Capítulo Tres
Al asomarse por la estrecha ventana de la cúpula, Hilts se dio cuenta de que Edell había estado pensando en este plan por un tiempo. Situada sobre el tejado del Templo, la lujosa cúpula ofrecía una vista clara del rectángulo principal... y desde allí, Hilts había observado con asombro toda la actividad.
Con la puesta de sol sobre el vasto océano occidental, la jornada de trabajo de los guerreros Sith acababa de empezar. Allí había por lo menos treinta, algunos de ellos con los ropajes de sus diferentes facciones; otros habían abandonado su vestimenta partidista por completo. Muchos de ellos habían llegado mientras Hilts y sus dos compañeros esperaban su oportunidad de salir del Presagio sin ser detectados, y todos estaban ocupados ahora en un gigantesco proyecto de ingeniería. O, más bien, un proyecto de demolición. Los guerreros se aferraban a los lados de la gigantesca torre de vigilancia, rodeando los soportes con largos cables de cuero. La torre era una maravilla, increíblemente recargada con plataformas de observación elevadas; no haría falta un esfuerzo enorme para derribarla.
Hilts vio exactamente donde se pretendía que cayera. Edell estaba de pie en la plaza, dirigiendo a los guerreros sobre la manera de colocar sus equipos de uvak. Con las bestias en el suelo y en el aire tirando de las cuerdas al unísono, Edell claramente esperaba que la cubierta más pesada de la torre de piedra cayera justo sobre la parte superior de la cámara que albergaba al Presagio.
-Esa sala fue bien construida -dijo Iliana, mirando por encima del hombro de Hilts-. ¿Le causará algún daño?
-Lo romperá igual que un martillo un huevo de uvak –murmuró Hilts. Conocía a Edell: intenso, pero estudioso. Edell comprendía cómo se habían construido las estructuras clásicas, y había visto de cerca el refugio del Presagio-. Tal vez no hagan pedazos la nave, pero ciertamente van a enterrarla.
Iliana se burló.
-Ya estaba muerta y enterrada.
Hilts se limitó a menear la cabeza y mirar. Había muchos por ahí, todos trabajando en su causa destructiva común. Incluso reconoció a Neera, la deformada líder de Fuerza 57, ofreciendo su enorme musculatura para unirse al trabajo junto a los otros guerreros.
-¿No están con ella algunas de tus Hermanas de Seelah? -Hilts entrecerró los ojos en la creciente oscuridad-. ¿No eres su líder? ¿Te escucharían?
-¿No has visto lo que ha estado pasando últimamente? Nadie sigue a nadie ahora -dijo Iliana, encogiéndose de hombros-. Pero trabajarán juntos en esto. La gente necesita una misión.
Hilts parpadeó. La unidad que él había esperado... en la causa de aplastar toda esperanza. Estudió a Iliana.
-Puede que te dejen vivir... si te unes a ellos.
-No es probable. ¿Quién crees que le arrebató la mano a Bentado?
Desde atrás, en la antesala, se escuchó un fuerte chasquido.
-He conseguido abrir el pestillo, Cuidador -dijo Jaye, levantándose. La gran puerta interior de la rotonda se abrió con un chirrido por primera vez en siglos.
-Eres todo un manitas -dijo Hilts-. Viene bien tener a alguien que te siga.
Jaye esperó a que su amo e Iliana entrasen antes de seguirlos, con una barra de luz recién encendida en la mano.
Mientras que el hogar del Presagio, bajo ellos, tenía un enorme ocupante, no había nada en esta rotonda más pequeña, salvo una sola silla junto a un brasero. Hilts dio un paso hacia ella con entusiasmo. Sí, era lo que él pensaba que era. La silla de mando. El trono del Gran Señor.
Lo suficientemente cerca para tocar el asiento, Hilts hizo una pausa y miró a su alrededor. Era un lugar extraño para ella, ahí sola en esa sala de la cima del Templo. Miró hacia el vacío sobre su cabeza. La única barra luminosa de Jaye no era suficiente para iluminar el lugar.
-¿Veis algo allá arriba?
-Creo que ya lo tengo -dijo Iliana. Agarrando a Jaye, rasgó violentamente la parte posterior de la túnica del sobresaltado secretario. Sin decir una palabra, formó una bola con el paño y lo tiró al brasero. Con la ayuda de la herramienta de pedernal encadenada a un lado, pronto tuvo un pequeño fuego encendido. El humo ascendió flotando hasta unas rendijas cerca del vértice del techo.
Con escalofríos, Jaye se mostró inquieto.
-Alguien de fuera podría ver el humo.
-No me importa -dijo Iliana-. No me queda nada salvo luchar.
Hilts miró a su ayudante y se encogió de hombros. Ahí hacía un frío sorprendente... lo bastante como para resultar incómodo incluso a un viajero de las estrellas.
-Tan solo mantente cerca del fuego -dijo, antes de mirar hacia arriba.
Por un momento, creyó ver las estrellas del exterior. Luego, al volver a mirar, se dio cuenta de que, efectivamente, las estaba viendo... en cierto modo.
-¡Un planetario!
Incrustadas en el techo redondeado había piedras carmesíes, brillando cálidamente con el fuego parpadeante. Una a una, reconoció las estrellas del cielo de verano de Kesh... y vio muchas otras más pequeñas que no podía reconocer.
-¿Son cristales Lignan eso de allá arriba? -preguntó Iliana.
Hilts se echó a reír.
-¿Por qué no?
La tripulación del Presagio habría tenido un montón de ellos a su disposición.
Devolvió su atención a la silla, la pieza que faltaba del puente de la nave. No era difícil imaginar a Yaru Korsin ahí, sentado en la noche, contemplando el retorno de su gente a las estrellas. Pensó de nuevo en la frase de Korsin del Testamento. ¿Qué había detrás del trono? No había nada ahí que él pudiera ver... sólo un muro vacío. ¿Sería algo en el mapa estelar? No, eso estaba encima.
Indiferente al despliegue sobre ellos -y a cualquier sentido de la historia- Iliana se dejó caer sobre la silla, echando sus piernas con botas sobre el apoyabrazos.
Hilts la miró boquiabierto.
-¿Vas a sentarte ahí?
-No voy a hacerlo. Ya lo he hecho. –Con aire casual, desenganchó su sable de luz y se lo fue pasando de una mano a otra-. O bien esa gente de fuera echa abajo el Templo debajo de nosotros, o bien nos encontrarán aquí. Si voy a tener que esperar, lo haré sentada.
-Como quieras.
-Esta sala es bastante inútil, ¿sabes? -dijo Iliana, haciéndose sonar los nudillos-. Sólo muestra el cielo en un momento determinado del año.
Hilts asintió con la cabeza. Era más decorativo que útil. Pero sus pensamientos estaban todavía en la silla... y en el Testamento de Korsin.
-¿Tienes un cuchillo?
-Por supuesto -dijo Iliana, usando la Fuerza para extraer una hoja de vidrio de un compartimiento en su bota. El arma se detuvo en el aire, flotando cerca de la cara de Hilts.
-Muchas gracias -dijo él, tomándola y arrodillándose detrás de la silla.
Detrás del trono. Tentativamente, casi con miedo, Hilts deslizó la punta de la shikkar en el duro cuero del respaldo del asiento. Pudo comprobar que los Sith no equipaban sus naves para que fueran cómodas... pero incluso el basto cuero de la silla de mando no era rival para la hoja keshiri. Con cuidado de no cortar más de lo que debía, Hilts retiró el cuchillo y deslizó su mano dentro del relleno.
Aún sentada, Iliana observó como el viejo pescaba sin rumbo, con el brazo hasta el codo dentro de la silla.
-Pareces un idiota -dijo.
También él se sentía como un idiota, y estaba a punto de detenerse cuando su mano alcanzó el nivel de los apoyabrazos.
-Hay algo aquí dentro –dijo-. ¡Cosido en el interior!
Extrajo rápidamente la mano, rasgando más la tapicería al hacerlo.
El vial de vidrio contenía una sola hoja enrollada de película transparente... más delgada que el más fino pergamino que los keshiri hubieran producido nunca. Al acercarla al fuego que comenzaba a extinguirse, unas figuras comenzaron a tomar forma.
-¿Qué es lo que está escrito? -preguntó Iliana, súbitamente interesada.
-Es el canto antiguo de los Tapani... el lenguaje de los humanos bajo el gobierno de los Sith -dijo Hilts-. El lenguaje de la madre de Korsin.
-¿Cómo lo sabes?
-Porque lo he estudiado... y ella lo escribió. –Retiró de un empujón las piernas de Iliana del apoyabrazos y acercó la película al fuego tanto como pudo atreverse-. Takara Korsin. El padre de Korsin la abandonó por la madre de Jariad.-. Sus ojos recorrieron la página. Había pasado el año anterior estudiando un texto sobre el lenguaje. Despacio, pero seguro, fue descifrando el contenido.
-Está marcado como personal –dijo-. Entregado a Korsin por un mensajero de confianza.
Tragando saliva, recitó:
"Sé que estás cansado de oír hablar de mis visiones, hijo mío. Si actúas como siempre lo has hecho, supongo que no leerás esto hasta que tu misión esté bien avanzada. Me alegro de que se te haya dado el mando de una misión importante para Naga Sadow... incluso aunque me pese, como le pesa a toda nuestra especie, saber que tu victoria es solo para su gloria.
"Sí, he tenido otra de las visiones. He visto a nuestros descendientes gobernando un día un gran pueblo, libres de los Sith Rojos. Tendremos algo que será nuestro propio. Cuando estén bien dirigidos, veo nuevos horizontes abriéndose para nuestra gente... nuevos lugares para conquistar.
"Yaru, sólo tú eres lo suficientemente sabio como para guiar a nuestro pueblo. Devore será su propia ruina; siento fortaleza en la compañera que ha elegido, Seelah, pero eso no es suficiente. Sólo tú sabes cómo manejar las ambiciones de muchos... cómo dar forma a tu ira, y esculpirla para que se ajuste con el propósito que tienes delante.
"Tienes un propósito. Cuídalo. Si guías bien a nuestro pueblo, siempre tendrán una misión.”
Hilts retiró la carta del fuego y se quedó mirando. Ni siquiera se dio cuenta de que Jaye se había acercado con cautela, casi reverencial, detrás de él.
-Mire el sello de la fecha –dijo el tembloroso keshiri, señalando por encima del hombro de Hilts unas cifras a lo largo del borde-. Recibió esto justo antes de que el Presagio partiera hacia Phaegon.
Hilts asintió con la cabeza mientras pensaba en las palabras. No, Korsin no hubiera querido que nadie leyera el mensaje mientras todavía estaba trabajando para Naga Sadow, de ahí el escondite. Pero, durante un cuarto de siglo, Korsin había mantenido el mensaje siempre cerca de él.
-Siempre me había preguntado cómo encontró la fuerza para seguir adelante -dijo.
-Tonterías entusiastas de una madre que lo adoraba -dijo Iliana-. Ni siquiera Korsin podría creerse este sinsentido.
-Cállate, niña. -la miró fijamente-. Ella era sabia. Ella vio lo que él podía construir. Y esto demuestra que nuestro pueblo no estaba destinado a vivir como esclavos para siempre. Tenemos un futuro. -Hilts se puso en pie de repente y comenzó a andar hacia la salida-. Esa gente de ahí fuera. Si pudiera leérselo...
-No escucharían -dijo Iliana-. Esto ha ido demasiado lejos. Sé que yo no escucharía.
Hilts se detuvo antes de llegar a la puerta. Miró la carta de nuevo y frunció el ceño.
Iliana tenía razón. Los sentimientos eran un bálsamo para el espíritu... pero la gente necesitaba una causa específica. Como derribar una torre y destruir de una nave espacial.
-¿A qué causa sí te unirías? -preguntó, enrollando la carta y metiéndola de nuevo en su tubo.
Iliana respondió sin pensarlo dos veces.
-A la mía.
-Hmmm.
Podía oír más gritos en el exterior, más allá de la antesala. El equipo de demolición debía ser mayor ahora. Hilts y sus compañeros no podían quedarse. No ahí, no encima del lugar de reposo del Presagio...
-Espera -dijo Hilts, mirando al suelo.
Jaye se estremeció junto al brasero que ya comenzaba a enfriarse.
-¿Qué ocurre, Cuidador?
-Este mensaje... esto no es lo Korsin quería decir. -Miró a la silla donde Iliana seguía sentada-. Recuerda la cita. El verdadero poder está tras el trono. No dentro del trono. ¡No bajo quien se siente en él!
-¿Ahora quieres ponerte a discutir sobre semántica? –Iliana negó con la cabeza-. No, no. Estás buscando precisión en las palabras de un loco moribundo...
-Un loco lo suficientemente inteligente como para conquistar a todo un pueblo nativo... y para entrenar a una hija para la guerra delante de las narices de todo el mundo. No -dijo Hilts, haciendo rodar el tubo con la misiva en su mano-. Este mensaje era importante para Korsin, pero no es lo que quería decir-. Miró de nuevo al techo, donde las falsas estrellas se habían desvanecido junto con el fuego-. Nada de esto está bien.
Iliana se removió en el asiento.
-¿Qué quieres decir?
-Este lugar. No puedo creer que Korsin pasara aquí todo su tiempo –dijo-. Tienes razón. Este mapa de arriba... no es práctico. Es decorativo. Korsin estaba concentrado en la construcción de un imperio en Kesh. ¡No se quedaba sentado mirando las estrellas! -Hilts dio vueltas por la habitación-. Y Korsin. Ya viste en la grabación el aspecto que tenía.
-Me acuerdo -dijo Iliana, con interés creciente conforme el Cuidador se iba animando-. Se estaba desangrando hasta morir.
-La leyenda dice que Korsin fue herido de muerte en el exterior, en la vertiente occidental, y consiguió regresar a su silla para grabar el testamento.
-Hasta aquí -dijo Jaye.
-¡No! -Hilts pensó de nuevo en el brillante mensaje que había visto días antes. No, no había habido ningún fondo en la imagen. Habían sido capaces de ver la silla, pero nada más-. Asumimos que lo grabó aquí cuando encontramos la silla. Pero mira lo altos que estamos. Yaru no podría haber subido todas esas escaleras con una enorme herida en el pecho. ¡Yo estoy sano, y casi no lo consigo!
Iliana se puso en pie y volvió su mirada hacia el asiento.
-No lo entiendo. ¿Trasladaron su silla aquí después de su muerte? –Ella se encogió de hombros-. ¿Por qué? ¿Y adónde habría ido entonces?
Hilts consideró la pregunta durante unos instantes hasta que su ayudante, que ahora se encontraba acurrucado en el suelo cerca del brasero para calentarse, elevó la voz.
-Tal vez haya algo en la cámara debajo del Presagio.
-¿Debajo? -Hilts parpadeó en la oscuridad casi total de la rotonda-. No hay ninguna cámara debajo del Presagio. Construyeron el Templo sobre la nave donde ésta se detuvo.
-Pero la nave aterrizó en una pendiente -dijo Jaye-, y lo que vimos estaba completamente nivelado. La apuntalaron con mampostería de piedra. -Se agitó nervioso, contando con sus dedos morados antes de mirar hacia arriba-. Entramos en el Templo a través de un pasaje abierto en el vigésimo tercer peldaño de la escalera que ascendía de la terraza media. Sin embargo, pasamos por una puerta sellada en el séptimo peldaño. -El pequeño keshiri se cruzó de brazos con satisfacción-. Otra cámara, en la base de la estructura de apoyo del Presagio.
Iliana puso los ojos en blanco.
-¿Ha contado los pasos?
-Ha contado los pasos -dijo Hilts, sonriendo.
Su momentáneamente mejorado estado de ánimo se vio interrumpido por un leve estremecimiento, que reverberó a través del suelo. Los improvisados aliados de afuera se estaban acercando a su objetivo.
-¿A qué estáis esperando? ¡Vamos!
Con la puesta de sol sobre el vasto océano occidental, la jornada de trabajo de los guerreros Sith acababa de empezar. Allí había por lo menos treinta, algunos de ellos con los ropajes de sus diferentes facciones; otros habían abandonado su vestimenta partidista por completo. Muchos de ellos habían llegado mientras Hilts y sus dos compañeros esperaban su oportunidad de salir del Presagio sin ser detectados, y todos estaban ocupados ahora en un gigantesco proyecto de ingeniería. O, más bien, un proyecto de demolición. Los guerreros se aferraban a los lados de la gigantesca torre de vigilancia, rodeando los soportes con largos cables de cuero. La torre era una maravilla, increíblemente recargada con plataformas de observación elevadas; no haría falta un esfuerzo enorme para derribarla.
Hilts vio exactamente donde se pretendía que cayera. Edell estaba de pie en la plaza, dirigiendo a los guerreros sobre la manera de colocar sus equipos de uvak. Con las bestias en el suelo y en el aire tirando de las cuerdas al unísono, Edell claramente esperaba que la cubierta más pesada de la torre de piedra cayera justo sobre la parte superior de la cámara que albergaba al Presagio.
-Esa sala fue bien construida -dijo Iliana, mirando por encima del hombro de Hilts-. ¿Le causará algún daño?
-Lo romperá igual que un martillo un huevo de uvak –murmuró Hilts. Conocía a Edell: intenso, pero estudioso. Edell comprendía cómo se habían construido las estructuras clásicas, y había visto de cerca el refugio del Presagio-. Tal vez no hagan pedazos la nave, pero ciertamente van a enterrarla.
Iliana se burló.
-Ya estaba muerta y enterrada.
Hilts se limitó a menear la cabeza y mirar. Había muchos por ahí, todos trabajando en su causa destructiva común. Incluso reconoció a Neera, la deformada líder de Fuerza 57, ofreciendo su enorme musculatura para unirse al trabajo junto a los otros guerreros.
-¿No están con ella algunas de tus Hermanas de Seelah? -Hilts entrecerró los ojos en la creciente oscuridad-. ¿No eres su líder? ¿Te escucharían?
-¿No has visto lo que ha estado pasando últimamente? Nadie sigue a nadie ahora -dijo Iliana, encogiéndose de hombros-. Pero trabajarán juntos en esto. La gente necesita una misión.
Hilts parpadeó. La unidad que él había esperado... en la causa de aplastar toda esperanza. Estudió a Iliana.
-Puede que te dejen vivir... si te unes a ellos.
-No es probable. ¿Quién crees que le arrebató la mano a Bentado?
Desde atrás, en la antesala, se escuchó un fuerte chasquido.
-He conseguido abrir el pestillo, Cuidador -dijo Jaye, levantándose. La gran puerta interior de la rotonda se abrió con un chirrido por primera vez en siglos.
-Eres todo un manitas -dijo Hilts-. Viene bien tener a alguien que te siga.
Jaye esperó a que su amo e Iliana entrasen antes de seguirlos, con una barra de luz recién encendida en la mano.
Mientras que el hogar del Presagio, bajo ellos, tenía un enorme ocupante, no había nada en esta rotonda más pequeña, salvo una sola silla junto a un brasero. Hilts dio un paso hacia ella con entusiasmo. Sí, era lo que él pensaba que era. La silla de mando. El trono del Gran Señor.
Lo suficientemente cerca para tocar el asiento, Hilts hizo una pausa y miró a su alrededor. Era un lugar extraño para ella, ahí sola en esa sala de la cima del Templo. Miró hacia el vacío sobre su cabeza. La única barra luminosa de Jaye no era suficiente para iluminar el lugar.
-¿Veis algo allá arriba?
-Creo que ya lo tengo -dijo Iliana. Agarrando a Jaye, rasgó violentamente la parte posterior de la túnica del sobresaltado secretario. Sin decir una palabra, formó una bola con el paño y lo tiró al brasero. Con la ayuda de la herramienta de pedernal encadenada a un lado, pronto tuvo un pequeño fuego encendido. El humo ascendió flotando hasta unas rendijas cerca del vértice del techo.
Con escalofríos, Jaye se mostró inquieto.
-Alguien de fuera podría ver el humo.
-No me importa -dijo Iliana-. No me queda nada salvo luchar.
Hilts miró a su ayudante y se encogió de hombros. Ahí hacía un frío sorprendente... lo bastante como para resultar incómodo incluso a un viajero de las estrellas.
-Tan solo mantente cerca del fuego -dijo, antes de mirar hacia arriba.
Por un momento, creyó ver las estrellas del exterior. Luego, al volver a mirar, se dio cuenta de que, efectivamente, las estaba viendo... en cierto modo.
-¡Un planetario!
Incrustadas en el techo redondeado había piedras carmesíes, brillando cálidamente con el fuego parpadeante. Una a una, reconoció las estrellas del cielo de verano de Kesh... y vio muchas otras más pequeñas que no podía reconocer.
-¿Son cristales Lignan eso de allá arriba? -preguntó Iliana.
Hilts se echó a reír.
-¿Por qué no?
La tripulación del Presagio habría tenido un montón de ellos a su disposición.
Devolvió su atención a la silla, la pieza que faltaba del puente de la nave. No era difícil imaginar a Yaru Korsin ahí, sentado en la noche, contemplando el retorno de su gente a las estrellas. Pensó de nuevo en la frase de Korsin del Testamento. ¿Qué había detrás del trono? No había nada ahí que él pudiera ver... sólo un muro vacío. ¿Sería algo en el mapa estelar? No, eso estaba encima.
Indiferente al despliegue sobre ellos -y a cualquier sentido de la historia- Iliana se dejó caer sobre la silla, echando sus piernas con botas sobre el apoyabrazos.
Hilts la miró boquiabierto.
-¿Vas a sentarte ahí?
-No voy a hacerlo. Ya lo he hecho. –Con aire casual, desenganchó su sable de luz y se lo fue pasando de una mano a otra-. O bien esa gente de fuera echa abajo el Templo debajo de nosotros, o bien nos encontrarán aquí. Si voy a tener que esperar, lo haré sentada.
-Como quieras.
-Esta sala es bastante inútil, ¿sabes? -dijo Iliana, haciéndose sonar los nudillos-. Sólo muestra el cielo en un momento determinado del año.
Hilts asintió con la cabeza. Era más decorativo que útil. Pero sus pensamientos estaban todavía en la silla... y en el Testamento de Korsin.
-¿Tienes un cuchillo?
-Por supuesto -dijo Iliana, usando la Fuerza para extraer una hoja de vidrio de un compartimiento en su bota. El arma se detuvo en el aire, flotando cerca de la cara de Hilts.
-Muchas gracias -dijo él, tomándola y arrodillándose detrás de la silla.
Detrás del trono. Tentativamente, casi con miedo, Hilts deslizó la punta de la shikkar en el duro cuero del respaldo del asiento. Pudo comprobar que los Sith no equipaban sus naves para que fueran cómodas... pero incluso el basto cuero de la silla de mando no era rival para la hoja keshiri. Con cuidado de no cortar más de lo que debía, Hilts retiró el cuchillo y deslizó su mano dentro del relleno.
Aún sentada, Iliana observó como el viejo pescaba sin rumbo, con el brazo hasta el codo dentro de la silla.
-Pareces un idiota -dijo.
También él se sentía como un idiota, y estaba a punto de detenerse cuando su mano alcanzó el nivel de los apoyabrazos.
-Hay algo aquí dentro –dijo-. ¡Cosido en el interior!
Extrajo rápidamente la mano, rasgando más la tapicería al hacerlo.
El vial de vidrio contenía una sola hoja enrollada de película transparente... más delgada que el más fino pergamino que los keshiri hubieran producido nunca. Al acercarla al fuego que comenzaba a extinguirse, unas figuras comenzaron a tomar forma.
-¿Qué es lo que está escrito? -preguntó Iliana, súbitamente interesada.
-Es el canto antiguo de los Tapani... el lenguaje de los humanos bajo el gobierno de los Sith -dijo Hilts-. El lenguaje de la madre de Korsin.
-¿Cómo lo sabes?
-Porque lo he estudiado... y ella lo escribió. –Retiró de un empujón las piernas de Iliana del apoyabrazos y acercó la película al fuego tanto como pudo atreverse-. Takara Korsin. El padre de Korsin la abandonó por la madre de Jariad.-. Sus ojos recorrieron la página. Había pasado el año anterior estudiando un texto sobre el lenguaje. Despacio, pero seguro, fue descifrando el contenido.
-Está marcado como personal –dijo-. Entregado a Korsin por un mensajero de confianza.
Tragando saliva, recitó:
"Sé que estás cansado de oír hablar de mis visiones, hijo mío. Si actúas como siempre lo has hecho, supongo que no leerás esto hasta que tu misión esté bien avanzada. Me alegro de que se te haya dado el mando de una misión importante para Naga Sadow... incluso aunque me pese, como le pesa a toda nuestra especie, saber que tu victoria es solo para su gloria.
"Sí, he tenido otra de las visiones. He visto a nuestros descendientes gobernando un día un gran pueblo, libres de los Sith Rojos. Tendremos algo que será nuestro propio. Cuando estén bien dirigidos, veo nuevos horizontes abriéndose para nuestra gente... nuevos lugares para conquistar.
"Yaru, sólo tú eres lo suficientemente sabio como para guiar a nuestro pueblo. Devore será su propia ruina; siento fortaleza en la compañera que ha elegido, Seelah, pero eso no es suficiente. Sólo tú sabes cómo manejar las ambiciones de muchos... cómo dar forma a tu ira, y esculpirla para que se ajuste con el propósito que tienes delante.
"Tienes un propósito. Cuídalo. Si guías bien a nuestro pueblo, siempre tendrán una misión.”
Hilts retiró la carta del fuego y se quedó mirando. Ni siquiera se dio cuenta de que Jaye se había acercado con cautela, casi reverencial, detrás de él.
-Mire el sello de la fecha –dijo el tembloroso keshiri, señalando por encima del hombro de Hilts unas cifras a lo largo del borde-. Recibió esto justo antes de que el Presagio partiera hacia Phaegon.
Hilts asintió con la cabeza mientras pensaba en las palabras. No, Korsin no hubiera querido que nadie leyera el mensaje mientras todavía estaba trabajando para Naga Sadow, de ahí el escondite. Pero, durante un cuarto de siglo, Korsin había mantenido el mensaje siempre cerca de él.
-Siempre me había preguntado cómo encontró la fuerza para seguir adelante -dijo.
-Tonterías entusiastas de una madre que lo adoraba -dijo Iliana-. Ni siquiera Korsin podría creerse este sinsentido.
-Cállate, niña. -la miró fijamente-. Ella era sabia. Ella vio lo que él podía construir. Y esto demuestra que nuestro pueblo no estaba destinado a vivir como esclavos para siempre. Tenemos un futuro. -Hilts se puso en pie de repente y comenzó a andar hacia la salida-. Esa gente de ahí fuera. Si pudiera leérselo...
-No escucharían -dijo Iliana-. Esto ha ido demasiado lejos. Sé que yo no escucharía.
Hilts se detuvo antes de llegar a la puerta. Miró la carta de nuevo y frunció el ceño.
Iliana tenía razón. Los sentimientos eran un bálsamo para el espíritu... pero la gente necesitaba una causa específica. Como derribar una torre y destruir de una nave espacial.
-¿A qué causa sí te unirías? -preguntó, enrollando la carta y metiéndola de nuevo en su tubo.
Iliana respondió sin pensarlo dos veces.
-A la mía.
-Hmmm.
Podía oír más gritos en el exterior, más allá de la antesala. El equipo de demolición debía ser mayor ahora. Hilts y sus compañeros no podían quedarse. No ahí, no encima del lugar de reposo del Presagio...
-Espera -dijo Hilts, mirando al suelo.
Jaye se estremeció junto al brasero que ya comenzaba a enfriarse.
-¿Qué ocurre, Cuidador?
-Este mensaje... esto no es lo Korsin quería decir. -Miró a la silla donde Iliana seguía sentada-. Recuerda la cita. El verdadero poder está tras el trono. No dentro del trono. ¡No bajo quien se siente en él!
-¿Ahora quieres ponerte a discutir sobre semántica? –Iliana negó con la cabeza-. No, no. Estás buscando precisión en las palabras de un loco moribundo...
-Un loco lo suficientemente inteligente como para conquistar a todo un pueblo nativo... y para entrenar a una hija para la guerra delante de las narices de todo el mundo. No -dijo Hilts, haciendo rodar el tubo con la misiva en su mano-. Este mensaje era importante para Korsin, pero no es lo que quería decir-. Miró de nuevo al techo, donde las falsas estrellas se habían desvanecido junto con el fuego-. Nada de esto está bien.
Iliana se removió en el asiento.
-¿Qué quieres decir?
-Este lugar. No puedo creer que Korsin pasara aquí todo su tiempo –dijo-. Tienes razón. Este mapa de arriba... no es práctico. Es decorativo. Korsin estaba concentrado en la construcción de un imperio en Kesh. ¡No se quedaba sentado mirando las estrellas! -Hilts dio vueltas por la habitación-. Y Korsin. Ya viste en la grabación el aspecto que tenía.
-Me acuerdo -dijo Iliana, con interés creciente conforme el Cuidador se iba animando-. Se estaba desangrando hasta morir.
-La leyenda dice que Korsin fue herido de muerte en el exterior, en la vertiente occidental, y consiguió regresar a su silla para grabar el testamento.
-Hasta aquí -dijo Jaye.
-¡No! -Hilts pensó de nuevo en el brillante mensaje que había visto días antes. No, no había habido ningún fondo en la imagen. Habían sido capaces de ver la silla, pero nada más-. Asumimos que lo grabó aquí cuando encontramos la silla. Pero mira lo altos que estamos. Yaru no podría haber subido todas esas escaleras con una enorme herida en el pecho. ¡Yo estoy sano, y casi no lo consigo!
Iliana se puso en pie y volvió su mirada hacia el asiento.
-No lo entiendo. ¿Trasladaron su silla aquí después de su muerte? –Ella se encogió de hombros-. ¿Por qué? ¿Y adónde habría ido entonces?
Hilts consideró la pregunta durante unos instantes hasta que su ayudante, que ahora se encontraba acurrucado en el suelo cerca del brasero para calentarse, elevó la voz.
-Tal vez haya algo en la cámara debajo del Presagio.
-¿Debajo? -Hilts parpadeó en la oscuridad casi total de la rotonda-. No hay ninguna cámara debajo del Presagio. Construyeron el Templo sobre la nave donde ésta se detuvo.
-Pero la nave aterrizó en una pendiente -dijo Jaye-, y lo que vimos estaba completamente nivelado. La apuntalaron con mampostería de piedra. -Se agitó nervioso, contando con sus dedos morados antes de mirar hacia arriba-. Entramos en el Templo a través de un pasaje abierto en el vigésimo tercer peldaño de la escalera que ascendía de la terraza media. Sin embargo, pasamos por una puerta sellada en el séptimo peldaño. -El pequeño keshiri se cruzó de brazos con satisfacción-. Otra cámara, en la base de la estructura de apoyo del Presagio.
Iliana puso los ojos en blanco.
-¿Ha contado los pasos?
-Ha contado los pasos -dijo Hilts, sonriendo.
Su momentáneamente mejorado estado de ánimo se vio interrumpido por un leve estremecimiento, que reverberó a través del suelo. Los improvisados aliados de afuera se estaban acercando a su objetivo.
-¿A qué estáis esperando? ¡Vamos!
Gracias Javi.
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