Sólo negocios
Paul Danner
El
anciano dejó escapar un fuerte gemido y rodó sobre su espalda. El callejón
apestaba. Los hermanos Turka olían aún peor. Por el olor, uno podría pensar que
cualquiera de los dos hermanos efluqui llevaba meses sin ver el interior de una
ducha sónica. Y estaría en lo cierto...
Hurka,
el mayor de los Turka, olfateó las fichas de crédito del hombre como si fuera
buen brandy savareen. Los efluqui tienen un sentido del olfato muy
desarrollado. Sus habilidades olfativas les permiten detectar la presencia de
otro miembro de su especie a más de 100 metros de distancia; lo que está bien,
ya que, por norma, los efluqui no se llevan demasiado bien entre ellos. Donde bien significa sin vibrohojas ni rápida
pérdida de importantes fluidos corporales. A menudo prescinden de observar los
estándares galácticos de limpieza para poder enmascarar su esencia ante otros
efluqui. En conjunto, la especie es desagradable, cruel y violenta. Criminales
natos. Los hermanos Turka eran una de las pocas excepciones. Igual de
desagradables, crueles y violentos, pero se llevaban bien. Más o menos...
-Unos
míseros 1.500 créditos –dijo Hurka, propinando una rápida patada a las
costillas del hombre caído.
Murka
miró a su hermano con una mueca.
-Te
dije que no conseguiríamos mucho dinero con el robo. –Anunció su turno de
palabra con otro puntapié al viejo tipo-. Necesitamos volver al mercado negro
antes de morirnos de hambre.
-¡No
voy a suplicarle nada a ese anomid desgraciado! –Hurta Turka acentuó su
afirmación con otro fuerte viaje de su bota que envió al hombre contra un
montón de basura.
-Hay
muchos más señores del crimen por ahí –replicó Murka. Era el más listo de los
dos. Lo que era como decir que una pieza de fruta ipplar estaba menos llena de
gusanos maggel que otra-. Sólo que no en este estúpido mundo.
-¿Y
de quién fue la idea? “Vámonos a Lianna, Hurka. Allí no hay crimen. Podemos
monopolizar el mercado.” Rokosh.
–Hurka enfatizó la maldición efluqui con un escupitajo que envió volando por
encima de la cabeza de su hermano. Entre efluqui normales, esa simple acción
suponía un derramamiento de sangre inmediato.
Sin
embargo, Murka estaba momentáneamente perdido en sus pensamientos, y no
advirtió el desafío.
El
anciano comenzó a alejarse reptando tan rápidamente como pudo, lo que no era
demasiado debido a sus múltiples contusiones, dos costillas fracturadas, y una
pierna rota.
-El
secreto del negocio es encontrar un vacío y llenarlo. ¿Cómo se suponía que iba
a saber que este lugar era un agujero negro? –Murka sacudió su gran papada-.
¿Quién ha escuchado hablar nunca de un mundo donde es ilegal llevar armas...?
-Podríamos
hablar con Vocta. He oído que va a dar alguna clase de fiesta en el Traxx este
fin de semana. –Hurka encogió sus anchos hombros-. Tal vez nos envíe una
invitación...
-¡Rokosh! Vocta nos acusó de esquilmarle
un cinco por ciento extra del trato Tanalodi.
-Cosa
que hicimos –añadió voluntarioso Hurka.
-¿Realmente
crees que vaya a invitarnos a esa fiesta?
-Todo
es posible.
El
sonido de un motor repulsoelevador acercándose llamó su atención. Ciertamente,
su olfato era afilado, pero aparentemente ninguno de ellos había detectado el
pequeño droide esférico que flotaba hacia ellos.
-¿Qué
es esa cosa? –preguntó Hurka.
Murka
hizo una mueca.
-Parece
un droide mensajero. La gente rica los usa aquí continuamente.
El
compacto orbe de circuitería en cuestión era, efectivamente, un mensajero
mecánico. El Buscador Arakyd BA-M12, diseñado para, primero, localizar e
identificar al receptor previsto y luego entregarle el mensaje pregrabado que
desee el remitente.
El
pequeño droide flotó ante ellos, zumbando ligeramente mientras escaneaba a los
hermanos Turka.
-A
veces necesitan una contraseña –indicó sabiamente Murka.
-¿Como
cuál?
-Rockosh. ¿Cómo voy a saberlo? No esperaba una entrega.
El
buscador pitó dos veces, aparentemente satisfecho.
-Creo
que nos ha aceptado.
Murka
sonrió ampliamente, mostrando colmillos amarillentos.
-Tal
vez Vocta nos envíe un mensaje...
El
anciano magullado y molido a golpes finalmente había alcanzado el extremo del
callejón. Estaba a punto de gritar pidiendo auxilio cuando la explosión estalló
tras él. La onda de choque resultante sacudió toda la manzana. Llamas
abrasadoras brotaron sobre su cabeza como chorros de fuego y el espeso humo
negro se elevó hacia el brillante cielo azul de Lianna.
***
Yin
Vocta se asomó sobre la barandilla, mirando hacia abajo, al nivel inferior del
Bantha Traxx. Sostenía uno de los banthas de peluche que podían comprarse en la
tienda de regalos. Con aire ausente, daba vueltas a la pequeña bestia por uno
de sus cuernos mientras observaba su club. La concurrencia aún era escasa, como
solía serlo a menudo nada más abrir. Algunos seres dispersos comenzaban a
ocupar la pista de baile, moviéndose según sus propias interpretaciones del
ritmo. Ahora, las mesas estaban ocupadas principalmente por parejas, y el
grueso de los parranderos que salían de juerga aún no se había reunido como un
rebaño errante para abarrotar el interior del club.
Si
Vocta escuchó acercarse a Sha’Dria, no dio señal externa de ello.
-Un
crédito por tus pensamientos –dijo ella. Con un lánguido bostezo, Sha'Dria se
acomodó en la barandilla junto al anomid.
Vocta
respondió sin molestarse en levantar la mirada.
-Querida,
a estas alturas ya deberías saber que mis reflexiones valen sustancialmente más
que eso...
-Contigo,
todo es dinero.
-Sí
–respondió sin un microsegundo de duda-. Y hablando de ello, ¿quién se está
ocupando de tu estación de refrigerios?
Sha’Dria
miró por encima de su hombro hacia el Oasis. Habitualmente era la más
abarrotada de las barras de bar dispersas por el Traxx, pero en ese momento
tampoco había terminado de arrancar con fuerza.
-Me
está cubriendo Sysrci. Creo que puede apañárselas con la gente que hay ahora.
-Sí,
supongo que puede. –Vocta centró finalmente su atención en la bella mujer que
estaba a su lado-. Aunque ni de lejos tendrá el glamour de su encargada
habitual. –Los rabillos de sus ojos se arrugaron, lo que era la única forma de
saber si el anomid estaba sonriendo bajo su máscara vocalizadora-. La línea
entre la competencia y la excelencia es a menudo la diferencia entre la pérdida
y la ganancia.
Sha’Dria
ajustó su propia máscara de diseño complicado, ruborizándose ligeramente en las
mejillas.
-Vaya,
vaya... ¿Eso era un cumplido?
-Simplemente
la enunciación de un hecho –dijo Vocta, entrelazando sus doce dedos en un
complejo patrón alrededor del bantha de juguete. Se preguntó con aire ausente
su la máscara de Sha’Dria era empática o simplemente translúcida para los
colores-. Tómalo como quieras.
-Lo
haré –dijo ella, con la sombra de una sonrisa asomando a sus labios-. Y
gracias.
Vocta asintió con aire ausente, volviendo a
contemplar el local. Tras un instante, señaló una atractiva pareja acurrucada
en un reservado en una esquina, con una botella.
-Ahí... ¿Ves a esos dos?
Sha’Dria asintió, observando cómo la joven mujer
rubia servía otra copa a su atractivo compañero alto y moreno.
-Qué romántico –suspiró.
-Oh, sí –dijo Vocta, con los ojos brillando con
maldad-. Esa preciosa joven tiene un aspecto realmente deslumbrante con ese
impoluto vestidito blanco, pero estoy seguro de que su pretendiente no la
encontrará tan deseable con su habitual ropa gris de la OIS...
-¿Pero cómo puedes...?
-Tengo mis métodos. –Por un momento, pareció
reticente a dar más explicaciones, pero finalmente continuó-. La chica llegó
antes y pidió una botella de oporto de Bespin añejo. Su único sabor agridulce
es una elección ideal para disfrazar sustancias extrañas. De hecho, la bebida
es tan utilizada por asesinos y otros tipos desagradables, que se ha ganado el
apodo de Sorpresa de Bespin.
-¿Sustancias extrañas?
-Como el narcótico que está liberando ahora mismo de
ese anillo exageradamente grande y recargado de su pulgar. Material estándar de
la OIS. Bastante obvio, pero efectivo.
-Bueno... –Sha’Dria se mordió el labio inferior-. A
veces hasta los agentes encubiertos se enamoran.
-Sí, pero no de sus objetivos. Lo más probable es
que ese joven sea un agente de la Alianza. Le he visto aquí antes, le escuché
hacer preguntas equivocadas. Preguntas que le hicieron llamar la atención. –El
anomid se encogió de hombros como si aquello no fuera con él-. Posiblemente
ella lleve bastante tiempo detrás de él como si fuera un pez luminoso en el
sedal.
Sha’Dria meneó la cabeza con asombro, y entonces
estudió con cuidado el rostro impasible de Vocta.
-Así que puedes distinguir a un espía sólo con
mirarle. O mirarla.
Vocta le mantuvo fríamente la mirada, y sus ojos se
cruzaron por un instante.
-No siempre.
Antes de que Sha’Dria pudiera responder, Vocta
advirtió a Tezz haciendo señas en la distancia. El nervioso humano parecía
desesperado por atraer la atención de su jefe sin alertar a Sha’Dria. Si Tezz
se había atrevido a interrumpirle, es que estaba ocurriendo algo importante.
Con toda probabilidad algo malo.
El anomid inclinó la cabeza casi imperceptiblemente,
con la esperanza de que incluso un cabeza hueca como Tezz captaría la señal.
Vocta puso su mano sobre el hombro desnudo de la
camarera.
-Sé buena y guárdame el sitio. –El anomid comenzó a
caminar hacia su oficina, y quedó aliviado al ver que Tezz ya había
desaparecido de la vista. Tal vez su ayudante realmente era un
poco más listo que un ronto-. Enseguida vuelvo.
-¿Eso es una amenaza o una promesa? –dijo Sha’Dria
en voz baja tras él.
Vocta la miró por encima de su hombro, ofreciéndole
un rápido guiño de ojos. Le lanzó el bantha de peluche.
-Tómalo como quieras.
***
La
puerta se cerró deslizándose tras Vocta cuando este entró en su lujosa oficina.
Tezz ya estaba esperando cerca del escritorio de madera trenzada de Vocta, con
su habitual expresión de total ansiedad. Sin embargo, esta vez la angustia
palpable estaba mezclada con una dosis de distracción.
Vocta
se deslizó en la silla de fresco replicuero blanco y esperó. Después de unos largos
instantes, miró fijamente a Tezz... Tamborileó con los dedos... Admiró los
bastones gaderfii cruzados que colgaban de la pared...
-Aún
no he completado ese curso por correspondencia de lectura mental Jedi, ¿sabes?
-¿Señor?
El
anomid dejó escapar un audible suspiró y agitó su mano de seis dedos.
-¿Cuál
es el problema, Tezz?
-Es
Na-Grujha, señor.
Vocta
arqueó una ceja.
-¿Qué
pasa con él?
-Ha
dejado incontables mensajes para que usted contacte con él en referencia al...
–Tezz bajó la voz con tono conspirador-... cargamento.
El
anomid resistió el impulso de poner los ojos en blanco. Si había algún lugar en
Lianna donde podías hablar libremente sin la menor preocupación de estar siendo
espiado o de que hubiera dispositivos de escucha, era la oficina de Vocta.
-Debería
haber sabido que no debía hacer tratos con un da’lor iphariano. Ni siquiera con
uno rico...
-Na-Grujha
es de lo más insistente acerca de hablar con usted del asunto. Es bastante...
intimidante.
Vocta
dejó escapar una risita.
-Ah,
Tezz... Sólo hay dos categorías de seres peligrosos en toda esta galaxia. Los
que intimidan y los que triunfan. Alguien que intimida pone a su víctima sin
traje de vacío en la esclusa de una nave y sostiene un dedo sobre el
interruptor de control. El que intimida sólo es peligroso porque otra persona
le permite serlo –dijo Vocta mientras activaba su unidad personal de
comunicaciones.
El
holocomunicador Vec-Tech 450 integrado en su escritorio era tecnología punta
tanto en calidad de transmisión como en sistemas de seguridad, con la habitual
simplicidad elegante del diseño Vec-Tech. La compañía de tecnología avanzada
producía objetos que normalmente no tenían rival en calidad y precio, lo que no
suponía una sorpresa para alguien que supiera que Yin Vocta poseía la rentable empresa.
-Luego
están los triunfadores... –Vocta introdujo su contraseña y tecleó los dígitos.
Al terminar, miró a Tezz y guiñó un ojo-. Se limitan a volar toda la maldita
nave en primer lugar.
Tezz
lo pensó un instante, e inmediatamente supo qué metodología prefería su jefe.
Un pequeño escalofrío recorrió su espalda.
Se
escuchó momentáneamente un zumbido mientras la información se transfería
instantáneamente por el comunicador. Vocta hizo girar su silla para mirar a la
gran holopantalla tridimensional que salió deslizándose de la pared tras su
escritorio, desplegándose en un patrón triangular.
-Déjame
solo.
Tezz
obedeció rápidamente, abandonando la oficina.
El
aire del interior del visor chisporroteó cobrando fantasmal vida, proyectando
la feroz imagen de Itahn Na-Grujha en tres terroríficas dimensiones espaciales.
El serpentino da’lor iphariano tenía un rostro temible, con un hocico alargado,
grandes pupilas rasgadas del color de las gemas de fuego, y fila tras fila de
dientes afilados como cuchillas. Por esta razón, la mayoría de los miembros de
su especie que trataban con el público ocultaban sus rostros para facilitar la
interacción. A Na-Grujha no le preocupaba demasiado si causaba alguna
incomodidad. Al contrario, disfrutaba bastante de ello.
-Vocta
–siseó Na-Grujha-. Quiero esos detonadores...
-Tranquilízate,
Itahn, los tendrás tal y como prometí.
-¿Cuándo?
-Según
lo previsto. –El rostro de Vocta permaneció impasible-. En una semana estándar
a partir de hoy.
-¿Los
tienes ahora?
-Si
los tengo o no, no supone ninguna diferencia. Nuestro acuerdo especificaba la
fecha de la transacción.
-Podría
darles buen uso de inmediato –dijo el da’lor iphariano, puntuando sus palabras
con el chasquido, fuera de la imagen, causado al extender y retraer las púas de
su cola.
-No
lo dudo –respondió secamente Vocta-. A decir verdad, estoy esperando su
llegada.
-¿Cuándo
se espera el envío?
-Una
vez más, eso no es de tu incumbencia.
La
cresta espinal de Na-Grujha tembló con rabia.
-Voy
a gastarme un cuarto de millón de créditos, Vocta. Cualquier cosa que hagas
bajo el auspicio de nuestro acuerdo es
de mi incumbencia.
Vocta
entrecerró los ojos hasta convertirlos en rendijas.
-Dime,
Itahn... ¿Estás familiarizado con el viejo dicho barabel acerca avanzar a la
ligera sobre el campo de minas gravitatorias? Trata de recordar que soy tu
facilitador. No tu sirviente.
-Y
tú trata de recordar que no soy uno de tus habituales cuatreros de nerfs de
tres al cuarto. Hasta que nuestro contrato haya finalizado y esté en posición de
esos detonadores, serás lo que yo diga que seas.
Vocta
inclinó la cabeza como si estuviera reprendiendo a un niño pequeño. Su tono de
voz se ajustó en concordancia.
-Ciertamente
espero que eso no pretendiera ser una amenaza.
-Desde
luego que no. –Na-Grujha sonrió sin rastro alguno de benevolencia. Era difícil
parecer encantador con una boca llena de cuchillas-. Considéralo mejor una
insinuación bastante obvia.
-Ya
veo... Qué suerte para ambos, entonces. –Vocta hizo una pausa-. Por cierto,
¿qué tal le va a Dekalba?
Na-Grujha
pareció momentáneamente desconcertado.
-No
tengo noticias de ese viejo pirata desde hace meses. Se dice que desapareció en
la Expansión cuando intentaba la Carrera Reecris. –Sus ojos de reptil
parpadearon en rápida sucesión-. ¿Por qué?
-Por
algún motivo, su nombre acaba de venirme a la cabeza –dijo Vocta encogiéndose
de hombros-. Hmmm... Qué extraño, creo que las últimas palabras que Me dijo
Dekalba fueron “Será mejor que vigiles tu espalda, Vocta”. –El anomid soltó una
risita-. Es curioso cómo recuerdas esas cosas en el momento más extraño. ¿No te
parece?
-Sí
–siseó Na-Grujha a través de su fila frontal de incisivos-. Un completo
capricho del destino.
-Supongo
entonces que hemos dejado claro este asunto.
-Cristalino
–dijo Na-Grujha-. Por cierto –añadió inocentemente-, he escuchado que tus
asesinos... –se llevó un momento una garra a la mano en un gesto
avergonzado-... ups… quería decir asistentes... están en una misión. Lástima
que ni R’Kayza ni Tice estén allí para echarte un ojo en estos tiempos peligrosos.
De un antiguo piloto a otro, yo me aseguraría de vigilar a mis seis.
-Agradezco
el consejo. Siempre reconforta el corazón cuando un amigo se preocupa por ti.
Vocta
apagó bruscamente la unidad holocomunicadora y el señor del crimen da’lor
iphariano se desvaneció como un defel en la noche.
Vocta
se reclinó en la confortable silla de replicuero, juntando los dedos bajo su
barbilla. Habitualmente era el anomid el que monopolizaba el mercado de
información. Aparentemente, había subestimado ligeramente los recursos de
Na-Grujha. Aunque no era un problema del que preocuparse demasiado. Había
tomado nota del descuido, y era el momento de seguir adelante... Vocta siempre
se permitía cometer algún error. Siempre y cuando nunca se repitieran.
***
-Discúlpame
un instante, voy a refrescarme –dijo Solette con un guiño taimado. Se levantó
de la mesa y caminó lentamente hacia la unidad sanitaria, moviéndose con un
lento balanceo sensual que aprovechaba sus recursos al máximo de eficiencia. El
elegante y bastante breve vestido que se ceñía a su físico atlético sólo
acrecentaba el seductor efecto general.
Broegan
observó a la figura que se alejaba, completamente hipnotizado con su rítmico
vaivén. Parpadeó un par de veces para tratar de aclarar su cabeza, pero sus
pensamientos iban tan lentos como los glaciares de Hoth. Ante todo, se sentía
cansado, lo que era extraño ya que había tenido una buena noche de descanso.
Broegan siempre se aseguraba de descansar suficiente cuando estaba en una
misión. Especialmente en una tan importante como esa. Ciertamente no quería
arrojar una hidrollave a esos engranajes...
Tal vez otro trago de oporto de
Bespin ayude a aclarar un poco las cosas, pensó mientras se inclinaba para rellenar
su copa vacía.
Apenas
podía creer en su suerte hasta ahora... No sólo había encontrado a alguien a
quien utilizar como parte de su tapadera, ¡sino que ese alguien resultaba ser
una chica hermosa! Y aún mejor, parecía verdaderamente interesada en él. Al
menos, lo suficiente como para invitar ella a las bebidas. Eso nunca antes le
había ocurrido a Broegan.
Sonrió
a través de la niebla que cruzaba por su consciencia y terminó de servirse.
Aunque había caído más oporto en la superficie de la mesa que en su copa de
cristal, había suficiente para algunos sorbos agridulces más.
***
Solette
entró en la unidad sanitaria de señoras y cerró la puerta tras ella. Dio la
vuelta al tirante derecho de su vestido, revelando un pequeño comunicador
sujeto al suave tejido. Cuando Solette activó el dispositivo seguro, el canal privado
de comunicaciones se encriptó automáticamente, para que fuera descodificado a
kilómetros de distancia en una instalación militar imperial oculta.
-Despejado
–dijo a media voz-. ¿Qué ocurre, Control? –añadió ligeramente irritada.
Una
voz metálica respondió.
-Hemos
detectado una transmisión codificada desde tu ubicación. Con origen en el
interior de la oficina de Vocta.
-¿Se
ha desencriptado?
-Negativo
–fue la respuesta filtrada-. La holo-portadora era altamente sofisticada. En
cualquier caso, la transmisión ha sido rastreada por nuestro Programa Sabueso
Beta a través de cada uno de sus puntos de salto de ancho de banda... Hasta una
ubicación en Lianna.
Solette
abrió ligeramente la boca.
-El
comprador está aquí, entonces. Transmite la dirección exacta a mi tableta de
datos tan pronto como sea posible.
-Recibido.
–Hubo una ligera pausa-. ¿Informe de estado?
-Con
esta información, puede que ya no necesite más al rebelde. –Sus gruesos labios
formaron una sonrisa depredadora-. Supongo que se aplican los parámetros de
eliminación.
-Afirmativo...
una vez que se confirme la información. Control fuera.
***
Broegan
alzó la copa a sus labios y advirtió a enorme gigante deforme frente a él.
Sobresaltado, tosió y escupió el pequeño trago de oporto. Al dejar de nuevo la
copa en la mesa con un golpe para enfrentarse al monstruo, el rostro de Broegan
enrojeció. El hombre que había allí había parecido grotesco a primera vista,
pero sólo porque lo había visto a través del fondo prismático de la copa. En
realidad, el recién llegado era un camarero bastante delgado, que sostenía una
pequeña tableta de datos de cortesía. Como casi todo lo demás en el club,
estaba adornada con el logotipo de “Bantha Traxx” en forma de estilizada huella
de bantha.
El
camarero le tendió la tableta de datos sin mediar palabra y se alejó. Broegan
activó los botones de control y miró fijamente el mensaje que apareció. Era
difícil distinguir las palabras en su estado actual. Después de mucho parpadear
y esforzarse, Broegan descubrió que si se apretaba los ojos entrecerrados
finalmente era capaz de descifrar las letras.
Podía
leerse:
“TU
COMPAÑERA DE CENA ES MIEMBRO DE LA ORGANIZACIÓN IMPERIAL DE SENDERISTAS
-
UN AMIGO.”
***
Solette
sonrió al espejo del tocador mientras se volvía a ajustar el vestido. Un rápido
meneo de caderas volvió a dejar todo en su sitio, incluido el frío plastiacero
del aturdidor iónico sujeto en una liga en su muslo. Por supuesto, a la
velocidad que ese rebelde idiota estaba trasegando el oporto condimentado con
narcóticos, ni siquiera iba a necesitar usar su arma de apoyo.
Todas las misiones deberían ser
así de sencillas.
A ese ritmo, dentro de nada echaría el guante al cargamento, por no hablar de
toda una célula de operaciones rebelde.
Se
pasó una mano muy cuidada por la masa de rizos rubios, dando los últimos
retoques al conjunto.
Y menudo conjunto… Se lanzó un beso a sí misma en
el espejo y se dirigió a la puerta con el paso firme de un depredador nato.
***
La
concurrencia en el Traxx estaba comenzando a aumentar hasta sus niveles
habituales. Más y más clientes, la gran mayoría de ellos masculinos, rodeaban
la estación de refrigerios conocida como El Oasis. Sha’Dria se encontraba
moviéndose apresuradamente de un lado a otro, sirviendo brandy, cerveza y lum,
ofreciendo sonrisas cómplices y rápidos guiños, y recogiendo generosas
propinas.
Mientras
pasaba las copas por el limpiador sónico, a Sha’Dria se le escapó una mirada
hacia una mesa ocupada por una botella de oporto de Bespin medio vacía. La
mujer rubia que Vocta había señalado como agente de la OIS se quedó allí un
instante, mirando el líquido que quedaba derramado sobre el tablero. Durante
una mera fracción de segundo, Sha’Dria vio una mirada de rabia cruzando el
rostro de la joven y luego, igual de súbitamente, su encantador rostro regresó
a su placidez original.
***
Vocta
observaba atentamente a Sha’Dria mientras esta se volvía hacia los clientes. Su
expresión facial seguía siendo un misterio, ocultada bajo el N’Noch, el término
que usaba para la máscara facial de intrincado diseño que llevaba. Sha’Dria no
desvelaba nada, ni siquiera con su lenguaje corporal. Ni la menor muestra de
emoción podía detectarse en ese momento, con todo su ser negándose
obstinadamente a que cayera su fachada... no como había hecho esa estúpida
mujer de la OIS al descubrir que su objetivo de las operaciones especiales de
la Alianza había escapado del sistema apresuradamente.
El
anomid prestó especial atención a esos misteriosos ojos con los que Sha’Dria
observaba el mundo. Su unidad de monitor estaba centrada en un primer plano, de
modo que su rostro, por lo demás inexpresivo, llenaba la pantalla. El Bantha
Traxx albergaba uno de los sistemas de video vigilancia más nítidos del sector,
capaz de cubrir todo el club. Con la ayuda de sus lentes de macrozoom remoto,
Vocta podía contarle los pelos a un wookiee. Con su aumento, era como si
estuviera ahí mismo, sentado frente a Sha’Dria y mirando directamente a sus
pupilas, aunque había poca cosa que ver; una sensación análoga a mirar
fijamente a un espejo. Las silenciosas preguntas de Vocta se reflejaban de
vuelta a él...
-Vocta
jamás había conocido una especie que no pudiera comprender simplemente
mirándole fijamente a los órganos oculares durante un breve espacio de tiempo.
(Al menos, aquellas que los poseían.) Pero esa chica... Shalana Driana, o
Sha’Dria, como prefería que la llamaran, no era como ningún otro ser que
hubiera conocido. Su enigmática presencia había adornado su establecimiento
durante más de un año y sabía tanto de ella ahora como cuando la había
contratado; si no menos, ya que muchas de sus ideas preconcebidas se habían
esfumado como humo de t’bac.
El
anomid suspiró frustrado. Vivía y respiraba información. Esa chica que le
ocultaba tanto, no sólo detrás de su máscara sino también de sus ojos, estaba
realmente asfixiándole. Y lo peor de todo... era que é disfrutaba tremendamente
con ello.
Vocta
continuó estudiando ese hermoso rostro en su pantalla, recorriendo la línea de
su mejilla con el dedo. Para un anomid, ese era un gesto extremadamente íntimo,
ya que significaba que la máscara vocalizadora del sujeto había sido extraída.
El
timbre de su puerta sonó de repente, haciendo añicos el momento.
Vocta
no se molestó en levantar la mirada.
-Fuera.
La
voz de Tezz parecía más ansiosa de lo habitual.
-Señor,
es bastante insisten... ¡Uf!
Se
escuchó el reconocible sonido de alguien golpeando la puerta, y luego esta se
abrió, mostrando a un oficial impecablemente uniformado. El comandante Byeslee
de la Guarda Militar de Lianna. Byeslee avanzó con aire pomposo, aspirando la
mayor parte del aire de la sala al hinchar su pecho para mostrar hilera tras
hilera de medallas. Al comandante le siguieron dos ayudantes, un muro de
plastiacero haciéndose pasar por varón humano y una mujer seneeriana bastante atractiva,
que inmediatamente se colocaron en posiciones de flanqueo estándar. Los tres
miembros de la Guardia mantenían una mano sobre sus pistolas bláster.
Vocta
puso los ojos en blanco.
-¿Eso
será todo, señor? –preguntó Tezz a la estatua de tamaño natural de Tsincria,
uno de los mayores negociadores anomid que jamás hayan vivido.
-Sí,
Tezz –respondió Vocta con un prolongado suspiro-. Puedes retirarte.
Confundido,
Tezz hizo una reverencia a la estatua y salió de la oficina. Frotándose la
cabeza magullada, Tezz tecleó primero en el panel de control y, después de que
la puerta se abriera realmente, salió.
-Mi
nuevo menordomo –dijo Vocta señalando con la cabeza la figura de Tezz mientras
este se marchaba.
-Querrá
decir mayordomo.
-Sí,
bueno, aún necesita algo de rodaje –explicó Vocta sin entusiasmo-. Y tenía
referencias, ¿Se lo imagina...? Bueno, esta es la última vez que escucho a
Jabba.
-Es
difícil encontrar buena ayuda hoy en día –dijo Byeslee con una mueca de desdén.
-No
sólo en el sector privado, sino también en la Guardia Militar de Lianna, al
parecer.
De
pronto, Byeslee comenzó a avanzar. Por el aspecto de su rostro, no estaba claro
si el hombre iba a detenerse al borde del escritorio de Vocta o iba a limitarse
a atravesarlo.
Vocta
se reclinó en su silla por si acaso.
-Y
veo que la palabra “privado” ha abandonado finalmente su vocabulario.
El
comandante se detuvo en seco, deslizando velozmente sus dedos por la pulida
superficie del escritorio del anomid.
-Sí,
ha sido reemplazada por las palabras “señor del crimen”. Una importación
reciente e indeseada a nuestro mundo. –Byeslee hizo una pausa para dar efecto dramático-.
Al igual que usted.
El
anomid entrelazó sus dedos y miró fijamente a Byeslee.
-¿Hay
alguna imperiosa razón para esta pequeña visita, o sólo han pasado para
saludar?
-No
hago visitas sociales.
-Y
es toda una lástima, teniendo en cuenta su naturaleza gregaria.
-Cállese,
Vocta. –Byeslee apuntó con un dedo enguantado al centro del pecho del anomid-.
Se viene con nosotros.
Vocta
guiñó el ojo a la mujer, quien, para agrado suyo, se sonrojó ligeramente.
-Por
placentera que pueda encontrar la idea, ¿puedo preguntar por qué?
-Para
interrogarle. Hoy ha habido una explosión en un callejón que ha matado a los
hermanos Turka. –El comandante fue indicando con los dedos lo ocurrido-.
Fragmentos de un droide mensajero, restos de cuerpos efluqui, trazas de
detonita, y el hedor de su implicación.
-Qué
ingenioso. Equipar un Buscador Arakyd con un pequeño compartimento de
almacenamiento, algo de detonita, y un detonador de proximidad, y luego
programarlo para que rastree la firma biológica de un objetivo y explote. Ojalá
hubiera pensado en ello. –El anomid meneó la cabeza-. ¿Así que los pobres Murka
y Hurka han muerto? Con semejante bajada en la tasa de crimen, supongo que no
tendrán nada mejor que hacer que atosigar a comerciantes inocentes que tratan
de llevar una vida honesta.
-Usted
no podría reconocer un acto honesto aunque se le pusiera delante y le pateara
el...
-En
cualquier caso, ¿cuál es mi supuesta
conexión con este hecho atroz?
-Eso
es exactamente lo que quiero saber. He escuchado rumores de su relación con los
Turkas. Usando la escoria efluqui como intermediarios para tratos en el mercado
negro con el clan Tanalodi... No es un grupo muy agradable para que le
relacionen a uno con ellos, ¿verdad?
-Esa
es una historia maravillosamente imaginativa –dijo Vocta, con ojos brillando
con deleite-. Aunque aparentemente no está soportada con hechos, de lo
contrario me aventuraría a decir que estaría detenido en este momento.
-Eso
sería música para mis oídos. –El comandante hizo un gesto a Vocta para que se
levantara-. Vamos, terminaremos esto en comisaría.
-Lamentándolo
mucho, debo declinar su invitación –respondió Vocta, permaneciendo cómodamente
sentado-. Si me quedo languideciendo en una sala de interrogatorio, ¿entonces
quién estaría aquí para planear la mayor fiesta del año, mañana por la noche?
-Oh,
sí, su maravillosa pequeña velada de la que todo el mundo está hablando.
–Byeslee se inclinó sobre el despacho y sus múltiples medallas se balancearon
con autoridad-. Vigilaré de cerca los acontecimientos, ¿sabe?
-¿Ha
recibido una invitación?
-Debe
de haberse perdido.
Vocta
asintió sabiamente.
-Esa
es la única explicación.
-No
piense ni por un instante que dudaré en cumplir con mi deber para con la ley en
la gala de aniversario de un club propiedad de alguien como usted.
El
anomid se encogió de hombros.
-Muchos
dignatarios y celebridades quedarán bastante decepcionados, especialmente
debido a que un considerable porcentaje de la recaudación será destinado a
caridad. Todos los Santhes estarán allí, incluida Lady Valles... Tal vez haya
oído hablar de ellos. Poseen este pequeño planeta.
-No
me importan los amigos que tenga en las altas esferas, Vocta. Porque cuando
tenga las pruebas adecuadas ni siquiera ellos podrán salvarle. –Byeslee se
irguió, alisándose el uniforme y ajustándose las medallas-. Muy bien.
Terminaremos su interrogatorio después de la fiesta. Y mientras tanto, si
encuentro aunque sea una relación tan fina como un monofilamento entre usted y
el asesinato de los Turkas, entonces...
El
comandante dejó que la amenaza flotara en el aire.
-¿Me
darán un premio al ciudadano ejemplar? –preguntó Vocta con aire inocente,
provocando una risita de la chica seneeriana que fue rápidamente sofocada por
la mirada fulminante de Byeslee.
-Buenos
días –dijo el comandante, girando bruscamente sobre sus talones y saliendo por
la puerta.
El
muro de plastiacero mudo le siguió inmediatamente, pero la chica seneeriana se
entretuvo el tiempo suficiente para sonreír y permitir que Vocta le guiñara
rápidamente un ojo, antes de unirse a sus camaradas.
La
puerta se cerró deslizándose y Vocta quedó solo de nuevo.
Casi.
-Tik
chakka ataidi –dijo una voz áspera detrás de Vocta.
El
anomid no se molestó en girarse mientras la pequeña criatura vestida de negro
se separaba de las sombras. El jawa alisó su túnica de cuero negro y continuó
hablando en un torbellino de palabras casi ininteligibles.
Vocta
asintió mostrando su acuerdo.
Jik’Tal
extrajo un fino vibrocuchillo de su manga. Los grandes ojos amarillos del jawa
recorrieron el filo de la hoja dentada, que reflejaba su brillo siniestro.
El
anomid no pudo evitar sonreír al verlo.
-Pronto,
amigo mío... Pronto.
-Hatak
me chiza nebat.
-Sí,
demasiado. Aparentemente, alguien del clan Tanalodi ha desparramado sus
entrañas. –Vocta volvió lentamente la cabeza para hacer un gesto al jawa-. Creo
que es justo que les devolvamos el favor. ¿No te parece?
No
recibió respuesta alguna. Jik’Tal ya se había ido.
-Dame
un hogar donde los rontos aún deambulen y los jawas jueguen con los dragones
krayt...
Vocta
tarareó distraídamente el resto de la canción, perdido en sus pensamientos.
Hasta que finalmente le interrumpió una chirriante voz familiar.
-¿Señor?
–Tezz asomó la cabeza al interior de la oficina-. Toqué el timbre, pero no hubo
respuesta... Lamento molestarle, pero quería asegurarme de que estaba...
-Bien,
bien. –Vocta se puso en pie, estirando los hombros-. ¿Hay alguna noticia?
Su
ayudante asintió.
-Acabo
de recibir una extraña transmisión de la gente de Mah-Luu. El cargamento
llegará mañana por la noche, exactamente a las 19:00 horas, en camión
deslizador. –Tezz arqueó una ceja-. Eso es durante la gala... ¿No es cierto,
señor?
-¿Qué
mejor lugar para esconder el dewback que la puerta delantera?
-¿Señor?
-No
importa. –Vocta suspiró, y luego arqueó una ceja, especulativo-. No nos
gustaría que el postre se echase a perder.
-Ah,
ya... Sólo lo mejor para nuestros invitados.
-Sí,
Tezz –convino Vocta-. Sólo lo mejor.
-Y
de acuerdo con el recibo está el asunto de que son 10 cajas en lugar de
cinco...
-¿Tezz?
-¿Sí,
señor?
-¿Tienes
la menor idea de lo que hago?
Tezz
quedó sorprendido por la extraña pregunta.
-Desde
luego... Dirige un club muy popular, al tiempo que realiza las tareas de
director ejecutivo de su empresa, Vec-Tech.
-¿Qué
hacías exactamente para Jabba?
-Contrataba
sus espectáculos –respondió orgulloso Tezz-. ¿Conoce a Sy Snootles y la banda
de Max Rebo? Fue idea mía llevarlos a palacio. Y también Figrin D’an y los Nodos
Modales. No fue un logro tan grande, porque esto fue antes de que se hicieran
tan populares... –Su voz se desvaneció bajo la suave risa de Vocta.
-Ciertamente,
esa babosa espacial hinchada me la ha jugado esta vez –dijo Vocta
lastimeramente-. A eso se refería Jabba cuando dijo que podrías “manejar el
espectáculo”...
-¿Señor?
-No
importa. –Vocta le mostró una silla-. Siéntate. Es hora de un curso acelerado
en la gestión de mis asuntos.
Tezz
se encogió de hombros y se sentó.
-Muy
bien.
El
anomid se inclinó sobre el despacho con ojos brillantes.
-Dime,
¿qué sabes sobre detonadores termales?
***
Sha’Dria
alzó la mirada hacia el cielo nocturno, oculto entre los rascaestrellas de
Lianna. Encontraba pequeños retazos de cielo entre las gigantescas construcciones
y sonreía ante cada nuevo hallazgo. Sha’Dria se imaginó flotando entre ellos, o
dejándose llevar en la superficie de un estanque de fragante agua de manantial;
en realidad, se imaginaba en cualquier lugar que no fuera sentada sobre
compactadores de basura en un sucio callejón con su propia fragancia.
Con
un suspiro, echó un vistazo a su enjoyado cronómetro. Casi se había acabado su
tiempo de descanso...
-Un
crédito por tus pensamientos...
Sha’Dria
bajó la mirada para ver a su jefe de pie junto al compactador, con sus caros
ropajes fuera de lugar entre los montones de deshechos. No pudo evitar reírse.
-¿Acaso
te parezco un ligue barato?
-En
absoluto. –Vocta trepó junto a ella-. ¿Te importa si te hago compañía?
Ella
se encogió de hombros.
-Eh,
es tu compactador de basura.
-Lo
es –asintió Vocta.
-¿Qué
estás haciendo aquí fuera?
-También
es mi callejón.
-Lo
es.
-De
pronto me di cuenta de que pasaba la mayor parte del día en esa oficina y tuve
el terrible pensamiento de que me estaba convirtiendo en mi padre. –Vocta
examinó las estrellas sobre sus cabezas-. Qué noche tan hermosa. Es una lástima
desperdiciarla a solas.
Sha’Dria
le miró de soslayo.
-Eres
un hombre difícil de entender.
-Por
favor, llámame Yin.
-Como
empleada tuya, eso estaría fuera de lugar.
-Estaría
fuera de lugar que te negaras. –Vocta la miró y sonrió-. Y yo estaría fuera de
lugar si lo convirtiera en una orden. Haz lo que quieras.
-Habitualmente
lo hago.
-No
lo dudo –dijo Vocta. Advirtió la nueva pulsera de arcoíris trenzado que ella
llevaba en la muñeca-. ¿Alguna muestra del amor de alguien?
-¿Hmmm?
–Ella siguió su mirada y soltó una risita-. Ah, ¿eso? No. Sí. Más o menos... Es
de Miri. Una niña con la que trabajo en la Casa Santhe.
-La
beneficencia de moda entre la alta sociedad de Lianna... Un orfanato, ¿no es
así?
Sha’Dria
asintió. Trabajo de voluntaria allí dos veces por semana. Está bien.
-Seguro
que los niños están encantados.
-Y
yo. Sólo son unas pocas horas y, ya sabes –dijo, volviéndose para mirar a
Vocta-. Los pequeños gestos son los más importantes.
Vocta
la miró a los ojos...
-Hay
un viejo dicho entre mi pueblo. Las palabras son mentiras, las acciones son
verdad.
-¿Y
qué mentiras me has contado?
-Yo...
-¡Señor!
El
anomid cerró los ojos y respiró profundamente.
-¿Qué
ocurre, Tezz?
Asomando
la mitad del cuerpo desde la puerta trasera, Tezz meneó enfáticamente la
cabeza.
-Creo
que le interesa ver esto...
Sha’Dria
bajó del compactador de un salto.
-De
todas formas, ya tenía que volver al trabajo.
Pasó
rápidamente junto a Tezz y desapareció en el interior.
-Tu
instinto está mejorando –dijo Vocta, asesinando a su asistente con la mirada-,
pero aún necesitamos trabajar en tu elección del momento.
Tezz
condujo a Vocta al almacén de suministros, donde los contenedores de comida y
licores se apilaban hasta el techo. Jik’Tal se encontraba entre el alijo de
excedentes, junto con un residente lianno delgaducho que en ese momento estaba
doblado sobre sí mismo... principalmente debido al hecho de que el jawa
agarraba al humano por el pelo.
-Forno
Tanalodi. Ladrón de tres al cuarto, aspirante a negociante del mercado negro, y
principal nerf negro de su clan. Aunque no parece importarles recurrir a ti
cuando necesitan conseguir algo ilegal. Supongo que es bonito sentirse
necesitado... –Vocta agachó la cabeza para mirar al rostro del joven-. ¿Qué tal
te han ido las cosas, chico?
-¿Qué
significa esto? Exijo...
La
queja de Forno se detuvo abruptamente cuando Jik’Tal colocó su vibronavaja
curva en la garganta del humano.
-A
Jik’Tal no le gustan los gritos –explicó Vocta-. Y a mí tampoco. De hecho,
resulta que también detesto a los seres que hablan a las autoridades acerca de
mis tratos privados. Particularmente cuando tal discurso puede hacer que yo o
mis asociados acabemos en pequeñas celdas húmedas, frías e infestadas de riivs.
-No
le dije a Byeslee ni una palabra –tartamudeó el joven-. Debe de haber sido
alguien de mi organización. La semana pasada, el comandante arrestó a tres de
ellos por infracciones de clase dos.
A
Vocta no le gustó cómo sonaba eso.
-¿Pero
sí que hablaste con otra persona?
-Estaba
esa chica que preguntaba por usted –comenzó a decir, reticente-. Parecía
bastante inofensiva. Muy amigable y bonita, y me invitó a un trago, y lo
siguiente que recuerdo es que no podía dejar de hablar. –Las lágrimas inundaron
sus ojos-. Juro que traté de parar, pero respondí a todas las preguntas que me
hizo. Oh, fue horrible, como si estuviera controlando mi mente –dijo Forno
entre sollozos-. Creo que era una Jedi oscura o algo así...
-Dudo
que hiciera falta un Maestro de la Fuerza para dominar tu intelecto. La mujer se limitó a aderezar tu bebida con alguna
clase de suero de la verdad. –Vocta puso los ojos en blanco-. Deja que
adivine... Una rubia atractiva, con un vestido breve y una gran botella de
oporto de Bespin.
-¡Eso
es! ¡Exactamente! Iba a venir a decírselo, lo juro.
-¿Pero?
-Pero
ella me mostró un cortador láser y me dijo que no dijera nada a nadie si no
quería que me cortara el...
-¡Basta!
–Vocta apenas podía creer lo que estaba oyendo-. Esto es de lo más inquietante.
Los agentes imperiales de la OIS no malgastan sus talentos en vigilancia de
rutina. –Miró con seriedad a Tezz-. Saben lo del cargamento. –Los ojos de Vocta
regresaron lentamente hasta Tanalodi-. ¿No es así?
Sólo
hubo silencio.
-¿Tekka
ne chas mekk? –preguntó Jik’Tal.
-Sí,
ya he acabado con él. Gracias, amigo mío.
-¡Ootaynee!
–exclamó el jawa mientras se preparaba para rebanar la garganta de Forno. El
joven humano dejó escapar un aullido horrorizado.
Vocta
alzó la mano.
-Tsk,
tsk. Sabes cómo detesto contemplar violencia...
Forno
pareció aliviado por un instante.
-¿Teska
nu? –preguntó Jik’Tal, un poco perplejo.
-No,
no. Claro que puedes matarle –dijo Vocta, restándole importancia al asunto con
un gesto de la mano-. Pero primero llévatelo fuera.
***
Solette
observó por sus macrobinoculares cómo Forno Tanalodi se encontraba con el
Creador en el callejón trasero del Bantha Traxx, con algo de ayuda de un jawa
bastante desagradable que parecía disfrutar plenamente de su trabajo.
-Lástima
–dijo en voz baja desde su posición, a tres tejados de distancia-. Los buenos
idiotas son difíciles de encontrar.
Esta
misión le había ofrecido dos de ellos; bueno, ahora sólo uno. Entre Forno y ese
rebelde ignorante de Broegan, podría haber realizado la operación en piloto
automático droide mientras se hacía las uñas.
A propósito... Solette se miró su reciente manicura.
La uña del dedo meñique se había astillado. Era muy molesto. Por 50 créditos,
esperaba algo mejor. El viejo dicho tenía razón. Si quieres que algo se haga correctamente, amenaza de muerte a quien
debe hacerlo. Cuando terminara ahí, volvería al salón de belleza y tendría
una larga y significativa charla con esa manicurista descerebrada. Una
conversación que con toda probabilidad incluiría algún equipo causante de
dolor. Pensar en ello devolvió la sonrisa a su rostro.
Solette
guardó los macrobinoculares en su pequeño zurrón de replicuero y activó su
comunicador seguro.
-Control,
¿estás ahí?
***
En
su oficina, Vocta se inclinó sobre su monitor esperando un tono de confirmación
del relé de comunicaciones. Cuando lo recibió, el anomid pulsó un pequeño
botón.
Un
mensaje apareció en su pantalla y habló suavemente al sensible micrófono que
alteraba digitalmente su voz.
-Aquí
Control. Informe de estado...
***
-Por
un lado, tenemos a ese bufón de Broegan, de Operaciones Especiales de la
Alianza. Por otro lado, está la adorable Solette, paladín del Imperio. Situado
justo en medio está nuestro pertinaz comandante Byeslee y la Guardia Militar de
Lianna. Y ahora descubro que esa insípida especie de reptiloide de Na-Grujha
está aquí, en Lianna, muy probablemente dispuesto a jugármela en cuanto llegue
el cargamento. –Vocta suspiró pesadamente, levantando la vista de la tableta de
datos-. Esto es un poco más complicado de lo que pensaba originalmente.
-Podría
cancelar la fiesta –sugirió voluntariosamente Tezz.
-¿Y
perder todos esos créditos en potencia, por no hablar del prestigio? No es una
opción.
-¿No
es eso mejor que perder el cargamento, o el dinero de Na-Grujha? –Tezz comenzó
a contar con los dedos-. O su libertad, o su vida, o...
-Basta.
-Supongo
que podría limitarse a matarlos a todos... –Después de un incómodamente largo
silencio por parte de Vocta, Tezz se apresuró a añadir-: Por supuesto, sólo
bromeaba.
Vocta
alzó una ceja.
Tezz
suspiró.
-Tal
vez sea más acertado acomodarse a las circunstancias, señor.
-Nunca
me acomodo si puedo evitarlo –dijo Vocta-. Prefiero manipular.
-Dadas
las circunstancias, ese enfoque será... difícil.
-Difícil
no es equivalente de imposible. Hay niveles de dificultad, ¿sabes?
-¿En
serio? ¿Y en qué nivel estaría sacar una Estrella de la Muerte de la...?
-De
hecho –interrumpió Vocta, favorablemente impresionado-, eso me da una idea
interesante.
***
La
noche de la gala benéfica, el Bantha Traxx estaba cerrado a todo el mundo salvo
a las personalidades VIP. Mozos de aparcamiento impecablemente vestidos
esperaban a los invitados en la puerta delantera, preparados para comprobar las
invitaciones y aparcar caros deslizadores.
El
interior del club estaba decorado con gusto, aunque no era difícil para
cualquier ser darse cuenta de que estaba a punto de celebrarse una fiesta. El
suelo estaba cubierto de hidroglobos y los globos gravitatorios se apiñaban en
el techo. Lumalámparas de múltiples colores brillaban en cada esquina. Holobanderines
colgaban de los apliques del techo, cambiando de color en función de la
iluminación. Las estaciones de refrigerios estaban atendidas por sus mejores
camareros, vestidos adecuadamente para la ocasión. Sha’Dria tenía un aspecto
resplandeciente con un vestido de brilloseda azul claro y su cabello trenzado
con lilas estelares púrpuras y blancas.
Vocta
se ajustó el cuello de su esmoquin l’dau confeccionado a medida, colocando en
su sitio la media capa de replicuero a juego. Lanzó otra mirada a Sha’Dria,
quien en esta ocasión se dio cuenta y le guiñó un ojo dándole ánimos.
Tezz
ayudaba a su jefe, atando el cordón de la capa con un nudo de tres lazos.
Vocta
se lo agradeció con un gesto de cabeza, y tomó una bocanada de aire para
calmarse.
-Ya
sabes qué hacer cuando llegue el cargamento.
-Como
mi propio nombre, señor.
-Excelente.
El
anomid dio una palmada a Tezz en el hombro y se fue a realizar los últimos
preparativos.
Al
pasar junto al Oasis, Sha’Dria le dijo con una sonrisa:
-Un
crédito por tus pensamientos.
Vocta
la miró con ojo escrutador.
-Sólo
pensaba en lo extraordinariamente hermosa que estás esta noche... No creo que
jamás haya visto a una mujer que tuviera tan buen aspecto como para ponerme en
evidencia.
Sha’Dria
se sonrojó, o al menos su máscara lo hizo.
-Pero
tú te acercas bastante, querida –dijo el anomid con un guiño, y luego
desapareció por el pasillo.
Con
la boca abierta por la sorpresa, Sha’Dria recuperó en seguida la compostura y
rio entre dientes para sí misma.
La
gente había ido entrando constantemente durante la última hora y el club bullía
con parroquianos exquisitamente vestidos. Los rostros más famosos de Lianna
podían verse entre la multitud, riendo, bromeando, y bebiendo... Las cosas que
la alta sociedad mejor sabía hacer. Todos estaban presentes: Terri Karl,
Phillip Santhe, Sian Tirc, Kashan Santhe, Jerris Santhe, Turen Makee, y, por
supuesto, Lady Valles Santhe.
Vocta
daba vueltas entre ellos sumisamente, interpretando al perfecto anfitrión,
haciendo cumplidos a las damas y charlando de naderías con los caballeros. Un
“Querida, eres toda una visión” por aquí, un “Esos Bandidos Corellianos aún no
pueden dar por ganado el campeonato de pelota zonal” por allá. Se dedicaba
personalmente a rellenar las copas, ofrecía consejos de inversión a los que
mostraban curiosidad por Vec-Tech, e intercambiaba cotilleos con la flor y nata
del cotorreo de Lianna.
El
animado anomid terminó de servir lo que quedaba en su decantador de brandy en
la copa de Turan Makee y se dirigió a la cocina a por otra botella. A mitad de
camino, su atención fue atraída por un vestido carmesí especialmente fino que
se ceñía al esbelto cuerpo de una atractiva mujer rubia... Solette.
Sin
mirar demasiado por donde iba, Vocta chocó accidentalmente con un joven
perfectamente vestido para una velada de esta categoría, de haber tenido lugar
dos años antes. Broegan murmuró unas disculpas y apresuradamente trató de
mezclarse, sin éxito, entre la gente.
Vocta
respiró profundamente y miró su cronómetro.
-¿Esperando
a alguien? ¿O tal vez a algo...?
–preguntó una voz familiar.
El
anomid miró al comandante Byeslee, resplandeciente con su uniforme militar de
gala completo, lleno de cilindros de rango, charreteras de cordones, y
suficientes medallas como para obtener un droide astromecánico al refundirlas.
En
silencio, Vocta comenzó a examinar minuciosamente el uniforme del comandante.
-¿Puedo
ayudarle? –preguntó Byeslee, retrocediendo con un ruidoso tintineo de honores
otorgados.
-Sólo
buscaba el dispositivo antigravedad.
-¿Qué?
-Bueno,
con todas esas medallas supuse que debe de tener uno oculto en alguna parte
–dijo Vocta-, o, de otro modo, sin duda el peso le haría inclinarse.
Algunos
invitados que se encontraban de pie cerca ocultaron sus risitas tras sus
servilletas. Sin embargo, antes de que Byeslee pudiera responder, rojo de
rabia, sonó un suave timbre marino mon calamari; era el anuncio de que iba a
servirse el postre.
Tezz
apareció de las puertas de cocina conduciendo un pequeño trineo repulsoelevador
ocupado por cinco cajas abiertas que contenían pasteles, tartas, galletas, y
dulces helados. Murmullos de apreciación recorrieron la multitud mientras el
dulce festín se colocaba en las mesas.
-¿Sólo
cinco cajas? –preguntó Byeslee con una mueca sarcástica-. Creí que había
encargado diez. De hecho, había apostado por ello.
-¿Disculpe?
–preguntó Vocta con inocencia.
Tezz
se apresuró a volver a la cocina, pero se encontró obligado a regresar de nuevo
a la sala principal, a punta de bláster. La multitud, rodeando las mesas de
postre, se detuvo asombrada al ver salir de la cocina a un par de Guardias
Militares de Lianna armados con pistolas bláster, escoltando fuera a Tezz y a
los camareros. Inmediatamente detrás iba otra pareja de guardias que llevaba un
segundo trineo ocupado con cinco cajas cerradas más. Parecían idénticas a las
anteriores, con la etiqueta “FRÁGIL – MANIPULAR CON CUIDADO – PASTELES”.
-Mira
eso. Vaya, ahí están... –Byeslee avanzó lentamente hacia ellas-. Me pregunto
qué habrá dentro.
-Yo
creía que un comandante de la Guardia sabría leer –dijo Vocta inexpresivamente.
-¿Por
qué no las abrimos?
-No
creo que sea el momento –dijo Vocta, señalando las mesas-. Aún queda mucho,
¿ve?
Ahora,
la multitud mostraba curiosidad, apretujándose para acercarse y tener mejor
vista.
-Insisto.
–Byeslee hizo un gesto los guardias que rodeaban las cajas. Enfundaron sus
armas y uno de los hombres alzó una llave de palanca...
El
gemido de un disparo bláster hizo que todo el mundo quedara en silencio. El
disparo golpeó en el techo, lanzando chispas por todas partes.
Broegan
apuntó a los guardias con su bláster pesado humeante.
-Que
nadie se mueva. Vamos a llevarnos esas cajas.
-¿Tú
y qué ejército? –preguntó Byeslee con desdén.
Otros
cinco invitados extrajeron de inmediato sus propias armas, cubriendo al resto
de los guardias. Finalmente, el equipo de Operaciones Especiales de la Alianza
se daba a conocer.
Aparentemente,
eso era justo lo que Solette estaba esperando... Salió de la multitud detrás de
Broegan, presionando su aturdidor iónico contra su sien.
-Buen
consejo -dijo ella-. Sugiero que tú también lo sigas.
Cuando
los rebeldes volvieron sus armas hacia la mujer que retenía a su líder, una
escuadra de soldados de asalto imperiales salió en formación del almacén, blandiendo
sus carabinas bláster y tomando posiciones alrededor de la sala.
Vocta
susurró a Tezz, que se había acercado lentamente hasta él.
-Asegúrate
de que no reponemos eso.
Rebeldes
e imperiales se apuntaron entre sí...
Solette
se dirigió a la multitud.
-Este
establecimiento se encuentra ahora en cuarentena y voy a confiscar estas cajas
bajo la autoridad del Imperio. Si permanecen en sus lugares, nadie saldrá
herido de forma innecesaria.
-Estoy
completamente de acuerdo –dijo el comandante Byeslee mientras media docena más
de sus guardias militares irrumpían en el club y cerraban todas las salidas
disponibles. Cada uno de ellos sostenía un rifle bláster pesado y en ese
momento apuntaban con ellos tanto a los agentes de la Alianza como a los
imperiales, que a su vez volvieron sus miras a los guardias liannos recién
llegados que les apuntaban.
Byeslee
continuó hablando.
-Quedan
todos arrestados por grave violación de la Ordenanza de Lianna número 316.640,
que prohíbe la posesión no autorizada de cualquier clase de arma. –Apuntó su
propia pistola bláster hacia Vocta, señalando las cajas del segundo trineo
repulsoelevador-. Y a usted se le acusa de importar detonadores termales al
planeta. –Convertido en el centro de atención, el comandante alzó la voz aún
más y gesticuló teatralmente para deleite de la multitud-. Y no son
precisamente unas armas de destrucción masiva cualquiera. Unidades
personalizadas construidas por Luu-Mah “Termal” Mah-Luu con suficiente baradio
como para crear cráteres de 100 metros de radio. Estos detonadores inusualmente
potentes tienen un valor en la calle de 10.000 créditos cada uno. Con cinco
cajas que contienen 50 detonadores cada una, el total de este contrabando
asciende a 250.000 créditos. –En ese momento hizo una pausa para permitir que la
multitud emitiera un silbido de asombrada incredulidad-. Que es exactamente la
cantidad que Yin Vocta iba a embolsarse una vez vendiera estas terribles armas
al señor del crimen da’lor iphariano, Itahn Na-Grujha.
Era
un momento realmente teatral; Byeslee estaba prácticamente radiante. Y entonces
los eventos se volvieron aún más emocionantes cuando una pequeña explosión
sacudió el club. La depresión en el suelo en el centro de la sala que servía
como pista de baile del Traxx desapareció de pronto entre una formidable nube
de humo. Se abrió un gran agujero y cuatro seres se alzaron desde el túnel de
alcantarillado que corría bajo el club. Las figuras sombrías treparon a la sala
bajo la cobertura de la neblina artificial.
Cuando
el humo se despejó, era difícil saber quién estaba más sorprendido, si los
asistentes a la fiesta o los que la estaban aguando. Itahn Na-Grujha estaba de
pie en medio del caos, sosteniendo un par de pistolas bláster y agitando los
pinchos de su cola de forma amenazante. El señor del crimen estaba flanqueado
por tres mercenarios gamorreanos armados con grandes vibro-hachas. Obviamente,
la intención de Na-Grujha era crear miedo en una multitud dócil. Por desgracia,
era imposible que imaginara que gran parte de esa multitud estaría fuertemente
armada.
-¡Muy
bien, nerfs, mantened la calma! Sólo queremos las caj...
Por
muy ignorante de la situación que pudiera estar Na-Grujha, inmediatamente fue
consciente de la misma... Cuando el armamento de una cuarta parte de los
presentes se volvió en su dirección.
Para
no ser menos, apuntó con sus propias armas.
-¡Te
mataré por esto, Vocta!
El
anomid quedó inmediatamente rodeado por ocho agentes jawa de túnicas negras a
los que nadie había visto ni oído en toda la noche, y que aparecieron de
repente de las sombras circundantes. Cada uno de ellos llevaba una pistola
aturdidora en una de sus pequeñas manos. Vocta tuvo que agacharse un poco para
quedar totalmente protegido.
Na-Grujha
soltó una carcajada al verlo.
Entonces
los jawas ocuparon sus manos libres sacando mini-granadas del interior de las
anchas mangas de sus túnicas.
La
risa del da’lor iphariano se atascó en su garganta cuando Jik’Tal aterrizó en
la espalda de Na-Grujha. El jawa aferró la cresta espinal del señor del crimen
con una pequeña mano y con la otra colocó una vibrohoja dentada en la garganta
de Na-Grujha.
Vocta
volvió a incorporarse y se aclaró sonoramente la garganta.
-Damas
y caballeros. Estoy seguro de que podemos llegar a una solución justa y
equitativa... Preferiblemente una en la que mi bar no quede irreconociblemente
dañado y nadie se encuentre prematuramente con su creador.
-¿Y
cómo propone que ocurra ese milagro? –se mofó Byeslee.
-Porque
debe ser así. O si no... –Vocta extrajo un pequeño dispositivo de mano-. Todo
el mundo morirá.
-¿Qué
estás mascullando, anomid? –dijo Na-Grujha siseando mientras mostraba sus
colmillos, aunque con extremo cuidado de no mover demasiado el cuello.
-Esto
es un dispositivo de SEE, un pequeño acrónimo que significa “Sistema de
Evacuación de Emergencia”. Para usarse cuando las cosas vayan de mal en peor, y
desde luego creo que nos hemos encontrado con una situación que cumple los
requisitos. Si aprieto este pequeño botón de aquí –dijo Vocta, mostrando a la
multitud aquello a lo que se refería-, cada puerta y ventana del club se
sellará inmediatamente con cuatro pulgadas de transpariacero. Instantes
después, un centenar de pequeños conductos liberarán gas chemtrox en el club,
matando en cuestión de segundos a todos los que se vean expuestos. Los vapores son
letales al 100 por cien.
-¿Y
cómo galaxias permite eso escapar a nadie? –preguntó Byeslee.
-No
lo ha entendido. El SEE es para mí y sólo para mí. –Los ojos de Vocta brillaron
tras la máscara vocalizadora-. El chemtrox no te afecta si no lo respiras...
-No
te librarás de esta –dijo el comandante.
-No
he hecho nada malo.
-Entonces
déjeme abrir esas cajas y dejemos que los buenos ciudadanos de Lianna decidan
eso por sí mismos.
-Adelante.
-Buen
intento, Vocta. –Byeslee volvió a dirigirse a la multitud-. Como todos ustedes
puede que sepan, o no, el baradio es altamente inestable.
-Y
si hay algún experto en inestabilidad... –murmuró Vocta, lo bastante alto para
que todo el mundo pudiera escucharlo.
Byeslee
ignoró a Vocta y a las risitas que siguieron.
-Si
sufren sacudidas innecesarias o se exponen a calor excesivo, los detonadores
podrían explotar. Por eso he traído esta thalivita incendiaria. –Mantuvo en
alto un grueso bloque de materia blanca-amarillenta con un interruptor
detonador incrustado en medio-. Una explosión relativamente menor liberará en
el aire circundante partículas de thaliv, que se combinarán con el baradio y lo
dejará inerte por un breve espacio de tiempo. –El comandante ofreció a Vocta su
mejor mirada triunfal-. Como siempre, mi mente va un paso por delante de la de
todos los demás. –Fijó el dispositivo en una de las cajas y luego se apresuró a
retroceder unos pasos, observando la cuenta atrás con regocijo mal disimulado-.
A veces me asombro hasta a mí mismo.
La
multitud retrocedió un poco, y muchos de los invitados se cubrieron los
apéndices auditivos.
La
sonrisa victoriosa de Byeslee se ensanchó cuando una pequeña explosión sacudió
el trineo repulsoelevador. Una cortina de relleno de chocolate estalló en la
zona de la explosión. Fragmentos de caramelo, galleta, y algunas gotas de dulce
llovieron por la sala. Un grumo de gran tamaño de nata helada voló por los
aires y aterrizó directamente en el rostro del comandante con asombrosa
precisión.
Los
miembros de la Guardia trataron de ayudar abriendo el resto de las cajas,
aunque el único artículo ilegal que descubrieron fue una cantidad relativamente
inmoral de natilla cremosa.
Vocta
parpadeó.
-Dejaré
que la ironía hable por sí misma. –Sostuvo en alto el SEE-. Y ahora, volvamos a
nuestra destrucción en masa. O más bien, a nuestra no-destrucción, con algo de suerte. –El anomid se volvió hacia
Broegan-. Usted y sus hombres, sean
quienes sean, se irán los primeros. Que tengan un buen día, no vuelvan, y
espero un cheque abultado por los daños del techo.
No
hizo falta repetírselo dos veces. Broegan y sus compañeros rebeldes se
marcharon rápidamente.
El
comandante terminó de limpiarse el helado del rostro.
-Esto
es intolerable –aulló.
-Veamos.
¿A cuál de sus ofensas se está refiriendo ahora, comandante? Difamación,
amenazas, detención con falsos cargos, destrucción voluntaria de bienes
privados... ¿Hace falta que siga?
Byeslee
cerró la boca.
Vocta
se volvió hacia Solette.
-En
cuanto a nuestra adorable agente de la OIS... Lo siento, espero no acabar de
estropear su tapadera... Creo que ya no hay en juego ningún interés imperial.
Así que debería dejar de entrar ilegalmente en mi propiedad.
Furiosa,
dio media vuelta sobre sus tacones de aguja y se marchó apresuradamente. Vocta
se inclinó sobre Tezz.
-Odio
ver que se vaya, pero disfruto observando cómo se marcha. –En voz más alta,
añadió-: No olvide sus soldaditos de juguete.
Solette
hizo un gesto por encima de su hombro desnudo. Los soldados dieron media vuelta
y salieron desfilando en fila de a uno por la puerta principal.
-Lo
que no deja nada que hacer para la distinguida Guardia Militar de Lianna –dijo
Vocta-, salvo arrestar al famoso señor del crimen Itahn Na-Grujha...
-¿Qué?
-Y
dado que sigue siendo buscado en unos 20 sistemas estelares, quienquiera que lo
arreste –dijo el anomid volviéndose hacia Byeslee-, sin duda aparecerá como un
héroe en todas las redes de noticias galácticas.
El
ánimo del comandante se levantó un poco.
-No
me sorprendería en absoluto que se concediera una medalla –añadió voluntarioso
Vocta.
Los
labios de Byeslee temblaron, pero consiguió no sonreír. Extrayendo de su
cinturón un par de esposas magnéticas, arrestó personalmente a Na-Grujha,
después de que Jik’Tal aceptara a regañadientes descender de la espalda del
señor del crimen. El resto de la Guardia escoltó fuera del club a los tres
cómplices gamorreanos del señor del crimen. Byeslee siguió a sus hombres,
llevando como prisionero al furioso da’lor iphariano.
-No
es nada personal, Itahn -susurró Vocta a Na-Grujha cuando pasaron junto a él-.
Sólo negocios.
Na-Grujha
respondió a Vocta entre siseos, escupiendo una larga retahíla de groseras
maldiciones da’lor ipharianas que, por suerte, nadie pudo entender.
Eso
dejó solo a Vocta con sus asombrados invitados. El anomid respiró profundamente
y se volvió para mirarles.
El
claro sonido de alguien aplaudiendo resonó por la silenciosa sala. Confuso, Vocta
trató de distinguir quién estaba haciendo ese sonido. Sha’Dria estaba asomada a
su estación de refrigerios, aplaudiendo sonoramente. Pronto se unieron algunos
más, y luego más, y luego hubo incluso algunos silbidos y aclamaciones, hasta
que toda la multitud ofreció al anomid una atronadora ovación.
-Si
algo sabe hacer Yin, es cómo montar un buen espectáculo. –Lady Valles salió de
la masa de seres y posó con aprobación su mano sobre el brazo de Vocta-. No
puedo esperar a ver qué nos tiene planeado para el año que viene.
Por
primera vez en su vida, el anomid se había quedado totalmente sin palabras.
Tezz
rápidamente se adelantó para salir en auxilio de su jefe.
-El
jefe está un poco agobiado por su amable aprobación, pero creo que lo que está
tratando de decir es gracias a todos ustedes por venir. Nos agrada que les haya
gustado el espectáculo, y, por favor, disfruten del resto de la velada aquí en
el Bantha Traxx.
Vocta
asintió con entusiasmo.
Mientras
la gente se dispersaba, Tezz se acercó a su jefe y creyó escuchar un claro
suspiro de alivio escapando de la máscara de Vocta.
-Siento
curiosidad –dijo Tezz en voz baja-. Exactamente, ¿cómo puede ser que mi mención
de la Estrella de la Muerte haya dado pie a este plan?
El
anomid por fin recuperó su voz.
-Muy
simple. Ambos empeños tenían una probabilidad de éxito de uno entre un millón...
-Sin
embargo, aún hay algunas cosas que no comprendo.
-¿Cómo
cuáles, Tezz?
-¿Por
qué la Alianza enviaría a un bufón como Broegan a una misión tan importante?
-Tal
vez era alguna especie de gundark expiatorio.
Tezz
estaba aturdido.
-¿Tal
vez para desviar la atención de un agente que ya estaba en el terreno...?
Vocta
se encogió de hombros, abarcando el club con una mirada prolongada que se
detuvo tal vez demasiado tiempo sobre Sha’Dria.
-Todo
es posible. –Devolvió su atención a Tezz-. ¿Alguna otra pregunta?
-Por
el oscuro corazón de los Sith, ¿cómo consiguió ocultar los 250 detonadores
auténticos?
-Lo
descubrirás mañana –se limitó a decir Vocta, y luego, siempre el perfecto
anfitrión, regresó a su fiesta.
***
Sha’Dria
terminó de leer a Miri “El Pequeño Bantha”, por la que debía ser ya la milésima
vez. La pequeña niña nunca se cansaba de escuchar ese cuento. Aún era bastante
pronto esa mañana, y la sala de tiempo familiar de la Casa Santhe estaba
relativamente tranquila. La mayoría de los niños estaban dormidos en el piso de
arriba, soñando con tener padres de verdad que cuidasen de ellos, les contasen
historias y les compraran regalos.
Miri
y Sha’Dria eran las únicas que estaban en el piso de abajo, y por tanto las
únicas que escucharon el débil timbre de la puerta. Se miraron entre ellas y la
pequeña corrió a responder, abriendo la puerta antes de que Sha’Dria pudiera
reaccionar.
Allí,
en el umbral, se encontraba un pequeño bantha de peluche con un gran lazo rojo
alrededor del cuello. Del lazo colgaba una etiqueta en la que podía leerse “PARA
MIRI”. La niña ya lo estaba abrazando con todas sus fuerzas, con los ojos
iluminados como lumalámparas a plena potencia. Hacía mucho tiempo que Sha’Dria
no veía tan feliz a Miri.
Otra
etiqueta salió del interior de la bestia y cayó flotando hasta el suelo. Sha’Dria
se inclinó para recogerla y pudo leer: “MIS HERMANOS Y HERMANAS SON PARA TODOS
LOS DEMÁS.” Con precaución, dio un paso hacia el exterior y vio un enorme
montón de banthas de peluche en el exterior de la Casa Santhe.
249,
para ser exactos.
Sha’Dria
tomó un bantha de peluche del montón y comprobó su interior, que estaba
ligeramente dilatado como si recientemente se hubiera metido dentro algo pesado
y redondo. Tenía el presentimiento de que el resto de los muñecos sufrirían la
misma condición inusual.
Sha’Dria
meneó la cabeza asombrada, y no pudo evitar esbozar una sonrisa mientras
regresaba al interior para despertar a los demás niños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario