Sus capacidades han sido tenidas en cuenta
Rick D. Stuart
El monorraíl atravesaba el aire de la noche con una
urgencia digna de la carga que transportaba. A más de 200 kilómetros por hora,
la silenciosa aparición avanzaba velozmente hacia la ciudad espaciopuerto de
Tamazall. Sólo unos pocos kilómetros más adelante se encontraba el Paso Zurga;
una elevación de pequeñas colinas dividida por el raíl magnético del tren,
formando un cañón que se extendía durante 30 kilómetros. Todo el mundo estaba
de acuerdo en que el ataque llegaría en alguna parte de esa zona.
Era allí donde la Milicia de Tamazall permanecía a
la espera; preparada, dispuesta, y con la esperanza de ser capaz de repeler al
enemigo. Se habían tomado todas las precauciones posibles. El tren monorraíl se
componía de cuatro vagones. Justo detrás de la locomotora, un compartimento de
pasajeros estaba repleto de milicianos. Después iba un compartimento de comando
especial con torretas turboláser gemelas. Detrás estaba el compartimento de
prisioneros, vacío salvo por el asesino convicto encerrado en una jaula de
fuerza, y sus dos guardias. En último lugar iba otro vagón de milicianos.
Liberar a este prisionero no iba a ser tarea fácil...
El cielo en penumbra se iluminó de naranja y
carmesí cuando las explosiones sacudieron la ladera de la montaña. En cuestión
de segundos, los enlaces de comunicaciones confirmaron que el paso había
quedado cerrado en su extremo occidental. ¡La milicia había quedado atrapada
dentro y el monorraíl estaba siendo atacado! Desde el norte, una sombra
gigantesca acechaba en la noche. Escupió rápidas ráfagas de bláster que
destrozaron la vía ante el vehículo. Un disparo impactó en la locomotora y un
inmenso resplandor llenó el aire. El vehículo, dañado y en llamas, se detuvo
perezosamente en el raíl. Los generadores de emergencia cobraron vida y los
focos reflectores apuñalaron el exterior, captando la silueta de deslizadores,
decenas de ellos, acercándose para dar el golpe de gracia.
La armadura reflectiva de los vagones de la milicia
y los pasajeros habría bastado para soportar el más duro de los bombardeos, de
haberles atacado el enemigo con blásters. Sin embargo, el arma de los atacantes
era orgánica. Mientras los deslizadores seguían hostigando con sus disparos,
lanzaban aquí y allá un proyectil fabricado especialmente contra los vagones
restantes, salvo el del prisionero.
Cuando las cabezas explosivas de los proyectiles
chocaban contra el exterior del tren, cientos de pequeñas arañas galdewik
salían de ellas, deslizándose por grietas y ranuras que ninguna cantidad de
placas de blindaje podría sellar. Una vez hecho su trabajo, los deslizadores
descendieron fuera del alcance, escuchando la mezcla de gritos y disparos de
rifle del interior de los vagones del monorraíl. Entonces los gritos se
desvanecieron, aún más aterradores en su súbita ausencia. Un portón se abrió
deslizándose en el vagón del prisionero. Desde el interior, una luz de termita
osciló de un lado a otro, la señal predeterminada que anunciaba que la batalla
había terminado.
En la distancia, la gran sombra emergió de la
oscuridad. Miles de puntos de luz bañaron la barcaza de vela hutt con un brillo
anacarado. Conforme la barcaza se aproximaba, un deslizador se acercó al vagón
de prisioneros del monorraíl.
-¿Brahle Logris? Vengo a por Brahle Logris.
-Yo soy Logris.
-Brahle Logris: mi jefa, Kumac la hutt, tiene un
trabajo que requiere a alguien con sus talentos especiales. Ha tenido en cuenta
detenidamente sus capacidades y cree que usted es el hombre adecuado para el
trabajo. Tenemos un transporte preparado para usted.
-Ya veo. ¿Esta oferta incluye una invitación a
cenar?
-Desde luego.
-¿Entonces a qué estamos esperando? Este es Deshic
Mall. Me ayudó en la fuga. Uno de los vuestros, supongo.
-Así es.
La persona que hablaba observó cómo el segundo
hombre, vestido con el uniforme de un oficial de la milicia, descendía la rampa
detrás de Logris. En la tenue luz interior, podía verse el cadáver de otro
oficial tendido en el suelo del vagón.
Sin previo aviso, la persona que había hablado sacó
un pequeño bláster de su bolsillo y disparó a Mall a quemarropa. Mientras el
hombre caía inerte a la arena, continuó hablando:
-Discúlpeme. Mi jefa dijo específicamente que la
invitación era sólo para uno.
Logris asintió.
-Usted primero. Por cierto, buen disparo. ¿Alguna
vez...?
No hay comentarios:
Publicar un comentario