Cuando Fanaso llegó al extremo del umbilical
ya había una multitud de viajeros espaciales y bichos esperándole... de hecho,
fue recibido por una débil ovación. Sonrió y respondió haciendo ondear su nuevo
letrero.
-Dejad que coloque esto y el establecimiento
estará oficialmente abierto –dijo.
Mactimentus le arrojó las Reglas de la Ley
sin mediar palabra y Fanaso las hojeó con el pulgar, buscando un índice o algún
otro modo de averiguar qué había cambiado. Dos de los bichos líderes de mayor
tamaño destacaban en la multitud, sosteniendo algún tipo de varas de metal
terminadas en antenas plumosas. Fanaso advirtió que la multitud estaba
comenzando a alterarse ligeramente mientras examinaba la primera página de las
Reglas de la Ley. Tras él, en las profundidades del Palacio del Placer, comenzó la música. Miró hacia atrás y vio a una
de las chicas twi’lek mirando asomada a la escotilla, agitando su esbelto
lekku.
Eso fue demasiado para la multitud: Un
viajero espacial pasó a su lado empujándole, luego otro, luego dos más, luego
tres más, luego tantos como podían caber en el umbilical.
-Eh, espero que os comportéis adecuadamente
hasta que abra la caja registradora –exclamó Fanaso tras ellos, mirando a su
alrededor con la esperanza de que Saman estuviera cerca. Las Reglas de la Ley
parecían distintas... ¿Una nueva técnica de impresión, tal vez? ¿Diferente tipo
de plastifino?
Ya había hojeado una vez todo el taco de
folios cuando una de las varas metálicas que llevaban los bichos comenzó a
emitir un gemido. Mactimentus y los bichos líderes hablaron con chasquidos
entre ellos; luego el traductor de Mactimentus se activó.
-Horrible saco de carne –dijo-. Estás en
violación de las 43 instancias de las Reglas de la Ley cambiadas en la última
parte y un sexto de parte de tiempo sideral estándar desde tu última visita.
-¿Qué? Mac, ¿por qué no me lo has dicho? No
puedes tirarme esto sin más. Es... es descortés, eso es.
-No es necesario aplicar cortesía a aquellos
como tú –graznó Mactimentus, con los ojos brillando en algún lugar del caparazón
acorazado de su cabeza. Fanaso comenzó a retroceder por el umbilical, preguntándose
si los bichos le seguirían.
No lo hicieron; en cambio, una figura
familiar de color verde oliva imperial se abrió paso a codazos entre ellos.
-¡Teniente Gallagane! Gracias al... –Las
palabras de Fanaso murieron en su garganta al ver la expresión en el rostro de
Gallagane. Detrás de él llegaron soldados de asalto... media docena de ellos.
Dos se detuvieron junto a Fanaso y Gallagane, quien, casi con dulzura, tomó las
Reglas de la Ley de manos de Fanaso. Los otros cuatro soldados de asalto
siguieron avanzando por el umbilical hasta el Palacio del Placer. Pocos instantes después, la música se detuvo
abruptamente.
-Te dije que el dinko estaba en los detalles –dijo
Gallagane-. Han cambiado las Reglas por ti, Fanaso. Eres culpable de importar
intoxicantes y estimulantes a los Dominios de Tritón; ese analizador de ahí
detectará suficientes trazas de cerveza Elba, cofeína y zumos sin destilar para
colocarte en violación de 12 estatutos. El otro sensor mostrará que la música
era audible desde el pasillo; eso son otros cinco. Y hay seis estatutos
introducidos recientemente que tratan únicamente de la exhibición de letreros
visibles desde los Dominios.
-Teniente, estaba tratando de leerlos... pasaron junto a mí demasiado
rápido.
-Me temo que no poder proporcionar la
seguridad adecuada en una reunión de personas también es punible bajo un
estatuto codificado recientemente.
Fanaso se rascó la barbilla, escuchando el
murmullo de viajeros espaciales enfadados que provenía del Palacio del Placer.
-Muy bien, muy bien. ¿Qué debo hacer? ¿Pagar
un arancel? Puedo hacerlo. Deje que hable con Mac y esos bichos gordos. Llegaremos
a un acuerdo.
-Resulta que las penas también están
establecidas en los nuevos estatutos de las Reglas, Fanaso. En primer lugar,
confiscación de todas las sustancias prohibidas, incluidos sus medios de
transporte. Eso incluye la nave y prácticamente todo su contenido. Ahora
pertenece a los Dominios.
-¿Qué?
-El resto de multas no pueden pagarse
mediante aranceles. Sólo servicio de devoción. Los jerarcas de los Dominios me
han pedido que te explique la naturaleza de este servicio de devoción, para
asegurarse de que quede claro.
Gallagane sacó un pequeño fajo de papeles de
su bolsillo. Fanaso pudo ver que era un panfleto; el mismo panfleto de Gactimus
que le habían dado en cuanto había puesto los pies en el Puerto de Tritón Besh.
-Parece que la cantina aprobada por los
estatutos del Dominio ha tenido problemas crónicos con su gramola –dijo Gallagane-.
Dado que según la ley los jerarcas y sus acólitos no pueden entrar en la
cantina, no ha habido forma de extender la palabra de Gactimus a los viajeros
espaciales que pasan allí su tiempo. Es un problema que ha preocupado a los
jerarcas durante bastante tiempo.
Los viajeros espaciales comenzaron a
descender en fila por el umbilical, pasando junto a Fanaso, Gallagane y los
soldados de asalto. Algunos le lanzaron miradas de odio, otros le miraron con
lástima. Un viajero espacial de ojos desorbitados estaba usando los dedos para transferir
las últimas burbujas de espuma de Elba desde su barba a su boca.
-Tu servicio de devoción será recitar los
versos de Gactimus en la cantina, para que tus camaradas espaciantes puedan ser
iluminados –dijo Gallagane-. Leerás durante nueve horas al día en turnos de
tres horas, usando un sistema de amplificación que te será proporcionado por
los jerarcas. Cada seis días, tendrás uno libre, aunque quedarás confinado a
los Dominios de Tritón, la cantina y las unidades sanitarias. Se te
proporcionará un catre en una sala de almacenaje adjunta a la cantina, así como
raciones y todo el zumo y agua destilada que desees.
Fanaso estudió aturdido el panfleto, mirando
con incredulidad la primera línea:
Así transicionó
Gactimus...
-Puede que esto suene duro, Fanaso, pero los
jerarcas han convenido que tu tiempo de devoción habrá terminado cuando
completes la iniciación que lleva a cabo cada candidato a monitor inferior.
Concretamente, deberás recitar la saga de la iluminación de Gactimus, sujeta a
los adecuados parámetros de pronunciación y entonación, un total de 500 veces.
Fanaso pasó el pulgar por el panfleto, y
descubrió que ya casi se sabía algunos de los 20 versos de escuchar la cháchara
de Mactimentus de camino a la oficina de aranceles de carga. Quinientas veces
era molesto, pero difícilmente intolerable. Incluso si eran quisquillosos con
la pronunciación, supuso que podría conseguirlo en cosa de unos pocos días,
aunque no quería ni imaginarse cómo tendría la garganta cuando hubiera acabado.
Lo que haría cuando sus patrocinadores descubrieran que el Palacio del Placer de Shandy y todo lo demás había sido incautado,
era un problema mayor. Un problema mucho
mayor.
-Vamos, Fanaso –dijo Gallagane, sin muestra
alguna de crueldad, tomándole del hombro para dirigirlo más allá de la pareja
de soldados de asalto-. Mactimentus se hará cargo desde aquí. Ya tienes el
primer panfleto, él tiene los siguientes. Te llevará el resto de los panfletos
a la cantina conforme los necesites.
-Bien, eso suena... ¿qué?
Gallagane meneó la cabeza con tristeza.
-Este es el primer panfleto de Gactimus,
chico. El que ofrecen a los no iniciados, con los primeros 20 versos de la
saga.
-¿La saga?
¿Cuántos... cuántos panfletos hay?
-Trescientos trece. Cuando hayas leído 500
veces la saga complete, serás libre de marcharte.
***
Janzel Helot observó boquiabierto cómo la
tripulación del Sobra Uno se reía a
carcajadas, y luego volvió la mirada al panfleto que Fanaso sostenía en la
mano.
-Y te preguntabas por qué al viejo Shandy no
le gusta charlar, chico –cacareó Devoris-. Ahora ya sabes por qué... ya ha
hablado todo lo que debía.
-Pero conserva su lengua –añadió otro
contrabandista.
-¿Quinientas veces? ¿Cuánto tiempo le costó,
señor Fanaso?
-Dile cuánto, Shandy –dijo Devoris.
Fanaso había hecho los cálculos en su
tableta, sentado en la cantina con el primer panfleto mientras uno de los
técnicos de Gallagane preparaba el amplificador. Cerró los ojos al recordar
cómo veía que los números crecían conforme tecleaba los temidos cálculos: 313
panfletos multiplicados por 20 versos hacían un total de 6.260 versos. Y 500
veces 6.260 suponían 3.130.000 versos que leer. Leyó en silencio el primer
verso tan rápido como pudo sin que se le trabara la lengua –Así transicionó Gactimus- y lo
cronometró en 12 segundos. Doce segundos 3.130.000 veces eran... más de 37
millones de segundos. Y 37 millones de segundos, divididos en días de nueve
horas, resultaban ser...
-Cuatro años, chico –dijo Fanaso en voz
baja-. Cuatro años, 56 días y siete horas. Eso es lo que me costó.
Deberían haber sido varios meses menos.
Primero los malditos bichos tuvieron que atormentarle, dejándole leer un día
entero antes de corregirle en algunos puntos de la pronunciación y hacerle
comenzar de nuevo. Al final de la primera semana sus cuerdas vocales estaban
tan gastadas que apenas podía emitir un débil graznido, dejándolo dos días en
la enfermería de Tritón Besh. Eso le convenció de la sensatez de un rimo más
lento y de sorbos de zumo destilado cuidadosamente espaciados. Zumo que,
calculó en otra ocasión, requirió el equivalente de 33 días en muy molestos
viajes extra a las unidades sanitarias. Luego estaban los días dispersos en los
que no podía soportar la idea de leer y se limitaba a quedarse sentado en su
catre con aire ausente. Y, por supuesto, las tres veces que fue atacado por
viajeros espaciales furiosos.
-¿No apareciste en una guía de viajes,
Shandy? –preguntó Devoris con una sonrisa socarrona.
-Una guía herglic. Extrañas Vistas en las Rutas Espaciales. Eso empezó a principios
del tercer año. Solían aparecer en grupos de cinco. Algunos días, cientos de
ellos cada hora. Apestaban.
-Pero te daban propina –dijo Devoris.
Fanaso frunció el ceño. Sí, un enjoyado
mercader Herglic del primer grupo le dio propina, lanzándole un cuarto de
crédito, y luego animó a los otros miembros de su visita a que hicieran lo
mismo. Los bichos confiscaron las propinas ante las furiosas objeciones de
Fanaso... hasta que Gallagane, en una de sus inspecciones periódicas, ordenó
que Fanaso podía quedarse con cualquier propina que recibiera durante su
servicio de devoción. Momento en el cual Saman comenzó a cobrarle
inmediatamente por el espacio ocupado, dejándolo aún con más deudas. Gallagane
lo permitió, pero insistió en que el hostil camarero estableciera un calendario
de tarifas, que sólo tendría efecto mientras durase el servicio de devoción de
Fanaso. Este terminó finalmente en un día como otro cualquiera en Tritón Besh,
salvo que ese día en particular Fanaso apagó el amplificador y se arrastró a la
oficina de aranceles para reservar una litera en la siguiente nave de línea que
se dirigiera a Eriadu.
-Esas propinas ascendieron a una buena suma,
¿verdad Shandy? –preguntó Devoris, sin perder la sonrisa maliciosa.
Fanaso asintió, con el ceño fruncido ante las
risas de los contrabandistas.
-¿Y los panfletos? Dile al chico lo de los
panfletos.
Fanaso hizo una pelota con el panfleto que
tenía en el puño y lo tiró con fuerza en dirección a Devoris, que lo atrapó con
un giro de muñeca.
-Esa es mi parte favorita –dijo Devoris-.
Fanaso no sólo se fue de Tritón Besh con dos baúles llenos de créditos de las
propinas, sino que los bichos insistieron en que llevara consigo los 313
panfletos. Para estudiarlos en profundidad, ¿verdad, Shandy? Y casi los haces
pedazos en el umbilical, ¿no es así?
-Iba a triturarlos –dijo Shandy-. Pero tenía
miedo de que eso violase algo en las Reglas de la Ley.
-Lo que Shandy no sabía... aún... era que
para que un iniciado recibiera un panfleto, tenía que demostrar su maestría en
los anteriores de la saga. ¿El Panfleto Uno? Encontrarás docenas de ellos en
las papeleras de cualquier espaciopuerto. Pero, ¿el Panfleto Cien? Fanaso, aquí
presente, es uno de los pocos no-bichos que haya visto siquiera una copia. ¿Y
un juego completo con los 313? Sólo se conoce la existencia de nueve en toda la
galaxia. Uno de ellos pertenece a un coleccionista herglic de Sukkult... que
pagó a Shandy Fanaso un millón de créditos por él. Así que Shandy tenía
razón... iba a las lunas de Tritón a hacerse rico. ¿Verdad, Shandy?
Fanaso asintió con la cabeza a los
contrabandistas y el grumete. Pagar a los patrocinadores del Palacio del Placer de Shandy había consumido
la mayor parte del dinero, por supuesto, pero le había quedado lo suficiente
para comprar una participación del Sobra
Uno y obtener un medio de escape a una nueva vida... una que nunca volviera
a llevarle cerca de una luna de Tritón.
-Se hizo rico, señor Fanaso –dijo Janzel
Helot, maravillado-. Así que mereció la pena.
-Fui
rico durante una semana –dijo Fanaso-. Y no mereció la pena, chico. Ni de
lejos. Si crees que me equivoco, lee 500 veces ese panfleto, sólo ese maldito
panfleto, a ver si no cambias de opinión. Y recuerda un par de cosas, muchacho.
Ante todo, nunca eres tan listo como te piensas. Cualquier brillante idea que
se te ocurra, lo más probable es que alguien ya la haya tenido. Y siempre,
siempre lee la letra pequeña. Esos detalles, muchacho, pueden esconder algunos
dinkos realmente grandes.
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