martes, 26 de agosto de 2014

Más muerto que una luna de Tritón (y III)


Cuando Fanaso llegó al extremo del umbilical ya había una multitud de viajeros espaciales y bichos esperándole... de hecho, fue recibido por una débil ovación. Sonrió y respondió haciendo ondear su nuevo letrero.
-Dejad que coloque esto y el establecimiento estará oficialmente abierto –dijo.
Mactimentus le arrojó las Reglas de la Ley sin mediar palabra y Fanaso las hojeó con el pulgar, buscando un índice o algún otro modo de averiguar qué había cambiado. Dos de los bichos líderes de mayor tamaño destacaban en la multitud, sosteniendo algún tipo de varas de metal terminadas en antenas plumosas. Fanaso advirtió que la multitud estaba comenzando a alterarse ligeramente mientras examinaba la primera página de las Reglas de la Ley. Tras él, en las profundidades del Palacio del Placer, comenzó la música. Miró hacia atrás y vio a una de las chicas twi’lek mirando asomada a la escotilla, agitando su esbelto lekku.
Eso fue demasiado para la multitud: Un viajero espacial pasó a su lado empujándole, luego otro, luego dos más, luego tres más, luego tantos como podían caber en el umbilical.
-Eh, espero que os comportéis adecuadamente hasta que abra la caja registradora –exclamó Fanaso tras ellos, mirando a su alrededor con la esperanza de que Saman estuviera cerca. Las Reglas de la Ley parecían distintas... ¿Una nueva técnica de impresión, tal vez? ¿Diferente tipo de plastifino?
Ya había hojeado una vez todo el taco de folios cuando una de las varas metálicas que llevaban los bichos comenzó a emitir un gemido. Mactimentus y los bichos líderes hablaron con chasquidos entre ellos; luego el traductor de Mactimentus se activó.
-Horrible saco de carne –dijo-. Estás en violación de las 43 instancias de las Reglas de la Ley cambiadas en la última parte y un sexto de parte de tiempo sideral estándar desde tu última visita.
-¿Qué? Mac, ¿por qué no me lo has dicho? No puedes tirarme esto sin más. Es... es descortés, eso es.
-No es necesario aplicar cortesía a aquellos como tú –graznó Mactimentus, con los ojos brillando en algún lugar del caparazón acorazado de su cabeza. Fanaso comenzó a retroceder por el umbilical, preguntándose si los bichos le seguirían.
No lo hicieron; en cambio, una figura familiar de color verde oliva imperial se abrió paso a codazos entre ellos.
-¡Teniente Gallagane! Gracias al... –Las palabras de Fanaso murieron en su garganta al ver la expresión en el rostro de Gallagane. Detrás de él llegaron soldados de asalto... media docena de ellos. Dos se detuvieron junto a Fanaso y Gallagane, quien, casi con dulzura, tomó las Reglas de la Ley de manos de Fanaso. Los otros cuatro soldados de asalto siguieron avanzando por el umbilical hasta el Palacio del Placer. Pocos instantes después, la música se detuvo abruptamente.
-Te dije que el dinko estaba en los detalles –dijo Gallagane-. Han cambiado las Reglas por ti, Fanaso. Eres culpable de importar intoxicantes y estimulantes a los Dominios de Tritón; ese analizador de ahí detectará suficientes trazas de cerveza Elba, cofeína y zumos sin destilar para colocarte en violación de 12 estatutos. El otro sensor mostrará que la música era audible desde el pasillo; eso son otros cinco. Y hay seis estatutos introducidos recientemente que tratan únicamente de la exhibición de letreros visibles desde los Dominios.
-Teniente, estaba tratando de leerlos... pasaron junto a mí demasiado rápido.
-Me temo que no poder proporcionar la seguridad adecuada en una reunión de personas también es punible bajo un estatuto codificado recientemente.
Fanaso se rascó la barbilla, escuchando el murmullo de viajeros espaciales enfadados que provenía del Palacio del Placer.
-Muy bien, muy bien. ¿Qué debo hacer? ¿Pagar un arancel? Puedo hacerlo. Deje que hable con Mac y esos bichos gordos. Llegaremos a un acuerdo.
-Resulta que las penas también están establecidas en los nuevos estatutos de las Reglas, Fanaso. En primer lugar, confiscación de todas las sustancias prohibidas, incluidos sus medios de transporte. Eso incluye la nave y prácticamente todo su contenido. Ahora pertenece a los Dominios.
-¿Qué?
-El resto de multas no pueden pagarse mediante aranceles. Sólo servicio de devoción. Los jerarcas de los Dominios me han pedido que te explique la naturaleza de este servicio de devoción, para asegurarse de que quede claro.
Gallagane sacó un pequeño fajo de papeles de su bolsillo. Fanaso pudo ver que era un panfleto; el mismo panfleto de Gactimus que le habían dado en cuanto había puesto los pies en el Puerto de Tritón Besh.
-Parece que la cantina aprobada por los estatutos del Dominio ha tenido problemas crónicos con su gramola –dijo Gallagane-. Dado que según la ley los jerarcas y sus acólitos no pueden entrar en la cantina, no ha habido forma de extender la palabra de Gactimus a los viajeros espaciales que pasan allí su tiempo. Es un problema que ha preocupado a los jerarcas durante bastante tiempo.
Los viajeros espaciales comenzaron a descender en fila por el umbilical, pasando junto a Fanaso, Gallagane y los soldados de asalto. Algunos le lanzaron miradas de odio, otros le miraron con lástima. Un viajero espacial de ojos desorbitados estaba usando los dedos para transferir las últimas burbujas de espuma de Elba desde su barba a su boca.
-Tu servicio de devoción será recitar los versos de Gactimus en la cantina, para que tus camaradas espaciantes puedan ser iluminados –dijo Gallagane-. Leerás durante nueve horas al día en turnos de tres horas, usando un sistema de amplificación que te será proporcionado por los jerarcas. Cada seis días, tendrás uno libre, aunque quedarás confinado a los Dominios de Tritón, la cantina y las unidades sanitarias. Se te proporcionará un catre en una sala de almacenaje adjunta a la cantina, así como raciones y todo el zumo y agua destilada que desees.
Fanaso estudió aturdido el panfleto, mirando con incredulidad la primera línea:
Así transicionó Gactimus...
-Puede que esto suene duro, Fanaso, pero los jerarcas han convenido que tu tiempo de devoción habrá terminado cuando completes la iniciación que lleva a cabo cada candidato a monitor inferior. Concretamente, deberás recitar la saga de la iluminación de Gactimus, sujeta a los adecuados parámetros de pronunciación y entonación, un total de 500 veces.
Fanaso pasó el pulgar por el panfleto, y descubrió que ya casi se sabía algunos de los 20 versos de escuchar la cháchara de Mactimentus de camino a la oficina de aranceles de carga. Quinientas veces era molesto, pero difícilmente intolerable. Incluso si eran quisquillosos con la pronunciación, supuso que podría conseguirlo en cosa de unos pocos días, aunque no quería ni imaginarse cómo tendría la garganta cuando hubiera acabado. Lo que haría cuando sus patrocinadores descubrieran que el Palacio del Placer de Shandy y todo lo demás había sido incautado, era un problema mayor. Un problema mucho mayor.
-Vamos, Fanaso –dijo Gallagane, sin muestra alguna de crueldad, tomándole del hombro para dirigirlo más allá de la pareja de soldados de asalto-. Mactimentus se hará cargo desde aquí. Ya tienes el primer panfleto, él tiene los siguientes. Te llevará el resto de los panfletos a la cantina conforme los necesites.
-Bien, eso suena... ¿qué?
Gallagane meneó la cabeza con tristeza.
-Este es el primer panfleto de Gactimus, chico. El que ofrecen a los no iniciados, con los primeros 20 versos de la saga.
-¿La saga? ¿Cuántos... cuántos panfletos hay?
-Trescientos trece. Cuando hayas leído 500 veces la saga complete, serás libre de marcharte.

***

Janzel Helot observó boquiabierto cómo la tripulación del Sobra Uno se reía a carcajadas, y luego volvió la mirada al panfleto que Fanaso sostenía en la mano.
-Y te preguntabas por qué al viejo Shandy no le gusta charlar, chico –cacareó Devoris-. Ahora ya sabes por qué... ya ha hablado todo lo que debía.
-Pero conserva su lengua –añadió otro contrabandista.
-¿Quinientas veces? ¿Cuánto tiempo le costó, señor Fanaso?
-Dile cuánto, Shandy –dijo Devoris.
Fanaso había hecho los cálculos en su tableta, sentado en la cantina con el primer panfleto mientras uno de los técnicos de Gallagane preparaba el amplificador. Cerró los ojos al recordar cómo veía que los números crecían conforme tecleaba los temidos cálculos: 313 panfletos multiplicados por 20 versos hacían un total de 6.260 versos. Y 500 veces 6.260 suponían 3.130.000 versos que leer. Leyó en silencio el primer verso tan rápido como pudo sin que se le trabara la lengua –Así transicionó Gactimus- y lo cronometró en 12 segundos. Doce segundos 3.130.000 veces eran... más de 37 millones de segundos. Y 37 millones de segundos, divididos en días de nueve horas, resultaban ser...
-Cuatro años, chico –dijo Fanaso en voz baja-. Cuatro años, 56 días y siete horas. Eso es lo que me costó.
Deberían haber sido varios meses menos. Primero los malditos bichos tuvieron que atormentarle, dejándole leer un día entero antes de corregirle en algunos puntos de la pronunciación y hacerle comenzar de nuevo. Al final de la primera semana sus cuerdas vocales estaban tan gastadas que apenas podía emitir un débil graznido, dejándolo dos días en la enfermería de Tritón Besh. Eso le convenció de la sensatez de un rimo más lento y de sorbos de zumo destilado cuidadosamente espaciados. Zumo que, calculó en otra ocasión, requirió el equivalente de 33 días en muy molestos viajes extra a las unidades sanitarias. Luego estaban los días dispersos en los que no podía soportar la idea de leer y se limitaba a quedarse sentado en su catre con aire ausente. Y, por supuesto, las tres veces que fue atacado por viajeros espaciales furiosos.
-¿No apareciste en una guía de viajes, Shandy? –preguntó Devoris con una sonrisa socarrona.
-Una guía herglic. Extrañas Vistas en las Rutas Espaciales. Eso empezó a principios del tercer año. Solían aparecer en grupos de cinco. Algunos días, cientos de ellos cada hora. Apestaban.
-Pero te daban propina –dijo Devoris.
Fanaso frunció el ceño. Sí, un enjoyado mercader Herglic del primer grupo le dio propina, lanzándole un cuarto de crédito, y luego animó a los otros miembros de su visita a que hicieran lo mismo. Los bichos confiscaron las propinas ante las furiosas objeciones de Fanaso... hasta que Gallagane, en una de sus inspecciones periódicas, ordenó que Fanaso podía quedarse con cualquier propina que recibiera durante su servicio de devoción. Momento en el cual Saman comenzó a cobrarle inmediatamente por el espacio ocupado, dejándolo aún con más deudas. Gallagane lo permitió, pero insistió en que el hostil camarero estableciera un calendario de tarifas, que sólo tendría efecto mientras durase el servicio de devoción de Fanaso. Este terminó finalmente en un día como otro cualquiera en Tritón Besh, salvo que ese día en particular Fanaso apagó el amplificador y se arrastró a la oficina de aranceles para reservar una litera en la siguiente nave de línea que se dirigiera a Eriadu.
-Esas propinas ascendieron a una buena suma, ¿verdad Shandy? –preguntó Devoris, sin perder la sonrisa maliciosa.
Fanaso asintió, con el ceño fruncido ante las risas de los contrabandistas.
-¿Y los panfletos? Dile al chico lo de los panfletos.
Fanaso hizo una pelota con el panfleto que tenía en el puño y lo tiró con fuerza en dirección a Devoris, que lo atrapó con un giro de muñeca.
-Esa es mi parte favorita –dijo Devoris-. Fanaso no sólo se fue de Tritón Besh con dos baúles llenos de créditos de las propinas, sino que los bichos insistieron en que llevara consigo los 313 panfletos. Para estudiarlos en profundidad, ¿verdad, Shandy? Y casi los haces pedazos en el umbilical, ¿no es así?
-Iba a triturarlos –dijo Shandy-. Pero tenía miedo de que eso violase algo en las Reglas de la Ley.
-Lo que Shandy no sabía... aún... era que para que un iniciado recibiera un panfleto, tenía que demostrar su maestría en los anteriores de la saga. ¿El Panfleto Uno? Encontrarás docenas de ellos en las papeleras de cualquier espaciopuerto. Pero, ¿el Panfleto Cien? Fanaso, aquí presente, es uno de los pocos no-bichos que haya visto siquiera una copia. ¿Y un juego completo con los 313? Sólo se conoce la existencia de nueve en toda la galaxia. Uno de ellos pertenece a un coleccionista herglic de Sukkult... que pagó a Shandy Fanaso un millón de créditos por él. Así que Shandy tenía razón... iba a las lunas de Tritón a hacerse rico. ¿Verdad, Shandy?
Fanaso asintió con la cabeza a los contrabandistas y el grumete. Pagar a los patrocinadores del Palacio del Placer de Shandy había consumido la mayor parte del dinero, por supuesto, pero le había quedado lo suficiente para comprar una participación del Sobra Uno y obtener un medio de escape a una nueva vida... una que nunca volviera a llevarle cerca de una luna de Tritón.
-Se hizo rico, señor Fanaso –dijo Janzel Helot, maravillado-. Así que mereció la pena.
-Fui rico durante una semana –dijo Fanaso-. Y no mereció la pena, chico. Ni de lejos. Si crees que me equivoco, lee 500 veces ese panfleto, sólo ese maldito panfleto, a ver si no cambias de opinión. Y recuerda un par de cosas, muchacho. Ante todo, nunca eres tan listo como te piensas. Cualquier brillante idea que se te ocurra, lo más probable es que alguien ya la haya tenido. Y siempre, siempre lee la letra pequeña. Esos detalles, muchacho, pueden esconder algunos dinkos realmente grandes.

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