domingo, 15 de agosto de 2010

El honor de los Jedi (96)

96
Cuatro horas más tarde, Luke aminora la marcha. Han alcanzado las afueras del Centro Administrativo. Le recuerda vagamente a las torres de las hormigas de sangre que ocasionalmente encontraba en los desiertos de Tatooine, abarrotadas y bullendo de actividad como las ciudades de Ord Mantell. En una zona de unos 75 kilómetros de diámetro, capa tras capa de complejos con muros blancos se alzan todo un kilómetro sobre la superficie. Cada capa es una ciudad en sí misma, dedicada a alguna inservible función burocrática.
Conforme se adentran en el centro del complejo, el pasillo está cada vez más concurrido por carros repulsores manejados por oficiales imperiales de bajo rango. Una acera de energía de salida corre por el borde izquierdo del pasillo, y una acera de energía de entrada corre por el borde derecho. Soldados de asalto, civiles y algunos oficiales pululan por las aceras de energía. De vez en cuando, algún peatón se detiene para mirar a Luke y sus prisioneros.
Luke toma la primera rampa ascendente que ve, luego sigue por una complicada serie de espirales y giros. Finalmente alcanzaron un nivel oscuro vacío de tráfico y personal. El único pasillo iluminado conduce al centro del complejo administrativo. En este nivel, la prisión consiste en 500 celdas de aislamiento y una sección de tropas de asalto de primera.
Un anodino grupo de puertas grises apareció ante su vista. Frente a las puertas descansan dos cañones iónicos. Los dos responsables de cada cañón se encuentran detrás de sus armas. Un oficial está de pie ante las puertas.

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