viernes, 25 de febrero de 2022

Starlight: Las Sombras Permanecen (Parte Dos)

Starlight

Las sombras permanecen

(Parte Dos)

Justina Ireland

 

Anteriormente:

Las pesadillas sobre su pasado han estado acosando a Ghal Tarpfen, jefa de seguridad del Faro Starlight. De algún modo, los Nihil han descubierto su secreto más oscuro, y esperan que acceda a ayudarles en sus planes...

 

Velko Jahen estaba sentada en el centro de seguridad del Faro Starlight mirando fijamente su terminal y comprobando los escáneres una vez más. Habían pasado tres días desde que nadie hubiera visto a Ghal Tarpfen, la jefa de seguridad del Faro Starlight, y Velko estaba comenzando a temerse lo peor.

Puede que Ghal realmente fuese una traidora.

Todas las pruebas apuntaban a esa conclusión lógica, pero el instinto de Velko le decía justo lo contrario. Ghal era espinosa y cortante, pero respetaba la República y hacía las cosas al pie de la letra. ¿Era posible que alguien tan preocupada por el protocolo participase realmente en un intento de asesinato?

Unos días antes, alguien había atacado a un dignatario visitante, el vicepresidente Hackrack Bep, un oficial del planeta Dalna. Había llegado a Starlight en compañía del Padawan Jedi Imri Cantaros, en busca de ayuda ante presunta actividad Nihil. Conforme los Jedi y la República iban empujando a los piratas espaciales al borde de la desesperación con continuas operaciones contra sus incursiones, más y más planetas solicitaban ayuda, pero era extraño que el oficial hubiera sido atacado en sus habitaciones poco después de su llegada. No recordaba nada del ataque, y los únicos fragmentos de video que mostraban alguna prueba habían sido borrados por Ghal, como demostraba su número de seguridad claramente grabado en los registros.

Velko había señalado la actividad para que se investigase más a fondo, pero el droide asignado a la tarea no había encontrado anomalías en los datos. Con la emergencia en Dalna, que había obligado a que el Faro Starlight se desplazara por el hiperespacio para prestar ayuda, Velko aún no había sido capaz de informar en profundidad a Rodor Keen acerca de la naturaleza exacta de la desaparición de Ghal. Y ahora que había llegado el momento estaba dubitativa.

Faltaba menos de una hora la reunión que Velko tenía programada con el oficial de la República de más alto rango en Starlight. Velko había planeado contarle que la conclusión más lógica era que Ghal había estado trabajando con los Nihil, pero ahora no estaba tan segura.

Si Ghal estaba trabajando con los Nihil, ¿qué beneficio obtenía ella de ello? No había depósitos de créditos en ninguna de sus cuentas financieras, y un registro en las dependencias de Ghal no había descubierto nada sospechoso.

Velko echó un último vistazo a la información -el borrado de las imágenes del ataque, la extraña naturaleza de los mensajes en la cola de mensajes de Ghal- y deseó que la información se convirtiera en algo menos incriminatorio, algo que no fuera una imagen clara de que Ghal era una traidora. Tenía que haber una explicación mejor.

 

***

 

Ghal Tarpfen se despertó sobresaltada. Se tensó al darse cuenta de que estaba atada por las muñecas a una silla, en la cocina de una nave que no reconocía. La oscuridad tachonada de estrellas al otro lado de un ventanal cercano le dijo todo lo que necesitaba saber. Estaba en un muy mal lugar.

Ghal sentía la piel seca, tensa e irritada, algo normal cuando pasaba mucho tiempo sin visitar un nebulizador, de modo que calculaba que debía llevar fuera al menos un día, si no más. Sentía dolor y pesadez en la cabeza, una sensación que nunca antes había tenido, y se preguntaba si le habrían administrado algún tipo de gas incapacitante. Lo último que recordaba era enfrentarse a la senadora Ghirra Starros en la puerta de la habitación de algún otro oficial, lo que significaba que la senadora debía haber tenido un cómplice.

Ghal examinó su entorno, ignorando el creciente pánico que hacía latir con fuerza su corazón. A juzgar por las superficies brillantes de la cocina, parecía que la nave era un modelo nuevo, especialmente teniendo en cuenta la avanzada unidad de procesado de alimentos instalada en una encimera cercana. Todo estaba brillante e impoluto. Poniendo a prueba sus ataduras, Ghal decidió que tratar de soltarse era inútil. Necesitaba conservar sus fuerzas. Alguien estaba pilotando la nave, y en algún momento aparecería para vigilarla. Cuando lo hiciera, Ghal estaría preparada. El hecho de que aún siguiera viva era buena señal. Significaba que pensaban que podía serles de utilidad. Significaba que aún tenía una oportunidad de luchar.

Efectivamente, un rato más tarde la puerta se abrió deslizándose y dejó pasar a una mujer aqualish de aspecto rudo, con los oscuros orbes de su único par de ojos y su mandíbula fragmentada dominando su rostro.

-Tú despierta. Bien -dijo entre gruñidos-. Aterrizamos pronto.

-Yo... ¿dónde estamos? -preguntó Ghal.

-No Espacio. Senadora tiene uso para ti. Por eso, seguirás con vida mientras necesite.

Ghal no dijo nada. Tenían que ser Nihil -¿quién si no haría un viaje al No Espacio?- y no les ayudaría en nada. A pesar de lo nueva que era la nave, la aqualish tenía el rudo aspecto de esos piratas espaciales. Sus ropas estaban diseñadas puramente para la supervivencia, y el aparato filtrador que colgaba de su cuello tenía el distintivo aspecto de una máscara de gas.

Pero más interesante era la llave electrónica plateada que colgaba de sus pantalones. Lo más probable es que fuera la llave de sus grilletes. La República usaba un sistema similar, y Ghal estaba bien entrenada en el funcionamiento de esas llaves remotas. Era el primer rayo de esperanza que tenía desde que se había despertado.

-¿Puedo tomar algo de agua? -dijo Ghal, forzando la ronquera en su voz-. Yo... necesito agua.

-Tú espera hasta nosotros aterrizamos.

-Lo siento. No puedo... -dijo Ghal, quedándose sin habla. Trataba de hacer que su voz sonase débil-. Por favor. No sé cuánto tiempo llevo fuera, pero mi piel está muy seca.

Eso era cierto, pero aunque Ghal sentía incomodidad en la piel no corría ningún tipo de peligro por falta de humedad. Pero la aqualish no tenía por qué saber eso.

La mujer miró con mala cara a Ghal, pero fue a un armario cercano y extrajo una botella con un vaporizador en el tapón. Se aproximó a Ghal, quien le lanzó una patada en cuanto la aqualish estuvo lo bastante cerca. Habían sujetado las muñecas de Ghal, pero no sus pies. La patada alcanzó su objetivo, golpeando a la mujer en las mandíbulas y dejándola inconsciente. Ghal usó la punta de los dedos de los pies para palpar la llave electrónica hasta que se soltaron sus grilletes, liberándola.

Un problema solucionado, innumerables más de los que ocuparse.

Ghal registró rápidamente a la mujer en busca de armas; al no encontrar ninguna, la levantó y la colocó en la silla que acababa de dejar libre, sujetándola con los grilletes.

Resultó que Ghal estaba realmente sedienta. Fue a la unidad de alimentos y ordenó suficiente agua como para poder beber un poco y derramarse el resto sobre la cabeza; no se fiaba de lo que quiera que la mujer aqualish había estado a punto de rociarle.

Y entonces Ghal salió para averiguar qué clase de Nihil contenía la nave.

 

***

 

 

Velko caminaba nerviosa en el exterior de la oficina de Rodor Keen esperando a que este terminase su reunión diaria con la mariscal de Starlight, la Jedi Avar Kriss. Cuando Kriss salió por fin, la mujer humana de piel pálida saludó a la administradora soikana con un movimiento de cabeza, y Velko se apresuró a entrar en la oficina del controlador. Se sorprendió al encontrar que el maestro Jedi Estala Maru seguía hablando con Rodor.

-Oh. ¿Debería volver más tarde? -preguntó Velko, y Rodor le hizo un gesto para que se acercara.

-No. El maestro Maru está aquí por el mismo motivo que tú.

-Ghal Tarpfen -dijo el maestro Jedi; la preocupación podía notarse en el rostro del kessuriano-. No está en el Faro Starlight.

-No -comenzó a decir Velko-. Parece como si hubiera huido.

-Alguien la estaba extorsionando -dijo Maru-. ¿Tenías alguna pista al respecto?

Velko negó con la cabeza.

-No. Sabía que algo no iba bien, pero incluso antes del traslado hiperespacial y la crisis de refugiados dalnanos ya estábamos desbordadas por el trabajo. Procesando a los Nihil, hemos estado sacando tiempo de donde podíamos para asegurarnos de que cumplíamos todos nuestros deberes habituales. -Velko suspiró-. Debería haber notado que había algo que no cuadraba. -Ella y Ghal no eran amigas, y Velko no era tan tonta como para creer que la mujer mon calamari le hubiera hecho alguna confidencia. Pero tal vez si no se hubiera centrado tanto en sus tareas habría notado el cambio en el comportamiento de Ghal antes de que las cosas se pusieran feas.

Velko no creía que hubiera podido ser de ayuda.

El Jedi asintió, con expresión pensativa.

-Parece que en su mayoría eran inocuos, pero estaba recibiendo bastantes mensajes del mismo servidor. He tratado de localizar dónde fueron originados, pero aún estoy esperando que el droide venga con la respuesta.

-Si Ghal estaba siendo extorsionada puede que haya ido en busca de los responsables -dijo Rodor-. ¿Se ha encontrado alguna imagen de ella abandonando Starlight?

Velko negó con la cabeza, mirando al Jedi. Pero él estaba igual de molesto.

-No. No hay ni rastro de su partida.

-Ghal Tarpfen es una mujer competente -dijo Rodor tras un largo silencio-. Esperemos que donde quiera que se la hayan llevado podamos ayudarla cuando lo necesite.

 

***

 

Ghal avanzó furtiva por la nave, comprobando compartimentos y atenta al delator sonido de botas que se aproximasen. Pero la nave parecía estar vacía, de modo que Ghal regresó a la cabina para ver quién estaba al mando del asunto.

Una mujer chagriana estaba sentada al timón. Ghal trató de pillarla por sorpresa, pero la mujer la sintió de algún modo y se dio la vuelta. Ghal le lanzó un puñetazo antes de que la mujer pudiera terminar de levantarse, pero fue capaz de bloquear fácilmente el golpe, lanzando por su parte otro contra la desprotegida sección media de Ghal.

-Ghal. Deberías estar en la cocina -dijo la mujer mientras Ghal jadeaba en busca de aliento. La mujer mon calamari saltó hacia atrás para esquivar una patada, y Ghal fue capaz de aprovechar la oportunidad para lanzar, por su parte, una patada baja que alcanzó su objetivo.

La mujer chagriana cayó al suelo y Ghal se puso inmediatamente sobre ella, presionándole el pecho con las rodillas para que no pudiera moverse. La mujer forcejeó, y Ghal tiró de uno de los lethorns de la mujer y lo retorció hasta que gritó.

-Te conozco -dijo Ghal, una vez que la mujer quedó inmóvil-. Jeni Wataro. Trabajas para el senador Izzet Noor.

La mujer se rio.

-Trabajo para mí misma. Y, cuando me conviene, para el Ojo.

Una alarma comenzó a sonar en la cabina, y Jeni soltó una risotada.

-Esa alerta indica que estamos a punto de encontrarnos con otra nave. Y en el lugar en el que estamos, te garantizo que no será nadie de la República.

Ghal presionó con el antebrazo la garganta de Jeni, haciendo que la mujer jadease sin aliento. No era un modo elegante de someter a un oponente, pero Ghal no tenía mucho tiempo. Jeni forcejeó y trato de quitarse a Ghal de encima, pero al final todos sus esfuerzos fueron en vano.

Ghel examinó a la mujer para asegurarse de que aún respiraba, y una vez quedó satisfecha de no haber matado a Jeni arrastró el cuerpo apartándolo de la puerta de la cabina, cerrándola y asegurándola para que no la molestasen.

Ghal no era una muy buena piloto, y no había volado en lo que le parecían años. Los controles no significaban apenas nada para ella, y se tomó un instante para mirar las diversas rueditas y pantallas, que estaban etiquetadas en algo que no era básico galáctico.

La Esperanza restante de Ghal se desvaneció, y lanzó un largo y fuerte juramento. Por el mar más profundo, ¿cómo se suponía que iba a hacer girar esa cosa de vuelta a Starlight?

Ghal tomó el timón y trató de alterar el rumbo de la nave, pero muy rápidamente se dio cuenta de que la configuración estaba bloqueada de algún modo. Trastear con varios interruptores y botones no hizo nada, y Ghal se derrumbó en el asiento, invadida por una profunda sensación de derrota. La última vez que se había sentido así de indefensa fue cuando su antiguo amor, ahora rey de Mon Cala, la había apartado de su lado.

El pitido de la cabina se volvió más insistente, y Ghal vio tres naves que se acercaban. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que comenzasen a abrir fuego contra su nave? La unidad de comunicaciones parpadeó como si alguien tratase de abrir un canal con la nave, pero Ghal lo ignoró. No había forma de que pudiera enfrentarse a tres naves llenas de Nihil. Había perdido. Los Nihil habían ganado.

Ghal cerró los ojos, respiró profundamente y los volvió a abrir. Tenía que haber algo que pudiera hacer, algo para al menos alertar a la República de que había peligros acechando entre las algas. Primero la senadora Shirra Starros, y ahora Jeni Wataro. ¿Cuántos más en el Senado estarían trabajando con los Nihil para sus propios propósitos?

Ghal no lo sabía, pero abrió un canal de comunicaciones, seleccionando un amplio rango de frecuencias de destino, la mayoría de ellas frecuencias del Faro Starlight, pero también algunas mon cal que recordaba de sus días en la Guardia Real. Tan adentrada en el No Espacio tendría suerte si siquiera una persona escuchaba su mensaje.

Ghal rspiró profundamente y abrió los canales, enviando un sencillo mensaje de voz ya que era mucho más probable que llegara donde alguien pudiera oírlo.

-Mi nombre es Ghal Tarpfen, jefa de seguridad del Faro Starlight. He sido secuestrada por los Nihil, y para cuando escuchen este mensaje probablemente estaré muerta. Pero deben saber que el Senado está comprometido. Al menos dos de sus miembros han estado trabajando con los Nihil: la senadora Ghirra Starros de Hosnian Prime y Jeni Wataro, ayudante del senador Izzet Noor de Serenno. Por favor, tengan en cuenta que podría haber otros espías en el Senado, y en todos los demás niveles de la República.

Ghal se aclaró la garganta y repitió el mensaje una y otra vez. Cuando llegaron los primeros disparos de las naves que se acercaban, continuó hablando, repitiendo el mensaje una vez más antes de ponerlo en bucle.

En la puerta de la cabina sonaron unos golpes, seguidos de un grito en un lenguaje que Ghal no comprendió. Se oyeron algunos murmullos, cuando otro disparo sacudió la nave hasta el último tornillo.

-¡Desbloquea las cápsulas de escape, maldita merluza! -dijo la voz de Jeni Wataro al otro lado de la puerta.

Ghal sonrió, por primera vez en muchísimo tiempo.

-Lo siento, no estoy segura de cómo hacerlo.

-¡Entonces déjame entrar para que responda al santo y seña! Nos estás condenando a muerte.

-Yo tenía familia en Valo -gritó Ghal para que se le escuchara sobre el ruido de la nave cuando otro disparo activó un nuevo conjunto de alarmas. Ese último impacto de cañón había dañado los sistemas de soporte vital y la nave no tardaría mucho en fallar por completo-. ¿Crees que ellos también suplicaron a alguien que les salvase?

Los golpes en la puerta cesaron, y Ghal se recostó en la silla y comenzó a cantar la nana que su madre siempre le cantaba cuando era un pequeño alevín.

Era una muerte mejor de lo que hubiera podido imaginar.

 

***

 

Velko se despertó en mitad de su turno de sueño, sobresaltada por algo que no podía identificar. Había estado soñando, de eso estaba segura, ¿pero sobre qué?

Sonó el timbre de su puerta, y cuando fu a abrir encontró a Imri Cantaros, el Padawan que había ayudado a salvar a los dalnanos cuando su sistema volcánico inundó con lava su planeta.

-Administradora Velko -dijo con una sonrisa tímida-. El Maestro Maru trató de llamarla por el comunicador, pero supongo que no lo escuchó. Hay algo que él quiere que usted escuche.

-Dame un momento -dijo Velko, cerrando la puerta. Se puso apresuradamente el uniforme y siguió al Padawan hasta el centro de mando, donde Maru estaba de pie ante varios monitores.

-Velko -dijo Maru, con expresión amable en su rostro-. Tenemos noticias.

No dijo nada más, solo fue a una estación de comunicaciones cercana y comenzó a reproducir un mensaje.

-Ghal Tarpfen... secuestrada... Nihil... Senado está comprometido... podría haber otros espías... la República.

El mensaje comenzó a repetirse, y Velko frunció el ceño. Había pocas palabras, la mayoría del mensaje era estática.

-¿Qué hay en el resto del mensaje? ¿Qué nos estamos perdiendo?

-No estoy seguro. Esto es todo lo que hemos sido capaces de recuperar. Voy a contactar con otras unidades de seguridad para ver si han recibido algo similar, pero quería que tú lo supieras primero.

Velko asintió, con una sensación de pesadez en la boca del estómago. Ghal estaba muerta. Había pocos lugares en la galaxia lo bastante alejados para que pudiera tener problemas en mandar un mensaje, y donde quiera que estuviera tendría que ser fuera del control de la República. Sabía que su tiempo estaba a punto de acabar, y pese a todo hizo todos los esfuerzos posibles para enviar una advertencia como acto final.

-¿Puedes enviarme una copia de eso a mi cola de mensajes personal? -preguntó Velko, y Maru asintió.

-Lamento tu pérdida- dijo él, y Velko abandonó el centro de mando sin añadir una palabra, sumida en sus propios pensamientos oscuros.

Vagó sin rumbo por el Faro Starlight. Aún tenía tiempo para descansar en su turno de sueño, pero ya no estaba cansada. Caminó hasta una de las cubiertas de observación, mirando a la aparentemente infinita extensión de estrellas más allá de la barrera de transpariacero.

Puede que Ghal estuviera muerta, pero sus palabras aún seguían allí para que Velko las analizase y examinase. ¿Espías Nihil tanto en el Senado como en la República? ¿Cómo había descubierto Ghal eso? ¿Era por eso que había desaparecido de Starlight?

Velko no lo sabía.

Se sentó en un banco y se quedó mirando la vastedad del espacio, dejando que las emociones se arremolinaran en su interior. Durante los meses que había estado en Starlight, Ghal Tarpfen le había enseñado a Velko más de lo que la mujer mon calamari había sido consciente. Ghal había sido feroz e implacable en su dedicación a la República, y era una buena jefa de seguridad. Durante la guerra civil soikana, Velko había aprendido lo importante que era tener aliados. No amigos, sino algo más: una persona en la que siempre podías confiar para que estuviera en la lucha, alguien que te cuidara la espalda. Ghal había sido eso para ella, y ahora ya no estaba.

Había una respuesta a la pregunta de quién había hecho eso, y por qué. Podían ser los Nihil, Ghal no tenía ningún otro enemigo que Velko conociera, pero en cualquier caso había una respuesta que necesitaba ser hallada. Velko descubriría quién se había llevado a Ghal y por qué, y cuando lo hiciera se aseguraría de que la muerte de Ghal obtuviera la justicia que se merecía.

Pero hasta entonces, Velko se juró a sí misma que guiaría Starlight a través de cualquier adversidad que viniera por delante. Eso era lo correcto. Eso era lo necesario.

Se lo debía a Ghal.

 

FIN

miércoles, 23 de febrero de 2022

Starlight: Las Sombras Permanecen (Parte Uno)

Starlight

Las sombras permanecen

(Parte Uno)

Justina Ireland

 

Anteriormente:

Una incursión casi catastrófica de los Nihil en el mismísimo Faro Starlight ha llevado al límite de sus fuerzas a aquellos encargados de mantener la seguridad de la estación; aparentemente a algunos más que a otros...

 

Ghal Tarpfen, jefa de seguridad del Faro Starlight, estaba soñando. Sabía que no era real, porque en lugar de los brillantes pasillos metálicos de la estación estaba rodeada por una concha rosa iridiscente. De algún modo estaba de vuelta en Mon Cala, vestida con los ropajes de la guardia real: holgadas manoplas de alga, pantalones y túnica ceñidos de piel de pez scrye, y pies descalzos para nadar mejor a través de las difíciles corrientes.

En su sueño Ghal se encontraba de pie en posición de firmes en una antecámara que no recordaba, aunque su subconsciente lo hiciera.

-Ghal Tarpfen, hija de Rhal y Gera, Capitana de Tercera Clase de la Guardia Real. Acércate, por favor.

La Ghal del sueño estaba rebosante de cierta temblorosa excitación al ser convocada al estrado por la regia figura de Shenrick, que estaba sentado allí con una corona que no debería pertenecerle. Pero la Ghal real podía sentir el pesar que ese momento estaba a punto de causar, y volvió a afligirse.

Ah, pensó Ghal, observando en el sueño a su propio ser acercándose al estrado en el centro de la sala, otra vez esto.

Ghal no sabía cómo soñaban los demás. Había observado a su compañera de trabajo, Velko Jahen, quedarse dormida una o dos veces durante largos turnos en el centro de mando, y la soikana de piel y cabellos plateados parecía quedar completamente consumida por sus visiones al dormir, pero a Ghal sus sueños siempre la dejaban con una extraña sensación de desapego. Era extraño que este sueño se sintiera tan cercano.

Pero tal vez era debido a que se trataba menos de un sueño que de un recuerdo. Y uno doloroso, además. Había tenido ese mismo sueño más de una docena de veces desde que llegara al Faro Starlight hacía más de un año, y su cada vez mayor frecuencia estaba comenzando a desquiciar a Ghal.

¿Qué advertencia estaba tratando de enviarle su subconsciente que ella no hubiera tenido en cuenta ya?

-Ghal, estamos verdaderamente impresionados por el servicio que has proporcionado a la corona en los últimos turnos -dijo la figura del estrado. El mon calamari que se encontraba allí no tenía cara, aunque la Ghal real conocía al detalle los rasgos de su rostro-. Y es con gran pesar en el corazón que concedemos tu petición de separarte del servicio a la corona.

Este era un momento cuando la Ghal del sueño retrocedía aturdida, tratando desesperadamente de ocultar el dolor en su rostro. No había visto venir la traición, nunca lo hacía.

¿Pero que otra cosa podía esperar de enamorarse de un macho de un escalafón tan por encima del suyo?

-¡Ghal! ¿Me has oído?

Ghal se despertó sobresaltada, con el filtro acuoso del sueño evaporándose mientras volvía a la realidad.

-Me había quedado dormida.

-Ya es la tercera vez en este turno. Tal vez deberías dejarlo por hoy. O por ayer -dijo Velko con una risa forzada-. ¿Qué hora es, de todas formas?

-No hasta que termine este informe -dijo Ghal, volviéndose hacia su terminal.

No muy lejos, Velko Jahen observaba a Ghal con el ceño ligeramente fruncido. Su relación había sido tensa desde el incidente con el antiguo amante de Velko, Vane Sarpo. Ghal casi podría jurar que eso era lo que le estaba causando las pesadillas, porque eso es lo que eran, revivir ese momento en el que el amor de su vida le apartó de su lado. Pero había estado teniendo esas visiones nocturnas mucho antes del problema con los Nihil en el bloque de seguridad.

-Ghal... -comenzó a decir Velko de nuevo, pero Ghal levantó la mano para interrumpirla.

-Tiene mi atención, administradora Jahen -dijo Ghal. Los formalismos eran un recurso seguro-. En breve iré a descansar. ¿Se le ofrece algo más?

Velko se agitó, incómoda. La soikana mostraba de forma demasiado obvia sus emociones, como un archivo de datos abierto para que cualquiera lo leyera.

-Mira, Ghal, acerca del incidente en el bloque de seguridad...

-Eso ya es pasado -dijo Ghal. No quería las disculpas de Velko, especialmente no cuando el dolor del sueño era tan reciente-. ¿Qué tenemos entre manos? -Trató de suavizar el tono, para que Velko no volviera a comenzar con sus malditas disculpas.

-Tenemos un nuevo oficial a bordo y los Jedi están solicitando un alojamiento seguro. El vicepresidente Hackrack Bep, de Dalna.

-Todos los oficiales planetarios requieren alojamientos seguros cuando viajan por asuntos oficiales, eso no es nada nuevo. Le ponderemos en la misma ala que a la senadora Starros -dijo Ghal.

-Sí, eso es lo que pensaba. Pero sigo recibiendo un error de la suite de seguridad del pasillo dieciséis. ¿Alguna vez has visto algo como esto?

Ghal se levantó de su silla, tomando un momento para estirarse antes de colocarse detrás de Velko donde la administradora miraba pasar el flujo de código sentada en su estación. Un instante después, Ghal se inclinó sobre el hombro de Velko y tecleó un par de líneas de comandos. Se escuchó un pitido y un zumbido, y entonces el monitor volvió a su estado normal, con imágenes de las cámaras cubriendo una vez más la pantalla.

-Parece que uno de los droides de seguridad apagó las cámaras del pasillo. Qué extraño. No se supone que deban hacer nada semejante. -Ghal emitió un ligero burbujeo, el equivalente mon calamari de un bostezo-. Lo comprobaré cuando vuelva de la unidad sanitaria.

-Ve y descansa un poco también -dijo Velko, reprimiendo su propio bostezo-. Ese informe puede esperar, y todos estamos cansados. Las cosas tendrán que demorarse un poco. Creo que la República lo entenderá. Yo haré una pausa cuando vuelvas.

Ghal asintió con la cabeza y se marchó sin añadir palabra. Las últimas semanas habían sido increíblemente ajetreadas. Los Jedi habían atrapado a centenares de Nihil y todos los oficiales del Faro Starlight habían estado trabajando en turnos dobles para acomodar el influjo de prisioneros. Los Jedi tenían mucho cuidado de no matar a la Nihil si podían evitarlo, lo que significaba que Velko, Ghal, y todos los demás funcionarios de la República en Faro Starlight habían visto incrementada su carga de trabajo. Procesar criminales requería buena cantidad de formularios, y dado que ninguno de los Nihil daba nunca su nombre verdadero también estaban gastado una cantidad de tiempo absurda en capturar una imagen de cada pirata para cotejarla con la base de datos de criminales conocidos. Era un trabajo extenuante, y aún seguían teniendo que atender la gestión cotidiana de Starlight.

Eso hacía que el descanso fuese un premio codiciado, así que Ghal no iba a discutir si Velko le ofrecía que tomara el primer turno de sueño.

En lugar de eso, se apresuró a salir del centro de mando antes de que Velko cambiara de idea.

 

***

 

Tras una visita a la unidad sanitaria y un restaurador chapuzón en las fuentes reservadas para tales fines, Ghal regresó a su habitación y se preparó para su ciclo de descanso. Apenas se había sumergido en su tanque de sueño, con la cabeza meciéndose sobre el agua, cuando volvía a estar de nuevo en la pesadilla. Esta vez Shenrick la miraba desde lo alto, y su rostro ya no estaba distorsionado. Ahora, podía ver sus ojos bulbosos y su piel moteada, cuyos patrones eran los mismos de los que se había enamorado cuando él no era más que un inútil tercer hijo sin futuro.

-Gracias por tu servicio -dijo, con voz extraña, y el corazón de Ghal volvió a romperse, tanto en el sueño como en la vida real.

Ghal se despertó sobresaltada, sacudiéndose los restos del sueño mientras se agitaba en el tanque, con su almohada cervical manteniendo la cabeza sobre la superficie del agua. El temporizador que había programado aún no había llegado a su fin, pero no volvería a dormir. No después de la pesadilla. Habían sido dos veces en un periodo de tiempo muy corto. Ahí había una advertencia, y Ghal sabía que no sería capaz de dormir más con la visión de la gélida expresión de Shenrick flotando en su mente. Velko iba a conseguir un turno de descanso más largo.

Ghal se levantó del tanque, se vistió, y se dirigió de vuelta al centro de mando, deteniéndose solo el tiempo suficiente para ver si su jefe, Rodor Keen, estaba en su oficina. Rodor supervisaba todas las operaciones del Faro Starlight, y algo en el modo en que las cámaras del pasillo dieciséis se habían apagado la preocupaba. Tal vez era una secuela de la pesadilla, el recuerdo del peor día de su vida, pero había algo fuera de lugar. Si alguien sabía qué podría causar un error semejante, ese era Rodor.

Por desgracia, su droide la informó de que él también estaba descansando y regresaría en unos momentos, así que Ghal le dejó un mensaje y se dirigió a su puesto.

Velko alzó la mirada con expresión de alivio cuando Ghal entró en la sala.

-Ah, bien. No quería despertarte, pero ha llegado un mensaje del enlace de seguridad de la República con código de urgencia. Lo he puesto en tu cola.

-¿Por qué no te has limitado a leerlo y responder? -preguntó Ghal, con su habitual poca paciencia aún más escasa. Ya tenía una docena de informes que archivar, y entrevistas que llevar a cabo. No necesitaba más trabajo.

Velko ofreció a Ghal una lánguida sonrisa.

-Estaba codificado con tu código de acceso.

Ghal Tarpfen miró el holo que tenía ante ella y frunció el ceño. Velko dijo algo, pero Ghal no la escuchó, toda su atención centrada en la misiva frente a ella. Ni siquiera se dio cuenta cuando la soikana se marchó.

El holomensaje en la cola de Ghal estaba encriptado y llevaba una firma de mensaje que estaba reservada a miembros del Senado, no a la oficina de seguridad de la República como Velko había creído. Sin embargo, seguía siendo extraño. No había nada acerca del mensaje que lo diferenciase del tráfico habitual que recibían, advertencias de actividad Nihil o nuevas rutas de contrabando Hutt que patrullar. Entonces, ¿por qué el mensaje estaba etiquetado para Ghal?

La cola de holos parpadeaba delante de ella, con el mensaje sin leer esperando todavía, y con un suspiro Ghal reprodujo el holo. La imagen de este parpadeaba, como si la señal de envío no hubiera sido muy fuerte, y la persona del mensaje llevaba una máscara como los Nihil. Un vocalizador disfrazaba la voz del hablante, cuya especie no podía distinguirse con facilidad, pero a Ghal le pareció que era humano.

-Durante el ciclo de descanso nocturno inhabilitarás las cámaras de los siguientes pasillos: dieciséis, veintitrés, ochenta y cuatro. Sabemos quien fuiste en otro tiempo, y confiamos en que querrás mantener tus secretos. ¡Por la Tormenta!

Ghal reprodujo el mensaje unas cuantas veces más, tratando de memorizarlo tanto como podía. Pero no había nada en el holo, o en la información de envío, que permitiera a Ghal saber quién era el responsable del mensaje. No se le escapaba a la atención de Ghal que el pasillo dieciséis era el mismo donde los droides ya habían desactivado una vez las cámaras.

Y ella no creía en coincidencias.

Ghal efectuó una comprobación de seguridad en la encriptación del mensaje, pero la información que obtuvo indicaba que era auténtico. Muy inteligente. Quienquiera que lo hubiera enviado quería que supiera que los Nihil tenían amigos en muy altas esferas, la clase de amigos que podrían destrozar por completo a Ghal si no cooperaba con lo que le pedían.

Se sintió súbitamente mareada.

Todas esas semanas soñando con Shenrick. ¿Era esto de lo que quería advertirle su mente? Cuando Ghal era una niña solía sentarse en las corrientes fuera de su casa y mirar las cosas que el océano llevaba hasta su puerta, que eran principalmente pedazos de desperdicios de las familias pudientes que vivían corriente arriba. Una vez fue un pez jara muerto que llegó flotando en pedazos de distintos tamaños, un morboso descubrimiento del que se sintió incapaz de apartar la mirada. Primero una aleta, luego la cola, y finalmente la cabeza entera, con los ojos abiertos en una mirada confusa, como si el pez se preguntara como había tenido lugar su fallecimiento. Ghal se sentía así ahora, como si la hubieran desmembrado y sus pedazos flotaran a la deriva en la corriente. No era una buena sensación.

Estuvo medio tentada de borrar el holo, pero tenía la sensación de que de algún modo lo sabrían. Y ahora los holos casuales que había recibido en los últimos meses comenzaban a tener sentido. Le habían parecido equivocaciones: titulares de páginas de cotilleo de Mon Calamari que detallaban los últimos eventos sociales del rey, fragmentos de documentales sobre rasgos de la guardia mon calamari, y -lo más alarmante de todo- un holodrama de años atrás que retrataba a un guardia mon calamari y una princesa que se enamoraban y huían juntos.

Ghal se sabía el vid de memoria. ¿Acaso ella y Shen no habían visto el holo y hablado de cómo aquella era su historia?

Pero eso fue antes de que Shenrick hubiera ascendido al trono, el sustituto convertido en heredero tras una terrible tragedia. Y eso fue antes de que Ghal prometiera su lealtad a la República, una posición en un lejano puesto fronterizo mejor que quedarse y observar cómo Shenrick se casaba con otra después de haber sido dada de lado.

De algún modo, los Nihil habían descubierto su secreto, habían unido las piezas. Ghal no tenía nada que temer del descubrimiento, su tiempo en la Guardia Real no era mas que una pintoresca nota al pie para la República. Pero los puristas de Mon Cala quedarían espantados si supieran que su rey no había sido puro antes de ascender al trono. Shenrick quedaría arruinado, por supuesto, y aunque parte de Ghal ansiaba que su despreocupada crueldad hacia ella se volviera contra él multiplicada por diez, también destruiría a su familia. Después de todo, los mon calamari no podrían culpar únicamente a su rey por semejante desliz. La familia de Ghal pertenecía a un estrato tan bajo de la sociedad que serían culpados por haber criado a una hija sin honor, y Ghal no estaba dispuesta a causar la desgracia de su linaje.

-¡Ghal! -dijo Velko con voz desesperada, como si llevara ya un buen rato tratando de captar la atención de Ghal.

-Mis disculpas -balbuceó Ghal-. Demasiadas cosas en las que pensar, me temo.

-Te he traído esto -dijo la soikana, ofreciéndole a Ghal una taza de su té de algas preferido-. Voy a tomarme ahora mi periodo de descanso. ¿Te importaría hablar con la senadora Starros en la próxima hora o así? Ha estado sin parar de pedir asistencia y enviando docenas de quejas.

Ghal suspiró.

-Senadores. Pasaré por sus dependencias y veré qué es lo que quiere.

Velko se levantó para marcharse, y se detuvo, examinando con la mirada a Ghal.

-¿Va todo bien?

-Bien -dijo Ghal. Tomó la taza que le había ofrecido Velko y bebió un sorbo-. Simplemente creo que me vendría bien una visita a las fuentes restauradoras. Gracias por el té de algas.

Velko asintió con la cabeza y se marchó, dejando a Ghal sola con sus pensamientos desbocados. Había una senadora en Starlight y le acababan de pedir que desactivara las cámaras de la zona.

Eso tenía muy mala pinta.

Ghal encargó a uno de los droides de seguridad que revisara las lecturas y salió corriendo hacia la suite de invitados de la senadora Starros. ¿Intentarían los Nihil matar a una senadora? Tal vez. Pero no durante su guardia.

El viaje en el ascensor pareció durar una eternidad, y para cuando Ghal llegó al pasillo dieciséis pudo darse cuenta de que algo no iba bien. Estaban a mitad del ciclo de sueño, pero una de las puertas estaba sospechosamente abierta, como si alguien hubiera atascado el mecanismo.

Ghal desenfundó su bláster y avanzó lentamente hacia la puerta abierta. No era una de las que se abrían al conjunto de habitaciones ocupadas por la senadora, sino por alguien completamente diferente. Ghal se asomó a la esquina. En el suelo yacía un hombre theelin que Ghal no reconoció.

-Oh, Ghal -balbuceó alguien en un mal pronunciado mon calamari, un idioma que Ghal no había escuchado desde que se marchó de su hogar. Ghal se volvió para ver a una mujer majestuosa con piel oscura sonriéndole. Le resultaba vagamente familiar, pero Ghal no terminaba de ubicarla-. Deberías haber hecho lo que te habían dicho.

Ghal alzó el bláster, pero antes de poder hacer nada una mano pesada la golpeó por detrás, y fue solo mientras caía que se dio cuenta de que después de todo conocía a esa mujer.

Al parecer, la senadora Ghirra Starros era algo más de lo que aparentaba.

 

CONCLUIRÁ...

 

En el siguiente número:

¡El épico final de “Las sombras permanecen”, en exclusiva para Star Wars Insider!

Starlight: Errores del Pasado (Parte Dos)

Starlight

Errores del Pasado

(Parte Dos)

Cavan Scott

 

Anteriormente (Parte Uno):

Mientras la República lanza su contraataque contra los Nihil, el traicionero alcance de los anarquistas galácticos se vuelve cada vez más evidente. Tras llegar a la Baliza Starlight bajo la apariencia de comerciante, las lealtades de Vane Sarpo -antiguo amigo y aliado de Velko Jahen- pronto quedan al descubierto…

 

La Baliza Starlight había cambiado mucho en un periodo de tiempo muy breve. Cuando llegó por primera vez, la administradora Velko Jahen quedó sorprendida por su atmósfera, todo el mundo tan tranquilo y confiado en medio de semejante ajetreo. Y luego estaba la emoción. Podías sentirla en el aire. La Baliza era un nuevo comienzo, tanto para la frontera galáctica como para una veterana hastiada en busca de un nuevo propósito en su vida. ¿Y ahora? Ahora era diferente. Todo eso había sido antes de Valo. Todo eso había sido antes de que se encargara a los Jedi derrotar a los Nihil. Había sido antes de que las alas de la torre de seguridad estuvieran repletas de Nihil capturados como parte de la Operación Contraataque.

Ahora estaba de pie frente a una celda, mirando a un hombre junto al que había luchado en Soika. Un hombre al que había, si no amado, al menos apreciado profundamente. Un hombre que era su prisionero. Lo había encerrado ella misma. Le había colocado los grilletes en las muñecas tras descubrir que estaba usando Starlight para pasar armas de contrabando a los Nihil, y solo tenía una pregunta candente.

-¿Por qué?

Vane Sarpo estaba sentado dándole la espalda tras el campo de energía, con su ayudante Clune enroscada formando una pequeña bola naranja, la reacción instintiva de todos los peasles en momentos de gran peligro. La pequeña insectoide no se había desenrollado ni una sola vez desde que se descubrieron los blásters de contrabando.

-Necesito saberlo, Vane. ¿Por qué hacer eso? ¿Qué te ofrecieron?

El vumano tatuado no respondió, pero los Nihil en las demás celdas sin duda tenían mucho que decir por su parte, gritando e insultando; una wookiee particularmente desaliñada le dijo a Velko en términos nada dudosos lo que pretendía hacerle si fallaban los campos de energía. Velko no estaba preocupada. El guardia en la puerta del bloque tenía su bastón aturdido y ella tenía su bláster. Se había asegurado de ir armada. La visita no estaba exactamente autorizada, y estaba segura de que la jefa de seguridad Ghal Tarpfen tendría mucho que decir al respecto, pero Velko no pretendía correr ningún riesgo.

Vane permanecía en silencio. Nada de esto tenía sentido para Velko. La idea de que pudiera haberse unido voluntariamente a los Nihil era demasiado terrible para aceptarla. Vane había estado al límite de cruzar varias líneas a lo largo de los años, especialmente cuando servían juntos en Soika, ella como miembro de la Fuerza de Liberación y él como mercenario, pero estaba condenadamente segura de que no era un anarquista.

-Te pagan, ¿no es eso? -No hubo respuesta-. ¿Les debes dinero? -Aún nada-. Por el vacío, Vane, háblame.

Finalmente, alguien habló, pero no fue el prisionero.

-Administradora Jahen.

Velko masculló un juramento para sí misma al escuchar los fuertes pasos a su espalda. Se volvió para observar la imponente figura del maestro Jedi Sskeer dirigiéndose hacia ella, con la mano sana apoyada sobre la empuñadura de su sable de luz.

-Esto -siseó el transodhano- es de lo más... irregular.

Estaba agitado, pudo advertir eso de inmediato. Algo más que había cambiado desde que llegase a Starlight. Antes creía que los Jedi eran incapaces de sentir emociones, una premisa que era absolutamente errónea. Los Jedi que había conocido tenían sentimientos tan profundos como los de cualquier otra persona. Simplemente, eran mejores controlándolos. Al menos, la mayoría lo era. Sskeer parecía tener más problemas que la mayoría, y en cuanto a la mariscal Avar Kriss...

-Maestro Jedi -comenzó a decir, deteniendo el curso de sus pensamientos-, yo pensé que...

-Pensaste que podrías usar tu historia personal como ventaja contra el prisionero.

Velko sintió calor en sus mejillas plateadas.

-No, no se trataba de eso.

-Por supuesto que sí -dijo una voz tras ella; la de Vane, que hablaba al fin. Aún seguía dándoles la espalda, pero su voz tenía un matiz que ella nunca había escuchado antes-. Yo haría lo mismo, pero estás malgastando tu tiempo, Vel.

Ella no podía creerlo.

-Podemos ayudarte, Vane, si tú nos ayudas.

-¿Si os ayudo cómo? -Ahora estaba en pie-. ¿Soltando los secretos de los Nihil? ¿Y qué harías entonces, administradora? ¿Protegerme, como los Jotas protegieron Valo? Eres una broma, tú y tus amigos Jedi. -Sus ojos se movieron rápidamente de uno a otro-. Miraos, con todas vuestras galas. Túnicas doradas y cuellos almidonados. Arderéis. Lo sabéis, ¿verdad? Todo esto se desplomará sobre vuestras cabezas. ¡No podéis ayudarme, porque sois el problema!

A su alrededor, los Nihil cautivos aullaron en apoyo al discurso de Vane; la wookiee agitó sus largos y peludos brazos sobre la cabeza. ¿En qué había estado pensando Velko? Esto era inútil. Vane... Vane no era el hombre que pensaba que era. Y si quería pudrirse en una cárcel de la República, que así fuera. Ella tenía trabajo que hacer. Trabajo importante. Trabajo para ayudar a vencer a más hombres como él.

Giró sobre sus talones, avanzando hacia el guardia de la puerta, y solo se detuvo cuando se dio cuenta de que Sskeer no estaba con ella. Estaba de pie inmóvil fuera de la celda de Vane.

-¿Maestro Sskeer? -preguntó, pero él siguió sin moverse-. Maestro Sskeer, ¿vienes?

-Algo no está bien -dijo, ignorando la pregunta, sin apartar del rostro de Vane sus ojos naranjas entrecerrados-. Siento ira.

-¡Ja! -ladró Vane, levantando los brazos en un gesto forzado-. No mentían sobre vosotros los Jedi, ¿eh? El lagarto puede notar que estoy furioso. Y yo que pensaba que no era más que un dewback estúpido.

-Deberíamos irnos -dijo Velko al trandoshano.

-Por fin lo ha entendido -se mofó Vane-. Que le den a la niña una medalla para su colección. Vamos. Marchaos. Me ponéis enfermo, todos vosotros. Me dais nauseas.

-Siento más que ira -continuó Sskeer, con palabras extrañamente compungidas-. Siento vergüenza. Siento... miedo.

Había algo en la forma de hablar del Jedi que hizo que a Velko la recorriera un escalofrío, como si las emociones que describía le fueran demasiado familiares. Pero los Jedi no sentían miedo, ¿verdad? En todo caso, Sskeer tenía razón. Vane tenía miedo, ella podía verlo en sus ojos, pero ¿de qué? ¿De que lo encerraran por sus crímenes? O de las repercusiones si traicionaba a los Nihil. No. Era algo más. Alguien más.

Los ojos de Vane bajaron hacia Clune y se abrieron como platos. La peasle se estaba agitando en su caparazón, preparándose para desenroscarse.

El sable de luz de Sskeer se encendió.

-Desactiva el campo de energía -ordenó al guardia de la puerta.

Vane alzó los brazos, mostrando las palmas de las manos a la hoja azulada.

-No. No lo hagas. Vete. Por favor, vete.

-No volveré a pedirlo -gruñó Sskeer.

Velko volvió la mirada al guardia que, presa del pánico, era obvio que se preguntaba si debía obedecer al Jedi o no. Entonces fue cuando una luz brilló desde el interior de la celda de Vane.

Todo ocurrió muy rápidamente. Velko se volvió, abriendo los ojos como platos al darse cuenta de que el brillo emanaba del propio Vane Sarpo, los tatuajes de su rostro destellando como relámpagos zigzagueantes.

-El campo -bramó Sskeer, dilatando los orificios nasales conforme el bloque se llenaba de los nauseabundos aromas de carne ardiendo y ozono quemado-. ¡Ya!

-No -exclamó Velko, entornando los ojos ante el resplandor-. Aísla el bloque. Aísla toda la torre -ordenó.

El guardia se lanzó hacia los controles mientras una luz más brillante que un sol brotaba de la celda de Vane. Brotaba del propio Vane.

Velko lanzó un grito, echándose una mano a los ojos, pero el daño ya estaba hecho. Solo podía rezar para que los efectos fueran únicamente temporales, que no se hubiera quedado ciega después de que su antiguo amante... ¿qué? ¿Explotara? Le zumbaban los oídos, pero aún podía distinguir el chasquido del bastón aturdidor del guardia de seguridad y el ulular del sable de luz de Sskeer. Solo una cosa era destacable por su ausencia... el zumbido de los campos de energía que mantenían a raya a los prisioneros.

Parpadeando con furia, desenfundó su bláster, lanzando unos cuantos disparos contra las siluetas borrosas que se lanzaban contra ella, y varios Nihil cayeron al suelo. Apuntó y disparó sin ver, confiando en su entrenamiento, escuchando los gemidos y el golpe seco de un enemigo caído antes de pasar al siguiente. Solo era cuestión de tiempo que se le acabara la suerte, que un Nihil esquivara su disparo, que le arrebataran el bláster de la mano. Lo escuchó alejarse deslizándose por el suelo y trató de agarrarlo a ciegas, pero su puño solo encontró aire. El Nihil no tuvo ningún problema para golpearle en la mandíbula, haciendo que una supernova de colores imposibles desfilara brillante por su ya confusa visión. Cayó al suelo y se arrojaron sobre ella, sin importar lo mucho que se agitase o pataleara. La incorporaron sobre las rodillas, con los brazos retorcidos a la espalda, y una voz rasgada en su oído le dijo que dejara de resistirse. Como si tuviera otra opción. Pero mientras su visión se despejaba lentamente, con ojos profusamente llorosos, una sonrisa se dibujó en sus labios entreabiertos. Sskeer los sacaría de esta. Sskeer era un Jedi. Sskeer tenía un sable de luz.

Un sable de luz que ya no podía escuchar.

Sskeer cayó a cubierta a su lado con un golpe seco, sujeto contra el suelo por la wookiee desaliñada que obviamente era más fuerte de lo que parecía. Pero aún no estaban acabados. Sskeer usaría la Fuerza. Se apartaría de encima a la Nihil con la misma facilidad que si se despojara de su capa.

Lo haría en cualquier momento.

En cualquier momento...

-Vaya, vaya, qué situación más curiosa.

Las pequeñas patitas de una peasle repiqueteaban en el suelo mientras esta se paseaba ante ellos; una peasle que sostenía el bastón aturdidor del guardia.

-¿Clune? -jadeó Velko asombrada.

-¿Qué hay? -dijo la pequeña insectoide-. No tuvimos ocasión de charlar antes, ¿verdad?

-Antes de que te enroscaras en una bola -le recordó ella.

-Como una cobarde -añadió Sskeer.

Clune agitó su cabeza segmentada.

-Vaya prejuicios, y de un Jedi nada menos. -La peasle se deslizó hacia Sskeer, punzándole con el bastón aturdidor, que restalló con energía. El trandoshano rugió de dolor, pero Clune se limitó a emitir un ligero chasquido-. No me importa decir que me siento un poco decepcionada. Parece de lo más indigno.

-¿Y el guardia? -preguntó Velko, girando el cuello para mirar a su alrededor-. ¿Dónde está?

-Oh, está muerto -le informó Clune-. Bastante, bastante muerto, pero no antes de que lograra bloquear las puertas, aquellas que nuestro estallido iónico no había desactivado, claro está.

Sin dejar de forcejear contra el Nihil que la retenía con fuerza, Velko se giró para mirar en la celda de Vane. El vumano estaba tendido boca abajo, con hilillos de humo surgiendo retorcidos de su rostro oculto.

-Los tatuajes de Vane -dijo con voz entrecortada.

-Eso fue muy ingenioso -dijo Clune, con una aguda voz llena de orgullo-. Mezclados con filamentos iónicos, ¿no lo sabías? Preparados para detonar en un instante, gracias a esto. -Hizo tintinear el brazalete de control que colgaba holgadamente de una de sus muchas muñecas.

-¿Cómo? -preguntó Velko.

Una sonrisa atravesó el rostro segmentado de la peasle.

-Es considerablemente difícil desenroscar un peasle una vez que se ha convertido en una bola.

-¿Y qué pasa con los escáneres de seguridad? -dijo Sskeer.

-Prácticamente inútiles -confirmó Clune-. La quitina peasle es igualmente efectiva para bloquear barridos de sensores y, bueno, ¿quién sospecha de… cómo dijiste, Jedi? ¿“Una cobarde”?

-Fascinante -dijo Velko apretando los dientes-, pero no es a lo que me refería. ¿Cómo persuadiste a Vane para hacerlo? Para tatuarse la piel. Para atacar Starlight.

Clune se rio, un sonido agudo y chirriante.

-Realmente no tenía otra elección. Te dije que los tatuajes fueron ingeniosos. No solo ocultaban una carga iónica; podían causarle un dolor insoportable si no hacía lo que yo le decía. Debo admitir que me impresionó la forma en que intentó conseguir que te fueras. Todos esos gritos y esa forma de dejarse llevar. Realmente debía de preocuparse por ti, para no querer que te vieras atrapada en todo... -la peasle agitó el bastón aturdidor en un círculo que abarcó todo el bloque de celdas-... en todo esto. Tal vez lo subestimé. No es que eso importe. Los filamentos eran de un solo uso. Esperaba detonarlos en mitad de la noche.

-Pero yo forcé tu mano -murmuró Sskeer.

-Desde luego que lo hiciste, lo que nos lleva de vuelta a nuestro problema. La idea principal era escapar.

-Y ahora estáis atrapados -dijo Velko, permitiéndose una amarga sonrisa.

-Todos lo estamos, querida. Incluida tú, y todo porque ordenaste el aislamiento. Ahora no tenemos comunicadores ni ningún modo de salir de aquí.

-Pero sí que tenemos esto.

Un Nihil amanin de cabeza ancha caminó frente a Sskeer y Velko, sosteniendo con su brazo bulboso un arma muy familiar.

-Oh, sí -dijo Clune, tomando la empuñadura-. El sable de luz del Jedi.

-No te atrevas... -gruñó Sskeer, tratando de liberarse de debajo de la wookiee, y fracasando en su intento.

-No te atrevas... ¿a qué? -preguntó Clune-. ¿A hacer esto?

Velko hizo una mueca al ver como la peasle golpeaba a Sskeer en el rostro con su propia guarda de nudillos.

-¿O esto?

La hoja azul se deslizó majestuosamente desde la empuñadura, reflejando su luz en los ojos de Clune. Todo el tiempo Sskeer luchaba por levantarse, pero lo mantuvieron pegado al suelo.

-Esto es lo que va a ocurrir -dijo Clune, blandiendo lentamente la hoja de un lado a otro hasta que se acercó peligrosamente al rostro de Velko-. Vamos a negociar por vuestras vidas. O bien nos dejan salir a todos, o comenzáis a perder extremidades. -Rio disimuladamente, antes de volver a mirar a Sskeer-. Más extremidades, en algunos casos.

-No -dijo Velko en voz baja.

-¿Cómo dices?

Miró fijamente a los ojos negros de Clune.

-No importa lo que me hagáis, no os ayudaré, ni el Jedi tampoco. Os capturarán y volverán a arrojaros en vuestras celdas sin modo de escapar.

-¿En serio? -preguntó la peasle, acercando la hoja brillante aún más. No se sentía calor, pero eso no impediría que la quemase en cuanto el campo de confinamiento tocara su piel. Velko entrecerró los ojos, preparándose para el dolor... dolor que nunca llegó.

Un disparo de bláster surgió de ninguna parte, haciendo que Clune se girara y el sable de luz encendido saliera volando de su mano. El segundo disparo le impactó de lleno en la espalda y cayó al suelo, con el bastón aturdidor del guardia repiqueteando en el suelo.

Velko no se volvió a mirar quién había disparado. No tenía tiempo. Lanzó bruscamente la cabeza hacia atrás, impactando en la mandíbula del Nihil que la sujetaba. Este retrocedió aturdido, soltándola, y ella se lanzó hacia delante, agarrando el bastón aturdidor y girándolo para clavarlo con fuerza en el costado de la wookiee. La desgreñada Nihil gritó cuando los voltios fluyeron libremente por su cuerpo, y Sskeer finalmente fue capaz de liberarse. Con el sable en su mano en cuestión de segundos, Velko y el Jedi se irguieron hombro con hombro, con las armas desenfundadas y listos para castigar a cualquier Nihil que se atreviera a atacar.

Pero ninguno de ellos se movió siquiera. Tal vez fuera la doble amenaza del sable y el bastón aturdidor, o el hecho de que los Nihil habían perdido la ventaja. Lo más probable es que tuviera algo que ver con el bláster que se encontraba en la mano de Vane Sarpo, listo para derribarlos en un instante. Velko no sabía si Vane había caído sobre su arma por accidente, o si la había cubierto a propósito con su cuerpo mientras recobraba las fuerzas, pero no importaba, no ahora que la miraba sonriendo tristemente, con serias quemaduras en el rostro.

-Clune tenía razón -jadeó, con ojos brillantes por el dolor-. Nadie piensa nunca en registrar al cobarde.

 

***

 

Los guardias llegaron minutos después, junto con la antigua Padawan de Sskeer, Keeve Trennis, que nunca parecía estar lejos de su maestro. Vane fue transferido a un ala segura del centro médico, sus quemaduras cubiertas y todo rastro de los tatuajes Nihil eliminado de su rostro. El propio Sskeer insistió en montar guardia en la habitación, pero Velko tenía la vaga sospecha de que estaba más preocupado por proteger a Vane de las represalias Nihil que por evitar que el vumano saliera huyendo.

-Lo lamento -le dijo Vane desde su cama.

-¿Que te atraparan? -dijo ella, tratando de no sonreír-. Aunque supongo que esa era la idea general.

Él se encogió de hombros.

-Es difícil asaltar un bloque de seguridad lleno de Nihil si sigues parado en la bahía del hangar.

-Podrías haber confiado en mí, ¿sabías? Podrías haberme dicho lo que estaba pasando, cuando estábamos en el bar.

-¿De verdad? -Se tocó la mejilla, con una ligera mueca de dolor.

-No era dolor de muelas -dijo ella, recordando cómo él hizo una mueca en aquella ocasión-. Era una advertencia.

Él asintió.

-Clune me recordaba que volviera al trabajo. Cosa que tú también deberías hacer. -Mostró esa exasperante sonrisa-. Especialmente si vas a conseguirme un indulto.

-Ya está hecho, pero no he sido yo.

Señaló con la cabeza a Sskeer, que se encontraba junto a la puerta dándoles su ancha espalda.

-¿El viejo dewback tiene corazón?

-El viejo dewback también tiene un oído excelente -rugió el trandoshano sin moverse.

-Gracias, entonces -le dijo Vane, antes de volver a mirar a Valko-. A ambos.

-Volveré luego a ver cómo estás -dijo Velko, dirigiéndose hacia la puerta-. No vayas a ninguna parte, ¿me oyes?

-Veré qué puedo hacer. -Vane comenzaba a sonar más como él mismo, incluso aunque la duda asomase en su voz al volver a hablar-. ¿Vel?

Ella se detuvo, mirándole incorporado en la cama.

-¿Realmente eres feliz aquí? ¿Con todo lo que está pasando? Con los Nihil, y los Jedi, y los...

Ella había esquivado la pregunta la vez anterior que él la había formulado, sentados en el Unity. Esta vez ni siquiera dudó, incluso después de todo lo que había ocurrido en las últimas horas. Precisamente por lo que había ocurrido. ¿Y qué si la vida en la Baliza se había vuelto más difícil? Starlight estaba ahí para ofrecer esperanza, para proteger, para evitar que volvieran a ocurrir cosas como lo de Valo.

Y ella también estaba allí para eso.

-Sí -dijo, desde lo más profundo de su corazón-. No desearía estar en ninguna otra parte.

 

FIN

 

En el siguiente número:

¡“Las sombras permanecen”, una nueva historia de Justina Ireland, en exclusiva para Star Wars Insider!

domingo, 31 de enero de 2021

¿A alguien le apetece una partida de sabacc?

¿A alguien le apetece una partida de sabacc?

Bill Slavicsek y Eric S. Trautmann

 


El juego del sabacc se ha jugado desde hace miles de años, remontándose a los remotos días de la Antigua República. Pueden encontrarse mesas de sabacc en los casinos más lujosos, o en peligrosos establecimientos de mala muerte, y en cualquier otro lugar.

El sabacc se juega con una baraja de 76 cartas-chip. Mediante el uso de microcircuitos en las cartas-chip, los valores de las cartas cambian aleatoriamente, activados por impulsos electromagnéticos enviados por el crupier.

Hay cuatro palos en la baraja: Espadas, Báculos, Frascos, y Monedas. Cada palo consiste en once cartas numeradas (marcadas del uno al  once) y cuatro cartas de rango: el Comandante, la Dama, el Maestro y el As (numeradas del 12 al 15).

También hay dieciséis cartas de figura (dos de cada una de las ocho diferentes cartas), con nombres, símbolos y valores especiales. Son el Idiota (0), la Reina del Aire y la Oscuridad (-2), la Resistencia (-8), el Equilibrio (-11), la Muerte (-13), la Moderación (-14), el Maligno (-15) y la Estrella (-17).

Cuando se reparte una mano, el crupier pulsa un botón en la mesa que envía una serie de pulsos electrónicos aleatorios, que varían los valores de las cartas. Los valores de las cartas pueden cambiar en cualquier momento, y se dice que esta aleatoriedad salvaje es lo que hace que el sabacc sea tan popular.

Durante varias rondas de apuestas y faroles, los jugadores observan y aguardan a que sus cartas cambien. Pueden bloquear cualquiera de sus cartas-chip, o incluso todas, colocándolas en el campo de interferencia de la mesa (ubicado en el centro de la superficie de juego); la carta se queda “congelada” en ese valor.

El sabacc se juega en manos y partidas (una partida puede tener muchas manos). El objeto del sabacc es tener la mayor suma del valor de las cartas que sea menor o igual a veintitrés. Si un jugador tiene un total que sea mayor que veintitrés, menor que veintitrés negativo, o igual a cero, se dice que se ha bombardeado. A cada jugador se le reparten dos cartas-chip para empezar, y siempre debe tener al menos dos cartas-chip en su mano.

El sabacc tiene dos botes distintos. El primer bote, llamado el bote de la mano, se lo lleva aquel que gane una mano en concreto. El segundo es el bote de sabacc, que sólo puede ganarse de una de dos formas.

En las manos de sabacc, un jugador gana si todos los demás se plantan o si bloquea la mayor suma de cartas que sea menor a veintitrés. Si dos o más jugadores empatan, participan en una muerte súbita: a cada jugador se le reparte de la baraja una carta-chip que debe sumarse a su mano bloqueada. La mejor mano después de este reparto gana el bote de la mano. Si sigue habiendo un empate, el bote se reparte.

Hay dos modos de ganar el bote de sabacc. El primero, cuando un jugador tiene un total de exactamente 23, se le llama sabacc puro. El segundo es el arreglo de idiota, que consiste en que el jugador tiene una carta de figura del Idiota (0), una carta por valor de dos y una carta por valor de tres... ¡un veintitrés literal! En la mayoría de mesas, un arreglo de idiota supera a un sabacc puro. La partida termina cuando se ha ganado el bote de sabacc.

Algunos jugadores han encontrado un modo de hacer trampa en el sabacc usando una carta-chip trucada llamada skifter. Un skifter permite al jugador cambiar su valor golpeando la esquina de la carta. El jugador aguarda hasta que consigue el valor exacto que desea. Por supuesto, dejarse atrapar usando un skifter es un buen modo de acabar en el lado equivocado de un bláster...