viernes, 29 de marzo de 2019

De todos los posibles futuros: El Relato de Zuckuss y 4-LOM

De todos los posibles futuros:
El Relato de Zuckuss y 4-LOM

M. Shayne Bell


-¿Lo sabe Darth Vader? –preguntó el droide 4-LOM a Zuckuss, su compañero cazarrecompensas gand. 4-LOM había realizado la misma pregunta cada 8,37 minutos estándar desde el inicio de la meditación de Zuckuss. Dentro de dos horas atracarían en la nave insignia de Darth Vader para aceptar un contrato imperial, y tenían que saber si se estaban dirigiendo a una trampa.
Zuckuss no respondió. Evidentemente, aún no había recibido conocimiento intuitivo acerca de Vader y el contrato. Zuckuss tomó aire a través del respirador y lo mantuvo un tiempo sin soltarlo. Luego espiró, y permaneció un instante sin inspirar de nuevo. 4-LOM advirtió que era la respiración número 1.057 de su meditación. Los gandianos no necesitaban respirar a menudo, pero la concentración para pensar parecía requerir una respiración regular.
Había observado que Zuckuss habitualmente recibía conocimiento intuitivo entre las respiraciones que hacían los números 1.323 y 4.369. Una vez lo había logrado en la quincuagésimo tercera: a los 8,37 minutos de comenzar la meditación, pero 4-LOM calculaba que eso fue una anomalía estadística. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de gandianos, Zuckuss mantenía una probabilidad del 91,33725 por ciento de tener razón en cualquier conocimiento que adquiriera a través de la meditación: conocimiento acerca de dónde podría estar oculta una adquisición, de los números exactos de un grupo, de las intenciones de otros hacia ellos.
Ahora, necesitaban saber las intenciones de Darth Vader hacia ellos.
Si de algún modo Vader había descubierto que habían sido 4-LOM y Zuckuss quienes habían cazado al gobernador de sector Nardix para la rebelión, Vader querría venganza. La rebelión había juzgado a Nardix por crímenes contra los seres racionales, y el juicio había sido una gran vergüenza para el Imperio. Los rebeldes, por su parte, pagaron una cantidad principesca por Nardix... y eso era lo que 4-LOM y Zuckuss más necesitaban: créditos.
Para pagar tratamientos médicos para Zuckuss.
Tratamientos médicos ilegales. Zuckuss no era un gandiano anciano, pero se movía como tal si se quedaba sin las drogas que controlaban su dolor, y también lo parecía a juzgar por su ciclo de respiración: inspiraciones breves e irregulares que hacían entrar el aire en sus pulmones y su tejido esofágico quemados por entrar en contacto con oxígeno después de que una adquisición, una mujer humana, resistiéndose de forma estúpida después de que Zuckuss la atrapara en un callejón oscuro sin salida, le arrancase el casco. 4-LOM aseguró la adquisición y luego trató de ayudar a Zuckuss a volver a ponerse el casco, pero antes de que lo lograran Zuckuss ya había realizado, en un acto reflejo, tres inhalaciones de venenoso oxígeno.
Eso era motivo de considerable vergüenza para Zuckuss, porque de haber mantenido suficiente presencia de ánimo, podría haber detenido su respiración hasta un momento más adecuado.
Parte de sus pulmones se quemó aquel día, y lo que quedaba funcionaba pobremente. Zuckuss necesitaba pulmones nuevos. Pulmones nuevos que sólo podían generarse en tanques de clonación ilegales; y, por tanto, caros.
Así que los créditos del Imperio tentaban a 4-LOM y a Zuckuss con la esperanza de pulmones nuevos.
Pasaron otros 8,37 minutos.
-¿Lo sabe Darth Vader? –preguntó 4-LOM.
Una vez más, Zuckuss no respondió.

Zuckuss, en meditación profunda, encontraba difícil sentir las intenciones de Darth Vader. Un remolino de posibles futuros galácticos las enmascaraba. Zuckuss siempre sentía los futuros galácticos cuando meditaba en el hiperespacio. Era el lugar ideal para meditar sobre el probable curso de los acontecimientos de la galaxia. Medita en una ciudad, y sentirás hacia donde la llevan las acciones de sus millones de ciudadanos. Medita en órbita sobre un planeta, y sentirás hacia dónde se dirigen las culturas de todo un mundo. Pero medita en el hiperespacio y, no importa qué conocimiento busques con la meditación, primero sentirás los sentimientos subyacentes que motivan a la mayoría de seres racionales, y a partir de ellos vislumbrarás el destino de la galaxia.
Esos sentimientos, y los futuros que podrían crear, habían cambiado. Zuckuss notaba diferencias en el tejido de la galaxia.
Ahora había menos esperanza.
Zuckuss llevaba muchos años sintiendo cómo la esperanza se iba evaporando, pero en esta meditación sentía, en todos los mundos de todos los sistemas por los que pasaba, un abrumador sentimiento de desesperación. De un mundo se alzaba el conocimiento de no tener dónde huir; de otro, el dolor de la infinita separación; de muchos mundos, el intenso dolor que las víctimas de los torturadores imperiales sentían momentos antes de su muerte.
Y junto a esta creciente falta de esperanza se alzaba otra sensación, constante ahora en la galaxia. Hizo que el pulso del gandiano se acelerase.
Sentía el movimiento de la riqueza.
El Imperio estaba gravando, extorsionando, confiscando y robando la riqueza de incontables ciudadanos en sus innumerables mundos, creando un reluciente flujo ilimitado que enriquecía las arcas del imperio y bañaba de lujo a sus oficiales.
Era a ese flujo al que Zuckuss y 4-LOM accederían.
Si no se estaban dirigiendo a una trampa. Zuckuss aún no podía intuir las intenciones de Darth Vader. Estaban nubladas ante él, cuidadosamente guardadas.
Zuckuss volvió a inspirar, y contuvo el aliento.
La respiración número 1.088, advirtió 4-LOM.

Toryn Farr fue la última persona en abandonar el centro de mando rebelde de la Base Eco en Hoth. Era la controladora jefe, responsable de comunicar las órdenes a las tropas rebeldes. Las últimas órdenes de la princesa Leia habían sido las que Toryn había temido escuchar:
-¡Dé la señal de evacuación –dijo Leia-. ¡Y vayan a los transportes!
Han empujó a Leia por el pasillo, y el personal restante corrió tras ellos, llevando consigo cualquier pieza de equipo portátil que pudieran, mientras Toryn retransmitía la señal de evacuación:
-¡Retirada! ¡Retirada! –dijo-. ¡Comiencen acción evasiva!
Arrancó su consola de sus conexiones y salió corriendo con ella por el pasillo helado hacia el transporte. La Base Eco se estaba derrumbado sobre ellos. Fragmentos de hielo se desplomaban sobre su cabeza y su espalda con el temblor de cada explosión en la superficie... explosiones que se sucedían unas a otras. Las luces del pasillo oscilaron y se apagaron. No volvieron a encenderse. Tras un instante de oscuridad, cobró vida el tenue resplandor de las luces de emergencia. Su luz apenas era suficiente para seguir avanzando. Dejó atrás una rama del túnel principal completamente cegada con toneladas de hielo derrumbado.
-¡La princesa se fue por ahí! –dijo alguien por delante de ella.
Toryn pulsó el micrófono de sus cascos para activarlo y accedió al canal de retirada justo a tiempo de escuchar a Han decir que él y Leia aún estaban vivos.
-Han y la princesa están vivos y se dirigen al Halcón –informó a todos los que iban por delante de ella.
Se dieron prisa en llegar al hangar donde esperaba su último transporte, el Esperanza Brillante: su única esperanza para escapar en esta huida apresurada... y Toryn quedó inmóvil, horrorizada por lo que allí vio.
La cubierta de vuelo alrededor del Esperanza Brillante estaba llena de soldados heridos. Los droides médicos se movían entre ellos, tratando de evitar que los heridos más graves se desangraran hasta morir.
Y estaban trayendo más heridos.
Vamos a morir todos aquí, pensó Toryn, o algo peor: el Imperio nos capturará vivos. Nunca había pensado que ningún rebelde en plenas capacidades físicas fuera a dejar atrás a sus camaradas heridos, y no veía forma de cargar a todos los heridos en el transporte antes de que los soldados de las nieves cayeran sobre ellos. Ya se había informado de que habían alcanzado la fortaleza de nieve.
Un disparo de bláster impacto en la espalda del hombre que estaba junto a Toryn. Cayó muerto en el hielo, y Toryn y todos los demás cerca del túnel corrieron a buscar cobertura tras las cajas apiladas junto a la puerta.
¡Soldados de las nieves... tras ellos en el pasillo!
Toryn devolvió los disparos. Sólo entonces se dio cuenta de que se había cubierto detrás de unas cajas de detonadores termales. Su primer pensamiento fue salir corriendo en busca de una cobertura más segura.
Pero no corrió.
Abrió una de las cajas, activó tres granadas, y las lanzó al túnel. Las granadas emitieron nubes de humo, y por unos breves segundos vio los pies de los soldados de las nieves pateando las granadas en el túnel... tratado de lanzarlas de vuelta al hangar.
Pero no tuvieron tiempo. Las granadas explotaron e hicieron que toneladas de hielo cayeran en el túnel, bloqueándolo.
Y consiguiendo para los rebeldes unos minutos preciosos para salvar a sus heridos.
-¡Subid a esos soldados a bordo! –exclamó, y se apresuró a ayudar para poner a salvo a los heridos y poder escapar.

-¿Lo sabe Darth Vader? –preguntó 4-LOM a Zuckuss después de otros 8,37 minutos.
-Sí –respondió Zuckuss. Estiró las piernas y abrió los ojos.
4-LOM comenzó inmediatamente a programar la nave para un segundo y desesperado salto, lejos de su destino. No podían cambiar de curso en el hiperespacio, pero su nave podía ejecutar un segundo salto tan rápidamente que sólo aparecería por un breve instante en las pantallas de los imperiales. Calculaba que sería una aparición lo suficientemente breve para permitirles escapar.
Zuckuss posó la mano en el antebrazo del droide.
-Eso no es necesario –dijo.
4-LOM continuó con su programación. Las últimas cuatro palabras que había dicho Zuckuss no tenían sentido. La “lógica” de los seres racionales no mecánicos a menudo no tenía sentido para 4-LOM: por supuesto que tenían que huir y ponerse a salvo.
-Darth Vader sabe lo que Zuckuss y 4-LOM han hecho, pero no le importa –dijo Zuckuss, como de costumbre refiriéndose a sí mismo en tercera persona-. Las adquisiciones que nos envía a cazar son de más importancia para él... para el Imperio... que cien gobernadores Nardix: y el Imperio necesita nuestra ayuda. Ellos lo saben. Zuckuss y 4-LOM no tienen nada que temer aceptando este contrato y los créditos del Imperio, de momento. Pero si no se consigue tener éxito...
Zuckuss no terminó su frase; una costumbre molesta de la mayor parte de seres racionales no mecánicos. Hacía difícil una comunicación precisa. 4-LOM computó rápidamente setenta y seis variaciones para el final de esa frase, todas ellas con una probabilidad mayor del 92,78363 por ciento de ser lo que Zuckuss podría haber dicho, todas prediciendo la ira del Imperio y su perdición.
Nuestros futuros probables se han reducido a esto, pensó Zuckuss: él y 4-LOM tenían esa única oportunidad para redimirse. Si tenían éxito, el Imperio olvidaría su papel respecto al gobernador Nardix. Si fracasaban, el Imperio no se detendría ante nada para cobrarse venganza. Él y 4-LOM tendrían que usar todas sus habilidades combinadas para ocultarse por un tiempo, crear nuevas identidades, y sobrevivir.
Zuckuss sonrió. Los días vividos bajo amenazas como ésa eran días que merecía la pena vivir.

Entre los últimos soldados que aguardaban a ser subidos a bordo del transporte, Toryn encontró a Samoc, su hermana menor. Samoc estaba entre los mejores pilotos de deslizador de las nieves que tenían los rebeldes. Que su nave hubiera sido derribada significaba que la batalla del exterior era realmente horrible. Casi todo el cabello rojizo de Samoc estaba chamuscado. Tenía quemaduras en la cara y las manos. Nadie le había suministrado ningún tratamiento o le había proporcionado cualquier clase de ayuda, excepto para llevarla hasta allí.
Estaba consciente. Con párpados que ahora carecían de pestañas, parpadeó al alzar la mirada hacia Toryn, y trató de tomarle la mano.
-Un caminante imperial me derribó... –susurró.
Un disparo de bláster golpeó el techo y las roció con fragmentos de hielo: los soldados de las nieves se estaban abriendo camino hasta la propia bahía de atraque cruzando los campos de hielo del exterior de la fortaleza.
Toryn cargó con su hermana y corrió con ella para subir al transporte.
-Seguro que te duele si te muevo así –dijo-. ¡Pero no hay otro modo!
Los disparos resonaban a su alrededor.
Estaban entre los últimos en embarcar. La bahía de atraque se encontraba ahora vacía de rebeldes heridos, pero por todas partes había montones de equipo vital, abandonado para hacer espacio para los inesperados heridos.
Las compuertas se cerraron a pesar de las explosiones de los disparos de los soldados de las nieves. Los seis alas-X que esperaban para escoltar el transporte despegaron, y el propio transporte salió disparado del hangar y cruzó la atmósfera hasta la fría negrura del espacio.
Hemos esperado demasiado para despegar, pensó Toryn para sí misma. Nuestra compasión por los heridos nos matará a todos.
Encontró un asiento vacío cerca de la escotilla y sujetó a Samoc en él. Se arrodilló para agarrarse a Samoc, y se preparó a soportar las sacudidas de los impactos que sin duda su nave iba a recibir antes de poder hacer el salto al hiperespacio.
Sabía que el espacio sobre Hoth estaba repleto de destructores estelares imperiales, esperando para atacar a las naves rebeldes.

4-LOM y Zuckuss salieron del hiperespacio en el sistema Hoth y se encontraron en medio de una batalla. Un transporte rebelde al que el ordenador de los cazarrecompensas identificó como el Esperanza Brillante pasó disparado junto a ellos, y uno de los seis cazas ala-X de escolta del transporte les disparó. El impacto del disparo sacudió la nave de los cazarrecompensas.
-Subiendo escudos –dijo 4-LOM.
Nadie les había advertido de la posibilidad de una batalla en el punto de encuentro. Pero tampoco nadie les había dicho que aceptar un contrato imperial fuera fácil.
Sus monitores mostraban una confusión de naves, rebeldes e imperiales, dispersas por todo el sistema solar. Pero las naves rebeldes parpadeaban y desaparecían de la pantalla, saltando al hiperespacio: retirada total.
-Zuckuss detecta dieciséis transportes rebeldes destruidos –dijo el gandiano.
No tuvo que añadir “a poca distancia”. Podían verlos a través de las ventanas: cascos destrozados que lanzaban chispas al espacio, con luces brillando en algunas ventanas todavía intactas. Los cazarrecompensas trazaron rápidamente las trayectorias de deriva de las naves inhabilitadas para poder volar entre ellas.
-Ofrezcamos a nuestros amigos imperiales la decimoséptima nave –dijo Zuckuss.
Un presente así aliviaría la herida del gobernador Nardix.
-Trazando trayectoria de ataque –dijo 4-LOM.
Aceleraron en persecución del Esperanza Brillante. Sus pantallas no mostraban más transportes abandonando la superficie de Hoth, sólo algún esporádico ala-X: adquisiciones demasiado pequeñas para impresionar a los imperiales, adquisiciones que desde luego no merecía la pena perseguir. El Esperanza Brillante aparentemente era la última nave grande que intentaba la retirada. Era tarde en la batalla para intentar tal huida.
Los cazarrecompensas se acercaron rápidamente al transporte. Era más pequeño que los otros transportes derribados, pero seguía siendo torpe y lento... más lento, al menos, que la esbelta nave de los cazarrecompensas. El transporte probablemente llevara al último grupo de personal de apoyo de la base rebelde, pensó Zuckuss: un buen regalo para los imperiales.
-Aproximándonos al rango de disparo –anunció 4-LOM. Presionó botones que activaron los sistemas de armamento. Tanto 4-LOM como Zuckuss se prepararon para disparar. Un super destructor estelar –la nave más grande que Zuckuss jamás hubiera visto- también se estaba acercando al transporte. Seguramente la tripulación del propio transporte rebelde estaría trabajando frenéticamente para trazar coordenadas de retirada y desaparecer en el hiperespacio. Era una carrera para ver qué tripulación –imperial, rebelde o cazarrecompensas- alcanzaría primero su objetivo.
Justo antes de que los instrumentos de los cazarrecompensas confirmaran el rango de disparo, la intuición le dijo a Zuckuss que disparara, y lo hizo. Su disparo impactó con una explosión en el transporte, llevándose consigo toda la cubierta de mando de proa. Ahora el transporte nunca podría alcanzar el hiperespacio, por muy cerca que hubiera estado de dar el salto. El destructor estelar disparó desde el otro lado y abrió en canal tres cubiertas enteras.
Los seis cazas ala-X que escoltaban el transporte desaparecieron en el hiperespacio, borrándose uno a uno de las pantallas con un parpadeo. Sus pilotos vieron que allí no podían hacer nada más. La nave que guardaban estaba destruida. Ni siquiera podían intentar rescatar supervivientes, si es que los había.
-Mensaje imperial entrante –anunció 4-LOM.
Tras un instante de estática, los cazarrecompensas recibieron la voz nítida y precisa de un controlador imperial del destructor estelar.
-...llegada según lo esperado, y a tiempo. Su ayuda para destruir el transporte rebelde será comunicada al mando imperial. Proceda el punto de encuentro dentro del sistema.
Aparecieron unas coordenadas en la pantalla.
-¿En el cinturón de asteroides del sistema? –preguntó Zuckuss.
4-LOM estudió las coordenadas.
-Fuera, justo en el límite –dijo.
Sí, nadie les había dicho que este sería un contrato fácil de aceptar.

4-LOM pilotó la nave hasta el punto de encuentro. Zuckuss se apresuró a administrarse una potente dosis de las drogas que mantendrían a raya su dolor frente a los imperiales y otros cazarrecompensas. En ese momento no podía mostrar ninguna debilidad.
4-LOM se permitió unos instantes para tratar de calcular cómo había sabido Zuckuss cuándo disparar... antes de que sus instrumentos indicaran que estaban en rango de disparo. Los instrumentos estaban funcionando a la perfección. El propio 4-LOM los había comprobado antes del despegue, y los volvió a comprobar en ese momento.
-Intuición –murmuró Zuckuss mientras se dirigía dolorido hacia sus medicinas.
El concepto de intuición fascinaba a 4_LOM. Otros cazarrecompensas llamaban a Zuckuss “el asombroso” debido a su intuición: una intuición que casi siempre resultaba completamente correcta.
4-LOM quería tener esa misma habilidad. Esa era una razón por la que trabajaba con Zuckuss: para observarlo, para aprender de él. 4-LOM estaba convencido de que podía programarse para hacer cualquier cosa que pudiera hacer un ser vivo, siempre que tuviera toda la información necesaria.
¿Acaso no había aprendido a robar? ¿No había aprendido a valorar las riquezas y su poder como cualquier otro ser racional no mecánico? Sin duda podría aprender a meditar para desarrollar la intuición y funcionar igual que Zuckuss. Entonces sí que sería imparable.
Había comenzado de una forma bastante inocente: trabajaba a bordo del crucero de pasajeros Princesa Kuari como mayordomo y especialista en relaciones cibernéticas-humanas, y comenzó a preocuparse por la seguridad de los bienes de valor que los humanos subían a bordo. Eran demasiado descuidados con ellos. Incluso un ladrón incompetente tendría una oportunidad tras otra –cada día- para llevarse todos los créditos y joyas con los que pudiera cargar. 4-LOM decidió que era su deber analizar todos los modos posibles por los que un bien podría ser robado para anticiparse a las acciones de los ladrones y frustrarlas.
En el siguiente vuelo, adquirió un pasaje Dom Pricina.
Ella era exactamente la clase de humano que 4-LOM temía: descuidada, adinerada hasta decir basta, dueña de bienes para cuya adquisición no había tenido que trabajar, sino que se los habían entregado. Poseía, y viajaba con, una joya de gran valor: el zafiro Ankarres, una joya legendaria por sus supuestos poderes curativos. Humanos y otros seres racionales viajaban incalculables distancias para tocarse la frente con la joya y curarse de enfermedades y heridas. Dom Pricina les cobraba un buen precio por cada toque.
Aquella noche, Dom Pricina se quejó ruidosamente en la cena, entre su tercer y cuarto postre, porque el brazalete que llevaba, fabricado con quinientas excepcionales jiangs corellianas rosas, era demasiado pesado: hacía que levantar el tenedor hasta su boca resultase una dura tarea, no un placer. Se quitó el brazalete y lo dejó junto a su copa de vino.
Y lo dejó allí olvidado cuando finalmente se levantó de la mesa.
4-LOM se lo devolvió de inmediato, y ella se lo agradeció e incluso le dio un abrazo. A la mañana siguiente se olvidó, en el estante de mármol junto a la sauna, los dos anillos de diamantes que había retirado de los dedos de sus pies.
-Oh, 4-LOM –dijo ella jadeando cuando se los devolvió-. ¿Cómo podría llegar a agradecértelo? ¿Podrías llevártelos y hacer que los agranden una... no, mejor dos tallas? Cada vez me resulta más difícil ponérmelos en los dedos de los pies. Tendré que dejar de comer postres para desayunar... ¡eso es! Eso debería server para que los dedos de mis pies mantengan un tamaño manejable.
Cuando 4-LOM regresó del joyero de la nave, encontró su collar de esmeraldas y granates en el suelo del pasillo, justo fuera de su puerta.
Era incompetente, razonó 4-LOM. No se le debería permitir poseer cosas por las que no se preocupaba. 4-LOM cada vez estaba más preocupado por el zafiro Ankarres: su joya más valiosa, y que además significaba mucho para mucha gente. Calculó el momento y lugar más probable para el robo de la joya, si es que iba a tener lugar en ese vuelo, y entonces sigilosamente sustituyó la joya auténtica por un sinto-zafiro barato con un dispositivo de rastreo incorporado... instantes antes de que el robo tuviera lugar. Dos sinvergüenzas corellianos robaron el “zafiro” exactamente cuando 4-LOM calculó que alguien lo haría, pero el sinto-zafiro emitió una llamada de socorro ultrasónica que hizo que la ayuda –ayuda indeseada- llegara rauda a los corellianos.
Sólo entonces fue descubierto el robo. Dom Pricina no llegó a echar de menos el zafiro Ankarres hasta que el propio capitán del Princesa Kuari le devolvió “la joya”. 4-LOM se encontraba cerca, con la joya real guardada en una bolsa negra que llevaba colgando de un costado. Dom Pricina reconoció al instante que el sinto-zafiro era una falsificación. Corrió a su habitación y descubrió que la joya auténtica había desaparecido. Entre sollozos, suplicó a cualquiera que la escuchara que le ayudaran a encontrar esa joya.
4-LOM razonó que debería devolver el zafiro inmediatamente. Después de todo, había detenido un desafortunado crimen y, por lo tanto, había completado con éxito una secuencia completa de un programa diseñado por él mismo.
Pero otros programas inundaron su cerebro: Dom Pricina era descuidada. La mayoría de humanos eran descuidados. No valoraban o protegían adecuadamente los maravillosos objetos que pudieran poseer. Sin duda él guardaría el zafiro durante bastante más tiempo. 4-LOM examinaba el zafiro siempre que se encontraba a solas. Sus facetas lo intrigaban. Relucían ante la luz más débil. Una vez tocó su propia frente con el zafiro, pero no sintió nada inusual: era una piedra preciosa pegada a su placa facial metálica, nada más. Puede que cure a humanos enfermos, razonó, pero él, un droide, no podía esperar nada más.
Sin embargo, no devolvió la joya. Nunca lo descubrieron. Nadie sospechó que 4-LOM pudiera ser el autor del robo. Durante los meses siguientes, 4-LOM robó a los pasajeros a los que “servía”, diciéndose a sí mismo que tenía que ayudar a proteger objetos de valor. Pero descubrió que los robos eran emocionantes.
Después de todo, el latrocinio era un acto muy humano, y de pronto comprendió sus placeres. Hacerlo requería que 4-LOM creara programas elegantes y complicados que soslayaran toda su programación ética, toda su programación de droide. Poco a poco, 4-LOM se reprogramó a sí mismo para encontrar emocionante el crimen, para valorar la posesión de objetos, para despreciar a los descuidados seres racionales no mecánicos. Pronto terminó aburriéndose de las ya predecibles opciones para el crimen a bordo del Princesa Kuari y abandonó la nave en Darlyn Boda. En el humeante subsuelo criminal de ese planeta, 4-LOM vendió la mayor parte de las joyas que había robado, dejó almacenadas el resto, y comenzó una vida dedicada enteramente al crimen y a sus emociones.
Tuvo tanto éxito que, según lo calculado, una alianza con Jabba el hutt devino inevitable. Cuando llegó la oferta, 4-LOM aceptó rápidamente. Jabba le había equipado con armas de combate letales y con los programas que las controlaban a cambio de los servicios de 4-LOM como cazarrecompensas. Trabajar con Zuckuss fue el siguiente paso lógico. Desde un cuidadoso estudio de Zuckuss, 4-LOM planeaba aprender los caminos de la intuición.
Almacenó minuciosamente todos los estímulos visuales y auditivos que rodeaban a Zuckuss en los momentos inmediatamente anterior y posterior de hacer el disparo decisivo al transporte rebelde en retirada: los momentos de la intuición. 4-LOM los estudiaría, con todos los demás datos sobre la intuición de Zuckuss que había recopilado a lo largo de años de observación.
Eran más datos en bruto obtenidos en su búsqueda de la comprensión. Comprensión que creía que acabaría llegándole. Un día, los métodos de la intuición le resultarían evidentes, y los usaría.
Se preguntó qué nueva habilidad trabajaría entonces para obtener.
La nave negra de Vader, el Ejecutor, entró en el campo visual, y 4-LOM comenzó los procedimientos de atraque. Mientras realizaba esas tareas, los subprocesadores de su mente artificial computaban la respuesta a su última pregunta. De pronto supo qué habilidad debería perseguir después de haber dominado la intuición.
Después de todo, era la única respuesta lógica.
Aprendería los caminos de la Fuerza. Su lado oscuro sería para él un gran aliado en su trabajo.

Una vez que se alejó de 4-LOM, solo con su dolor, Zuckuss se detuvo y se apoyó en una barandilla. El dolor de sus pulmones se hacía cada vez peor, más difícil de controlar. Las quemaduras por oxígeno no podían curarse.
Sabía que tenía que ocultar esa debilidad de los demás cazarrecompensas, y especialmente de Darth Vader. Pero, pensó al estar ahí parado, sin moverse debido a su dolor... estaba ocultando el creciente alcance de sus heridas también a 4-LOM.
Zuckuss estaba sorprendido por el mero hecho de que 4-LOM hubiera permanecido con él después de resultar herido. 4-LOM le dijo con calma un día, con su voz de droide lógica y carente de emociones, que calculaba que otros cazarrecompensas tardarían 1,5 minutos en completar planes para explotar la debilidad de Zuckuss y arrebatarle los clientes –o tratar de robarle la nave, el equipo y cualquier fortuna que le quedase- en caso de que entraran en conocimiento de los problemas de Zuckuss.
Zuckuss nunca lo había preguntado, pero estaba seguro de que el droide también había calculado sus cada vez menores probabilidades de tener éxito en la caza de recompensas; cazas en las que 4-LOM tenía que hacer una parte cada vez mayor del trabajo. Si no tenían éxito en esta caza, si no obtenían los recursos necesarios para comprar nuevos pulmones, Zuckuss creía que sus heridas finalmente lo debilitarían tanto que 4-LOM calcularía que no había más beneficios en mantener su asociación. El droide se marcharía. Ese día, se dijo Zuckuss a sí mismo, le pediría a 4-LOM que calculase sus probabilidades de supervivencia en solitario. Querría conocer las probabilidades para prepararse. Tal vez sólo le quedasen pocos días, pero le confortaba saber que, bajo esas circunstancias, las heridas que lo devoraban en vida nunca lo matarían.
Zuckuss llegó hasta su catre, donde estaban sus medicinas. Se administró una dosis de analgésico y se sentó en su catre. Sintió cómo la droga corría por su sistema, adormeciendo su pecho y sus pulmones. De pronto pudo respirar el dulce amoniaco de su nave con algo más facilidad. Cómo echaba de menos las nieblas de amoniaco de su propio planeta gaseoso. Durante tres siglos estándar, su familia había trabajado allí como buscadores: cazarrecompensas que meditaban acerca de la ubicación de sus adquisiciones y las cazaban en las arremolinadas nieblas de Gand.
Pero el Imperio ocupó Gand y trajo su excelente equipo de rastreo. Parecía significar la muerte de la honrosa y larga tradición de los buscadores. Ya no eran necesarios. El Imperio rastreaba las adquisiciones entre las nieblas sin ayuda y sin intuición.
Pero la profesión no murió. Zuckuss y algunos otros salieron de Gand hacia la amplia galaxia; un lugar tan salvaje, tan vasto, que la intuición era lo único que podía trazar una camino hacia las adquisiciones que los escáneres no podían localizar, lo único que podía leer las intenciones de razas alienígenas, lo único que podía dar pistas del futuro y de las recompensas o dificultades que aguardaban en sus múltiples caminos, del fin hacia el que todos los seres y todas las cosas avanzaban inexorablemente.
En ocasiones, Zuckuss meditaba acerca de quién acabaría matándolo.
Sabía que la pregunta era quién lo mataría, no qué. Las nieblas que rodeaban su propia mortalidad permanecían casi ilegibles, pero en sus meditaciones había obtenido señales... y ninguna involucraba accidente, o fallo mecánico, ni siquiera las heridas de los pulmones que le causaban tanto dolor. Sería otro ser quien le daría la muerte.
Zuckuss había descartado a 4-LOM. Su compañero, con el que tanto tiempo llevaba, no quería matarle, y no lo haría cuando se separaran. Pero Zuckuss había sentido por dos veces que Jabba el hutt se impacientaría debido a su debilidad, si la descubría, y trataría de usarlo como comida para su rancor. Ese era un futuro que preferiría evitar. Sentía que no lo matarían en las nieblas de su propio mundo, por mucho que echara Gand de menos y hubiera querido morir allí. Moriría en alguna otra parte. Se preguntó durante un tiempo si lo mataría Darth Vader, pero sabía que no tenía nada que temer de Vader, al menos por el momento.
Cuando pudo, Zuckuss se puso en pie y se inyectó estimulantes, y después otras drogas para potenciar la velocidad de su mente y contrarrestar los efectos adormilantes del analgésico. Escuchó los primeros sonidos mecánicos de la maniobra de atraque, y la nave se sacudió.
Se apresuró a ponerse el traje que lo protegía del oxígeno y comprobó minuciosamente los cierres. No podía permitirse más quemaduras. Se puso una túnica vieja, y luego ocultó cuchillos en sus botas y bombas de amoniaco –letales para los respiradores de oxígeno- en sus mangas. Se colgó de un costado, a plena vista, un bláster totalmente cargado. Luego comenzó a caminar hacia la escotilla. Escuchó a 4-LOM que ya se dirigía hacia allí.
Zuckuss caminaba ahora con más facilidad. Respiraba sin dolor. Pronto sus pasos lo hacían avanzar con toda la aparente confianza y fortaleza que siempre había tenido, y por un instante casi olvidó la debilidad que se esforzaba tanto por ocultar.
Se dio cuenta entonces, caminando hacia la escotilla para reunirse con Darth Vader, que se esforzaba duro por ocultar ante otra persona sus heridas y sus implicaciones.
Se dio cuenta de que, cuando podía, las ocultaba ante sí mismo.

Cuando Toryn Farr recobró el conocimiento, hacía frío en el transporte. Mucho frío.
Pero todavía había aire. Todavía podían respirar.
Por el momento.
Algunos de ellos vivirían, durante un tiempo.
Toryn se obligó a incorporarse en la cubierta y miró a su alrededor. Tenues luces de emergencia brillaban en el techo sobre ella, pero se terminaban a unos tres metros del lugar del pasillo en el que estaba sentada. Más allá de ese punto, estaba oscuro. Las lecturas de los paneles de instrumentos brillaban y parpadeaban en esa negrura. Por la ventanilla, vio girar las estrellas. Lo que quedaba del Esperanza Brillante estaba dando vueltas sin control, dirigiéndose a quién sabe dónde.
Y no habría ningún rescate.
Nadie de la rebelión podía regresar a buscarlos.
Cuando el Imperio descubriera que había supervivientes en esa nave y fuera a por ellos, los interrogarían, torturarían y ejecutarían. El Imperio registraría cada nave para tomar prisioneros y acceder a lo que quedara de los sistemas informáticos para robar información: pero especialmente para capturar droides intactos y descargar sus bases de datos. Los rebeldes no habían tenido demasiado tiempo para encontrar un modo de salvarse, si podían, y para borrar todos los sistemas informáticos y droides supervivientes, si no podían.
Samoc gimió. Aún estaba viva. Un armario había caído de la pared justo delante de ellas, estrellándose en la cubierta y desparramando mantas de lana de bantha marrón y almohadas blancas. Toryn tomó una manta y envolvió a Samoc en ella. Las quemaduras de Samoc aún no habían sido tratadas. Tenía convulsiones.
En shock, se dio cuenta Toryn. Samoc estaba entrando en shock.
-Aguanta, Samoc –dijo Toryn.
-Esto sigue y sigue –susurró Samoc.
-¿A qué te refieres? -preguntó Toryn. Se inclinó más cerca para escuchar la respuesta de Samoc.
-Seguimos vivos. A los imperiales les está costando mucho matarnos.
Habían derribado el deslizador de nieve de Samoc, pero había sobrevivido. Un disparo les había fallado por poco en el hangar... y luego volaron por los aires la mayor parte del transporte, pero todavía seguían con vida.
-Me pregunto cómo lo harán finalmente los imperiales –dijo Samoc.
Toryn se puso en pie. No quería pensar en ello. En una guerra, a menudo mueren soldados. Cada rebelde sabía eso al unirse a la rebelión. Sin embargo, siempre esperabas que fuera otra persona la que muriera: no tus amigos, ni tu hermana... ni tú mismo. En todas sus batallas, Toryn y Samoc nunca habían estado tan cerca de la muerte.
Toryn se agachó para envolver mejor a Samoc con la manta.
-Iré a buscar algo para tratar tus heridas –dijo-. Y buscaré algo que pueda hacer para salvarnos. ¿Quién sabe?
Samoc trató de sonreír.
Otras personas gemían a su alrededor. La nave estaba llena de gente. Toryn pensó que probablemente habría muchos supervivientes. Tomó mantas para otras dos personas, y luego fue corriendo a los instrumentos que veía parpadear en la oscuridad delante de ella. Uno era un droide hacker de un modelo antiguo, adaptado para registrar la carga que se subía a bordo o se descargaba. Ahora, sin embargo, estaba conectado al ordenador central, si es que eso aún existía de forma coherente, y del ordenador central podía obtener la información que necesitaba.
-Droide –le dijo-, accede al ordenador central y determina si corremos riesgo de recibir más ataques.
-Acceso restringido. Prepárese para preautorización por escaneo de retina –dijo el droide.
Toryn miró fijamente a una luz brillante que se iluminó en la cara del droide hacker. Esperaba que la memoria del ordenador central estuviera lo bastante intacta como para reconocerla, otorgarle la autoridad necesaria, y hacer lo que le había pedido.
-Concedida autorización a sistemas hasta nivel ocho, controladora Toryn Farr –dijo el droide-. Pero no puedo responder a su pregunta. La información sobre naves cercanas, si las hay, no está disponible.
Los escáneres estaban destruidos o desconectados.
-¿Qué partes de la nave siguen intactas? –preguntó.
-Cubiertas de carga uno y dos completamente intactas. Cubierta de pasajeros uno intacta al 17,4 por ciento.
-¿Cuántos supervivientes hay?
-La información sobre supervivientes no está disponible.
-¿Cuánto durará el aire en las cubiertas intactas?
-La información sobre suministros de oxígeno no está disponible.
-¿Estamos en rumbo de colisión con... cualquier cosa: otras naves, Hoth, la estrella de este sistema?
-La información sobre el rumbo actual de la nave no está disponible.
Demasiadas de las cosas que necesitaban –información, equipo de reparaciones, aire, tal vez- no estarían disponibles. Toryn reflexionó un instante, pensando en qué pregunta podría hacer que el droide o el ordenador pudiera ser capaz de responder.
-¿Hay alguna cápsula de escape operativa y accesible desde las cubiertas intactas? –preguntó.
-Tres cápsulas de escape están accesibles desde la parte intacta de la cubierta de pasajeros uno; sin embargo, las cápsulas no pueden ser lanzadas.
Por fin algo de información que podía usar.
-¿Por qué no pueden lanzarse las cápsulas?
-La información sobre por qué no pueden lanzarse las cápsulas no está disponible.
Tendría que subir hasta allí para averiguarlo.
-Intenta computar respuestas a todas mis preguntas anteriores –dijo al droide hacker-. Voy a investigar las cápsulas de escape, y volveré pronto a consultarte si tienes las respuestas.
Tenía que hacerse cargo de la situación y comenzar a aprovechar los recursos que tuviera a mano. Era el procedimiento rebelde, en una situación como aquella, que cualquiera con cierto rango asumiera que estaba al mando hasta que se encontrara con alguien de mayor rango.
Así que ella asumió el mando.
De momento, pensó. Sólo de momento. Sin duda ha sobrevivido alguien más con mayor rango para ayudarme a encontrar un modo de salvar a todos los que queden con vida en la nave.
Echó a andar por el pasillo oscuro. Ahora las paredes metálicas estaban más frías al tacto. La nave se estaba enfriando rápidamente. Se dijo a sí misma que, supuestamente, una de las formas más fáciles de morir era morir congelado.
Que era como ella y los demás supervivientes morirían si tenían que permanecer en esta nave o si encontraba un modo de lanzar las cápsulas de escape... porque, ¿a dónde podrían llevar las cápsulas, si no de vuelta a Hoth? ¿Y cómo sobrevivirían en un planeta de hielo... si es que lograban llegar allí y si antes el Imperio no los derribaba de un disparo?
Encuentra las cápsulas, se dijo, descubre si pueden ser lanzadas... y luego busca un modo de sobrevivir en Hoth.
El oscuro pasaje estaba repleto de rebeldes heridos, y sus muertos. Una y otra vez tropezaba con gente y cadáveres.
-Estoy tratando de encontrar una forma de ayudarnos –dijo a la gente que gemía en la oscuridad.
Más adelante, vio cuatro pequeñas luces redondas que brillaban con amarillo resplandor. Otra consola, pensó, pero las luces se fueron acercando más y más a ella... y entonces escuchó pies metálicos sobre el metal de la cubierta.
Droides. Estaba viendo los ojos de unos droides.
Se convirtieron en luces más brillantes y la alumbraron; uno de los droides tenía una luz que brillaba desde su frente, y el otro llevaba un tubo luminoso. Ambos cargaban con suministros médicos.
-Soy un droide cirujano Dos-Unobé –dijo el droide más alto, el que tenía la luz brillando en la frente-. Y este es mi asistente médico, Efeequis-Siete[1]. Estamos tratando a los heridos.
-Hay tantos... –dijo Toryn-. ¿Tienes alguna idea de cuántos?
-Hasta ahora, hemos encontrado cuarenta y siete supervivientes no mecánicos –respondió Dos-Unobé-. Aparentemente nosotros somos los únicos droides intactos.
Ella les dijo lo que estaba haciendo, tomó el tubo luminoso de Efeequis-Siete, y continuó por el pasillo. Pero un instante después se detuvo y se volvió hacia los droides.
-Dos-Unobé –llamó-. Una de nuestros pilotos, Samoc Farr, está sujeta a una silla al final de este pasillo. Ha sufrido terribles quemaduras, que no han sido tratadas, y está entrando en shock. Ve a ver qué puedes hacer por ella.
-Efeequis-Siete contiene excelentes programas de tratamiento de quemaduras –le respondió Dos-Unobé-. Lo enviaré de inmediato.
Efeequis-Siete se puso en marcha mientras Toryn lo observaba. Sabía que se encontraría con todos los demás rebeldes heridos y que pasaría de largo, por mucho que ellos también necesitaran ayuda, para ir directamente hasta Samoc. Pero no modificó sus órdenes. Si había una forma de sobrevivir, quería que Samoc sobreviviera. Su madre le había hecho prometer que cuidaría de Samoc; la más joven de su familia, siempre la más hermosa, la más feliz, la más prometedora. Esperaba que enviar la ayuda directamente a Samoc no causara daños a nadie más.
Toryn se volvió hacia la oscuridad que tenía por delante. Los droides habían contado cuarenta y siete supervivientes. Había pasado junto a veinte o treinta sólo en esa cubierta. Las cápsulas de escape, si podían lanzarlas, podrían llevar a seis personas cada una.
Dieciocho personas de una nave maltrecha que albergaba mucho más que esa cantidad. Quedó un momento inmóvil, incapaz de imaginar cómo tendrían que decidir quién iría si pudieran lanzar las cápsulas. Pero se obligó a seguir avanzando.
Primero encuentra las cápsulas, se dijo a sí misma. Encuentra un modo de lanzarlas. Luego encuentra otras opciones para el resto de nosotros que se quede atrás, si puedes.

Darth Vader había asignado esta caza a otros cuatro cazarrecompensas, además de a 4-LOM y Zuckuss... y cada uno de los cazarrecompensas estaba furioso por ello. A ninguno le habían dicho que habría otros cazarrecompensas involucrados. 4-LOM no podía calcular las razones de Darth Vader para contratar seis cazarrecompensas. El grupo incluía a Dengar, un corelliano furioso con daño cerebral y ninguna presa destacable en su haber; IG-88, un droide asesino, aunque 4-LOM tenía la impresión de que Darth Vader quería atrapar con vida las adquisiciones tras las que les enviaban; Bossk, un renombrado cazador de wookiees; y, lo que resultaba más impresionante, Boba Fett. Era una extraña reunión.
4-LOM calculaba que Vader les iba a enviar tras algunas adquisiciones excepcionales y extremadamente astutas. Buscó en su lista imperial de los más buscados, con sus miles de nombres y archivos, pero no encontró ningún individuo cuya caza requiriera tales medidas.
Los cazarrecompensas estaban reunidos en una sala de espera, observándose unos a otros, sin hablar. Las leyes de los cazarrecompensas prohibían matar a otro cazarrecompensas, pero 4-LOM calculaba unas probabilidades del 63,276 por ciento de que al menos tres de los seis cazarrecompensas estuvieran considerando la idea de asesinar a otros miembros del grupo para incrementar sus propias probabilidades de éxito en esta caza.
Era imperativo que Zuckuss no mostrase debilidad alguna en ese momento. 4-LOM estudió a su socio. Zuckuss estaba de pie, totalmente erguido, alerta, respirando sin dificultad en su casco. Nadie podría detectar sus heridas, calculó 4-LOM.
Vader los convocó a todos a la vez. Los cazarrecompensas caminaron con paso firme y veloz por los pasillos, casi adelantando a su guía. Imperiales de todo rango se apartaban a su paso... y se les quedaban mirando. Los procesadores de la mente de 4-LOM analizaron los rostros y las voces de la gente junto a la que pasaban, comparándolos con la lista imperial de los más buscados y la lista de su gremio de recompensas ofrecidas. 4-LOM siempre hacía eso cuando caminaba entre multitudes de gente. Las probabilidades de un encuentro casual con alguien que valiera algunos créditos eran bajas, y en el breve tiempo que le costaba a su mente relacionar una cara con una recompensa, esa persona podía desaparecer... pero había obtenido siete adquisiciones en la calle de ese modo: créditos inesperados, pero bienvenidos, mientras estaba cazando a otra presa. ¿No sería interesante desenmascarar a un espía rebelde aquí, en esta nave insignia, y entregárselo a Darth Vader?
Pero 4-LOM no identificó a ningún rebelde en esos pasillos. Todos los seres racionales presentes eran, aparentemente, auténticos imperiales. Captó la mayoría de sus comentarios susurrados: “¡Esos cazarrecompensas llevan armas a plena vista!” “¿Quién ha convocado aquí a esta gente?” “La República trataba de controlarlos, pero el Imperio debería haberlos abolido.”
A 4-LOM le divertía pensar en la consternación que la mera presencia de seis cazarrecompensas causaba entre soldados profesionales... supuestamente los mejores y más valientes del Imperio. 4-LOM calculó que el miedo a los seis cazarrecompensas afectó a las acciones del 98,762 por ciento de todos los imperiales junto a los que pasaron en ese pasillo.
El miedo era un sentimiento valioso que instigar en las adquisiciones que uno cazaba: nublaba su lógica y hacía que la mayoría de los seres racionales no mecánicos salieran huyendo... una elección predecible, y habitualmente letal. La programación instintiva dentro de los seres racionales no mecánicos –el deseo de huir o luchar cuando se enfrentaban al peligro- aún los dominaba, aún les dificultaba reaccionar con una tranquila y total lógica.
Pero el miedo no era una buena cualidad que advertir en tus aliados. Significaba que tenían debilidades que cualquiera sin miedo podría aprovechar.
4-LOM se cuestionó la sensatez de las alianzas con los temerosos y se cuestionó su actual alianza con los imperiales. En el mejor de los casos, eran aliados poco impresionantes.
Pero, por supuesto, tenían créditos.
Zuckuss sólo tropezó una vez en su camino hasta Vader. 4-LOM ayudó a Zuckuss a permanecer en pie.
-Imperiales aduladores de mente obtusa... ¡ni siquiera pueden mantener las placas de cubierta bien sujetas! –exclamó 4-LOM a los soldados que les abrían paso.
Ninguno de los otros cazarrecompensas redujo su paso. Ninguno pareció advertir el tropiezo de Zuckuss. El secreto que compartía con Zuckuss seguía siendo un secreto, calculó 4-LOM. Pronto terminó la marcha. Llegaron a la cubierta de vuelo, y Darth Vader se acercó a ellos con grandes zancadas.
Los oficiales imperiales que se encontraban cerca susurraron entre ellos acerca de los cazarrecompensas antes de que Vader los alcanzara.
-Cazadores de recompensas. ¡No necesitamos esa porquería! –escuchó 4-LOM que un oficial imperial le decía a otro.
4-LOM calculó desdén en ese comentario, pero calculaba que el miedo motivaba desdén el 62,337 por ciento de las veces. El desdén y el miedo son aliados muy cercanos. Así que el miedo estaba presente incluso allí... incluso en la cubierta de vuelo de la nave insignia de Darth Vader. Eso desagradaba a 4-LOM. Comenzó a calcular debilidades que pudiera aprovechar en aquellos imperiales.
Vader comenzó a hablar incluso antes de llegar junto a los cazarrecompensas. Él no tenía miedo.
-Habrá una sustanciosa recompensa para el que encuentre al Halcón Milenario. Pueden utilizar los métodos que crean convenientes... ¡pero los quiero vivos! Nada de desintegraciones.
Vader se volvió de inmediato a las tareas que le ocupaban. Los cazarrecompensas se marcharon a sus naves.
Era Han Solo... ¡les estaban mandando tras Han Solo!
4-LOM podía calcular, ahora, las razones por las que Darth Vader había llamado a cada uno de los cazarrecompensas allí reunidos. Programó un conjunto de microprocesadores de su mente para que calculase las probabilidades de cada cazarrecompensas de calcular a Solo y a sus compañeros, quienquiera que fuesen ellos.
Zuckuss se detuvo en el umbral y se volvió. 4-LOM no sabía por qué. Era ilógico titubear frente a los imperiales. 4-LOM se volvió para ver qué había causado ese extraño comportamiento en su socio y vio a Vader mirándolos.
Zuckuss inclinó la cabeza. Vader se volvió. Zuckuss y 4-LOM reanudaron su marcha por el pasillo.
4-LOM no tuvo que preguntarle a Zuckuss cómo había sabido que Vader los estaba mirando. La intuición se lo había dicho. Y sabía por qué Vader los había mirado: para confirmar que sabía su implicación en el asunto del gobernador Nardix, una sutil advertencia de que si no tenían éxito en esta ventura tendrían que enfrentarse a Vader de nuevo en distintas circunstancias.
4-LOM supo todo eso sin tener que calcularlo. El conocimiento apareció súbitamente presente en su mente.
En ese momento, la intuición comenzó a ensamblarse formando un proceso en los circuitos de 4-LOM. Aún no estaban todas las variables en su lugar. No lo entendía del todo, pero comenzó a sentir los inicios de una gran ecuación en su interior: la ecuación de la intuición.
Una vez que la tuviera, tendría la intuición propiamente dicha.
4-LOM se sintió al borde de un gran logro: el modo en que se sentía justo antes de poner sus manos sobre una adquisición que había cazado, o el modo en que se sentía en el momento exacto en el que se apoderaba de una joya en cuyo robo había trabajado mucho tiempo.
Los imperiales corrían tras ellos, preguntándoles qué necesitaban. ¿Podían proporcionarles combustible? ¿Armas? Cualquier cosa que pudiera serles de ayuda para cumplir la misión que Darth Vader les había encomendado. ¿Créditos? ¿Necesitan créditos?
Sí, requerían ingentes cantidades de ellos.
Y 4-LOM no dudó en pedirlas, en forma de objetos de valor portátiles almacenados en su nave, no en créditos electrónicos que pudieran ser robados. Presas de su miedo, los imperiales se apresuraron a darles lo que querían.
Los cálculos de 4-LOM sobre la probabilidad de éxito de los cazarrecompensas terminaron.
Sabía quién tenía la mayor probabilidad de capturar a Han Solo.
Eran Zuckuss y él.
Sus cálculos lo indicaban. Los otros cazarrecompensas tenían diversas aptitudes y capacidades, pero ninguno tenía lo que Zuckuss aportaba a esta caza.
Ninguno de ellos tenía intuición.
Eso daba a Zuckuss y 4-LOM una ventaja incalculable. El propio Solo representaba una interesante combinación de lógica e intuición... lo que significaba que él y Zuckuss tenían las capacidades ideales para darle caza.
Mientras caminaba hacia la nave, 4-LOM decidió hacer algo que les proporcionaría una ventaja adicional en la caza de Solo.
Él también intentaría usar la intuición.

Lo que quedaba del nivel de pasajeros uno no estaba iluminado, ni siquiera con tenues luces de emergencia. Desde la ventana, Toryn alumbró con su tubo luminoso el campo de contención que se había desplegado para detener la despresurización. El casco de la nave más allá de ese punto había explotado. Conforme la nave daba vueltas, vio girar las estrellas, luego el propio Hoth, lejano, tan blanco y brillante que casi no podía mirarlo directamente, luego más estrellas.
Y luego cadáveres. Unos cuantos cadáveres inmóviles.
El campo de contención no había salvado muchas vidas en esa cubierta. La despresurización había sido rápida –explosiva- y había lanzado a la mayoría de la gente al espacio.
Toryn dio media vuelta rápidamente y comenzó a avanzar por el pasillo tras ella. Pero después de un instante se detuvo y se obligó a volver. Miró por la ventana hasta que Hoth reapareció, y comprobó la hora en su crono. Cuando Hoth dio volvió a aparecer, comprobó la hora nuevamente; cuatro minutos estándar, cuarenta y tres segundos estándar. Tenía las bases para la ecuación de la rotación de lo que quedaba de la nave. Podría resultar útil. En las horas siguientes, cualquier detalle de información sobre su situación podía resultar útil.
Avanzó apresuradamente por el pasillo. Más adelante había luces, de un tubo luminoso, tal vez dos, que proyectaban oscuras sombras en las paredes y el techo. Encontró siete personas trabajando en las cápsulas de escape. Habían arrancado las placas de cubierta frente a las cápsulas y estaban trabajando en el estrecho espacio disponible debajo.
-Los acopladores de potencia se soltaron durante el ataque –le dijo uno de ellos.
-Si podemos reconectarlos a las fuentes de energía de emergencia, podremos lanzar las cápsulas –dijo otra persona.
Toryn apuntó su luz hacia las cápsulas de escape. Estaban allí en fila. Todas las ventanas estaban oscuras.
-¿Puedes alumbrarme aquí? –le pidió alguien.
Toryn se apresuró a ayudar en la tarea. Era un trabajo frío. Ahora Toryn podía ver su respiración. Las herramientas estaban frías al tacto.
-Esto debería funcionar... –dijo uno de los hombres por debajo de ella.
Las luces de emergencia cobraron vida en los laterales del pasillo. Las pequeñas puertas redondas de las cápsulas se iluminaron súbitamente en verde, y en la ventana de cada puerta destelló una luz brillante, demasiado brillante para mirarla directamente.
Y luego todas las luces se apagaron de golpe.
-¡Por todos los...! –murmuró alguien en la súbita oscuridad. Toryn tuvo que sentarse, decepcionada, en una pila de placas de cubierta arrancadas.
-Puede que las células de energía de este nivel estén dañadas –dijo alguien.
-Tendremos que redirigir potencia de los niveles inferiores... Toryn, ¿dijiste que las dos cubiertas debajo de nosotros están intactas?
Alguien golpeó algo, y las luces se encendieron de nuevo.
Todos se miraron entre sí y rieron.
Toryn se acercó rápidamente a una de las cápsulas. Sus lecturas decían que funcionaba perfectamente. Podrían lanzarla en cuanto estuvieran listos.
-Cápsula uno completamente operativa –anunció.
-Aquí igual –dijo alguien en la cápsula dos.
-Cápsula tres, estado operativo.
Todos volvieron a mirarse entre sí. Nadie sabía cómo comenzar la siguiente parte del proceso. Nadie sabía cómo decidir quién tendría la oportunidad de marchar. Toryn superaba en rango a todos los que estaban allí. Se dio cuenta de que era su deber comenzar a tomar decisiones, y de que los demás esperaban que lo hiciera.
-Tengo un total de al menos sesenta y siete supervivientes en la cubierta de carga uno –dijo Toryn-. No he podido hacer un recuento en la cubierta dos, pero allí también hay supervivientes. Los he oído.
Podían añadir a los ocho que estaban allí reunidos. Más de setenta y cinco personas habían sobrevivido en esa nave. Las cápsulas podían evacuar a dieciocho.
Hacia un futuro incierto.
Si las cápsulas llegaban a Hoth, las personas que fueran en ellas tendrían que encontrar modos de sobrevivir en un mundo helado sin suministros adecuados, luchar contra las criaturas del hielo wampa que les darían caza, evitar ser capturados por las fuerzas imperiales que sin duda les darían caza.
Si llegaban a Hoth.
El Imperio podría derribar las cápsulas antes de un disparo.
-¿Aún continúa la batalla, ahí fuera? –preguntó Toryn.
Nadie lo sabía.
-Separémonos –dijo-. Encontremos distintas ventanas y efectuemos un reconocimiento visual-. Regresad aquí para informar dentro de diez minutos estándar.
Diez minutos permitirían que la nave girara dos veces sobre sí misma. Podrían echar un buen vistazo al espacio que los rodeaba.
Todo el mundo salió recorriendo los pasillos y entrando a las habitaciones, en busca de ventanas. Toryn se encontró de vuelta en la ventana de la puerta de ataque. Usando el comunicador de su muñeca, contactó con el droide hacker sujeto a la consola de la pared.
-Droide –dijo-. Soy Toryn Farr. ¿Has calculado respuestas a mis últimas preguntas?
-La información sobre posibles nuevos ataques a esta nave, el número total de supervivientes, la duración estimada del suministro de aire y el rumbo de la nave sigue sin estar disponible.
-¿Estás conectado a algún sensor exterior activo que te suministre cualquier tipo de información?
-No.
-¿Tienes acceso a cualquier dato sobre el suministro de aire?
-No.
-Estimando que haya un centenar de supervivientes, ¿cuánto tiempo podrían sobrevivir tan sólo con el aire presente en las cubiertas intactas?
-4,38 horas estándar.
-¿Cuánto tiempo ha pasado desde el ataque?
-1,29 horas estándar.
Puede que tuvieran unas tres horas de aire.
-He contado sesenta y siete supervivientes en la cubierta de carga uno. En esta cubierta estamos ocho, y un número indeterminado en la cubierta de carga dos. Incluye esos números en los próximos cálculos.
No vio señales de batalla en el sector del espacio que se apresuró a observar: ni destellos de luz que pudieran ser explosiones, ni naves imperiales moviéndose contra el fondo de estrellas o el propio Hoth. Era casi como si la batalla nunca hubiera tenido lugar. El sistema parecía totalmente tranquilo.
Pero espera. Se agarró a la manilla de la puerta de ataque y escudriñó el espacio que comenzaba a mostrarse conforme la nave giraba.
Luces. Allí había luces, moviéndose en el espacio. Tres grupos de luces...
Naves. Naves rebeldes a la deriva. Los grupos de luces eran las ventanas que brillaban en ellas. Marchaban juntas, a la deriva, en una tortuosa trayectoria.
Sin duda también había supervivientes en esas naves. Sufrió por ellos. Se preguntó qué estarían haciendo para tratar de salvarse.
Justo cuando las naves varadas desaparecieron de su vista, Toryn captó una luz más brillante que se desplazaba hacia las naves a la deriva.
Auto-propulsada. Funcionando.
Un destructor estelar imperial.
Estaban comenzando la limpieza. Observó cómo atraían el primer pecio para buscar supervivientes, droides, información.
No tardarían mucho en llegar a lo que quedaba de esta nave.
Toryn regresó rápidamente a las cápsulas y se reunió con los demás que acababan de regresar. Algunos también habían visto naves derribadas. La cuenta variaba entre las tres de Toryn y unas catorce, tal vez más. Otros habían visto el destructor estelar que se dirigía a los restos.
-Si nos damos prisa, podemos lanzar las cápsulas antes de que lleguen los imperiales –dijo Toryn-. Si las lanzamos mientras el destructor estelar está ocupado con un pecio, las cápsulas tendrán alguna posibilidad de llegar hasta Hoth.
-Deberíamos enviar a los que estén en mejor forma –dijo alguien-. Necesitarán estar en buena forma para sobrevivir ahí abajo.
-Algunos necesitarán estar en buena forma, desde luego –dijo Toryn-, pero deberíamos asumir un eventual rescate de cualquiera que llegue a Hoth, y pensar en enviar a aquellos que más puedan ayudar a la rebelión... aunque ahora estén heridos. Tenemos que averiguar quién queda en esta nave, y tenemos que averiguarlo rápido. –Se volvió y habló al droide hacker-. He encontrado dos droides médicos en la cubierta de carga uno. Contacta con ellos y que descarguen toda la información de los supervivientes en tus bancos de datos. Quiero una lista de supervivientes, droides incluidos, lo más completa que puedas ofrecerme cuando vuelva a contactar contigo en cinco minutos.
-De inmediato –dijo el droide.
-Quiero que todos los aquí presentes digan sus nombres. Droide, añade estos nombres a la lista que estás compilando. Rory –dijo a un hombre que conocía-, comienza tú.
Rory, Seito, Bindu, Darklighter, Crimmins, Sala Natu, Meghan Rivers.
-Rory –dijo cuando todos terminaron-, ve a una ventana y vigila ese destructor estelar. Comprueba cuánto le cuesta desguazar uno de los restos y pasar al siguiente. El resto de nosotros bajaremos a la cubierta de carga dos para ver qué podemos encontrar allí. Tened los ojos bien abiertos por si encontráis equipo para clima frío y traedlo aquí.
Toryn abrió la marcha –a la carrera- hasta la escalera que conducía a la cubierta inferior. Al pasar junto a la ventana en el campo de contención, vio cómo Hoth volvía a pasar.
Ese planeta nunca le había parecido tan hermoso.
Brillaba con esperanza.

Zuckuss recibió conocimiento intuitivo a las 2,11 horas estándar de comenzar su última meditación.
Sabía las coordenadas aproximadas de dónde iría Han Solo si podía: iría al punto de reunión de los rebeldes. Sabía por qué. No se trataba de reagruparse con ellos después de la retirada. Llevaba pasajeros –una mujer y un droide- que eran vitales para el éxito de la rebelión. Solo quería llevarlos allí a salvo.
Y Zuckuss sabía dónde había ido la rebelión... dónde habían sido obligados a huir.
El pensamiento le asombró. Permaneció en su meditación algo más de tiempo después de que llegara la intuición, tratando de verificarla... y lo que había descubierto parecía cada vez más correcto.
Los rebeldes habían abandonado la galaxia.
Habían ido a un punto por encima del plano galáctico, lejos de cualquier estrella... de cualquier lugar donde el Imperio pudiera rastrearlos. El Imperio no les había dejado ningún otro lugar donde escapar como ejército. Supuso entonces lo verdaderamente desesperada que estaban la rebelión. Ascender hasta abandonar el pozo de gravedad de la galaxia no era tarea fácil. Muchas naves no podrían hacer un viaje semejante. Habría pérdidas que se sumarían a las sufridas aquí. El Imperio debía de haber estado cerca de cazar a los rebeldes hasta su extinción. Que hubieran corrido ese riesgo hablaba de su desesperación... pero también de su valor y su determinación para reagruparse y seguir luchando.
Desde luego, eran dignos adversarios.
Después de que él y 4-LOM capturasen a Han Solo y sus compañeros, pensó Zuckuss, los honraría. Los entregaría a los imperiales de todos modos, pero hasta ese momento les dispensaría todos los honores. Merecían honor en su derrota.
Lentamente, Zuckuss se dejó volver a adquirir consciencia de la nave que lo rodeaba: su silla de piloto, el panel de instrumentos frente a él, el siseo del amoniaco a través del sistema de recirculación. Abrió los ojos y se desperezó... y comenzó a toser con fuerza. No pudo dejar de toser durante un tiempo. Expulsó algo de sangre. Se inyectó medicina para controlar la tos y se limpió la boca.
Todo lo que podía hacer era enmascarar los síntomas de sus heridas. No tenía esperanzas de curarse por sí mismo.
Miró a su alrededor buscando a 4-LOM. El droide se había marchado a alguna parte. Zuckuss se preguntó si algo marchaba mal en la nave.
-Ordenador –dijo-. ¿Dónde está 4-LOM?
-En la celda de adquisiciones número uno.
Extraño, pensó Zuckuss. ¿Qué estaba haciendo allí el droide? Zuckuss escaneó el sistema solar y detectó poca actividad. La mayoría de las naves imperiales se habían marchado. Tenían tres naves en órbita cerca de Hoth, y probablemente una buena cantidad de tropas aún en tierra. Un destructor estelar acababa de atrapar un transporte rebelde. Zuckuss sabía que registraría las otras dieciséis, una a una. No había señales de ninguna otra nave de cazarrecompensas. Él y 4-LOM eran los últimos en abandonar el sistema.
-Ordenador –dijo Zuckuss. Habían instalado uno de los, a menudo poco fiables, ordenadores activados por voz de Mechis III-. Establece un curso al punto 2,427 por 3,886 por 673,52 por encima del plano galáctico. ¿Es capaz esta nave de hacer ese viaje?
El ordenador no respondió de inmediato. Era una petición extraña. Finalmente habló.
-Esta nave, con su masa actual, puede alcanzar el punto especificado en dos días estándar.
Excelente, pensó Zuckuss.
-Guarda el rumbo a esas coordenadas –indicó al ordenador, y se dirigió a buscar a 4-LOM.
Encontró al droide sentado en un catre para adquisiciones, con las piernas cruzadas, las manos en el regazo, formando sendos círculos con los dedos índice y pulgar de cada mano metálica, mirando fijamente al frente, a la pared opuesta.
Zuckuss permaneció allí estupefacto. De pronto comprendió muchas cosas: por qué 4-LOM no le había abandonado todavía, por qué el droide constantemente hacía preguntas sobre sus meditaciones, por qué el droide normalmente nunca se apartaba de su lado cuando meditaba.
4-LOM le había estado observando. Estaba tratando de aprender cómo obtener conocimiento intuitivo.
Zuckuss comenzó a toser de nuevo. Pasó adentro y se sentó en el catre junto a 4-LOM.
-¿Has recibido conocimiento intuitivo? –preguntó cuando dejó de toser.
-No –respondió 4-LOM. Estiró las piernas y se puso rápidamente en pie. Zuckuss lo observó-. Tengo la base de una ecuación para la función de la intuición –dijo el droide-, pero aún no puedo darla por terminada. Necesitaré observarte por más tiempo.
Zuckuss también se puso en pie.
-¡Maldito traidor lisonjero y reluciente! –exclamó-. ¡Has trabajado con Zuckuss todo este tiempo para tratar de robarle sus habilidades!
-Robarlas no –repuso 4-LOM-. No puedo arrebatarte tu intuición. Sólo pretendo lograr que yo mismo sea intuitivo.
Zuckuss no tenía la menor duda de que 4-LOM aprendería la intuición. Nunca había visto un droide tan determinado a equiparse con cualquier habilidad necesaria para tener éxito.
-Zuckuss ya tiene nuestras respuestas –dijo Zuckuss-. Han Solo tratará de unirse a los rebeldes en su punto de encuentro, y es un punto de lo más interesante, por cierto. Zuckuss y tú tenéis trabajo que hacer antes de que podamos ir allá... ¡Manos a la obra!
4-LOM y Zuckuss fueron rápidamente a sus asientos de piloto. Zuckuss explicó brevemente el conocimiento que había recibido. Él y el droide estuvieron de acuerdo en que tenían que infiltrarse en la rebelión. No podían presentarse sin más en un punto fuera de la galaxia donde resultaba que se encontraban los rebeldes; tendrían que fingir que querían unirse a ellos. Su pasada historia con el gobernador Nardix haría esa petición algo más creíble.
-Sólo hay un 13,3445 por ciento de probabilidades de que los rebeldes acepten nuestra petición de alistarnos –dijo 4-LOM.
Zuckuss pensó en ello. Miró por la ventana una hilera de transportes rebeldes a la deriva, y de pronto tuvo una idea que, si funcionaba, aumentaría considerablemente ese porcentaje.
-Y si rescatáramos supervivientes de esta batalla y los entregáramos a los rebeldes... ¿cuáles serían entonces nuestras probabilidades?
-87,669 –respondió 4-LOM sin dudar-. Trazando curso al transporte más cercano.
Tenía luces. Tenía cubiertas intactas. Probablemente tendría supervivientes.
Era el transporte que habían ayudado a derribar, el llamado Esperanza Brillante.
Zuckuss se comunicó con el destructor estelar y organizó un ataque ficticio de cazas TIE cuando abandonaran el sistema: haría el “rescate” más creíble.
Los imperiales aceptaron rápidamente todas sus peticiones... aunque habrían querido interrogar ellos mismos a todos los rebeldes con vida. Verse obligados a usar a algunos de ellos como cebo en la trampa de unos cazarrecompensas no debía de complacerles.
Pero obedecer las órdenes de Darth Vader sí les complacía. Zuckuss y 4-LOM no necesitaban conocimiento intuitivo para estar seguros de eso.
Zuckuss completó sus cálculos de la rotación del transporte rebelde y los introdujo en el ordenador. Tendrían que igualar su rotación para acoplarse con él.
-La comunicación con el transporte rebelde es imposible –anunció 4-LOM-. Tendremos que acoplarnos y entrar en la nave a la fuerza.
-Recibirán a Zuckuss y 4-LOM con los brazos abiertos. Vamos a salvarlos –dijo Zuckuss.
Se alegró de que no tendrían que luchar. El transporte rebelde tendría oxígeno en su interior. No quería arriesgarse a exponerse a él.
-Ordenador –dijo Zuckuss-, calcula los suministros de oxígeno de esta nave.
En una pantalla frente a 4-LOM y Zuckuss apareció una serie de números.
-¿Cuántos adultos que respiren oxígeno pueden sobrevivir con esa cantidad durante dos días? –preguntó Zuckuss.
-Catorce –respondió el ordenador.
El Cazador de la Niebla tenía tres celdas de detención, construidas cada una para una persona. Pronto estarían abarrotadas con muchas más.
-Entonces, Zuckuss desea llevar catorce –dijo Zuckuss a 4-LOM-, aquellos cuya recompensa sea mayor... y todos los droides. Los respiradores de oxígeno pueden apretarse en las celdas, y los droides pueden permanecer aquí fuera.
Era bueno tener un plan de reserva. La recompensa por los rebeldes que rescatasen podría ascender a una suma considerable.
-Podemos meter a más de catorce en las celdas –dijo 4-LOM-. Si extraemos todo el aire que quede en el transporte, podríamos recibir a otros diez o veinte más.
Un plan excelente, pensó Zuckuss. En función de las reservas de oxígeno disponibles, él y 4-LOM podrían llevar hasta veintiséis personas, apretadas unas contra otras en las celdas.
Pero de pronto Zuckuss tuvo miedo de aspirar oxígeno adicional hacia su propia nave. Tendría que monitorizar cuidadosamente ese proceso él mismo. Aún llevaba puesto su traje de amoniaco. Se puso el casco y los guantes, para prepararse para el abordaje, y comprobó minuciosamente todos los cierres.
4-LOM completó sus cálculos de ruta y comenzó a pilotar la nave hacia el transporte rebelde. Los supbrocesadores de su mente comenzaron entonces un análisis completo de su primer intento de meditación e intuición.
Se dio cuenta de que no había sido completamente sincero con Zuckuss.
Había dicho a Zuckuss que no había alcanzado la intuición. Pero en su meditación había llegado a pensar que los rebeldes habían abandonado la galaxia. Sus programas lógicos descartaron rápidamente esa idea... pero la idea había estado allí, aunque sólo fuera por un brevísimo instante.
Bajo condiciones normales, sus programas lógicos nunca permitirían que una idea ilógica llegara a alcanzar su mente consciente.
Que esa lo hubiera hecho era algo nuevo.
4-LOM no había considerado que para alcanzar la intuición tendría que ignorar la lógica.
No dijo nada de su descubrimiento a Zuckuss.

Toryn estaba frente a la consola del ordenador de la bahía de cápsulas. Tenía su lista de supervivientes: ciento ocho en total. Comenzó a recorrer la lista por segunda vez, leyendo nombres, leyendo sus competencias. Tenía ocho pilotos, treinta y dos soldados recién alistados a la rebelión, personal de apoyo del centro de mando, personal de hangar, otros con habilidades especializadas: clima frío, cazador, un cocinero... Tenía equipos de gente abasteciendo las cápsulas con toda la comida y todo el equipo de clima frío que pudieron encontrar.
En la cubierta de carga dos habían sobrevivido treinta y tres personas. Los llevó a todos al nivel de pasajeros uno salvo a dos rebeldes que estaban demasiado heridos para moverse. Sus amigos se quedaron con ellos, y Toryn envió a los droides médicos. Otros veinte de la cubierta de carga uno habían subido a la bahía de cápsulas. El espacio estaba abarrotado.
Seito se acercó a ella.
-El destructor estelar imperial se está desplazando a un segundo transporte.
Los imperiales estarían ocupados durante un buen tiempo. Distraídos. Las cápsulas podrían lanzarse en cuanto hiciera subir a la gente en ellas.
Solicitó al ordenador que le mostrara los nombres de todos aquellos con heridas demasiado graves para desplazarlos o que los droides médicos calculaban que no podrían sobrevivir en Hoth.
Apareció una sublista de cincuenta y dos nombres. Samoc estaba en esa lista.
Copió esos nombres a un archivo aparte llamado QUEDAN EN NAVE. La lista principal se redujo a cincuenta y seis nombres.
Luego, buscó en la lista principal todo aquel con piernas rotas.
Aparecieron dieciséis nombres. También copió esos nombres a QUEDAN EN NAVE.
Aún tenía cuarenta nombres con los que trabajar, y podía enviar a dieciocho. Decidió que todo el mundo del transporte debería ayudar a decidir quién debería marchar. Si todos participaban en esa decisión, aquellos que quedasen atrás lo encontrarían más fácil de aceptar.
Entonces, manipuló el sistema de comunicaciones para obtener una conferencia con toda la nave. Resultó bastante difícil rastrear las voces de todos los que estaban hablando en la nave, sin importar cuántos hablaran a la vez, y dejar que el resto de supervivientes escuchara a las demás cubiertas. Pero logró establecer la conferencia y copió una lista completa de supervivientes en cada pantalla que aún funcionara. Cuando habló a continuación, todo el mundo en la nave pudo oírla.
-Al habla Toryn Farr –dijo. La gente a su alrededor quedó en silencio. Todo el mundo en el resto de cubiertas quedó en silencio-. Acaban de informarme de que el destructor estelar imperial se está dirigiendo hacia su segundo transporte rebelde. Allí, nuestros camaradas los tendrán ocupados durante un tiempo. Esto nos proporciona una ventana de lanzamiento excelente, pero tenemos que movernos rápido para lograrlo. Dieciocho de nosotros tendrán una oportunidad de tratar de alcanzar Hoth y sobrevivir allí hasta que llegue el rescate. Necesitamos enviar a aquellos cuyos conocimientos y habilidades los equipen para ayudar a la rebelión de la mejor manera posible tras el rescate, pero que también puedan formar un equipo preparado para sobrevivir bajo las condiciones que presenta Hoth. Voy a mandar a Seito y a Crimmins, ambos con excelentes habilidades de combate; Sala Natu, especialista en supervivencia en clima frío, y Berec Tanaal, cazador. Quiero que nominéis y votéis a los otros catorce. Comenzad ahora.
Alguien la nominó a ella, pero ella dijo que no iría. Se quedaría con todos los que se dejasen atrás. La necesitaban ahí. Había mucho trabajo que hacer para eliminar de la nave cualquier información útil para el Imperio, y era su deber supervisarlo.
Además, pensó Toryn, dejarían a Samoc atrás. No podía abandonarla.
Los nombres llegaron rápidamente, y se formó una lista que casi coincidía con la que hubiera compuesto ella misma. Algunos de la lista trataron de hacer que otros fueran en su lugar, pero Toryn fue la única que se salió con la suya al respecto.
-¡A las cápsulas, deprisa! –ordenó Toryn a todos los de la lista-. Quiero que el resto de vosotros comience a peinar cada centímetro de lo que queda de esta nave en busca de archivos y documentos. Traedlos al nivel de pasajeros uno, donde los borraremos manualmente.
Los equipos se dieron prisa en terminar de equipar las cápsulas. Las dieciocho personas que tenían esa oportunidad subieron al interior y se abrocharon los arneses de seguridad de sus asientos. Había poco tiempo para despedidas.
-Que la Fuerza os acompañe –les dijo Toryn a todos ellos mientras cerraban las escotillas.
-Equipos de ventana, mirad atentos –indicó Toryn-. Quiero seguimiento visual de esas cápsulas.
-Así lo haremos –respondieron sus equipos de observación.
-¡Lanzamiento! –ordenó Toryn.
Las cápsulas salieron despedidas de la nave y cayeron hacia Hoth.
Todo el mundo abarrotó las ventanas. El Esperanza Brillante quedó de pronto muy, muy en silencio. Todos los que allí quedaban pensaron en cómo sus posibles futuros se habían reducido ahora a dos: muerte, o reclusión en una prisión imperial.
Pero estamos contentos por esos dieciocho, pensó Toryn. Estamos felices por ellos.
Las cápsulas cayeron en una apretada hilera hacia Hoth. La nave giró y todo lo que vieron durante un tiempo fueron las luces de los otros restos, el destructor estelar y las estrellas. El destructor estelar no se movió para interceptar las cápsulas. Si había lanzado cazas TIE para atacarlas, no podían saberlo.
Cuando Hoth apareció de nuevo tras una rotación, nadie pudo ver las cápsulas durante un tiempo.
-¡Cápsulas a las tres en punto! –exclamó Rory.
Todo el mundo las vio entonces, tres pequeñas luces que descendían velozmente.
Pronto no podrían verlas en absoluto contra la brillante luz blanca de Hoth.
-Creo que lo han logrado –dijo Toryn-. ¡Ahora, todos a trabajar! Los imperiales se habrán fijado en este transporte cuando lanzamos las cápsulas, podéis estar seguros de eso. Nosotros seremos los próximos por los que vengan. ¡Tenemos que estar preparados!
Ordenó al ordenador que se borrara a sí mismo a su orden, y envió un equipo a destapar las unidades subprocesadoras de cada cubierta y prepararse para destrozarlas después de que se hubieran borrado los datos, como medida de respaldo. Ordenó a los droides que borrasen sus mentes a su orden... que llegaría en el último momento posible: necesitaban ayuda médica hasta entonces. Las mentes de los droides almacenaban registros de todos los pacientes rebeldes que hubieran tratado en algún momento. No podían permitir que el Imperio accediera a dicha información: les diría quién había estado con vida en un punto no muy lejano del pasado, quién había muerto, qué habían dicho, por qué problema médico habían sido tratados... revelando posibles debilidades que podrían convertirlos en agentes dobles. Los droides tendrían que autodestruirse.
Pensó por un instante en todo lo demás que tenía que hacer: destruir documentos, atender a los heridos, acumular armas, prepararse para luchar cuando los imperiales capturaran su nave. Se alegraba de tener mucho que hacer. Todo el mundo necesitaba trabajar para evitar pensar en el destino hacia el que se dirigían velozmente.
-Rivers, Bindu –dijo Toryn-. Formad un destacamento para estudiar la bahía de cápsulas y las entradas de las cubiertas de carga. Quiero recomendaciones para medidas defensivas lo antes posible.
-¡Señora! –exclamó Rory-. Se acerca una nave.
Toryn corrió hacia la ventana de Rory. Era una nave extraña que se acercaba hacia ellos. No parecía imperial en absoluto.
-¿Puedes leer su nombre? –preguntó.
-Cazador de la Niebla –dijo Rory.
Pidió al ordenador información sobre el Cazador de la Niebla, pero la base de datos de registro de naves estaba fuera de servicio.
Cazarrecompensas, pensó Toryn. Tenían que serlo.
­-El Cazador de la Niebla se dirige al puerto de la cápsula dos –dijo Rory.
-¡Quiero a cualquiera que pueda luchar aquí arriba ya mismo! –ordenó Toryn-. Vamos a tener compañía.
Alguien le tendió un bláster, y comprobó su paquete de energía. Lleno al máximo. La nave de esos cazarrecompensas no tenía el mecanismo de atraque adecuado, pensó, pero el Cazador de la Niebla estaba preparado para eso: sus ordenadores analizaron el puerto que tenían delante y construyeron la forma adecuada en su lado. Los puertos de atraque encajarían entre sí perfectamente.
Toryn tenía rebeldes heridos en su cubierta.
-Seis de vosotros, llevad a los heridos abajo, a las habitaciones oscuras de la cubierta dos, y bloquead una puerta delante de ellos. ¡Todos los demás, construid barricadas!
La gente se apresuró a mover a los heridos y a arrastrar catres de las habitaciones y voltearlos en una barricada improvisada frente a la bahía de cápsulas. Escucharon los puertos encajando con un chasquido y el siseo del aire que pasaba de su nave al túnel que los conectaba con el Cazador de la Niebla. Pronto se abrirían los cierres.
-Si los vencemos y nos apoderamos de esa nave, puede que tengamos un modo de sacar de aquí al resto de nosotros. Darklighter, Bindu... entrad en el conducto del suelo y sorprendedlos desde atrás. ¡En marcha!
La gente levantó rápidamente las placas de la cubierta, y luego las colocaron sobre Darklighter y Bindu.
-Permaneced ahí hasta que dé la señal de despejado –dijo Toryn-, o hasta que escuchéis que la lucha os pasa de largo.
Esa nave de cazarrecompensas brillaba para Toryn con inesperada esperanza.
Entre toda la actividad, el ordenador no se pudo conectar con su base de datos de registro de naves y su información detallada sobre las naves de la galaxia, pero siguió intentando rutas alternativas. Tenía pistas del nombre Cazador de la Niebla en lo que quedaba de sus bases de datos de memoria a corto plazo: las letras CAZAD EBLA de un escaneo exterior tomado justo antes de, o durante, el ataque; de otro, OR DE LA NIEB.
Pero no podía conectar los fragmentos restantes de esos escaneos con recuerdos coherentes.
Aún.
Pieza a pieza, estaba reconstruyendo su memoria a corto plazo. El ordenador estaba programado para pensar que Toryn Farr encontraría importante esa información.

Zuckuss no dedicó tiempo a rastrear las cápsulas de escape en su descenso hacia Hoth. Eran problema de los imperiales. Además... esperaba que las cápsulas y quienquiera que estuviera en ellas lo lograra. Podía significar un trabajo para cazar rebeldes entre las grietas de un mundo helado. Disfrutaría con un trabajo así.
Si se curaba, pensó de pronto para sí mismo. Realizaría una caza así sólo si se curaba.
Zuckuss hizo atracar su nave y forzó la apertura de los cierres. 4-LOM entró el primero en la nave dañada.
-Estamos aquí para rescatarles –anunció a los rebeldes que se encontraban ante él, y les explicó su “plan”. Mientras hablaba, 4-LOM activó subprocesadores de su mente que analizaron las acciones de los rebeldes frente a él. Mostraban poco miedo. No retrocedían. No apartaban la mirada de él. Siete mantenían un firme cordón de protección alrededor de la mujer que 4-LOM calculaba que debía estar al mando, una mujer llena de recursos llamada Toryn Farr.
Una mujer con una recompensa por su cabeza. 4-LOM había emparejado rápidamente su rostro con una recompensa registrada en la base de datos de la lista imperial de los más buscados.
-Controladora Farr –dijo 4-LOM-. Debo estudiar una lista de supervivientes de esta nave. Permítame acceder a su base de datos.
Advirtió la sorpresa momentánea en el rostro de Toryn Farr cuando la llamó por su nombre y rango. Era bueno sorprender a tu presa con conocimiento familiar: podía generar confianza donde no debería darse ninguna. Se acercó al ordenador, pero Toryn llegó antes y se interpuso. Sus guardias la siguieron.
-Antes contesta algunas preguntas –dijo Toryn-. ¿Quién te envía?
La confianza de esta mujer podría tardar en ganarse más tiempo del que disponían, calculó 4-LOM.
-Toryn Farr, si yo le contara una historia acerca de conexiones rebeldes en uno de los mayores gremios de cazarrecompensas imperiales, ¿me creería? ¿O pensaría que le he dado dicha información con demasiada facilidad? Lo cierto es que no puedo calcular ninguna circunstancia bajo la que yo deba responder a su pregunta. Ninguno de ustedes tiene los permisos de seguridad adecuados para recibir ese conocimiento. Basta con decir que la respuesta la sorprendería. Por el momento, nuestra presencia aquí para rescatarles debería ser respuesta suficiente.
Estudió los rostros de todos los rebeldes dispuestos frente a él, y emparejó la mayoría de ellos con recompensas. Pronto tuvo veintiséis que merecía la pena atrapar. La suma de sus recompensas –las riquezas que representaban- no podrían comprar mundos. Esos rebeldes no valían tanto como Han Solo y sus compañeros.
Pero sus recompensas podrían comprar los pulmones de Zuckuss.
Por un instante, 4-LOM lamentó la necesidad de devolver esos rebeldes a sus camaradas. Pero él y Zuckuss estaban cazando una presa más valiosa. Esos rebeldes eran un costoso cebo para la trampa.
-Envíe a sus droides y a los veintiséis de ustedes cuyos nombres diré a continuación –dijo 4-LOM-. En este momento, mi socio ha bombeado oxígeno al pasillo que conduce a las celdas de retención del Cazador de la Niebla. ¡Muévanse rápido! El Imperio nos detectará tarde o temprano.
Dijo los nombres, pero nadie se movió. El de Toryn fue el primer nombre que dijo. Ella advirtió que los demás nombres eran los de rebeldes que llevaban un tiempo luchando con la rebelión.
El tiempo suficiente para que hubiera recompensas poniendo precio a sus cabezas.
Claramente, el droide estaba tratando de llevarse los rebeldes que podían proporcionarle la mayor cantidad de créditos. Toryn no creía sus alegatos de que él y su socio eran rebeldes que habían venido a rescatar a aquellos que mejor podían ayudar a la rebelión.
-Tengo un plan alternativo –dijo a 4-LOM-. Ponle un traje a tu compañero respirador de amoniaco, remplaza el amoniaco de vuestra nave con oxígeno para tener espacio para más gente, y llévanos a todos a Darlyn Boda. Tardaremos medio día en llegar allí. Tenemos contactos en Darlyn Boda que tratarán a nuestros heridos y nos ocultarán hasta que podamos reunirnos con el ejército rebelde.
-¡Debemos ir al punto de reunión! –dijo 4-LOM-. Nuestra nave se necesita allí. Nos llevaremos a los veintiséis que he indicado, y no perdamos más tiempo.
-No abandonaré a la gente de la que soy responsable –dijo Toryn.
4-LOM reaccionó tan rápido que ningún rebelde pudo responder antes. En un movimiento relámpago, apartó a los guardias de Toryn, la agarró y la sostuvo delante de él, entre las barricadas rebeldes y el puerto de la cápsula 2.
-No tenemos tiempo para discutir –dijo-. Y Zuckuss y yo no tenemos tiempo para llevar reclutas heridos a Darlyn Boda. He elegido a veintiséis de ustedes. Subirán a bordo de la nave de inmediato.
Detrás de él se escucharon los golpes metálicos de las placas de cubierta. ¡Había dos rebeldes, ocultos en el suelo! Eran adversarios ingeniosos, desde luego. Podría haber usado los blásteres implantados en su espalda y matarlos a ambos, pero eligió no hacerlo.
No mataría a la gente que estaba fingiendo rescatar, al menos no todavía.
-Suéltala –le dijo uno de los rebeldes tras él.
Pero Zuckuss apareció tras ellos, del túnel entre las naves.
-No, apartaos los dos –dijo a los dos rebeldes-. Vuestra devoción a vuestra comandante es admirable. Continuará sirviendo bien a la rebelión una vez la entreguemos en el punto de reunión. Tenéis esa satisfacción.
En un veloz movimiento, 4-LOM arrastró a Toryn Farr por el túnel hasta una celda de detención. Le sujetó las muñecas y los tobillos con los grilletes que había en la pared. Ella no era lo bastante fuerte para resistirse.
-¡Esto no es ningún rescate! –dijo Toryn.
-Pero sí que lo es –dijo 4-LOM-. En breve estará en el punto de reunión. Lamento la necesidad de usar la fuerza con usted, pero salvarla es lógico, y ahorrar tiempo es necesario.
Comenzó a salir de la celda.
-Tu lógica es errónea –le dijo Toryn mientras se marchaba.
El droide se volvió a mirarla
-Has dejado a una de nuestros mejores pilotos fuera de tu lista de gente para salvar: Samoc Farr. ¿Crees que la rebelión no necesita buenos pilotos?
El droide no le dijo nada y se marchó. Escuchó disparos en el Esperanza Brillante. Esa era la peor pesadilla de un comandante: estar lejos de sus tropas cuando estaban luchando. Pronto el droide regresó con Rivers y Bindu. Los arrojó en la misma celda que a ella.
-¿Qué está pasando ahí fuera? –preguntó Toryn.
-El droide nos ha tomado como rehenes y ha dicho que nos matará, a ti también, si las personas que ha reclamado no dan un paso al frente para subir a su nave.
Pero no escucharon más disparos. Zuckuss estaba furioso con 4-LOM.
-¿A qué has reducido nuestras posibilidades de éxito? –preguntó al droide-. ¿Quién creerá ahora que esto es un rescate?
Nadie lo haría. La bahía de cápsulas estaba desierta ante ellos, aunque Zuckuss y 4-LOM sabían que si salían del túnel de conexión estarían en el punto de mira de los blásteres. De cuántos, no lo sabían. No habían podido realizar un recuento adecuado de las armas de los rebeldes. 4-LOM calculó que él y Zuckuss deberían ser capaces de reducir a los rebeldes y llevarse a las personas que querían. Pero lo que Zuckuss implicaba con la segunda de sus preguntas más recientes era importante: ¿Quién pensaría entonces que esto era un rescate?
-Deja que pruebe a hablar con ellos –dijo Zuckuss.
Salió solo a la bahía de cápsulas.
-¡Rebeldes! –exclamó-. 4-LOM y Zuckuss son cazarrecompensas. Nuestra forma de actuar no es como la vuestra. Pero, como vosotros, creemos que el Imperio debería caer y estamos dispuestos a trabajar con ese fin. Podemos salvar a algunos de vosotros, y 4-LOM ha señalado vuestros nombres. ¡Avanzad ahora! Debemos irnos.
Nadie salió.
-Tenemos una opción más –dijo Zuckuss a 4-LOM. Volvió a entrar en su nave. 4-LOM aseguró los cierres y le siguió. Él calculaba muchas opciones, no sólo una: él y Zuckuss podían luchar para capturar a los rebeldes que querían, o podían marcharse con los tres rebeldes que ya tenían. 4-LOM calculó cuarenta y nueve opciones viables adicionales. Tenía curiosidad por ver cuál de ellas proponía Zuckuss que eligieran.
Zuckuss habló por la puerta de la celda a los rebeldes capturados.
-Comandante Farr –dijo-. Realmente queríamos que esto fuera un rescate, pero las cosas han salido mal. ¿Qué debemos hacer para remediarlo? Por favor, ayúdenos, y rápido. Tenemos poco tiempo antes de que los imperiales estén sobre nosotros.
Así fue que 4-LOM y Zuckuss prepararon su nave para evacuar a noventa rebeldes, muchos de ellos heridos, a Darlyn Boda.
4-LOM liberó a Toryn para supervisar la evacuación. Zuckuss permaneció en su traje de amoniaco y, sin ser observado por los rebeldes, contactó con el destructor estelar imperial para cancelar la “escolta” que había convenido para salir del sistema. El Cazador de la Niebla nunca había transportado a tanta gente. No sería capaz en absoluto de maniobrar adecuadamente... ¡Ahora no necesitaban fingir un ataque de cazas TIE!
-¿Cuántos rebeldes se van a llevar? –preguntó la controladora imperial.
-Noventa –dijo Zuckuss-. Y dos droides médicos.
Zuckuss escuchó a los imperiales dialogar de fondo durante algún tiempo. Finalmente, la controladora retomó la conexión.
-Recibido –dijo-. Esa información será transmitida al mando imperial.
Por supuesto, pensó Zuckuss. Pero los imperiales no hicieron ningún movimiento para impedir lo que él y 4-LOM estaban haciendo. Darth Vader les había dado carta blanca en su caza... podían hacer cualquier cosa que creyeran necesaria.
Zuckuss remplazó el amoniaco de su nave por oxígeno. Los noventa rebeldes y los dos droides apenas tenían espacio a bordo. Tenían que permanecer de pie, o tumbados tan pegados entre sí como 4-LOM y Zuckuss planeaban haber llevado a veintiséis de ellos en las celdas. Pero lo hicieron de buen grado.
Era su oportunidad de vivir.
Toryn fue la última en subir a bordo.
-¡Rápido! –la llamó 4-LOM-. Es asombroso que el Imperio no nos haya atacado aún.
Toryn se detuvo junto al servicial droide hacker junto a la compuerta.
-Droide –le dijo-. Gracias por todo lo que has hecho. Borra el ordenador principal de la nave y tu propia memoria.
El droide apagó todas las luces de la nave de una vez. Tenía pocos sistemas de soporte vital que apagar. Uno a uno fue borrando sus programas y bases de datos. El Cazador de la Niebla se desacopló. El ordenador nunca sabría qué había sido de los rebeldes a los que había servido.
Borró su memoria a largo plazo y comenzó a borrar lo que quedaba de su memoria a corto plazo, pero se detuvo ahí.
Un juego de subprocesadores que trabajaba en ese banco de memoria encontró, en ese instante, la forma correcta de encajar las observaciones del ataque que destruyó al Esperanza Brillante.
Ahora reconocía la nave Cazador de la Niebla.
Los rebeldes supervivientes acababan de embarcar en la misma nave que había disparado en primer lugar sobre ellos, tratando de destruirlos a todos.
Pero el ordenador había reconstruido esos recuerdos demasiado tarde.
No podía advertir a los rebeldes. No podía hacer que volvieran.
Llevó a cabo la última orden de Toryn Farr y se borró a sí mismo.

El Cazador de la Niebla apestaba a aire reciclado y, ligeramente, a amoniaco. El aire era respirable, pero los restos de amoniaco que contenía les causarían dolor de cabeza a todos. Toryn podía sentir que el suyo ya estaba comenzando, pero no dejó que le frenara. Los rebeldes con las heridas más graves estaban tumbados, dos en cada catre, en las celdas. Toryn se abrió paso hasta cada uno de ellos, lentamente, entre la gente apiñada, para hablar con ellos e infundirles coraje para aguantar.
Fue entonces cuando advirtió y leyó las pintadas en las paredes de las celdas. Cuando 4-LOM la había llevado allí por primera vez, no había reparado en ello. Pero algunos de los condenados retenidos allí habían escrito sus nombres. Algunos habían escrito versos de poemas. Uno había escrito su nombre y la dirección de sus padres y pedía que alguien contactara con ellos en su nombre. Dos-Unobé estaba junto a ella.
-Registra su nombre y dirección –dijo al droide-. Quiero contactar con los padres de esta persona cuando regresemos.
Encontró a Samoc de pie en una esquina al fondo de la nave, con el rostro y las manos cubiertos de vendajes. Se abrazaron.
-Encontraste un modo de salvarnos a todos –dijo Samoc.
-Aún no hemos salido de esta –replicó Toryn.
Sería la responsable de noventa rebeldes en Darlyn Boda, cincuenta y dos de ellos gravemente heridos. Allí había una fuerte resistencia rebelde... pero el Imperio aún controlaba Darlyn Boda. Controlaba su gobierno.
Miró a Samoc. Toryn dudó de su capacidad de hacer todo lo que tenía que hacer. Por dos veces había puesto su interés personal en el bienestar de Samoc por encima de los intereses de los muchos de los que era responsable: la primera vez, cuando envió a Samoc al droide médico; la segunda, cuando trató de conseguir que 4-LOM pusiera a Samoc en su lista de veintiséis rebeldes. Sabía, allí de pie con su hermana, que lo haría de nuevo. No era justo para los demás. Tenía que ceder el mando lo antes posible. Esperaba poder encontrar en Darlyn Boda rebeldes que la superaran en rango.
Regresó junto a Zuckuss y 4-LOM.
-Llegada estimada a Darlyn Boda en 2,6 horas estándar –le dijo 4-LOM.
Esta nave es rápida, pensó Toryn, incluso con una carga pesada.
De repente, Zuckuss comenzó a toser en su traje. No podía parar. Pronto estaba doblado sobre su asiento de piloto, tosiendo incontrolablemente.
Toryn vio la sangre salpicar la placa facial de su casco.
Se arrodilló y lo rodeó con sus brazos.
-¿Qué pasa? –preguntó-. ¿Qué podemos hacer?
4-LOM se puso en pie y comenzó a caminar los sellos del traje de Zuckuss.
-¿Hay una fuga de oxígeno? –preguntó a Zuckuss.
-No –respondió Zuckuss entre toses.
Toryn se conectó al sistema de comunicaciones de la nave.
-Dos-Unobé –dijo-. Te necesito en la cubierta de vuelo, ahora.
Poco a poco, Zuckuss recobró el control de su tos. Para cuando el droide médico llegó junto a él, casi había parado. Acabó por contar al droide médico todo sobre las heridas de sus pulmones.
-Con las instalaciones médicas adecuadas, podría tratarle –dijo Dos-Unobé-. Sin embargo, esas instalaciones, en este momento, no están disponibles. Los investigadores militares rebeldes han descubierto modos de activar genéticamente la regeneración de tejidos dañados.
-¿Clonarlos? -preguntó Zuckuss.
-No. Eso es ilegal. Regenerarlos en su interior. Si nuestras instalaciones médicas han sobrevivido a la evacuación, podré tratarle en el punto de reunión cuando lleguemos allí. Tendrá pulmones nuevos en sólo unos pocos días.
Zuckuss se recostó en su asiento de piloto y reflexionó sobre ello. Comenzó a meditar, pero pronto se durmió. En sus sueños pensó que seguía meditando.
Las nieblas alrededor de todos sus posibles futuros se levantaron un instante.
Volvía a haber muchas, muchas y brillantes posibilidades ramificándose ante él.

Darlyn Boda era exactamente como 4-LOM recordaba: lleno de vapor, barro y sombras. Era el lugar perfecto para haber comenzado una vida dedicada al crimen. Caminó solo por las calles de una ciudad con el mismo nombre que el planeta, recordando el día que desembarcó de una nave para comenzar su nueva vida. Entonces le pareció que en su interior estaba el poder de perseguir innumerables posibilidades. Había tomado decisiones que habían reducido esas posibilidades, pero lamentaba pocas de ellas.
Zuckuss estaba demasiado enfermo para abandonar la nave. Los droides médicos rebeldes, Dos-Unobé y Efeequis-Siete, lo atendían. Todos los rebeldes habían desaparecido, aunque pronto debía reunirse con Toryn Farr y cinco de sus luchadores designados. Juntos, volarían al punto de reunión de los rebeldes.
Y a Han Solo, y al final de la caza.
Toryn había encontrado a los líderes del levantamiento rebelde. Sus oficiales la superaban en rango, se hicieron cargo de su gente, y le ordenaron que fuera al punto de reunión.
Con una carta sellada que debía entregar en mano al mando rebelde.
4-LOM había concertado la reunión con Toryn en cierta pequeña joyería que conocía bien, un lugar que compraba o vendía a concesión joyas excepcionales... sin preguntar por su procedencia. Tenía negocios en esa tienda.
Una anciana vestida con harapos se levantó para saludarlo. La tienda seguía estando tan sucia y oscura como lo había estado tantos años atrás.
-¡4-LOM! –exclamó la mujer-. Bienvenido.
No podía mantenerse erguida. Se inclinaba sobre las escasas cajas que había ante ella, doblada por la edad. Un viejo programa que 4-LOM no había usado durante mucho tiempo se activó en su mente, y 4-LOM dejó que se ejecutara.
-¿Qué tal está usted? –preguntó a la mujer.
-Vieja –contestó ella-. Pero aún puedo trabajar. Aún vendo joyas.
-Cuando me fui de aquí, tenía tres joyas mías en concesión –dijo 4-LOM-. ¿Las ha vendido?
-Dos, sí. Y tengo créditos para pagarte. ¿Cómo quieres que te pague? ¿Créditos imperiales, otras joyas? Te mostraré mi inventario.
-¿Qué joya es la que queda?
-Ah, te la mostraré.
Reunió todas las joyas a la vista y las guardó en los bolsillos de su vestido, luego enrolló una alfombra en el suelo tras las cajas y abrió una trampilla que quedó al descubierto.
-Ven –dijo. Encendió una vela y comenzó a bajar los escalones hacia la oscuridad.
4-LOM la siguió. Bajo la tienda había una sala que brillaba con cientos de joyas. Nunca antes le había mostrado esa sala. Se preguntó por qué lo hacía ahora. Sabía que era un ladrón.
-¿Puedes verla? –preguntó ella, sosteniendo la luz.
4-LOM echó un vistazo por la sala y vio su joya, con un centelleo azul bajo la luz de la mujer: el zafiro Ankarres.
-Tenía la esperanza de que todavía tuviera ésta –dijo. La recogió. Brillaba de forma hermosa. La había mantenido limpia y pulida.
-No me habrías permitido cortarla, y nunca nadie podría haberse permitido pagar por la piedra completa –dijo-. Me alegraba por ello, en realidad. La toco siempre que me duele, todos los días. Me cura.
-Es por eso que la necesito ahora –dijo 4-LOM.
-¿Para curarte? –preguntó ella-. Eres de metal. Ve a una fundición.
-El zafiro no me curará a mí –dijo él-. Lo necesito para un amigo mortal.
Tendió la joya a la mujer.
-Tóquese con él donde le duela una última vez antes de que me lo lleve –dijo.
Ella se tocó las muñecas y los tobillos con el zafiro, se lo llevó una vez a la frente, y luego se lo ofreció de nuevo a 4-LOM.
Subieron a la tienda, y Toryn entró en ella. Sonrió a 4-LOM. Habían pasado muchos años desde que alguien le sonriera. Otros programas se alzaron, de forma involuntaria, en su mente: programas para la amabilidad, el servicio y el altruismo. Se preguntó si la joya le estaría afectando a él, después de todo.
Pero eso era ilógico. No había habido ningún efecto en él la primera vez que se tocó la frente con el zafiro hace años. Los antiguos programas se ejecutaban porque él les permitía ejecutarse. No los detuvo. Tal vez era el momento de volver a ejecutar esos programas. Podría analizarlos para ver su utilidad.
-¿Está lista para marchar? –preguntó a Toryn.
-Lo estoy –respondió ella-. Los demás están esperando fuera.
4-LOM se volvió hacia la anciana.
-Quiero que se quede los créditos que me debe. Gracias por ayudarme hace años cuando lo necesité.
Ella hizo una inclinación de cabeza ante 4-LOM, y él y Toryn se dirigieron a la nave. Rivers, Bindu, Rory, Darklighter y Samoc iban con ellos.
-Samoc –la llamó 4-LOM cuando entraron en la nave. Sostuvo la joya en las sombras del pasillo-. ¿Sabe qué es esto?
Ella la miró por un instante.
-No –dijo-. Pero es hermosa.
4-LOM se lo explicó.
-Tóquese con ella las quemaduras –dijo-. Puede que le ayude a curarse.
Le ofreció la joya.
Ella la sostuvo un instante en sus manos, y luego tocó con ella los vendajes que seguían en su rostro desde hacía ya un mes. Un momento después, tuvo que sentarse en la cubierta.
-¿Le ha ayudado? –preguntó 4-LOM.
-No lo sé. Me siento tan distinta… en un buen sentido. ¿Más descansada, tal vez?
-Debo llevársela a Zuckuss –dijo 4-LOM. Tomó la joya y encontró a Zuckuss en una celda de adquisiciones. Zuckuss había llenado la celda con amoniaco y estaba tumbado en ella, sin su traje, tosiendo de vez en cuando. 4-LOM entró en la esclusa, esperó mientras el amoniaco remplazaba al oxígeno, y luego entró en la celda. Zuckuss alzó la mirada hacia él y no dijo nada. 4-LOM posó la joya contra el pecho de Zuckuss.
Zuckuss la miró. Sabía qué joya era. Había escuchado las historias que 4-LOM contaba sobre ella. Tras un instante, colocó sus manos sobre ella para apretarla con más fuerza contra su pecho.
-Ahora pilotaré la nave hasta el punto de reunión –dijo 4-LOM.

4-LOM pilotó el Cazador de la Niebla fuera de la galaxia, a un punto cerca del plano ecuatorial galáctico, y usó las gigantescas fuerzas gravitacionales de la propia galaxia para impulsar su nave hacia el punto de reunión.
Que era casi exactamente donde Zuckuss sabía por intuición que sería.
El punto exacto estaba unos dos grados más allá. Pronto, desde sus asientos de piloto, 4-LOM y Toryn vieron las luces dispersas que conformaban la flota rebelde.
O lo que quedaba de ella.
Verla levantó los ánimos de Toryn. Su mirada pasó de la flota a la galaxia que tenían por debajo, y pensó que su futuro volvía brillar. La rebelión no estaba acabada. Todavía tenía un ejército, por muy reducido que estuviera.
Toryn manejó las comunicaciones y los recibieron como a héroes. Amigos y familiares se arremolinaron alrededor de Toryn y los demás, y muchos lloraron al verlos. Toryn y todos los demás de su nave constaban como desaparecidos, y todo el mundo los daba por muertos, o algo peor. El general Rieekan en persona fue a darles la bienvenida, y a recibir noticias de las ochenta y cuatro personas que antes daban por perdidas y ahora se encontraban en Darlyn Boda, y de los otros dieciocho que supuestamente seguían con vida en Hoth.
-Temía que os hubiera ocurrido lo peor –dijo a Toryn.
Dos-Unobé y Efeequis-Siete llevaron rápidamente a Zuckuss a la enfermería. Los rebeldes les abrieron paso. 4-LOM comenzó a seguirlos –Zuckuss ahora estaba muy vulnerable, y los rebeldes no le proporcionaban seguridad- pero Toryn se puso delante de él.
-4-LOM –le dijo-. Quiero que conozcas al general Rieekan. General, este es 4-LOM, uno de los dos que nos rescataron.
El general tendió su mano al droide, y 4-LOM se la estrechó.
-Debe disculparme, señor –dijo 4-LOM-. Han llevado a mi socio a la enfermería sin mí y sin guardias.
4-LOM echó a andar de inmediato. Zuckuss había estado fuera de su vista durante 1,27 minutos estándar. No sabía cómo calcular las probabilidades para el asesinato entre esos rebeldes, pero en otros lugares que 4-LOM conocía bien, Zuckuss ya estaría muerto. Dos-Unobé y Efeequis-Siete no podrían protegerlo.
-¡4-LOM! –lo llamó el general. 4-LOM no se detuvo. El general realmente tuvo que correr para alcanzarlo-. 4-LOM –le dijo-. Aquí estás a salvo. Tu socio está a salvo. Te doy mi palabra al respecto. El asesinato no es nuestro estilo.
4-LOM aminoró un poco la marcha, pero no dejó de caminar.
-Gracias por sus palabras de tranquilidad, general –dijo.
El general siguió caminando con 4-LOM.
-Siempre estaremos en deuda con vosotros –dijo-. Tengo entendido que tú y tu socio queréis uniros a nosotros. Necesitamos luchadores con vuestras habilidades. Una vez que tu socio se haya curado, hablaremos de vuestras primeras misiones.
Estaban a las puertas de la enfermería.
-Gracias de nuevo, señor –dijo 4-LOM. Se detuvo y miró fijamente al general-. Recuerdo haber vivido del modo que ustedes describen la vida aquí: con seguridad y confiando en los demás. Pero eso fue hace mucho tiempo.
-Lo entiendo –dijo el general-. No quiero mantenerte alejado de tu socio por más tiempo.
4-LOM entró en la enfermería. Allí la luz estaba atenuada, y todo estaba en silencio. Incluso en su prisa para llegar allí, los procesadores de su mente habían registrado los rostros y voces de la gente junto a la que pasaba, comparándolas con la lista imperial de más buscados y la lista de recompensas ofrecidas por su gremio. 4-LOM analizó entonces esas grabaciones y calculó el valor representado por los rebeldes junto a los que había pasado.
La suma total le aturdió. Tantas recompensas ofrecidas. Sólo la recompensa por el general Rieekan bastaría para comprar una luna en el núcleo galáctico. Bastaría para comprar mundos en el borde.
Pero había otras adquisiciones, que valían mucho más, en algún lugar de esa flota.
Zuckuss no era el único paciente en la enfermería. Conforme caminaba, 4-LOM escuchó hablar a otros.
Y lo que escuchó procedente de una habitación le hizo detenerse.
Un cazarrecompensas era afortunado si un trabajo incluía un holograma reciente. Era muy inusual un trabajo que llevara no sólo un holograma, sino también una grabación de la voz de la adquisición. Los patrones de dos de las voces que oyó hablar coincidían con las voces de dos de los rebeldes más buscados por el Imperio: Luke Skywalker y la princesa Leia Organa. La recompensa por cada uno de ellos casi igualaba la ofrecida por Han Solo.
Y estaban hablando acerca de Han Solo. Los sensores auditivos mejorados de 4-LOM captaron con facilidad sus voces.
Boba Fett ya lo había capturado. Los detalles no estaban claros, pero aparentemente Fett iba a llevar a Solo ante Jabba para recaudar la recompensa adicional que ofrecía el señor del crimen.
La caza había terminado. Él y Zuckuss habían fracasado. Probablemente Darth Vader ya hubiera puesto precio a sus propias cabezas. Pero se le ocurrieron otras posibilidades.
Encontró a Zuckuss en una cámara de amoniaco especial, atendido por droides que no reconoció. Estaba claro que simplemente eran droides médicos. No detectó ninguna clase de actividad hostil en la enfermería. Zuckuss parecía estar a salvo allí. Los droides dejaron entrar a 4-LOM en la cámara.
-Dejadnos solos –les dijo.
-Ahora no. Nuestros procedimientos deben ser monitorizados.
-¡Dejadnos solos ya! –gritó 4-LOM. Zuckuss asintió con la cabeza a los droides y estos se fueron rápidamente.
-Zuckuss ya lo sabe –dijo Zuckuss antes de que 4-LOM pudiera hablar-. Convocaron a Dos-Unobé para implantar una nueva mano a un antiguo paciente suyo: Luke Skywalker. Antes de que Dos-Unobé se fuera, me contó cómo había llegado Skywalker hasta aquí.
-Calculo que Darth Vader y el Imperio aún podrían perdonarnos, y pagarnos una cuantiosa recompensa –dijo 4-LOM-, si les llevamos a este Luke Skywalker y a la otra persona que escuché hablando con él: Leia Organa.
-¿Pero qué pasa con los pulmones de Zuckuss? –dijo Zuckuss-. En sólo cuestión de días, si Zuckuss permanece aquí monitorizado, se habrán regenerado y Zuckuss volverá a tener plena salud.
-¡Días! –se mofó 4-LOM-. Nuestras probabilidades disminuyen a cada minuto.
Zuckuss no dijo nada. 4-LOM calculó que el estado actual de Zuckuss le impedía una participación activa en casi cualquier caza entre esos rebeldes... incluso si Solo hubiera estado allí. Le tocaba a 4-LOM decidir. Sus probabilidades de éxito en solitario eran bajas –del 48,67 por ciento, calculaba- pero merecía la pena arriesgarse.
Si no lo intentaban, si esperaban con los rebeldes mientras Zuckuss se curaba, no habría vuelta atrás. Sus motivaciones siempre estarían bajo sospecha.
-Si puedes llegar hasta la nave, yo llevaré las adquisiciones –dijo 4-LOM.
-Zuckuss puede hacer eso –afirmó Zuckuss.
-Esta noche, entonces –dijo 4-LOM-. Haré observaciones y determinaré una hora.

-¡Ahora! –dijo 4-LOM. Era tarde, por la noche. El droide estaba de pie en las sombras, con el bláster en la mano-. Las adquisiciones están en el solárium de la enfermería, viendo a sus amigos marcharse para rescatar a Solo. Esos amigos necesitarán más que suerte para lograr ese objetivo... y pronto otros a los que conocen necesitarán ser rescatados.
Zuckuss se incorporó lentamente.
-Hay otro camino, 4-LOM –dijo.
-Cuéntamelo rápido, entonces.
-Zuckuss ha meditado desde que lo dejaste, y ha tenido la intuición de lo que nos ocurrirá. No capturaremos a Skywalker ni a Organa. Acabaremos atrapando a un droide torpe y dorado y los dos droides médicos que nos trajeron aquí, y sus recompensas no bastarán para comprar los pulmones de Zuckuss, ni entregarlos al Imperio bastará para limpiar nuestros nombres. Tanto los rebeldes como los imperiales, además del resto de cazarrecompensas, nos darán caza. Zuckuss está enfermo, y no sobrevivirá mucho tiempo sin tratamiento. Ha decidido quedarse aquí.
4-LOM no sabía qué decir. Calculó diez respuestas rápidas que iban desde intentar el secuestro por sí mismo hasta limitarse a tomar el Cazador de la Niebla y marcharse. Pero un hecho se cernía sobre él. Él mismo había calculado sólo una probabilidad del 48,67 por ciento de secuestrar con éxito a Skywalker y Organa. Prefería trabajar con mejores probabilidades.
Antes de que 4-LOM pudiera completar sus cálculos y decidir un curso de acción, alguien entró en su sección de la enfermería.
Era Toryn Farr. Avanzó hasta la cámara de amoniaco y habló a Zuckuss por un intercomunicador en la pared de vidrio.
-¿Cómo estás? –preguntó.
Antes de que Zuckuss pudiera contestar, vio a 4-LOM de pie en las sombras, con el bláster en la mano.
-¿Qué haces, 4-LOM? –le preguntó-. ¿Algo va mal?
Qué rápidamente conceden su confianza los humanos, pensó 4-LOM. Había ido a ellos desarmada. Bajó el bláster.
-No estoy haciendo nada –dijo.
Pero había muchas cosas que iban mal, muchas cosas que no podía explicarle. Todas las elecciones que él y Zuckuss habían tomado les habían conducido a ese punto. Habían sido conscientes de que había riesgos al cazar al gobernador Nardix, ahora tenían que aceptar las consecuencias de esa caza.
Pero un grupo de subprocesadores de la mente de 4-LOM terminó una serie de cálculos que habían comenzado. Calculaba unas probabilidades del 72,668 por ciento de que la Nueva República diera licencia a cazarrecompensas para ayudar al mantenimiento de la ley y el orden y proteger a sus ciudadanos de los criminales. Calculó que él y Zuckuss tenían un asombroso 98,992 por ciento de probabilidades de fundar el primer gremio de cazadores de recompensas de la Nueva República. Podía ser una oportunidad que valdría la pena perseguir. Tendría que estudiarla con más detenimiento.
-Zuckuss realmente está a salvo aquí –dijo ella a 4-LOM-. Pero si estás tan preocupado, vendré a ayudar a vigilarlo en mi tiempo libre. Sé que necesitas atender a vuestra nave, y puedes hacerlo mientras yo vigilo a Zuckuss.
4-LOM trató de calcular la mejor respuesta, pero por un instante no pudo. Sus palabras hicieron que se activaran programas antiguos adicionales en su mente, y tardó un momento en acallarlos. Habían pasado muchos años estándar desde que se había permitido atribuir una intención positiva a las acciones de otra persona, del mismo modo que Toryn había interpretado que su bláster desenfundado era porque estaba protegiendo a Zuckuss.
-Gracias, Toryn –dijo Zuckuss-. Pero puedes sentarte aquí con Zuckuss, desarmada. Para Zuckuss será un placer hablar contigo cuando tengas tiempo.
-Entonces hablaremos –dijo ella-. Pero ahora estoy aquí para haceros una invitación a ambos. Me avergüenza un poco decir esto, pero la carta que traje al general Rieekan era realmente una carta elogiando mis acciones a bordo del Esperanza Brillante. El mando rebelde me asciende esta noche al rango de comandante. Me gustaría que ambos acudierais a la ceremonia, ya que no estaría aquí si no fuera por vosotros dos.
Zuckuss trató de hablar, pero comenzó a toser. 4-LOM le ayudó a tumbarse de nuevo.
-Esta noche no puedo ir a ninguna parte, Toryn –dijo Zuckuss-. Pero te felicito.
-Le he pedido al general Rieekan que la ceremonia se celebrase aquí, para que puedas asistir... si te parece bien –dijo Toryn. Había tratado de explicarle al general que no estaba cualificada para un ascenso. Le dijo lo que había hecho por Samoc. “Por supuesto que ayudaste a Samoc”, había dicho el general. “Es una de nuestros mejores pilotos. No podemos permitirnos perderla. Te agradezco todo lo que hiciste por ella.”
Toryn se preguntaba si el general sólo trataba de ser amable, pero su ascenso demostraba confianza en ella y en su buen juicio. Así que aceptó el ascenso y su nuevo trabajo.
Zuckuss miró a Toryn.
-Me sentiré honrado de presenciar la ceremonia aquí –dijo.
4-LOM miró a Toryn.
-Yo también la felicito. ¿Qué va a comandar?
-Una unidad de Fuerzas Especiales –respondió-. Quiero hablar con vosotros sobre eso después.
Samoc, Rory, Darklighter, Rivers, los droides médicos Dos-Unobé y Efeequis-Siete, y muchos otros importantes seguidores de la rebelión acudieron a la ceremonia. El general Rieekan anunció el ascenso y el nuevo puesto de Toryn.
-Ella y yo hemos debatido el mejor modo de rescatar a nuestros amigos que volvieron a Hoth con las cápsulas de escape del Esperanza Brillante –dijo-. Aún estamos trabajando para alcanzar un plan viable, y Toryn ha solicitado dirigir la misión de rescate, sea cual sea finalmente.
Todo el mundo aplaudió, pero la ceremonia no había terminado. El general Rieekan dio un paso adelante.
-Por tu capacidad y tu valor en el cumplimiento del deber, Toryn Farr, la Rebelión se complace en concederte este premio al mérito.
El general colgó la medalla del cuello de Toryn y le estrechó la mano. Entre los aplausos que siguieron, un droide de protocolo dorado descorchó una botella en el fondo de la sala y una unidad R2 llevó bebidas a todos los respiradores de oxígeno. Unos rebeldes respiradores de amoniaco llevaron vasos y una delicada botella –procedente del propio Gand- para Zuckuss. Tal vez algún día, tal vez pronto, otros gandianos se unieran a la alianza rebelde. Los droides médicos analizaron una pequeña muestra del líquido de la botella, conversaron entre ellos, y decidieron que si Zuckuss se tomaba una copa para celebrarlo no iba a hacerle daño. Dejaron que dos respiradores de amoniaco entraran en su cámara para servirle la bebida. Se quitaron los cascos, se presentaron, y sirvieron la copa a Zuckuss. Él sostuvo la bebida por un instante y miró a 4-LOM.
Él y 4-LOM nunca habían sido tratados así, ni siquiera en su propio gremio. Desde luego, el Imperio nunca les había invitado a presenciar sus ceremonias. Se había aprestado a ofrecerles muchas cosas después de que aceptaran el contrato de Vader, pero no se las habían ofrecido como regalos. No los había incluido como miembros de un equipo que luchaba por una causa importante, como habían hecho estos rebeldes.
Los otros respiradores de amoniaco se sirvieron sus propias copas. Zuckuss alzó la suya.
-Por Toryn –dijo. Todos bebieron. Zuckuss alzó entonces su copa hacia 4-LOM-. Por nuestras nuevas vidas aquí –dijo. 4-LOM inclinó ligeramente la cabeza hacia Zuckuss mientras Zuckuss bebía un sorbo. Zuckuss tosió un poco. 4-LOM le ayudó a incorporarse al borde de la cama. Rápidamente calculó la importancia de la ceremonia. Él y Zuckuss la incorporarían a su nuevo gremio. La ceremonia, y los vínculos afectivos que promovía, les daría una pequeña ventaja estadística sobre otros gremios que pudieran fundarse en la Nueva República.

En los días que siguieron, mientras Zuckuss se curaba, 4-LOM recibió programación para su nuevo trabajo en Fuerzas Especiales, y supervisó los trabajos de camuflaje y adecuación del Cazador de la Niebla. La tecnología rebelde haría de ella una nave realmente admirable. El general Rieekan había hablado con él acerca de cómo él y Zuckuss podrían intentar el posible rescate de Han Solo, dado que probablemente tendrían acceso al palacio de Jabba. Tal vez incluso podrían interceptar a Boba Fett.
El tiempo que habían pasado esperando a que los pulmones de Zuckuss se regeneraran rápidamente podría explicarse como tiempo dedicado a ocultarse de los imperiales. 4-LOM calculó riesgos extremos en semejante plan, ya que las recompensas que Vader había ofrecido por él y su socio eran sin duda lo bastante grandes para tentar a Jabba, pero a 4-LOM le divirtió calcular la sorpresa de Jabba cuando –si él y Zuckuss lograban rescatar a Solo- Jabba descubriera que él y Zuckuss no eran simples cazarrecompensas sin suerte, sino agentes rebeldes.
Decir que los imperiales estarían furiosos sería quedarse corto.
Y a menudo, mientras trabajaba solo en su nave, practicaba la meditación. Iba completando cada vez más su ecuación. En una meditación, creyó haber vislumbrado los futuros que tenía por delante. Uno, por encima de los demás, le intrigaba. En él, se vio sentado con jóvenes caballeros Jedi en una academia recién fundada. No podía decir si había aprendido los caminos de la Fuerza o si todavía estaba tratando de aprenderlos. Fue sólo una breve visión, y sólo uno de muchos posibles futuros.
Cuando 4-LOM le contó a Zuckuss lo que había visto, Zuckuss no dudó de él ni por un instante.


[1] En el texto original, para este droide el autor alterna de forma inconsistente entre los nombres “Effour-Seven” (F4-7) y “Effex-Seven” (FX-7). Aunque en el texto predomina la primera forma, y la segunda sólo es usada una vez, el The Essential Reader’s Companion establece que lo correcto debería ser FX-7 y que F4-7 es un error. (N. del T.)

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