Starlight
Las sombras permanecen
(Parte Uno)
Justina Ireland
Anteriormente:
Una incursión casi catastrófica de los Nihil en el
mismísimo Faro Starlight ha llevado al límite de sus fuerzas a aquellos
encargados de mantener la seguridad de la estación; aparentemente a algunos más
que a otros...
Ghal Tarpfen, jefa de seguridad del Faro Starlight,
estaba soñando. Sabía que no era real, porque en lugar de los brillantes
pasillos metálicos de la estación estaba rodeada por una concha rosa
iridiscente. De algún modo estaba de vuelta en Mon Cala, vestida con los ropajes
de la guardia real: holgadas manoplas de alga, pantalones y túnica ceñidos de
piel de pez scrye, y pies descalzos para nadar mejor a través de las difíciles
corrientes.
En su sueño Ghal se encontraba de pie en posición
de firmes en una antecámara que no recordaba, aunque su subconsciente lo
hiciera.
-Ghal Tarpfen, hija de Rhal y Gera, Capitana de
Tercera Clase de la Guardia Real. Acércate, por favor.
La Ghal del sueño estaba rebosante de cierta temblorosa
excitación al ser convocada al estrado por la regia figura de Shenrick, que
estaba sentado allí con una corona que no debería pertenecerle. Pero la Ghal
real podía sentir el pesar que ese momento estaba a punto de causar, y volvió a
afligirse.
Ah, pensó Ghal, observando en el sueño a su
propio ser acercándose al estrado en el centro de la sala, otra vez esto.
Ghal no sabía cómo soñaban los demás. Había
observado a su compañera de trabajo, Velko Jahen, quedarse dormida una o dos
veces durante largos turnos en el centro de mando, y la soikana de piel y cabellos
plateados parecía quedar completamente consumida por sus visiones al dormir,
pero a Ghal sus sueños siempre la dejaban con una extraña sensación de
desapego. Era extraño que este sueño se sintiera tan cercano.
Pero tal vez era debido a que se trataba menos de
un sueño que de un recuerdo. Y uno doloroso, además. Había tenido ese mismo
sueño más de una docena de veces desde que llegara al Faro Starlight hacía más
de un año, y su cada vez mayor frecuencia estaba comenzando a desquiciar a
Ghal.
¿Qué advertencia estaba tratando de enviarle su
subconsciente que ella no hubiera tenido en cuenta ya?
-Ghal, estamos verdaderamente impresionados por el
servicio que has proporcionado a la corona en los últimos turnos -dijo la
figura del estrado. El mon calamari que se encontraba allí no tenía cara,
aunque la Ghal real conocía al detalle los rasgos de su rostro-. Y es con gran
pesar en el corazón que concedemos tu petición de separarte del servicio a la
corona.
Este era un momento cuando la Ghal del sueño retrocedía
aturdida, tratando desesperadamente de ocultar el dolor en su rostro. No había
visto venir la traición, nunca lo hacía.
¿Pero que otra cosa podía esperar de enamorarse de
un macho de un escalafón tan por encima del suyo?
-¡Ghal! ¿Me has oído?
Ghal se despertó sobresaltada, con el filtro acuoso
del sueño evaporándose mientras volvía a la realidad.
-Me había quedado dormida.
-Ya es la tercera vez en este turno. Tal vez
deberías dejarlo por hoy. O por ayer -dijo Velko con una risa forzada-. ¿Qué hora
es, de todas formas?
-No hasta que termine este informe -dijo Ghal,
volviéndose hacia su terminal.
No muy lejos, Velko Jahen observaba a Ghal con el
ceño ligeramente fruncido. Su relación había sido tensa desde el incidente con
el antiguo amante de Velko, Vane Sarpo. Ghal casi podría jurar que eso era lo
que le estaba causando las pesadillas, porque eso es lo que eran, revivir ese
momento en el que el amor de su vida le apartó de su lado. Pero había estado
teniendo esas visiones nocturnas mucho antes del problema con los Nihil en el
bloque de seguridad.
-Ghal... -comenzó a decir Velko de nuevo, pero Ghal
levantó la mano para interrumpirla.
-Tiene mi atención, administradora Jahen -dijo
Ghal. Los formalismos eran un recurso seguro-. En breve iré a descansar. ¿Se le
ofrece algo más?
Velko se agitó, incómoda. La soikana mostraba de
forma demasiado obvia sus emociones, como un archivo de datos abierto para que
cualquiera lo leyera.
-Mira, Ghal, acerca del incidente en el bloque de
seguridad...
-Eso ya es pasado -dijo Ghal. No quería las
disculpas de Velko, especialmente no cuando el dolor del sueño era tan
reciente-. ¿Qué tenemos entre manos? -Trató de suavizar el tono, para que Velko
no volviera a comenzar con sus malditas disculpas.
-Tenemos un nuevo oficial a bordo y los Jedi están
solicitando un alojamiento seguro. El vicepresidente Hackrack Bep, de Dalna.
-Todos los oficiales planetarios requieren
alojamientos seguros cuando viajan por asuntos oficiales, eso no es nada nuevo.
Le ponderemos en la misma ala que a la senadora Starros -dijo Ghal.
-Sí, eso es lo que pensaba. Pero sigo recibiendo un
error de la suite de seguridad del pasillo dieciséis. ¿Alguna vez has visto
algo como esto?
Ghal se levantó de su silla, tomando un momento para
estirarse antes de colocarse detrás de Velko donde la administradora miraba pasar
el flujo de código sentada en su estación. Un instante después, Ghal se inclinó
sobre el hombro de Velko y tecleó un par de líneas de comandos. Se escuchó un
pitido y un zumbido, y entonces el monitor volvió a su estado normal, con
imágenes de las cámaras cubriendo una vez más la pantalla.
-Parece que uno de los droides de seguridad apagó
las cámaras del pasillo. Qué extraño. No se supone que deban hacer nada
semejante. -Ghal emitió un ligero burbujeo, el equivalente mon calamari de un
bostezo-. Lo comprobaré cuando vuelva de la unidad sanitaria.
-Ve y descansa un poco también -dijo Velko,
reprimiendo su propio bostezo-. Ese informe puede esperar, y todos estamos
cansados. Las cosas tendrán que demorarse un poco. Creo que la República lo
entenderá. Yo haré una pausa cuando vuelvas.
Ghal asintió con la cabeza y se marchó sin añadir
palabra. Las últimas semanas habían sido increíblemente ajetreadas. Los Jedi
habían atrapado a centenares de Nihil y todos los oficiales del Faro Starlight
habían estado trabajando en turnos dobles para acomodar el influjo de
prisioneros. Los Jedi tenían mucho cuidado de no matar a la Nihil si podían
evitarlo, lo que significaba que Velko, Ghal, y todos los demás funcionarios de
la República en Faro Starlight habían visto incrementada su carga de trabajo. Procesar
criminales requería buena cantidad de formularios, y dado que ninguno de los
Nihil daba nunca su nombre verdadero también estaban gastado una cantidad de
tiempo absurda en capturar una imagen de cada pirata para cotejarla con la base
de datos de criminales conocidos. Era un trabajo extenuante, y aún seguían
teniendo que atender la gestión cotidiana de Starlight.
Eso hacía que el descanso fuese un premio
codiciado, así que Ghal no iba a discutir si Velko le ofrecía que tomara el
primer turno de sueño.
En lugar de eso, se apresuró a salir del centro de
mando antes de que Velko cambiara de idea.
***
Tras una visita a la unidad sanitaria y un
restaurador chapuzón en las fuentes reservadas para tales fines, Ghal regresó a
su habitación y se preparó para su ciclo de descanso. Apenas se había sumergido
en su tanque de sueño, con la cabeza meciéndose sobre el agua, cuando volvía a
estar de nuevo en la pesadilla. Esta vez Shenrick la miraba desde lo alto, y su
rostro ya no estaba distorsionado. Ahora, podía ver sus ojos bulbosos y su piel
moteada, cuyos patrones eran los mismos de los que se había enamorado cuando él
no era más que un inútil tercer hijo sin futuro.
-Gracias por tu servicio -dijo, con voz extraña, y
el corazón de Ghal volvió a romperse, tanto en el sueño como en la vida real.
Ghal se despertó sobresaltada, sacudiéndose los
restos del sueño mientras se agitaba en el tanque, con su almohada cervical
manteniendo la cabeza sobre la superficie del agua. El temporizador que había
programado aún no había llegado a su fin, pero no volvería a dormir. No después
de la pesadilla. Habían sido dos veces en un periodo de tiempo muy corto. Ahí
había una advertencia, y Ghal sabía que no sería capaz de dormir más con la
visión de la gélida expresión de Shenrick flotando en su mente. Velko iba a
conseguir un turno de descanso más largo.
Ghal se levantó del tanque, se vistió, y se dirigió
de vuelta al centro de mando, deteniéndose solo el tiempo suficiente para ver
si su jefe, Rodor Keen, estaba en su oficina. Rodor supervisaba todas las
operaciones del Faro Starlight, y algo en el modo en que las cámaras del
pasillo dieciséis se habían apagado la preocupaba. Tal vez era una secuela de
la pesadilla, el recuerdo del peor día de su vida, pero había algo fuera de
lugar. Si alguien sabía qué podría causar un error semejante, ese era Rodor.
Por desgracia, su droide la informó de que él
también estaba descansando y regresaría en unos momentos, así que Ghal le dejó
un mensaje y se dirigió a su puesto.
Velko alzó la mirada con expresión de alivio cuando
Ghal entró en la sala.
-Ah, bien. No quería despertarte, pero ha llegado
un mensaje del enlace de seguridad de la República con código de urgencia. Lo
he puesto en tu cola.
-¿Por qué no te has limitado a leerlo y responder?
-preguntó Ghal, con su habitual poca paciencia aún más escasa. Ya tenía una
docena de informes que archivar, y entrevistas que llevar a cabo. No necesitaba
más trabajo.
Velko ofreció a Ghal una lánguida sonrisa.
-Estaba codificado con tu código de acceso.
Ghal Tarpfen miró el holo que tenía ante ella y
frunció el ceño. Velko dijo algo, pero Ghal no la escuchó, toda su atención centrada
en la misiva frente a ella. Ni siquiera se dio cuenta cuando la soikana se
marchó.
El holomensaje en la cola de Ghal estaba encriptado
y llevaba una firma de mensaje que estaba reservada a miembros del Senado, no a
la oficina de seguridad de la República como Velko había creído. Sin embargo, seguía
siendo extraño. No había nada acerca del mensaje que lo diferenciase del
tráfico habitual que recibían, advertencias de actividad Nihil o nuevas rutas
de contrabando Hutt que patrullar. Entonces, ¿por qué el mensaje estaba
etiquetado para Ghal?
La cola de holos parpadeaba delante de ella, con el
mensaje sin leer esperando todavía, y con un suspiro Ghal reprodujo el holo. La
imagen de este parpadeaba, como si la señal de envío no hubiera sido muy
fuerte, y la persona del mensaje llevaba una máscara como los Nihil. Un
vocalizador disfrazaba la voz del hablante, cuya especie no podía distinguirse
con facilidad, pero a Ghal le pareció que era humano.
-Durante el ciclo de descanso nocturno
inhabilitarás las cámaras de los siguientes pasillos: dieciséis, veintitrés,
ochenta y cuatro. Sabemos quien fuiste en otro tiempo, y confiamos en que
querrás mantener tus secretos. ¡Por la Tormenta!
Ghal reprodujo el mensaje unas cuantas veces más,
tratando de memorizarlo tanto como podía. Pero no había nada en el holo, o en
la información de envío, que permitiera a Ghal saber quién era el responsable
del mensaje. No se le escapaba a la atención de Ghal que el pasillo dieciséis era
el mismo donde los droides ya habían desactivado una vez las cámaras.
Y ella no creía en coincidencias.
Ghal efectuó una comprobación de seguridad en la
encriptación del mensaje, pero la información que obtuvo indicaba que era
auténtico. Muy inteligente. Quienquiera que lo hubiera enviado quería que
supiera que los Nihil tenían amigos en muy altas esferas, la clase de amigos
que podrían destrozar por completo a Ghal si no cooperaba con lo que le pedían.
Se sintió súbitamente mareada.
Todas esas semanas soñando con Shenrick. ¿Era esto
de lo que quería advertirle su mente? Cuando Ghal era una niña solía sentarse
en las corrientes fuera de su casa y mirar las cosas que el océano llevaba
hasta su puerta, que eran principalmente pedazos de desperdicios de las
familias pudientes que vivían corriente arriba. Una vez fue un pez jara muerto
que llegó flotando en pedazos de distintos tamaños, un morboso descubrimiento del
que se sintió incapaz de apartar la mirada. Primero una aleta, luego la cola, y
finalmente la cabeza entera, con los ojos abiertos en una mirada confusa, como
si el pez se preguntara como había tenido lugar su fallecimiento. Ghal se
sentía así ahora, como si la hubieran desmembrado y sus pedazos flotaran a la
deriva en la corriente. No era una buena sensación.
Estuvo medio tentada de borrar el holo, pero tenía
la sensación de que de algún modo lo sabrían. Y ahora los holos casuales que había
recibido en los últimos meses comenzaban a tener sentido. Le habían parecido
equivocaciones: titulares de páginas de cotilleo de Mon Calamari que detallaban
los últimos eventos sociales del rey, fragmentos de documentales sobre rasgos
de la guardia mon calamari, y -lo más alarmante de todo- un holodrama de años
atrás que retrataba a un guardia mon calamari y una princesa que se enamoraban
y huían juntos.
Ghal se sabía el vid de memoria. ¿Acaso ella y Shen
no habían visto el holo y hablado de cómo aquella era su historia?
Pero eso fue antes de que Shenrick hubiera
ascendido al trono, el sustituto convertido en heredero tras una terrible
tragedia. Y eso fue antes de que Ghal prometiera su lealtad a la República, una
posición en un lejano puesto fronterizo mejor que quedarse y observar cómo
Shenrick se casaba con otra después de haber sido dada de lado.
De algún modo, los Nihil habían descubierto su
secreto, habían unido las piezas. Ghal no tenía nada que temer del
descubrimiento, su tiempo en la Guardia Real no era mas que una pintoresca nota
al pie para la República. Pero los puristas de Mon Cala quedarían espantados si
supieran que su rey no había sido puro antes de ascender al trono. Shenrick
quedaría arruinado, por supuesto, y aunque parte de Ghal ansiaba que su despreocupada
crueldad hacia ella se volviera contra él multiplicada por diez, también
destruiría a su familia. Después de todo, los mon calamari no podrían culpar
únicamente a su rey por semejante desliz. La familia de Ghal pertenecía a un
estrato tan bajo de la sociedad que serían culpados por haber criado a una hija
sin honor, y Ghal no estaba dispuesta a causar la desgracia de su linaje.
-¡Ghal! -dijo Velko con voz desesperada, como si
llevara ya un buen rato tratando de captar la atención de Ghal.
-Mis disculpas -balbuceó Ghal-. Demasiadas cosas en
las que pensar, me temo.
-Te he traído esto -dijo la soikana, ofreciéndole a
Ghal una taza de su té de algas preferido-. Voy a tomarme ahora mi periodo de
descanso. ¿Te importaría hablar con la senadora Starros en la próxima hora o
así? Ha estado sin parar de pedir asistencia y enviando docenas de quejas.
Ghal suspiró.
-Senadores. Pasaré por sus dependencias y veré qué
es lo que quiere.
Velko se levantó para marcharse, y se detuvo,
examinando con la mirada a Ghal.
-¿Va todo bien?
-Bien -dijo Ghal. Tomó la taza que le había
ofrecido Velko y bebió un sorbo-. Simplemente creo que me vendría bien una
visita a las fuentes restauradoras. Gracias por el té de algas.
Velko asintió con la cabeza y se marchó, dejando a
Ghal sola con sus pensamientos desbocados. Había una senadora en Starlight y le
acababan de pedir que desactivara las cámaras de la zona.
Eso tenía muy mala pinta.
Ghal encargó a uno de los droides de seguridad que
revisara las lecturas y salió corriendo hacia la suite de invitados de la
senadora Starros. ¿Intentarían los Nihil matar a una senadora? Tal vez. Pero no
durante su guardia.
El viaje en el ascensor pareció durar una
eternidad, y para cuando Ghal llegó al pasillo dieciséis pudo darse cuenta de
que algo no iba bien. Estaban a mitad del ciclo de sueño, pero una de las
puertas estaba sospechosamente abierta, como si alguien hubiera atascado el
mecanismo.
Ghal desenfundó su bláster y avanzó lentamente
hacia la puerta abierta. No era una de las que se abrían al conjunto de
habitaciones ocupadas por la senadora, sino por alguien completamente
diferente. Ghal se asomó a la esquina. En el suelo yacía un hombre theelin que
Ghal no reconoció.
-Oh, Ghal -balbuceó alguien en un mal pronunciado
mon calamari, un idioma que Ghal no había escuchado desde que se marchó de su
hogar. Ghal se volvió para ver a una mujer majestuosa con piel oscura
sonriéndole. Le resultaba vagamente familiar, pero Ghal no terminaba de
ubicarla-. Deberías haber hecho lo que te habían dicho.
Ghal alzó el bláster, pero antes de poder hacer
nada una mano pesada la golpeó por detrás, y fue solo mientras caía que se dio
cuenta de que después de todo conocía a esa mujer.
Al parecer, la senadora Ghirra Starros era algo más
de lo que aparentaba.
CONCLUIRÁ...
En el siguiente número:
¡El épico final de “Las sombras permanecen”, en
exclusiva para Star Wars Insider!
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