domingo, 29 de enero de 2012

La Antigua República: La Tercera Lección (III)

Malgus estaba de pie en un hueco bajo una montaña de escombros, con las piernas dobladas, el poder de sus manos alzadas evitando que varias toneladas de acero y duracemento le aplastaran. El polvo dificultaba aún más su ya costosa respiración. Tosió mientras las palabras de su padre resonaban en su mente.
Había sido descuidado, tan perdido en su necesidad de venganza que no había evaluado adecuadamente el poder del Jedi. Había antepuesto su sed de sangre a su raciocinio. Pero ya no. Con un esfuerzo de voluntad, contuvo su ira, la controló, la convirtió en una piedra de afilar contra la que agudizó su poder. Usando la Fuerza, lanzó los escombros por el aire, lejos de él. Cayeron con estrépito en los edificios adyacentes. Un salto aumentado por la Fuerza le llevó fuera de ese lugar por encima del montón de escombros. Los ojos del Jedi se abrieron como platos cuando Malgus aterrizó en la calle. Malgus sonrió burlonamente y atacó.
Cubrió la distancia entre ellos rápidamente. La línea roja del sable de luz de Malgus se movía tan rápido que se convertía en una borrosa mancha roja. El Jedi bloqueó el ataque una y otra vez, el chisporroteo de hoja contra hoja resonando a través de las ruinas. El ataque de Malgus -una tormenta de tajos, cortes y puñaladas- no daba espacio al Jedi para un contraataque. El Jedi se retiró ante de ofensiva, interceptando desesperadamente los golpes de Malgus.
Malgus podría haber acabado con el Jedi de cualquiera de las muchas maneras que conocía, pero necesitaba la satisfacción de una muerte mediante sable de luz.

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