
tengo que entrar en la otra bahía. Probablemente nos estemos quedando sin
tiempo. –Tinian se apresuró a salir por la compuerta y cruzar el pasillo.
Empujó a Coqueta en la toma de corriente-. Cierra esa compuerta y abre la otra.
Los
cerrojos emitieron un chasquido detrás de ella.
Tinian
arrancó a Coqueta del mamparo y volvió a cruzar el pasillo. Alumbró con su luma
el mamparo interior de esa bahía, encontró un enganche para Coqueta, y la
enchufó de nuevo. Luego alumbró con su luma hacia el otro mamparo. Eso era la
pila de...
Una
sombra se movió. La sangre de Tinian se convirtió en agua helada.
El
inmenso droide bronce y carmesí de Bossk avanzó rodando, se detuvo, dio media
vuelta, y regresó a su estación.
-Estás
a salvo. –El tono del trino de Coqueta bajó un intervalo menor indicando
tristeza-. Es un descerebrado total.
Tinian
miró fijamente a la unidad X10-D.
-¿Qué?
–murmuró.
-La
pobre criatura no es más que una extensión del Diente de Perro –explicó Coqueta-. No tiene programación interior.
Qué lástima, con un cuerpo como ese.
-Coqueta
–reprendió Tinian a la droide-. Chen necesita sacar un chip de datos del Arcón
Dos. Ábrelo... rápido.
Diez
minutos más tarde, Coqueta la guiaba de vuelta por el pasillo.
-Es
terrible –trinó Coqueta cuando se detuvieron bajo un sensor de movimiento.
Tinian
quedó inmóvil.
-¿Qué?
-Ese
hermoso cuerpo metálico, sin cerebro...
-¡Coqueta!
–ordenó Tinian apretando los dientes. Sentía ojos imaginarios observándola en
la nuca-. Llévame de vuelta a la cabina. ¡Ya!
En
el instante que llegaron a zona segura, empujó a Coqueta a su lugar del
mamparo.
-Borra
cualquier registro de que hayamos abandonado esta cabina –indicó.
-No
deberías preocuparte tanto –silbó Coqueta-. Estabas completamente a salvo
conmigo.
Bossk
echó un vistazo hacia un lado. ¿Había visto una alarma? Tal vez, pero se había
apagado sola, así que tal vez fuera una falsa alarma. El Diente aún tenía algunos fallos, como esos momentos de habla
estúpida.
Sin
embargo, Chenlambec estaba claramente impresionado por la nave, y Bossk había
disfrutado enseñándosela.
Apagó
el circuito de simulación y volvió a poner los controles en línea.
-Regresa
a tu cabina, gruñó. Como el wookiee no obedeció de inmediato, tocó un control
que hizo que en el asiento de copiloto se extendieran dos electrodos que
penetraron en el pelaje.
Chenlambec
se levantó de un salto, aullando.
-Duele
–insistió el traductor del Diente-.
Duele.
-A
la cabina.
Bossk
blandió el rifle bláster que llevaba colgando sobre su regazo.
El
wookiee se fue por el pasillo arrastrando los pies, tratando claramente de
perder tiempo. Pero cuando Bossk se asomó a la cabina de babor, la humana
estaba sentada al borde de su litera. Jugueteaba con sus delgadas e inadecuadas
garras.
-¿Dónde
has estado? –gruñó. ¿Arrancando paneles
de los mamparos?
Ella
levantó la cabeza para mirarle, con rostro estúpidamente inexpresivo.
-Aquí
–respondió ella-. ¿Dónde si no?
Él
creyó captar en las ropas de la humana el aroma de la bahía de desollamiento.
Retrocediendo fuera de la compuerta, la cerró y la aseguró. ¿Qué ha podido estar haciendo ahí atrás? Realizó un circuito por el pasillo principal, incluyendo ambas bahías.
No se había activado ninguna alarma. De regreso a su puente, efectuó una
comprobación de seguridad adicional. También mostró todo limpio.
Tal vez se había equivocado.
Pero,
¿y si no?
Tecleó
para mostrar más detalles del programa de seguridad. Inmediatamente después de
abandonar el Ejecutor, el Diente de Perro había escaneado los
arcones de sus pasajeros. El escaneo no revelaba nada de metal salvo en la caja
de armamento. Indicó al programa que examinara los arcones de nuevo. Fuera lo
que fuese que habían subido a bordo, si no era armamento, necesitaba ser analizado.
El
segundo escaneo aportó la misma falta de resultados: la ropa o los alimentos
habrían coincidido con las lecturas bioquímicas del escaneo.
Hacía
varios años estándar que no se enfrentaba a un enigma tan entretenido.
Una
siesta de una hora le ayudaría a refrescarse, y el Diente lo despertaría a tiempo de saltar al
espacio real. Reactivando las alarmas, se dirigió a su catre.
En
el instante en que Coqueta declaró que Bossk se había encerrado en su cabina,
Chenlambec salió para realizar su propio reconocimiento. Para su deleite,
cuando irrumpió en la zona central que había supuesto que sería el motor
principal del Diente, encontró una
esbelta nave de exploración.
Se
detuvo, admirando sus líneas. Tanto si reducían a Bossk antes como si no,
llegaría el momento de realizar vigilancia en superficie.
Sería
mejor que se preparara para el Plan Tres, y para ello necesitaría descargar
esos arcones en esa nave de exploración. ¿Pero dónde podría esconder algo tan
grande?
Rodeando
el casco, encontró dos enormes huecos vacíos en su exterior. Bossk había
retirado sus armas. Eso hizo que Chen estuviera seguro de que Bossk les haría
salir en esa nave a él y a Tinian. Se asomó a uno de los huecos.
Dentro
había espacio suficiente como para esconder a un wookiee.
A
él no, pero...
Sonrió
amargamente. Dentro de sus arcones de almacenamiento estaban, congelados en
carbono, dos parientes suyos ejecutados por el Imperio. Habían dejado caer sus
cadáveres en un puesto avanzado wookiee. Chenlambec había jurado vengar sus
muertes haciendo uso de esos cuerpos. Aparentemente, el droide de Bossk, X10-D,
carecía de cerebro, de modo que Coqueta podría ordenarle que transfiriera las
unidades de congelación de carbono a esos nichos de artillería. También debía
decir a Coqueta que se asegurara de que los escáneres del Diente siguieran mostrando que esos arcones estaban llenos.
Con
ayuda de Coqueta, se coló a continuación en el puente, llevando consigo el chip
de datos que Tinian había recogido. Antes de sentarse, deslizó a Coqueta en su
posición bajo el ordenador de navegación. Pasaron varios segundos que se
hicieron eternos.
-Todo
seguro –gorjeó-... más o menos.
Él
solicitó una explicación.
-Habrá
una comprobación cada dos minutos. Sea lo que sea que quieras hacer, date
prisa.
Casi
instantáneamente, emitió un pitido de advertencia. Él se encorvó sobre los
controles inmóvil, hasta que ella volvió a trinar.
-Muy
bien. Lo he anulado sin problema.
Él
gruñó una pregunta.
-No,
no arranques ningún cable –respondió ella-. Yo retendré al Diente.
Chen
extrajo un juego de herramientas en miniatura del bolsillo de su bandolera.
Levantó la cubierta del ordenador principal, la apartó a un lado, y luego
examinó la circuitería interna. Casi tenía todo identificado cuando Coqueta
volvió a emitir un pitido. Volvió a colocar la cubierta a toda prisa.
Hicieron
falta cinco intervalos antes de localizar el lugar donde deslizar ese chip
lleno de datos manipulados. Entonces lo ajustó en su sitio e instaló a su
alrededor un circuito paralelo.
Justo
a tiempo, además. Llegarían a Lomabu en cuestión de media hora.
Gruñó
una última pregunta a Coqueta.
-Aún
no –dijo con un chirrido-. Lo siento.
Entonces
tendría que ser el Plan Tres. Dejando a Coqueta en posición bajo el ordenador
de navegación por si acaso estaba a punto de tener éxito, se retiró a la cabina
de babor.
Tinian
estaba agachada junto a la consola de comunicaciones, apoyándose contra el
mamparo de estribor, llevando unos auriculares ligeros. De momento, sólo
escuchaba estática.
Bossk
ocupaba el asiento principal con Chen como copiloto. Chen le había dicho que
creía que Bossk se divertía al permitir que un wookiee se sentara en su puente.
Bossk había subido la intensidad de las luces del puente. Sus escamas verdosas
mostraban reflejos naranjas donde las luces las iluminaban.
Bossk
apagó el hiperimpulso. El Diente pasó a velocidad subluz, y apareció un sistema estelar. De acuerdo con
la lectura del ordenador de navegación, tenía seis planetas con órbitas
erráticas. Se parecían más a las órbitas de unos electrones que a una eclíptica
plana planetaria, como si el sistema Lomabu hubiera quedado revuelto tras el
paso de un gigante estelar. Bossk había orientado el Diente de Perro hacia el plano orbital del tercer planeta. Desde
esa distancia parecía un pequeño disco azul con una luna: De acuerdo con los
escáneres, su superficie estaba cubierta casi por completo de océanos, con
largos archipiélagos trazando arcos donde colisionaban las placas tectónicas.
-Excelente –siseó Bossk-. Diente, establece un rumbo por inercia y
apaga los motores.
-Confirmado.
La nave quedó en silencio. Para un
escáner casual parecería un asteroide excéntrico pasando junto al planeta.
Tinian observó cómo Bossk pulsaba un
control junto a uno de los surcos de sus antebrazos. Ahora tendría que usar lo
menos posible los escáneres de la nave. Las transmisiones sueltas serían
detectadas por los vigilantes imperiales... aunque él creía estar escondiéndose de centinelas wookiees.
Chenlambec aulló.
-¿Es posible que el Halcón esté en rango de escáner? –tradujo
Tinian.
Bossk observó los paneles.
-Si es que el Halcón está aquí –dijo-. Si vosotros dos me habéis desviado, os
venderé a ambos al mejor postor.
La imagen de una instalación colonial
apareció en el escáner principal del Diente.
Chen le había dicho a Tinian que se correspondería bastante fielmente con el
trazado de Gandolo IV. Bossk cambió el escaneo una vez más, estrechando su
banda de búsqueda.
Una forma irregular descendía hacia
la “colonia” de Lomabu.
-Carguero
corelliano YT-1300 –anunció el barítono del Diente-.
Modificado. Muy modificado. Ilegalmente modificado. Tripulación y pasajeros: un wookiee, dos humanos.
Bossk golpeó el panel con las garras
de su mano izquierda.
-¡Los tenemos! –exclamó, exultante.
Tinian creyó haber escuchado algo. Se
tocó los auriculares.
-¡Escuchad!
Bossk amplificó la transmisión por un
altavoz del puente.
-Muy divertido –decía un humano
arrastrando las palabras-. Pero lo que queremos es un permiso de aterrizaje.
¿Van a concedérnoslo, o debo llevarme todo esto y revendérselo a Nada Synnt?
-Solo –siseó Bossk-. Apaga toda la
energía.
El puente quedó a oscuras.
Tinian alzó su pequeña luma dentro de
su mano. Entre sus dedos se filtraba una tenue luz roja. Plan Tres, entonces.
Había esperado no tener que recurrir al Plan Tres. Chen, espero que estés preparado.
-Vamos a por ellos. –Tratando de
sonar arrogante, dio unos golpecitos a su bláster-. Ya es hora de una recarga,
Bossk. Y Chen necesita su ballesta.
Bossk levantó los antebrazos de los
surcos y se los frotó entre sí.
-Tinian, quiero que tú y tu wookiee
determinéis las rutas de escape más probables de Solo. Haced un recuento de sus
aliados y sus recursos. Esta será una experiencia excelente para redondear tu
aprendizaje.
-No queremos volver a usar esos
escáneres –protestó ella.
Bossk chasqueó la lengua.
-Tienes razón. Voy a enviaros en mi
nave de exploración, el Cachorro de
Nashtah.
El Cachorro era la nave de exploración más adorable que Chenlambec
hubiera tripulado nunca, a pesar de sus poco familiares controles... y tenía
transceptores de banda ancha, incluyendo el favorito personal de Chen, el de
banda lateral única. Su consola trazaba una curva rodeando dos asientos de
tripulación de cuero, con escáneres montados para crear la ilusión de mirar a
través de dos ventanas trapezoidales, como en el puente del Diente de Perro.
Chen hizo un viraje de vuelta hacia
el Diente para hacerse con la
sensación de manejo. La nave mayor había abierto una compuerta dorsal para
lanzar el Cachorro; se estaba
cerrando lentamente tras ellos. Ahora era fácil ver que los motores primarios
del Diente, de forma oval, se
encontraban bajo su cubierta principal, con puertos de escape cruzando su
cuarto de popa.
-Cuidado –dijo la voz de Bossk por
sus auriculares-. Os estoy siguiendo con un cañón cuádruple.
-¿Por qué molestarse? –replicó
Tinian-. Estamos Prácticamente desarmados.
Chen le ordenó que hiciera descender
el Cachorro fuera de alcance, y luego
se señaló una oreja y por encima del hombro hacia el Diente de Perro: Sin duda Bossk los estaba monitorizando.
Ella asintió y tomó las palancas de
dirección. La consola rodeaba sus asientos de tripulante tan limpiamente que
cualquiera de ellos podía pilotar con comodidad el Cachorro.
Tinian acarició una palanca de
control.
-Me gusta esta pequeña exploradora.
Con nostalgia del Wroshyr, Chen ladró.
-Yo no pedí nacer rica –protestó-.
Sólo desearía que esta nave fuese mía.
Chenlambec siguió rebuscando en su
bolsa de herramientas. Había dejado a Coqueta bajo el ordenador de navegación
del Diente y se había traído consigo
un transmisor remoto. En ese momento, cableó el remoto –que era más grande que
la propia Coqueta- en la línea de comunicaciones principal del Cachorro. Luego tecleó un mensaje
codificado para Coqueta: APAGA LOS RECEPTORES DE AUDIO DEL Diente DURANTE DOS MINUTOS, Y LUEGO SU TRADUCTOR DURANTE DIEZ
MINUTOS. El remoto emitió dos pitidos para indicar “mensaje recibido”. Un
minuto después, emitió dos pitidos, y luego los repitió, indicando que había
tenido éxito.
-Lo he oído –dijo Tinian-. ¿Bossk no
podrá escucharnos durante dos minutos?
Chen aulló afirmativamente y cerró
las manos sobre las palancas de control. Lomabu III acechaba cada vez más cerca
en la pantalla visual. Se estaban acercando al lado diurno a mediodía, desde el
sol naranja. Los imperiales no debían verlos.
Tinian habló rápidamente por el
micrófono incorporado en su casco.
-Esto es un mensaje para el
gobernador Desnand, repito, el gobernador Io Desnand del Sistema Aida. Deseamos
informar de que el cazarrecompensas Bossk de Trandosha, repito, cazarrecompensas,
repito, Bossk, está invadiendo su mundo prisión Lomabu III. Está enfrascado en
una caza de pieles no autorizada y pretende llevarse mucha de su mano de obra.
Le habla otro cazarrecompensas. Tengo a Bossk bajo observación, pero él también
me está observando a mí. ¿Me compensará por mi trabajo si le intercepto por
usted? Por favor, conteste por esta frecuencia para que pueda recibir la
respuesta a las... 14:35 horas estándar.
Esa transmisión iba dirigida a Aida,
no a Lomabu. Habría algo de retardo subespacial. Chen señaló el crono para
advertir a Tinian de que sus dos minutos se acababan. Sus diez estaban a punto
de comenzar. Ella desactivó el transmisor. Él soltó las palancas de control, y
ella las tomó.
Con el gobernador imperial sobre
aviso, ahora debía cerrar el otro extremo de su red: Debía contactar con la
superficie. Incluso si Coqueta le fallaba, los prisioneros wookiees debían ser
avisados y liberados. Chen cambió el transmisor a una frecuencia local.
La
cabina se llenó con inquietantes sonidos ululantes. La banda lateral única era
excelente para transmitir el habla wookiee, pero difícil de sintonizar en
básico. Bossk podía escuchar eso todo el día y no entender ni una palabra.
Incluso su traductor podría tener dificultades con ello.
Llamó
a la superficie.
Al
principio, no pasó nada. Siempre estaba la posibilidad de que no se hubiera
instalado ningún transmisor ilegal dentro del campo de prisioneros, pero
Chenlambec estaba dispuesto a apostar por lo contrario.
-Prueba
otra vez –sugirió Tinian-. Acabamos de pasar debajo de la capa atmosférica
ionizada.
Chen
volvió a aullar al transceptor. Conforme Tinian acercaba el Cachorro hacia el
archipiélago objetivo, el aullido de respuesta de su transceptor se moduló
abruptamente.
Chen volvió la cabeza para sonreír a
Tinian, y luego respondió. Su misión necesitó bastantes explicaciones,
especialmente la parte que comprendía aterrizar y fingir un tiroteo. La isla
hacia la que se dirigían se hacía cada vez más grande en la pantalla delantera.
-Explica lo de obtener la confianza
de Bossk –susurró Tinian, virando hacia el mar en el lado oeste de la isla. El
complejo prisión estaba en la costa este.
Chenlambec probó de nuevo.
Evidentemente, su contacto era un macho anciano que usaba equipo amateur, con un
miedo atroz a que los guardias regresaran pronto.
Chen no preguntó qué amenaza usaban
los imperiales para controlar a su gente. Los escáneres del Cachorro le habían mostrado artillería
pesada: dos emplazamientos de turboláser, y gran cantidad de tecnología
metálica no identificada.
Necesitaba
poner esas armas en manos de su gente.
Tinian
descendió sobre una densa jungla verde, volando rasante hacia la costa este de
la isla. Abruptamente, la voz de Bossk resonó en la cabina.
-¿Qué
pasa? ¿Qué estáis haciendo?
Se
le había acabado el tiempo. Si Coqueta silenciaba al Cachorro por más tiempo, Bossk sospecharía de su existencia.
Tinian
se inclinó hacia el receptor de audio.
-Vamos
a chamuscar un poco de pelaje –respondió-. ¿Quieres que te traigamos algo?
-Si
sabéis cómo... –dijo Bossk. Sonó como un desafío.
-Agárrate,
Chen –musitó Tinian-. Aterrizaremos en cosa de un minuto.
No
estaba muy segura de sus dotes para el aterrizaje, y esta era una nave
desconocida, aunque le gustaba. Chen apartó sus pequeñas manos de los controles
y agarró él las palancas. Estabilizó el motor principal y posó el Cachorro cerca de
un acantilado que recorría la costa. El complejo debía encontrarse en una
península justo al norte de ese promontorio rocoso.
-Impresionante –dijo Tinian con melancolía.
Él le dio una palmadita en el hombro
y le ordenó que descongelara los arcones. Debían estar a temperatura corporal
antes de regresar al Diente.
Ella le apretó el antebrazo.
-Ten cuidado, Chen.
Él canturreó una suave despedida. Su
preocupación le complacía y le honraba.
Desbloqueó la escotilla y saltó a
Lomabu III. Un viento frío y húmedo le golpeó la nariz y sintió escalofríos en
las palmas de sus manos, desprovistas de pelo. Su aroma salobre tenía un
componente orgánico de peces muertos y plantas flotantes. Bajo un brillante
cielo azul, cerca del lugar donde estaba posado el Cachorro, las olas golpeaban la línea desigual de una pared larga y
quebrada. Algas verdes asomaban oscuras en la superficie del agua trazando lo
que parecía un encaje de filigrana. Más adentro, en las aguas azul zafiro,
otros muros en ruinas formaban un laberinto de ángulos rectos. Las ruinas
apenas sobresalían del agua, coronadas con fragmentos de piedra y acero.
Él y Tinian habían aterrizado cerca
de una ciudad abandonada. En cuestión de pocos años, décadas a lo sumo, el
vasto mar habría disuelto esos muros restantes y se los habría tragado, y todas
las pruebas de la civilización de los lomabuanos habrían desaparecido.
Chenlambec
se preguntó qué aspecto habrían tenido los lomabuanos, y qué crimen habrían
cometido para incitar al Imperio a despoblar todo el planeta. ¿Los lomabuanos
estarían esclavizados, como su propio pueblo... o estarían muertos?
Comprobó
su ballesta. Todas las piezas volvían a estar en su sitio. Le molestaba saber
que Bossk estaba tan familiarizado con el armamento de Kashyyyk.
El
promontorio rocoso que ocultaba a la vista el complejo prisión también evitaría
que los guardias de la prisión vieran el Cachorro.
Avanzó con paso firme, permaneciendo dentro de un estrecho bosquecillo de
árboles marrones, con más ramas que hojas, que crecían entre la base del
acantilado y una playa pálida y arenosa.
Una
vez rodeó el promontorio, el complejo de la prisión apareció ante su vista. Sus
muros grises se alzaban en perfectas líneas rectas, recién construidos y
mantenidos por mano de obra esclava. Ocupaba el extremo opuesto de una estrecha
península, rodeado por una alta verja metálica. Cuatro altas y robustas torres
acechaban en las esquinas de su perímetro, y el istmo de la península entre el
complejo y la isla estaba cubierto de arena pálida.
Sólo
un emplazamiento de turboláser estaba al alcance de su ballesta. Destruir esa
arma ayudaría a preparar el camino para un alzamiento. Avanzó reptando,
permaneciendo pegado al suelo. La superficie rocosa le arañaba las palmas de
las manos.
Cuando
comenzó a apoyar la palma derecha en la arena, se dio cuenta de que la arena
también estaba reptando. Se inclinó para mirar más de cerca. Lo que había
tomado por una playa arenosa era una vasta colonia de pequeñas criaturas. Cada
una no era más grande que un grano de auténtica arena, con patas o flagelos tan
pequeños que sólo podía suponer su existencia. La colonia se agitaba conforme
las criaturas trepaban unas sobre otras, en continuas oleadas.
A
juzgar por la superficie de roca húmeda sobre la arena reptante, pudo ver que
la marea se estaba retirando. Aunque el movimiento de las criaturas parecía
aleatorio, la colonia se retiraba lentamente, siguiendo la marea.
Dejó
colgar un poco de pelaje sobre la colonia. Se desvaneció al contacto con ella.
¡Pequeñas bestias voraces! Chen tanteó tras él en el claro,
encontró un palo cubierto de hojas, y lo arrojó a la arena reptante.
Se
disolvió desde abajo.
Esto
explicaba por qué los imperiales habían elegido esa península como colonia
penal. Rodeada por arena voraz –incluso con marea baja, supuso- mantendría
encerrados a wookiees que se reirían de la mayoría de las armas. Chen se
preguntó si los imperiales habrían permitido que algún prisionero “escapara”
para demostrar el apetito de la arena...
Pero
eso era especulación vana. Ahora debía crear algo de calor para que Bossk lo
viera, para que pareciera que había habido un tiroteo… para poder engañar a
Bossk con esos cadáveres de forma realista.
Evitando
cuidadosamente la arena, reptó acercándose a la torre de guardia. Eligió una
flecha explosiva de su bandolera. Manteniendo los codos en tierra, la encajó en
su ballesta, apunto con cuidado, y la hizo volar.
La
torre estalló en llamas naranjas. Una voz humana gritó. Chen se puso en pie de
un salto y salió corriendo hacia el promontorio. Le habría gustado haber visto
qué aspecto tenía esa explosión en los sensores de Bossk, ya que habría
aparecido en medio de una escena que no existía.
Mientras
él se acercaba corriendo, Tinian permaneció cerca de la escalerilla de embarque
del Cachorro.
-¡No
pises esa arena! –exclamó ella-. Es...
Él
rugió indicando que ya lo sabía e hizo una pregunta mientras trepaba a bordo.
-Estoy
bien. ¿Y tú?
Él
saltó a la cabina y casi resbaló en un charco rojo. Tinian había dejado los
wookiees muertos entre la compuerta y las sillas de tripulación.
-No
había otro lugar donde ponerlos –se disculpó, trepando al interior tras él-. En
cuando los descongelé, comenzaron a sangrar.
Él
pidió saber qué había hecho con las unidades de congelación de carbono.
-Las
arrastré al interior del bosque. No creo que Bossk las encuentre allí.
¿Y había subido dos
wookiees por la escalerilla de embarque? Debería haber dejado que él hiciera
eso. Chen se dejó caer en su silla y agarró los controles.
Una
vez atracados en el Diente, Tinian
abrió la escotilla del Cachorro.
Bossk estaba de pie bajo ella, silueteado por luces que casi parecían de
intensidad normal.
-Ahora
los criminales wookiees saben que estamos aquí –gruñó el trandoshano-. ¿Es todo
lo que habéis conseguido?
-No
–respondió Tinian con otro gruñido. No le resultó difícil; le dolía la
espalda-. También hemos realizado nuestra evaluación. Solo y Chewbacca no
pueden escapar por tierra. Hay una colonia de arena carnívora viviente por toda
la línea de costa, así que tendrán que salir volando si tratan de escapar de
nosotros. ¿Aliados y recursos? Muchos wookiees, pero no tantos como ayer.
Ayúdanos a descargar estas pieles. Aún tienen carne dentro.
-¿Pieles?
-Bossk se asomó a la escotilla principal y echó un vistazo al interior-.
¿Realmente habéis...?
Quedó
en silencio. Los cadáveres frescos todavía yacían sangrando en la cubierta.
Chenlambec estaba sentado en su asiento, desnudando los dientes en un aullido.
-Criminales
–tradujo Tinian, fielmente esta vez-. Un regalo –añadió-, por si acaso sigues
dudando de nosotros. Chen acabó con dos centinelas.
Bossk
se inclinó para examinarlos. Acarició una de las pieles, de un hermoso color
castaño con puntas negras.
-Tenía
mis dudas de si mataríais a wookiees libres –respondió-. Ahora os creo. Acepto
vuestro obsequio.
Seguro que nos crees. Tinian dejó que Bossk cargase con los cadáveres, que se enfriaban
rápidamente, fuera del Cachorro. Chen
permaneció en su asiento, torciendo el labio. Parpadeó rápidamente, un signo de
náusea. Pidió a Tinian que dijera a Bossk algo convincente.
-Me pide que diga –dijo Tinian- que
encuentra repugnante tu finalidad del negocio de la caza. Pero comprendemos las
necesidades financieras.
Bossk
llamó a X10-D mientras bajaban.
-Excelentes
pieles. –Acarició la otra, que era completamente negra-. Una calidad
excepcional. ¿Ciento cincuenta años, tal vez?
Chen
volvió la cabeza.
Por
suerte, X10-D apareció rodando en la bahía de atraque e impidió a Bossk hacer
que Chen se pusiera aún más enfermo. El droide de refuerzo arrastró ambos
cadáveres por el pasillo hacia la bodega de popa. Bossk lo siguió a paso
ligero. Tinian recordó la camilla de desollar y el tanque de inmersión.
Chen
se desplomó, temblando y gimiendo.
Dubitativa,
Tinian le posó una mano en el hombro. Cuando él no la apartó, ella apretó más
fuerte. Chen sintió el más fuerte de sus agarres como si fuera una tierna
caricia.
-Se
alegrarían –susurró- de saber que tras su muerte están ayudando a detener esta
carnicería.
Él
recostó la cabeza y lloró en silencio
-Y
ya hemos visto cómo Bossk codicia tu piel, Ng’rhr.
Volvió
a apretarle el hombro, y luego se alejó de él, golpeada por el pensamiento de
que si perdía a Chenlambec quedaría huérfana de nuevo. Su madre la había
abandonado de recién nacida. Sus abuelos habían sido asesinados a sangre fría.
Daye yacía aplastado bajo toneladas de escombros.
La
cubierta del Diente se emborronó.
No
debía dejar que la viera en ese estado.
-Te
habrás dado cuenta de que no nos ha ordenado regresar a nuestra cabina... y aún
podemos ver –murmuró-. Vayamos a por algo de comer.
Preparó
la mejor comida que pudo encontrar en la cocina, incluyendo una buena cucharada
de gusanos rojos para Bossk. Ahora más que nunca debía actuar de forma
amistosa. Tratando de evitar las arcadas, pidió al Diente que llamara a Chen y a Bossk para cenar.
Chen
llegó primero, arrastrando los pies, y se sentó. Bossk llegó, oliendo a algo
que parecía desinfectante.
-Ah.
Gracias, humana.
-¿Es
suficiente?
Él
se sentó frente al palpitante revoltijo rojo.
-De
momento. Amigo Chenlambec, no comes nada.
Chen
miraba fijamente su plato, parpadeando y arrugando la nariz.
Tinian
maldijo su desconsideración. Por supuesto que la nave le olía de forma
nauseabunda. Bossk había estado desollando dos wookiees. ¿Cómo podría comer
Chen? Tinian se sirvió un plato de costillas de lamesal clonado, y luego se
sentó. Tenía que actuar de forma cordial. Alegre. Decidida.
-¿Qué
ha dicho? –preguntó Bossk.
-Demasiadas
emociones. –Tinian arrancó con sus dientes la carne de una costilla-. Se
calmará y comerá después –añadió, con la boca llena-. Escucha, Bossk, ahí abajo
las cosas tienen buena pinta. Entre los wookiees, el escáner nos confirmó la
señal de dos formas de vida humanas. Una corresponde exactamente con la última
lectura conocida de Han Solo.
-¿La
grabasteis?
-Por
supuesto. –Había cargado esos datos en el ordenador principal del Cachorro mientras Chen se ocupaba de la
torre de guardia. Como el otro chip de datos, Chen se lo había comprado “a un
amigo”.
-He
trazado un plan para capturarlos vivos –anunció Bossk.
-Finge
alegría –ladró Tinian a Chenlambec.
Chen
levantó una costilla, la miró fijamente, levantó la comisura de los labios y
gruñó. Luego se la metió en la boca y masticó.
-Dinos
qué quieres que hagamos –dijo Tinian.
-Descenderé
desde la órbita y haré salir al carguero –respondió Bossk-. Vosotros
neutralizaréis las defensas del mundo seguro. Realizaremos una finta y ataque
de dos puntas.
Entonces,
vaticinó Chen en voz alta, Bossk los abandonaría.
-Dice
–interpuso Tinian- que el Cachorro no
está lo suficientemente armado para hacer demasiado daño a las defensas.
-Pronto
lo estará –respondió Bossk.
Chen
le ordenó que protestase.
-Seríamos
de más ayuda a bordo del Diente –propuso
Tinian-. Es una buena nave.
-No
os voy a dejar a vosotros dos solos en ella.
Tinian
había escuchado parlotear a niños humanos. Imitó a uno que había encontrado
especialmente fastidioso.
-Supongo
que no querrás dejar a Chenlambec sólo en la nave y bajar a tierra conmigo. Y
tú y Chen no cabríais muy bien en el Cachorro.
¿Y si envías a Chen abajo, y me dejas a mí...?
-Detente
–dijo Bossk-. Confío en vosotros lo suficiente como para armar al Cachorro. Esta es meramente la mejor
forma de cumplir nuestra misión.
-De
acuerdo –gimoteó Tinian.
Después
de llenarse la panza con carne viva, Bossk ordenó a Tinian que se quedara de
guardia. Encerró a Chenlambec en su cabina, volvió a comprobar el cierre de
seguridad del Diente, y luego terminó
de despellejar el segundo wookiee. Ya estaba rígido: se había manifestado el
rigor mortis. Levantó la piel terminada, extendiendo la parte inferior húmeda y
brillante sobre ambos antebrazos, y suavemente la deslizó en el tanque de
inmersión. Desapareció, burbujeando, en el fluido curtidor. Deleitado por el
bonus inesperado de dos pieles, arrojó la carne por la esclusa. Los wookiees
tenían un sabor aceitoso y desagradable.
Regresó
a la bahía de desollado.
-EquisDiez-De
–llamó-, descarga el armamento del Cachorro.
El
droide bronce y carmesí avanzó rodando, extendió sus largos brazos de agarre, y
desbloqueó un compartimento de carga. Sosteniendo la gigantesca arma con
aspecto de tubo en el extremo de su brazo de dos metros, dio media vuelta y
agarró el otro inmenso tubo. Una vez equilibrado, alzó ambos brazos y salió
rodando por el pasillo principal. Bossk le siguió.
En
el interior de la bahía de atraque, el Cachorro
soltaba extraños chasquidos al enfriarse. Trabajando hasta tarde con ayuda de
X10-D, reinstaló las armas del Cachorro.
Luego envió a X10-D de vuelta a la bahía de carga a por dos objetos que no
debían sufrir sacudidas. Varios minutos después, X10-D regresó con un cuidadoso
paso de tortuga. Tenía los brazos extendidos al máximo que le permitían sus
tres metros de longitud. Su mano izquierda llevaba una pequeña bombona.
Mantenía su brazo derecho en alto para evitar arrastrar un enorme torpedo
oblongo.
Bossk
estaba de pie junto al tubo de lanzamiento del Cachorro.
-Cárgalo
–ordeno-. Ten mucho cuidado.
X10-D
deslizó en el tubo el enorme misil de alfombra de llamas, y luego se deslizó
lateralmente por el exterior del Cachorro
para realizar el cierre y las operaciones de pre-armado.
Bossk
agitó velozmente la lengua. La próxima vez que Chenlambec disparara sobre la
colonia de Lomabu, ese misil soltaría un horrible adhesivo inflamable sobre
varios kilómetros cuadrados. Cientos de wookiees sufrirían de manos de
Chenlambec, y Bossk obtendría su venganza por Gandolo IV. La Tanteadora no
requería bienes intactos en su altar. Las pieles calcinadas le deleitaban.
Finalmente,
conectó el pequeño dispensador de gas obah al sistema de ventilación del Cachorro. A diferencia del suero benigno
con el que había tranquilizado a Chenlambec y Tinian, el gas obah causaba
incapacidad nerviosa permanente en criaturas más pequeñas que los wookiees o
los trandoshanos. Dejaría a Chenlambec indefenso, con su codiciada piel
intacta... pero dañaría irreversiblemente a Tinian.
Ella
trabajaba con un wookiee. Sabía que se arriesgaba a exponerse a agentes capaces
de inhabilitar a un wookiee. En cualquier caso, la pequeña recompensa ofrecida
por ella no especificaba “viva” o “ilesa”.
Efectuó
un rápido chequeo de la nave exploradora. Les había pedido que deshabilitaran
las defensas de la colonia. Inmediatamente de que lanzaran la alfombra de
llamas y se dieran cuenta de lo que habían hecho, él les gasearía. Entonces el Diente guiaría remotamente al Cachorro a una órbita alta, donde podría
recogerse fácilmente después de que Bossk atrapara a la tripulación del Halcón.
Eso
sería complicado, someter a una tripulación que incluía a humanos y un wookiee,
pero dejándolos ilesos a todos. No se atrevía a desafiar la ira de Lord Darth
Vader.
-EquisDiez-De
–ordenó-, carga seis misiles inyectores con esporas de mekebve. Los quiero
cargados en el tubo número tres del Diente.
La
mayoría de los mamíferos sufrían severas reacciones alérgicas al polen de
mekebve, pero los reptiles no. Eso incapacitaría a Solo y a sus compañeros de
nave el tiempo suficiente para que Bossk pudiera abordar la nave y capturarlos.
Pero
el polen tenía cincuenta años de antigüedad, de acuerdo con el traficante nalrithiano
que se lo había vendido. Si el nalrithiano mentía, puede que fuera mucho más
antiguo. ¿Aún tendría efecto?
Podía
realizar fácilmente una entretenida prueba.
-Una
vez que hayas cargado los misiles inyectores, pon dos gramos de polen en los
sistemas de ventilación del Diente.
X10-D
dio media vuelta y se alejó rodando.
Conforme
se iban acercando las 14:35 horas estándar, Tinian miraba fijamente el panel
visualizador. No era demasiado tarde para implementar el Plan Dos. Vamos, Coqueta. Acaba el trabajo. La
pequeña droide seguía encajada bajo el ordenador de navegación, ejecutando
permutaciones en las protecciones del Diente.
Tal vez tenía demasiados bloqueos que manejar. Tal vez simplemente era más
astuto que ella. Mientras permanecían bloqueados en su partida, la carga recaía
sobre Chen y Tinian.
Según
lo previsto, apareció un mensaje. OFICINA DEL GOVERNADOR IO DESNAND A
INFORMANTE, podía leerse. LA CAZA DE PIELES NO AUTORIZADA EN LOMABU III ESTÁ
SUJETA A SEVERAS SANCIONES. PAGAREMOS CUARENTA MIL CRÉDITOS POR LA ENTREGA
INMEDIATA DEL CAZARRECOMPENSAS TRANDOSHANO VIVO.
Vader
ofrecía 800.000 por la tripulación del Halcón...
pero 40.000 no era moco de pavo.
Tinian
se agachó.
-Coqueta,
tenemos una oferta para una recompensa. ¿Aún no has entrado?
Después
de unos segundos, Coqueta habló con voz aguda.
-Todavía
estoy intentando...
De
pronto se apagaron las luces del puente. Tinian se puso en pie de un salto.
-Bossk
acaba de apagar toda la iluminación en vuestro rango de longitud de onda
–exclamó Coqueta.
-Quédate
ahí –murmuró Tinian-. Y sigue intentándolo. Atrápalo en un armario de carne, si
puedes...
Estornudó,
primero suavemente, y luego más fuerte. Le siguió un tercer estornudo.
¿Qué
estaba pasando?
Salió
a tientas del puente de mando completamente a oscuras y llegó al pasillo. Cada
vez le resultaba más difícil respirar. Le picaban los ojos. Los cerró con
fuerza. Las lágrimas manaron del borde de sus párpados, goteando hacia su boca.
Bossk
activó un control de comunicador. Podía ver perfectamente con sus lámparas
infrarrojas.
-Tinian,
Chenlambec, ¿estáis bien? He tenido un fallo en una de mis protecciones.
Permaneced donde estáis. Estaré con vosotros en un momento.
Bien.
El polen todavía era alergénico. Salió entusiasmado por el corredor.
Encontró
a Tinian en el pasillo, agazapada cerca de la puerta de su cabina. Se
presionaba el rostro con ambas manos y reprimía unos vehementes estornudos.
-¿Te
encuentras bien? –preguntó-. Lo lamento terriblemente. Este sistema estaba
diseñado para incapacitar adquisiciones fugadas.
Tenía
un aspecto desagradable. Manaban fluidos de sus ojos y su nariz.
-No.
–Tragó saliva con dificultad-. No me encuentro bien.
Muy
divertido.
-Me
costará un tiempo reparar el fallo. Mientras tanto, el Cachorro tiene aire filtrado. El lugar más seguro para ti y tu
socio es a bordo, en la siguiente fase de nuestra misión.
Tinian
se puso en pie tambaleándose.
-La
primera compuerta a tu izquierda –le recordó Bossk-. La encontrarás al tacto.
La he dejado abierta.
Bossk
golpeó un control y abrió la compuerta de la cabina. Chenlambec estaba sentado
en su catre. Si Tinian tenía mal aspecto, la miseria de Chenlambec era
magnífica. El pelaje de su rostro, cuello y pecho era una maraña húmeda y
enredada.
-Ve
al Cachorro –dijo Bossk con voz
ronca, esforzándose por no reír-. Tinian te lo explicará. Voy al puente para
tratar de arreglar las cosas.
Tinian
estornudó violentamente, luego avanzó a tientas por el pasillo oscuro. No podía
ver, y cada respiración le dolía. La disculpa de Bossk había sonado falsa. Los
trandoshanos nunca se disculpaban.
Escuchó
un mísero aullido tembloroso tras ella.
-Chen,
¿estás ahí? –tosió.
Él
volvió a aullar.
-Quiere
que subamos a bordo del Cachorro.
Tiene aire filtrado. –Aspiró con fuerza por la nariz y tragó saliva.
El
gruñido del wookiee sonó más cercano esta vez.
Ella
llegó a tientas hasta la compuerta abierta y la atravesó a trompicones. Sus
pasos sonaban metálicos: Este debía ser el muelle de la nave exploradora.
Tanteando a lo largo de un mamparo, cerró la mano sobre una máscara
respiradora. Se la puso sobre la nariz y los ojos, pero se colaba el aire por
arriba y por abajo. No era de la forma adecuada para un rostro humano.
Jadeó
un breve juramento en shyriiwook y dejó caer el respirador inútil.
Unas
manos largas, fuertes y cubiertas de pelo se cerraron sobre sus hombros y la
apartaron del mamparo. Chen rugió unas instrucciones.
-Muy
bien. Llévame. –Se agarró a sus grandes antebrazos y cerró los ojos. Cada vez
que los entreabría, le escocían como si estuvieran llenos de insectos
picándole.
Chen
trepó la escalerilla como un remolino. Ella se soltó y se dejó caer en la
cubierta del Cachorro, tratando de no
frotarse los ojos. Su piel y su ropa –y el pelaje de Chen- probablemente
estaban cubiertos del venenoso polen.
Se
encendió una luz.
-¿Estáis
a bordo? –dijo la rasposa voz de Bossk por el sistema de comunicaciones del Cachorro-. ¿Estáis mejor ahí dentro?
El
Cachorro comenzó a vibrar. Bossk
debía de estar activándolo desde el puente del Diente.
-Mucho
–exclamó Tinian sin levantarse-. Gra… ¡achís!... cias.
-Sacudíos
–ordenó Bossk-. Poned al máximo la ventilación y los filtros. Eso ayudará.
Chen
anunció que había encontrado una toma de aire.
Tinian
entreabrió los ojos. Chen se contorsionaba delante de la toma, frotando tres o
cuatro veces cada centímetro de su cuerpo. Luego comenzó a arrancarse detritus
medio secos del pelaje.
Si
él no iba a mantener el protocolo, ella tampoco. Se quitó el mono de vuelo
negro y lo sacudió frente a la ventilación, y luego se agitó con fuerza en
cabello. Al principio, sus estornudos y su moqueo empeoraron en lugar de
mejorar. Finalmente, remitieron.
Probó
a abrir un ojo. Ya no escocía. Respiró profundamente.
Chenlambec
estaba sentado a los controles del Cachorro,
concentrado en el estudio del panel. Tinian volvió a vestirse con su mono de
vuelo y luego se sentó a su lado.
-¿Estás…
¡achís!... preparado?
Chen
gruñó afirmativamente.
La
voz de Bossk respondió por el comunicador.
-Os
lanzaré en treinta segundos. Todos vuestros sistemas comprobados sin problemas.
Bossk
olía la victoria. Después de que el Cachorro acelerara alejándose del Diente,
pulsó un control para armar el detonador del misil de alfombra de llamas.
Chenlambec había quitado el seguro del disparador del dispensador de gas obah
al poner los ventiladores del Cachorro
a plena potencia.
Se volvió hacia su ordenador de
navegación para realizar los últimos cálculos de su propia aproximación. Tecleó
un curso que lo acercaría a la colonia wookiee.
Tan pronto como el Cachorro disparara y gaseara a Chen y
Tinian –sus membranas nasales estarían exquisitamente sensibles, un beneficio
inesperado de la prueba del polen-, descendería. Un barrido debería hacer que
el arrogante Solo saliera del planeta para poder perseguirle.
Puso los ojos en blanco. Aquí estoy, Tanteadora. Obsérvame.
Chen mantuvo el Cachorro en ruta durante varios minutos antes de que Tinian dejase
finalmente de estornudar. Aún le picaba la nariz. Sentía como si alguien se la
hubiera dejado en carne viva por dentro.
Pensándolo mejor, lo que olía eran
explosivos que no debían estar a bordo. Alarmada, se quitó el cinturón de seguridad,
se puso en pie y se inclinó cerca de la inmensa cabeza de Chen.
-Algo va mal –murmuró al pelaje a un
lado de su cuello-. Voy a realizar una comprobación de sistemas.
El bufó suavemente, asintiendo.
Pasaron varios minutos examinando los
limitados controles del Cachorro. No
apareció nada. Para entonces, las manos de Tinian estaban temblando. Algo iba
terriblemente mal, y no era capaz de encontrarlo.
Chen
pulsó su comunicador con Coqueta, y luego activó la banda lateral y comenzó a
transmitir de nuevo.
Su
contacto respondió con un aullido, casi indistinguible sobre la estática de la
banda lateral. Tinian visualizó un complejo penal lleno de wookiees que estaba
a punto de estallar con violencia.
Esperaba
que el Cachorro no estuviera a punto
de estallar, también. No creía que Bossk sacrificase su nave de exploración
sólo para matarlos. ¿Qué otra cosa podría ser?
Mientras
Chen solicitaba instrucciones para la recogida, apareció una transmisión no
verbal en el panel principal.
ACCEDIDO
NIVEL DE SEGURIDAD MÁS PROFUNDO... CREO. VOY A FINGIR UN FALLO DE SISTEMAS
CERCA DE UN ARMARIO DE CARNE.
Era
de Coqueta, que seguía bajo el ordenador de navegación de Bossk.
Chenlambec
aulló.
-¡Espera!
–exclamó Tinian-. Anula ese programa. Haz una comprobación del Cachorro... ¡ya! ¿Qué hizo Bossk para
prepararlo para esta misión?
Bossk
rio entre dientes al escuchar el sorprendido grito de Tinian hacia su socio. Demasiado tarde para eso, humana.
Pretendía observar cómo sus víctimas se aproximaban a la colonia wookiee, pero
durante algunos minutos todavía estarían demasiado lejos para disparar la
alfombra de llamas.
Una
luz de alarma parpadeó en un extremo de su consola.
-¿Qué
ocurre? –preguntó-. Espero que no sea otra falsa alarma.
-Ningún
error, no falsa alarma –respondió el Diente-.
EquisDiez-De vive en un armario de carne, dentro de la bodega de desollado.
¿Qué?
Bossk golpeó la palma de su garra con sus largas uñas. Parecía como si esa
diminuta humana hubiera trasteado con la circuitería del X10-D. Los humanos
tenían dedos finos y repugnantes.
¿O esto era uno de los fallos idiotas
del Diente?
Confirmó que el Cachorro no podría disparar hasta dentro de varios minutos, y
entonces se deslizó fuera de su asiento y se dirigió a popa.
La
voz de Coqueta chilló por el transmisor.
-¡Ha
salido del puente! Rápido... ¡si hay algo que tengáis que hacer, no estáis
monitorizados!
-Limítate
a continuar con esas comprobaciones. –Los ojos de Tinian habían dejado de
lagrimear, pero le picaba la nariz. No podía identificar el explosivo que
estaba oliendo; debía ser algo exótico, y eso la preocupaba-. Chen habla con tu
amigo de ahí abajo. Yo voy a comenzar en un extremo de esta nave de exploración
y comprobaré todos los sistemas a los que pueda acceder. Algo va mal, y Coqueta
ni siquiera está tratando de ayudar.
-¡Yo
también ayudo! –exclamó la voz aguda-. Bossk acaba de entrar en la bahía de
carga... se está acercando al armario de carne que he hecho que gotee... está
frente a él...
Bossk
localizó a X10-D de pie en su esquina, obviamente inactivo. Luego comprobó sus
armarios de carne. En la parte inferior de la pared interna de la unidad de la
izquierda había una fuga en un manguito de la canalización de agua.
Con
un gruñido, golpeó un control a mitad de altura del mamparo. Eso apagó un
circuito de seguridad que normalmente activaría las puertas de energía de los
armarios cuando la presa del interior los activaba. Agarró una hidrollave y
entró.
-...¡Está
entrando! –exclamó Coqueta con un agudo chirrido-. ¡Diente, reactiva esa puerta de energía! ¿Por favor, Diente? Diente...
Chenlambec
rugió al transmisor.
-¡De
acuerdo! –Con una especie de hipido, Coqueta cambió de programa-. Ha
reinstalado vuestras armas de energía. Vuestro lanzatorpedos vuelve a estar
operativo, con sistema de búsqueda de calor...
Torpedo.
Explosivos.
-¿Qué
tipo de misil está cargado? –interrumpió Tinian.
Coqueta
respondió después de unos segundos.
-Se
llama alfombra de llamas –dijo, cantarina-. Y os ha...
El
furioso rugido de Chenlambec ahogó las siguientes palabras de Coqueta. Tinian
también estaba asqueada. Los misiles de alfombra de llamas eran armas horribles
fabricadas por uno de los competidores menos escrupulosos de Armamento I’att.
Bossk los había enviado a ella y a Chenlambec para hacer que el aire ardiera,
abrasando piel y pulmones, carbonizando pelaje...
Coqueta
había seguido hablando. Tinian apartó las imágenes dantescas al fondo de su
mente.
-¿Qué
has dicho, Coqueta? Repite, por favor.
-He
dicho –respondió Coqueta con falsa afectación- que también ha instalado una
bombona dispensadora en vuestro sistema de ventilación. Está llena de un veneno
nervioso llamado gas obah. Será mejor que la retiréis.
-Sí...
¡Pero primero tenemos que encontrarla!
¿Gas
obah? ¿Veneno nervioso? Tinian nunca habría olido eso. Bossk se la había vuelto
a jugar. Polen, un misil de alfombra de llamas, y ahora esto.
Chen
saltó fuera de su asiento. Clavó las garras bajo la tapa del conducto de
ventilación. Para Tinian, el Cachorro de
Nashtah resultaba súbitamente claustrofóbico, con
demasiado poco aire en su interior.
-Gracias, Coqueta. –Respiró lenta y
conscientemente-. ¿Aún puedes atrapar a Bossk?
-Está trabajando dentro del armario.
Ha encontrado la fuga. No puedo conseguir... del todo... que el Diente coopere. Tiene una determinación
muy fuerte. Si no estuviera en nuestra contra, me caería bien –añadió
alegremente.
Al menos Bossk no estaba en el
puente, observando.
¿Qué podía hacer Tinian con un misil
de alfombra de llamas? Nunca había imaginado llegar a tener semejante
responsabilidad. Debía lanzarlo y destruirlo para que nadie pudiera usarlo
jamás. La configuración de búsqueda de calor estaba fijada de forma
irreversible.
¿Tal vez Bossk pretendía gasearlos, y
luego poner el Cachorro en piloto
automático para abrasar el complejo wookiee?
No tenía tiempo de suposiciones.
Debía decidir qué hacer. Podía enviar a Bossk y a su Diente de Perro directos a la Tanteadora trandoshana. A falta de
aire para alimentar los productos inflamables que llevaba a bordo, ese torpedo
impactaría en el Diente como un
proyectil grande y pesado.
No, el Cachorro no tenía hipermotor. Destruir el Diente los dejaría a ella y a Chen varados en espacio imperial.
Sabía que no estaba pensando con
claridad. La respuesta debía ser obvia.
El vector de aproximación del Cachorro los hizo salir de la sombra
planetaria. El sol de Lomabu se alzó sobre la media luna azul del planeta.
¡El sol! Sabía que era obvio.
-Agárrate, Chen -exclamó Tinian. Hizo
rotar el Cachorro 120 grados, apuntó
la boca del lanzatorpedos directamente al sol de Lomabu, y disparó. El Cachorro dio una sacudida. Chen se
golpeó la cabeza con una viga y aulló.
Tinian contuvo el aliento y rastreó
el misil. Tras una rápida cuenta hasta tres, sus cohetes integrados se
encendieron. Salió disparado hacia el sol. Varios cientos de grados de
temperatura no harían ningún daño allí.
El abuelo I’att habría sonreído.
Evidentemente Bossk no le había visto
lanzar el misil, porque nada ocurrió a continuación. Tinian volvió a apuntar
hacia tierra con el Cachorro.
-Chen, ¿cómo vas por ahí?
Aún tenían demasiada altitud para
eyectarse. Si Bossk los gaseaba, estaban atrapados.
Chen estaba de pie, con un largo y
peludo brazo dentro del conducto de ventilación. Giró la cabeza, empujó el
brazo más adentro, y gimió.
Tinian se mordió el labio. Si Bossk
regresaba al puente, sabría que había disparado el misil. Sabría que le había
traicionado, y los misiles no eran fáciles de conseguir.
-¿Coqueta? ¿Consigues algo?
-Tal vez –trinó la pequeña droide-.
Aún está trabajando.
-Mantén a Bossk fuera del puente,
nuestras vidas dependen de ello.
-¡Lo
estoy intentando! –insistió Coqueta-. Si me dejarais tranquila...
-Lo
haremos –respondió Tinian. Mientras Chenlambec arrancaba una pieza de metal de
una de las consolas y la arrojaba al conducto de ventilación, Tinian viró hacia
el espacio colonial.
Ahora
se aproximaban desde el este, sobre el agua. Escaneando un reluciente horizonte
azul, Tinian pudo ver las cuatro acechantes torres de guardia.
Esta
vez los imperiales estarían en alerta, en busca de intrusos. Como para
confirmar el pensamiento de Tinian, una de las torres lanzó una descarga de
turboláser. Falló al Cachorro por
poco.
Tinian
odiaba que le disparasen. Tragando saliva, pasó ambas manos sobre su panel de
mandos.
-Chen,
¿dónde tenemos los escudos?
Él
aulló.
-¿No
tenemos? –exclamó ella.
Un
wookiee canoso vio como los guardias de las torres comenzaron a disparar. Los
rumores del interior del complejo le habían indicado que estuviera atento ante
un posible ataque. Salió corriendo hacia la torre de guardia sudoeste. Por
todas partes a su alrededor, los wookiees esclavizados arrojaron sus
cargamentos y atacaron a sus supervisores.
Un
brazo humano salió volando. Un centenar de gargantas wookiees rugieron una
atronadora aprobación.
Los
prisioneros condujeron a sus guardas al interior de la torre. Puede que el
Imperio encontrara a los wookiees de Kashyyyk indefensos, pero les había
enseñado a contraatacar.
Un
rugido más fuerte cobró vida procedente del mar. Los láseres imperiales lo
siguieron, efectuando varios disparos. Luego los artilleros giraron sus
turboláseres hacia el interior. Un largo hocico de metal apuntó hacia el
complejo.
A
esa distancia, los artilleros no fallaron. Tierra, arena y duracemento –y una
docena de prisioneros- se vaporizaron en un ardiente destello. La onda de
choque hizo que el wookiee anciano cayera de rodillas.
Gateó
alrededor del cráter recién creado hacia la torre de guardia. El turboláser no
podía rastrearlo allí. Otros wookiees supervivientes forcejeaban con los
imperiales a lo largo de su muro de duracemento.
-Rendíos
–bramó una voz desde la torre de guardia-. Rendíos ahora, y no se os hará daño.
Los
esclavos wookiees respondieron con rugidos furiosos y desesperados, y siguieron
luchando.
La
puerta principal de la torre vomitó un pelotón de soldados fuertemente armados.
Condujeron a los encolerizados wookiees hacia terreno abierto. Inclinando el
cuello para levantar la mirada hacia la torre, el anciano wookiee miró
directamente al cañón de un turboláser.
Un
humano con el uniforme negro de oficial se encontraba junto a él.
-¡Envía
una señal de auxilio! –exclamó hacia un subordinado vestido de caqui-. ¡Que
venga ayuda... que venga Desnand... cuanto antes!
Chenlambec
aún seguía toquiteando el interior del ventilador, completamente atascado. No
podía desconectar el dispensador de gas; Coqueta no había logrado atrapar a
Bossk; y le dolía el hombro como si se hubiera lesionado el manguito rotator
tratando de aumentar su alcance un centímetro más.
-¡Están
transmitiendo! -Tinian empujó una palanca de control. La nave exploradora se
inclinó. Chen se sujetó para soportar el aumento de las fuerzas-g, pero no
extrajo su brazo del ventilador.
Rugió
una pregunta a Coqueta.
-Muy
fácil –trinó Coqueta-. Al Diente le
gusta interferir las transmisiones. Me dijo que...
-¿Tienes
a Bossk? –interrumpió Tinian.
-Sigo
trabajando en ello –cantó Coqueta-. Dejadme so-ola.
-Entonces
olvídate de la interferencia –exclamó Tinian-. Nosotros...
-¡Ups!
–exclamó la voz de Coqueta.
Chen
sacó su brazo de un tirón.
Coqueta
sonaba avergonzada.
-¡Se
han activado alarmas por toda la nave!
Chen
golpeó el mamparo, vencido por la frustración. Ahora no había nada que él
pudiera hacer. Bossk saltaría fuera del armario y correría al puente. Entonces
Chen y Tinian comenzarían a respirar gas obah. Le gritó que hiciera virar el Cachorro hacia tierra y se preparara
para eyectar. Quedarían varados, pero con vida.
-Aún
tienen seiscientos wookiees atrapados con ese turboláser –exclamó Tinian-.
Puedo hacer volar por los aires su cañón principal antes de que Bossk acabe con
nosotros.
El
Cachorro tembló mientras lo
posicionaba para realizar otra pasada.
Para
ser una cosa tan pequeña, ella lo sorprendía con su valor. Chen se hundió en su
asiento.
¿Otra
alarma? Sorprendido, Bossk dejó caer su hidrollave.
-¡EquisDiez-De
-exclamó-, ven aquí!
Conforme
el gran droide se acercaba rodando hacia él, una luz de seguridad blanca volvió
a encenderse cerca de la parte superior del armario.
Bossk
se lanzó hacia el borde del armario. La energía crepitó a su alrededor. Salió
despedido de vuelta al interior con escamas chamuscadas y una magulladura en la
frente.
-¡Desactiva
ese campo de fuerza! –gritó.
X10-D
rodó hacia delante un metro más. Dudó como si estuviera escuchando otra voz, y
luego giró sobre sí mismo. Dio una vuelta completa. Y luego otra.
Después
regresó a su lugar cerca del mamparo.
-¡Espera!
–exclamó Coqueta.
-¿Qué?
–Tinian mantuvo su rumbo. Cinco segundos más y tendría esa torre de guardia al
alcance.
-¡Lo
tengo! –gritó Coqueta-. El Diente acaba
de darme acceso de seguri...
-¡No
hables! –exclamó Tinian-. ¡Retenlo! –La pequeña droide debía de haber acertado
finalmente con la permutación de código adecuada-. ¡Usa a EquisDiez-De para
mantener bloqueado ese armario!
-¡Lo
haré!
Tinian
aferró la palanca de disparo mientras Chen ponía toda la fuerza de un wookiee
en la palanca de control. Un destello de energía iluminó la cabina del Cachorro.
-¡Sí!
–trinó Coqueta. Entonces la voz cambió de registro. Casi parecía un ronroneo-. Diente, eres magnífico. Reconocimiento
de comandos completo –informó a Chen y a Tinian-. Diente –volvió a ronronear-, asegura el cierre de ese armario y
mantén a EquisDiez-De de guardia.
Chen
elevó la nave varios centenares de metros. Los wookiees se dispersaban fuera
del cráter recién excavado por el disparo de turboláser de los guardias. Los
imperiales permanecían a lo largo de las vallas, haciendo llover fuego de armas
ligeras sobre sus enfurecidos esclavos.
El
cañón turboláser restante seguía al Cachorro.
Chenlambec esquivaba realizando piruetas en las tres direcciones. Más cerca...
más cerca... Tinian contuvo el aliento...
Disparó.
La torre estalló en una lluvia de fragmentos brillantes.
Chenlambec
aceleró a fondo, hacia el espacio abierto y el Diente de Perro.
Tinian se concentró en respirar
lentamente. Sólo un poco más lejos... sólo un poco más de tiempo. Si Bossk
escapaba, los gasearía al instante. Incluso un fallo de funcionamiento aún
podía paralizarla o matarla.
Espera. ¿No era ella quien no temía
morir?
Examinó sus sentimientos. Echaba de
menos a Daye de forma tan profunda y desde hace tanto tiempo que ninguna otra
emoción bastaba para llenar su corazón vacío. Pero Chenlambec se preocupaba por
ella. A cambio, quería protegerlo.
Y se preocupaba por sí misma. Tenía
talentos y capacidades para contribuir a la lucha galáctica. Los rebeldes
habían perdido a Daye; si ella seguía luchando, podría ayudar a compensar esa
pérdida.
Lo siento, Daye, murmuró cuando el rostro de
él asomó en su mente. Quiero estar
contigo... pero me gustaría vivir. Lo entiendes, ¿verdad?
El Diente iba aumentando de tamaño en la pantalla del sensor
delantero.
Si quería vivir, más valía que
pensara bien qué hacer en los próximos minutos. Ese alérgeno, fuera lo que
fuese, aún seguía flotando por todo el Diente
de Perro.
-Coqueta –dijo-, algo en el aire del Diente hizo que Chen y yo enfermáramos.
¿Puedes contener a Bossk y además hacer algo para contrarrestarlo?
Coqueta
dudó un instante, y luego respondió.
-Es
polen mekebve. Fuerte reacción alérgica en mamíferos, pero no en reptiles. El Diente acaba de bloquearme el acceso
todo el sistema de filtrado de aire. Si podéis esperar unas horas, lo
despejaré.
-Ni
en broma –murmuró Tinian. Echó un vistazo a su alrededor en el Cachorro de Nashtah-. Chen, ¿qué
podríamos usar como máscaras de respiración?
Él
soltó un suave ronroneo divertido.
-No
es para el gas nervioso. –Le golpeó en el hombro-. Pero vamos a volver a una
nave llena de polen.
Él
levantó un brazo y se pasó la mano por su largo pelaje. Su sugerencia fue larga
y compleja.
-Sí
–exclamó ella-. Tu pelaje lo atrae a lo bestia...
Para
cuando Coqueta logró abrir la escotilla de atraque del Diente, Chen y Tinian llevaban puestas unas mascarillas
improvisadas que habían fabricado con las mangas del mono de vuelo negro de
Tinian rellenas de pelaje de Chen. Chen aterrizó el Cachorro dentro de la bahía de atraque del Diente. Inmediatamente, Tinian saltó fuera. Sus ojos lagrimeaban
profusamente, pero podía respirar. Chen pasó junto a ella empujándola y salió
corriendo por el pasillo.
Parpadeando
con fuerza, cerró y aseguró el Cachorro,
dejando la bombona de gas obah para más tarde. Luego siguió a Chen en una
carrera desesperada.
Bossk
forcejeaba dentro de un armario de carne, rebotando en el campo de energía y
golpeando los muros interiores con la tremenda fuerza de un trandoshano. Chen
permanecía fuera del armario, con un puño en la cadera y la otra mano
sosteniendo su máscara respiratoria mientras reía histéricamente. El gigantesco
droide dron se había estacionado en un panel de control con un brazo extendido,
manteniendo el interruptor de activación del campo de energía en “encendido”.
El campo era transparente, salvo cuando el contacto con Bossk lo convertía en
chispas brillantes.
Chenlambec
echó la cabeza hacia atrás. Tinian se tapó los oídos y sonrió mientras el grito
de victoria wookiee hacía temblar los mamparos.
-Buen
trabajo, Coqueta –dijo Tinian en voz alta.
Una
ronca voz femenina respondió.
-De
nada, Tinian.
-¿Coqueta?
–Incrédula, miró a su alrededor dando una vuelta completa sobre sí misma.
¿Quién estaba hablando?
-¿Qué
queréis que haga ahora? –La voz sonaba lo bastante seductora como para hervir
tritones de mantequilla bakuranos.
-No
pareces tú.
El
mamparo rio con un sensual tono de contralto.
-Estoy
usando el simulador de voz del Diente.
¿A que es maravilloso?
Chenlambec
respondió hoscamente, pero sus ojos azules brillaban sobre su mascarilla
improvisada.
-Eso
haré –ronroneó Coqueta-. Próxima parada, sistema Aida y el gobernador Io
Desnand. Tengo entendido que se ofrece una bonita recompensa por cierto
pasajero escamoso que llevamos.
Bossk
se agitó violentamente.
-¡Destruiré
esta nave! ¡Os llevaré conmigo ante la Tanteadora!
No
podía hacerlo desde ahí... ¿o sí?
-¡Tengo
respaldos por todas partes! –Levantó los brazos y enganchó dos garras en un
panel sobre su cabeza.
Tinian
sintió una opresión en el pecho.
-¡Coqueta
–exclamó-, asegúrate de que el Diente
oiga esto! ¡Bossk planea hacerlo explotar!
-Oh,
lo ha oído –canturreó Coqueta-. Acaba de permitirme eliminar a Bossk de todos
los circuitos de mando.
El
villano trandoshano arrojó el panel del techo al campo de energía. Desapareció
al instante tras una opaca lluvia de chispas.
-No
os preocupéis –ronroneó Coqueta-. Hemos desactivado ese circuito de
destrucción.
-¿Hemos?
–preguntó Tinian.
-Diente y yo. ¿Quién si no?
-Chen
–murmuró Tinian, frotándose los brazos desnudos-, tenemos una adquisición que
entregar.
Hicieron
falta tres de los soldados de asalto del gobernador Desnand provistos de
guantes de energía para conseguir sacar por la fuerza a Bossk del armario. Un
imperial con sopa de trabajo caqui y una gorra arrugada tendió a Tinian un chip
de crédito.
-Aquí
tiene, señora Hellenika. Cuarenta mil créditos, menos tres mil por los
servicios de nuestros soldados de asalto.
A
Tinian eso le pareció una ganga. Se encontraban en una inmensa y abarrotada
plataforma de aterrizaje donde Chenlambec había hecho aterrizar el Diente. Ese parecía el único modo de
entregar a Bossk bajo custodia.
-¿Tres
mil? –protestó para guardar las apariencias-. ¡Eso es un robo! ¡Es...!
-Les
sugiero que abandonen Aida de inmediato –respondió el imperial-, antes de que
comprobemos su historial y el de su socio. Sólo las regulaciones de
mantenimiento de paz mantienen a la escoria como vosotros bajo control.
Sospecho que...
-Muy
bien, señor. –Tinian retrocedió unos pasos alejándose del hombre-. Gracias,
señor. Que tenga buen día.
Giró
sobre sus talones y salió corriendo hacia la rampa de embarque del Diente.
Bossk
estaba en cuclillas sobre el catre de una celda. Retorcía sus garras. Había
tratado de tallar surcos en esas paredes, pero estaban forradas con
transpariacero.
El
soldado de asalto del exterior se puso en posición de firmes. El gobernador
imperial Io Desnand, un humano alto y rollizo como una nube de azúcar, que no
se habría atrevido a desafiar a Bossk en igualdad de condiciones, apareció y se
detuvo en el exterior de la apertura protegida por un campo de fuerza.
Una
mujer aún más rolliza se encontraba a su lado. Colgaba de su brazo como un
tumor, batiendo falsas pestañas llenas de delicadas venas (Bossk casi esperaba
que salieran volando y se unieran a algún enjambre de insectos alados).
-Ooh
–exclamó ella-. Tenías razón. Es enorme.
Bossk
los fulminó con la mirada.
-Has
arruinado mis posibilidades de ascenso, cazarrecompensas –dijo sombríamente
Desnand-. ¿Algún último deseo?
-¿Ascenso?
–gritó Bossk-. ¿De qué está hablando? Esos wookiees...
-Eran
el cebo de una trampa, cazarrecompensas. En lugar de la flota rebelde, atrapo a
un miserable lagarto. Al menos ahora puedo cumplir una promesa que le hice a
Feebee hace dos años.
Rodeó
con su brazo los hombros de la mujer.
La
sonrisa sedienta de sangre de ella dejó helado a Bossk; le hizo pensar en la
Tanteadora con una máscara humana.
-Siempre
he querido un vestido de piel de lagarto –dijo en un ronroneo-. Largo hasta los
pies, y sólo sirve si es sin costuras, de lo contrario no es auténtico. Sí, Io.
–Inclinó la cabeza y presionó una mejilla carnosa contra su mano-. Será
maravilloso.
Bossk
cargó contra el campo de fuerza. Lo lanzó cabeza abajo contra el muro negro.
-¡Soy
inocente! –exclamó, poniéndose en pie de un salto para avanzar tambaleándose-. ¡No
he tenido nada que ver con su plan, Desnand! No sabía nada al respecto. ¡Sigo
sin saber nada!
Con
los brazos entrelazados, la pareja caminó fuera de la vista.
Bossk
se los quedó mirando conforme se marchaban, incrédulo. ¿Le iban a...
despellejar? ¿A dejar en cero su puntuación? ¿Para adornar el armario de esa
criatura, en lugar del altar de la Tanteadora?
Se
arrojó de rodillas al suelo y comenzó a excavar. Encontraría un modo de salir,
recuperaría su nave, y continuaría la caza... De algún modo...
Tinian
se desperezó en el camarote de babor del Diente.
El Diente estaba atracado
temporalmente en Lomabu III, dentro del complejo prisión. Chen había reclamado
el camarote de estribor, que anteriormente pertenecía a Bossk. Su catre era más
largo y ancho que cualquiera de los catres de babor. Coqueta había transferido
capacidades de mando a ambos camarotes. Para sorpresa de Chen (pero no de
Tinian), Coqueta se había quejado cada vez que trataban de desconectarla del Diente. Finalmente, Chen la conectó en
la toma de corriente de X10-D y la dejó allí.
Ahora
era una droide feliz, con un cuerpo grande y fuerte. Todo lo que necesitaba,
según ella, era ponerle algún detallito en azul...
Coqueta
había pasado la mayor parte del salto de vuelta a Lomabu dentro de la
programación del Diente, asomando
ocasionalmente para anunciar que había encontrado alguna nueva y asombrosa
capacidad:
-¡Esta
nave puede cambiar de rumbo en medio de un salto hiperespacial! Diente, eres magnífico.
-Diente tiene un circuito de armamento
con funciones de eco integradas. No estoy segura de cómo funcionan, pero
podrías disparar ambos cañones cuádruples a plena potencia... ¡simultáneamente!
-Escucha,
Tinian. Diente sabe cómo flotar a
altura suborbital, con los escudos al máximo en la superficie ventral...
Y
así fue como acabaron con los capataces imperiales del complejo. El Diente descendió,
flotando, con los escudos al máximo, mientras Chen y Tinian hacían de
artilleros al mismo tiempo. Aterrizaron dentro del nuevo cráter, listos para
tomar prisioneros.
Pero
los wookiees no habían dejado ningún imperial entero. Las arenas se dieron un
festín ese día.
Esa
tarde, Chenlambec estaba fuera de la nave, de celebración con sus congéneres
liberados. Tinian había esparcido solemnemente un puñado de tierra ritual sobre
las pieles que Chen había enterrado, y luego había bailado tres vueltas al
círculo, agarrando la enorme mano de su compañero por un lado y la de un
amistoso extraño por el otro; pero después de eso, simplemente no había sido
capaz de mantener el ritmo de las celebraciones de los wookiees.
Mañana
-o tal vez al día siguiente, supuso Tinian por el ruido del exterior- subirían
a todo el mundo a bordo y saltarían al hiperespacio antes de que Io Desnand
pudiera enviar tropas. El Diente sólo
podría realizar un salto corto transportando 593 wookiees, lo que supondría un
tremendo gasto en soporte vital, pero Coqueta insistió en que Diente podría alcanzar Aida. Desde allí,
los contactos de la Alianza de Chen podrían trasladar a los pasajeros a otros
sistemas.
Él
la había llevado aparte y, poniendo ambas manos sobre su cabeza, había
declarado completado su aprendizaje, pidiéndole que se quedara con él como
socia y amiga. Ahora tenía media nave, dieciocho mil créditos, y estatus de
cazador completo. Por primera vez en dos años, se sintió rica.
Chenlambec
había donado la mayor parte del dinero obtenido por la adquisición. Tal vez
ella también debería hacerlo...
Por
otra parte, ese imperial estirado le había llamado escoria. Olisqueó su segundo
mejor mono de vuelo negro, el mejor que aún tenía mangas. Tal vez debería
pensar en comprarse algo de ropa nueva.
Bostezó
indulgentemente.
Ya
decidiría más tarde.
Jadeando,
Chenlambec abandonó el círculo del baile y se sentó sobre un casco vacío de
soldado de asalto. El Diente llenaba
el centro del patio de la prisión, brillando como un brillante y liso témpano
de hielo bajo las luces blancas de la prisión. Se sintió vagamente desleal por
admirarlo tan intensamente. Echaría de menos al Wroshyr.
Extendió
sus garras y las pasó por el denso pelaje que colgaba de su antebrazo
izquierdo.
No
se consideraba vanidoso, pero le gustaba su piel. Justo donde estaba.