Primeras
impresiones
Martin Wixted
El deslizador se abría camino lentamente por las
calles abarrotadas. Docenas de seres de aspecto poco respetable deambulaban por
el laberinto, ajenos al brillante deslizador con el emblema imperial. El lugar
era cálido, los edificios no eran de mucha altura y se pegaban al suelo. De vez
en cuando un estrecho callejón ofrecía sombras en toda su longitud, pero los
soles gemelos se aseguraban de que las sombras no proporcionaran alivio para el
calor. O el olor.
-No es gran cosa para la vista, ¿verdad? –suspiró el
prefecto Eugene Talmont, abriéndose el cuello del uniforme.
El teniente Harburik alzó la mirada del panel de
instrumentos.
-No, señor.
El soldado gesticuló rápidamente para apartar a un
grupo de jawas. Las criaturas de túnicas marrones avanzaron junto al deslizador
durante unos metros, golpeando el capó y farfullando entre ellos. El prefecto
advirtió algunas moscas zumbando entre las capuchas de las criaturas enanas e instintivamente
hizo una mueca de asco. Cuando el deslizador finalmente los dejó atrás, se
volvió para mirar como los pequeños seres se alejaban en la distancia.
-Mmff. Si este es el asentamiento más importante
del planeta, diría que destinarme aquí será un desperdicio de mi considerable
talento. Uno creería que el viejo moff Julstan podría encontrar algún lugar más
digno de mis talentos como negociador y de mi exquisita educación.
-Sí, señor. Es cierto que aquí no ocurre gran cosa.
Sólo hacía cinco minutos que Harburik le conocía, y
ya lo odiaba. Decidió dejar que el prefecto descubriera por sí mismo la
cantidad de actividad que bullía bajo la superficie de esa ciudad de aspecto
apacible. Tal vez eso le haría perder algo de su arrogancia.
-Por cierto, ¿qué sabe acerca del motivo por el que
el antiguo prefecto fe retirado de su puesto? He escuchado hablar de su
incompetencia general y de sus peculiaridades, como malgastar fondos imperiales
en producir miles de mapas locales para repartirlos gratuitamente a los
visitantes; pero, en un planeta perdido como este, ese tipo de incompetencia
general parece bastante inocuo.
-El prefecto Depp murió en la línea de acción,
señor.
-¿En este planeta? –El prefecto Talmont se revolvió
incómodo en su asiento-. Supongo que no fue alguna revuelta local.
-El informe fue un poco impreciso, señor –dijo Harburik,
con su voz más cansina y molesta, disfrutando de la incomodidad del prefecto-.
Algo sobre un droide asesino, según recuerdo.
-Oh. Oh… cielos. –Talmont palideció y se encogió en
su asiento-. ¿Podemos poner el techo de la cabina? Sí, la cabina, eso es.
Revisaremos mejor el despliegue policial actual una vez que lleguemos a mi
oficina. Oh, cielos.
El teniente sonrió mientras dirigía el deslizador
hacia la nueva oficina del prefecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario