jueves, 18 de septiembre de 2014

Los jugadores de holoajedrez divorano

Los jugadores de holoajedrez divorano
Simon Smith y Eric Trautmann

Ah, sí, Hart Daele. Sí, recuerdo a Daele muy bien. Un hombre encantador. Aburrido, desde luego. Ya sabes cómo pueden llegar a ser los teóricos matemáticos; imagina un Jedi teórico matemático. Aburrido no es la palabra.
En esa época yo vivía en Damualer Triac con mi segunda esposa, Hannah, y él estaba en la provincia de Samarine, a unos siete kilopársecs de distancia. Nos habíamos enfrascado en una competición de holoajedrez divorano. Conoces el juego, ¿verdad? Cada jugador controla quince ejércitos holográficos en un tablero de juego multinivel, y el objetivo es capturar las quince piezas de Emperador del oponente. Hacia el final, el pequeño ábaco andante me iba ganando por dos partidas de ventaja.
En cualquier caso, nos costó un poco llegar a conocer el estilo de juego de cada uno, unos cinco años o así, pero después de eso, siempre que él pensaba que yo no me estaba concentrando, usaba un ordenador para hacer sus movimientos. Yo siempre podía darme cuenta; la calidad del juego descendía considerablemente. De eso se trataba, claro; un suave empujón para hacer que yo jugase mejor. Oh, vaya. No había mucha gente que pudiera rivalizar con Daele en el ajedrez divorano... Ciertamente, me hizo trabajar bastante duro.
¿Por dónde iba? Ah. En esa época allí solía haber un precioso bosque a unos dos kilómetros al sur de mi casa, y solía ir paseando hasta allí con regularidad. Y siempre, justo cuando pasaba junto a ese Roble Milenario deformado por las tormentas, solía escuchar su vos etérea, procedente de ninguna parte, diciendo “Lancero a Segundo Plano de Reina 4” –solía utilizar la antigua notación de ajedrez, ¿sabes?- y yo siempre solía quedarme quieto, alzar un dedo, y decir “Debería anotar eso” antes de continuar mi marcha. Seguimos con esa rutina durante casi cuarenta años...
No, nunca ha sido cierto que los Jedi sólo tengamos visiones a través de las distancias estelares. Daele y yo jugamos treinta partidas de ajedrez como esa, y eso requiere telepatía proyectiva... Todos nuestros límites vienen de nosotros mismos. Ahorra una fortuna en facturas de comunicaciones...
Yo solía enviarle mi respuesta justo antes de que se fuera a sentar a cenar. Él tenía el tablero de ajedrez en sus aposentos privados –un bonito conjunto de cristal, el suyo- y eso significaba que podía hacer el movimiento en su tablero tan pronto como yo se lo decía.
¿La pintura? Oh, sólo es mi pequeño hobby. Siempre me ha gustado el ajedrez, y disfruto de la pintura holográfica... He realizado varios tableros en distintos estilos, con diferentes fondos. Ese fue complicado porque las piezas son muy reflectantes y tienen esas formas extrañas y retorcidas, lo que significa que los reflejos del planeta que hay tras ellas aparecen en algunos lugares extraños. Oh, no, es demasiado frío para la sala de estar, pero aquí queda bastante bien. Mi mujer dice que no le gusta porque se queda mirándolo fijamente durante horas sin poder encontrarle ningún sentido. Tiende a hacer que la gente se sienta... incómoda. Oh, bueno. En realidad es una posición de jaque, pero la ilusión hace que sea difícil de interpretar. Algún día lo regalaré a alguien, cuando encuentre a alguien que lo merezca.
Creo que ya basta de holoajedrez divorano por ahora. Toma algo más de licor de especia, y te hablaré acerca del resto del clan...

-          Fragmento de “Una entrevista con Haaran Balmor, Maestro Jedi”, del libro de Madelein Aurin Héroes de la República, Prensa Estelar Sarlain, 96.72 (Prohibido ahora en todos sus formatos)

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