Starlight
Las sombras permanecen
(Parte Dos)
Justina Ireland
Anteriormente:
Las pesadillas sobre su pasado han estado acosando
a Ghal Tarpfen, jefa de seguridad del Faro Starlight. De algún modo, los Nihil
han descubierto su secreto más oscuro, y esperan que acceda a ayudarles en sus
planes...
Velko Jahen estaba sentada en el centro de
seguridad del Faro Starlight mirando fijamente su terminal y comprobando los
escáneres una vez más. Habían pasado tres días desde que nadie hubiera visto a
Ghal Tarpfen, la jefa de seguridad del Faro Starlight, y Velko estaba
comenzando a temerse lo peor.
Puede que Ghal realmente fuese una traidora.
Todas las pruebas apuntaban a esa conclusión
lógica, pero el instinto de Velko le decía justo lo contrario. Ghal era
espinosa y cortante, pero respetaba la República y hacía las cosas al pie de la
letra. ¿Era posible que alguien tan preocupada por el protocolo participase
realmente en un intento de asesinato?
Unos días antes, alguien había atacado a un
dignatario visitante, el vicepresidente Hackrack Bep, un oficial del planeta
Dalna. Había llegado a Starlight en compañía del Padawan Jedi Imri Cantaros, en
busca de ayuda ante presunta actividad Nihil. Conforme los Jedi y la República iban
empujando a los piratas espaciales al borde de la desesperación con continuas
operaciones contra sus incursiones, más y más planetas solicitaban ayuda, pero
era extraño que el oficial hubiera sido atacado en sus habitaciones poco
después de su llegada. No recordaba nada del ataque, y los únicos fragmentos de
video que mostraban alguna prueba habían sido borrados por Ghal, como
demostraba su número de seguridad claramente grabado en los registros.
Velko había señalado la actividad para que se
investigase más a fondo, pero el droide asignado a la tarea no había encontrado
anomalías en los datos. Con la emergencia en Dalna, que había obligado a que el
Faro Starlight se desplazara por el hiperespacio para prestar ayuda, Velko aún
no había sido capaz de informar en profundidad a Rodor Keen acerca de la
naturaleza exacta de la desaparición de Ghal. Y ahora que había llegado el
momento estaba dubitativa.
Faltaba menos de una hora la reunión que Velko
tenía programada con el oficial de la República de más alto rango en Starlight.
Velko había planeado contarle que la conclusión más lógica era que Ghal había
estado trabajando con los Nihil, pero ahora no estaba tan segura.
Si Ghal estaba trabajando con los Nihil, ¿qué
beneficio obtenía ella de ello? No había depósitos de créditos en ninguna de
sus cuentas financieras, y un registro en las dependencias de Ghal no había descubierto
nada sospechoso.
Velko echó un último vistazo a la información -el
borrado de las imágenes del ataque, la extraña naturaleza de los mensajes en la
cola de mensajes de Ghal- y deseó que la información se convirtiera en algo
menos incriminatorio, algo que no fuera una imagen clara de que Ghal era una
traidora. Tenía que haber una explicación mejor.
***
Ghal Tarpfen se despertó sobresaltada. Se tensó al
darse cuenta de que estaba atada por las muñecas a una silla, en la cocina de
una nave que no reconocía. La oscuridad tachonada de estrellas al otro lado de
un ventanal cercano le dijo todo lo que necesitaba saber. Estaba en un muy mal
lugar.
Ghal sentía la piel seca, tensa e irritada, algo
normal cuando pasaba mucho tiempo sin visitar un nebulizador, de modo que
calculaba que debía llevar fuera al menos un día, si no más. Sentía dolor y
pesadez en la cabeza, una sensación que nunca antes había tenido, y se
preguntaba si le habrían administrado algún tipo de gas incapacitante. Lo
último que recordaba era enfrentarse a la senadora Ghirra Starros en la puerta
de la habitación de algún otro oficial, lo que significaba que la senadora
debía haber tenido un cómplice.
Ghal examinó su entorno, ignorando el creciente
pánico que hacía latir con fuerza su corazón. A juzgar por las superficies brillantes
de la cocina, parecía que la nave era un modelo nuevo, especialmente teniendo
en cuenta la avanzada unidad de procesado de alimentos instalada en una
encimera cercana. Todo estaba brillante e impoluto. Poniendo a prueba sus
ataduras, Ghal decidió que tratar de soltarse era inútil. Necesitaba conservar
sus fuerzas. Alguien estaba pilotando la nave, y en algún momento aparecería para
vigilarla. Cuando lo hiciera, Ghal estaría preparada. El hecho de que aún
siguiera viva era buena señal. Significaba que pensaban que podía serles de
utilidad. Significaba que aún tenía una oportunidad de luchar.
Efectivamente, un rato más tarde la puerta se abrió
deslizándose y dejó pasar a una mujer aqualish de aspecto rudo, con los oscuros
orbes de su único par de ojos y su mandíbula fragmentada dominando su rostro.
-Tú despierta. Bien -dijo entre gruñidos-.
Aterrizamos pronto.
-Yo... ¿dónde estamos? -preguntó Ghal.
-No Espacio. Senadora tiene uso para ti. Por eso,
seguirás con vida mientras necesite.
Ghal no dijo nada. Tenían que ser Nihil -¿quién si
no haría un viaje al No Espacio?- y no les ayudaría en nada. A pesar de lo
nueva que era la nave, la aqualish tenía el rudo aspecto de esos piratas
espaciales. Sus ropas estaban diseñadas puramente para la supervivencia, y el
aparato filtrador que colgaba de su cuello tenía el distintivo aspecto de una
máscara de gas.
Pero más interesante era la llave electrónica plateada
que colgaba de sus pantalones. Lo más probable es que fuera la llave de sus
grilletes. La República usaba un sistema similar, y Ghal estaba bien entrenada
en el funcionamiento de esas llaves remotas. Era el primer rayo de esperanza
que tenía desde que se había despertado.
-¿Puedo tomar algo de agua? -dijo Ghal, forzando la
ronquera en su voz-. Yo... necesito agua.
-Tú espera hasta nosotros aterrizamos.
-Lo siento. No puedo... -dijo Ghal, quedándose sin
habla. Trataba de hacer que su voz sonase débil-. Por favor. No sé cuánto
tiempo llevo fuera, pero mi piel está muy seca.
Eso era cierto, pero aunque Ghal sentía incomodidad
en la piel no corría ningún tipo de peligro por falta de humedad. Pero la aqualish
no tenía por qué saber eso.
La mujer miró con mala cara a Ghal, pero fue a un
armario cercano y extrajo una botella con un vaporizador en el tapón. Se
aproximó a Ghal, quien le lanzó una patada en cuanto la aqualish estuvo lo
bastante cerca. Habían sujetado las muñecas de Ghal, pero no sus pies. La
patada alcanzó su objetivo, golpeando a la mujer en las mandíbulas y dejándola
inconsciente. Ghal usó la punta de los dedos de los pies para palpar la llave
electrónica hasta que se soltaron sus grilletes, liberándola.
Un problema solucionado, innumerables más de los
que ocuparse.
Ghal registró rápidamente a la mujer en busca de
armas; al no encontrar ninguna, la levantó y la colocó en la silla que acababa
de dejar libre, sujetándola con los grilletes.
Resultó que Ghal estaba realmente sedienta. Fue a
la unidad de alimentos y ordenó suficiente agua como para poder beber un poco y
derramarse el resto sobre la cabeza; no se fiaba de lo que quiera que la mujer
aqualish había estado a punto de rociarle.
Y entonces Ghal salió para averiguar qué clase de
Nihil contenía la nave.
***
Velko caminaba nerviosa en el exterior de la
oficina de Rodor Keen esperando a que este terminase su reunión diaria con la
mariscal de Starlight, la Jedi Avar Kriss. Cuando Kriss salió por fin, la mujer
humana de piel pálida saludó a la administradora soikana con un movimiento de
cabeza, y Velko se apresuró a entrar en la oficina del controlador. Se
sorprendió al encontrar que el maestro Jedi Estala Maru seguía hablando con
Rodor.
-Oh. ¿Debería volver más tarde? -preguntó Velko, y
Rodor le hizo un gesto para que se acercara.
-No. El maestro Maru está aquí por el mismo motivo
que tú.
-Ghal Tarpfen -dijo el maestro Jedi; la
preocupación podía notarse en el rostro del kessuriano-. No está en el Faro Starlight.
-No -comenzó a decir Velko-. Parece como si hubiera
huido.
-Alguien la estaba extorsionando -dijo Maru-.
¿Tenías alguna pista al respecto?
Velko negó con la cabeza.
-No. Sabía que algo no iba bien, pero incluso antes
del traslado hiperespacial y la crisis de refugiados dalnanos ya estábamos
desbordadas por el trabajo. Procesando a los Nihil, hemos estado sacando tiempo
de donde podíamos para asegurarnos de que cumplíamos todos nuestros deberes
habituales. -Velko suspiró-. Debería haber notado que había algo que no
cuadraba. -Ella y Ghal no eran amigas, y Velko no era tan tonta como para creer
que la mujer mon calamari le hubiera hecho alguna confidencia. Pero tal vez si
no se hubiera centrado tanto en sus tareas habría notado el cambio en el
comportamiento de Ghal antes de que las cosas se pusieran feas.
Velko no creía que hubiera podido ser de ayuda.
El Jedi asintió, con expresión pensativa.
-Parece que en su mayoría eran inocuos, pero estaba
recibiendo bastantes mensajes del mismo servidor. He tratado de localizar dónde
fueron originados, pero aún estoy esperando que el droide venga con la
respuesta.
-Si Ghal estaba siendo extorsionada puede que haya
ido en busca de los responsables -dijo Rodor-. ¿Se ha encontrado alguna imagen
de ella abandonando Starlight?
Velko negó con la cabeza, mirando al Jedi. Pero él
estaba igual de molesto.
-No. No hay ni rastro de su partida.
-Ghal Tarpfen es una mujer competente -dijo Rodor
tras un largo silencio-. Esperemos que donde quiera que se la hayan llevado
podamos ayudarla cuando lo necesite.
***
Ghal avanzó furtiva por la nave, comprobando
compartimentos y atenta al delator sonido de botas que se aproximasen. Pero la
nave parecía estar vacía, de modo que Ghal regresó a la cabina para ver quién
estaba al mando del asunto.
Una mujer chagriana estaba sentada al timón. Ghal
trató de pillarla por sorpresa, pero la mujer la sintió de algún modo y se dio
la vuelta. Ghal le lanzó un puñetazo antes de que la mujer pudiera terminar de levantarse,
pero fue capaz de bloquear fácilmente el golpe, lanzando por su parte otro
contra la desprotegida sección media de Ghal.
-Ghal. Deberías estar en la cocina -dijo la mujer
mientras Ghal jadeaba en busca de aliento. La mujer mon calamari saltó hacia
atrás para esquivar una patada, y Ghal fue capaz de aprovechar la oportunidad
para lanzar, por su parte, una patada baja que alcanzó su objetivo.
La mujer chagriana cayó al suelo y Ghal se puso
inmediatamente sobre ella, presionándole el pecho con las rodillas para que no
pudiera moverse. La mujer forcejeó, y Ghal tiró de uno de los lethorns de la
mujer y lo retorció hasta que gritó.
-Te conozco -dijo Ghal, una vez que la mujer quedó
inmóvil-. Jeni Wataro. Trabajas para el senador Izzet Noor.
La mujer se rio.
-Trabajo para mí misma. Y, cuando me conviene, para
el Ojo.
Una alarma comenzó a sonar en la cabina, y Jeni soltó
una risotada.
-Esa alerta indica que estamos a punto de
encontrarnos con otra nave. Y en el lugar en el que estamos, te garantizo que no
será nadie de la República.
Ghal presionó con el antebrazo la garganta de Jeni,
haciendo que la mujer jadease sin aliento. No era un modo elegante de someter a
un oponente, pero Ghal no tenía mucho tiempo. Jeni forcejeó y trato de quitarse
a Ghal de encima, pero al final todos sus esfuerzos fueron en vano.
Ghel examinó a la mujer para asegurarse de que aún
respiraba, y una vez quedó satisfecha de no haber matado a Jeni arrastró el
cuerpo apartándolo de la puerta de la cabina, cerrándola y asegurándola para
que no la molestasen.
Ghal no era una muy buena piloto, y no había volado
en lo que le parecían años. Los controles no significaban apenas nada para
ella, y se tomó un instante para mirar las diversas rueditas y pantallas, que
estaban etiquetadas en algo que no era básico galáctico.
La Esperanza restante de Ghal se desvaneció, y
lanzó un largo y fuerte juramento. Por el mar más profundo, ¿cómo se suponía
que iba a hacer girar esa cosa de vuelta a Starlight?
Ghal tomó el timón y trató de alterar el rumbo de
la nave, pero muy rápidamente se dio cuenta de que la configuración estaba
bloqueada de algún modo. Trastear con varios interruptores y botones no hizo
nada, y Ghal se derrumbó en el asiento, invadida por una profunda sensación de derrota.
La última vez que se había sentido así de indefensa fue cuando su antiguo amor,
ahora rey de Mon Cala, la había apartado de su lado.
El pitido de la cabina se volvió más insistente, y
Ghal vio tres naves que se acercaban. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que
comenzasen a abrir fuego contra su nave? La unidad de comunicaciones parpadeó
como si alguien tratase de abrir un canal con la nave, pero Ghal lo ignoró. No
había forma de que pudiera enfrentarse a tres naves llenas de Nihil. Había
perdido. Los Nihil habían ganado.
Ghal cerró los ojos, respiró profundamente y los
volvió a abrir. Tenía que haber algo que pudiera hacer, algo para al menos
alertar a la República de que había peligros acechando entre las algas. Primero
la senadora Shirra Starros, y ahora Jeni Wataro. ¿Cuántos más en el Senado
estarían trabajando con los Nihil para sus propios propósitos?
Ghal no lo sabía, pero abrió un canal de
comunicaciones, seleccionando un amplio rango de frecuencias de destino, la
mayoría de ellas frecuencias del Faro Starlight, pero también algunas mon cal
que recordaba de sus días en la Guardia Real. Tan adentrada en el No Espacio
tendría suerte si siquiera una persona escuchaba su mensaje.
Ghal rspiró profundamente y abrió los canales,
enviando un sencillo mensaje de voz ya que era mucho más probable que llegara
donde alguien pudiera oírlo.
-Mi nombre es Ghal Tarpfen, jefa de seguridad del
Faro Starlight. He sido secuestrada por los Nihil, y para cuando escuchen este
mensaje probablemente estaré muerta. Pero deben saber que el Senado está
comprometido. Al menos dos de sus miembros han estado trabajando con los Nihil:
la senadora Ghirra Starros de Hosnian Prime y Jeni Wataro, ayudante del senador
Izzet Noor de Serenno. Por favor, tengan en cuenta que podría haber otros
espías en el Senado, y en todos los demás niveles de la República.
Ghal se aclaró la garganta y repitió el mensaje una
y otra vez. Cuando llegaron los primeros disparos de las naves que se acercaban,
continuó hablando, repitiendo el mensaje una vez más antes de ponerlo en bucle.
En la puerta de la cabina sonaron unos golpes,
seguidos de un grito en un lenguaje que Ghal no comprendió. Se oyeron algunos
murmullos, cuando otro disparo sacudió la nave hasta el último tornillo.
-¡Desbloquea las cápsulas de escape, maldita
merluza! -dijo la voz de Jeni Wataro al otro lado de la puerta.
Ghal sonrió, por primera vez en muchísimo tiempo.
-Lo siento, no estoy segura de cómo hacerlo.
-¡Entonces déjame entrar para que responda al santo
y seña! Nos estás condenando a muerte.
-Yo tenía familia en Valo -gritó Ghal para que se
le escuchara sobre el ruido de la nave cuando otro disparo activó un nuevo conjunto
de alarmas. Ese último impacto de cañón había dañado los sistemas de soporte
vital y la nave no tardaría mucho en fallar por completo-. ¿Crees que ellos
también suplicaron a alguien que les salvase?
Los golpes en la puerta cesaron, y Ghal se recostó
en la silla y comenzó a cantar la nana que su madre siempre le cantaba cuando
era un pequeño alevín.
Era una muerte mejor de lo que hubiera podido
imaginar.
***
Velko se despertó en mitad de su turno de sueño,
sobresaltada por algo que no podía identificar. Había estado soñando, de eso
estaba segura, ¿pero sobre qué?
Sonó el timbre de su puerta, y cuando fu a abrir
encontró a Imri Cantaros, el Padawan que había ayudado a salvar a los dalnanos
cuando su sistema volcánico inundó con lava su planeta.
-Administradora Velko -dijo con una sonrisa
tímida-. El Maestro Maru trató de llamarla por el comunicador, pero supongo que
no lo escuchó. Hay algo que él quiere que usted escuche.
-Dame un momento -dijo Velko, cerrando la puerta. Se
puso apresuradamente el uniforme y siguió al Padawan hasta el centro de mando,
donde Maru estaba de pie ante varios monitores.
-Velko -dijo Maru, con expresión amable en su
rostro-. Tenemos noticias.
No dijo nada más, solo fue a una estación de
comunicaciones cercana y comenzó a reproducir un mensaje.
-Ghal Tarpfen... secuestrada... Nihil... Senado
está comprometido... podría haber otros espías... la República.
El mensaje comenzó a repetirse, y Velko frunció el
ceño. Había pocas palabras, la mayoría del mensaje era estática.
-¿Qué hay en el resto del mensaje? ¿Qué nos estamos
perdiendo?
-No estoy seguro. Esto es todo lo que hemos sido
capaces de recuperar. Voy a contactar con otras unidades de seguridad para ver
si han recibido algo similar, pero quería que tú lo supieras primero.
Velko asintió, con una sensación de pesadez en la
boca del estómago. Ghal estaba muerta. Había pocos lugares en la galaxia lo
bastante alejados para que pudiera tener problemas en mandar un mensaje, y
donde quiera que estuviera tendría que ser fuera del control de la República.
Sabía que su tiempo estaba a punto de acabar, y pese a todo hizo todos los
esfuerzos posibles para enviar una advertencia como acto final.
-¿Puedes enviarme una copia de eso a mi cola de
mensajes personal? -preguntó Velko, y Maru asintió.
-Lamento tu pérdida- dijo él, y Velko abandonó el
centro de mando sin añadir una palabra, sumida en sus propios pensamientos
oscuros.
Vagó sin rumbo por el Faro Starlight. Aún tenía
tiempo para descansar en su turno de sueño, pero ya no estaba cansada. Caminó
hasta una de las cubiertas de observación, mirando a la aparentemente infinita
extensión de estrellas más allá de la barrera de transpariacero.
Puede que Ghal estuviera muerta, pero sus palabras
aún seguían allí para que Velko las analizase y examinase. ¿Espías Nihil tanto
en el Senado como en la República? ¿Cómo había descubierto Ghal eso? ¿Era por
eso que había desaparecido de Starlight?
Velko
no lo sabía.
Se sentó en un banco y se quedó mirando la vastedad
del espacio, dejando que las emociones se arremolinaran en su interior. Durante
los meses que había estado en Starlight, Ghal Tarpfen le había enseñado a Velko
más de lo que la mujer mon calamari había sido consciente. Ghal había sido
feroz e implacable en su dedicación a la República, y era una buena jefa de
seguridad. Durante la guerra civil soikana, Velko había aprendido lo importante
que era tener aliados. No amigos, sino algo más: una persona en la que siempre
podías confiar para que estuviera en la lucha, alguien que te cuidara la
espalda. Ghal había sido eso para ella, y ahora ya no estaba.
Había una respuesta a la pregunta de quién había
hecho eso, y por qué. Podían ser los Nihil, Ghal no tenía ningún otro enemigo
que Velko conociera, pero en cualquier caso había una respuesta que necesitaba
ser hallada. Velko descubriría quién se había llevado a Ghal y por qué, y
cuando lo hiciera se aseguraría de que la muerte de Ghal obtuviera la justicia
que se merecía.
Pero hasta entonces, Velko se juró a sí misma que
guiaría Starlight a través de cualquier adversidad que viniera por delante. Eso
era lo correcto. Eso era lo necesario.
Se lo debía a Ghal.
FIN