miércoles, 23 de febrero de 2022

Starlight: Errores del Pasado (Parte Dos)

Starlight

Errores del Pasado

(Parte Dos)

Cavan Scott

 

Anteriormente (Parte Uno):

Mientras la República lanza su contraataque contra los Nihil, el traicionero alcance de los anarquistas galácticos se vuelve cada vez más evidente. Tras llegar a la Baliza Starlight bajo la apariencia de comerciante, las lealtades de Vane Sarpo -antiguo amigo y aliado de Velko Jahen- pronto quedan al descubierto…

 

La Baliza Starlight había cambiado mucho en un periodo de tiempo muy breve. Cuando llegó por primera vez, la administradora Velko Jahen quedó sorprendida por su atmósfera, todo el mundo tan tranquilo y confiado en medio de semejante ajetreo. Y luego estaba la emoción. Podías sentirla en el aire. La Baliza era un nuevo comienzo, tanto para la frontera galáctica como para una veterana hastiada en busca de un nuevo propósito en su vida. ¿Y ahora? Ahora era diferente. Todo eso había sido antes de Valo. Todo eso había sido antes de que se encargara a los Jedi derrotar a los Nihil. Había sido antes de que las alas de la torre de seguridad estuvieran repletas de Nihil capturados como parte de la Operación Contraataque.

Ahora estaba de pie frente a una celda, mirando a un hombre junto al que había luchado en Soika. Un hombre al que había, si no amado, al menos apreciado profundamente. Un hombre que era su prisionero. Lo había encerrado ella misma. Le había colocado los grilletes en las muñecas tras descubrir que estaba usando Starlight para pasar armas de contrabando a los Nihil, y solo tenía una pregunta candente.

-¿Por qué?

Vane Sarpo estaba sentado dándole la espalda tras el campo de energía, con su ayudante Clune enroscada formando una pequeña bola naranja, la reacción instintiva de todos los peasles en momentos de gran peligro. La pequeña insectoide no se había desenrollado ni una sola vez desde que se descubrieron los blásters de contrabando.

-Necesito saberlo, Vane. ¿Por qué hacer eso? ¿Qué te ofrecieron?

El vumano tatuado no respondió, pero los Nihil en las demás celdas sin duda tenían mucho que decir por su parte, gritando e insultando; una wookiee particularmente desaliñada le dijo a Velko en términos nada dudosos lo que pretendía hacerle si fallaban los campos de energía. Velko no estaba preocupada. El guardia en la puerta del bloque tenía su bastón aturdido y ella tenía su bláster. Se había asegurado de ir armada. La visita no estaba exactamente autorizada, y estaba segura de que la jefa de seguridad Ghal Tarpfen tendría mucho que decir al respecto, pero Velko no pretendía correr ningún riesgo.

Vane permanecía en silencio. Nada de esto tenía sentido para Velko. La idea de que pudiera haberse unido voluntariamente a los Nihil era demasiado terrible para aceptarla. Vane había estado al límite de cruzar varias líneas a lo largo de los años, especialmente cuando servían juntos en Soika, ella como miembro de la Fuerza de Liberación y él como mercenario, pero estaba condenadamente segura de que no era un anarquista.

-Te pagan, ¿no es eso? -No hubo respuesta-. ¿Les debes dinero? -Aún nada-. Por el vacío, Vane, háblame.

Finalmente, alguien habló, pero no fue el prisionero.

-Administradora Jahen.

Velko masculló un juramento para sí misma al escuchar los fuertes pasos a su espalda. Se volvió para observar la imponente figura del maestro Jedi Sskeer dirigiéndose hacia ella, con la mano sana apoyada sobre la empuñadura de su sable de luz.

-Esto -siseó el transodhano- es de lo más... irregular.

Estaba agitado, pudo advertir eso de inmediato. Algo más que había cambiado desde que llegase a Starlight. Antes creía que los Jedi eran incapaces de sentir emociones, una premisa que era absolutamente errónea. Los Jedi que había conocido tenían sentimientos tan profundos como los de cualquier otra persona. Simplemente, eran mejores controlándolos. Al menos, la mayoría lo era. Sskeer parecía tener más problemas que la mayoría, y en cuanto a la mariscal Avar Kriss...

-Maestro Jedi -comenzó a decir, deteniendo el curso de sus pensamientos-, yo pensé que...

-Pensaste que podrías usar tu historia personal como ventaja contra el prisionero.

Velko sintió calor en sus mejillas plateadas.

-No, no se trataba de eso.

-Por supuesto que sí -dijo una voz tras ella; la de Vane, que hablaba al fin. Aún seguía dándoles la espalda, pero su voz tenía un matiz que ella nunca había escuchado antes-. Yo haría lo mismo, pero estás malgastando tu tiempo, Vel.

Ella no podía creerlo.

-Podemos ayudarte, Vane, si tú nos ayudas.

-¿Si os ayudo cómo? -Ahora estaba en pie-. ¿Soltando los secretos de los Nihil? ¿Y qué harías entonces, administradora? ¿Protegerme, como los Jotas protegieron Valo? Eres una broma, tú y tus amigos Jedi. -Sus ojos se movieron rápidamente de uno a otro-. Miraos, con todas vuestras galas. Túnicas doradas y cuellos almidonados. Arderéis. Lo sabéis, ¿verdad? Todo esto se desplomará sobre vuestras cabezas. ¡No podéis ayudarme, porque sois el problema!

A su alrededor, los Nihil cautivos aullaron en apoyo al discurso de Vane; la wookiee agitó sus largos y peludos brazos sobre la cabeza. ¿En qué había estado pensando Velko? Esto era inútil. Vane... Vane no era el hombre que pensaba que era. Y si quería pudrirse en una cárcel de la República, que así fuera. Ella tenía trabajo que hacer. Trabajo importante. Trabajo para ayudar a vencer a más hombres como él.

Giró sobre sus talones, avanzando hacia el guardia de la puerta, y solo se detuvo cuando se dio cuenta de que Sskeer no estaba con ella. Estaba de pie inmóvil fuera de la celda de Vane.

-¿Maestro Sskeer? -preguntó, pero él siguió sin moverse-. Maestro Sskeer, ¿vienes?

-Algo no está bien -dijo, ignorando la pregunta, sin apartar del rostro de Vane sus ojos naranjas entrecerrados-. Siento ira.

-¡Ja! -ladró Vane, levantando los brazos en un gesto forzado-. No mentían sobre vosotros los Jedi, ¿eh? El lagarto puede notar que estoy furioso. Y yo que pensaba que no era más que un dewback estúpido.

-Deberíamos irnos -dijo Velko al trandoshano.

-Por fin lo ha entendido -se mofó Vane-. Que le den a la niña una medalla para su colección. Vamos. Marchaos. Me ponéis enfermo, todos vosotros. Me dais nauseas.

-Siento más que ira -continuó Sskeer, con palabras extrañamente compungidas-. Siento vergüenza. Siento... miedo.

Había algo en la forma de hablar del Jedi que hizo que a Velko la recorriera un escalofrío, como si las emociones que describía le fueran demasiado familiares. Pero los Jedi no sentían miedo, ¿verdad? En todo caso, Sskeer tenía razón. Vane tenía miedo, ella podía verlo en sus ojos, pero ¿de qué? ¿De que lo encerraran por sus crímenes? O de las repercusiones si traicionaba a los Nihil. No. Era algo más. Alguien más.

Los ojos de Vane bajaron hacia Clune y se abrieron como platos. La peasle se estaba agitando en su caparazón, preparándose para desenroscarse.

El sable de luz de Sskeer se encendió.

-Desactiva el campo de energía -ordenó al guardia de la puerta.

Vane alzó los brazos, mostrando las palmas de las manos a la hoja azulada.

-No. No lo hagas. Vete. Por favor, vete.

-No volveré a pedirlo -gruñó Sskeer.

Velko volvió la mirada al guardia que, presa del pánico, era obvio que se preguntaba si debía obedecer al Jedi o no. Entonces fue cuando una luz brilló desde el interior de la celda de Vane.

Todo ocurrió muy rápidamente. Velko se volvió, abriendo los ojos como platos al darse cuenta de que el brillo emanaba del propio Vane Sarpo, los tatuajes de su rostro destellando como relámpagos zigzagueantes.

-El campo -bramó Sskeer, dilatando los orificios nasales conforme el bloque se llenaba de los nauseabundos aromas de carne ardiendo y ozono quemado-. ¡Ya!

-No -exclamó Velko, entornando los ojos ante el resplandor-. Aísla el bloque. Aísla toda la torre -ordenó.

El guardia se lanzó hacia los controles mientras una luz más brillante que un sol brotaba de la celda de Vane. Brotaba del propio Vane.

Velko lanzó un grito, echándose una mano a los ojos, pero el daño ya estaba hecho. Solo podía rezar para que los efectos fueran únicamente temporales, que no se hubiera quedado ciega después de que su antiguo amante... ¿qué? ¿Explotara? Le zumbaban los oídos, pero aún podía distinguir el chasquido del bastón aturdidor del guardia de seguridad y el ulular del sable de luz de Sskeer. Solo una cosa era destacable por su ausencia... el zumbido de los campos de energía que mantenían a raya a los prisioneros.

Parpadeando con furia, desenfundó su bláster, lanzando unos cuantos disparos contra las siluetas borrosas que se lanzaban contra ella, y varios Nihil cayeron al suelo. Apuntó y disparó sin ver, confiando en su entrenamiento, escuchando los gemidos y el golpe seco de un enemigo caído antes de pasar al siguiente. Solo era cuestión de tiempo que se le acabara la suerte, que un Nihil esquivara su disparo, que le arrebataran el bláster de la mano. Lo escuchó alejarse deslizándose por el suelo y trató de agarrarlo a ciegas, pero su puño solo encontró aire. El Nihil no tuvo ningún problema para golpearle en la mandíbula, haciendo que una supernova de colores imposibles desfilara brillante por su ya confusa visión. Cayó al suelo y se arrojaron sobre ella, sin importar lo mucho que se agitase o pataleara. La incorporaron sobre las rodillas, con los brazos retorcidos a la espalda, y una voz rasgada en su oído le dijo que dejara de resistirse. Como si tuviera otra opción. Pero mientras su visión se despejaba lentamente, con ojos profusamente llorosos, una sonrisa se dibujó en sus labios entreabiertos. Sskeer los sacaría de esta. Sskeer era un Jedi. Sskeer tenía un sable de luz.

Un sable de luz que ya no podía escuchar.

Sskeer cayó a cubierta a su lado con un golpe seco, sujeto contra el suelo por la wookiee desaliñada que obviamente era más fuerte de lo que parecía. Pero aún no estaban acabados. Sskeer usaría la Fuerza. Se apartaría de encima a la Nihil con la misma facilidad que si se despojara de su capa.

Lo haría en cualquier momento.

En cualquier momento...

-Vaya, vaya, qué situación más curiosa.

Las pequeñas patitas de una peasle repiqueteaban en el suelo mientras esta se paseaba ante ellos; una peasle que sostenía el bastón aturdidor del guardia.

-¿Clune? -jadeó Velko asombrada.

-¿Qué hay? -dijo la pequeña insectoide-. No tuvimos ocasión de charlar antes, ¿verdad?

-Antes de que te enroscaras en una bola -le recordó ella.

-Como una cobarde -añadió Sskeer.

Clune agitó su cabeza segmentada.

-Vaya prejuicios, y de un Jedi nada menos. -La peasle se deslizó hacia Sskeer, punzándole con el bastón aturdidor, que restalló con energía. El trandoshano rugió de dolor, pero Clune se limitó a emitir un ligero chasquido-. No me importa decir que me siento un poco decepcionada. Parece de lo más indigno.

-¿Y el guardia? -preguntó Velko, girando el cuello para mirar a su alrededor-. ¿Dónde está?

-Oh, está muerto -le informó Clune-. Bastante, bastante muerto, pero no antes de que lograra bloquear las puertas, aquellas que nuestro estallido iónico no había desactivado, claro está.

Sin dejar de forcejear contra el Nihil que la retenía con fuerza, Velko se giró para mirar en la celda de Vane. El vumano estaba tendido boca abajo, con hilillos de humo surgiendo retorcidos de su rostro oculto.

-Los tatuajes de Vane -dijo con voz entrecortada.

-Eso fue muy ingenioso -dijo Clune, con una aguda voz llena de orgullo-. Mezclados con filamentos iónicos, ¿no lo sabías? Preparados para detonar en un instante, gracias a esto. -Hizo tintinear el brazalete de control que colgaba holgadamente de una de sus muchas muñecas.

-¿Cómo? -preguntó Velko.

Una sonrisa atravesó el rostro segmentado de la peasle.

-Es considerablemente difícil desenroscar un peasle una vez que se ha convertido en una bola.

-¿Y qué pasa con los escáneres de seguridad? -dijo Sskeer.

-Prácticamente inútiles -confirmó Clune-. La quitina peasle es igualmente efectiva para bloquear barridos de sensores y, bueno, ¿quién sospecha de… cómo dijiste, Jedi? ¿“Una cobarde”?

-Fascinante -dijo Velko apretando los dientes-, pero no es a lo que me refería. ¿Cómo persuadiste a Vane para hacerlo? Para tatuarse la piel. Para atacar Starlight.

Clune se rio, un sonido agudo y chirriante.

-Realmente no tenía otra elección. Te dije que los tatuajes fueron ingeniosos. No solo ocultaban una carga iónica; podían causarle un dolor insoportable si no hacía lo que yo le decía. Debo admitir que me impresionó la forma en que intentó conseguir que te fueras. Todos esos gritos y esa forma de dejarse llevar. Realmente debía de preocuparse por ti, para no querer que te vieras atrapada en todo... -la peasle agitó el bastón aturdidor en un círculo que abarcó todo el bloque de celdas-... en todo esto. Tal vez lo subestimé. No es que eso importe. Los filamentos eran de un solo uso. Esperaba detonarlos en mitad de la noche.

-Pero yo forcé tu mano -murmuró Sskeer.

-Desde luego que lo hiciste, lo que nos lleva de vuelta a nuestro problema. La idea principal era escapar.

-Y ahora estáis atrapados -dijo Velko, permitiéndose una amarga sonrisa.

-Todos lo estamos, querida. Incluida tú, y todo porque ordenaste el aislamiento. Ahora no tenemos comunicadores ni ningún modo de salir de aquí.

-Pero sí que tenemos esto.

Un Nihil amanin de cabeza ancha caminó frente a Sskeer y Velko, sosteniendo con su brazo bulboso un arma muy familiar.

-Oh, sí -dijo Clune, tomando la empuñadura-. El sable de luz del Jedi.

-No te atrevas... -gruñó Sskeer, tratando de liberarse de debajo de la wookiee, y fracasando en su intento.

-No te atrevas... ¿a qué? -preguntó Clune-. ¿A hacer esto?

Velko hizo una mueca al ver como la peasle golpeaba a Sskeer en el rostro con su propia guarda de nudillos.

-¿O esto?

La hoja azul se deslizó majestuosamente desde la empuñadura, reflejando su luz en los ojos de Clune. Todo el tiempo Sskeer luchaba por levantarse, pero lo mantuvieron pegado al suelo.

-Esto es lo que va a ocurrir -dijo Clune, blandiendo lentamente la hoja de un lado a otro hasta que se acercó peligrosamente al rostro de Velko-. Vamos a negociar por vuestras vidas. O bien nos dejan salir a todos, o comenzáis a perder extremidades. -Rio disimuladamente, antes de volver a mirar a Sskeer-. Más extremidades, en algunos casos.

-No -dijo Velko en voz baja.

-¿Cómo dices?

Miró fijamente a los ojos negros de Clune.

-No importa lo que me hagáis, no os ayudaré, ni el Jedi tampoco. Os capturarán y volverán a arrojaros en vuestras celdas sin modo de escapar.

-¿En serio? -preguntó la peasle, acercando la hoja brillante aún más. No se sentía calor, pero eso no impediría que la quemase en cuanto el campo de confinamiento tocara su piel. Velko entrecerró los ojos, preparándose para el dolor... dolor que nunca llegó.

Un disparo de bláster surgió de ninguna parte, haciendo que Clune se girara y el sable de luz encendido saliera volando de su mano. El segundo disparo le impactó de lleno en la espalda y cayó al suelo, con el bastón aturdidor del guardia repiqueteando en el suelo.

Velko no se volvió a mirar quién había disparado. No tenía tiempo. Lanzó bruscamente la cabeza hacia atrás, impactando en la mandíbula del Nihil que la sujetaba. Este retrocedió aturdido, soltándola, y ella se lanzó hacia delante, agarrando el bastón aturdidor y girándolo para clavarlo con fuerza en el costado de la wookiee. La desgreñada Nihil gritó cuando los voltios fluyeron libremente por su cuerpo, y Sskeer finalmente fue capaz de liberarse. Con el sable en su mano en cuestión de segundos, Velko y el Jedi se irguieron hombro con hombro, con las armas desenfundadas y listos para castigar a cualquier Nihil que se atreviera a atacar.

Pero ninguno de ellos se movió siquiera. Tal vez fuera la doble amenaza del sable y el bastón aturdidor, o el hecho de que los Nihil habían perdido la ventaja. Lo más probable es que tuviera algo que ver con el bláster que se encontraba en la mano de Vane Sarpo, listo para derribarlos en un instante. Velko no sabía si Vane había caído sobre su arma por accidente, o si la había cubierto a propósito con su cuerpo mientras recobraba las fuerzas, pero no importaba, no ahora que la miraba sonriendo tristemente, con serias quemaduras en el rostro.

-Clune tenía razón -jadeó, con ojos brillantes por el dolor-. Nadie piensa nunca en registrar al cobarde.

 

***

 

Los guardias llegaron minutos después, junto con la antigua Padawan de Sskeer, Keeve Trennis, que nunca parecía estar lejos de su maestro. Vane fue transferido a un ala segura del centro médico, sus quemaduras cubiertas y todo rastro de los tatuajes Nihil eliminado de su rostro. El propio Sskeer insistió en montar guardia en la habitación, pero Velko tenía la vaga sospecha de que estaba más preocupado por proteger a Vane de las represalias Nihil que por evitar que el vumano saliera huyendo.

-Lo lamento -le dijo Vane desde su cama.

-¿Que te atraparan? -dijo ella, tratando de no sonreír-. Aunque supongo que esa era la idea general.

Él se encogió de hombros.

-Es difícil asaltar un bloque de seguridad lleno de Nihil si sigues parado en la bahía del hangar.

-Podrías haber confiado en mí, ¿sabías? Podrías haberme dicho lo que estaba pasando, cuando estábamos en el bar.

-¿De verdad? -Se tocó la mejilla, con una ligera mueca de dolor.

-No era dolor de muelas -dijo ella, recordando cómo él hizo una mueca en aquella ocasión-. Era una advertencia.

Él asintió.

-Clune me recordaba que volviera al trabajo. Cosa que tú también deberías hacer. -Mostró esa exasperante sonrisa-. Especialmente si vas a conseguirme un indulto.

-Ya está hecho, pero no he sido yo.

Señaló con la cabeza a Sskeer, que se encontraba junto a la puerta dándoles su ancha espalda.

-¿El viejo dewback tiene corazón?

-El viejo dewback también tiene un oído excelente -rugió el trandoshano sin moverse.

-Gracias, entonces -le dijo Vane, antes de volver a mirar a Valko-. A ambos.

-Volveré luego a ver cómo estás -dijo Velko, dirigiéndose hacia la puerta-. No vayas a ninguna parte, ¿me oyes?

-Veré qué puedo hacer. -Vane comenzaba a sonar más como él mismo, incluso aunque la duda asomase en su voz al volver a hablar-. ¿Vel?

Ella se detuvo, mirándole incorporado en la cama.

-¿Realmente eres feliz aquí? ¿Con todo lo que está pasando? Con los Nihil, y los Jedi, y los...

Ella había esquivado la pregunta la vez anterior que él la había formulado, sentados en el Unity. Esta vez ni siquiera dudó, incluso después de todo lo que había ocurrido en las últimas horas. Precisamente por lo que había ocurrido. ¿Y qué si la vida en la Baliza se había vuelto más difícil? Starlight estaba ahí para ofrecer esperanza, para proteger, para evitar que volvieran a ocurrir cosas como lo de Valo.

Y ella también estaba allí para eso.

-Sí -dijo, desde lo más profundo de su corazón-. No desearía estar en ninguna otra parte.

 

FIN

 

En el siguiente número:

¡“Las sombras permanecen”, una nueva historia de Justina Ireland, en exclusiva para Star Wars Insider!

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