jueves, 29 de septiembre de 2011

La Tribu Perdida de los Sith #7: Panteón (II)

Capítulo Dos
-Esto... es asombroso.
-No está bien, Cuidador.
-Yo no he dicho que lo estuviera –respondió Hilts a su ayudante-. Pero aún así es asombroso.
Conforme el sol de Kesh lanzaba sus primeros rayos sobre la ciudad, Hilts y Jaye miraban hacia abajo a los terrenos del palacio desde el balcón. Nunca habían visto la ciudad tan viva. Una palpitante alfombra de humanos y keshiri cubría lo que antiguamente había sido el Círculo Eterno, y la gente colocaba refugios portátiles para protegerse de la lluvia volcánica.
Los celebrantes comenzaron a reunirse al día siguiente de que Iliana y sus guerreras entrasen al palacio, reservando sitios en previsión del Festival de la Ascensión de Nida. A ninguno de los ciudadanos ordinarios se le permitiría estar presente en la lectura del Testamento, pero eso no parecía importar.
-Este planeta necesita una fiesta -dijo Hilts.
-Lo que quieren es un líder -respondió Jaye. Alzó sus ojos oscuros hacia el Cuidador-. Eso es lo que escuché que decía Iliana. Todos los humanos esperan obtener alguna orientación de de las palabras del Gran Señor.
Hilts se rió.
-Bueno, al menos serán sus palabras. –Lanzó una mirada al interior del palacio, donde Iliana y sus compañeras contemplaban con estupefacción la pirámide adornada-. Nunca averiguaran siquiera cómo encenderlo.
Eso era cierto, recordó Hilts; apenas fue capaz de hacer que el objeto funcionase durante el último Día del Testamento, veinticinco años atrás. Su predecesor lo había descrito como un dispositivo de grabación, y le había transmitido el antiguo secreto para activarlo... pero a Hilts le hicieron falta cuatro intentos para hacerlo correctamente el día señalado. Se preguntaba si tal vez algo fallase en el objeto. ¿Funcionaría este año?
No importaba. Él había trabajado bastante bien los últimos cuatro días, pensó Hilts. Para ganar tiempo, le había mentido a Iliana diciendo que el dispositivo sólo se activaba en el Día del Testamento. Eso no había detenido a arrogante la mujer para trastear con él, sin ningún resultado... pero la estratagema le sirvió para conseguir el alivio que esperaba. Junto al gentío que iba a la fiesta, los rivales de Iliana llegaron a Tahv mucho antes de lo previsto, evidentemente atraídos por los informes de sus espías de que las Hermanas de Seelah habían tomado el palacio. Ahora, en los campamentos de ahí fuera ondeaban los pendones de los Korsinitas, de Destino Dorado, de Fuerza 57, y un sinnúmero de otras facciones. La vanguardia de Seelah había tomado posiciones en el exterior de la entrada del palacio, pero no estaba claro cuánto tiempo podría impedir la entrada con el número de oponentes en crecimiento constante. Faltando ocho días antes del Día del Testamento, los enemigos de sangre habían aplazado la violencia, aprovechando en cambio la aglomeración de público como una oportunidad para hacer proselitismo. La Ascensión de Nida se había convertido en un festival del parloteo.
-Buscar un líder en este grupo -dijo Hilts-. Que el lado oscuro nos ayude a todos.
-La conjunción -dijo Jaye. Hilts temió estar a punto de escuchar una nueva sesión acerca de la teoría de Jaye, y de lo que realmente era el día de hoy, cuando el keshiri suspiró y le miró a los ojos-. Cuidador, nunca entenderé por qué usted nunca asumió el reto de gobernar la Tribu. Usted sabe más que nadie de los caminos de los antiguos.
-Sé demasiado -dijo Hilts, divertido-. Estos son los días del Loco Flagrante, amigo mío. Los hombres bien informados como nosotros no podemos llegar muy lejos.
-Pero la Tribu enseña que cada hombre o mujer libre puede crecer hasta convertirse en Gran Señor.
-Y eso es algo bueno para que yo lo crea -dijo Hilts-. Pero si lo crees, ya no es tan bueno. Y si esos tontos de ahí fuera también lo creen -continuó, señalando a la multitud-, se convierte en algo horrible. Tu oportunidad se encuentra en mi fracaso. –Sonrió-. ¿Y qué es eso de “la Tribu enseña”? Ya nadie está de acuerdo ni siquiera en qué es la Tribu. -El sistema educativo había sido una víctima más de la agitación. Bajo Korsin y sus sucesores, la gente había trabajado unida. Pero a medida que los individuos iban buscando cada vez más atajos hacia el poder único, la sociedad Sith, si es que podía llamarse así, se había derrumbado. Hilts dio una palmada en el hombro del joven ayudante-. No, ya es demasiado tarde. Al igual que Donellan, el tiempo me ha pasado por encima.
-No estoy de acuerdo...
-Escucha, Jaye. Cuando un hombre de edad avanzada te dice que algo es verdad, o bien le crees, o bien asientes cortésmente –dijo Hilts, alejándose de la barandilla-. Lo último que quieres hacer es sacudir su fe en su omnisciencia.
-¿Aún si está equivocado?
-Sobre todo si está equivocado. -Se volvió para dar un paso hacia el interior del palacio-. Y hablando de necios...
En el interior, Iliana continuaba manipulando la pequeña pirámide. Sólo permanecían dos de sus compañeras, el resto había marchado a guardar la entrada.
-Si se trata de algún tipo de dispositivo de grabación -dijo Iliana-, debe tener una fuente de energía. Tal vez un cristal Lignan.
-Si consigue descubrir cómo funciona -dijo Hilts-, usted misma se convertirá en uno de los registros históricos.
Avanzó hacia una posición no amenazante cerca de los Tubos de Arena. Después de encerrar a sus trabajadores en otra habitación, Iliana había mantenido al cuidador y a su ayudante en el área inmediata, listos para responder a las preguntas. Hilts no iba a irse a ninguna parte, de todos modos. Todo ese asunto se había convertido en un entretenido espectáculo... y los intérpretes, divertidos de contemplar.
Encontraba a Iliana una mujer atractiva, si bien completamente venal y poco fiable. Hilts nunca había tomado pareja, en parte debido a su misión sin futuro, pero también porque sabía que los Sith no saben compartir. Lo había visto en las historias una y otra vez: todas esas envidias y conspiraciones, incluso dentro de las familias. No era de extrañar que Yaru Korsin hubiera decretado que los cónyuges de los Grandes Señores fallecidos debían ser condenados a muerte. No había lugar para el veneno en el dormitorio.
No es que Iliana lo supiera. Ahora, como lo había hecho una vez el día antes, Iliana dio un paso hacia él y le miró a los ojos con repentina calidez.
-Cuidador, ¿estás seguro de que no hay manera de ver la grabación, ahora? ¿De alterarla?
Su mano enguantada acarició suavemente el brazo del hombre.
-¡Por la sangre de Gloyd, muchacha! Tengo el doble de su edad, por lo menos –dijo Hilts. La miró con incredulidad-. Y usted es una Hermana de Seelah.
Fulminándolo con la mirada, ella se echó hacia atrás.
-¡Y tú eres una vieja verruga purulenta!
-Eso me gusta más. ¿Podemos pasar a los hechos ahora? Aunque quisiera, yo no podría modificar el mensaje del interior. ¡Y no quiero! –Se dio la vuelta alejándose de ella y señaló las pinturas en las paredes del atrio, que representaban la llegada de los viajeros de los cielos-. Este artilugio es nuestro único enlace que funciona hacia ese pasado, a cómo llegamos a ser lo que somos. Yo no lo modificaría aunque mi vida dependiera de ello.
-¿Y si fuera la de otra persona?
Hilts escuchó el agudo siseo del sable de luz de Iliana al activarse. Girándose con precaución, vio que sus compañeras habían sujetado a Jaye por los brazos.
-Tranquilas, no creo que esto sea necesario.
-Yo creo que sí. Comienza a desmontar el dispositivo, Cuidador. Y mientras lo haces -dijo Iliana-, nosotras desmontaremos a este keshiri. Puede que quede algo de él, si trabajas lo suficientemente rápido.
La mirada de Hilts alternó entre su ayudante, retorciéndose presa del pánico, y el objeto brillante. Ni siquiera sabía por dónde empezar, pero tenía que hacer algo. A regañadientes, tomó la pequeña pirámide en la mano...
…y casi la dejó caer cuando varias figuras atravesaron las ventanas de vidrio sobre ellos, cayendo en el atrio. Vestidos con el antiguo traje de cuero de uvak de los Rangers Celestiales, los recién llegados se posaron en la superficie de mármol detrás de las mujeres que mantenían cautivo a Jaye y encendieron sus sables de luz. Al mismo tiempo, varias de las guerreras de Iliana del exterior entraron, huyendo del ataque de una espeluznante multitud de misántropos. Con su arma ya desenvainada, Iliana saltó a la defensa de sus aliadas, liberando a Jaye, que se lanzó al suelo cerca de los pies Hilts.
-¡Ahora, muchacho! –Sujetando la túnica de su ayudante con una mano y el dispositivo grabador con la otra, Hilts saltó hacia los Tubos de Arena, lejos de la refriega. Tras ellos, energía carmesí crepitaba, desgarrando carne Sith. Se dio cuenta de que había dos grupos de asaltantes luchando contra Iliana.
Al reconocer quiénes eran, Hilts se dio cuenta de lo que tenía que hacer.
-¡Basura humana! -gritó con furia Iliana al entrechocar su sable de luz con el de una mujer gigantesca con cicatrices.
-¡Criada traidora! -gritó una montaña calva de ira masculina, uno de los llegados desde arriba con armadura de cuero.
Enfrentándose, los combatientes parecían tan interesados en insultar a sus enemigos como en golpearles. Tanto era así, que en medio de los golpes, pudieron escuchar...
-¡Hey! ¡Aquí arriba!
Las cabezas se volvieron hacia el imponente artilugio de cristal imponentes que se alzaba junto a la pared norte. Hilts, desaliñado, se aferraba a la escalera de mantenimiento de los Tubos de Arena, con un Jaye aterrorizado en los escalones inferiores. Sosteniendo el dispositivo de grabación en una mano, el Cuidador tragó saliva y habló.
-Facciones de Kesh... huéspedes invitados... bienvenidos. Hmm... llegáis todos muy pronto.

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