En las trincheras
Pablo Hidalgo
Extraído del diario de datos de
Voren Na’al.
Anteriormente a Hoth, mi experiencia de combate había sido
extremadamente limitada. Desde luego, había habido algunos momentos tensos e
incluso uno o dos tiroteos en el pasado. De hecho, ese tipo de situaciones son
casi imposibles de evitar cuando viajas con la Alianza Rebelde. Pero para mí, y
ya puestos, para casi nadie del resto del personal de la Base Eco, nada se
acercaba a lo que experimentamos bajo el bloqueo de la flota imperial. Nada
silenciará jamás el eco de los atronadores pasos de esos mastodónticos
caminantes imperiales. Hay noches en las que me despierto con sudores fríos,
con esos golpes de pesadilla resonando todavía en mi mente.
La primera vez que escuché el sonido lejano de esos monstruosos pies
mecánicos golpeando la superficie nevada de Hoth, pensé que tal vez sería mi
imaginación. Ninguno de los soldados a mi alrededor sabía mucho acerca de los
caminantes; habíamos oído hablar de ellos, pero nunca habíamos visto uno de
cerca, ni éramos capaces de imaginar lo aterradoras que podían ser esas
horribles máquinas.
El sonido se fue haciendo cada vez más fuerte. Hubo una inquietante
llamada de comunicador por parte de nuestros exploradores en el Risco Norte, y
terminó con una frase cortada abruptamente por la mitad y el fantasmal
chasquido de un canal cerrado a la fuerza. Caminantes imperiales. La idea de
enfrentarse a esas bestias sin una buena cobertura ni formidables vehículos de
combate bloqueaba nuestras mentes.
La única cosa que impidió que el miedo campara a sus anchas en las
filas fue la formación cerrada de deslizadores de nieve del Grupo Pícaro
rugiendo sobre nuestras cabezas en ese mismo instante. Provocó vítores
espontáneos de los soldados nerviosos agazapados a mi alrededor. Todos habíamos
visto a nuestros pilotos de deslizadores de nieve realizando a diario maniobras
en los simuladores, antes de que los deslizadores hubieran sido adaptados al
frío. Pero nunca antes habíamos visto al escuadrón completo en vuelo, y era una
visión alentadora. No estoy seguro, pero creo recordar haber visto cómo el
deslizador en cabeza agitaba apenas imperceptiblemente las alas al pasar, como
si fuera un gesto de confianza que nos dijera “poneos cómodos; nosotros nos
ocuparemos de esto”.
Pero pese a toda la confianza y heroicidades de la galaxia, nada
podría haber detenido al Imperio ese día. Los caminantes eran simplemente
demasiado poderosos. Todo lo que pudimos hacer fue realizar una retirada con
éxito. El plan nunca había sido rechazar las tropas imperiales, ni siquiera
aguantar su empuje. Pero hubo momentos en los inicios de la batalla en los que
todos nos sentimos como si tuviéramos alguna oportunidad. Yo estaba allí, en
esa trinchera, sólo como observador. Llegué con un holograbador en una mano y
una tableta de datos en la otra. Pero pasó poco tiempo antes de que, sin pizca
de arrepentimiento, me encontrase abandonando esas herramientas aparentemente
inútiles y las cambiara por el frío consuelo de un rifle bláster. Al final,
como mis compañeros, me encontré en una carrera desesperada en busca de la
seguridad de los transportes cuando los soldados imperiales entraron como un
enjambre en la Base Eco mientras estaba siendo evacuada.
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