Pequeños favores
Paul Danner
Permanecía completamente inmóvil frente al
ventanal, devolviendo con gélida indiferencia la estática mirada al sol de
Kuat. Visto en algún planeta primitivo en las lejanas distancias del espacio,
la alta figura con la pulida armadura negra podría aparentar ser la imagen
tallada de una maligna deidad. A bordo de la Estación de Transferencia
Imperial, el Señor Oscuro de los Sith raramente era confundido con una estatua.
Darth Vader observaba el poderío del Imperio
convergiendo a su alrededor. La flota reunida era inmensa. Las naves se
contaban por millares. Pero el Señor Oscuro ignoraba la multitud de naves de
combate y apoyo que llegaban disparadas a sus posiciones como un enjambre de
insectos. Apenas echó un rutinario vistazo a los cientos de cruceros,
acorazados y fragatas. Incluso los Destructores Estelares reunidos, más de tres
docenas, recibieron una atención mínima.
La plataforma de observación quedó en absoluto
silencio cuando el foco de la concentración de Vader aparecía lentamente a la
vista. Y su llegada hacía que todas las demás naves se apartaran de su
camino...
Con una eslora de 8.000 metros , o cinco
Destructores Estelares, la nave de guerra empequeñecía todo salvo la propia
estación espacial. El primer Destructor Estelar de clase Super era un presente del Emperador, y como todos los favores de
Palpatine, venía con un precio. El Ejecutor
estaba destinado a servir como buque insignia personal de Lord Vader, desde el
que llevaría a cabo la orden de dirigir la destrucción final de la Alianza
Rebelde.
Finalmente, el Señor Oscuro se movió, inclinando
ligeramente su cabeza enmascarada.
-Su presencia fue requerida hace más de una hora.
–Hubo una pausa puntuada por una respiración hueca y filtrada-. Llega tarde,
Sollaine.
-Mis disculpas, Lord Vader –respondió una figura
desde las sombras del pasillo de entrada-. Estaba atendiendo asuntos más
importantes.
-¿Ah, sí?
-El Emperador me ha encargado descubrir espías
Rebeldes.
Sollaine entró en la sala, con sus botas resonando
con chasquidos metálicos contra el suelo pulido. Vestía con una versión
personalizada del uniforme imperial estándar de la OIS: negro, sin insignia de
rango, y con una raya tan marcada como el filo de una cuchilla. Sin embargo, lo
que llamaba inmediatamente la atención no era el sentido de la moda del hombre:
ambas manos de Sollaine estaban sustituidas por prótesis. No era algo inusual
en sí mismo, salvo por el hecho de que no estaban cubiertas por sintocarne. Sus
manos no albergaban ninguna pretensión de parecer reales, con su metal azul
plateado de aspecto aterradoramente esquelético, y una uña larga y dentada
adornando cada dedo.
Sollaine se acercó con calma a Vader, aparentemente
impasible ante el miedo que afectaba a todo el mundo en presencia del Señor
Oscuro. Con ese fin, la OIS había sido dejada bajo su mando.
Sin darse la vuelta, Vader extendió una mano hacia
Sollaine. Una pequeña tableta de datos descansaba entre los dedos enguantados.
-Qué suerte, entonces, que le haya seleccionado
para esta misión, la primera que asumirá en su nuevo puesto.
Sollaine aceptó la tableta y rápidamente estudió
con detenimiento la información que albergaba. No mostró ninguna emoción
externa, excepto un casi imperceptible tic facial.
-Estos archivos están fuertemente codificados. Harían
falta al menos cinco días estándar para que Criptoanálisis los descifre. Y
sabemos perfectamente que la escoria rebelde hará desaparecer a todos sus
agentes en la mitad de tiempo.
-Entonces, sugiero por su bien que trabaje con el
doble de eficiencia. El Emperador considera que esta es una misión de la más
vital naturaleza.
-¿A qué se refiere?
Vader giró lentamente su cabeza para mirar al
oficial de la OIS.
-Se le ha asignado la misión de identificar a un
agente encubierto de la Alianza y entregarme esa piedra en el zapato del
Emperador. –Una larga y resonante respiración interrumpió al Señor Oscuro-. Con
vida.
Sollaine observó el dedo enguantado que podía
controlar el lado oscuro de la Fuerza para exprimir la vida de un hombre.
-Como desee –respondió, con una voz que goteaba
veneno-. Así se hará.
Vader devolvió su mirada a las lejanas distancias
del espacio.
-Habría realizado esta tarea yo mismo, pero el
Emperador tiene otro trabajo para mí –dijo, señalando con la cabeza en
dirección al Ejecutor.
Sollaine miró fijamente la impresionante nave
espacial sin molestarse en ocultar su envidia.
Vader continuó.
-De modo que le recomiendo...
Sollaine abrió los ojos como platos al comprender
de repente.
-Me complace que podamos entendernos –dijo el Señor
Oscuro.
Después de una breve pausa, Sollaine recuperó la
voz.
-Y a mí.
-Excelente.
Vader cruzó la sala con tres majestuosas zancadas.
Sollaine permaneció en silencio por unos instantes,
demasiado aturdido para hacer otra cosa excepto mirar fijamente la tableta de datos
que tenía en las manos. La máquina simplemente le devolvía la mirada,
ofreciéndole en su memoria electrónica el triunfo o la perdición.
-Ah, Sollaine –La voz atronadora reclamó la
atención del oficial de la OIS.
El Señor Oscuro se había detenido en el umbral.
-Enhorabuena -dijo Vader, y, con un remolino de su
voluminosa capa negra, se fue.
***
El general Airen Cracken miró con incredulidad el
informe en su tableta de datos. ¿Cómo podía pasar esto?, preguntaba a
cualesquiera dioses de la fortuna que gobernaban la galaxia. Si le escuchaban,
no daban ninguna respuesta.
-¿Quería usted verme?
Sorprendido, Cracken miró al hombre que estaba de
pie a su puerta. El general trató de suprimir una sonrisa, pero sólo tuvo éxito
a medias.
-¿No llamas nunca a la puerta?
-Sólo cuando debo hacerlo –dijo Cryle Cavv con un
guiño. Estaba bien entrado en la cuarentena, pero sus brillantes ojos azules
brillaban con la picardía de un hombre mucho más joven.
Cracken se levantó para abrazar a su amigo.
-Ha pasado demasiado tiempo, viejo ladrón.
-Bueno, el famoso General de la Alianza siempre
está ocupado. ¿Y a quién estás llamando viejo? –Cavv cruzó los brazos sobre el
pecho-. Me siento insultado.
-Y yo –dijo Cracken, tendiendo su mano ante él con
la palma hacia arriba.
Tímidamente, Cavv devolvió al general su
cronómetro.
-Como siempre he dicho, puede que seas capaz de
detectar a un ladrón en un segundo...
-...pero para entonces tu cronómetro ya estará en
su bolsillo. –Cracken meneó la cabeza-. El mismo Cavv de siempre.
Cavv examinó la pequeña oficina, espartana en todos
los sentidos.
-El mismo Cracken de siempre. Sólo lo necesario
para salir del paso. –Sus ojos se centraron en el único objeto que parecía
fuera de lugar, un pequeño expositor de cristal que contenía una hidrollave
dorada tallada con la inscripción: “El equipo de Cracken manda sus saludos”.
Cavv sonrió, pasando una respetuosa mano por el expositor-. Los buenos viejos
tiempos en Contruum.
Cracken asintió con la cabeza.
-Ni lo pienses.
El ladrón sonrió, y luego apartó la mano del
expositor y tomó asiento.
-Bueno, ¿cómo están Josta y los niños?
-Muy bien. Dena acaba de empezar el colegio, y
Pash... Bueno, puede que aún consiga hacer un piloto de caza de él. –Cracken se
puso serio-. Lamento las noticias sobre Tascin y Rannah. El ataque a Ryvellia
fue un duro golpe para todos nosotros.
Cavv asintió.
-Cuando llegué a V’eldalv, no quedaba nada salvo
ruinas humeantes. Tuve suerte de poder encontrar a mi sobrino, y más aún con
vida.
-¿Qué tal lo está llevando?
-Bueno, no ha sido fácil, pero aún es joven. Los
niños son duros, y Sienn no es ninguna excepción. Después de todo, el muchacho
lleva sangre cavviana en sus venas.
-Sí... pobre chico.
Cavv sonrió con actitud traviesa.
-Bueno, por mucho que disfrute intercambiando
insultos con mi ex-comandante favorito, supongo que ese no es el único motivo
para esta afortunada invitación.
-Ojalá la galaxia fuera tan complaciente... –El
general lanzó un largo suspiro-. Y como bien sabes, últimamente se ha
convertido en un lugar aún más peligroso.
-¿Lo dices sólo porque tenemos un Emperador
borracho de poder blandiendo libremente tecnología capaz de destruir planetas
como la Estrella de la Muerte? Debes estar de broma...
Cracken puso los ojos en blanco y continuó.
-Bueno, es aún más peligroso si resultas ser un
espía de la Alianza...
-Sé cómo se siente –dijo Cavv arqueando una ceja.
-Un infiltrador imperial ha obtenido recientemente
un archivo codificado de la Alianza que contenía información de alto secreto,
incluyendo las identidades de algunos de nuestros agentes. Fue atrapado, pero
no antes de que pudiera transmitir los datos al Imperio... Afortunadamente, la
mayor parte de nuestros operativos pueden desaparecer fácilmente antes de que
los archivos sean desencriptados.
Cavv palideció ligeramente.
-¿Estaba mi nombre en esos archivos?
-No. Y aunque estoy seguro de que el Imperio sería
feliz de atrapar al ex agente de Operaciones Especiales favorito de todos,
puede que consigan algo igual de valioso: un operativo encubierto
extremadamente útil cuya tapadera es realmente bastante auténtica.
-¿Un chaquetero imperial bien colocado? Muy
interesante, general –dijo el ladrón con una sonrisa-. Tienes mi completa
atención.
-El operativo en cuestión es Rivoche Tarkin,
sobrina del difunto Gran Moff.
Por primera vez, Cavv se quedó sin habla.
-Debes de estar de broma.
-Ojalá lo estuviera. –Cracken hizo una pausa, con
rostro mortalmente serio-. Todo lo que te estoy diciendo es extremadamente
secreto, por supuesto. Sólo unos pocos de mis mejores agentes conocen su
existencia.
Cavv asintió.
-Rivoche nos ha sido de increíble ayuda. Nueva
Cylimba nunca podría haber sido evacuada sin su información. Quiero devolverle
el favor. Su parentesco no la va a salvar de una ejecución pública y dolorosa
cuando el Imperio descubra la verdad.
El rostro del ladrón reflejó que había comprendido
la situación.
-Quieres que la saque de allí...
-Eres el único con el que puedo contar para esto,
Cavv. Seré honesto contigo: he estado a punto de no pedirte ayuda, pero no he
tenido otra opción. Los recursos de Inteligencia ya están tan dispersos como es
posible, y Mon Mothma no puede autorizar un intento de rescate a gran escala.
–El general bajó el tono de su voz-. Por desgracia, también hay consideraciones
políticas que debemos tener en cuenta. Habrá repercusiones en el seno de la
Alianza si el nombre de Rivoche se hace público. Mucha gente simplemente no
estará dispuesta a creerla debido a su parentesco. Tarkin y su Doctrina
sembraron el terror, el odio, y la muerte por toda la galaxia. Sus manos
estaban manchadas con la sangre de millones.
Tomando aliento profundamente, Cavv se recostó en
su asiento.
-Muy bien, iré a buscarla.
El general Cracken sonrió aliviado, dando una
palmada en el hombro de su amigo.
Cavv alzó un dedo a modo de advertencia.
-Pero no estoy seguro de poder llevar a cabo esto
yo solo. ¿Puedo tomar prestado a alguien?
-Ya me he ocupado de eso –dijo Cracken, pulsando el
comunicador de su escritorio.
El ladrón meneó la cabeza, riendo suavemente entre
dientes.
-Crees conocerme muy bien, ¿eh?
-Por eso conseguí la insignia de rango...
La puerta se abrió, y un hombre de escasa estatura
entró a trompicones en la habitación. Su rostro apenas era visible sobre la
pila de tabletas de datos que llevaba en sus brazos. El apocado ayudante
consiguió finalmente dejar su carga sobre el escritorio. Se incorporó y se
aclaró la garganta.
-¿Ha llamado, general?
Cavv lanzó una mirada a Cracken.
-Por favor, dime que no es él.
El general soltó una franca risotada.
-No. Este es Gerind, mi ayudante. Esas tabletas de
datos contienen todo lo que necesitas saber para la misión. –Cracken señaló
detrás de Cavv-. Ese es tu compañero.
El ladrón se dio la vuelta, pero todo lo que vio
fue un pecho acorazado. Cavv inclinó lentamente la cabeza hasta que se encontró
mirando a un rostro. El extraño de gran tamaño bufó, mostrando sus dientes
afilados.
Cavv dio rápidamente un paso atrás.
Divertido por la escena, Cracken rodeó el
escritorio para hacer las presentaciones.
-Cavv, quisiera que conocieras a Quillin Arkell.
Arkell gruñó en reconocimiento.
-El placer es mío, estoy seguro –dijo Cavv,
extendiendo una mano.
El gigantesco hombre se la quedó mirando, pero no
hizo ningún movimiento para aceptar el saludo.
Cavv se encogió de hombros, examinando a su
camarada. Arkell medía más de dos metros de alto, con un mechón de cabello
plateado afeitado al estilo militar en la nuca y las sienes. Sus ojos eran de
un azul puro y no tenían pupilas. Placas de armadura del color de la ceniza
cubrían el torso de Arkell, y el mono oscuro que llevaba debajo estaba tirante
por la sólida musculatura.
-Me alegro de que esté de nuestro lado –señaló el
ladrón.
Cracken comprobó su cronómetro.
-Odio interrumpir esta presentación conmovedora,
pero podéis terminar de conoceros por el camino. En esta misión, puede que el
tiempo sea el enemigo más peligroso del que debáis preocuparos.
Cavv sonrió con aire sombrío.
-Por algún motivo, tengo la sensación de que ese no
será el caso.
El general les estrechó la mano a ambos.
-Buena suerte, y que la Fuerza os acompañe.
El ladrón se detuvo en la puerta, levantando una
ceja.
-Suponiendo que sobreviva a esta pequeña empresa,
probablemente vaya a necesitar un pequeño favor a cambio...
-Haz esto, Cavv, y podrás tener cualquier cosa que
quieras...
-Bien –dijo Cavv con un inconfundible brillo en los
ojos, y abandonó la sala.
***
El Gato G
entró en el hiperespacio. La elegante nave trazaba con facilidad su curso por
las líneas estelares.
-Tenemos unas diecinueve horas hasta que lleguemos
a Corulag –anunció Cavv desde la silla del piloto. Miró hacia atrás, a los
asientos de los pasajeros, esperando alguna respuesta, pero Arkell estaba
mirando justo al frente como si no hubiera oído nada.
-Se han comenzado a servir refrescos en la cubierta
de recreo –continuó Cavv-, y nuestro torneo de shockball comienza a las 12:00,
hora estándar.
Aún no hubo respuesta del hombre gigantesco...
-Vaaale –dijo Cavv, volviéndose de nuevo-. Veo que
este va a ser un viaje muy largo.
Un silencio incómodo llenó la cabina por lo que
pareció ser toda una eternidad. Era roto únicamente por los periódicos pitidos
del único otro ocupante: una curtida unidad R2 dorada y verde. El droide
astromecánico reposaba cómodamente en un precario compartimento que normalmente
habría servido para el habitual asiento del copiloto.
-Es deshonroso entre mi gente asociarse con
ladrones.
Cavv estaba tan aturdido por el sonido de una voz
distinta de la suya, que casi sale de un salto de su asiento.
-¿Disculpa?
-No es adecuado para un noble guerrero aliarse con
escoria cobarde –dijo Arkell mostrando los dientes.
-No te preocupes por eso, colega, no vayan a
formársete nudos en ese pelo brillante. –Cavv le guiño un ojo con gesto
tranquilizador-. En tu caso simplemente haré una excepción.
-¿Te atreves a burlarte de mí? –Arkell se alzó de
pronto en toda su estatura, un gesto que ciertamente habría resultado
impresionante de no haber sido realizado en los relativamente estrechos
confines de una nave espacial.
***
Arkell abrió lentamente los ojos, y gimió cuando un
dolor sordo pareció clavarse en su cráneo. De lo aturdido que estaba, le costó
un momento orientarse. El gigante estaba tumbado en un catre, observando la
cara sonriente de Cavv.
Meneando con arrepentimiento la cabeza, el ladrón
volvió a dejar un pequeño medipac en su cajón.
-Parece que me había equivocado –dijo, comprobando
su cronómetro-. Ha resultado un viaje bastante rápido.
Arkell gruñó algo ininteligible y comenzó a
levantarse. Oleadas de nausea y unas súbitas punzadas en la cabeza lo
devolvieron a su orientación horizontal.
Cavv tomó asiento en la cama opuesta.
-El analgésico debería hacer efecto en cualquier
momento. Nos queda una hora, y sugiero que la uses para relajarte y recuperar
las fuerzas.
-Sabias palabras... ¿A quién se las robaste?
-Aunque puede que encuentres esto difícil de creer,
no voy por ahí tomando cualquier cosa que no esté protegida por un campo de
fuerza. –Cavv entrecerró los ojos, evaluando al gigante-. Ya conocí a uno como
tú antes. A un velabri, quiero decir. He conocido muchos duros de mollera.
Arkell parecía estar a punto de enfrentarse al
dolor y levantarse para aplastar a Cavv.
-Si afirmas conocer mi especie, entonces deberías
saber también que nos ofendemos ante la estupidez.
-Nada de sentido del humor, quieres decir.
-No hay nada de divertido en la guerra. Y la guerra
es la vida para un Lancero Velabri. Somos los soberanos protectores de nuestro
pueblo. La élite de la élite elegida para luchar por la especie velabri.
-¿Entonces dónde encaja en ese puzzle el famoso
Voto de Sangre Velabri?
Fue el turno de Arkell de mostrar sorpresa, aunque
rápidamente recuperó su compostura.
-¿Qué es lo que sabes sobre juramentos de honor?
Los ojos de Cavv parecieron mirar más allá de
Arkell.
-Sólo lo que aprendí cuando le prometí a mi hermana
en su lecho de muerte que criaría a su hijo como si fuera el mío propio.
Arkell se dio la vuelta, mirando la parte inferior
de la litera que había sobre él con inusual interés. Hubo un silencio incómodo,
y luego el gigante habló en voz baja.
-Hace mucho tiempo, en los primeros días de la
Alianza, los rebeldes ayudaron en la evacuación del gobierno legítimo de
Velabri, el planeta natal de mi gente. Los oficiales y sus familias fueron
transportados clandestinamente fuera del sistema justo antes de que llegase la flota
de invasión imperial. Uno de los transportes fue atacado y estaba a punto de
ser capturado. De no ser por la rápida acción de un joven piloto de caza, el
transporte se habría perdido. El transporte llevaba a la familia de Quillin
Durand, mi padre, y juró mediante un Voto de Sangre que la deuda sería pagada
algún día. –Su voz tembló sólo ligeramente-. Fue asesinado poco después, pero
el Voto de Sangre pasó del padre al hijo mayor... a mí. Bueno, ese joven piloto
era Airen Cracken. –Los ojos de Arkell brillaron-. Y estoy aquí para pagar la
deuda que mi familia le debe.
Cavv asintió mostrando su comprensión.
-Esperemos que quede completamente pagada.
-Supongo que tienes algo parecido a una estrategia
para esta misión.
-Claro –dijo el ladrón, poniéndose en pie-. Cuando
te encuentres mejor, ven a la cabina y te hablaré de ello.
-En otras palabras, no hay ningún plan –dijo Arkell
secamente.
Cavv mostró una amplia sonrisa, y luego desapareció
por el pasillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario