miércoles, 23 de febrero de 2022

Starlight: Las Sombras Permanecen (Parte Uno)

Starlight

Las sombras permanecen

(Parte Uno)

Justina Ireland

 

Anteriormente:

Una incursión casi catastrófica de los Nihil en el mismísimo Faro Starlight ha llevado al límite de sus fuerzas a aquellos encargados de mantener la seguridad de la estación; aparentemente a algunos más que a otros...

 

Ghal Tarpfen, jefa de seguridad del Faro Starlight, estaba soñando. Sabía que no era real, porque en lugar de los brillantes pasillos metálicos de la estación estaba rodeada por una concha rosa iridiscente. De algún modo estaba de vuelta en Mon Cala, vestida con los ropajes de la guardia real: holgadas manoplas de alga, pantalones y túnica ceñidos de piel de pez scrye, y pies descalzos para nadar mejor a través de las difíciles corrientes.

En su sueño Ghal se encontraba de pie en posición de firmes en una antecámara que no recordaba, aunque su subconsciente lo hiciera.

-Ghal Tarpfen, hija de Rhal y Gera, Capitana de Tercera Clase de la Guardia Real. Acércate, por favor.

La Ghal del sueño estaba rebosante de cierta temblorosa excitación al ser convocada al estrado por la regia figura de Shenrick, que estaba sentado allí con una corona que no debería pertenecerle. Pero la Ghal real podía sentir el pesar que ese momento estaba a punto de causar, y volvió a afligirse.

Ah, pensó Ghal, observando en el sueño a su propio ser acercándose al estrado en el centro de la sala, otra vez esto.

Ghal no sabía cómo soñaban los demás. Había observado a su compañera de trabajo, Velko Jahen, quedarse dormida una o dos veces durante largos turnos en el centro de mando, y la soikana de piel y cabellos plateados parecía quedar completamente consumida por sus visiones al dormir, pero a Ghal sus sueños siempre la dejaban con una extraña sensación de desapego. Era extraño que este sueño se sintiera tan cercano.

Pero tal vez era debido a que se trataba menos de un sueño que de un recuerdo. Y uno doloroso, además. Había tenido ese mismo sueño más de una docena de veces desde que llegara al Faro Starlight hacía más de un año, y su cada vez mayor frecuencia estaba comenzando a desquiciar a Ghal.

¿Qué advertencia estaba tratando de enviarle su subconsciente que ella no hubiera tenido en cuenta ya?

-Ghal, estamos verdaderamente impresionados por el servicio que has proporcionado a la corona en los últimos turnos -dijo la figura del estrado. El mon calamari que se encontraba allí no tenía cara, aunque la Ghal real conocía al detalle los rasgos de su rostro-. Y es con gran pesar en el corazón que concedemos tu petición de separarte del servicio a la corona.

Este era un momento cuando la Ghal del sueño retrocedía aturdida, tratando desesperadamente de ocultar el dolor en su rostro. No había visto venir la traición, nunca lo hacía.

¿Pero que otra cosa podía esperar de enamorarse de un macho de un escalafón tan por encima del suyo?

-¡Ghal! ¿Me has oído?

Ghal se despertó sobresaltada, con el filtro acuoso del sueño evaporándose mientras volvía a la realidad.

-Me había quedado dormida.

-Ya es la tercera vez en este turno. Tal vez deberías dejarlo por hoy. O por ayer -dijo Velko con una risa forzada-. ¿Qué hora es, de todas formas?

-No hasta que termine este informe -dijo Ghal, volviéndose hacia su terminal.

No muy lejos, Velko Jahen observaba a Ghal con el ceño ligeramente fruncido. Su relación había sido tensa desde el incidente con el antiguo amante de Velko, Vane Sarpo. Ghal casi podría jurar que eso era lo que le estaba causando las pesadillas, porque eso es lo que eran, revivir ese momento en el que el amor de su vida le apartó de su lado. Pero había estado teniendo esas visiones nocturnas mucho antes del problema con los Nihil en el bloque de seguridad.

-Ghal... -comenzó a decir Velko de nuevo, pero Ghal levantó la mano para interrumpirla.

-Tiene mi atención, administradora Jahen -dijo Ghal. Los formalismos eran un recurso seguro-. En breve iré a descansar. ¿Se le ofrece algo más?

Velko se agitó, incómoda. La soikana mostraba de forma demasiado obvia sus emociones, como un archivo de datos abierto para que cualquiera lo leyera.

-Mira, Ghal, acerca del incidente en el bloque de seguridad...

-Eso ya es pasado -dijo Ghal. No quería las disculpas de Velko, especialmente no cuando el dolor del sueño era tan reciente-. ¿Qué tenemos entre manos? -Trató de suavizar el tono, para que Velko no volviera a comenzar con sus malditas disculpas.

-Tenemos un nuevo oficial a bordo y los Jedi están solicitando un alojamiento seguro. El vicepresidente Hackrack Bep, de Dalna.

-Todos los oficiales planetarios requieren alojamientos seguros cuando viajan por asuntos oficiales, eso no es nada nuevo. Le ponderemos en la misma ala que a la senadora Starros -dijo Ghal.

-Sí, eso es lo que pensaba. Pero sigo recibiendo un error de la suite de seguridad del pasillo dieciséis. ¿Alguna vez has visto algo como esto?

Ghal se levantó de su silla, tomando un momento para estirarse antes de colocarse detrás de Velko donde la administradora miraba pasar el flujo de código sentada en su estación. Un instante después, Ghal se inclinó sobre el hombro de Velko y tecleó un par de líneas de comandos. Se escuchó un pitido y un zumbido, y entonces el monitor volvió a su estado normal, con imágenes de las cámaras cubriendo una vez más la pantalla.

-Parece que uno de los droides de seguridad apagó las cámaras del pasillo. Qué extraño. No se supone que deban hacer nada semejante. -Ghal emitió un ligero burbujeo, el equivalente mon calamari de un bostezo-. Lo comprobaré cuando vuelva de la unidad sanitaria.

-Ve y descansa un poco también -dijo Velko, reprimiendo su propio bostezo-. Ese informe puede esperar, y todos estamos cansados. Las cosas tendrán que demorarse un poco. Creo que la República lo entenderá. Yo haré una pausa cuando vuelvas.

Ghal asintió con la cabeza y se marchó sin añadir palabra. Las últimas semanas habían sido increíblemente ajetreadas. Los Jedi habían atrapado a centenares de Nihil y todos los oficiales del Faro Starlight habían estado trabajando en turnos dobles para acomodar el influjo de prisioneros. Los Jedi tenían mucho cuidado de no matar a la Nihil si podían evitarlo, lo que significaba que Velko, Ghal, y todos los demás funcionarios de la República en Faro Starlight habían visto incrementada su carga de trabajo. Procesar criminales requería buena cantidad de formularios, y dado que ninguno de los Nihil daba nunca su nombre verdadero también estaban gastado una cantidad de tiempo absurda en capturar una imagen de cada pirata para cotejarla con la base de datos de criminales conocidos. Era un trabajo extenuante, y aún seguían teniendo que atender la gestión cotidiana de Starlight.

Eso hacía que el descanso fuese un premio codiciado, así que Ghal no iba a discutir si Velko le ofrecía que tomara el primer turno de sueño.

En lugar de eso, se apresuró a salir del centro de mando antes de que Velko cambiara de idea.

 

***

 

Tras una visita a la unidad sanitaria y un restaurador chapuzón en las fuentes reservadas para tales fines, Ghal regresó a su habitación y se preparó para su ciclo de descanso. Apenas se había sumergido en su tanque de sueño, con la cabeza meciéndose sobre el agua, cuando volvía a estar de nuevo en la pesadilla. Esta vez Shenrick la miraba desde lo alto, y su rostro ya no estaba distorsionado. Ahora, podía ver sus ojos bulbosos y su piel moteada, cuyos patrones eran los mismos de los que se había enamorado cuando él no era más que un inútil tercer hijo sin futuro.

-Gracias por tu servicio -dijo, con voz extraña, y el corazón de Ghal volvió a romperse, tanto en el sueño como en la vida real.

Ghal se despertó sobresaltada, sacudiéndose los restos del sueño mientras se agitaba en el tanque, con su almohada cervical manteniendo la cabeza sobre la superficie del agua. El temporizador que había programado aún no había llegado a su fin, pero no volvería a dormir. No después de la pesadilla. Habían sido dos veces en un periodo de tiempo muy corto. Ahí había una advertencia, y Ghal sabía que no sería capaz de dormir más con la visión de la gélida expresión de Shenrick flotando en su mente. Velko iba a conseguir un turno de descanso más largo.

Ghal se levantó del tanque, se vistió, y se dirigió de vuelta al centro de mando, deteniéndose solo el tiempo suficiente para ver si su jefe, Rodor Keen, estaba en su oficina. Rodor supervisaba todas las operaciones del Faro Starlight, y algo en el modo en que las cámaras del pasillo dieciséis se habían apagado la preocupaba. Tal vez era una secuela de la pesadilla, el recuerdo del peor día de su vida, pero había algo fuera de lugar. Si alguien sabía qué podría causar un error semejante, ese era Rodor.

Por desgracia, su droide la informó de que él también estaba descansando y regresaría en unos momentos, así que Ghal le dejó un mensaje y se dirigió a su puesto.

Velko alzó la mirada con expresión de alivio cuando Ghal entró en la sala.

-Ah, bien. No quería despertarte, pero ha llegado un mensaje del enlace de seguridad de la República con código de urgencia. Lo he puesto en tu cola.

-¿Por qué no te has limitado a leerlo y responder? -preguntó Ghal, con su habitual poca paciencia aún más escasa. Ya tenía una docena de informes que archivar, y entrevistas que llevar a cabo. No necesitaba más trabajo.

Velko ofreció a Ghal una lánguida sonrisa.

-Estaba codificado con tu código de acceso.

Ghal Tarpfen miró el holo que tenía ante ella y frunció el ceño. Velko dijo algo, pero Ghal no la escuchó, toda su atención centrada en la misiva frente a ella. Ni siquiera se dio cuenta cuando la soikana se marchó.

El holomensaje en la cola de Ghal estaba encriptado y llevaba una firma de mensaje que estaba reservada a miembros del Senado, no a la oficina de seguridad de la República como Velko había creído. Sin embargo, seguía siendo extraño. No había nada acerca del mensaje que lo diferenciase del tráfico habitual que recibían, advertencias de actividad Nihil o nuevas rutas de contrabando Hutt que patrullar. Entonces, ¿por qué el mensaje estaba etiquetado para Ghal?

La cola de holos parpadeaba delante de ella, con el mensaje sin leer esperando todavía, y con un suspiro Ghal reprodujo el holo. La imagen de este parpadeaba, como si la señal de envío no hubiera sido muy fuerte, y la persona del mensaje llevaba una máscara como los Nihil. Un vocalizador disfrazaba la voz del hablante, cuya especie no podía distinguirse con facilidad, pero a Ghal le pareció que era humano.

-Durante el ciclo de descanso nocturno inhabilitarás las cámaras de los siguientes pasillos: dieciséis, veintitrés, ochenta y cuatro. Sabemos quien fuiste en otro tiempo, y confiamos en que querrás mantener tus secretos. ¡Por la Tormenta!

Ghal reprodujo el mensaje unas cuantas veces más, tratando de memorizarlo tanto como podía. Pero no había nada en el holo, o en la información de envío, que permitiera a Ghal saber quién era el responsable del mensaje. No se le escapaba a la atención de Ghal que el pasillo dieciséis era el mismo donde los droides ya habían desactivado una vez las cámaras.

Y ella no creía en coincidencias.

Ghal efectuó una comprobación de seguridad en la encriptación del mensaje, pero la información que obtuvo indicaba que era auténtico. Muy inteligente. Quienquiera que lo hubiera enviado quería que supiera que los Nihil tenían amigos en muy altas esferas, la clase de amigos que podrían destrozar por completo a Ghal si no cooperaba con lo que le pedían.

Se sintió súbitamente mareada.

Todas esas semanas soñando con Shenrick. ¿Era esto de lo que quería advertirle su mente? Cuando Ghal era una niña solía sentarse en las corrientes fuera de su casa y mirar las cosas que el océano llevaba hasta su puerta, que eran principalmente pedazos de desperdicios de las familias pudientes que vivían corriente arriba. Una vez fue un pez jara muerto que llegó flotando en pedazos de distintos tamaños, un morboso descubrimiento del que se sintió incapaz de apartar la mirada. Primero una aleta, luego la cola, y finalmente la cabeza entera, con los ojos abiertos en una mirada confusa, como si el pez se preguntara como había tenido lugar su fallecimiento. Ghal se sentía así ahora, como si la hubieran desmembrado y sus pedazos flotaran a la deriva en la corriente. No era una buena sensación.

Estuvo medio tentada de borrar el holo, pero tenía la sensación de que de algún modo lo sabrían. Y ahora los holos casuales que había recibido en los últimos meses comenzaban a tener sentido. Le habían parecido equivocaciones: titulares de páginas de cotilleo de Mon Calamari que detallaban los últimos eventos sociales del rey, fragmentos de documentales sobre rasgos de la guardia mon calamari, y -lo más alarmante de todo- un holodrama de años atrás que retrataba a un guardia mon calamari y una princesa que se enamoraban y huían juntos.

Ghal se sabía el vid de memoria. ¿Acaso ella y Shen no habían visto el holo y hablado de cómo aquella era su historia?

Pero eso fue antes de que Shenrick hubiera ascendido al trono, el sustituto convertido en heredero tras una terrible tragedia. Y eso fue antes de que Ghal prometiera su lealtad a la República, una posición en un lejano puesto fronterizo mejor que quedarse y observar cómo Shenrick se casaba con otra después de haber sido dada de lado.

De algún modo, los Nihil habían descubierto su secreto, habían unido las piezas. Ghal no tenía nada que temer del descubrimiento, su tiempo en la Guardia Real no era mas que una pintoresca nota al pie para la República. Pero los puristas de Mon Cala quedarían espantados si supieran que su rey no había sido puro antes de ascender al trono. Shenrick quedaría arruinado, por supuesto, y aunque parte de Ghal ansiaba que su despreocupada crueldad hacia ella se volviera contra él multiplicada por diez, también destruiría a su familia. Después de todo, los mon calamari no podrían culpar únicamente a su rey por semejante desliz. La familia de Ghal pertenecía a un estrato tan bajo de la sociedad que serían culpados por haber criado a una hija sin honor, y Ghal no estaba dispuesta a causar la desgracia de su linaje.

-¡Ghal! -dijo Velko con voz desesperada, como si llevara ya un buen rato tratando de captar la atención de Ghal.

-Mis disculpas -balbuceó Ghal-. Demasiadas cosas en las que pensar, me temo.

-Te he traído esto -dijo la soikana, ofreciéndole a Ghal una taza de su té de algas preferido-. Voy a tomarme ahora mi periodo de descanso. ¿Te importaría hablar con la senadora Starros en la próxima hora o así? Ha estado sin parar de pedir asistencia y enviando docenas de quejas.

Ghal suspiró.

-Senadores. Pasaré por sus dependencias y veré qué es lo que quiere.

Velko se levantó para marcharse, y se detuvo, examinando con la mirada a Ghal.

-¿Va todo bien?

-Bien -dijo Ghal. Tomó la taza que le había ofrecido Velko y bebió un sorbo-. Simplemente creo que me vendría bien una visita a las fuentes restauradoras. Gracias por el té de algas.

Velko asintió con la cabeza y se marchó, dejando a Ghal sola con sus pensamientos desbocados. Había una senadora en Starlight y le acababan de pedir que desactivara las cámaras de la zona.

Eso tenía muy mala pinta.

Ghal encargó a uno de los droides de seguridad que revisara las lecturas y salió corriendo hacia la suite de invitados de la senadora Starros. ¿Intentarían los Nihil matar a una senadora? Tal vez. Pero no durante su guardia.

El viaje en el ascensor pareció durar una eternidad, y para cuando Ghal llegó al pasillo dieciséis pudo darse cuenta de que algo no iba bien. Estaban a mitad del ciclo de sueño, pero una de las puertas estaba sospechosamente abierta, como si alguien hubiera atascado el mecanismo.

Ghal desenfundó su bláster y avanzó lentamente hacia la puerta abierta. No era una de las que se abrían al conjunto de habitaciones ocupadas por la senadora, sino por alguien completamente diferente. Ghal se asomó a la esquina. En el suelo yacía un hombre theelin que Ghal no reconoció.

-Oh, Ghal -balbuceó alguien en un mal pronunciado mon calamari, un idioma que Ghal no había escuchado desde que se marchó de su hogar. Ghal se volvió para ver a una mujer majestuosa con piel oscura sonriéndole. Le resultaba vagamente familiar, pero Ghal no terminaba de ubicarla-. Deberías haber hecho lo que te habían dicho.

Ghal alzó el bláster, pero antes de poder hacer nada una mano pesada la golpeó por detrás, y fue solo mientras caía que se dio cuenta de que después de todo conocía a esa mujer.

Al parecer, la senadora Ghirra Starros era algo más de lo que aparentaba.

 

CONCLUIRÁ...

 

En el siguiente número:

¡El épico final de “Las sombras permanecen”, en exclusiva para Star Wars Insider!

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