Pasaron
quince años.
En
la Esclavo I , con los motores y los escudos
minimizados al máximo y sólo una pizca de potencia alimentando los paneles de
instrumentos y el sistema vital, Boba Fett flotaba en la eclíptica del sistema
Hoth, por encima del potencialmente letal campo de asteroides. Observó el
sistema Hoth y se alegró al ver que había llegado antes que los imperiales.
Allí
abajo, en algún lugar del propio Hoth, se encontraba, si Fett había supuesto
correctamente, el actual cuartel general de la Rebelión. A Fett no le
importaba la Rebelión
ni para bien ni para mal; los rebeldes estaban claramente condenados, y el día
y la forma en la que abandonaran este universo no le causaba el menor interés.
El Imperio se ocuparía de ellos; Fett tenía en mente una presa más pequeña y
provechosa.
Donde
estuvieran los rebeldes, podría encontrarse a Han Solo.
El
mensaje hiperespacial de los imperiales había sido corto y conciso; anunciaba
un asalto aplastante contra el cuartel general rebelde, y ofrecía una
recompensa de quince mil créditos a cualquier cazador que ayudara a atrapar a
los rebeldes que huyeran del campo de batalla.
Quince
mil créditos no alcanzarían ni para cubrir durante medio año los costes
operativos de Fett. Pero donde estuvieran los rebeldes...
No
demasiado tiempo atrás, la permanente recompensa que Jabba el hutt ofrecía por
Han Solo había alcanzado los cien mil créditos. Estaba dentro de la media
docena de recompensas más elevadas que Fett conocía; y aunque no ponía
exactamente a Han Solo a la altura del Carnicero de Montellian Serat y la
recompensa de cinco millones de créditos que por él se ofrecía, poco a poco iba
acercándose, ascendiendo cada vez más.
Apuntó
sus sensores hacia Hoth a máxima resolución, y programó el ordenador para que
le despertara si veía al Halcón Milenario.
Sentado
en el asiento del piloto con su armadura puesta y el casco sobre el regazo,
Fett cerró los ojos y se durmió.
La
advertencia de hiperonda lo despertó.
Fett
abrió los ojos y examinó sus instrumentos. Débiles y temblorosas señales desde
Hoth, que podrían no haber sido más que ruido de fondo (excepto que no lo
eran); pero eso no era lo que había activado su alarma.
Según
los instrumentos, estaban llegando naves desde el hiperespacio. Naves grandes, lo que significaba destructores
estelares, lo que significaba que era el Imperio. Fett trianguló... y maldijo
en su lengua natal. Hoth estaba entre
él y las naves que abandonaban el hiperespacio. Oh, idiotas, idiotas, pensó Fett. Si, a pesar de la distancia a la
que se encontraba la Esclavo I , habían
activado sus instrumentos, entonces
los rebeldes en Hoth debían de haber saltado de sus camas con el alarido de las
alarmas sonando.
Alguien
había metido la pata hasta el fondo; y conociendo a Vader, Fett supuso que ese
alguien concreto no duraría mucho más en la galaxia.
Tomó
posición, todavía sobre la eclíptica, flotando sobre Hoth, sobre la batalla, y
preparado para esperar. No había otra cosa que hacer; si algo había aprendido
Fett en sus años como cazador, es que la paciencia se veía recompensada. Desde
luego, no había ningún beneficio en involucrarse en la lucha. Cañones iónicos
disparaban desde la superficie de Hoth; bajo su cobertura, las naves de
transporte rebeldes despegaban, acelerando para alejarse de Hoth y saltar al
hiperespacio. A esa distancia, incluso con ampliación de imagen, los sensores
de Fett apenas podían descifrar los mínimos detalles del tamaño y la forma de
las naves; pero con poco bastaba. Ninguna de las naves que abandonaba Hoth era
el Halcón Milenario; la forma de esa
nave estaba grabada a fuego en el cerebro de Fett.
Una
oleada de naves de transporte. Una oleada de cazas. Otra oleada de naves de
transporte... otra. Otra.
Los
cañones de iones de la superficie del planeta disparaban ahora con menos
frecuencia; los imperiales debían de estar teniendo cierto éxito ocupando los
emplazamientos. Fett aguardaba, luchando contra su impaciencia. Los transportes
habían partido, algún caza ocasional seguía escurriéndose por las filas
imperiales y saltando al hiperespacio. Pero todavía ni rastro del Halcón…
Allí.
O
eso era el Halcón, o era una alucinación. Los dedos de Fett bailaron sobre los
controles y la Esclavo I encendió sus
motores para darle caza. El ordenador calculó trayectorias, y Fett hizo media
docena de cosas a la vez, preparó el rayo tractor, alimentó potencia a los
deflectores delanteros, mostró la trayectoria prevista del Halcón y trazó un rumbo de intersección para la Esclavo
I ; necesitaba atraparlos justo antes de que saltaran al
hiperespacio, idealmente mientras evitaba morir a manos de los imperiales de
gatillo fácil...
Fett
maldijo en voz alta por segunda vez en un solo día. No iba a ser capaz de
alcanzarlos.
Ahora,
en cualquier momento... Estaba siendo perseguido por un destructor estelar y lo
que parecía ser todo su complemento de cazas TIE. Y... recuerda lo básico, y la Norma Básica Número
Uno era: ninguna recompensa merece morir
por ella. El destructor estelar y los cazas TIE estaban dirigiendo un fuego
devastador contra el Halcón Milenario,
con la luz láser bañando la nave una y otra vez; y si Fett se acercaba lo
bastante para atraparlo, estaría lo bastante cerca como para recibir buena
parte de esos disparos.
Ahora,
en cualquier momento...
Y
algo andaba mal. El Halcón no
saltaba.
Fett
volvió a comprobar la trayectoria que su ordenador había calculado para el Halcón, y la trayectoria era correcta;
las medidas gravimétricas eran correctas, los vectores eran correctos, el Halcón ya debería de haber saltado.
Su hiperimpulsor tiene algún problema,
pensó Fett, y un instante después supo que tenía razón; el Halcón viró...
...dirigiéndose
directamente al interior del cinturón de asteroides del sistema Hoth.
Fett
apagó sus motores y se limitó a observar cómo el Halcón Milenario se zambullía en el cinturón. Solo estaba
desesperado; Fett no lo estaba, no lo bastante desesperado como para introducir
la Esclavo I entre esas montañas errantes de roca y
hierro.
Los
cien mil créditos podían esperar para otro día; no puedes gastarte el dinero
cuando estás muerto...
Fett
se inclinó ligeramente hacia delante en su asiento, pensando para sí mismo que
ese había sido realmente un día señalado para la estupidez imperial:
Los
cazas TIE se lanzaron a perseguir al Halcón.
Fett
se recostó en su asiento, negando con la cabeza. Claramente ninguna de esas
personas sabía lo más mínimo acerca de análisis de costes.
Tras
un largo momento en blanco, volvió a activar sus sensores, y detectó la
inconfundible silueta del super destructor estelar de Darth Vader, el Ejecutor.
Contactó
con la nave, recibió confirmación, y trazó un curso.
Lo
llevaron a ver a Lord Vader.
Vader
estaba de pie en el puente, observando los restos de la batalla. Las estrellas
brillaban y los asteroides cruzaban lentamente el cielo negro tras él. Vader no
miró a Fett y no malgastó palabras para darle la bienvenida, y como siempre su
voz profunda parecía más propia de una máquina que de un hombre.
-¿Cómo
lo has sabido?
Fett
echó un vistazo a su alrededor antes de contestar; la tripulación del puente
estaba tan ocupada en sus tareas, u ocupada fingiendo estar ocupada en sus
tareas, que ninguno de ellos le había mirado siquiera cuando le llevaron allí,
y como de costumbre Fett se encontró invadido por una cierta reticente
admiración por la capacidad de liderazgo de Vader.
-Su
gente me lo dijo –respondió Fett tras un instante-. En esencia. Nos dieron un
punto de encuentro en el espacio interestelar. Sabía que no harían saltar la
flota muy lejos de ese punto; comparé las coordenadas con mis mapas de esta
zona. –Se encogió de hombros-. Un planeta demasiado caliente, otro demasiado
frío, un tercero más adecuado, pero ya habitado por la colonia minera de Lando
Calrissian. Sólo quedaba Hoth.
-Conoces
bien la zona, entonces. –Fett no creyó que Vader esperara una respuesta; no le
ofreció ninguna. Vader, todavía sin mirarle, asintió como si lo hubiera hecho-.
Los demás cazadores llegarán en breve. Os informaré a todos cuando lleguen.
Fett
avanzó un paso.
-¿Cuánto?
Vader
permaneció en silencio un instante.
-No
me importan los demás que escaparon. Por Solo... ciento cincuenta mil créditos.
Lo mismo por Leia Organa. Estará con él. –Volvió ligeramente la cabeza-. Nada
de desintegraciones.
El
escolta de Fett le indicó que se pusiera en marcha; Fett se encogió de hombros,
dio media vuelta y salió del puente siguiendo al escolta. Vader era un cliente
difícil; quería cautivos vivos, no cadáveres o imágenes de cadáveres. Nada de desintegraciones, decía cada vez
que contrataba a Fett desde aquél primer incidente.
Después
de la reunión informativa, Fett y sus competidores fueron separados y
escoltados de vuelta a sus naves.
El
escolta de Fett estaba visiblemente incómodo en su presencia; eso le complacía.
La nave de Vader era la más grande que Fett hubiera visto jamás, no digamos que realmente hubiera visitado; el
transporte-lanzadera que les llevó desde el puente hasta la bahía de atraque
donde le esperaba la Esclavo I tardó casi
cinco minutos, y Fett, por norma general, no estaba de humor para hablar.
Especialmente no con un oficial imperial de bajo rango.
Caminaron
desde la estación de la lanzadera hacia la nave de Fett.
-Dicen
que usted es el cazarrecompensas preferido de Lord Vader –dijo el imperial, a
mitad de camino.
Fett
se detuvo en seco, permaneció inmóvil, y miró fijamente al hombre durante el
tiempo suficiente para intensificar la incomodidad del tipo.
-Sí.
Se
volvió y continuó caminando, y el imperial tuvo que correr para alcanzarle.
Pero
o bien el hombre era estúpido incluso para ser oficial de la Armada Imperial , o
su curiosidad superaba su temeridad; no captó la señal.
-Dicen
que conoce al objetivo. Ese tipo, Solo, el que ayudó a Skywalker a volar la Estrella de la Muerte. Dicen que
usted lo conoce.
Fett
siguió caminando durante un buen rato sin responder.
-Una
vez le vi luchar –dijo finalmente, con bastante reticencia.
-¿Luchar
dónde?
Por
algún motivo, Fett le respondió.
-Hace
mucho tiempo. Se metió en la competición Todos-Contra-Todos Sólo-Humanos, en
Jubilar. –Con auténtica sorpresa, Fett se escuchó añadir-: Era joven, y estaba
superado en número. Sin embargo, llegó a la ronda final. ¿Alguna vez ha visto
el Todos-Contra-Todos de Jubilar?
El
escolta negó con la cabeza.
-Ni
siquiera había escuchado hablar del planeta donde tiene lugar.
Era
como escuchar hablar a otra persona; las palabras simplemente fluían fuera de
Fett.
-Ponen
a cuatro luchadores juntos en un ring, habitualmente de la misma especie. Para
que sea más justo. –Una rápida sonrisa asomó en el rostro de Fett al pensar en
esas luchas; era la primera vez que Boba Fett había sonreído en años, y no se
dio cuenta de que ocurriera-. Más justo –repitió-. Normalmente tres de ellos
comienzan atacando en grupo al que creen más débil, que en este caso debería
haber sido Solo. Era joven, ya se lo he dicho. Dejan al luchador más débil
inconsciente antes de volverse unos contra otros; y el último en pie es el
vencedor.
-¿Lo
dejaron inconsciente? ¿A Han Solo?
Fett
dejó de caminar... y miró de costado al hombre. Un pequeño movimiento, pero...
el imperial se encontró mirando al oscuro visor del cazarrecompensas.
La
voz rasposa de Fett sonó como un ataque.
-Él
ganó. Fue una de las cosas más valerosas que jamás he visto. –Hizo una pausa-.
Disfrutaré dándole caza.
El
imperial hizo un visible esfuerzo por recomponerse.
-Sí...
espero que lo haga.
Fett
meneó la cabeza como si quisiera despejarla, se volvió y avanzó de nuevo por el
pasillo, tal vez a un paso ligeramente más rápido.
Era
la conversación más larga que había tenido en años sobre algo que no fueran
negocios.
Los
meses pasaron velozmente; y cuando todo acabó Boba Fett se encontró siendo tal
vez el cazarrecompensas más conocido de la galaxia.
Fue
un tiempo lleno de actividad, y en el recuerdo de Fett los eventos se
emborronaban unos con otros. Solo había ocultado el Halcón entre los desperdicios que los imperiales liberaron
inmediatamente antes de saltar al hiperespacio, y así pudo escapar de los
imperiales en Hoth. Un buen truco, uno que podría haber funcionado contra la
mayoría de cazadores; funcionó contra los competidores de Fett.
Pero
Fett ya había sido engañado antes con ese truco, una vez. Para entonces llevaba
en ese trabajo más tiempo que la mayoría, y había muy pocos trucos que no hubiera visto, una o dos o una docena
de veces. Sólo había un lugar al que pudieran ir, un lugar lo bastante cercano
para llegar hasta allí con su hiperimpulsor principal incapacitado; Fett saltó
a Ciudad Nube, y allí Lando Calrissian realizó el trato por el que Solo sería
entregado a Fett.
Con
Han Solo como carga, congelado en carbonita, Fett partió hacia Tatooine. Allí,
por la escultura de Han Solo y unos cuantos meses del tiempo de Fett, Jabba el
hutt pagó no 100.000 créditos, sino un cuarto de millón...
Y
no mucho después de eso, los rescatadores comenzaron a llegar. Leia Organa,
fingiendo ser un cazarrecompensas, llegó arrastrando a Chewbacca. Tuvo éxito en
liberar a Solo de la carbonita. Por su propia muerte, que Fett no podía
imaginarse lo que ella tenía en mente; fuera lo que fuese, no funcionó. El hutt
encerró a Solo en una mazmorra, con Chewbacca, y pretendía ejecutarlos en el
futuro cercano; y Leia Organa pasaría sus días encadenada al pie del trono de
Jabba.
Fett
descansaba tumbado en su cama en la penumbra de su cuarto en las profundidades
del palacio de Jabba, vestido con su armadura y con la mirada fija en la
oscuridad. Su casco reposaba sobre su estómago y el aire fresco de los
ventiladores recorría su cuerpo en rítmicas ráfagas.
Alguien
llamó a su puerta con fuertes golpes.
Fett
se incorporó, poniéndose el casco y recogiendo su rifle de asalto; los
movimientos eran tan automáticos que ni siquiera tenía que pensarlos. Quitó el
pestillo de la puerta, retrocedió varios pasos y apuntó con el rifle. No
encendió las luces del cuarto.
-Adelante.
La
puerta se abrió con un reticente chirrido. En el pasillo había un par de
guardias gamorreanos; Fett les apuntó con el rifle.
-¿Qué
queréis?
Uno
de los guardias se apartó a un lado, y una silueta –humana- fue arrojada al
cuarto. El dedo de Fett se tensó sobre el gatillo en un acto reflejo, pero
contuvo el disparo.
-De
parte de Jabba –dijo el guardia más cercano-. Que la disfrutes.
Fett
echó una mano hacia atrás y pulsó el control de las lámparas; y bajo la fría
luz blanca que inundó el cuarto, observó a Leia Organa, Princesa de Alderaan.
Ella
se puso rápidamente en pie y retrocedió a una esquina del cuarto, respirando
pesadamente. Fett supuso que había luchado con los guardias mientras la traían
hasta él.
-Como
me toques... –La voz se le quebró, y permaneció allí, temblando-. Como me
toques, uno de los dos va a morir.
Él
bajó el rifle lentamente, y echó un vistazo al cuarto. Tenía muy pocas
posesiones consigo allí, en el palacio; todo lo que poseía, que no era
demasiado, estaba a bordo de la
Esclavo I.
Finalmente señaló la fina sábana que cubría la cama.
-Cúbrase.
No voy a tocarla.
Organa
avanzó ligeramente hacia un lado, se inclinó para recoger la sábana, se
envolvió en ella para cubrir la escasa vestimenta que Jabba le había otorgado,
y retrocedió de nuevo hacia la esquina de la habitación que la dejaba más
alejada de Fett.
-¿No?
Fett
negó con la cabeza. Se sentó en la esquina opuesta a la de ella, moviéndose
lentamente, y apoyó su rifle sobre sus rodillas. Tenía que moverse lentamente; sus rodillas habían ido empeorando en
los últimos años.
-El
sexo entre personas que no están casadas –dijo Fett- es inmoral.
-Sí
–dijo Organa-. La violación también.
Fett
asintió.
-La
violación también.
Se
sentó en lo que para él era un cómodo silencio, observándola. Ella se acomodó
en la esquina opuesta, cubriéndose cuidadosamente; Fett aprobaba su recato,
pero eso no le impidió continuar observándola. Boba Fett nunca había sostenido
a una mujer entre sus brazos, y el deseo hacia una mujer le llegaba cada vez
con menos frecuencia conforme pasaban los años; pero en la mente de Fett su
castidad no lo hacía menos hombre, y ella era digna de ser observada, todavía
ruborizada por sus esfuerzos y su cabello cayendo como una oscura cascada sobre
la pálida sábana.
Ella
acomodó la sábana a su alrededor, acurrucándose en la esquina para darse calor.
-¿No
vas a llamar a los guardias para que me devuelvan a Jabba?
-¿E
insultar a Jabba? No lo creo. La arrojaría al rancor para que la devorara, y
quedaría resentido hacia mí. Podrá marcharse por la mañana.
La
respiración de la mujer comenzó a relajarse.
-De
modo que nos limitamos a estar aquí sentados. Toda la noche.
-Las
piedras son frías. Si quiere usar la cama, es bienvenida a hacerlo.
El
escepticismo de Organa era obvio.
-Y
tú te limitarás a estar ahí sentado.
Toda la noche.
-No
le haré daño. No la tocaré. Duerma si quiere. O no lo haga; no me importa.
El
silencio cayó sobre ellos. Fett observó a la mujer mientras se recostaba contra
el muro de piedra; la observó mientras recobraba la compostura; la observó
mientras ella lo observaba a él.
Pasó
el tiempo. Tenía los dos ojos abiertos, pero sólo estaba medio despierto cuando
ella habló de pronto.
-¿Por
qué haces esto? ¿Por qué luchas por ellos?
Fett
se desperezó, estirándose ligeramente. El rifle sobre sus rodillas permaneció
firme como una roca.
-Más
de medio millón de créditos –le informó-. Eso es lo que Vader y el hutt han
pagado por mi trabajo.
-¿Se
trata sólo de dinero? Nosotros te
pagaremos. Ayúdanos a salir de aquí y te pagaremos...
-¿Cuánto?
-Más
de lo que puedas imaginar.
A
Fett le hizo gracia el descaro que ella mostraba, tratando de sobornarlo allí,
en las profundidades del castillo del hutt.
-Puedo
imaginar muchísimo.
-Lo
tendrás.
Era
cruel dejar que la mujer albergara esperanzas.
-No.
Lo que están haciendo es moralmente incorrecto. Los rebeldes están equivocados
y la rebelión fracasará... como debe ser.
Leia
Organa no pudo evitar que su voz se llenara de indignación.
-¿Moralmente
equivocados? ¿Nosotros? Estamos
luchando por nuestros hogares, nuestras familias y nuestros seres queridos, los
que aún siguen con vida y los que hemos perdido. El Imperio destruyó todo mi planeta, prácticamente toda la
gente que conocí de niña...
Fett
llegó a inclinarse ligeramente hacia delante.
-Esos
mundos se alzaron en rebelión contra la autoridad legalmente establecida sobre
ellos. El Emperador estaba en su derecho de destruirlos; amenazaban el sistema
de justicia social que permite que exista la civilización. –Hizo una pausa-.
Lamento las muertes de los inocentes. Pero eso es lo que ocurre en las guerras,
Leia Organa. En las guerras mueren inocentes, y su bando no debería haber
empezado ésta.
Se
calló abruptamente; tanto hablar le dejaba seca la garganta.
De
todas formas, sus comentarios parecían haber dejado a Organa sin habla; apartó
la mirada a un lado, lejos de Fett, mirando fijamente el vacío muro de piedra
durante varios minutos. Cuando finalmente habló, su voz estaba calmada y seguía
sin mirarle.
-Me
resulta difícil creer que realmente puedas pensar así. He escuchado a Luke... Luke
Skywalker, sé que has oído hablar de él... Le he escuchado hablar acerca del
lado oscuro...
Fett
quedó sorprendido al escucharse reír.
-¿Esa superstición Jedi? Gentil dama
Organa, si la Fuerza
existe no he visto ninguna prueba de ello, y no creo que exista.
Entonces
ella lo miró.
-Me
recuerdas a Han Solo, un poco. Él no creía...
La
voz de Fett se alzó peligrosamente.
-No
me parezco en nada a Han Solo, y no me compare con él.
Leia
tomó una respiración lenta y profunda.
-De
acuerdo. ¿Por qué eso te ofende tanto?
Fett
volvió a inclinarse hacia delante.
-¿Sabe
lo que ese hombre ha hecho en su vida? No importan los leales ciudadanos del
Imperio que él, y usted, han matado durante su rebelión; la guerra es la guerra
y tal vez usted, al menos, crea que están luchando por la Justicia. ¿Pero Solo? Es un hombre valiente, sí; también
es un mercenario que nunca en su vida ha hecho nada decente, que nunca ha hecho
nada difícil por lo que alguien no le
estuviera pagando. Ha hecho contrabando de sustancias prohibidas...
-¡Transportaba
especia!
Fett
se encontró de pie, gritando.
-¡La especia es ilegal! ¡Es un eufórico,
altera el ánimo, y su uso conduce al uso de sustancias peores, y un hombre que
transporte especia –bramó- transportará cualquier
cosa! –Permaneció tenso e inmóvil, sosteniendo su rifle con un agarre
tembloroso, mirando a Leia-. Y si yo hubiera estado consumiendo especia esta
noche, Leia Organa, tal vez usted no
habría estado a salvo conmigo en esta habitación.
-Han
ha hecho contrabando de especia –dijo Leia con voz firme-, lo que es ilegal y
no me complace; y también ha hecho contrabando de alcohol, que es legal pero
las tarifas son lo bastante altas para que merezca la pena pasarlo de
contrabando en algunos mundos. No, no es perfecto, y ha quebrantado leyes de
las que ni siquiera has oído hablar.
Pero conozco a Han Solo, y le he visto tomar riesgos por las cosas en las que
cree, riesgos que dudo que tú tengas
el valor de asumir... y además, ¿qué haces
tú trabajando para Jabba el hutt?
Fett
exhaló y aflojó su agarre sobre el rifle. Se obligó a sentarse de nuevo en el
suelo, ignorando las punzadas de dolor que estallaban en sus rodillas.
-Me
paga. Mucho. En cuanto llegue Skywalker, lo llevaré ante Vader, y entonces no
pasaré más tiempo aquí.
-No
me refiero a eso. Jabba el hutt ha vendido montañas
de especia, y cosas mucho peores...
-La
necesidad obliga a formar alianzas. Una vez que la rebelión haya desaparecido,
espero que el Imperio se ocupe de Jabba. Pero es una amenaza menor que los
rebeldes. –Fett dio la vuelta al rifle de asalto y con la culata pulsó el panel
que controlaba las luces. Sus macrobinoculares compensaron casi inmediatamente
cuando la oscuridad cayó sobre ellos; ella apareció ante su vista como la luz
de su calor corporal-. Voy a dormir. Me duele la garganta.
Hubo
un instante de silencio.
-Luke
Skywalker –dijo Leia en la oscuridad- vendrá y te matará.
-Todo
el mundo muere –convino Fett-. Pero, ya que nadie me paga por matarla... que
duerma bien.
Él
durmió con los ojos abiertos, dentro del casco.
El
Jedi, si es que lo era, llegó un día más tarde. Su nombre era Luke Skywalker, y
mató al rancor de Jabba; y Jabba lo arrojó a las mazmorras, en una celda cerca
de Solo y Chewbacca.
La
mañana siguiente amaneció clara, brillante y calurosa, y Boba Fett estaba de
pésimo humor.
Era
Tatooine, claro. Todas las mañanas
eran claras, brillantes y calurosas.
Pero
el hutt iba a matar a Skywalker. Y a Solo y a Chewbacca, pero esa no era la
cuestión.
Skywalker.
Esa era la causa del mal humor de
Jabba. Había tratado de convencer a Jabba de que no matara a Skywalker... No es
que le importara si Skywalker vivía o moría; Fett suponía que la galaxia sería
un lugar mejor con ese loco fuera de ella. Había visto muchas cosas
extraordinariamente estúpidas en su vida, pero el espectáculo de un joven
imberbe tratando de enfrentarse a Jabba el hutt en su propio salón del trono
estaba cerca de lo más alto de la lista.
Pero,
aunque Fett había debatido con él tal vez incluso más de lo aconsejable, Jabba
no se estaba comportando como el Jabba que Fett había conocido durante todos
esos años. La cuestión era que Darth Vader pagaría
por ese loco... el emperador pagaría
por él. Que Fett supiera, la recompensa más alta ofrecida en la galaxia era de
cinco millones de créditos; pero Fett estaba seguro de que conseguiría más por
Luke Skywalker.
Jabba
no quería oír hablar de ello. No estaba dispuesto a compartir la recompensa; no
estaba dispuesto a reclamar él mismo la recompensa, y pagar a Fett como
intermediario con Vader. Su rancor mascota había muerto, y Skywalker iba a
morir por ello.
Algunos
días Fett estaba convencido de que él era el único hombre de negocios en sus
cabales de toda la galaxia.
Eso
le irritaba. Planeó situaciones posibles, una tras otra; ninguna terminaba de
convencerlo. Pensó en secuestrar a Skywalker de las manos de Jabba, pero había
poco tiempo y la seguridad de Jabba era buena; incluso por millones de
créditos, el riesgo era demasiado elevado.
Y
así daba vueltas por la cubierta superior de la barcaza velera, con atípico
nerviosismo, la mañana después de la llegada de Skywalker, la mañana en la que
Skywalker, Solo y Chewbacca iban a ser ejecutados, tratando de decidir qué iba
a hacer a continuación, mientras la barcaza velera se dirigía al Gran Pozo de
Carkoon, llevando a los condenados hacia sus muertes.
Se
dio cuenta, ligeramente sorprendido, de que esperaba que Solo muriera
dignamente. En años anteriores, Fett había visto a Jabba arrojar a media docena
de sus propios guardias al Gran Pozo de Carkoon, supuestamente por conspirar
contra él; les ofreció una oportunidad de suplicar por sus vidas. Dos de ellos
lo hicieron, y Jabba, por supuesto, los arrojó al sarlacc de todas formas.
Sabía
que Chewbacca no suplicaría; esperaba que Solo no lo hiciera.
Tal
vez Skywalker suplicara por su vida. Eso no sería tan malo.
Fett
estaba de pie en la proa y observaba la arena desapareciendo bajo ellos. Tan
adentrados en el desierto, no había otra cosa excepto desierto a todo su alrededor. Arena, llanuras y dunas hasta
donde la vista alcanzaba.
Fett
se preguntó, de pasada, quién habría matado más gente, si él mismo o el hutt.
Probablemente el hutt, si se contaba su negocio de especia; probablemente él
mismo, pensó Fett, si sólo se contaban las muertes con tus propias manos.
Finalmente,
apareció a la vista el Gran Pozo de Carkoon. Boba Fett, cuyo humor no había
mejorado lo más mínimo, abandonó la cubierta superior y bajó a la zona de
observación, para ver con los demás cómo se hacía Justicia...
...y
cómo se malgastaban quién sabe cuántos millones de créditos.
El
día había comenzado mal; se puso peor. Antes de que acabara, la barcaza velera
se había convertido en unos restos ardientes, Jabba el hutt estaba muerto, y
Boba Fett había caído al Gran Pozo de Carkoon para ser digerido por el sarlacc.
Oh,
logró salir; que Fett supiera era la única persona que jamás hubiera logrado escapar del sarlacc.
Pero
para cuando salió y volvió a estar curado, o tan curado de esa experiencia como
podría llegar a lograr, habían acontecido grandes sucesos; y la galaxia se
había convertido en algo que Fett jamás habría creído posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario