Tenebrous y la senda tenebrosa
Matthew Stover
Morir, observó Tenebrous con leve sorpresa, estaba
resultando ser no sólo agradable, sino totalmente maravilloso; si hubiera sospechado
alguna vez lo mucho que iba a disfrutar del proceso, no habría perdido todas
estas décadas esperando a que su necio aprendiz Plagueis lo asesinase.
Así que, incluso mientras yacía jadeante en torno a las púas
de hielo que le atravesaban el pulmón, Tenebrous sonrió. A pesar de las
sacudidas y convulsiones que, como actos reflejos, suponían la última rebelión de
su cuerpo contra la caída de la noche eterna, a pesar de los sistemas orgánicos
que fallaban uno tras otro, manteniendo los últimos vestigios de luz y vida
dentro de las enormes complejidades de su cerebro -inmensas incluso en
comparación con los demás biths, una especie justamente legendaria por su
destreza intelectual-, Tenebrous se encontró disfrutando particularmente de la
desaparición gradual de sus propios midiclorianos.
Su percepción de la Fuerza era aún más aguda que los poderes
de aumento de sus enormes ojos; en la Fuerza, podía sentir cada uno de los midiclorianos
desaparecer uno a uno, una onda expansiva de oscuridad, como estrellas eclipsadas
por la silueta de una nave que se aproxima.
O cayendo a través del horizonte de sucesos de un agujero
negro.
Ah, la oscuridad. La oscuridad, por fin. La oscuridad que
había soñado. La oscuridad que había planeado. La oscuridad que era su único y
verdadero amor. La oscuridad que había tomado como nombre.
¿Acaso no era Darth Tenebrous?
Su visión se atenuó. Sus oídos se apagaron, como si
escuchase una ráfaga de viento, estática en un electrovocalizador... y, a
continuación, silencio. La única sensación que registraba su carne temblorosa era
el chasquido de los huesos rotos y la lenta asfixia que ahogaba su consciencia,
conforme el pulmón destrozado sólo podía suministrar una fracción del oxígeno
requerido por su gigantesco cerebro.
Poco importaba. Escudado ante el sufrimiento por su control
de la Fuerza, Tenebrous observaba la agonía de su forma física con desapasionamiento
adecuadamente bithano. Y ahora sus percepciones imposiblemente refinadas
detectaban el barrido de la mente de Plagueis, mientras el aprendiz sondeaba
los midiclorianos que desaparecían de su maestro moribundo con su propio uso de
la Fuerza, como Tenebrous sabía que haría. Tenebrous había pasado décadas asegurándose
de que Plagueis sería incapaz de resistirse a hacer exactamente eso.
Todo estaba transcurriendo según lo planeado.
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