viernes, 6 de agosto de 2010

Trabajos dolorosos (III)

No dejé que Zayne cayera en la auto-complacencia; íbamos a comenzar a hablar de dinero, y ese es el tema que más me gusta y ningún truquito Jedi puede hacer mucho al respecto. Aquí es donde normalmente funciono bastante mejor yo solo. Pero tuve gastos inesperados en nuestro último trabajillo, y ser consciente de que necesitábamos conseguir una nueva nave para reemplazar al Último Recurso no me dejaba en mi mejor estado de forma. En la mayoría de los timos, comenzaría con el doble de lo que quiero y fingiría la existencia de otro comprador. Pero en este caso no había plantado bien los cimientos... muy mal. La velocidad no es buena para hacer tratos.
Y, al parecer, hablar de dinero activó alguna úlcera que Obohn debía tener, porque vi cómo su rostro se retorcía y arrugaba hasta tal punto que casi creí que él y el rodiano eran parientes. Tuve que bajar rápidamente el precio... pero al hacerlo, supe que lo único que había conseguido era despertar de nuevo sus dudas. Odiaba que Zayne viera cómo su Maestro perdía el control de un timo de esta manera, pero esperé que al menos resultase educativo. Si rebajas tu precio, te rebajas a ti mismo.
—Os diré lo que pienso —declaró Obohn, agitando su túnica entre los dos aero-palés mientras posaba entre ambos—. Creo que estas esculturas son auténticas... ¡pero vosotros dos no!
—¿Perdón?
—Vosotros dos no trabajáis para Tikartine. Dudo que lo conozcáis siquiera —dijo, extrayendo un comunicador de los dobleces de su manga—. ¿Sabéis una cosa? Mi cuñado es agente de policía en este planeta. Puede que quiera tener unas palabras con vosotros.
Zayne comenzó a retroceder hacia la puerta, pero lo detuve.
—Contraataque —susurré. Estaban tratando de conseguir que abandonásemos la mercancía. No sería capaz de sobrevivir a un descuento como ese—. ¿Ah, sí? —respondí con vehemencia a Obohn—. ¡Bueno, yo no creo que tu cuñado sea realmente agente de policía del planeta!
Ahí queda eso.
—¿Padre? —preguntó Obohn.
El viejo rodiano volvió a rumiar algo, activando de algún modo un holoproyector sobre su silla. (¿Dónde se consigue uno de esos?) Una temblorosa fiesta de bodas apareció ante nosotros... con una sonriente novia muun y su sonriente novio muun de pie delante de todo el sonriente cuerpo de policía de Ralltiir.
—Una novia adorable —dije, tragando saliva.
Obohn sólo acababa de empezar a subir el comunicador el medio kilómetro que lo separaba de su cara, cuando un invitado no deseado irrumpió de pronto en escena.
Hago una pausa para señalar que esto, también, es algo que parece ocurrir a menudo con Zayne. Las últimas semanas han sido una sucesión de llegadas repentinas, grandes sorpresas, y asombrosas coincidencias. Parece ser uno de los dones de los Jedi... y si lo es, lo único que puedo decir es que deberían envolver ese don y mandarlo de vuelta al lugar de donde vino, sin remitente. Soy un hombre de negocios; me gusta tener el control de cada día como si fuera una nave de línea, afrontándolo todo con un enfoque calmado y estructurado. Los “invitados no deseados que irrumpen de pronto en escena” toman esa nave y traen consigo mynocks y un fallo de reactor.
Al menos, este ciertamente lo hizo: Acampador, el susodicho propietario del Último Recurso. En ningún caso tan anciano como el rodiano, pero bastante anciano... y podía darle al muun una lección en un concurso de tez pálida. Desenterré a Acampador hace años, enterrado en Cruce Chatarra en la Ciudad Baja de Taris; no tenía mucha conversación (excepto para sí mismo), pero sus cachivaches a veces resultan útiles. Viajando con él a bordo de su compactador de basura estas últimas semanas, he decidido que lo había sobrestimado. Sólo tenía dos modos: trasteo o cabreo.
¡Roedor! —Adivinad en qué modo estaba ahora—. Sí, te he encontrado —gritó Acampador, entrando en tromba en la galería—. Mandar al muchacho a que robe por ti, desde luego es tu estilo.
Zayne me miró mientras Acampador se acercaba a los aero-palés.
—Gryph, tú... tú me dijiste que te había dado permiso para que me llevase estas cosas de su taller —dijo el chico, olvidándose de que Obohn estaba allí.
Yo no me olvidaba.
—Calla —dije, acercándome a él—. ¿Cómo iba a suponer que iba a echar algo de menos?
Deberíais ver el taller —la bodega de carga— del que estamos hablando. Una vez chocamos contra un asteroide. Las cosas se ordenaron un poco.
Enfrentándose a mí a escasa distancia, Acampador no iba a dejarlo pasar.
—Es un ladrón. Siempre ha sido un ladrón. —Y no le importaba que nadie lo supiera... no hace falta decirlo, ya que lo estaba gritando a los cuatro vientos—. Bueno, vais a volver a llevar esas cosas a su sitio ahora mismo, ¿me habéis oído?
—Acampador, ahora mismo estamos en mitad de una negociación delicada.
—Pues negociad vuestro camino de vuelta a la nave. Estaba trabajando en eso.
—¿Desde cuándo ha funcionado nada que hayas construido? ¿Y cómo es que sólo recobras la cordura en los peores...?
¡Basta!

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