De todos los posibles futuros:
El Relato de Zuckuss y 4-LOM
M. Shayne Bell
-¿Lo sabe Darth Vader? –preguntó el
droide 4-LOM a Zuckuss, su compañero cazarrecompensas gand. 4-LOM había
realizado la misma pregunta cada 8,37 minutos estándar desde el inicio de la
meditación de Zuckuss. Dentro de dos horas atracarían en la nave insignia de
Darth Vader para aceptar un contrato imperial, y tenían que saber si se estaban
dirigiendo a una trampa.
Zuckuss no respondió. Evidentemente,
aún no había recibido conocimiento intuitivo acerca de Vader y el contrato.
Zuckuss tomó aire a través del respirador y lo mantuvo un tiempo sin soltarlo.
Luego espiró, y permaneció un instante sin inspirar de nuevo. 4-LOM advirtió
que era la respiración número 1.057 de su meditación. Los gandianos no
necesitaban respirar a menudo, pero la concentración para pensar parecía
requerir una respiración regular.
Había observado que Zuckuss
habitualmente recibía conocimiento intuitivo entre las respiraciones que hacían
los números 1.323 y 4.369. Una vez lo había logrado en la quincuagésimo
tercera: a los 8,37 minutos de comenzar la meditación, pero 4-LOM calculaba que
eso fue una anomalía estadística. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de
gandianos, Zuckuss mantenía una probabilidad del 91,33725 por ciento de tener
razón en cualquier conocimiento que adquiriera a través de la meditación:
conocimiento acerca de dónde podría estar oculta una adquisición, de los
números exactos de un grupo, de las intenciones de otros hacia ellos.
Ahora, necesitaban saber las
intenciones de Darth Vader hacia ellos.
Si de algún modo Vader había
descubierto que habían sido 4-LOM y Zuckuss quienes habían cazado al gobernador
de sector Nardix para la rebelión, Vader querría venganza. La rebelión había
juzgado a Nardix por crímenes contra los seres racionales, y el juicio había
sido una gran vergüenza para el Imperio. Los rebeldes, por su parte, pagaron
una cantidad principesca por Nardix... y eso era lo que 4-LOM y Zuckuss más
necesitaban: créditos.
Para pagar tratamientos médicos para
Zuckuss.
Tratamientos médicos ilegales.
Zuckuss no era un gandiano anciano, pero se movía como tal si se quedaba sin
las drogas que controlaban su dolor, y también lo parecía a juzgar por su ciclo
de respiración: inspiraciones breves e irregulares que hacían entrar el aire en
sus pulmones y su tejido esofágico quemados por entrar en contacto con oxígeno
después de que una adquisición, una mujer humana, resistiéndose de forma
estúpida después de que Zuckuss la atrapara en un callejón oscuro sin salida,
le arrancase el casco. 4-LOM aseguró la adquisición y luego trató de ayudar a
Zuckuss a volver a ponerse el casco, pero antes de que lo lograran Zuckuss ya
había realizado, en un acto reflejo, tres inhalaciones de venenoso oxígeno.
Eso era motivo de considerable vergüenza
para Zuckuss, porque de haber mantenido suficiente presencia de ánimo, podría
haber detenido su respiración hasta un momento más adecuado.
Parte de sus pulmones se quemó aquel
día, y lo que quedaba funcionaba pobremente. Zuckuss necesitaba pulmones
nuevos. Pulmones nuevos que sólo podían generarse en tanques de clonación
ilegales; y, por tanto, caros.
Así que los créditos del Imperio
tentaban a 4-LOM y a Zuckuss con la esperanza de pulmones nuevos.
Pasaron otros 8,37 minutos.
-¿Lo sabe Darth Vader? –preguntó
4-LOM.
Una vez más, Zuckuss no respondió.
Zuckuss, en meditación profunda,
encontraba difícil sentir las intenciones de Darth Vader. Un remolino de
posibles futuros galácticos las enmascaraba. Zuckuss siempre sentía los futuros
galácticos cuando meditaba en el hiperespacio. Era el lugar ideal para meditar
sobre el probable curso de los acontecimientos de la galaxia. Medita en una
ciudad, y sentirás hacia donde la llevan las acciones de sus millones de
ciudadanos. Medita en órbita sobre un planeta, y sentirás hacia dónde se
dirigen las culturas de todo un mundo. Pero medita en el hiperespacio y, no
importa qué conocimiento busques con la meditación, primero sentirás los
sentimientos subyacentes que motivan a la mayoría de seres racionales, y a
partir de ellos vislumbrarás el destino de la galaxia.
Esos sentimientos, y los futuros que
podrían crear, habían cambiado. Zuckuss notaba diferencias en el tejido de la
galaxia.
Ahora había menos esperanza.
Zuckuss llevaba muchos años sintiendo
cómo la esperanza se iba evaporando, pero en esta meditación sentía, en todos
los mundos de todos los sistemas por los que pasaba, un abrumador sentimiento
de desesperación. De un mundo se alzaba el conocimiento de no tener dónde huir;
de otro, el dolor de la infinita separación; de muchos mundos, el intenso dolor
que las víctimas de los torturadores imperiales sentían momentos antes de su
muerte.
Y junto a esta creciente falta de
esperanza se alzaba otra sensación, constante ahora en la galaxia. Hizo que el
pulso del gandiano se acelerase.
Sentía el movimiento de la riqueza.
El Imperio estaba gravando,
extorsionando, confiscando y robando la riqueza de incontables ciudadanos en
sus innumerables mundos, creando un reluciente flujo ilimitado que enriquecía
las arcas del imperio y bañaba de lujo a sus oficiales.
Era a ese flujo al que Zuckuss y
4-LOM accederían.
Si no se estaban dirigiendo a una
trampa. Zuckuss aún no podía intuir las intenciones de Darth Vader. Estaban
nubladas ante él, cuidadosamente guardadas.
Zuckuss volvió a inspirar, y contuvo
el aliento.
La respiración número 1.088, advirtió
4-LOM.
Toryn Farr fue la última persona en
abandonar el centro de mando rebelde de la Base Eco en Hoth. Era la controladora jefe,
responsable de comunicar las órdenes a las tropas rebeldes. Las últimas órdenes
de la princesa Leia habían sido las que Toryn había temido escuchar:
-¡Dé la señal de evacuación –dijo
Leia-. ¡Y vayan a los transportes!
Han empujó a Leia por el pasillo, y el
personal restante corrió tras ellos, llevando consigo cualquier pieza de equipo
portátil que pudieran, mientras Toryn retransmitía la señal de evacuación:
-¡Retirada! ¡Retirada! –dijo-.
¡Comiencen acción evasiva!
Arrancó su consola de sus conexiones
y salió corriendo con ella por el pasillo helado hacia el transporte. La Base Eco se estaba
derrumbado sobre ellos. Fragmentos de hielo se desplomaban sobre su cabeza y su
espalda con el temblor de cada explosión en la superficie... explosiones que se
sucedían unas a otras. Las luces del pasillo oscilaron y se apagaron. No
volvieron a encenderse. Tras un instante de oscuridad, cobró vida el tenue
resplandor de las luces de emergencia. Su luz apenas era suficiente para seguir
avanzando. Dejó atrás una rama del túnel principal completamente cegada con
toneladas de hielo derrumbado.
-¡La princesa se fue por ahí! –dijo
alguien por delante de ella.
Toryn pulsó el micrófono de sus
cascos para activarlo y accedió al canal de retirada justo a tiempo de escuchar
a Han decir que él y Leia aún estaban vivos.
-Han y la princesa están vivos y se
dirigen al Halcón –informó a todos
los que iban por delante de ella.
Se dieron prisa en llegar al hangar
donde esperaba su último transporte, el Esperanza
Brillante: su única esperanza para escapar en esta huida apresurada... y
Toryn quedó inmóvil, horrorizada por lo que allí vio.
La cubierta de vuelo alrededor del Esperanza Brillante estaba llena de
soldados heridos. Los droides médicos se movían entre ellos, tratando de evitar
que los heridos más graves se desangraran hasta morir.
Y estaban trayendo más heridos.
Vamos a morir todos aquí, pensó
Toryn, o algo peor: el Imperio nos capturará vivos. Nunca había pensado que
ningún rebelde en plenas capacidades físicas fuera a dejar atrás a sus
camaradas heridos, y no veía forma de cargar a todos los heridos en el
transporte antes de que los soldados de las nieves cayeran sobre ellos. Ya se
había informado de que habían alcanzado la fortaleza de nieve.
Un disparo de bláster impacto en la
espalda del hombre que estaba junto a Toryn. Cayó muerto en el hielo, y Toryn y
todos los demás cerca del túnel corrieron a buscar cobertura tras las cajas
apiladas junto a la puerta.
¡Soldados de las nieves... tras ellos
en el pasillo!
Toryn devolvió los disparos. Sólo
entonces se dio cuenta de que se había cubierto detrás de unas cajas de
detonadores termales. Su primer pensamiento fue salir corriendo en busca de una
cobertura más segura.
Pero no corrió.
Abrió una de las cajas, activó tres
granadas, y las lanzó al túnel. Las granadas emitieron nubes de humo, y por
unos breves segundos vio los pies de los soldados de las nieves pateando las
granadas en el túnel... tratado de lanzarlas de vuelta al hangar.
Pero no tuvieron tiempo. Las granadas
explotaron e hicieron que toneladas de hielo cayeran en el túnel, bloqueándolo.
Y consiguiendo para los rebeldes unos
minutos preciosos para salvar a sus heridos.
-¡Subid a esos soldados a bordo!
–exclamó, y se apresuró a ayudar para poner a salvo a los heridos y poder
escapar.
-¿Lo sabe Darth Vader? –preguntó
4-LOM a Zuckuss después de otros 8,37 minutos.
-Sí –respondió Zuckuss. Estiró las
piernas y abrió los ojos.
4-LOM comenzó inmediatamente a
programar la nave para un segundo y desesperado salto, lejos de su destino. No
podían cambiar de curso en el hiperespacio, pero su nave podía ejecutar un
segundo salto tan rápidamente que sólo aparecería por un breve instante en las
pantallas de los imperiales. Calculaba que sería una aparición lo
suficientemente breve para permitirles escapar.
Zuckuss posó la mano en el antebrazo
del droide.
-Eso no es necesario –dijo.
4-LOM continuó con su programación.
Las últimas cuatro palabras que había dicho Zuckuss no tenían sentido. La
“lógica” de los seres racionales no mecánicos a menudo no tenía sentido para
4-LOM: por supuesto que tenían que huir y ponerse a salvo.
-Darth Vader sabe lo que Zuckuss y
4-LOM han hecho, pero no le importa –dijo Zuckuss, como de costumbre
refiriéndose a sí mismo en tercera persona-. Las adquisiciones que nos envía a
cazar son de más importancia para él... para el Imperio... que cien
gobernadores Nardix: y el Imperio necesita nuestra ayuda. Ellos lo saben. Zuckuss
y 4-LOM no tienen nada que temer aceptando este contrato y los créditos del
Imperio, de momento. Pero si no se consigue tener éxito...
Zuckuss no terminó su frase; una
costumbre molesta de la mayor parte de seres racionales no mecánicos. Hacía
difícil una comunicación precisa. 4-LOM computó rápidamente setenta y seis
variaciones para el final de esa frase, todas ellas con una probabilidad mayor
del 92,78363 por ciento de ser lo que Zuckuss podría haber dicho, todas
prediciendo la ira del Imperio y su perdición.
Nuestros futuros probables se han
reducido a esto, pensó Zuckuss: él y 4-LOM tenían esa única oportunidad para
redimirse. Si tenían éxito, el Imperio olvidaría su papel respecto al
gobernador Nardix. Si fracasaban, el Imperio no se detendría ante nada para
cobrarse venganza. Él y 4-LOM tendrían que usar todas sus habilidades
combinadas para ocultarse por un tiempo, crear nuevas identidades, y
sobrevivir.
Zuckuss sonrió. Los días vividos bajo
amenazas como ésa eran días que merecía la pena vivir.
Entre los últimos soldados que
aguardaban a ser subidos a bordo del transporte, Toryn encontró a Samoc, su
hermana menor. Samoc estaba entre los mejores pilotos de deslizador de las
nieves que tenían los rebeldes. Que su nave hubiera sido derribada significaba
que la batalla del exterior era realmente horrible. Casi todo el cabello rojizo
de Samoc estaba chamuscado. Tenía quemaduras en la cara y las manos. Nadie le
había suministrado ningún tratamiento o le había proporcionado cualquier clase
de ayuda, excepto para llevarla hasta allí.
Estaba consciente. Con párpados que
ahora carecían de pestañas, parpadeó al alzar la mirada hacia Toryn, y trató de
tomarle la mano.
-Un caminante imperial me derribó...
–susurró.
Un disparo de bláster golpeó el techo
y las roció con fragmentos de hielo: los soldados de las nieves se estaban
abriendo camino hasta la propia bahía de atraque cruzando los campos de hielo
del exterior de la fortaleza.
Toryn cargó con su hermana y corrió
con ella para subir al transporte.
-Seguro que te duele si te muevo así
–dijo-. ¡Pero no hay otro modo!
Los disparos resonaban a su
alrededor.
Estaban entre los últimos en embarcar.
La bahía de atraque se encontraba ahora vacía de rebeldes heridos, pero por
todas partes había montones de equipo vital, abandonado para hacer espacio para
los inesperados heridos.
Las compuertas se cerraron a pesar de
las explosiones de los disparos de los soldados de las nieves. Los seis alas-X
que esperaban para escoltar el transporte despegaron, y el propio transporte
salió disparado del hangar y cruzó la atmósfera hasta la fría negrura del
espacio.
Hemos esperado demasiado para
despegar, pensó Toryn para sí misma. Nuestra compasión por los heridos nos
matará a todos.
Encontró un asiento vacío cerca de la
escotilla y sujetó a Samoc en él. Se arrodilló para agarrarse a Samoc, y se
preparó a soportar las sacudidas de los impactos que sin duda su nave iba a
recibir antes de poder hacer el salto al hiperespacio.
Sabía que el espacio sobre Hoth
estaba repleto de destructores estelares imperiales, esperando para atacar a
las naves rebeldes.
4-LOM y Zuckuss salieron del
hiperespacio en el sistema Hoth y se encontraron en medio de una batalla. Un
transporte rebelde al que el ordenador de los cazarrecompensas identificó como
el Esperanza Brillante pasó disparado
junto a ellos, y uno de los seis cazas ala-X de escolta del transporte les
disparó. El impacto del disparo sacudió la nave de los cazarrecompensas.
-Subiendo escudos –dijo 4-LOM.
Nadie les había advertido de la
posibilidad de una batalla en el punto de encuentro. Pero tampoco nadie les
había dicho que aceptar un contrato imperial fuera fácil.
Sus monitores mostraban una confusión
de naves, rebeldes e imperiales, dispersas por todo el sistema solar. Pero las
naves rebeldes parpadeaban y desaparecían de la pantalla, saltando al
hiperespacio: retirada total.
-Zuckuss detecta dieciséis
transportes rebeldes destruidos –dijo el gandiano.
No tuvo que añadir “a poca
distancia”. Podían verlos a través de las ventanas: cascos destrozados que
lanzaban chispas al espacio, con luces brillando en algunas ventanas todavía
intactas. Los cazarrecompensas trazaron rápidamente las trayectorias de deriva
de las naves inhabilitadas para poder volar entre ellas.
-Ofrezcamos a nuestros amigos
imperiales la decimoséptima nave –dijo Zuckuss.
Un presente así aliviaría la herida
del gobernador Nardix.
-Trazando trayectoria de ataque –dijo
4-LOM.
Aceleraron en persecución del Esperanza Brillante. Sus pantallas no
mostraban más transportes abandonando la superficie de Hoth, sólo algún
esporádico ala-X: adquisiciones demasiado pequeñas para impresionar a los
imperiales, adquisiciones que desde luego no merecía la pena perseguir. El Esperanza Brillante aparentemente era la
última nave grande que intentaba la retirada. Era tarde en la batalla para
intentar tal huida.
Los cazarrecompensas se acercaron
rápidamente al transporte. Era más pequeño que los otros transportes
derribados, pero seguía siendo torpe y lento... más lento, al menos, que la
esbelta nave de los cazarrecompensas. El transporte probablemente llevara al
último grupo de personal de apoyo de la base rebelde, pensó Zuckuss: un buen
regalo para los imperiales.
-Aproximándonos al rango de disparo
–anunció 4-LOM. Presionó botones que activaron los sistemas de armamento. Tanto
4-LOM como Zuckuss se prepararon para disparar. Un super destructor estelar –la
nave más grande que Zuckuss jamás hubiera visto- también se estaba acercando al
transporte. Seguramente la tripulación del propio transporte rebelde estaría
trabajando frenéticamente para trazar coordenadas de retirada y desaparecer en
el hiperespacio. Era una carrera para ver qué tripulación –imperial, rebelde o
cazarrecompensas- alcanzaría primero su objetivo.
Justo antes de que los instrumentos
de los cazarrecompensas confirmaran el rango de disparo, la intuición le dijo a
Zuckuss que disparara, y lo hizo. Su disparo impactó con una explosión en el
transporte, llevándose consigo toda la cubierta de mando de proa. Ahora el
transporte nunca podría alcanzar el hiperespacio, por muy cerca que hubiera
estado de dar el salto. El destructor estelar disparó desde el otro lado y
abrió en canal tres cubiertas enteras.
Los seis cazas ala-X que escoltaban
el transporte desaparecieron en el hiperespacio, borrándose uno a uno de las
pantallas con un parpadeo. Sus pilotos vieron que allí no podían hacer nada
más. La nave que guardaban estaba destruida. Ni siquiera podían intentar
rescatar supervivientes, si es que los había.
-Mensaje imperial entrante –anunció
4-LOM.
Tras un instante de estática, los
cazarrecompensas recibieron la voz nítida y precisa de un controlador imperial
del destructor estelar.
-...llegada según lo esperado, y a
tiempo. Su ayuda para destruir el transporte rebelde será comunicada al mando
imperial. Proceda el punto de encuentro dentro del sistema.
Aparecieron unas coordenadas en la
pantalla.
-¿En el cinturón de asteroides del
sistema? –preguntó Zuckuss.
4-LOM estudió las coordenadas.
-Fuera, justo en el límite –dijo.
Sí, nadie les había dicho que este
sería un contrato fácil de aceptar.
4-LOM pilotó la nave hasta el punto
de encuentro. Zuckuss se apresuró a administrarse una potente dosis de las
drogas que mantendrían a raya su dolor frente a los imperiales y otros
cazarrecompensas. En ese momento no podía mostrar ninguna debilidad.
4-LOM se permitió unos instantes para
tratar de calcular cómo había sabido Zuckuss cuándo disparar... antes de que
sus instrumentos indicaran que estaban en rango de disparo. Los instrumentos
estaban funcionando a la perfección. El propio 4-LOM los había comprobado antes
del despegue, y los volvió a comprobar en ese momento.
-Intuición –murmuró Zuckuss mientras
se dirigía dolorido hacia sus medicinas.
El concepto de intuición fascinaba a
4_LOM. Otros cazarrecompensas llamaban a Zuckuss “el asombroso” debido a su
intuición: una intuición que casi siempre resultaba completamente correcta.
4-LOM quería tener esa misma
habilidad. Esa era una razón por la que trabajaba con Zuckuss: para observarlo,
para aprender de él. 4-LOM estaba convencido de que podía programarse para
hacer cualquier cosa que pudiera hacer un ser vivo, siempre que tuviera toda la
información necesaria.
¿Acaso no había aprendido a robar?
¿No había aprendido a valorar las riquezas y su poder como cualquier otro ser
racional no mecánico? Sin duda podría aprender a meditar para desarrollar la
intuición y funcionar igual que Zuckuss. Entonces sí que sería imparable.
Había comenzado de una forma bastante
inocente: trabajaba a bordo del crucero de pasajeros Princesa Kuari como mayordomo y especialista en relaciones
cibernéticas-humanas, y comenzó a preocuparse por la seguridad de los bienes de
valor que los humanos subían a bordo. Eran demasiado descuidados con ellos.
Incluso un ladrón incompetente tendría una oportunidad tras otra –cada día-
para llevarse todos los créditos y joyas con los que pudiera cargar. 4-LOM
decidió que era su deber analizar todos los modos posibles por los que un bien
podría ser robado para anticiparse a las acciones de los ladrones y
frustrarlas.
En el siguiente vuelo, adquirió un
pasaje Dom Pricina.
Ella era exactamente la clase de
humano que 4-LOM temía: descuidada, adinerada hasta decir basta, dueña de
bienes para cuya adquisición no había tenido que trabajar, sino que se los
habían entregado. Poseía, y viajaba con, una joya de gran valor: el zafiro
Ankarres, una joya legendaria por sus supuestos poderes curativos. Humanos y
otros seres racionales viajaban incalculables distancias para tocarse la frente
con la joya y curarse de enfermedades y heridas. Dom Pricina les cobraba un
buen precio por cada toque.
Aquella noche, Dom Pricina se quejó
ruidosamente en la cena, entre su tercer y cuarto postre, porque el brazalete
que llevaba, fabricado con quinientas excepcionales jiangs corellianas rosas,
era demasiado pesado: hacía que levantar el tenedor hasta su boca resultase una
dura tarea, no un placer. Se quitó el brazalete y lo dejó junto a su copa de
vino.
Y lo dejó allí olvidado cuando
finalmente se levantó de la mesa.
4-LOM se lo devolvió de inmediato, y
ella se lo agradeció e incluso le dio un abrazo. A la mañana siguiente se
olvidó, en el estante de mármol junto a la sauna, los dos anillos de diamantes
que había retirado de los dedos de sus pies.
-Oh, 4-LOM –dijo ella jadeando cuando
se los devolvió-. ¿Cómo podría llegar a agradecértelo? ¿Podrías llevártelos y
hacer que los agranden una... no, mejor dos tallas? Cada vez me resulta más
difícil ponérmelos en los dedos de los pies. Tendré que dejar de comer postres
para desayunar... ¡eso es! Eso debería server para que los dedos de mis pies
mantengan un tamaño manejable.
Cuando 4-LOM regresó del joyero de la
nave, encontró su collar de esmeraldas y granates en el suelo del pasillo,
justo fuera de su puerta.
Era incompetente, razonó 4-LOM. No se
le debería permitir poseer cosas por las que no se preocupaba. 4-LOM cada vez
estaba más preocupado por el zafiro Ankarres: su joya más valiosa, y que además
significaba mucho para mucha gente. Calculó el momento y lugar más probable
para el robo de la joya, si es que iba a tener lugar en ese vuelo, y entonces
sigilosamente sustituyó la joya auténtica por un sinto-zafiro barato con un dispositivo
de rastreo incorporado... instantes antes de que el robo tuviera lugar. Dos
sinvergüenzas corellianos robaron el “zafiro” exactamente cuando 4-LOM calculó
que alguien lo haría, pero el sinto-zafiro emitió una llamada de socorro
ultrasónica que hizo que la ayuda –ayuda indeseada- llegara rauda a los
corellianos.
Sólo entonces fue descubierto el
robo. Dom Pricina no llegó a echar de menos el zafiro Ankarres hasta que el
propio capitán del Princesa Kuari le
devolvió “la joya”. 4-LOM se encontraba cerca, con la joya real guardada en una
bolsa negra que llevaba colgando de un costado. Dom Pricina reconoció al
instante que el sinto-zafiro era una falsificación. Corrió a su habitación y
descubrió que la joya auténtica había desaparecido. Entre sollozos, suplicó a
cualquiera que la escuchara que le ayudaran a encontrar esa joya.
4-LOM razonó que debería devolver el
zafiro inmediatamente. Después de todo, había detenido un desafortunado crimen
y, por lo tanto, había completado con éxito una secuencia completa de un
programa diseñado por él mismo.
Pero otros programas inundaron su
cerebro: Dom Pricina era descuidada. La mayoría de humanos eran descuidados. No
valoraban o protegían adecuadamente los maravillosos objetos que pudieran
poseer. Sin duda él guardaría el zafiro durante bastante más tiempo. 4-LOM
examinaba el zafiro siempre que se encontraba a solas. Sus facetas lo
intrigaban. Relucían ante la luz más débil. Una vez tocó su propia frente con
el zafiro, pero no sintió nada inusual: era una piedra preciosa pegada a su
placa facial metálica, nada más. Puede que cure a humanos enfermos, razonó,
pero él, un droide, no podía esperar nada más.
Sin embargo, no devolvió la joya.
Nunca lo descubrieron. Nadie sospechó que 4-LOM pudiera ser el autor del robo.
Durante los meses siguientes, 4-LOM robó a los pasajeros a los que “servía”,
diciéndose a sí mismo que tenía que ayudar a proteger objetos de valor. Pero
descubrió que los robos eran emocionantes.
Después de todo, el latrocinio era un
acto muy humano, y de pronto comprendió sus placeres. Hacerlo requería que
4-LOM creara programas elegantes y complicados que soslayaran toda su
programación ética, toda su programación de droide. Poco a poco, 4-LOM se
reprogramó a sí mismo para encontrar emocionante el crimen, para valorar la
posesión de objetos, para despreciar a los descuidados seres racionales no
mecánicos. Pronto terminó aburriéndose de las ya predecibles opciones para el
crimen a bordo del Princesa Kuari y
abandonó la nave en Darlyn Boda. En el humeante subsuelo criminal de ese
planeta, 4-LOM vendió la mayor parte de las joyas que había robado, dejó
almacenadas el resto, y comenzó una vida dedicada enteramente al crimen y a sus
emociones.
Tuvo tanto éxito que, según lo
calculado, una alianza con Jabba el hutt devino inevitable. Cuando llegó la
oferta, 4-LOM aceptó rápidamente. Jabba le había equipado con armas de combate letales
y con los programas que las controlaban a cambio de los servicios de 4-LOM como
cazarrecompensas. Trabajar con Zuckuss fue el siguiente paso lógico. Desde un
cuidadoso estudio de Zuckuss, 4-LOM planeaba aprender los caminos de la
intuición.
Almacenó minuciosamente todos los
estímulos visuales y auditivos que rodeaban a Zuckuss en los momentos
inmediatamente anterior y posterior de hacer el disparo decisivo al transporte
rebelde en retirada: los momentos de la intuición. 4-LOM los estudiaría, con
todos los demás datos sobre la intuición de Zuckuss que había recopilado a lo
largo de años de observación.
Eran más datos en bruto obtenidos en
su búsqueda de la comprensión. Comprensión que creía que acabaría llegándole.
Un día, los métodos de la intuición le resultarían evidentes, y los usaría.
Se preguntó qué nueva habilidad
trabajaría entonces para obtener.
La nave negra de Vader, el Ejecutor, entró en el campo visual, y
4-LOM comenzó los procedimientos de atraque. Mientras realizaba esas tareas,
los subprocesadores de su mente artificial computaban la respuesta a su última
pregunta. De pronto supo qué habilidad debería perseguir después de haber
dominado la intuición.
Después de todo, era la única
respuesta lógica.
Aprendería los caminos de la Fuerza.
Su lado oscuro sería para él un gran aliado en su trabajo.
Una vez que se alejó de 4-LOM, solo
con su dolor, Zuckuss se detuvo y se apoyó en una barandilla. El dolor de sus
pulmones se hacía cada vez peor, más difícil de controlar. Las quemaduras por
oxígeno no podían curarse.
Sabía que tenía que ocultar esa
debilidad de los demás cazarrecompensas, y especialmente de Darth Vader. Pero,
pensó al estar ahí parado, sin moverse debido a su dolor... estaba ocultando el
creciente alcance de sus heridas también a 4-LOM.
Zuckuss estaba sorprendido por el
mero hecho de que 4-LOM hubiera permanecido con él después de resultar herido.
4-LOM le dijo con calma un día, con su voz de droide lógica y carente de
emociones, que calculaba que otros cazarrecompensas tardarían 1,5 minutos en
completar planes para explotar la debilidad de Zuckuss y arrebatarle los
clientes –o tratar de robarle la nave, el equipo y cualquier fortuna que le
quedase- en caso de que entraran en conocimiento de los problemas de Zuckuss.
Zuckuss nunca lo había preguntado,
pero estaba seguro de que el droide también había calculado sus cada vez
menores probabilidades de tener éxito en la caza de recompensas; cazas en las
que 4-LOM tenía que hacer una parte cada vez mayor del trabajo. Si no tenían
éxito en esta caza, si no obtenían los recursos necesarios para comprar nuevos
pulmones, Zuckuss creía que sus heridas finalmente lo debilitarían tanto que
4-LOM calcularía que no había más beneficios en mantener su asociación. El
droide se marcharía. Ese día, se dijo Zuckuss a sí mismo, le pediría a 4-LOM
que calculase sus probabilidades de supervivencia en solitario. Querría conocer
las probabilidades para prepararse. Tal vez sólo le quedasen pocos días, pero
le confortaba saber que, bajo esas circunstancias, las heridas que lo devoraban
en vida nunca lo matarían.
Zuckuss llegó hasta su catre, donde
estaban sus medicinas. Se administró una dosis de analgésico y se sentó en su
catre. Sintió cómo la droga corría por su sistema, adormeciendo su pecho y sus
pulmones. De pronto pudo respirar el dulce amoniaco de su nave con algo más
facilidad. Cómo echaba de menos las nieblas de amoniaco de su propio planeta gaseoso.
Durante tres siglos estándar, su familia había trabajado allí como buscadores:
cazarrecompensas que meditaban acerca de la ubicación de sus adquisiciones y
las cazaban en las arremolinadas nieblas de Gand.
Pero el Imperio ocupó Gand y trajo su
excelente equipo de rastreo. Parecía significar la muerte de la honrosa y larga
tradición de los buscadores. Ya no eran necesarios. El Imperio rastreaba las
adquisiciones entre las nieblas sin ayuda y sin intuición.
Pero la profesión no murió. Zuckuss y
algunos otros salieron de Gand hacia la amplia galaxia; un lugar tan salvaje,
tan vasto, que la intuición era lo único que podía trazar una camino hacia las
adquisiciones que los escáneres no podían localizar, lo único que podía leer
las intenciones de razas alienígenas, lo único que podía dar pistas del futuro
y de las recompensas o dificultades que aguardaban en sus múltiples caminos,
del fin hacia el que todos los seres y todas las cosas avanzaban
inexorablemente.
En ocasiones, Zuckuss meditaba acerca
de quién acabaría matándolo.
Sabía que la pregunta era quién lo mataría, no qué. Las nieblas
que rodeaban su propia mortalidad permanecían casi ilegibles, pero en sus
meditaciones había obtenido señales... y ninguna involucraba accidente, o fallo
mecánico, ni siquiera las heridas de los pulmones que le causaban tanto dolor.
Sería otro ser quien le daría la muerte.
Zuckuss había descartado a 4-LOM. Su compañero,
con el que tanto tiempo llevaba, no quería matarle, y no lo haría cuando se
separaran. Pero Zuckuss había sentido por dos veces que Jabba el hutt se
impacientaría debido a su debilidad, si la descubría, y trataría de usarlo como
comida para su rancor. Ese era un futuro que preferiría evitar. Sentía que no
lo matarían en las nieblas de su propio mundo, por mucho que echara Gand de
menos y hubiera querido morir allí. Moriría en alguna otra parte. Se preguntó
durante un tiempo si lo mataría Darth Vader, pero sabía que no tenía nada que
temer de Vader, al menos por el momento.
Cuando pudo, Zuckuss se puso en pie y
se inyectó estimulantes, y después otras drogas para potenciar la velocidad de
su mente y contrarrestar los efectos adormilantes del analgésico. Escuchó los
primeros sonidos mecánicos de la maniobra de atraque, y la nave se sacudió.
Se apresuró a ponerse el traje que lo
protegía del oxígeno y comprobó minuciosamente los cierres. No podía permitirse
más quemaduras. Se puso una túnica vieja, y luego ocultó cuchillos en sus botas
y bombas de amoniaco –letales para los respiradores de oxígeno- en sus mangas. Se
colgó de un costado, a plena vista, un bláster totalmente cargado. Luego
comenzó a caminar hacia la escotilla. Escuchó a 4-LOM que ya se dirigía hacia
allí.
Zuckuss caminaba ahora con más
facilidad. Respiraba sin dolor. Pronto sus pasos lo hacían avanzar con toda la
aparente confianza y fortaleza que siempre había tenido, y por un instante casi
olvidó la debilidad que se esforzaba tanto por ocultar.
Se dio cuenta entonces, caminando
hacia la escotilla para reunirse con Darth Vader, que se esforzaba duro por
ocultar ante otra persona sus heridas y sus implicaciones.
Se dio cuenta de que, cuando podía,
las ocultaba ante sí mismo.
Cuando Toryn Farr recobró el
conocimiento, hacía frío en el transporte. Mucho frío.
Pero todavía había aire. Todavía
podían respirar.
Por el momento.
Algunos de ellos vivirían, durante un
tiempo.
Toryn se obligó a incorporarse en la
cubierta y miró a su alrededor. Tenues luces de emergencia brillaban en el
techo sobre ella, pero se terminaban a unos tres metros del lugar del pasillo
en el que estaba sentada. Más allá de ese punto, estaba oscuro. Las lecturas de
los paneles de instrumentos brillaban y parpadeaban en esa negrura. Por la
ventanilla, vio girar las estrellas. Lo que quedaba del Esperanza Brillante estaba dando vueltas sin control, dirigiéndose
a quién sabe dónde.
Y no habría ningún rescate.
Nadie de la rebelión podía regresar a
buscarlos.
Cuando el Imperio descubriera que
había supervivientes en esa nave y fuera a por ellos, los interrogarían,
torturarían y ejecutarían. El Imperio registraría cada nave para tomar
prisioneros y acceder a lo que quedara de los sistemas informáticos para robar
información: pero especialmente para capturar droides intactos y descargar sus
bases de datos. Los rebeldes no habían tenido demasiado tiempo para encontrar
un modo de salvarse, si podían, y para borrar todos los sistemas informáticos y
droides supervivientes, si no podían.
Samoc gimió. Aún estaba viva. Un
armario había caído de la pared justo delante de ellas, estrellándose en la
cubierta y desparramando mantas de lana de bantha marrón y almohadas blancas.
Toryn tomó una manta y envolvió a Samoc en ella. Las quemaduras de Samoc aún no
habían sido tratadas. Tenía convulsiones.
En shock, se dio cuenta Toryn. Samoc
estaba entrando en shock.
-Aguanta, Samoc –dijo Toryn.
-Esto sigue y sigue –susurró Samoc.
-¿A qué te refieres? -preguntó Toryn.
Se inclinó más cerca para escuchar la respuesta de Samoc.
-Seguimos vivos. A los imperiales les
está costando mucho matarnos.
Habían derribado el deslizador de
nieve de Samoc, pero había sobrevivido. Un disparo les había fallado por poco
en el hangar... y luego volaron por los aires la mayor parte del transporte,
pero todavía seguían con vida.
-Me pregunto cómo lo harán finalmente
los imperiales –dijo Samoc.
Toryn se puso en pie. No quería
pensar en ello. En una guerra, a menudo mueren soldados. Cada rebelde sabía eso
al unirse a la rebelión. Sin embargo, siempre esperabas que fuera otra persona
la que muriera: no tus amigos, ni tu hermana... ni tú mismo. En todas sus
batallas, Toryn y Samoc nunca habían estado tan cerca de la muerte.
Toryn se agachó para envolver mejor a
Samoc con la manta.
-Iré a buscar algo para tratar tus
heridas –dijo-. Y buscaré algo que pueda hacer para salvarnos. ¿Quién sabe?
Samoc trató de sonreír.
Otras personas gemían a su alrededor.
La nave estaba llena de gente. Toryn pensó que probablemente habría muchos
supervivientes. Tomó mantas para otras dos personas, y luego fue corriendo a
los instrumentos que veía parpadear en la oscuridad delante de ella. Uno era un
droide hacker de un modelo antiguo, adaptado para registrar la carga que se
subía a bordo o se descargaba. Ahora, sin embargo, estaba conectado al
ordenador central, si es que eso aún
existía de forma coherente, y del ordenador central podía obtener la
información que necesitaba.
-Droide –le dijo-, accede al
ordenador central y determina si corremos riesgo de recibir más ataques.
-Acceso restringido. Prepárese para
preautorización por escaneo de retina –dijo el droide.
Toryn miró fijamente a una luz
brillante que se iluminó en la cara del droide hacker. Esperaba que la memoria
del ordenador central estuviera lo bastante intacta como para reconocerla,
otorgarle la autoridad necesaria, y hacer lo que le había pedido.
-Concedida autorización a sistemas
hasta nivel ocho, controladora Toryn Farr –dijo el droide-. Pero no puedo
responder a su pregunta. La información sobre naves cercanas, si las hay, no
está disponible.
Los escáneres estaban destruidos o
desconectados.
-¿Qué partes de la nave siguen
intactas? –preguntó.
-Cubiertas de carga uno y dos
completamente intactas. Cubierta de pasajeros uno intacta al 17,4 por ciento.
-¿Cuántos supervivientes hay?
-La información sobre supervivientes
no está disponible.
-¿Cuánto durará el aire en las
cubiertas intactas?
-La información sobre suministros de
oxígeno no está disponible.
-¿Estamos en rumbo de colisión con...
cualquier cosa: otras naves, Hoth, la estrella de este sistema?
-La información sobre el rumbo actual
de la nave no está disponible.
Demasiadas de las cosas que
necesitaban –información, equipo de reparaciones, aire, tal vez- no estarían
disponibles. Toryn reflexionó un instante, pensando en qué pregunta podría
hacer que el droide o el ordenador pudiera ser capaz de responder.
-¿Hay alguna cápsula de escape
operativa y accesible desde las cubiertas intactas? –preguntó.
-Tres cápsulas de escape están
accesibles desde la parte intacta de la cubierta de pasajeros uno; sin embargo,
las cápsulas no pueden ser lanzadas.
Por fin algo de información que podía
usar.
-¿Por qué no pueden lanzarse las
cápsulas?
-La información sobre por qué no
pueden lanzarse las cápsulas no está disponible.
Tendría que subir hasta allí para
averiguarlo.
-Intenta computar respuestas a todas
mis preguntas anteriores –dijo al droide hacker-. Voy a investigar las cápsulas
de escape, y volveré pronto a consultarte si tienes las respuestas.
Tenía que hacerse cargo de la
situación y comenzar a aprovechar los recursos que tuviera a mano. Era el
procedimiento rebelde, en una situación como aquella, que cualquiera con cierto
rango asumiera que estaba al mando hasta que se encontrara con alguien de mayor
rango.
Así que ella asumió el mando.
De momento, pensó. Sólo de momento. Sin
duda ha sobrevivido alguien más con mayor rango para ayudarme a encontrar un
modo de salvar a todos los que queden con vida en la nave.
Echó a andar por el pasillo oscuro.
Ahora las paredes metálicas estaban más frías al tacto. La nave se estaba
enfriando rápidamente. Se dijo a sí misma que, supuestamente, una de las formas
más fáciles de morir era morir congelado.
Que era como ella y los demás
supervivientes morirían si tenían que permanecer en esta nave o si encontraba un modo de lanzar las
cápsulas de escape... porque, ¿a dónde podrían llevar las cápsulas, si no de
vuelta a Hoth? ¿Y cómo sobrevivirían en un planeta de hielo... si es que
lograban llegar allí y si antes el Imperio no los derribaba de un disparo?
Encuentra las cápsulas, se dijo,
descubre si pueden ser lanzadas... y luego busca un modo de sobrevivir en Hoth.
El oscuro pasaje estaba repleto de
rebeldes heridos, y sus muertos. Una y otra vez tropezaba con gente y
cadáveres.
-Estoy tratando de encontrar una
forma de ayudarnos –dijo a la gente que gemía en la oscuridad.
Más adelante, vio cuatro pequeñas
luces redondas que brillaban con amarillo resplandor. Otra consola, pensó, pero
las luces se fueron acercando más y más a ella... y entonces escuchó pies
metálicos sobre el metal de la cubierta.
Droides. Estaba viendo los ojos de
unos droides.
Se convirtieron en luces más
brillantes y la alumbraron; uno de los droides tenía una luz que brillaba desde
su frente, y el otro llevaba un tubo luminoso. Ambos cargaban con suministros
médicos.
-Soy un droide cirujano Dos-Unobé
–dijo el droide más alto, el que tenía la luz brillando en la frente-. Y este
es mi asistente médico, Efeequis-Siete[1].
Estamos tratando a los heridos.
-Hay tantos... –dijo Toryn-. ¿Tienes
alguna idea de cuántos?
-Hasta ahora, hemos encontrado
cuarenta y siete supervivientes no mecánicos –respondió Dos-Unobé-.
Aparentemente nosotros somos los únicos droides intactos.
Ella les dijo lo que estaba haciendo,
tomó el tubo luminoso de Efeequis-Siete, y continuó por el pasillo. Pero un
instante después se detuvo y se volvió hacia los droides.
-Dos-Unobé –llamó-. Una de nuestros
pilotos, Samoc Farr, está sujeta a una silla al final de este pasillo. Ha
sufrido terribles quemaduras, que no han sido tratadas, y está entrando en
shock. Ve a ver qué puedes hacer por ella.
-Efeequis-Siete contiene excelentes
programas de tratamiento de quemaduras –le respondió Dos-Unobé-. Lo enviaré de
inmediato.
Efeequis-Siete se puso en marcha
mientras Toryn lo observaba. Sabía que se encontraría con todos los demás
rebeldes heridos y que pasaría de largo, por mucho que ellos también
necesitaran ayuda, para ir directamente hasta Samoc. Pero no modificó sus
órdenes. Si había una forma de sobrevivir, quería que Samoc sobreviviera. Su
madre le había hecho prometer que cuidaría de Samoc; la más joven de su familia,
siempre la más hermosa, la más feliz, la más prometedora. Esperaba que enviar
la ayuda directamente a Samoc no causara daños a nadie más.
Toryn se volvió hacia la oscuridad
que tenía por delante. Los droides habían contado cuarenta y siete
supervivientes. Había pasado junto a veinte o treinta sólo en esa cubierta. Las
cápsulas de escape, si podían lanzarlas, podrían llevar a seis personas cada
una.
Dieciocho personas de una nave
maltrecha que albergaba mucho más que esa cantidad. Quedó un momento inmóvil,
incapaz de imaginar cómo tendrían que decidir quién iría si pudieran lanzar las
cápsulas. Pero se obligó a seguir avanzando.
Primero encuentra las cápsulas, se
dijo a sí misma. Encuentra un modo de lanzarlas. Luego encuentra otras opciones
para el resto de nosotros que se quede atrás, si puedes.
Darth Vader había asignado esta caza
a otros cuatro cazarrecompensas, además de a 4-LOM y Zuckuss... y cada uno de
los cazarrecompensas estaba furioso por ello. A ninguno le habían dicho que
habría otros cazarrecompensas involucrados. 4-LOM no podía calcular las razones
de Darth Vader para contratar seis cazarrecompensas. El grupo incluía a Dengar,
un corelliano furioso con daño cerebral y ninguna presa destacable en su haber;
IG-88, un droide asesino, aunque 4-LOM tenía la impresión de que Darth Vader
quería atrapar con vida las adquisiciones tras las que les enviaban; Bossk, un
renombrado cazador de wookiees; y, lo que resultaba más impresionante, Boba
Fett. Era una extraña reunión.
4-LOM calculaba que Vader les iba a
enviar tras algunas adquisiciones excepcionales y extremadamente astutas. Buscó
en su lista imperial de los más buscados, con sus miles de nombres y archivos,
pero no encontró ningún individuo cuya caza requiriera tales medidas.
Los cazarrecompensas estaban reunidos
en una sala de espera, observándose unos a otros, sin hablar. Las leyes de los
cazarrecompensas prohibían matar a otro cazarrecompensas, pero 4-LOM calculaba
unas probabilidades del 63,276 por ciento de que al menos tres de los seis
cazarrecompensas estuvieran considerando la idea de asesinar a otros miembros
del grupo para incrementar sus propias probabilidades de éxito en esta caza.
Era imperativo que Zuckuss no
mostrase debilidad alguna en ese momento. 4-LOM estudió a su socio. Zuckuss estaba
de pie, totalmente erguido, alerta, respirando sin dificultad en su casco.
Nadie podría detectar sus heridas, calculó 4-LOM.
Vader los convocó a todos a la vez.
Los cazarrecompensas caminaron con paso firme y veloz por los pasillos, casi
adelantando a su guía. Imperiales de todo rango se apartaban a su paso... y se
les quedaban mirando. Los procesadores de la mente de 4-LOM analizaron los
rostros y las voces de la gente junto a la que pasaban, comparándolos con la
lista imperial de los más buscados y la lista de su gremio de recompensas
ofrecidas. 4-LOM siempre hacía eso cuando caminaba entre multitudes de gente.
Las probabilidades de un encuentro casual con alguien que valiera algunos
créditos eran bajas, y en el breve tiempo que le costaba a su mente relacionar
una cara con una recompensa, esa persona podía
desaparecer... pero había obtenido siete adquisiciones en la calle de ese modo:
créditos inesperados, pero bienvenidos, mientras estaba cazando a otra presa.
¿No sería interesante desenmascarar a un espía rebelde aquí, en esta nave
insignia, y entregárselo a Darth Vader?
Pero 4-LOM no identificó a ningún
rebelde en esos pasillos. Todos los seres racionales presentes eran,
aparentemente, auténticos imperiales. Captó la mayoría de sus comentarios susurrados:
“¡Esos cazarrecompensas llevan armas a plena vista!” “¿Quién ha convocado aquí
a esta gente?” “La República trataba
de controlarlos, pero el Imperio debería haberlos abolido.”
A 4-LOM le divertía pensar en la
consternación que la mera presencia de seis cazarrecompensas causaba entre
soldados profesionales... supuestamente los mejores y más valientes del
Imperio. 4-LOM calculó que el miedo a los seis cazarrecompensas afectó a las
acciones del 98,762 por ciento de todos los imperiales junto a los que pasaron
en ese pasillo.
El miedo era un sentimiento valioso
que instigar en las adquisiciones que uno cazaba: nublaba su lógica y hacía que
la mayoría de los seres racionales no mecánicos salieran huyendo... una
elección predecible, y habitualmente letal. La programación instintiva dentro
de los seres racionales no mecánicos –el deseo de huir o luchar cuando se
enfrentaban al peligro- aún los dominaba, aún les dificultaba reaccionar con
una tranquila y total lógica.
Pero el miedo no era una buena
cualidad que advertir en tus aliados. Significaba que tenían debilidades que
cualquiera sin miedo podría aprovechar.
4-LOM se cuestionó la sensatez de las
alianzas con los temerosos y se cuestionó su actual alianza con los imperiales.
En el mejor de los casos, eran aliados poco impresionantes.
Pero, por supuesto, tenían créditos.
Zuckuss sólo tropezó una vez en su
camino hasta Vader. 4-LOM ayudó a Zuckuss a permanecer en pie.
-Imperiales aduladores de mente
obtusa... ¡ni siquiera pueden mantener las placas de cubierta bien sujetas!
–exclamó 4-LOM a los soldados que les abrían paso.
Ninguno de los otros cazarrecompensas
redujo su paso. Ninguno pareció advertir el tropiezo de Zuckuss. El secreto que
compartía con Zuckuss seguía siendo un secreto, calculó 4-LOM. Pronto terminó
la marcha. Llegaron a la cubierta de vuelo, y Darth Vader se acercó a ellos con
grandes zancadas.
Los oficiales imperiales que se
encontraban cerca susurraron entre ellos acerca de los cazarrecompensas antes
de que Vader los alcanzara.
-Cazadores de recompensas. ¡No
necesitamos esa porquería! –escuchó 4-LOM que un oficial imperial le decía a
otro.
4-LOM calculó desdén en ese
comentario, pero calculaba que el miedo motivaba desdén el 62,337 por ciento de
las veces. El desdén y el miedo son aliados muy cercanos. Así que el miedo
estaba presente incluso allí... incluso en la cubierta de vuelo de la nave
insignia de Darth Vader. Eso desagradaba a 4-LOM. Comenzó a calcular
debilidades que pudiera aprovechar en aquellos imperiales.
Vader comenzó a hablar incluso antes
de llegar junto a los cazarrecompensas. Él no tenía miedo.
-Habrá una sustanciosa recompensa
para el que encuentre al Halcón Milenario.
Pueden utilizar los métodos que crean convenientes... ¡pero los quiero vivos!
Nada de desintegraciones.
Vader se volvió de inmediato a las
tareas que le ocupaban. Los cazarrecompensas se marcharon a sus naves.
Era Han Solo... ¡les estaban mandando
tras Han Solo!
4-LOM podía calcular, ahora, las
razones por las que Darth Vader había llamado a cada uno de los cazarrecompensas
allí reunidos. Programó un conjunto de microprocesadores de su mente para que
calculase las probabilidades de cada cazarrecompensas de calcular a Solo y a
sus compañeros, quienquiera que fuesen ellos.
Zuckuss se detuvo en el umbral y se
volvió. 4-LOM no sabía por qué. Era ilógico titubear frente a los imperiales.
4-LOM se volvió para ver qué había causado ese extraño comportamiento en su
socio y vio a Vader mirándolos.
Zuckuss inclinó la cabeza. Vader se
volvió. Zuckuss y 4-LOM reanudaron su marcha por el pasillo.
4-LOM no tuvo que preguntarle a
Zuckuss cómo había sabido que Vader los estaba mirando. La intuición se lo
había dicho. Y sabía por qué Vader los había mirado: para confirmar que sabía
su implicación en el asunto del gobernador Nardix, una sutil advertencia de que
si no tenían éxito en esta ventura tendrían que enfrentarse a Vader de nuevo en
distintas circunstancias.
4-LOM supo todo eso sin tener que
calcularlo. El conocimiento apareció súbitamente presente en su mente.
En ese momento, la intuición comenzó
a ensamblarse formando un proceso en los circuitos de 4-LOM. Aún no estaban
todas las variables en su lugar. No lo entendía del todo, pero comenzó a sentir
los inicios de una gran ecuación en su interior: la ecuación de la intuición.
Una vez que la tuviera, tendría la
intuición propiamente dicha.
4-LOM se sintió al borde de un gran
logro: el modo en que se sentía justo antes de poner sus manos sobre una
adquisición que había cazado, o el modo en que se sentía en el momento exacto
en el que se apoderaba de una joya en cuyo robo había trabajado mucho tiempo.
Los imperiales corrían tras ellos,
preguntándoles qué necesitaban. ¿Podían proporcionarles combustible? ¿Armas?
Cualquier cosa que pudiera serles de ayuda para cumplir la misión que Darth
Vader les había encomendado. ¿Créditos? ¿Necesitan créditos?
Sí, requerían ingentes cantidades de
ellos.
Y 4-LOM no dudó en pedirlas, en forma
de objetos de valor portátiles almacenados en su nave, no en créditos
electrónicos que pudieran ser robados. Presas de su miedo, los imperiales se
apresuraron a darles lo que querían.
Los cálculos de 4-LOM sobre la
probabilidad de éxito de los cazarrecompensas terminaron.
Sabía quién tenía la mayor
probabilidad de capturar a Han Solo.
Eran Zuckuss y él.
Sus cálculos lo indicaban. Los otros
cazarrecompensas tenían diversas aptitudes y capacidades, pero ninguno tenía lo
que Zuckuss aportaba a esta caza.
Ninguno de ellos tenía intuición.
Eso daba a Zuckuss y 4-LOM una
ventaja incalculable. El propio Solo representaba una interesante combinación
de lógica e intuición... lo que significaba que él y Zuckuss tenían las
capacidades ideales para darle caza.
Mientras caminaba hacia la nave,
4-LOM decidió hacer algo que les proporcionaría una ventaja adicional en la caza de Solo.
Él también intentaría usar la
intuición.
Lo que quedaba del nivel de pasajeros
uno no estaba iluminado, ni siquiera con tenues luces de emergencia. Desde la
ventana, Toryn alumbró con su tubo luminoso el campo de contención que se había
desplegado para detener la despresurización. El casco de la nave más allá de
ese punto había explotado. Conforme la nave daba vueltas, vio girar las
estrellas, luego el propio Hoth, lejano, tan blanco y brillante que casi no
podía mirarlo directamente, luego más estrellas.
Y luego cadáveres. Unos cuantos
cadáveres inmóviles.
El campo de contención no había
salvado muchas vidas en esa cubierta. La despresurización había sido rápida
–explosiva- y había lanzado a la mayoría de la gente al espacio.
Toryn dio media vuelta rápidamente y
comenzó a avanzar por el pasillo tras ella. Pero después de un instante se
detuvo y se obligó a volver. Miró por la ventana hasta que Hoth reapareció, y
comprobó la hora en su crono. Cuando Hoth dio volvió a aparecer, comprobó la
hora nuevamente; cuatro minutos estándar, cuarenta y tres segundos estándar.
Tenía las bases para la ecuación de la rotación de lo que quedaba de la nave.
Podría resultar útil. En las horas siguientes, cualquier detalle de información
sobre su situación podía resultar útil.
Avanzó apresuradamente por el
pasillo. Más adelante había luces, de un tubo luminoso, tal vez dos, que
proyectaban oscuras sombras en las paredes y el techo. Encontró siete personas
trabajando en las cápsulas de escape. Habían arrancado las placas de cubierta
frente a las cápsulas y estaban trabajando en el estrecho espacio disponible
debajo.
-Los acopladores de potencia se
soltaron durante el ataque –le dijo uno de ellos.
-Si podemos reconectarlos a las
fuentes de energía de emergencia, podremos lanzar las cápsulas –dijo otra
persona.
Toryn apuntó su luz hacia las
cápsulas de escape. Estaban allí en fila. Todas las ventanas estaban oscuras.
-¿Puedes alumbrarme aquí? –le pidió
alguien.
Toryn se apresuró a ayudar en la
tarea. Era un trabajo frío. Ahora Toryn podía ver su respiración. Las
herramientas estaban frías al tacto.
-Esto debería funcionar... –dijo uno
de los hombres por debajo de ella.
Las luces de emergencia cobraron vida
en los laterales del pasillo. Las pequeñas puertas redondas de las cápsulas se
iluminaron súbitamente en verde, y en la ventana de cada puerta destelló una
luz brillante, demasiado brillante para mirarla directamente.
Y luego todas las luces se apagaron
de golpe.
-¡Por todos los...! –murmuró alguien
en la súbita oscuridad. Toryn tuvo que sentarse, decepcionada, en una pila de
placas de cubierta arrancadas.
-Puede que las células de energía de
este nivel estén dañadas –dijo alguien.
-Tendremos que redirigir potencia de
los niveles inferiores... Toryn, ¿dijiste que las dos cubiertas debajo de
nosotros están intactas?
Alguien golpeó algo, y las luces se
encendieron de nuevo.
Todos se miraron entre sí y rieron.
Toryn se acercó rápidamente a una de
las cápsulas. Sus lecturas decían que funcionaba perfectamente. Podrían
lanzarla en cuanto estuvieran listos.
-Cápsula uno completamente operativa
–anunció.
-Aquí igual –dijo alguien en la
cápsula dos.
-Cápsula tres, estado operativo.
Todos volvieron a mirarse entre sí.
Nadie sabía cómo comenzar la siguiente parte del proceso. Nadie sabía cómo
decidir quién tendría la oportunidad de marchar. Toryn superaba en rango a
todos los que estaban allí. Se dio cuenta de que era su deber comenzar a tomar
decisiones, y de que los demás esperaban que lo hiciera.
-Tengo un total de al menos sesenta y
siete supervivientes en la cubierta de carga uno –dijo Toryn-. No he podido
hacer un recuento en la cubierta dos, pero allí también hay supervivientes. Los
he oído.
Podían añadir a los ocho que estaban
allí reunidos. Más de setenta y cinco personas habían sobrevivido en esa nave.
Las cápsulas podían evacuar a dieciocho.
Hacia un futuro incierto.
Si las cápsulas llegaban a Hoth, las
personas que fueran en ellas tendrían que encontrar modos de sobrevivir en un
mundo helado sin suministros adecuados, luchar contra las criaturas del hielo
wampa que les darían caza, evitar ser capturados por las fuerzas imperiales que
sin duda les darían caza.
Si llegaban a Hoth.
El Imperio podría derribar las
cápsulas antes de un disparo.
-¿Aún continúa la batalla, ahí fuera?
–preguntó Toryn.
Nadie lo sabía.
-Separémonos –dijo-. Encontremos
distintas ventanas y efectuemos un reconocimiento visual-. Regresad aquí para
informar dentro de diez minutos estándar.
Diez minutos permitirían que la nave
girara dos veces sobre sí misma. Podrían echar un buen vistazo al espacio que
los rodeaba.
Todo el mundo salió recorriendo los
pasillos y entrando a las habitaciones, en busca de ventanas. Toryn se encontró
de vuelta en la ventana de la puerta de ataque. Usando el comunicador de su
muñeca, contactó con el droide hacker sujeto a la consola de la pared.
-Droide –dijo-. Soy Toryn Farr. ¿Has
calculado respuestas a mis últimas preguntas?
-La información sobre posibles nuevos
ataques a esta nave, el número total de supervivientes, la duración estimada del
suministro de aire y el rumbo de la nave sigue sin estar disponible.
-¿Estás conectado a algún sensor
exterior activo que te suministre cualquier tipo de información?
-No.
-¿Tienes acceso a cualquier dato
sobre el suministro de aire?
-No.
-Estimando que haya un centenar de
supervivientes, ¿cuánto tiempo podrían sobrevivir tan sólo con el aire presente
en las cubiertas intactas?
-4,38 horas estándar.
-¿Cuánto tiempo ha pasado desde el
ataque?
-1,29 horas estándar.
Puede que tuvieran unas tres horas de
aire.
-He contado sesenta y siete
supervivientes en la cubierta de carga uno. En esta cubierta estamos ocho, y un
número indeterminado en la cubierta de carga dos. Incluye esos números en los
próximos cálculos.
No vio señales de batalla en el
sector del espacio que se apresuró a observar: ni destellos de luz que pudieran
ser explosiones, ni naves imperiales moviéndose contra el fondo de estrellas o
el propio Hoth. Era casi como si la batalla nunca hubiera tenido lugar. El
sistema parecía totalmente tranquilo.
Pero espera. Se agarró a la manilla
de la puerta de ataque y escudriñó el espacio que comenzaba a mostrarse
conforme la nave giraba.
Luces. Allí había luces, moviéndose
en el espacio. Tres grupos de luces...
Naves. Naves rebeldes a la deriva. Los
grupos de luces eran las ventanas que brillaban en ellas. Marchaban juntas, a
la deriva, en una tortuosa trayectoria.
Sin duda también había supervivientes
en esas naves. Sufrió por ellos. Se preguntó qué estarían haciendo para tratar
de salvarse.
Justo cuando las naves varadas
desaparecieron de su vista, Toryn captó una luz más brillante que se desplazaba hacia las naves a la
deriva.
Auto-propulsada. Funcionando.
Un destructor estelar imperial.
Estaban comenzando la limpieza.
Observó cómo atraían el primer pecio para buscar supervivientes, droides,
información.
No tardarían mucho en llegar a lo que
quedaba de esta nave.
Toryn regresó rápidamente a las
cápsulas y se reunió con los demás que acababan de regresar. Algunos también
habían visto naves derribadas. La cuenta variaba entre las tres de Toryn y unas
catorce, tal vez más. Otros habían visto el destructor estelar que se dirigía a
los restos.
-Si nos damos prisa, podemos lanzar
las cápsulas antes de que lleguen los imperiales –dijo Toryn-. Si las lanzamos
mientras el destructor estelar está ocupado con un pecio, las cápsulas tendrán
alguna posibilidad de llegar hasta Hoth.
-Deberíamos enviar a los que estén en
mejor forma –dijo alguien-. Necesitarán estar en buena forma para sobrevivir
ahí abajo.
-Algunos necesitarán estar en buena
forma, desde luego –dijo Toryn-, pero deberíamos asumir un eventual rescate de
cualquiera que llegue a Hoth, y pensar en enviar a aquellos que más puedan
ayudar a la rebelión... aunque ahora estén heridos. Tenemos que averiguar quién
queda en esta nave, y tenemos que averiguarlo rápido. –Se volvió y habló al
droide hacker-. He encontrado dos droides médicos en la cubierta de carga uno.
Contacta con ellos y que descarguen toda la información de los supervivientes
en tus bancos de datos. Quiero una lista de supervivientes, droides incluidos,
lo más completa que puedas ofrecerme cuando vuelva a contactar contigo en cinco
minutos.
-De inmediato –dijo el droide.
-Quiero que todos los aquí presentes
digan sus nombres. Droide, añade estos nombres a la lista que estás compilando.
Rory –dijo a un hombre que conocía-, comienza tú.
Rory, Seito, Bindu, Darklighter,
Crimmins, Sala Natu, Meghan Rivers.
-Rory –dijo cuando todos terminaron-,
ve a una ventana y vigila ese destructor estelar. Comprueba cuánto le cuesta
desguazar uno de los restos y pasar al siguiente. El resto de nosotros
bajaremos a la cubierta de carga dos para ver qué podemos encontrar allí. Tened
los ojos bien abiertos por si encontráis equipo para clima frío y traedlo aquí.
Toryn abrió la marcha –a la carrera-
hasta la escalera que conducía a la cubierta inferior. Al pasar junto a la
ventana en el campo de contención, vio cómo Hoth volvía a pasar.
Ese planeta nunca le había parecido
tan hermoso.
Brillaba con esperanza.
Zuckuss recibió conocimiento intuitivo
a las 2,11 horas estándar de comenzar su última meditación.
Sabía las coordenadas aproximadas de
dónde iría Han Solo si podía: iría al punto de reunión de los rebeldes. Sabía
por qué. No se trataba de reagruparse con ellos después de la retirada. Llevaba
pasajeros –una mujer y un droide- que eran vitales para el éxito de la
rebelión. Solo quería llevarlos allí a salvo.
Y Zuckuss sabía dónde había ido la
rebelión... dónde habían sido obligados a huir.
El pensamiento le asombró. Permaneció
en su meditación algo más de tiempo después de que llegara la intuición,
tratando de verificarla... y lo que había descubierto parecía cada vez más
correcto.
Los rebeldes habían abandonado la
galaxia.
Habían ido a un punto por encima del
plano galáctico, lejos de cualquier estrella... de cualquier lugar donde el
Imperio pudiera rastrearlos. El Imperio no les había dejado ningún otro lugar
donde escapar como ejército. Supuso entonces lo verdaderamente desesperada que
estaban la rebelión. Ascender hasta abandonar el pozo de gravedad de la galaxia
no era tarea fácil. Muchas naves no podrían hacer un viaje semejante. Habría
pérdidas que se sumarían a las sufridas aquí. El Imperio debía de haber estado
cerca de cazar a los rebeldes hasta su extinción. Que hubieran corrido ese
riesgo hablaba de su desesperación... pero también de su valor y su
determinación para reagruparse y seguir luchando.
Desde luego, eran dignos adversarios.
Después de que él y 4-LOM capturasen
a Han Solo y sus compañeros, pensó Zuckuss, los honraría. Los entregaría a los
imperiales de todos modos, pero hasta ese momento les dispensaría todos los
honores. Merecían honor en su derrota.
Lentamente, Zuckuss se dejó volver a
adquirir consciencia de la nave que lo rodeaba: su silla de piloto, el panel de
instrumentos frente a él, el siseo del amoniaco a través del sistema de
recirculación. Abrió los ojos y se desperezó... y comenzó a toser con fuerza. No
pudo dejar de toser durante un tiempo. Expulsó algo de sangre. Se inyectó
medicina para controlar la tos y se limpió la boca.
Todo lo que podía hacer era
enmascarar los síntomas de sus heridas. No tenía esperanzas de curarse por sí
mismo.
Miró a su alrededor buscando a 4-LOM.
El droide se había marchado a alguna parte. Zuckuss se preguntó si algo marchaba
mal en la nave.
-Ordenador –dijo-. ¿Dónde está 4-LOM?
-En la celda de adquisiciones número
uno.
Extraño, pensó Zuckuss. ¿Qué estaba
haciendo allí el droide? Zuckuss escaneó el sistema solar y detectó poca
actividad. La mayoría de las naves imperiales se habían marchado. Tenían tres
naves en órbita cerca de Hoth, y probablemente una buena cantidad de tropas aún
en tierra. Un destructor estelar acababa de atrapar un transporte rebelde.
Zuckuss sabía que registraría las otras dieciséis, una a una. No había señales
de ninguna otra nave de cazarrecompensas. Él y 4-LOM eran los últimos en
abandonar el sistema.
-Ordenador –dijo Zuckuss. Habían
instalado uno de los, a menudo poco fiables, ordenadores activados por voz de
Mechis III-. Establece un curso al punto 2,427 por 3,886 por 673,52 por encima
del plano galáctico. ¿Es capaz esta nave de hacer ese viaje?
El ordenador no respondió de
inmediato. Era una petición extraña.
Finalmente habló.
-Esta nave, con su masa actual, puede
alcanzar el punto especificado en dos días estándar.
Excelente, pensó Zuckuss.
-Guarda el rumbo a esas coordenadas
–indicó al ordenador, y se dirigió a buscar a 4-LOM.
Encontró al droide sentado en un
catre para adquisiciones, con las piernas cruzadas, las manos en el regazo,
formando sendos círculos con los dedos índice y pulgar de cada mano metálica,
mirando fijamente al frente, a la pared opuesta.
Zuckuss permaneció allí estupefacto.
De pronto comprendió muchas cosas: por qué 4-LOM no le había abandonado
todavía, por qué el droide constantemente hacía preguntas sobre sus
meditaciones, por qué el droide normalmente nunca se apartaba de su lado cuando
meditaba.
4-LOM le había estado observando.
Estaba tratando de aprender cómo obtener conocimiento intuitivo.
Zuckuss comenzó a toser de nuevo.
Pasó adentro y se sentó en el catre junto a 4-LOM.
-¿Has recibido conocimiento
intuitivo? –preguntó cuando dejó de toser.
-No –respondió 4-LOM. Estiró las
piernas y se puso rápidamente en pie. Zuckuss lo observó-. Tengo la base de una
ecuación para la función de la intuición –dijo el droide-, pero aún no puedo
darla por terminada. Necesitaré observarte por más tiempo.
Zuckuss también se puso en pie.
-¡Maldito traidor lisonjero y
reluciente! –exclamó-. ¡Has trabajado con Zuckuss todo este tiempo para tratar
de robarle sus habilidades!
-Robarlas no –repuso 4-LOM-. No puedo
arrebatarte tu intuición. Sólo pretendo lograr que yo mismo sea intuitivo.
Zuckuss no tenía la menor duda de que
4-LOM aprendería la intuición. Nunca había visto un droide tan determinado a
equiparse con cualquier habilidad necesaria para tener éxito.
-Zuckuss ya tiene nuestras respuestas
–dijo Zuckuss-. Han Solo tratará de unirse a los rebeldes en su punto de
encuentro, y es un punto de lo más interesante, por cierto. Zuckuss y tú tenéis
trabajo que hacer antes de que podamos ir allá... ¡Manos a la obra!
4-LOM y Zuckuss fueron rápidamente a
sus asientos de piloto. Zuckuss explicó brevemente el conocimiento que había
recibido. Él y el droide estuvieron de acuerdo en que tenían que infiltrarse en
la rebelión. No podían presentarse sin más en un punto fuera de la galaxia
donde resultaba que se encontraban los rebeldes; tendrían que fingir que
querían unirse a ellos. Su pasada historia con el gobernador Nardix haría esa
petición algo más creíble.
-Sólo hay un 13,3445 por ciento de
probabilidades de que los rebeldes acepten nuestra petición de alistarnos –dijo
4-LOM.
Zuckuss pensó en ello. Miró por la
ventana una hilera de transportes rebeldes a la deriva, y de pronto tuvo una
idea que, si funcionaba, aumentaría considerablemente ese porcentaje.
-Y si rescatáramos supervivientes de
esta batalla y los entregáramos a los rebeldes... ¿cuáles serían entonces
nuestras probabilidades?
-87,669 –respondió 4-LOM sin dudar-. Trazando
curso al transporte más cercano.
Tenía luces. Tenía cubiertas
intactas. Probablemente tendría supervivientes.
Era el transporte que habían ayudado
a derribar, el llamado Esperanza
Brillante.
Zuckuss se comunicó con el destructor
estelar y organizó un ataque ficticio de cazas TIE cuando abandonaran el
sistema: haría el “rescate” más creíble.
Los imperiales aceptaron rápidamente
todas sus peticiones... aunque habrían querido interrogar ellos mismos a todos
los rebeldes con vida. Verse obligados a usar a algunos de ellos como cebo en
la trampa de unos cazarrecompensas no debía de complacerles.
Pero obedecer las órdenes de Darth
Vader sí les complacía. Zuckuss y 4-LOM no necesitaban conocimiento intuitivo
para estar seguros de eso.
Zuckuss completó sus cálculos de la
rotación del transporte rebelde y los introdujo en el ordenador. Tendrían que
igualar su rotación para acoplarse con él.
-La comunicación con el transporte
rebelde es imposible –anunció 4-LOM-. Tendremos que acoplarnos y entrar en la
nave a la fuerza.
-Recibirán a Zuckuss y 4-LOM con los
brazos abiertos. Vamos a salvarlos
–dijo Zuckuss.
Se alegró de que no tendrían que
luchar. El transporte rebelde tendría oxígeno en su interior. No quería
arriesgarse a exponerse a él.
-Ordenador –dijo Zuckuss-, calcula
los suministros de oxígeno de esta nave.
En una pantalla frente a 4-LOM y
Zuckuss apareció una serie de números.
-¿Cuántos adultos que respiren
oxígeno pueden sobrevivir con esa cantidad durante dos días? –preguntó Zuckuss.
-Catorce –respondió el ordenador.
El Cazador de la Niebla tenía tres celdas de detención, construidas
cada una para una persona. Pronto estarían abarrotadas con muchas más.
-Entonces, Zuckuss desea llevar
catorce –dijo Zuckuss a 4-LOM-, aquellos cuya recompensa sea mayor... y todos
los droides. Los respiradores de oxígeno pueden apretarse en las celdas, y los
droides pueden permanecer aquí fuera.
Era bueno tener un plan de reserva.
La recompensa por los rebeldes que rescatasen podría ascender a una suma
considerable.
-Podemos meter a más de catorce en
las celdas –dijo 4-LOM-. Si extraemos todo el aire que quede en el transporte,
podríamos recibir a otros diez o veinte más.
Un plan excelente, pensó Zuckuss. En
función de las reservas de oxígeno disponibles, él y 4-LOM podrían llevar hasta
veintiséis personas, apretadas unas contra otras en las celdas.
Pero de pronto Zuckuss tuvo miedo de
aspirar oxígeno adicional hacia su propia nave. Tendría que monitorizar
cuidadosamente ese proceso él mismo. Aún llevaba puesto su traje de amoniaco.
Se puso el casco y los guantes, para prepararse para el abordaje, y comprobó
minuciosamente todos los cierres.
4-LOM completó sus cálculos de ruta y
comenzó a pilotar la nave hacia el transporte rebelde. Los supbrocesadores de
su mente comenzaron entonces un análisis completo de su primer intento de
meditación e intuición.
Se dio cuenta de que no había sido
completamente sincero con Zuckuss.
Había dicho a Zuckuss que no había
alcanzado la intuición. Pero en su meditación había llegado a pensar que los rebeldes habían abandonado la galaxia.
Sus programas lógicos descartaron rápidamente esa idea... pero la idea había
estado allí, aunque sólo fuera por un brevísimo instante.
Bajo condiciones normales, sus
programas lógicos nunca permitirían que una idea ilógica llegara a alcanzar su
mente consciente.
Que esa lo hubiera hecho era algo
nuevo.
4-LOM no había considerado que para
alcanzar la intuición tendría que ignorar la lógica.
No dijo nada de su descubrimiento a
Zuckuss.
Toryn estaba frente a la consola del
ordenador de la bahía de cápsulas. Tenía su lista de supervivientes: ciento
ocho en total. Comenzó a recorrer la lista por segunda vez, leyendo nombres,
leyendo sus competencias. Tenía ocho pilotos, treinta y dos soldados recién
alistados a la rebelión, personal de apoyo del centro de mando, personal de
hangar, otros con habilidades especializadas: clima frío, cazador, un
cocinero... Tenía equipos de gente abasteciendo las cápsulas con toda la comida
y todo el equipo de clima frío que pudieron encontrar.
En la cubierta de carga dos habían
sobrevivido treinta y tres personas. Los llevó a todos al nivel de pasajeros
uno salvo a dos rebeldes que estaban demasiado heridos para moverse. Sus amigos
se quedaron con ellos, y Toryn envió a los droides médicos. Otros veinte de la
cubierta de carga uno habían subido a la bahía de cápsulas. El espacio estaba
abarrotado.
Seito se acercó a ella.
-El destructor estelar imperial se
está desplazando a un segundo transporte.
Los imperiales estarían ocupados
durante un buen tiempo. Distraídos. Las cápsulas podrían lanzarse en cuanto
hiciera subir a la gente en ellas.
Solicitó al ordenador que le mostrara
los nombres de todos aquellos con heridas demasiado graves para desplazarlos o
que los droides médicos calculaban que no podrían sobrevivir en Hoth.
Apareció una sublista de cincuenta y
dos nombres. Samoc estaba en esa lista.
Copió esos nombres a un archivo
aparte llamado QUEDAN EN NAVE. La
lista principal se redujo a cincuenta y seis nombres.
Luego, buscó en la lista principal
todo aquel con piernas rotas.
Aparecieron dieciséis nombres.
También copió esos nombres a QUEDAN EN
NAVE.
Aún tenía cuarenta nombres con los
que trabajar, y podía enviar a dieciocho. Decidió que todo el mundo del
transporte debería ayudar a decidir quién debería marchar. Si todos participaban
en esa decisión, aquellos que quedasen atrás lo encontrarían más fácil de
aceptar.
Entonces, manipuló el sistema de
comunicaciones para obtener una conferencia con toda la nave. Resultó bastante
difícil rastrear las voces de todos los que estaban hablando en la nave, sin
importar cuántos hablaran a la vez, y dejar que el resto de supervivientes
escuchara a las demás cubiertas. Pero logró establecer la conferencia y copió
una lista completa de supervivientes en cada pantalla que aún funcionara. Cuando
habló a continuación, todo el mundo en la nave pudo oírla.
-Al habla Toryn Farr –dijo. La gente
a su alrededor quedó en silencio. Todo el mundo en el resto de cubiertas quedó
en silencio-. Acaban de informarme de que el destructor estelar imperial se está
dirigiendo hacia su segundo transporte rebelde. Allí, nuestros camaradas los
tendrán ocupados durante un tiempo. Esto nos proporciona una ventana de
lanzamiento excelente, pero tenemos que movernos rápido para lograrlo.
Dieciocho de nosotros tendrán una oportunidad de tratar de alcanzar Hoth y
sobrevivir allí hasta que llegue el rescate. Necesitamos enviar a aquellos
cuyos conocimientos y habilidades los equipen para ayudar a la rebelión de la
mejor manera posible tras el rescate, pero que también puedan formar un equipo
preparado para sobrevivir bajo las condiciones que presenta Hoth. Voy a mandar
a Seito y a Crimmins, ambos con excelentes habilidades de combate; Sala Natu,
especialista en supervivencia en clima frío, y Berec Tanaal, cazador. Quiero que
nominéis y votéis a los otros catorce. Comenzad ahora.
Alguien la nominó a ella, pero ella
dijo que no iría. Se quedaría con todos los que se dejasen atrás. La
necesitaban ahí. Había mucho trabajo que hacer para eliminar de la nave
cualquier información útil para el Imperio, y era su deber supervisarlo.
Además, pensó Toryn, dejarían a Samoc
atrás. No podía abandonarla.
Los nombres llegaron rápidamente, y
se formó una lista que casi coincidía con la que hubiera compuesto ella misma.
Algunos de la lista trataron de hacer que otros fueran en su lugar, pero Toryn
fue la única que se salió con la suya al respecto.
-¡A las cápsulas, deprisa! –ordenó
Toryn a todos los de la lista-. Quiero que el resto de vosotros comience a
peinar cada centímetro de lo que queda de esta nave en busca de archivos y
documentos. Traedlos al nivel de pasajeros uno, donde los borraremos
manualmente.
Los equipos se dieron prisa en
terminar de equipar las cápsulas. Las dieciocho personas que tenían esa
oportunidad subieron al interior y se abrocharon los arneses de seguridad de
sus asientos. Había poco tiempo para despedidas.
-Que la Fuerza os acompañe –les dijo
Toryn a todos ellos mientras cerraban las escotillas.
-Equipos de ventana, mirad atentos
–indicó Toryn-. Quiero seguimiento visual de esas cápsulas.
-Así lo haremos –respondieron sus
equipos de observación.
-¡Lanzamiento! –ordenó Toryn.
Las cápsulas salieron despedidas de
la nave y cayeron hacia Hoth.
Todo el mundo abarrotó las ventanas.
El Esperanza Brillante quedó de
pronto muy, muy en silencio. Todos los que allí quedaban pensaron en cómo sus
posibles futuros se habían reducido ahora a dos: muerte, o reclusión en una
prisión imperial.
Pero estamos contentos por esos
dieciocho, pensó Toryn. Estamos felices por ellos.
Las cápsulas cayeron en una apretada
hilera hacia Hoth. La nave giró y todo lo que vieron durante un tiempo fueron
las luces de los otros restos, el destructor estelar y las estrellas. El
destructor estelar no se movió para interceptar las cápsulas. Si había lanzado
cazas TIE para atacarlas, no podían saberlo.
Cuando Hoth apareció de nuevo tras
una rotación, nadie pudo ver las cápsulas durante un tiempo.
-¡Cápsulas a las tres en punto!
–exclamó Rory.
Todo el mundo las vio entonces, tres
pequeñas luces que descendían velozmente.
Pronto no podrían verlas en absoluto
contra la brillante luz blanca de Hoth.
-Creo que lo han logrado –dijo
Toryn-. ¡Ahora, todos a trabajar! Los imperiales se habrán fijado en este
transporte cuando lanzamos las cápsulas, podéis estar seguros de eso. Nosotros
seremos los próximos por los que vengan. ¡Tenemos que estar preparados!
Ordenó al ordenador que se borrara a
sí mismo a su orden, y envió un equipo a destapar las unidades subprocesadoras
de cada cubierta y prepararse para destrozarlas después de que se hubieran
borrado los datos, como medida de respaldo. Ordenó a los droides que borrasen
sus mentes a su orden... que llegaría en el último momento posible: necesitaban
ayuda médica hasta entonces. Las mentes de los droides almacenaban registros de
todos los pacientes rebeldes que hubieran tratado en algún momento. No podían
permitir que el Imperio accediera a dicha información: les diría quién había
estado con vida en un punto no muy lejano del pasado, quién había muerto, qué
habían dicho, por qué problema médico habían sido tratados... revelando
posibles debilidades que podrían convertirlos en agentes dobles. Los droides
tendrían que autodestruirse.
Pensó por un instante en todo lo
demás que tenía que hacer: destruir documentos, atender a los heridos, acumular
armas, prepararse para luchar cuando los imperiales capturaran su nave. Se
alegraba de tener mucho que hacer. Todo el mundo necesitaba trabajar para
evitar pensar en el destino hacia el que se dirigían velozmente.
-Rivers, Bindu –dijo Toryn-. Formad
un destacamento para estudiar la bahía de cápsulas y las entradas de las
cubiertas de carga. Quiero recomendaciones para medidas defensivas lo antes
posible.
-¡Señora! –exclamó Rory-. Se acerca
una nave.
Toryn corrió hacia la ventana de
Rory. Era una nave extraña que se acercaba hacia ellos. No parecía imperial en
absoluto.
-¿Puedes leer su nombre? –preguntó.
-Cazador
de la Niebla –dijo Rory.
Pidió al ordenador información sobre
el Cazador de la Niebla, pero la base
de datos de registro de naves estaba fuera de servicio.
Cazarrecompensas, pensó Toryn. Tenían que
serlo.
-El Cazador de la Niebla se dirige al puerto de la cápsula dos –dijo
Rory.
-¡Quiero a cualquiera que pueda
luchar aquí arriba ya mismo! –ordenó Toryn-. Vamos a tener compañía.
Alguien le tendió un bláster, y
comprobó su paquete de energía. Lleno al máximo. La nave de esos
cazarrecompensas no tenía el mecanismo de atraque adecuado, pensó, pero el Cazador de la Niebla estaba preparado
para eso: sus ordenadores analizaron el puerto que tenían delante y
construyeron la forma adecuada en su lado. Los puertos de atraque encajarían
entre sí perfectamente.
Toryn tenía rebeldes heridos en su
cubierta.
-Seis de vosotros, llevad a los
heridos abajo, a las habitaciones oscuras de la cubierta dos, y bloquead una
puerta delante de ellos. ¡Todos los demás, construid barricadas!
La gente se apresuró a mover a los
heridos y a arrastrar catres de las habitaciones y voltearlos en una barricada
improvisada frente a la bahía de cápsulas. Escucharon los puertos encajando con
un chasquido y el siseo del aire que pasaba de su nave al túnel que los
conectaba con el Cazador de la Niebla.
Pronto se abrirían los cierres.
-Si los vencemos y nos apoderamos de
esa nave, puede que tengamos un modo de sacar de aquí al resto de nosotros.
Darklighter, Bindu... entrad en el conducto del suelo y sorprendedlos desde
atrás. ¡En marcha!
La gente levantó rápidamente las
placas de la cubierta, y luego las colocaron sobre Darklighter y Bindu.
-Permaneced ahí hasta que dé la señal
de despejado –dijo Toryn-, o hasta que escuchéis que la lucha os pasa de largo.
Esa nave de cazarrecompensas brillaba
para Toryn con inesperada esperanza.
Entre toda la actividad, el ordenador
no se pudo conectar con su base de datos de registro de naves y su información
detallada sobre las naves de la galaxia, pero siguió intentando rutas
alternativas. Tenía pistas del nombre Cazador
de la Niebla en lo que quedaba de sus bases de datos de memoria a corto
plazo: las letras CAZAD EBLA de un escaneo exterior tomado justo antes de, o
durante, el ataque; de otro, OR DE LA NIEB.
Pero no podía conectar los fragmentos
restantes de esos escaneos con recuerdos coherentes.
Aún.
Pieza a pieza, estaba reconstruyendo
su memoria a corto plazo. El ordenador estaba programado para pensar que Toryn
Farr encontraría importante esa información.
Zuckuss no dedicó tiempo a rastrear
las cápsulas de escape en su descenso hacia Hoth. Eran problema de los
imperiales. Además... esperaba que las cápsulas y quienquiera que estuviera en
ellas lo lograra. Podía significar un trabajo para cazar rebeldes entre las
grietas de un mundo helado. Disfrutaría con un trabajo así.
Si se curaba, pensó de pronto para sí mismo.
Realizaría una caza así sólo si se curaba.
Zuckuss hizo atracar su nave y forzó
la apertura de los cierres. 4-LOM entró el primero en la nave dañada.
-Estamos aquí para rescatarles
–anunció a los rebeldes que se encontraban ante él, y les explicó su “plan”.
Mientras hablaba, 4-LOM activó subprocesadores de su mente que analizaron las
acciones de los rebeldes frente a él. Mostraban poco miedo. No retrocedían. No
apartaban la mirada de él. Siete mantenían un firme cordón de protección
alrededor de la mujer que 4-LOM calculaba que debía estar al mando, una mujer
llena de recursos llamada Toryn Farr.
Una mujer con una recompensa por su
cabeza. 4-LOM había emparejado rápidamente su rostro con una recompensa
registrada en la base de datos de la lista imperial de los más buscados.
-Controladora Farr –dijo 4-LOM-. Debo
estudiar una lista de supervivientes de esta nave. Permítame acceder a su base
de datos.
Advirtió la sorpresa momentánea en el
rostro de Toryn Farr cuando la llamó por su nombre y rango. Era bueno
sorprender a tu presa con conocimiento familiar: podía generar confianza donde
no debería darse ninguna. Se acercó al ordenador, pero Toryn llegó antes y se
interpuso. Sus guardias la siguieron.
-Antes contesta algunas preguntas
–dijo Toryn-. ¿Quién te envía?
La confianza de esta mujer podría
tardar en ganarse más tiempo del que disponían, calculó 4-LOM.
-Toryn Farr, si yo le contara una
historia acerca de conexiones rebeldes en uno de los mayores gremios de
cazarrecompensas imperiales, ¿me creería? ¿O pensaría que le he dado dicha
información con demasiada facilidad? Lo cierto es que no puedo calcular ninguna
circunstancia bajo la que yo deba responder a su pregunta. Ninguno de ustedes
tiene los permisos de seguridad adecuados para recibir ese conocimiento. Basta
con decir que la respuesta la sorprendería. Por el momento, nuestra presencia
aquí para rescatarles debería ser respuesta suficiente.
Estudió los rostros de todos los
rebeldes dispuestos frente a él, y emparejó la mayoría de ellos con
recompensas. Pronto tuvo veintiséis que merecía la pena atrapar. La suma de sus
recompensas –las riquezas que representaban- no podrían comprar mundos. Esos
rebeldes no valían tanto como Han Solo y sus compañeros.
Pero sus recompensas podrían comprar
los pulmones de Zuckuss.
Por un instante, 4-LOM lamentó la
necesidad de devolver esos rebeldes a sus camaradas. Pero él y Zuckuss estaban
cazando una presa más valiosa. Esos rebeldes eran un costoso cebo para la
trampa.
-Envíe a sus droides y a los
veintiséis de ustedes cuyos nombres diré a continuación –dijo 4-LOM-. En este
momento, mi socio ha bombeado oxígeno al pasillo que conduce a las celdas de
retención del Cazador de la Niebla.
¡Muévanse rápido! El Imperio nos detectará tarde o temprano.
Dijo los nombres, pero nadie se
movió. El de Toryn fue el primer nombre que dijo. Ella advirtió que los demás nombres
eran los de rebeldes que llevaban un tiempo luchando con la rebelión.
El tiempo suficiente para que hubiera
recompensas poniendo precio a sus cabezas.
Claramente, el droide estaba tratando
de llevarse los rebeldes que podían proporcionarle la mayor cantidad de
créditos. Toryn no creía sus alegatos de que él y su socio eran rebeldes que
habían venido a rescatar a aquellos que mejor podían ayudar a la rebelión.
-Tengo un plan alternativo –dijo a
4-LOM-. Ponle un traje a tu compañero respirador de amoniaco, remplaza el
amoniaco de vuestra nave con oxígeno para tener espacio para más gente, y
llévanos a todos a Darlyn Boda. Tardaremos medio día en llegar allí. Tenemos
contactos en Darlyn Boda que tratarán a nuestros heridos y nos ocultarán hasta
que podamos reunirnos con el ejército rebelde.
-¡Debemos ir al punto de reunión!
–dijo 4-LOM-. Nuestra nave se necesita allí. Nos llevaremos a los veintiséis
que he indicado, y no perdamos más tiempo.
-No abandonaré a la gente de la que
soy responsable –dijo Toryn.
4-LOM reaccionó tan rápido que ningún
rebelde pudo responder antes. En un movimiento relámpago, apartó a los guardias
de Toryn, la agarró y la sostuvo delante de él, entre las barricadas rebeldes y
el puerto de la cápsula 2.
-No tenemos tiempo para discutir
–dijo-. Y Zuckuss y yo no tenemos tiempo para llevar reclutas heridos a Darlyn
Boda. He elegido a veintiséis de ustedes. Subirán a bordo de la nave de
inmediato.
Detrás de él se escucharon los golpes
metálicos de las placas de cubierta. ¡Había dos rebeldes, ocultos en el suelo!
Eran adversarios ingeniosos, desde luego. Podría haber usado los blásteres
implantados en su espalda y matarlos a ambos, pero eligió no hacerlo.
No mataría a la gente que estaba
fingiendo rescatar, al menos no todavía.
-Suéltala –le dijo uno de los
rebeldes tras él.
Pero Zuckuss apareció tras ellos, del túnel entre las naves.
-No, apartaos los dos –dijo a los dos
rebeldes-. Vuestra devoción a vuestra comandante es admirable. Continuará
sirviendo bien a la rebelión una vez la entreguemos en el punto de reunión.
Tenéis esa satisfacción.
En un veloz movimiento, 4-LOM
arrastró a Toryn Farr por el túnel hasta una celda de detención. Le sujetó las
muñecas y los tobillos con los grilletes que había en la pared. Ella no era lo
bastante fuerte para resistirse.
-¡Esto no es ningún rescate! –dijo
Toryn.
-Pero sí que lo es –dijo 4-LOM-. En
breve estará en el punto de reunión. Lamento la necesidad de usar la fuerza con
usted, pero salvarla es lógico, y ahorrar tiempo es necesario.
Comenzó a salir de la celda.
-Tu lógica es errónea –le dijo Toryn
mientras se marchaba.
El droide se volvió a mirarla
-Has dejado a una de nuestros mejores
pilotos fuera de tu lista de gente para salvar: Samoc Farr. ¿Crees que la
rebelión no necesita buenos pilotos?
El droide no le dijo nada y se
marchó. Escuchó disparos en el Esperanza
Brillante. Esa era la peor pesadilla de un comandante: estar lejos de sus
tropas cuando estaban luchando. Pronto el droide regresó con Rivers y Bindu.
Los arrojó en la misma celda que a ella.
-¿Qué está pasando ahí fuera?
–preguntó Toryn.
-El droide nos ha tomado como rehenes
y ha dicho que nos matará, a ti también, si las personas que ha reclamado no
dan un paso al frente para subir a su nave.
Pero no escucharon más disparos.
Zuckuss estaba furioso con 4-LOM.
-¿A qué has reducido nuestras
posibilidades de éxito? –preguntó al droide-. ¿Quién creerá ahora que esto es
un rescate?
Nadie lo haría. La bahía de cápsulas
estaba desierta ante ellos, aunque Zuckuss y 4-LOM sabían que si salían del túnel
de conexión estarían en el punto de mira de los blásteres. De cuántos, no lo
sabían. No habían podido realizar un recuento adecuado de las armas de los
rebeldes. 4-LOM calculó que él y Zuckuss deberían ser capaces de reducir a los
rebeldes y llevarse a las personas que querían. Pero lo que Zuckuss implicaba
con la segunda de sus preguntas más recientes era importante: ¿Quién pensaría
entonces que esto era un rescate?
-Deja que pruebe a hablar con ellos
–dijo Zuckuss.
Salió solo a la bahía de cápsulas.
-¡Rebeldes! –exclamó-. 4-LOM y
Zuckuss son cazarrecompensas. Nuestra forma de actuar no es como la vuestra.
Pero, como vosotros, creemos que el Imperio debería caer y estamos dispuestos a
trabajar con ese fin. Podemos salvar a algunos de vosotros, y 4-LOM ha señalado
vuestros nombres. ¡Avanzad ahora! Debemos irnos.
Nadie salió.
-Tenemos una opción más –dijo Zuckuss
a 4-LOM. Volvió a entrar en su nave. 4-LOM aseguró los cierres y le siguió. Él
calculaba muchas opciones, no sólo una: él y Zuckuss podían luchar para
capturar a los rebeldes que querían, o podían marcharse con los tres rebeldes
que ya tenían. 4-LOM calculó cuarenta y nueve opciones viables adicionales.
Tenía curiosidad por ver cuál de ellas proponía Zuckuss que eligieran.
Zuckuss habló por la puerta de la
celda a los rebeldes capturados.
-Comandante Farr –dijo-. Realmente
queríamos que esto fuera un rescate, pero las cosas han salido mal. ¿Qué
debemos hacer para remediarlo? Por favor, ayúdenos, y rápido. Tenemos poco
tiempo antes de que los imperiales estén sobre nosotros.
Así fue que 4-LOM y Zuckuss
prepararon su nave para evacuar a noventa rebeldes, muchos de ellos heridos, a
Darlyn Boda.
4-LOM liberó a Toryn para supervisar
la evacuación. Zuckuss permaneció en su traje de amoniaco y, sin ser observado
por los rebeldes, contactó con el destructor estelar imperial para cancelar la
“escolta” que había convenido para salir del sistema. El Cazador de la Niebla nunca había transportado a tanta gente. No
sería capaz en absoluto de maniobrar adecuadamente... ¡Ahora no necesitaban
fingir un ataque de cazas TIE!
-¿Cuántos rebeldes se van a llevar?
–preguntó la controladora imperial.
-Noventa –dijo Zuckuss-. Y dos
droides médicos.
Zuckuss escuchó a los imperiales
dialogar de fondo durante algún tiempo. Finalmente, la controladora retomó la
conexión.
-Recibido –dijo-. Esa información
será transmitida al mando imperial.
Por supuesto, pensó Zuckuss. Pero los
imperiales no hicieron ningún movimiento para impedir lo que él y 4-LOM estaban
haciendo. Darth Vader les había dado carta blanca en su caza... podían hacer
cualquier cosa que creyeran necesaria.
Zuckuss remplazó el amoniaco de su
nave por oxígeno. Los noventa rebeldes y los dos droides apenas tenían espacio
a bordo. Tenían que permanecer de pie, o tumbados tan pegados entre sí como
4-LOM y Zuckuss planeaban haber llevado a veintiséis de ellos en las celdas.
Pero lo hicieron de buen grado.
Era su oportunidad de vivir.
Toryn fue la última en subir a bordo.
-¡Rápido! –la llamó 4-LOM-. Es
asombroso que el Imperio no nos haya atacado aún.
Toryn se detuvo junto al servicial
droide hacker junto a la compuerta.
-Droide –le dijo-. Gracias por todo
lo que has hecho. Borra el ordenador principal de la nave y tu propia memoria.
El droide apagó todas las luces de la
nave de una vez. Tenía pocos sistemas de soporte vital que apagar. Uno a uno
fue borrando sus programas y bases de datos. El Cazador de la Niebla se desacopló. El ordenador nunca sabría qué
había sido de los rebeldes a los que había servido.
Borró su memoria a largo plazo y
comenzó a borrar lo que quedaba de su memoria a corto plazo, pero se detuvo
ahí.
Un juego de subprocesadores que
trabajaba en ese banco de memoria encontró, en ese instante, la forma correcta
de encajar las observaciones del ataque que destruyó al Esperanza Brillante.
Ahora reconocía la nave Cazador de la Niebla.
Los rebeldes supervivientes acababan
de embarcar en la misma nave que había disparado en primer lugar sobre ellos,
tratando de destruirlos a todos.
Pero el ordenador había reconstruido
esos recuerdos demasiado tarde.
No podía advertir a los rebeldes. No
podía hacer que volvieran.
Llevó a cabo la última orden de Toryn
Farr y se borró a sí mismo.
El Cazador de la Niebla apestaba a aire reciclado y, ligeramente, a
amoniaco. El aire era respirable, pero los restos de amoniaco que contenía les
causarían dolor de cabeza a todos. Toryn podía sentir que el suyo ya estaba
comenzando, pero no dejó que le frenara. Los rebeldes con las heridas más
graves estaban tumbados, dos en cada catre, en las celdas. Toryn se abrió paso
hasta cada uno de ellos, lentamente, entre la gente apiñada, para hablar con
ellos e infundirles coraje para aguantar.
Fue entonces cuando advirtió y leyó
las pintadas en las paredes de las celdas. Cuando 4-LOM la había llevado allí
por primera vez, no había reparado en ello. Pero algunos de los condenados
retenidos allí habían escrito sus nombres. Algunos habían escrito versos de
poemas. Uno había escrito su nombre y la dirección de sus padres y pedía que
alguien contactara con ellos en su nombre. Dos-Unobé estaba junto a ella.
-Registra su nombre y dirección –dijo
al droide-. Quiero contactar con los padres de esta persona cuando regresemos.
Encontró a Samoc de pie en una
esquina al fondo de la nave, con el rostro y las manos cubiertos de vendajes.
Se abrazaron.
-Encontraste un modo de salvarnos a
todos –dijo Samoc.
-Aún no hemos salido de esta –replicó
Toryn.
Sería la responsable de noventa
rebeldes en Darlyn Boda, cincuenta y dos de ellos gravemente heridos. Allí
había una fuerte resistencia rebelde... pero el Imperio aún controlaba Darlyn
Boda. Controlaba su gobierno.
Miró a Samoc. Toryn dudó de su
capacidad de hacer todo lo que tenía que hacer. Por dos veces había puesto su
interés personal en el bienestar de Samoc por encima de los intereses de los
muchos de los que era responsable: la primera vez, cuando envió a Samoc al
droide médico; la segunda, cuando trató de conseguir que 4-LOM pusiera a Samoc
en su lista de veintiséis rebeldes. Sabía, allí de pie con su hermana, que lo haría
de nuevo. No era justo para los demás. Tenía que ceder el mando lo antes
posible. Esperaba poder encontrar en Darlyn Boda rebeldes que la superaran en
rango.
Regresó junto a Zuckuss y 4-LOM.
-Llegada estimada a Darlyn Boda en
2,6 horas estándar –le dijo 4-LOM.
Esta nave es rápida, pensó Toryn,
incluso con una carga pesada.
De repente, Zuckuss comenzó a toser
en su traje. No podía parar. Pronto estaba doblado sobre su asiento de piloto,
tosiendo incontrolablemente.
Toryn vio la sangre salpicar la placa
facial de su casco.
Se arrodilló y lo rodeó con sus
brazos.
-¿Qué pasa? –preguntó-. ¿Qué podemos
hacer?
4-LOM se puso en pie y comenzó a
caminar los sellos del traje de Zuckuss.
-¿Hay una fuga de oxígeno? –preguntó
a Zuckuss.
-No –respondió Zuckuss entre toses.
Toryn se conectó al sistema de
comunicaciones de la nave.
-Dos-Unobé –dijo-. Te necesito en la
cubierta de vuelo, ahora.
Poco a poco, Zuckuss recobró el
control de su tos. Para cuando el droide médico llegó junto a él, casi había
parado. Acabó por contar al droide médico todo sobre las heridas de sus
pulmones.
-Con las instalaciones médicas
adecuadas, podría tratarle –dijo Dos-Unobé-. Sin embargo, esas instalaciones,
en este momento, no están disponibles. Los investigadores militares rebeldes
han descubierto modos de activar genéticamente la regeneración de tejidos
dañados.
-¿Clonarlos? -preguntó Zuckuss.
-No. Eso es ilegal. Regenerarlos en
su interior. Si nuestras instalaciones médicas han sobrevivido a la evacuación,
podré tratarle en el punto de reunión cuando lleguemos allí. Tendrá pulmones
nuevos en sólo unos pocos días.
Zuckuss se recostó en su asiento de
piloto y reflexionó sobre ello. Comenzó a meditar, pero pronto se durmió. En
sus sueños pensó que seguía meditando.
Las nieblas alrededor de todos sus
posibles futuros se levantaron un instante.
Volvía a haber muchas, muchas y
brillantes posibilidades ramificándose ante él.
Darlyn Boda era exactamente como
4-LOM recordaba: lleno de vapor, barro y sombras. Era el lugar perfecto para
haber comenzado una vida dedicada al crimen. Caminó solo por las calles de una
ciudad con el mismo nombre que el planeta, recordando el día que desembarcó de
una nave para comenzar su nueva vida. Entonces le pareció que en su interior
estaba el poder de perseguir innumerables posibilidades. Había tomado
decisiones que habían reducido esas posibilidades, pero lamentaba pocas de
ellas.
Zuckuss estaba demasiado enfermo para
abandonar la nave. Los droides médicos rebeldes, Dos-Unobé y Efeequis-Siete, lo
atendían. Todos los rebeldes habían desaparecido, aunque pronto debía reunirse
con Toryn Farr y cinco de sus luchadores designados. Juntos, volarían al punto
de reunión de los rebeldes.
Y a Han Solo, y al final de la caza.
Toryn había encontrado a los líderes
del levantamiento rebelde. Sus oficiales la superaban en rango, se hicieron
cargo de su gente, y le ordenaron que fuera al punto de reunión.
Con una carta sellada que debía
entregar en mano al mando rebelde.
4-LOM había concertado la reunión con
Toryn en cierta pequeña joyería que conocía bien, un lugar que compraba o
vendía a concesión joyas excepcionales... sin preguntar por su procedencia.
Tenía negocios en esa tienda.
Una anciana vestida con harapos se
levantó para saludarlo. La tienda seguía estando tan sucia y oscura como lo
había estado tantos años atrás.
-¡4-LOM! –exclamó la mujer-.
Bienvenido.
No podía mantenerse erguida. Se
inclinaba sobre las escasas cajas que había ante ella, doblada por la edad. Un
viejo programa que 4-LOM no había usado durante mucho tiempo se activó en su
mente, y 4-LOM dejó que se ejecutara.
-¿Qué tal está usted? –preguntó a la
mujer.
-Vieja –contestó ella-. Pero aún
puedo trabajar. Aún vendo joyas.
-Cuando me fui de aquí, tenía tres
joyas mías en concesión –dijo 4-LOM-. ¿Las ha vendido?
-Dos, sí. Y tengo créditos para
pagarte. ¿Cómo quieres que te pague? ¿Créditos imperiales, otras joyas? Te
mostraré mi inventario.
-¿Qué joya es la que queda?
-Ah, te la mostraré.
Reunió todas las joyas a la vista y
las guardó en los bolsillos de su vestido, luego enrolló una alfombra en el
suelo tras las cajas y abrió una trampilla que quedó al descubierto.
-Ven –dijo. Encendió una vela y
comenzó a bajar los escalones hacia la oscuridad.
4-LOM la siguió. Bajo la tienda había
una sala que brillaba con cientos de joyas. Nunca antes le había mostrado esa
sala. Se preguntó por qué lo hacía ahora. Sabía que era un ladrón.
-¿Puedes verla? –preguntó ella,
sosteniendo la luz.
4-LOM echó un vistazo por la sala y
vio su joya, con un centelleo azul bajo la luz de la mujer: el zafiro Ankarres.
-Tenía la esperanza de que todavía
tuviera ésta –dijo. La recogió. Brillaba de forma hermosa. La había mantenido
limpia y pulida.
-No me habrías permitido cortarla, y
nunca nadie podría haberse permitido pagar por la piedra completa –dijo-. Me
alegraba por ello, en realidad. La toco siempre que me duele, todos los días.
Me cura.
-Es por eso que la necesito ahora
–dijo 4-LOM.
-¿Para curarte? –preguntó ella-. Eres
de metal. Ve a una fundición.
-El zafiro no me curará a mí –dijo
él-. Lo necesito para un amigo mortal.
Tendió la joya a la mujer.
-Tóquese con él donde le duela una
última vez antes de que me lo lleve –dijo.
Ella se tocó las muñecas y los
tobillos con el zafiro, se lo llevó una vez a la frente, y luego se lo ofreció
de nuevo a 4-LOM.
Subieron a la tienda, y Toryn entró
en ella. Sonrió a 4-LOM. Habían pasado muchos años desde que alguien le
sonriera. Otros programas se alzaron, de forma involuntaria, en su mente:
programas para la amabilidad, el servicio y el altruismo. Se preguntó si la
joya le estaría afectando a él, después de todo.
Pero eso era ilógico. No había habido
ningún efecto en él la primera vez que se tocó la frente con el zafiro hace
años. Los antiguos programas se ejecutaban porque él les permitía ejecutarse.
No los detuvo. Tal vez era el momento de volver a ejecutar esos programas. Podría
analizarlos para ver su utilidad.
-¿Está lista para marchar? –preguntó
a Toryn.
-Lo estoy –respondió ella-. Los demás
están esperando fuera.
4-LOM se volvió hacia la anciana.
-Quiero que se quede los créditos que
me debe. Gracias por ayudarme hace años cuando lo necesité.
Ella hizo una inclinación de cabeza
ante 4-LOM, y él y Toryn se dirigieron a la nave. Rivers, Bindu, Rory,
Darklighter y Samoc iban con ellos.
-Samoc –la llamó 4-LOM cuando
entraron en la nave. Sostuvo la joya en las sombras del pasillo-. ¿Sabe qué es
esto?
Ella la miró por un instante.
-No –dijo-. Pero es hermosa.
4-LOM se lo explicó.
-Tóquese con ella las quemaduras
–dijo-. Puede que le ayude a curarse.
Le ofreció la joya.
Ella la sostuvo un instante en sus
manos, y luego tocó con ella los vendajes que seguían en su rostro desde hacía
ya un mes. Un momento después, tuvo que sentarse en la cubierta.
-¿Le ha ayudado? –preguntó 4-LOM.
-No lo sé. Me siento tan distinta… en
un buen sentido. ¿Más descansada, tal vez?
-Debo llevársela a Zuckuss –dijo
4-LOM. Tomó la joya y encontró a Zuckuss en una celda de adquisiciones. Zuckuss
había llenado la celda con amoniaco y estaba tumbado en ella, sin su traje,
tosiendo de vez en cuando. 4-LOM entró en la esclusa, esperó mientras el
amoniaco remplazaba al oxígeno, y luego entró en la celda. Zuckuss alzó la
mirada hacia él y no dijo nada. 4-LOM posó la joya contra el pecho de Zuckuss.
Zuckuss la miró. Sabía qué joya era. Había
escuchado las historias que 4-LOM contaba sobre ella. Tras un instante, colocó
sus manos sobre ella para apretarla con más fuerza contra su pecho.
-Ahora pilotaré la nave hasta el
punto de reunión –dijo 4-LOM.
4-LOM pilotó el Cazador de la Niebla fuera de la galaxia, a un punto cerca del
plano ecuatorial galáctico, y usó las gigantescas fuerzas gravitacionales de la
propia galaxia para impulsar su nave hacia el punto de reunión.
Que era casi exactamente donde
Zuckuss sabía por intuición que sería.
El punto exacto estaba unos dos
grados más allá. Pronto, desde sus asientos de piloto, 4-LOM y Toryn vieron las
luces dispersas que conformaban la flota rebelde.
O lo que quedaba de ella.
Verla levantó los ánimos de Toryn. Su
mirada pasó de la flota a la galaxia que tenían por debajo, y pensó que su
futuro volvía brillar. La rebelión no estaba acabada. Todavía tenía un
ejército, por muy reducido que estuviera.
Toryn manejó las comunicaciones y los
recibieron como a héroes. Amigos y familiares se arremolinaron alrededor de
Toryn y los demás, y muchos lloraron al verlos. Toryn y todos los demás de su
nave constaban como desaparecidos, y todo el mundo los daba por muertos, o algo
peor. El general Rieekan en persona fue a darles la bienvenida, y a recibir
noticias de las ochenta y cuatro personas que antes daban por perdidas y ahora
se encontraban en Darlyn Boda, y de los otros dieciocho que supuestamente
seguían con vida en Hoth.
-Temía que os hubiera ocurrido lo
peor –dijo a Toryn.
Dos-Unobé y Efeequis-Siete llevaron
rápidamente a Zuckuss a la enfermería. Los rebeldes les abrieron paso. 4-LOM
comenzó a seguirlos –Zuckuss ahora estaba muy vulnerable, y los rebeldes no le
proporcionaban seguridad- pero Toryn se puso delante de él.
-4-LOM –le dijo-.
Quiero que conozcas al general Rieekan. General, este es
4-LOM, uno de los dos que nos rescataron.
El general tendió su mano al droide,
y 4-LOM se la estrechó.
-Debe disculparme, señor –dijo 4-LOM-.
Han llevado a mi socio a la enfermería sin mí y sin guardias.
4-LOM echó a andar de inmediato.
Zuckuss había estado fuera de su vista durante 1,27 minutos estándar. No sabía
cómo calcular las probabilidades para el asesinato entre esos rebeldes, pero en
otros lugares que 4-LOM conocía bien, Zuckuss ya estaría muerto. Dos-Unobé y Efeequis-Siete no podrían
protegerlo.
-¡4-LOM! –lo llamó el general. 4-LOM
no se detuvo. El general realmente tuvo que correr para alcanzarlo-. 4-LOM –le dijo-. Aquí estás a salvo. Tu socio
está a salvo. Te doy mi palabra al respecto. El asesinato no
es nuestro estilo.
4-LOM aminoró un poco la marcha, pero
no dejó de caminar.
-Gracias por sus palabras de
tranquilidad, general –dijo.
El general siguió caminando con
4-LOM.
-Siempre estaremos en deuda con
vosotros –dijo-. Tengo entendido que tú y tu socio queréis uniros a nosotros.
Necesitamos luchadores con vuestras habilidades. Una vez que tu socio se haya
curado, hablaremos de vuestras primeras misiones.
Estaban a las puertas de la enfermería.
-Gracias de nuevo, señor –dijo 4-LOM.
Se detuvo y miró fijamente al general-. Recuerdo haber vivido del modo que
ustedes describen la vida aquí: con seguridad y confiando en los demás. Pero eso fue hace mucho tiempo.
-Lo entiendo –dijo
el general-. No quiero mantenerte alejado de tu socio por
más tiempo.
4-LOM entró en la enfermería. Allí la
luz estaba atenuada, y todo estaba en silencio. Incluso en su prisa para llegar
allí, los procesadores de su mente habían registrado los rostros y voces de la
gente junto a la que pasaba, comparándolas con la lista imperial de más
buscados y la lista de recompensas ofrecidas por su gremio. 4-LOM analizó
entonces esas grabaciones y calculó el valor representado por los rebeldes
junto a los que había pasado.
La suma total le aturdió. Tantas
recompensas ofrecidas. Sólo la recompensa por el general Rieekan bastaría para
comprar una luna en el núcleo galáctico. Bastaría para comprar mundos en el
borde.
Pero había otras adquisiciones, que
valían mucho más, en algún lugar de esa flota.
Zuckuss no era el único paciente en
la enfermería. Conforme caminaba, 4-LOM escuchó hablar a otros.
Y lo que escuchó procedente de una
habitación le hizo detenerse.
Un cazarrecompensas era afortunado si
un trabajo incluía un holograma reciente. Era muy inusual un trabajo que
llevara no sólo un holograma, sino también una grabación de la voz de la adquisición.
Los patrones de dos de las voces que oyó hablar coincidían con las voces de dos
de los rebeldes más buscados por el Imperio: Luke Skywalker y la princesa Leia
Organa. La recompensa por cada uno de ellos casi igualaba la ofrecida por Han
Solo.
Y estaban hablando acerca de Han
Solo. Los sensores auditivos mejorados de 4-LOM captaron con facilidad sus
voces.
Boba Fett ya lo había capturado. Los
detalles no estaban claros, pero aparentemente Fett iba a llevar a Solo ante
Jabba para recaudar la recompensa adicional que ofrecía el señor del crimen.
La caza había terminado. Él y Zuckuss
habían fracasado. Probablemente Darth Vader ya hubiera puesto precio a sus
propias cabezas. Pero se le ocurrieron otras posibilidades.
Encontró a Zuckuss en una cámara de
amoniaco especial, atendido por droides que no reconoció. Estaba claro que
simplemente eran droides médicos. No detectó ninguna clase de actividad hostil
en la enfermería. Zuckuss parecía estar a salvo allí. Los droides dejaron
entrar a 4-LOM en la cámara.
-Dejadnos solos –les dijo.
-Ahora no. Nuestros procedimientos
deben ser monitorizados.
-¡Dejadnos solos ya! –gritó 4-LOM.
Zuckuss asintió con la cabeza a los droides y estos se fueron rápidamente.
-Zuckuss ya lo sabe –dijo Zuckuss
antes de que 4-LOM pudiera hablar-. Convocaron a Dos-Unobé para implantar una
nueva mano a un antiguo paciente suyo: Luke Skywalker. Antes de que Dos-Unobé
se fuera, me contó cómo había llegado Skywalker hasta aquí.
-Calculo que Darth Vader y el Imperio
aún podrían perdonarnos, y pagarnos una cuantiosa recompensa –dijo 4-LOM-, si
les llevamos a este Luke Skywalker y a la otra persona que escuché hablando con
él: Leia Organa.
-¿Pero qué pasa con los pulmones de Zuckuss?
–dijo Zuckuss-. En sólo cuestión de días, si Zuckuss permanece aquí
monitorizado, se habrán regenerado y Zuckuss volverá a tener plena salud.
-¡Días! –se mofó 4-LOM-. Nuestras
probabilidades disminuyen a cada minuto.
Zuckuss no dijo nada. 4-LOM calculó
que el estado actual de Zuckuss le impedía una participación activa en casi
cualquier caza entre esos rebeldes... incluso si Solo hubiera estado allí. Le
tocaba a 4-LOM decidir. Sus probabilidades de éxito en solitario eran bajas –del
48,67 por ciento, calculaba- pero merecía la pena arriesgarse.
Si no lo intentaban, si esperaban con
los rebeldes mientras Zuckuss se curaba, no habría vuelta atrás. Sus
motivaciones siempre estarían bajo sospecha.
-Si puedes llegar hasta la nave, yo
llevaré las adquisiciones –dijo 4-LOM.
-Zuckuss puede hacer eso –afirmó Zuckuss.
-Esta noche, entonces –dijo 4-LOM-.
Haré observaciones y determinaré una hora.
-¡Ahora! –dijo
4-LOM. Era tarde, por la noche. El droide estaba de pie en
las sombras, con el bláster en la mano-. Las adquisiciones están en el solárium
de la enfermería, viendo a sus amigos marcharse para rescatar a Solo. Esos
amigos necesitarán más que suerte para lograr ese objetivo... y pronto otros a
los que conocen necesitarán ser rescatados.
Zuckuss se incorporó lentamente.
-Hay otro camino, 4-LOM –dijo.
-Cuéntamelo rápido, entonces.
-Zuckuss ha meditado desde que lo
dejaste, y ha tenido la intuición de lo que nos ocurrirá. No capturaremos a
Skywalker ni a Organa. Acabaremos atrapando a un droide torpe y dorado y los
dos droides médicos que nos trajeron aquí, y sus recompensas no bastarán para
comprar los pulmones de Zuckuss, ni entregarlos al Imperio bastará para limpiar
nuestros nombres. Tanto los rebeldes como los imperiales, además del resto de
cazarrecompensas, nos darán caza. Zuckuss está enfermo, y no sobrevivirá mucho
tiempo sin tratamiento. Ha
decidido quedarse aquí.
4-LOM no sabía qué decir. Calculó
diez respuestas rápidas que iban desde intentar el secuestro por sí mismo hasta
limitarse a tomar el Cazador de la Niebla
y marcharse. Pero un hecho se cernía sobre él. Él mismo había calculado
sólo una probabilidad del 48,67 por ciento de secuestrar con éxito a Skywalker
y Organa. Prefería trabajar con mejores probabilidades.
Antes de que 4-LOM pudiera completar
sus cálculos y decidir un curso de acción, alguien entró en su sección de la
enfermería.
Era Toryn Farr. Avanzó hasta la
cámara de amoniaco y habló a Zuckuss por un intercomunicador en la pared de vidrio.
-¿Cómo estás? –preguntó.
Antes de que Zuckuss pudiera
contestar, vio a 4-LOM de pie en las sombras, con el bláster en la mano.
-¿Qué haces, 4-LOM? –le preguntó-.
¿Algo va mal?
Qué rápidamente conceden su confianza
los humanos, pensó 4-LOM. Había ido a ellos desarmada. Bajó el bláster.
-No estoy haciendo nada –dijo.
Pero había muchas cosas que iban mal,
muchas cosas que no podía explicarle. Todas las elecciones que él y Zuckuss
habían tomado les habían conducido a ese punto. Habían sido conscientes de que
había riesgos al cazar al gobernador Nardix, ahora tenían que aceptar las
consecuencias de esa caza.
Pero un grupo de subprocesadores de
la mente de 4-LOM terminó una serie de cálculos que habían comenzado. Calculaba
unas probabilidades del 72,668 por ciento de que la Nueva República diera
licencia a cazarrecompensas para ayudar al mantenimiento de la ley y el orden y
proteger a sus ciudadanos de los criminales. Calculó que él y Zuckuss tenían un
asombroso 98,992 por ciento de probabilidades de fundar el primer gremio de
cazadores de recompensas de la Nueva República. Podía ser una oportunidad que
valdría la pena perseguir. Tendría que estudiarla con más detenimiento.
-Zuckuss realmente está a salvo aquí –dijo
ella a 4-LOM-. Pero si estás tan preocupado, vendré a ayudar a vigilarlo en mi
tiempo libre. Sé que necesitas atender a vuestra nave, y puedes hacerlo
mientras yo vigilo a Zuckuss.
4-LOM trató de calcular la mejor
respuesta, pero por un instante no pudo. Sus palabras hicieron que se activaran
programas antiguos adicionales en su mente, y tardó un momento en acallarlos.
Habían pasado muchos años estándar desde que se había permitido atribuir una
intención positiva a las acciones de otra persona, del mismo modo que Toryn
había interpretado que su bláster desenfundado era porque estaba protegiendo a
Zuckuss.
-Gracias, Toryn –dijo Zuckuss-. Pero
puedes sentarte aquí con Zuckuss, desarmada. Para Zuckuss será un placer hablar
contigo cuando tengas tiempo.
-Entonces hablaremos –dijo ella-. Pero
ahora estoy aquí para haceros una invitación a ambos. Me avergüenza un poco
decir esto, pero la carta que traje al general Rieekan era realmente una carta
elogiando mis acciones a bordo del Esperanza
Brillante. El mando rebelde me asciende esta noche al rango de comandante.
Me gustaría que ambos acudierais a la ceremonia, ya que no estaría aquí si no
fuera por vosotros dos.
Zuckuss trató de hablar, pero comenzó
a toser. 4-LOM le ayudó a tumbarse de nuevo.
-Esta noche no puedo ir a ninguna
parte, Toryn –dijo Zuckuss-. Pero te felicito.
-Le he pedido al general Rieekan que
la ceremonia se celebrase aquí, para que puedas asistir... si te parece bien –dijo
Toryn. Había tratado de explicarle al general que no estaba cualificada para un
ascenso. Le dijo lo que había hecho por Samoc. “Por supuesto que ayudaste a
Samoc”, había dicho el general. “Es una de nuestros mejores pilotos. No podemos
permitirnos perderla. Te agradezco todo lo que hiciste por ella.”
Toryn se preguntaba si el general
sólo trataba de ser amable, pero su ascenso demostraba confianza en ella y en
su buen juicio. Así que aceptó el ascenso y su nuevo trabajo.
Zuckuss miró a Toryn.
-Me sentiré honrado de presenciar la
ceremonia aquí –dijo.
4-LOM miró a Toryn.
-Yo también la felicito. ¿Qué va a
comandar?
-Una unidad de Fuerzas Especiales –respondió-.
Quiero hablar con vosotros sobre eso después.
Samoc, Rory, Darklighter, Rivers, los
droides médicos Dos-Unobé y Efeequis-Siete, y muchos otros importantes seguidores
de la rebelión acudieron a la ceremonia. El general Rieekan anunció el ascenso
y el nuevo puesto de Toryn.
-Ella y yo hemos debatido el mejor
modo de rescatar a nuestros amigos que volvieron a Hoth con las cápsulas de
escape del Esperanza Brillante –dijo-.
Aún estamos trabajando para alcanzar un plan viable, y Toryn ha solicitado
dirigir la misión de rescate, sea cual sea finalmente.
Todo el mundo aplaudió, pero la
ceremonia no había terminado. El general Rieekan dio un paso adelante.
-Por tu capacidad y tu valor en el
cumplimiento del deber, Toryn Farr, la Rebelión se complace en concederte este
premio al mérito.
El general colgó la medalla del
cuello de Toryn y le estrechó la mano. Entre los aplausos que siguieron, un
droide de protocolo dorado descorchó una botella en el fondo de la sala y una
unidad R2 llevó bebidas a todos los respiradores de oxígeno. Unos rebeldes respiradores
de amoniaco llevaron vasos y una delicada botella –procedente del propio Gand-
para Zuckuss. Tal vez algún día, tal vez pronto, otros gandianos se unieran a
la alianza rebelde. Los droides médicos analizaron una pequeña muestra del
líquido de la botella, conversaron entre ellos, y decidieron que si Zuckuss se
tomaba una copa para celebrarlo no iba a hacerle daño. Dejaron que dos
respiradores de amoniaco entraran en su cámara para servirle la bebida. Se
quitaron los cascos, se presentaron, y sirvieron la copa a Zuckuss. Él sostuvo
la bebida por un instante y miró a 4-LOM.
Él y 4-LOM nunca habían sido tratados
así, ni siquiera en su propio gremio. Desde luego, el Imperio nunca les había
invitado a presenciar sus ceremonias. Se había aprestado a ofrecerles muchas
cosas después de que aceptaran el contrato de Vader, pero no se las habían
ofrecido como regalos. No los había incluido como miembros de un equipo que
luchaba por una causa importante, como habían hecho estos rebeldes.
Los otros respiradores de amoniaco se
sirvieron sus propias copas. Zuckuss
alzó la suya.
-Por Toryn –dijo.
Todos bebieron. Zuckuss alzó entonces su copa hacia
4-LOM-. Por nuestras nuevas vidas aquí –dijo. 4-LOM inclinó ligeramente la
cabeza hacia Zuckuss mientras Zuckuss bebía un sorbo. Zuckuss tosió un poco. 4-LOM le ayudó a
incorporarse al borde de la cama. Rápidamente calculó la
importancia de la ceremonia. Él y Zuckuss la incorporarían a su nuevo gremio.
La ceremonia, y los vínculos afectivos que promovía, les daría una pequeña
ventaja estadística sobre otros gremios que pudieran fundarse en la Nueva
República.
En los días que siguieron, mientras
Zuckuss se curaba, 4-LOM recibió programación para su nuevo trabajo en Fuerzas
Especiales, y supervisó los trabajos de camuflaje y adecuación del Cazador de la Niebla. La tecnología
rebelde haría de ella una nave realmente admirable. El general Rieekan había
hablado con él acerca de cómo él y Zuckuss podrían intentar el posible rescate de
Han Solo, dado que probablemente tendrían acceso al palacio de Jabba. Tal vez
incluso podrían interceptar a Boba Fett.
El tiempo que habían pasado esperando
a que los pulmones de Zuckuss se regeneraran rápidamente podría explicarse como
tiempo dedicado a ocultarse de los imperiales. 4-LOM calculó riesgos extremos
en semejante plan, ya que las recompensas que Vader había ofrecido por él y su
socio eran sin duda lo bastante grandes para tentar a Jabba, pero a 4-LOM le
divirtió calcular la sorpresa de Jabba cuando –si él y Zuckuss lograban
rescatar a Solo- Jabba descubriera que él y Zuckuss no eran simples
cazarrecompensas sin suerte, sino agentes rebeldes.
Decir que los imperiales estarían
furiosos sería quedarse corto.
Y a menudo, mientras trabajaba solo
en su nave, practicaba la meditación. Iba completando cada vez más su ecuación.
En una meditación, creyó haber vislumbrado los futuros que tenía por delante.
Uno, por encima de los demás, le intrigaba. En él, se vio sentado con jóvenes
caballeros Jedi en una academia recién fundada. No podía decir si había
aprendido los caminos de la Fuerza o si todavía estaba tratando de aprenderlos.
Fue sólo una breve visión, y sólo uno de muchos posibles futuros.
Cuando 4-LOM le contó a Zuckuss lo
que había visto, Zuckuss no dudó de él ni por un instante.
[1] En el texto original, para este droide el autor alterna de forma
inconsistente entre los nombres “Effour-Seven” (F4-7) y “Effex-Seven” (FX-7).
Aunque en el texto predomina la primera forma, y la segunda sólo es usada una
vez, el The Essential Reader’s Companion
establece que lo correcto debería ser FX-7 y que F4-7 es un error. (N. del T.)
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