jueves, 15 de septiembre de 2011

El honor de los Jedi (134)

134
La luz hace que a Luke le duelan los ojos. En realidad, le duele todo. Su cabeza se siente como una cáscara de huevo agrietada. Luke se pregunta si corre el riesgo de que su cerebro se escape por la grieta. A juzgar por el velo que nubla sus pensamientos, parece que parte de él ya ha escapado.
El cuerpo también le duele. Alguien debe de haberlo sujetado a un mecanismo de condicionamiento. No sólo siente que sus músculos están magullados, también los siente exhaustos y doloridos... como si acabara de aterrizar en un planeta de alta gravedad tras dos años en ausencia de peso. ¿Qué le ha pasado?
La luz oscila. Un droide médico Emedé-cinco flota sobre él. Tras el droide, sólo ve una extensión negra. Trata de incorporarse y se encuentra amarrado a una mesa de reconocimiento. Los pasos de un hombre suenan en un suelo de duracero, y luego su eco resuena en muros metálicos.
-Mi amigo electrónico dice que vivirás. -¡Sebastian Parnell! Luke trata de girar la cabeza, pero una gruesa correa la mantiene firmemente en su lugar-. Eres muy afortunado. Recogimos al soldado de asalto en una bolsa. ¿Tus talentos especiales te salvaron?
Luke siente un nudo en el estómago por el miedo. Sus dedos tiemblan sin control. La oscuridad parece más siniestra, y el droide médico parece menos un instrumento de piedad que una herramienta para prolongar la tortura. Y, por supuesto, están los horrores mecánicos acechando en los oscuros rincones de la sala. Si Luke pudiera verlos, no parecerían tan inquietantes. Pero Sebastian Parnell ha tenido eso en cuenta.
-¿Qué talentos? -pregunta Luke.
Un zumbido oscilante suena a la izquierda. Incluso sin girar la cabeza, Luke ve la hoja fluorescente de su sable de luz. Esta se mueve hacia su mejilla, haciendo con su brillo que la oscuridad sea aún más negra.
-Vamos... Cuando encontré esto, me di cuenta de que no eras un prisionero ordinario.
-Entonces sabes que tu abyecta cámara no me afectará.
Parnell suelta una risita, sosteniendo el sable apenas a un par de centímetros de la nariz de Luke. Tal vez espera que la proximidad de la hoja queme a Luke; en cualquier caso, el sable de luz es tan eficiente energéticamente que no emite calor.
-Disfrutaría haciendo la prueba -dice-. Por desgracia, ese placer será de Lord Vader.
-¡Vader! -jade Luke. La última vez que vio a Darth Vader fue en la Batalla de Yavin, cuando el caza estelar dañado del Señor Oscuro salió girando sin control hacia el espacio. Aparentemente, había sobrevivido.
-De modo que hay algo que temes -dice Parnell, desactivando el sable de luz-. Disfrutaré de nuestro encuentro. Tal vez aprenda algo de él.
-¡Si es que vives hasta entonces! -amenaza Luke.
Parnell ríe de nuevo.
-A mi entender, creo que una larga vida debería ser tu preocupación. A menos, claro está, que esperes que sean Erling Tredway o tu droide quienes acorten mis días.
-¡Entonces están libres! -deduce Luke.
-Yo no he dicho eso -replica Parnell con suficiencia. Se dirige a alguien en la oscuridad-. Devolvedlo a su celda, y poned cuatro guardias en la puerta. Aseguraos de que siga aquí cuando Lord Vader llegue.
Parnell arroja el sable de luz de Luke a una mesa y luego sale de la sala. Cuatro soldados de asalto desatan a Luke y lo escoltan a una celda del tercer nivel del Bloque de la Muerte. Cuando la puerta de la celda se cierra con un golpe metálico, Luke finalmente permite que la desesperación le recorra.
Aunque quiere culpar a Erling de su captura, el piloto rebelde sabe que no es así. Su propio orgullo le ha llevado allí. Si no hubiera permitido que los comentarios de Erling nublasen su juicio, se habría dado cuenta de que no podía usar la Fuerza estando tan enfadado. Y si no hubiera permitido que el orgullo dictase sus acciones, no habría intentado usar la Fuerza para un truco que sólo había visto realizarse una vez.
En lugar de salvar a Erling, como pretendía hacer, Luke lo había puesto en peligro. Incluso si Erling y Erredós siguen libres, sólo es cuestión de tiempo que Parnell los atrape. Luke quiere castigarse a sí mismo, pero nada que pueda hacer cambiaría la situación. Había permitido que sus emociones pusieran a otros en peligro, al igual que Erling había hecho con Sidney y Gideon. Eso es lo más lejos de ser un Jedi que podía llegar a estar.
Dándose cuenta de que su fuga dependerá más de unos nervios templados que del auto-reproche, Luke se tumba y cierra los ojos. Un poco de sueño debería refrescarle y reponer la energía que necesitará cuando vea la oportunidad de escapar.
Más tarde -cuánto más, Luke no sabría decirlo-, se despierta ante el ruido de su celda abriéndose. Inmediatamente se pone en pie de un salto, alerta y preparado para cualquier oportunidad. Una figura acorazada negra se encuentra de pie en el umbral, silueteada contra la débil luz que se filtra en el bloque de celdas. Lleva un casco estilizado en la cabeza y una capa negra cae de sus hombros.
Pero la figura no es Darth Vader, y su disfraz no puede engañar a nadie que haya pasado algún tiempo en compañía del auténtico Señor Oscuro. Vader mide más de veinticinco centímetros más que ese hombre, y tiene los hombros mucho más anchos. Y, aunque esta figura podría aterrorizar a alguien que sólo conociera a Vader por su reputación, carece de la amenaza tangible que acompaña a Vader como un aura. Y aún más importante, Luke sólo siente en este individuo un pequeño atisbo de la Fuerza; ciertamente no el poder del Lado Oscuro asociado al Señor Oscuro.
-Me llevaré al prisionero conmigo -dice la figura con voz áspera. A pesar del filtro electrónico, Luke reconoce la voz de Erling Tredway.
-Necesitamos un código de autorización, Lord Vader -dice un guardia.
Erling se vuelve rígidamente hacia quien ha hablado.
-¿Realmente quiere mi autorización?
El guardia calla por un instante.
-No -dice finalmente.
Para variar, Luke debe admirar la iniciativa de Erling. Aunque Erling nunca podría llegar a igualar la auténtica malicia de Vader, su presencia lleva consigo cierto aire de mando. Si se añade el temor al mero nombre del Señor Oscuro, sólo el imperial más insensato se atrevería a importunarle con los procedimientos.
-¡Tú, afuera! -gruñe el guardia, quizá más ansioso de librarse de Vader que de Luke. Luke obedece, deteniéndose en la puerta para mirar con desdén a su nuevo captor.
-Volvemos a encontrarnos, Señor del Mal -dice. Para que funcione la mascarada, debe interpretar su papel.
El guardia sostiene un par de grilletes.
-Eso no será necesario -dice Erling-. Esos grilletes no le retendrían.
El soldado de asalto estudia a Luke con renovado respeto y luego da un paso atrás.
Erling empuja a Luke hacia el ascensor.
-Pagarás cara tu insolencia.
A mitad de camino del ascensor, Luke se detiene, obligando a Erling a chocar contra él.
-No te olvides de mi sable de luz -susurra.
Erling le empuja.
-Intenta eso de nuevo, y acabaré contigo aquí mismo.
En la planta baja, Erling solicita los efectos personales de Luke. Sujeta el sable de luz a su cinturón. Luego salen del Bloque de la Muerte en el mismo carro repulsor que Luke había utilizado tras su llegada.
Cuando finalmente están a salvo, Luke comienza a hablar.
-¡Debes estar loco! ¿Cómo sabías que Vader iba a venir?
Erling se explica. Cuando Luke puso el carro repulsor marcha atrás y atacó al soldado de asalto, todo lo que Erling podía hacer era retomar el control del vehículo. Para cuando lo hizo, la lucha había terminado y estaban llegando refuerzos. Se ocultó en la sala de almacenamiento que habían encontrado tras escapar de la sub-ciudad. Erredós se conectó al ordenador para comprobar qué ocurría, e informó que Darth Vader estaba llegando. Cuando escuchó eso, el plan surgió sin más en la mente de Erling.
-Buen trabajo -dice Luke-. Esta vez no tendremos ningún problema para entrar en la estación de lanzamiento.
Razonando que la presencia de Darth Vader parecería de lo más natural en la estación de lanzaderas del personal de mando, regresan allá. Al girar hacia la estación de lanzamiento, algo cosquillea en la base del cerebro de Luke. Una oleada de nausea le invade, dejándolo casi sin aliento.
-¿Pasa algo malo? -pregunta Erling.
-Una distorsión... -jadea Luke-. ¡Estamos en peligro!

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