V
IG-88B fue elegido para la primera misión. Estaba
complacido y entusiasmado, y sus duplicados compartirían sus archivos de
experiencia cuando volviera. Sería como si cada uno de los cuatro hubiera
salido a cazar personalmente.
Las instalaciones industriales de Mechis III tardaron
dos días en diseñar y producir una elegante nave de cazarrecompensas para
IG-88B. Con su visión en varias zonas del espectro, admiró las líneas perfectas
de la IG-2000: potentes motores,
grueso blindaje, y todos los sistemas de armamento apropiados. IG-88B se alejó
más allá de la atmósfera, dejando que los otros tres droides asesinos
continuaran sus planes para dominar la galaxia.
Aunque la amenazante orden imperial de disparar a
matar iba ligada al nombre de IG-88, dudaba de que nadie intentara llevarla a
cabo. Se concentró en lugares donde era improbable que fueran demasiado
respetuosos con las leyes imperiales... o con cualquier otra clase de leyes, ya
puestos. Sabía que sus capacidades eran obvias, y hacía entrar con paso firme
en las cantinas su cuerpo de varias toneladas, anunciando:
-Soy un cazarrecompensas. Deseo encontrar trabajo
por una tarifa razonable. Soy incapaz de fracasar en mi misión.
La mayoría de la gente tenía miedo de hablar con
él... pero IG-88 elegía bien sus sistemas planetarios. Quería trabajar donde
pudiera hacer avanzar sus planes secundarios, y sólo necesitaba esperar.
Anunciar su identidad servía al propósito principal de dejar un rastro falso
para los espías imperiales.
Su fuerza y habilidad eran obvias, y su moral
inexistente. IG-88 era un asesino de alquiler, lisa y llanamente, y sabía que
encontraría una misión.
Su primera elección fue el apartado planeta Peridon’s
Folly, un mundo apenas conocido que recibía pocos visitantes de fuera del
sector. El Imperio se preguntaría por qué IG-88 había elegido un mundo tan
irrelevante y de escasa importancia, pero allí tenía otro objetivo que cumplir
en caso de que no encontrara un trabajo legítimo.
Peridon’s Folly era un depósito de armas obsoleto
dirigido por comerciantes del mercado negro que vendían armas antiguas a
contrabandistas y señores del crimen. Aunque las armas eran demasiado
anticuadas e ineficientes para su uso habitual en el Imperio, el mercado negro
resultaba un negocio provechoso.
El planeta había sido dividido en territorios por
los diversos traficantes de armas; su superficie era un patrón de retales de
sectores comerciales asediados, entrelazados con dispositivos de atraque de
alta tecnología, sistemas de comunicaciones, y puestos avanzados de defensa. En
los bordes había zonas “de pruebas”, donde armas redescubiertas o diseños
extraños de las reservas se detonaban para impresionar a los clientes o
advertir a los traficantes de armas rivales.
En menos de un día, IG-88 fue contratado, escoltado
por dos matones que trabajaban para un insignificante dictador llamado Grlubb,
que se encontraba envuelto en una rencilla con otro traficante de armas.
Los matones eran abyssins, fornidas criaturas
ciclópeas de piel marrón verdoso y brazos que les colgaban hasta las rodillas.
IG-88 no estaba seguro de si Grlubb trataba de intimidarle o de impresionarle,
aunque el droide asesino podría haber masacrado a los dos monstruos de un solo
ojo en menos de un segundo. Decidió que las bestias eran simplemente escoltas y
guardaespaldas. Sin duda, los abyssins intimidaban a todos los demás en la
cantina, y ahora todos los traficantes de armas de Peridon’s Folly sabían que
IG-88 había sido contratado por Grlubb.
El insignificante dictador era una pequeña criatura
con rostro de roedor, un hocico lleno de cicatrices y gruesos bigotes felinos
que mostraban las quemaduras de un duelo reciente. Grlubb estaba rodeado de
decenas de guardias monstruosos armados hasta los dientes, incluyendo los
propios dientes como armas en algunos casos.
-Uno de mis rivales –dijo el dictador con cara de
roedor- ha comenzado a desarrollar armas inmorales. Simplemente, no puedo
tolerar tal conducta, especialmente de alguien inferior.
-¿Qué arma se considera inmoral? –preguntó IG-88,
con genuina curiosidad acerca de lo que esa artera criatura consideraría más
allá de los límites aceptables.
-Armas biológicas, perversos gases nerviosos... ya
sabe, cosas que no hacen pum. Eso le quita toda la diversión.
Grlubb deslizó un disco de datos sobre su
escritorio, e IG-88 se inclinó para recogerlo con una de sus potentes manos
metálicas. Ante ese movimiento, una docena de armas se amartillaron y apuntaron
hacia el droide asesino, como si retaran a IG-88 a atreverse a atacar a Grlubb.
Debido a que el cuerpo metálico de IG-88 no podía mostrar expresiones, los
demás guardaespaldas no pudieron percatarse de lo divertido que le parecía que
creyeran que podían proteger a ese dictador en caso de que IG-88 realmente
quisiera matarlo.
Para su propia diversión, IG-88 trazó un mapa de
objetivos y calculó que probablemente podría matar a todos y cada uno de los
guardias en menos de cinco segundos, recibiendo por su parte una cantidad
mínima de daños. Pensó que podría disfrutar de ello, pero no sería fiel a su
programación... desde luego, no si esperaba vender sus servicios como
cazarrecompensas a otros clientes. Esta primera misión debía ir a la
perfección.
IG-88 introdujo el disco de datos en su lector de
entrada, asimilando la información.
-Se hará –dijo-. Deme de tiempo hasta esta noche.
Grlubb soltó una carcajada y se frotó las manos
provistas de garras.
-¡Gracias! Muchas gracias.
***
IG-88 decidió usar la fuerza bruta en lugar de la
sutileza. La destrucción flagrante dejaría una tarjeta de visita mucho más
clara.
Cruzó una desolación devastada que había sido usada
para probar armas de proyectiles y para detonar explosivos que soltaban nubes
de gases cáusticos. El peso de IG-88 dejaba en la arcilla sin vida pisadas
profundas como cráteres mientras se dirigía directamente hacia su objetivo, una
fortaleza excavada en las profundidades de una pared rocosa de color rojo
óxido. La corroída puerta de acceso metálica estaba guardada por torretas de
vigilancia y emplazamientos de armas, pero IG-88 caminaba directo hacia la
fortaleza. Hasta el último momento no vio a nadie moviéndose en las torretas de
vigilancia, y para entonces ya se había deslizado con facilidad por debajo del
alcance de los cañones láser defensivos, demasiado cerca para resultar un
blanco decente.
Se detuvo a tres metros de la desconchada
superficie de la puerta blindada y lanzó su primera granada de conmoción.
Calculó que, incluso desde esa distancia, la onda de choque no le causaría
ningún daño.
La detonación golpeó el centro de la puerta y
retumbó como un inmenso gong por todo el cañón. De las paredes del acantilado
cayeron rocas en una pequeña avalancha. Los centinelas de las torretas
dispararon ineficazmente sus cañones láser, dejando sólo rastros chamuscados,
pero sin darle al droide.
Usando filtros en varios espectros, IG-88 escaneó
la puerta dañada. El centro brillaba en el infrarrojo conforme el calor se iba
disipando. Analizó la firma de las vibraciones y advirtió dónde la estructura
del metal mostraba ahora diminutas grietas cristalinas.
Satisfecho, preparó una segunda granada de
conmoción.
IG-88 llevaba doce consigo, y esperaba que esa
puerta sólo requiriera usar tres.
En realidad, hicieron falta cuatro granadas para
destruir por completo la puerta. Mientras los ardientes restos fundidos de la
puerta se estrellaban contra el suelo a ambos lados, IG-88 entró en la
fortaleza con paso firme, determinado a recalibrar sus sensores y sus modelos
predictivos en cuanto tuviera tiempo.
Se adentró por el pasillo oscuro, consciente de que
en ese momento el objetivo se encontraría aumentando sus defensas, preparándole
emboscadas a su paso. Pero IG-88 sabía qué camino debía tomar. El disco de
datos de Grlubb contenía los planos de la fortaleza, así como las ubicaciones
de los emplazamientos de armas y los complementos de guardias mercenarios.
Desde un callejón sin salida fortificado, cinco
guardias comenzaron a dispararle con rifles bláster. Sus disparos rebotaron en
el blindaje de durachapa de IG-88. Ninguna arma de energía común podía dañarle
a menos que el rayo golpeara exactamente en el lugar adecuado; sólo unos pocos
de los diseñadores originales de IG-88 conocían tal vulnerabilidad, y la
mayoría de esos diseñadores habían sido asesinados en la masacre de los
Laboratorios Holowan.
IG-88 usó los cañones láser en ambos brazos y fue
derribando metódicamente un objetivo tras otro, atravesando armaduras blindadas
cuando era necesario. Una vez libre de molestias, apagó sus cañones láser y
continuó su marcha implacable hacia los niveles interiores de la fortaleza,
Otro grupo de guardias le atacó rociándole con epoxi
de endurecimiento instantáneo, una defensa novedosa que le atascó los
engranajes y servomotores. IG-88 reflexionó por un instante y entonces elevó su
temperatura corporal hasta que el epoxi burbujeó y se fundió, y finalmente se
separó de su cuerpo cuando flexionó sus potentes extremidades. Cuando los
guardias continuaron disparándole, lanzó una de sus granadas de conmoción entre
ellos.
Probó varios filtros ópticos hasta encontrar una
mejor visión a través del creciente humo de los pasillos. Más adelante vio
puertas cerradas marcadas con símbolos de peligro que indicaban contaminación
biológica. Al otro lado de gruesas ventanas de transpariacero, gente con
voluminosos trajes ambientales y pesadas máscaras respiratorias corría de un
lado a otro, tratando de apagar los experimentos en progreso, mientras otros
intentaban escapar del laboratorio.
IG-88 llegó a la puerta anti-contaminación sellada
y decidió que sería demasiado difícil arrancarla, así que en lugar de eso se
centró en la ventana de observación. Sus dos manos de duracero golpearon cinco
veces con fuerza capaz de agrietar un planeta, hasta que el grueso
transpariacero se resquebrajó y cayó hacia dentro con un fuerte sonido al
igualarse la presión del aire a ambos lados. Los enmascarados trabajadores del
laboratorio corrieron frenéticamente.
IG-88 atravesó lo que quedaba de pared y luego
escaneó el lugar durante tres segundos, analizando los sistemas de contención y
catalogando el inventario de toxinas letales. Al terminar, calculó la mejor
manera de liberarlas todas.
IG-88 avanzó siguiendo un camino cuidadosamente
elegido que habría parecido un frenesí bestial para los observadores que huían.
Arrancó células de energía de campos de contención para que escaparan ráfagas
de gas letal; aplastó contenedores, y nubes de microorganismos letales flotaron
en el aire. Un campo de emergencia se activó para sellar todo el laboratorio,
pero IG-88 encontró los controles y también lo apagó.
Cuando todas las sustancias horribles fueron
distribuidas por los sistemas de ventilación de la fortaleza, IG-88 comenzó a
atrapar a los técnicos que huían con sus máscaras y trajes sellados. Con
delicadeza y precisión, les arrancó las placas faciales, exponiéndolos a los agentes
químicos nocivos y a las enfermedades que ellos mismos habían creado.
El laboratorio ardía a su alrededor. Mercenarios
cegados se tambaleaban, jadeando y dando arcadas en el aire cargado de humo
púrpura. Había sido una experiencia satisfactoria, pero no quería perder más
tiempo. Disparó a los que entorpecían su camino de salida y dejó que el resto
se pudriera en la ponzoñosa matanza.
Misión cumplida. Primer objetivo alcanzado.
***
Antes de marcharse de Peridon’s Folly, IG-88 buscó
su segundo objetivo, el propósito más personal.
Avanzó silenciosamente en la oscuridad, usando
rutinas de sigilo y algoritmos de camuflaje para introducirse en la residencia
fortificada de Bolton Kek, uno de los diseñadores de la red neuronal original
de la serie IG.
Kek había establecido el trabajo de base para el
proyecto de Laboratorios Holowan, pero luego había aceptado otro trabajo de
consultor, retirándose del servicio imperial en base a “convicciones morales”.
Bolton Kek se había retirado al mundo de Peridon’s Folly, donde vendía sus
servicios a los diversos traficantes de armas.
El objetivo estaba dormido, tumbado en su habitación
en penumbra, e IG-88 avanzó en máximo silencio. Hablando directamente con ellos
en binario, había soslayado los innumerables sistemas de alarma y campos de
seguridad del hogar de Kek. En el interior, IG-88 amplificó sus sensores
ópticos para aprovechar la escasa luz de la habitación.
Bolton Kek estaba profundamente dormido, sin duda
considerándose a salvo. Roncaba suavemente y se acurrucaba contra otra figura biológica,
una hembra. IG-88 efectuó un análisis rápido y la identificó como una bailarina
twi’lek de piel verde y colas como gusanos extendiéndose desde la parte trasera
de su cráneo. ¿Cómo pueden estos
biológicos aparearse entre sí?, pensó IG-88.
La bailarina habría sido una víctima fácil, pero no
estaba en su lista de objetivos, e IG-88 no malgastaba energía. Era probable
que Bolton Kek ni siquiera supiera nada acerca de los droides asesinos fugados...
pero IG-88 no podía arriesgarse a dejar con vida a una sola persona que tuviera
tal conocimiento.
Mientras el ingeniero seguía roncando, IG88 activó
un cañón láser, apuntó la brillante cruz roja del punto de mira, y disparó un
tiro con gran precisión justo en la despreocupada frente de Bolton Kek.
IG-88 dio media vuelta y comenzó a salir por la
puerta sin sigilo. La bailarina twi’lek se despertó y le gritó obscenidades en
un lenguaje cuya traducción no tenía almacenada en sus bases de datos. IG-88 la
ignoró mientras caminaba sin detenerse hacia su nave.
Ambos objetivos habían sido completados.
De Mechis III, IG-88 había descargado una lista de
científicos sobrevivientes que conocían detalles peligrosos sobre los droides
asesinos, ingenieros que habían abandonado Laboratorios Holowan. Con el archivo
almacenado en su cerebro, sabía exactamente dónde buscar más misiones como
cazarrecompensas.
La lista se iría haciendo cada vez más corta.
***
Gritó. Su rostro se puso rojo de ira. Los cavernosos
orificios nasales de su inmensa nariz se dilataron. Los rugidos del supervisor
imperial Gurdun salpicaron de saliva el rostro de Minor Relsted.
-¿Es que nadie se da cuenta de que sigue habiendo
una orden de destruir a IG-88 en cuanto sea descubierto? ¡Esa ley está apoyada
por todo el peso del Imperio!
Gurdun resopló con ira al observar los informes de
las misiones de recompensa llevadas a cabo con éxito por IG-88. Parecía estar
llevando a cabo una cruzada contra la humanidad de planeta en planeta. Gurdun
se sentó, descargando todo su peso sobre la silla, que crujió quejumbrosa.
-¿Por qué la gente le sigue contratando? Se
arriesgan a sufrir la ira del Imperio.
Minor Relsted parpadeó.
-Señor –dijo entre tartamudeos-, creo que es porque
IG-88 siempre realiza el trabajo.
-¿Ah, sí? –rugió Gurdun-. ¡Fuera de aquí!
Sobresaltado, Minor Relsted dejó caer un puñado de archivos
sobre el despacho de Gurdun.
-Disculpe, señor, pero antes de que se vaya a casa
esta noche, tiene que leer y firmar estos documentos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario