viernes, 25 de mayo de 2018

Luego Existo: El Relato de IG-88 (VI)


VI

Al principio el supervisor imperial Gurdun se sintió intimidado por viajar en la lanzadera junto a Darth Vader, la brutal mano derecha del Emperador. Pero conforme su nave descendía por los bancos de nubes grises que envolvían los centros industriales de Mechis III, Gurdun se descubrió encogiéndose de miedo ante cada siseo de su respiración, lanzando nerviosamente miradas de soslayo al terrorífico casco negro y a la monstruosa silueta oscura. Gurdun había intentado varias veces comenzar una charla trivial, pero Vader no era muy buen conversador.
El piloto de la lanzadera privada de Vader los condujo con mano experta sobre los almacenes y centros de fabricación, dirigiéndose hacia la elevada torre administrativa. Gurdun se inclinó hacia delante para mirar a través de la ventanilla el paisaje industrial que estaban sobrevolando, y se golpeó la inmensa nariz contra la ventana. Dolorido, se frotó la nariz e hizo una mueca, y luego trató una vez más de entablar conversación con Darth Vader.
-Este es un pedido muy grande y poco habitual, lord Vader. Aprecio que me acompañe para asegurarse de que recibe la atención adecuada. Estoy convencido de que esta gente de Mechis III está más preocupada por los beneficios empresariales que por la gloria del Imperio. Me ha costado horrores conseguir que el administrador Hekis hablara directamente conmigo en el enlace de comunicaciones.
La respiración de Vader sonaba como un viento hueco a través de una cueva que atrapara almas perdidas.
-No me decepcione, supervisor Gurdun –dijo, cada palabra como una punzante vibrohoja-. Le hago personalmente responsable de asegurar que estos nuevos droides sonda espías se completen y desplieguen según lo programado. Los rebeldes han escapado de Yavin y debemos volver a encontrarlos. A un rebelde en particular...
-¿Y de quién se trata? –preguntó Gurdun animadamente, contento de haber entablado con Vader lo que parecía ser una agradable charla.
-Eso no es de su incumbencia, supervisor Gurdun.
-Oh, no –dijo-, por supuesto que no. Sólo era curiosidad, nada más.
Después de la debacle de los droides asesinos en los Laboratorios Holowan, Gurdun había sido puesto al mando del supervisar el desarrollo de la serie de probots Víbora de Arakyd, una nueva línea de droides espía negros que se mandarían por millares a todos los rincones de la galaxia para buscar instalaciones rebeldes ocultas. Los imperiales estaban ansiosos por infligirles el castigo por la destrucción de su costosa Estrella de la Muerte.
Gurdun esperaba que esos probots también pudieran proporcionar una pista de la ubicación de los droides asesinos desaparecidos. Los droides asesinos IG seguían sueltos por la galaxia, y para él cada misión de cazarrecompensas que aceptaban descaradamente era como si le estuvieran dando una bofetada.
Mechis III había recibido y aceptado el gran pedido de droides sonda, pero cuando Gurdun solicitó inspeccionar la línea de montaje personalmente, la imagen de vídeo del administrador Hekis había sido de lo más desconcertante, desaconsejando con vehemencia la visita. Cuando Darth Vader demandó un informe de progresos y Gurdun informó de esa reticencia, el Señor Oscuro decidió ocuparse del asunto con sus propias manos enfundadas en guantes negros.
Vader no pidió permiso para visitar Mechis III. Simplemente llegó.
La lanzadera imperial se posó en el rectángulo iluminado en rojo en lo alto de lo alta torre. Se soltó torpemente el cinturón de seguridad de su asiento en cuanto las puertas de la lanzadera se abrieron con un siseo.
Viendo que se escapaba su oportunidad, Gurdun respiró profundamente para reunir valor, abordando finalmente el tema que había querido mencionar desde el despegue.
-Hmm... Lord Vader, si me permite la osadía de solicitar... –Se frotó la nariz inconscientemente-. Cuando se complete este pedido, me preguntaba si usted podría tener a bien interceder por mí en mi solicitud de... eh, quiero decir... el procedimiento quirúrgico que vengo necesitando desde hace ya algún tiempo...
 Vader giró su monstruoso casco hacia Gurdun, y el supervisor imperial retrocedió encogido, sin querer mirar el rostro de plastiacero negro.
-Su apariencia física no me concierne –dijo Vader-. No tengo ningún interés ni deseo por proporcionarle una cirugía estética inútil. Si su gran nariz continúa molestándole cuando se mira al espejo, tal vez debería quitarme el casco y dejar que eche un vistazo. Entonces no se preocuparía tanto.
Gurdun alzó las manos.
-No, no, eso no es necesario, lord Vader. Ya lo he comprendido. No volveré a pedirlo.
Se frotó la nariz como si pudiera reducir su tamaño simplemente por fricción.
Un droide administrativo plateado se apresuró a acercarse a ellos conforme Darth Vader salía de su lanzadera privada. El droide saludó con sus manos metálicas.
-¡Saludos, saludos, señores! Soy Tresdé-Cuatroequis, a cargo de las actividades mientras el amo Hekis se encuentra atendiendo una emergencia. ¿Cómo puedo ayudarles? No hemos sido informados de su repentina visita.
Gurdun hinchó el pecho.
-Eso es porque elegimos no informarles de nuestra llegada. Lord Vader debe hablar con el administrador Hekis con respecto a nuestro importante pedido de nuevos droides sonda. Debemos asegurarnos de que serán entregados según lo previsto.
Cuatroequis los condujo al interior de la torre, descendiendo por un turbo ascensor, hasta las austeras oficinas del administrador humano. Gurdun miró a su alrededor, sorprendido de que un hombre con tan pocas cosas que hacer con su tiempo eligiera tener una oficina totalmente desprovista de interesantes obras de arte. Hekis debía ser realmente un tipo aburrido... una elección perfecta para el trabajo en ese lugar.
-¿Dónde está el administrador? –preguntó Vader.
Cuatroequis quedó un instante inmóvil, como si estuviera descargando información. Gurdun se preguntó qué antigüedad tendría ese modelo de droide; hacía tiempo que no veía semejante retraso.
-Ha habido una avería en el extremo opuesto del planeta, señores. Una de nuestras instalaciones de producción de droides agrícolas cosechadores. El administrador Hekis debe permanecer allí hasta que se resuelva la situación.
-No me interesan sus emergencias –dijo Vader-. Deseo hablar con Hekis. Establezca un enlace de vídeo ahora... ¿o tendremos que ir a visitarle personalmente?
Cuatroequis hizo una nueva pausa, dubitativo.
-Estableceré un enlace de vídeo –dijo finalmente-. Por supuesto que puedo conectarle con él. No tema.
Vader respondió como si hubiera sido una pregunta.
-No le temo a nada.
Tresdé-Cuatroequis se deslizó por la puerta y regresó un instante después, empujando una gran pantalla de video plateada en un marco cuadrado con ruedas, que el droide administrativo conectó con una serie de cables a un ordenador de pared. La pantalla parpadeaba con estática multicolor, enfocándose y deformándose mientras una imagen cobraba forma con los conjuntos de píxeles.
Un hombre de rostro pálido con larga barbilla y ojos hundidos sonreía insípidamente en la pantalla de vídeo. Tras él, columnas de humo manaban de las máquinas averiadas en una planta de ensamblaje. Los negros cuerpos semiesféricos de las máquinas de escasa altura salpicaban reflejos de la luz roja de las alarmas. Los droides de diagnóstico y reparaciones iban ocupados de un lado a otro, hurgando en la maquinaria humeante.
Las alarmas de fondo se amortiguaron cuando la captación de voz enfatizó las palabras de Hekis.
-¡Lord Vader, qué sorpresa tan inesperada!
-Hemos venido para asegurarnos de que nuestro pedido de droides sonda se completa adecuadamente –dijo Gurdun-. Estamos ansiosos por ver esas máquinas entregadas y puestas al servicio del Imperio.
Hekis parecía agitado, pero trataba de ocultarlo. Gesticuló hacia el desastre que tenía detrás.
-No se preocupen por este pequeño contratiempo –dijo.
Los droides cosechadores se escabullían velozmente del lugar del desastre, con sus brazos multipropósito levantados completamente para poder avanzar sin estorbo.
-No hemos tenido problemas con el pedido de los probots. De hecho, ya se ha completado el diseño y se han reconfigurado las líneas de montaje. Comenzaremos la producción en masa en los próximos dos días. Deberían tener el pedido completo en cuestión de una semana. Creo que son varios días de adelanto con respecto a la fecha prevista.
-¡Excelente! –exclamó Gurdun, frotándose las manos-. ¿Lo ve, Lord Vader? Le dije que podíamos confiar en nuestro hombre Hekis.
La imagen del administrador parpadeó en la video pantalla, y entonces otra gran columna de oleoso humo negro emanó de una nueva cámara de control de la línea de montaje.
-Hay asuntos que debo atender aquí, Lord Vader –dijo Hekis, girando alarmado-. Acepte mis sinceras disculpas por no poder estar allí en persona. Quédese tranquilo, sus droides sonda serán entregados.
Sin más palabras, la imagen se convirtió en estática.
-Ya ve, no tenemos nada de lo que preocuparnos –dijo Gurdun, sintiéndose bastante aliviado-. ¿Podemos irnos ya, Lord Vader? Seguro que tiene obligaciones cruciales que serán mucho más importantes.
Pero Vader permaneció inmóvil como una estatua por unos instantes, con su respiración siseando huecamente a través de su respirador. Se volvió a un lado y a otro, mirando fijamente la video pantalla apagada, las desnudas paredes de la oficina de Hekis, y el droide plateado Tresdé-Cuatroequis.
Gurdun tragó saliva, cada vez más impaciente e intranquilo.
-Hmm... ¿Qué ocurre, Lord Vader? Realmente creo que deberíamos dejar que estos droides vuelvan al trabajo.
-No estoy seguro –respondió Vader, con tono agorero-. Siento que algo no está bien aquí... pero no puedo determinar qué. –Finalmente, Vader volvió a recobrar la compostura. Pasó junto a Gurdun, dirigiéndose de vuelta al turbo ascensor hacia su lanzadera personal-. Asegúrense de que esos droides sonda sean entregados –dijo Vader al droide administrativo plateado.
Tresdé-Cuatroequis se puso tieso con orgullo.
-No nos gustaría decepcionarle, Lord Vader –dijo.
Vader se irguió cuan alto era, una mancha de oscuridad recortándose sobre el cielo humoso de la plataforma de aterrizaje. Su capa ondeaba a su alrededor.
-No. No os gustaría.

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