Qué no hacer
Mark
Rein-Hagen y Stewart Wieck
El capitán Nuendo Rash activó los motores de su
nave y guio su vehículo por la abrasadora tarde de Tatooine. Sus pasajeros
estaban muy nerviosos.
-Eh, Capitán, esto realmente no es una buena idea...
–comenzó a decir el primero oficial, Hutch, un ciborg sin sentido del humor.
El Jedi, Kaoln, estuvo de acuerdo con Hutch.
-¡Necesitamos el grano en la bodega para burlar la
inspección de aduanas!
Rash se limitó a sonreír.
-Creo que el gordito aprovecharía ese grano mejor
que la rebelión. Además, le debo una a esa babosa por lo de los matones en Mos
Eisley. No merece la pena que me disparen por veinte mil créditos, ¿verdad?
El carguero YT-1300 flotaba sobre las dunas
arenosas, acercándose a un imponente edificio que recordaba a las antiguas
fortalezas de la República. Las puertas de carga se abrieron, y varias
toneladas métricas de grano cayeron sobre la estructura, llegando en algunos
casos a agrietar realmente el exterior asolado por el sol. Con un gran
estallido sónico, el carguero salió disparado hacia los cielos.
Rash miró a los rostros ligeramente pálidos que le
rodeaban en la cabina.
-Ey, chicos, Jabba no habría llegado a ser lo que
es hoy en día si no tuviera sentido del humor. Relajaos. –Aguafiestas, pensó.
-Tengo un mal presentimiento –murmuró Hutch...
No hay comentarios:
Publicar un comentario