Paul S. Kemp
Una nube de humo flotaba en el aire, el residuo negro del bombardeo de la flota Imperial sobre Alderaan previo al aterrizaje. La ira ardía en Malgus, y su semilla crecía ante la palabra que seguía oyendo a través de los canales de comunicación imperiales: Retirada.
El Imperio había perdido Alderaan. Horas antes Malgus había caminado sobre su superficie como un conquistador, pero ahora...
Ahora su superficie estaba moteada por hogueras de señalización, marcando los puntos de las fuerzas de la República.
Se avecinaba un contraataque. Los informes indicaban una flota de la República de camino a Alderaan.
Retirada.
Retirada.
Apretó los puños con tanta fuerza que hizo que le dolieran los dedos. Su respiración sonaba como una escofina sobre la madera. La piel quemada le escocía. Un Comando de la República había hecho estallar una granada en su cara, y combatir con una bruja Jedi había dañado sus pulmones. Laceraciones y contusiones dibujaban un tétrico mosaico en su carne.
Pero no sentía dolor. Sólo sentía rabia.
Odio.
Un sentimiento de frustración que le daba ganas de gritar.
Su lanzadera personal rugió a baja altura sobre el paisaje quemado. Debajo de él, los edificios y los cadáveres ardían en las ruinas de una ciudad Alderaani. A su alrededor, naves imperiales patrullaban el cielo, volando de escolta. Trató de abrir los puños, y no fue capaz. Quería...
La presencia de un usuario de la Fuerza del lado luminoso chocó contra su sensibilidad a la Fuerza, un destello repentino en su percepción. Miró por la ventanilla al exterior, hacia abajo. No vio nada salvo ruinas calcinadas, edificios derruidos, vehículos quemados. Activó el comunicador que llevaba.
-Danos la vuelta.
-¿Mi señor? -le preguntó su piloto.
-Hazlo, reduce la velocidad a una cuarta parte, y reduce la altura en cien metros.
-Sí, mi señor.
Mientras el transbordador daba media vuelta y aminoraba, Malgus hizo caso omiso de los dispositivos de seguridad y bajó la rampa de aterrizaje. El viento azotó en la cabina, llevando el olor de un planeta carbonizado, un planeta que Malgus había intentado matar, pero que sólo había herido.
Alguien tendría que pagar por ello.
Tomó la empuñadura de su sable de luz en la mano y se hundió en la Fuerza. Los edificios incendiados de debajo sobresalían de la tierra quemada como dientes podridos, retorcidos y negros.
-Más despacio- dijo al piloto.
Extendió la mano a través de la Fuerza, sondeando para detectar la presencia del lado luminoso que había sentido.
Al principio no notó nada, y se preguntó si se había equivocado, o si el usuario del lado luminoso había percibido a Malgus y ocultado su poder. Pero entonces...
Allí.
Lo sintió como una irritación detrás de los ojos, una comezón que sólo la violencia podría rascar. Se quitó la capa y se acercó al borde de la rampa de aterrizaje. El viento tiraba de él. La ira creció en él, le mantuvo firme. La Fuerza le ancló en su lugar. Activó de nuevo su comunicador.
-Planea sobre las ruinas hasta que yo vuelva.
-¿Hasta que vuelva, mi señor? ¿A dónde va? Está gravemente herido.
Malgus desactivó el comunicador y saltó del la rampa al aire libre. Activó su hoja mientras la tierra se precipitaba a su encuentro. Usando la Fuerza para amortiguar el impacto, cayó al suelo en cuclillas.
Se puso de pie en el centro de una calle salpicada de cráteres y cubierta de vidrios rotos y deslizadores volcados. Un coche aéreo ardía a 10 metros de él, vomitando gotas de humo negro hacia el cielo. En algún lugar, una campana sonó con furia en las rachas de viento.
-¡Estoy aquí, Jedi! -gritó Malgus, su voz resonando sobre las ruinas.
Detrás de él, oyó el zumbido de un sable de luz al activarse, y luego otro.
Se volvió para ver a un zabrak, un Jedi, salir de uno de los edificios incendiados que se alineaban en la calle. La línea azul de un sable de luz brillaba en cada una de sus manos. Estudió a Malgus de reojo.
-Malgus -dijo el Jedi.
Malgus no sabía el nombre del Jedi, y no le importaba. El zabrak no era más que el foco de su ira, un objetivo conveniente para su rabia.
Malgus se dejó caer en la Fuerza, rugió, y echó a correr por la calle, obteniendo velocidad de su ira.
El Jedi se mantuvo firme. A los veinte metros, los Jedi levantó sus sable de luz en lo alto a cada lado e hizo bajar a ambos hacia el suelo con una floritura.
El estruendo de los edificios al derrumbarse penetró demasiado tarde en la niebla de la ira de Malgus. Una avalancha de duracemento y transpariacero se desplomó sobre él desde ambos lados de la calle...
A que época cronologica pertenece este relato?
ResponderEliminar3653 aABY, alrededor de la época del juego The Old Republic
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