martes, 4 de diciembre de 2012

La prueba de Tinian (y II)


-Vaya, hola, princesa Tinian.
Momentáneamente aterrorizada, Tinian se puso en pie de un salto. Respiró otra vez cuando vio a dos personas conocidas de pie junto a ella. La actual cantante de baladas del Feliz Aterrizaje, Twilit Hearth, llevaba un escandaloso vestido brillante azul zafiro. El compañero de Twilit, Sprig Cheever, lucía una perilla corta y aseada y ropas anodinas. Colocó un vaso de agua Elba delante de ella.
Tinian se apartó las lágrimas de los ojos y lo vació de un trago.
Twilit le tocó el hombro.
-Hey. Hey, ¿qué pasa?
-Yo... –Tinian tragó saliva. Necesitaba aliados, y a Daye, hábil lector de las intenciones de los extraños, estos dos le habían caído bien. (¿Dónde estaría Daye?)-. Tengo que ocultarme. Estoy en un gran problema.
-Hey, no puede ser tan ma...
-Tropas de asalto. Han cerrado la fábrica.
-No -susurró Twilit-. ¿Dónde está... ya sabes, tu príncipe?
-No lo sé –gimió Tinian.
Twilit tomó el codo de Tinian.
-Ven conmigo. No hay tiempo que perder.
Twilit tiró de ella a través de un pasillo oscuro y desordenado detrás de la cocina, y luego subieron un tramo de escaleras hasta un pequeño y estrecho dormitorio-vestidor.
-Gracias, Twilit -objetó Tinian-, pero buscarán aquí arriba.
Dejó sus objetos de valor bajo un viejo estante para botas, y entonces se asustó. Había cortado tres circuitos electrónicos del panel de control. Ahora tenía sólo dos.
-Vamos a ocultarte a plena vista. –Twilit agarró un vestido rojo brillante-. Pero tenemos que movernos rápido. Ponte esto.
¡Se le había caído un circuito electrónico! Concéntrate, Tinian. En primer lugar tienes que sobrevivir. Tinian observó las curvas de Twilit, y luego miró su propio mono de talla única.
-Twilit, esto no va a...
-Tienes sólo unos minutos -dijo la cantante-. ¿Vas a entrar en sus puntos de mira vistiendo ese uniforme?
Tinian se quitó su mono y tomó el extravagante vestido. Para su sorpresa, el relleno se deslizó en su posición en todos los lugares adecuados. La cantante no era más voluptuosa de Tinian, no físicamente. Se miró en el único espejo de la habitación. Su rostro se asomó con el cuerpo de otra persona.
-No está mal -dijo la cantante-, pero podemos hacerlo mejor. -Lanzó hacia Tinian un par de zapatos por el suelo y hurgó en un bolso de lona hecho jirones-. Supongo que sabes cantar.
-No como tú.
Con agrado, Tinian se puso un zapato. Demasiado grande, pero serviría para proteger su pie dolorido.
-La mayor parte de los imperiales no sabría distinguir un gorrión cantor de un crupa de las nubes. Tú te sabes todas mis canciones, he visto cómo se mueven tus labios. –Twilit abrió un frasco y embadurnó la cara de Tinian con algo. Tinian se vio sometida a varias capas de pintura y un peinado rápido, con varios tirones de pelo antes de que Twilit anunciase-: Se acabó el descanso, Princesa. Bajar y demuestra lo que vales.
Tinian miró de nuevo al espejo. Ahora, sólo la extraña le devolvió la mirada.
-¿Por qué estás haciendo esto? -preguntó. Los labios de la desconocida se movieron cuando ella habló.
El rostro de Twilit apareció junto al de la extraña. Ardía fuego en los ojos azules de Twilit... del mismo tono que los suyo, se dio cuenta Tinian.
-El imperio y yo tuvimos ciertas desavenencias hace cuatro o cinco sistemas -respondió Twilit-. Ahora ve allá abajo.
-Pero...
-Estoy terriblemente enferma. No podré cantar otra nota durante al menos una hora. Ve. Cheeve y Yccakic te ayudarán.
Tinian se tambaleó escaleras abajo. Ahora que sus ojos se habían acostumbrado, podía ver el interior de la cervecería. Dos clientes humanos estaban sentados ante una mesa, un devaroniano solitario en la barra. En un escenario despejado y triangular elevado sobre el nivel de las mesas, Sprig Cheever estaba inclinado, haciendo crujir sus nudillos sobre las teclas negras, blancas y verdes de un TecladoBase que casi le rodeaba. El otro miembro racional de la banda, un bith llamado Yccakic, pulsaba las cinco cuerdas de su viola de fondo mientras ajustaba botones en el largo mástil del instrumento. Redd Copo de Metal, el sistema de sonido droide autónomo del grupo, estaba sentado detrás de ellos ajustando audiblemente sus circuitos.
-Creo que... me toca cantar a mí –dijo Tinian con voz ronca-. Twilit se siente mal.
Cheever le sonrió desde el escenario.
-Nos apañaremos.
Tinian subió a su lado. Él tocó dos acordes que ella reconoció, y se lanzó a cantar "Todo lo que puedo hacer" con todo el coraje que pudo reunir. Ahora que se había calmado un poco, sólo podía pensar en Daye. ¿Cómo podía cantar, con Daye en terrible peligro... si es que estaba vivo?
Sin previo aviso, dos soldados de asalto atravesaron la puerta delantera del Feliz. Tinian tragó saliva. Disimuló el compás que había perdido improvisando una letra. Un soldado la miró. Inmediatamente apartó la mirada. Se sintió aliviada... y dolida, también. ¿Era tan poco atractiva en la vida real?
Los soldados iban rápidamente de mesa en mesa. Justo cuando desaparecieron en la cocina, un estruendo sísmico sacudió la cervecería. Los clientes se deslizaron debajo de las mesas. Tinian se tambaleó, tratando de agarrar algo, y alcanzó el brazo de Yccakic.
-¡Fuera del escenario! –ordenó Cheever. Yccakic dejó caer su viola y arrastró a Tinian por unas escaleras estrechas y despejadas, y luego salieron a la calle, oscura por el atardecer.
Tres gigantescas bolas de fuego iluminaron el cielo del norte, alzándose bajo las nubes bajas precisamente donde antes se encontraba Armamento I'att.
Los dos soldados de asalto salieron corriendo del Feliz Aterrizaje. Pasando sin mirar atrás, echaron a correr por la calle. Un cliente que había seguido a Yccakic al exterior saludó a las bolas de fuego con el puño levantado.
-¡Abajo los ricos! –exclamó entre carcajadas-. ¡Abajo el Imperio! ¡Arriba la anarquía!
-Hey -farfulló Yccakic-. ¿Estás bien, niña?
A Tinian le silbaban los oídos. Su visión se oscureció desde los bordes hacia adentro.
Cayó desplomada.

***

Un fornido extranjero irrumpió en el Feliz Aterrizaje cerca del amanecer. Tinian, aún disfrazada de Twilit, estaba inclinada en un banco cerca de Cheever. El extranjero pidió un Aliento de Soldado, bebió el contenido verde amarillento del vaso, y luego miró a su alrededor buscando compañía. Al ver a Tinian y Cheever, se tambaleó hacia ellos.
-Eso me vendrá bien. He estado buscando y levantando pesos toda la noche -declaró.
-¿Qué pasa? -Cheever posó con aire casual su mano en el hombro de Tinian.
-Acabo de pasar cuatro horas trabajando como un burro para el Imperio. El soldado que estaba al mando reclutó todo el músculo que pudo encontrar en las calles.
-¿Para qué?
-Nos hizo registrar Armamento I'att... o el cráter que solía ser Armamento I'att... en busca de supervivientes.
La cervecería dio vueltas alrededor de Tinian.
-¿Encontraron alguno?
Cheever le apretó el hombro.
El voluminoso recién llegado negó con la cabeza.
-El deslizador del Gran Moff fue el resto más pequeño que pudimos identificar. Aparte de eso, nada. En absoluto. Para mí, parecía un trabajo desde dentro. -Eructó y luego sonrió de oreja a oreja-. Algún valiente lunático suicida debía tener muchas ganas de arrebatárselo al Imperio.
Alzó la copa en silencioso homenaje.
Tinian le miró fijamente. Daye ¿muerto? Todas esas promesas... ¿rotas?
No sólo Daye, sino también el abuelo, la abuela, y Wrrl.
Toda su vida.
Perdió la noción del tiempo después de eso. Algunas horas más tarde, la banda se reunió arriba, sobre las cocinas.
-Es hora de dejar Druckenwell. -Cheever dejó caer sus largas piernas sobre un cajón de embalaje-. Este lugar es demasiado caliente para mí.
-Para mí también –añadió Twilit.
-No conseguiremos ir muy lejos -se lamentó una monótona voz metálica. -Cheever había arrastrado a Redd Copo de Metal escaleras arriba y había colocado al droide de sonido con forma de caja en un tramo de suelo-. Todo el mundo se mete con los músicos.
Twilit se cruzó de brazos.
-Nos iremos -dijo con firmeza-. La última vez que no hicimos caso a Cheever, estuvimos a punto de perder nuestros instrumentos en el incendio de un apartamento. ¿Hay alguien buscándonos, Cheeve?
-Todavía no.
Tinian apenas escuchaba. Estaba en shock. Nada me va a tocar de nuevo. Nada. Nadie. Jamás.
Yccakic hizo oscilar una serie de pliegues alrededor de su pequeña boca.
-¿Alguien ha mirado afuera? Tenemos un manto de vehículos repulsores sobre Il Avali. La seguridad será el doble de lo habitual; en la aduana, el triple. Y prometimos a Tinian...
-Lo conseguiremos -predijo Cheever.
Twilit se aclaró la garganta.
-Arregla mi identificación para ella. Me quedaré unos cuantos días aquí sin llamar la atención.
Cheever arqueó una ceja.
Twilit se encogió de hombros.
-Si Comus puede hacer que mi identificación valga para Tinian, puede hacerme un duplicado, tranquilo. Estaré bien.
Cheever se acarició la barba corta.
-Eso funcionará. Pero, princesa, acerca de ese... equipaje tuyo. No creo que debamos correr el riesgo de pasarlo por las aduanas imperiales.
Eso atravesó la introspección de Tinian. Incluso con una placa de circuito faltante, esas piezas podrían ayudar a alguien a recrear el campo anti-energía.
-Espera –suplicó-. La gente de aduanas no tendrá ni idea del aspecto que se supone que tienen vuestros instrumentos... ¿verdad?
Twilit se encogió de hombros.
-Son analfabetos musicales –convino-. ¿Adónde quieres ir a parar?
-Ya está en pedazos -respondió Tinian-. Adjuntarlos a vuestros instrumentos.
Cheever se acarició la perilla.
-Sí –dijo, arrastrando la palabra-. Puedo adaptar la mayor parte de las piezas para que parezcan que forman parte de las entrañas del TecladoBase.
-A mí no me estorbarían una o dos placas de circuito -proclamó Redd. Un toque de eco añadió confianza a su voz.
Tinian se preguntó si se estaba volviendo loca. No le importaba si vivía o moría, pero debía conseguir que el transmisor de campo atravesase la aduana.
-¿No podríais abandonar Druckenwell más seguros sin mí? Si me atrapan tratando de pasar con la identificación de Twilit, nos enviarán a todos nosotros a las minas de especia.
Afectuosamente, Twilit revolvió el cabello de Tinian.
-Conocemos buena gente fuera de este mundo –dijo-. Gente que puede usar esas cosas contra el Imperio. Querrán conocer a la princesa I'att. Te lo garantizo.

***

Una puerta se cerró de golpe.
-Ella estaba allí, en efecto -declaró Woyiq.
Daye se estremeció. La voz del hombre grande y fornido se clavaba como puñales en su cabeza herida.
El otro hombre (¿o era un gotal? Los ojos de Daye no lograban enfocar) se volvió para hacer callar a Woyiq.
-¡Hey, no tan alto!
-Lo siento. -Woyiq llegó hasta la cabecera de la cama de Daye-. Lo siento. -El enorme humano había sacado a rastras a Daye de entre las irregulares losas de duracemento, trabajando en la oscuridad casi total en el fondo del nuevo y profundo cráter de Il Avali-. Realmente, lo siento...
Daye apretó la mano de su cuidador.
-¿Conseguiste...?
-Espera -dijo el... sí, con unos cuernos como esos tenía que ser un gotal-. Ven aquí, carro de combate gigante.
Woyiq se acercó aún más.
-¿La encontraste? –susurró Daye-. ¿Ella está bien?
El hombre fornido puso una mano en el hombro de Daye, vendado con sintocarne. Sus dos piernas también habían sido aplastadas, y una mano... y no se atrevían a llevarlo a un médico.
-Estaba en el Feliz Aterrizaje, con la banda. Acertaste con tus suposiciones.
Daye tragó saliva. Incluso ese pequeño movimiento le dolía.
-¿Lo hiciste?
-Le dije que no encontramos supervivientes. Ella...
-Gracias. Gracias a ambos.
Daye cerró los ojos. No podía soportar oír cómo había tomado Tinian la noticia de su supuesta muerte, todavía no. Casi deseaba poder disolver su cuerpo en la nada y convertir el fatal anuncio de Woyiq en realidad.
Pero era evidente que el universo le había salvado... en su mayor parte... durante un tiempo. No podía arrastrar a Tinian a la existencia furtiva que tenía la intención de llevar ahora. Woyiq y su cómplice gotal habían prometido recomendarle para entrar a la Rebelión tan pronto como las cosas se calmasen en Il Avali. La Rebelión necesitaba su talento. Además, puede que fueran capaces de arreglarle... de algún modo.
Mientras tanto, había decidido que sería menos cruel dejar que Tinian le creyera muerto. Ella dejaría Druckenwell. Inteligente y capaz, se labraría una nueva vida.
Aunque él nunca amaría a nadie más.
-Adiós, Tinian -murmuró hacia la pared-. Que la Fuerza te acompañe.

***

La aduana bullía de actividad, cuatro veces más de lo que Tinian hubiera visto nunca... pero pasaron, tal y como Cheever había predicho. Tinian lo siguió por un maloliente pasillo hacia la bodega de cuarta clase del transporte. Encontraron asientos cerca de Yccakic. Redd iba en la bodega de carga, guardando los instrumentos manipulados.
Tinian se dejó caer, alegrándose de que esa bodega no tuviera ventanillas. Ninguna última visión de Druckenwell se fijaría en su memoria.
Sola en la galaxia, a excepción de dos virtuales desconocidos, y con un cargamento de componentes electrónicos ilegales, encontraría alguna manera de ayudar a derrocar el Nuevo Orden. Cada vez que dañase al Imperio de Palpatine sólo un poco, dedicaría esa pequeña victoria a la memoria de Daye Azur-Jamin y la vida que podrían haber tenido.
Que la Fuerza te acompañe, amor. Echándose hacia atrás, Tinian se limpió las lágrimas de los ojos y se preparó para el despegue.

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