sábado, 17 de septiembre de 2011

El honor de los Jedi (147)

147
-Da la vuelta -ordena Luke-. ¡Vader está aquí!
-¿Cómo lo sabes?
-La Fuerza -explica Luke-. Puedo sentirlo.
-Yo no siento nada.
-¡Entonces confía en mí!
Erling regresa obedientemente una vez más al almacén donde descansaron tras escapar de la sub-instalación. Veinte minutos después, el cosquilleo en la mente de Luke comienza a remitir. Se asoman a la intersección para echar un vistazo al pasillo principal. Cincuenta metros más allá, un único carro repulsor avanza hacia el complejo administrativo. En el asiento del pasajero se encuentra una gran figura provista de una capa. La armadura no sólo es negra: es la personificación de la falta de luz. Incluso desde esa distancia, la figura irradia una tangible nube de maldad.
-¡Darth Vader! -susurra Erling.
El carro se detiene de pronto y la cabeza cubierta con el casco mira lentamente a un lado y a otro. Luke da un paso atrás, apartando también a Erling.
-¡Siente mi presencia!
Esta vez, Erling no protesta.
Al no ver aparecer a Vader doblando la esquina, Luke se atreve a echar otro vistazo al pasillo. El carro ya no es más que un pequeño punto. Vuelven a subir a su propio carro, y luego regresan a la estación de lanzamiento. Al acercarse a las puertas, Erling mira directamente al frente, ignorando a los guardias. Los guardias se echan ligeras miradas entre sí, y luego el de la izquierda salta como con un resorte para pulsar el activador. Las puertas se deslizan abriéndose justo cuando el capó del carro alcanza el umbral.
La estación de lanzamiento del personal de mando es una pequeña bahía de atraque, con espacio para contener una docena de lanzaderas. En este momento, seis lanzaderas se alinean una junto a otra en la primera hilera. Un pequeño centro de control se encuentra elevado en el muro de la izquierda. A la derecha, un campo de fuerza selectivo protege la bahía contra las tormentas cáusticas de la oscura atmósfera de Tol Ado. Aunque la atmósfera es negra como el espacio profundo, parece estar viva, girando y arremolinándose... del mismo modo que una araña inmóvil parece estar viva.
-¡Lord Vader! -Sebastian Parnell se acerca por la izquierda, con tres soldados de asalto tras él-. Me dijeron que me había perdido su llegada.
Erling mira lentamente al general.
-Y así ha sido. Ya me iba.
Parnell parece percatarse por primera vez de la presencia de Luke.
-¡Pero acaba de llegar sólo hace unos minutos! ¿Cómo...?
-Su intelecto no puede comprender el poder de la Fuerza, general.
Parnell baja la mirada y se mueve nerviosamente.
-¿Nos honrará con su compañía por unas horas? -pregunta, sin alzar la mirada.
-Ya tengo lo que venía a buscar -dice impaciente Erling.
Parnell alza su mirada y encuentra los oscuros vacíos de las placas oculares del casco de Erling.
-Por supuesto. ¿Le preparo su lanzadera?
-De inmediato.
Parnell se dirige a un soldado de asalto.
-Haz que preparen la número seis. -El soldado se apresura hacia la lanzadera más lejana-. Sólo tardará un instante. Dígame, ¿se encuentra bien el Emperador?
-¿Se atreve a ponerme a prueba? -pregunta Erling.
-Por supuesto que no -dice Parnell sin cambiar de tono-. Veo que su lanzadera está lista, Lord Vader. -Sin responder, Erling mueve el carro repulsor hacia la lanzadera. Apenas han avanzado poco más de dos metros cuando Parnell vuelve a hablar-. Lord Vader, va a la lanzadera equivocada. -Señala a una lanzadera más cercana-. Ésta es la suya, ¿no es así?
-¡Acelera! -ordena Luke, agarrando el sable de luz del cinturón de Erling. ¡La prueba de Parnell era más sutil de lo que habían pensado!
Erling pisa a fondo el acelerador. El carro salta hacia la lanzadera que Parnell había ordenado preparar para el despegue. Los guardias del general disparan. Los disparos pasan rozando el carro y se estrellan contra el costado de la lanzadera número dos. Erling los esquiva colocándose tras la lanzadera número uno. Continúa hacia la número seis, al otro extremo de la fila, protegido del fuego de los soldados.
En la número seis, el único soldado que Parnell había enviado para prepararla se encuentra entre ellos y la rampa de acceso bajada. No se ve a la tripulación por ninguna parte. Erling dirige el carro directamente hacia él y acelera. El soldado mantiene la posición por unos instantes, disparando un par ce veces al carro. Erling no aminora, y el carro golpea al soldado enviándolo diez metros volando por el aire. Rebota sobre la lanzadera y cae ruidosamente al suelo.
Desmontan a Erredós del carro y corren a la rampa de entrada. Para cuando los soldados de asalto de Parnell alcanzan la lanzadera, Luke ya ha cerrado todas las escotillas y está sentado en la cabina. Activa los escudos de energía y sus disparos rebotan inocuamente en el hangar. Luke activa el motor subluz y saluda a Parnell mientras se calienta. El general ignora a Luke y grita a sus guardaespaldas. Sus amenazas no sirven de nada; los disparos de bláster no pueden penetrar los escudos pesados de una nave espacial.
Luke retira el tren de aterrizaje. Cuando se gira para despedirse de Parnell una última vez, el general cae de rodillas. Se sujeta la garganta y se tambalea inestable, como si se estuviera ahogando. Casi parece como si una figura invisible le estuviera aplastando la tráquea.
Una inmensa figura vestida de negro se encuentra de pie en la puerta del hangar, con la mano derecha extendida como si sostuviera un gigantesco cetro. Incluso a través de los escudos y el casco de la nave, Luke siente el calor de la ira de Vader. Gira la lanzadera hacia el escudo atmosférico y acelera hacia las nubes negras de Tol Ado.
Diez turbulentos minutos después, dejan atrás las nubes. Treinta bolas con dobles alas les rodean por delante, y Luke ve los puntos de fuego de más motores TIE acercándose desde todas partes.
-¡Estamos rodeados! -exclama Luke-. Tendremos que volver a entrar en las nubes.
Lo que no dice es que los Luke probablemente puedan localizarlos electrónicamente, y luego saltar sobre ellos cuando traten de escapar de nuevo. A menos que pueda pensar en un plan mientras estén en la atmósfera, podrían igualmente tratar de luchar ahora.
-¿No podemos atravesarlos? -pregunta Erling.
Los TIEs que se encuentran sobre ellos descienden. Sesenta cañones láser destellan y una docena de disparos dan en el blanco. Las luces de la cabina pierden intensidad conforme los escudos disipan los daños hacia el espacio.
-Claro -responde Luke-. Nuestros escudos aguantarán unos diez segundos.
-Eso es todo lo que necesitamos -dice Erling.
-¿Estás loco? Nos costará cuatro o cinco minutos completar los cálculos de hiperespacio. Hasta entonces, somos como patos de feria.
-Puedo conseguir coordenadas en dos segundos, si puedes sacarnos de este pozo de gravedad.
-¡Ni hablar! -exclama Luke-. Un salto a ciegas es una muerte más segura que esta.
-No será a ciegas.
-¿Cómo puedes hacer eso? -pregunta Luke.
-Simplemente, puedo. Debes confiar en mí.
Otra andanada de disparos de TIEs sacude la lanzadera. Esta vez, las luces de la cabina permanecen apagadas todo un segundo.

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